jueves, mayo 01, 2025

¿EL CORAZÓN NO APRENDE?

 


*Dibujo de Erika Kuhn.

https://obraerikakuhn.blogspot.com/

 

 

 

 



 

 

*

 

Se oye tu corazón desde la calle. / El lugar está lleno de gente, y/ se oye tu corazón desde la calle. / ¿El corazón no aprende? / Te dijeron que él venía, / y el vacío que dejó tu lágrima/ se interrumpió como si fuese un cielo/ al que lo cruzan los pájaros/ o el agua.

 

*De Valeria Pariso. valeriapariso@outlook.com

 

-Publicó los libros de poesía: "Cero sobre el nivel del mar" Ediciones AqL (2012), "Paula levanta la persiana", Ediciones AqL (2013); "Donde termina esta casa", Ediciones de la Eterna (2015), "Del otro lado de la noche" (2015) Editorial El Mono Armado, "Triza" (2017) Editorial Detodoslosmares, "La trilogía: Uva negra/ Mascarón de proa/ El castillo de Rouen", Vela al viento Ediciones patagónicas (2018), Segunda edición AqL (2020), Zarmina, Primer Premio del Concurso de Letras, categoría poesía, del Fondo Nacional de las Artes, año 2019, Ed. Mascarón de proa (2020); "Flores para no regar", Editorial AqL (2021).

- “Final francés”, AqL ediciones, 2023

 

 

 

 

 


 

 

 

 

PALABRAS DE PALOMAS*

 

suave –como un disco de oro

enviado a los extraterrestres

en la sonda voyager–

es el ser evanescente de la paloma

toda alma en su no color

toda sola en una pluma

la escritura cuneiforme en tablillas

de arcilla parece

huellitas de pájaro sobre la arena mojada

y en la ciudad son las palomas

las que atan y desatan

consonancias entre los ojos

en una bandada cabe el cielo que sabe

que su anhelo es su destino

y en los ojos tan cercanos

de una paloma –cuando mueve

con agilidad su graciosa

y curiosa testa–

está el amor del mundo diciendo

el secreto del cosmos

¿quién descifrará lo que dice esa mirada

cuando ya se fue?

 

*De Gabriel Francini.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La órbita de la materia*

 

Cae una hoja y ese vuelo final, impreciso o no,

nos conmueve de manera desmesurada,

por el presagio de su disolución horizontal.

Nos preguntamos si es por desidia del árbol

o por la ferocidad de la tierra que lo sostiene.

En cierta medida vertical todo vuela o camina

o eso se cree entre otras cosas ilusorias y leves.

Un día el árbol caerá y caeremos también sin rastros

de la sombra y sin memoria alguna de existencia,

de viento, de lluvia, de pájaros, de tormentas,

de nidos, de cantos, de hijos, de frágiles certezas,

de dudas abismales, de memorias de sangres y linajes,

del sentido de las palabras de este lenguaje inexacto,

heridos por ciclos de florecimiento e intemperie.

Caídos igual a cada hoja en su última contingencia

previsible, de muchas precedentes iguales o peores,

que nos amarillearon la fuerza, y, a la vez,

nos concedieron la cabal conciencia de lo absurdo,

de lo aleatorio del caos, del azar extravagante,

y, todo eso junto con la apatía y el cansancio

acumulados que, sin avisar, un día se adueñan.

No es lo perecedero ni lo subjetivo de la hoja,

el árbol, el pájaro y lo humano ni la dura piedra

ni la candente lava; es la tierra y su voracidad

la que vuela y sobrevive atemporal en el vacío

sujeta a un orden cerrado que se nos niega.

 

*De Horacio Rodio. horaciorodio@hotmail.com

 

 -Horacio nació en Llavallol, en 1954. Realizó talleres con Laura Massolo y Liliana Díaz Mindurry. Obtuvo más de cien premios nacionales e internacionales en cuento, poesía y novela, con publicaciones en Argentina, España, Colombia y Chile. Es autor de los libros de cuentos Palabras de piedra (Baobab, 1999), Media baja (Dunken, 2012) y La insistencia de la desdicha (Ruinas Circulares, 2018), y de los poemarios El cinturón de Orión (primer premio del 15° Concurso “Adolfo Bioy Casares”, Ediciones Municipalidad de Las Flores, 2022) y El libro de Hopper (Pierre Turcotte Éditeur, Canadá, 2023). Ese mismo año, el sello español Avant Editorial publicó su novela Ausencia y error. -En el 2024 publicó su libro de cuentos La oscuridad de los hechos. -Editorial Esa luna tiene agua.

 

 

 

 

 


 

 

 

 

Poema secreto*

 

   Dije que me estrello contra la playa de los asteroides y salió del mar el espíritu de la diosa, el sueño encarnado de todas mis nostalgias. Escuché la urgencia del sol, que era un rayo y un latido o un virus carcomiéndome. Miré como entregando mis ojos a la desolación, la ruina de un beso que horadó mis ventanas. Fue esa lejanía donde se apaciguan las cadencias, ese final obsesionado con mis palabras oscuras, las joyas embarradas de un fracaso universal. Y la molécula centrífuga salió otro sol por la misma negación de los contrastes.

     Llegué a la orilla de un abismo. Me bajo de los pájaros, camino por las piedras y encuentro un templo derrumbado en el que incidían vías lácteas de saliva. Ahora me doy vuelta, veo la nada y me río. Hay una puerta abierta que se hace de viento si toco las estrellas. Mis dientes mordidos giran como alas y yo vislumbro una sombra inmóvil.

     Vi que el cielo cambiaba de color y desvié mi locura hacia el centro de la nada y sentí que las rayas se concentraban en cualquier punto y me partí en 57 toneladas de basura y me morí y no resucité y dije que estoy tan lejos como las paredes y conocí el borbotear de la marea y me enamoré de un reflejo contra la sombra de los edificios y vi que los árboles bailaban como antes del tiempo y escuché claramente un latir desvanecido y escuché que algo callaba y entendí que no hay nada que entender.

     Sol quieto donde la nieve florece, mi sombra de la primavera: ¿dónde estás? En la vertiente, lo no nacido, la rendición del rocío. Solo con la birome y el canto que no se oye porque los pájaros se comieron entre sí. Ardor de mis ojos delante de un vidrio negro, las luces encienden la lluvia anhelada y sin embargo inexistente. ¿Estoy perdido en el hueco que nadie dejó?

     Me acuerdo de un día que no era parte del tiempo, una calle que se caminaba sola llevándose la vida por sendas de soles. Yo hablaba con el viento acerca de las flores tristes y el rocío que las clarifica y los mares aéreos que hacen flotar los cuerpos y los débiles cristales que nos separan. Mis ojos tocaban la esperanza de una luz automática, ilógico fulgor que te hace renacer, pero yo no estaba ahí: yo soy mi sombra. En el libro de mis aneurismas, en el caño oxidado por donde corre mi sangre, me acuerdo de una convergencia de fatalidades que encandiló mi amor para siempre.

 

*De Gabriel Francini.

-De “Entropía” (La Yunta, 2019)

 

-Gabriel Francini nació en 1982 en Buenos Aires. Es bibliotecario. Publicó, entre otros: Nadir de Ardora (Huesos de Jibia, 2014), La plenitud de la ausencia (Cave Librum, 2017), Humo en el humo (Qeja, 2019), Entropía (La Yunta, 2019), Ser con el fuego (Cave Librum, 2019), Entrevisiones y vislumbres (El Mono Armado, 2020), En el río y en el puente (La Yunta, 2021), Cenizas de hojas en blanco (El Mono Armado, 2022).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Caverna*

 

No es que seamos del todo inconscientes

de nuestra heredada condición de oscuros

y resignados habitantes sedentarios

en la caverna que pintó el filósofo.

 

(Aunque disimulemos, no ignoramos

que sombras sólo son, y no otra cosa)

 

Pero es más fácil permanecer quietos

sentados en silencio frente al muro

contemplando esas figuras móviles

y sus exuberantes maniobras.

 

Es más cómodo ver pasar las horas

sin esbozar un gesto, sin silbar una nota,

sin mirar hacia el sol -siquiera de reojo-

(porque la luz abrasa la retina).

 

Y si alguno levanta la cabeza,

si alguien susurra o canturrea,

si alguien grita que existen las estrellas,

entonces le miramos con desprecio,

le escupimos con furia, le arrojamos

las virulentas piedras de la ira

o el amargado esputo del silencio.

 

(No importará si el díscolo insurgente

es nuestro propio hijo, nuestra sangre,

el magma inmaterial de nuestra entraña).

 

Para preservar nuestra mentira

-nuestra tiniebla de imágenes fugaces-

le acuchillaremos ritualmente;

después veremos su sangre derramada

como si fuese otra, como si sólo fuese

la lava redentora de los dioses,

el fulgente licor de sus ensueños

-otra figura más en la pared bailando-.

 

*De Sergio Borao LLop. sbllop@gmail.com

-De Por si mañana no amanece

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El recuerdo*

 

*Santiago Dabove

 

La humanidad había perecido. La vida entera, animal y vegetal, también. Lo restante, la tierra, la piedra, el agua, los metales, la sal, el aire, eran como un sueño vano, pues todo se había gastado y las excesivas compresiones y nivelaciones convirtieron al Universo en un polvo cósmico.

Fue tan grande, tan inmensa la cantidad de mutaciones y transformaciones por qué pasó la materia desde el caos originario, atrapada a veces por la Vida y vuelta a ceder a la Muerte, que al fin los átomos adquirieron la facultad del recuerdo y la consciencia moral, sin conservar nada formal, sensorial ni sensible, pues carecían de organización.

No había ya planetas, ni estrellas, ni soles, ni días, ni crepúsculos.

Una noche continúa iluminada por fosforescencias y tenues relámpagos del potencial eléctrico que se escapaba. En esa noche interminable pasaban las exequias de la Vida y del Alma.

Muy vastos, muy largos tenían que ser los funerales de lo que fue tan vasto y casi eterno.

Y, a pesar del tiempo que fluía sin descanso y con la misma impasibilidad antigua, los átomos conservaban inalterable el recuerdo del corazón desgarrado de la humanidad y de las vidas que la acompañaron con menos conciencia que ella en el Mundo.

Y como estaba muy cargado de recuerdos ese polvo vago, en alguna manera semejaba a un ser viviente y a un cerebro. En cierto modo solamente, puesto que nada de lo que palpitaba allí buscaba ventajas, superaciones, explicaciones, análisis o premios. El recuerdo por sí mismo era lo que anhelaba y al mismo tiempo pesábale porque no era un recuerdo de cosas felices, sino por breves momentos, y en lo demás del tiempo sólo revivían dolores, luchas, náuseas y agonías.

Pero era un terco recuerdo que quería, por lo menos, ser estampado solamente en algún monstruoso mármol de algún desmesurado Panteón, porque se sabía pertinaz y más duradero que el mundo, aunque menos fuerte que el tiempo, al que nada resiste.

Y, en los mismos muros del cielo, "donde termina el infinito", y que son un Panteón y no otra cosa, las partículas entraron por las grietas del Panteón, que por muy antiguo ya empezaban a formársele, y allí reposaron, como el polvo en un aposento quieto y cerrado, olvidándose de la antigua reivindicación de dolor que traían por delante "que no haya olvido", "que no se consuma el engaño del corazón".

Y fue el Universo un viejo sepulcro lleno de polvo disperso, tan extenso y desamparado que era imposible tuviera un Comentador, un Historiador de las inhumaciones...

Y, sin embargo, por todas partes se sentía una poesía, una nostalgia, sin que se supiera quién la tenía, puesto que "todo" había perecido.

 

-Incluido en "La muerte y su traje".

( Con prólogo de Jorge Luis Borges)

Buenos Aires, Alcántara. Edición de 1961.

https://es.wikipedia.org/wiki/Santiago_Dabove

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ODA *

 

 

¿Cómo se va uno

de sí mismo?

¿Qué flor cortar

si cada día

es flor que fluye?

La vida corre ciega

y nadie ha visto

sus ojos ahondarse

y temblar

salvo aquellos que se aman

como si no hubiera tiempo.

 

*De Gabriel Francini.

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

HORÓSCOPOS*

 

En Rouen, en la Normandía francesa, el 18 de Mayo de 1847 nace, de padres campesinos, Charles Perigot Damûet que después de una juventud llena de privaciones decide trasladarse a París con la idea de buscar fortuna.

En la misma fecha, en Kuala Lumpur, capital de Malasia una joven de la aristocrática familia Yap da a luz un varón al pone de nombre Woti que es educado en las mejores escuelas del país y al cabo de los años se traslada a Paris a completar su formación.

En verano 1869 Mademoiselle Fournarin, trabaja como camarera en una fonda de la Rue Rivoli donde acaba de incorporarse un normando llamado Perigot por el que se ha sentido atraída desde el primer instante. Fournarin, mujer de fuerte formación religiosa, se sorprende a si misma al responder a las insinuaciones de un varón cetrino de nombre Woti que cada tarde repasa sus libros en la mesita del rincón.

Ambas relaciones crecen paralelamente en el corazón de la doncella, hasta el momento en que los dos galanes descubren el doble juego de la dama lo que les lleva a batirse en duelo en las inmediaciones del Bois de Bologne.

Únicamente Woti sale indemne del duelo y la muerte de Perigot cae como una losa de culpabilidad sobre el corazón de la joven. En el entierro descubre la coincidencia en las fechas de nacimiento de ambos y se pregunta porque dos personas con el mismo horóscopo han tenido destinos tan dispares. Uno consiguió el amor y el otro la muerte.

Decide no creer en el destino que marcan los astros, pero después de meditarlo detenidamente admite que puede que no haya error, porque quizás el amor y la muerte sean lo mismo.

 

*De Joan Mateu.

 

 

 

 

 


 

 

 

*

 

Dos o tres palabras en el lugar correcto

son capaces de iluminar un cementerio.

Una vez prendida,

no hay viento capaz de tirar la lámpara.

Las flores se vuelven brillantes

y empiezan a tener sentido

los nombres, los cuerpos.

Dos o tres palabras en el lugar correcto

tienen la ferocidad que abre un jardín.

No importa si está vivo o muerto.

Ahora estas son mis manos.

Todos los fósforos buenos fueron tirados al mar.

 

*De Valeria Pariso. valeriapariso@outlook.com

 

-Publicó los libros de poesía: "Cero sobre el nivel del mar" Ediciones AqL (2012), "Paula levanta la persiana", Ediciones AqL (2013); "Donde termina esta casa", Ediciones de la Eterna (2015), "Del otro lado de la noche" (2015) Editorial El Mono Armado, "Triza" (2017) Editorial Detodoslosmares, "La trilogía: Uva negra/ Mascarón de proa/ El castillo de Rouen", Vela al viento Ediciones patagónicas (2018), Segunda edición AqL (2020), Zarmina, Primer Premio del Concurso de Letras, categoría poesía, del Fondo Nacional de las Artes, año 2019, Ed. Mascarón de proa (2020); "Flores para no regar", Editorial AqL (2021).

- “Final francés”, AqL ediciones, 2023

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Inminencia*

 

Algún día, en algún lugar, no muy lejos,

o quizás ya ha ocurrido y es muy tarde;

porque si algo fuese cierto lo ignoramos.

Algún día en algún sitio ya muy tarde,

o quizás no, acaso nunca, lo que pasa

es que la intuición no es nuestra forma

de vivir y estar vigilantes y despiertos;

más bien todo lo contrario, es el apuro

y no nos importa la herida si no sangra;

pero puede ser que algo de lo esperado

ocurra un día de estos o quizás no

o quizás nunca: no lo sabremos.

 

*De Horacio Rodio. horaciorodio@hotmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

*

 

Hay una herida

y un rayo de sol

en cada vida.

 

*De Gabriel Francini.

 

 

 

 

 

 

Inventren

https://inventren.blogspot.com.ar/

 

 

 

 

Tren*

 

El tren era el de todos los días a la tardecita, pero venía moroso, como sensible al paisaje. Yo iba a comprar algo por encargo de mi madre. Era suave el momento, como si el rodar fuera cariño en los lúbricos rieles.

Subí, y me puse a atrapar el recuerdo más antiguo, el primero de mi vida. El tren se retardaba tanto que encontré en mi memoria un olor maternal: leche calentada, alcohol encendido. Esto hasta la primera parada: Haedo. Después recordé mis juegos pueriles y ya iba hacia la adolescencia, cuando Ramos Mejía me ofreció una calle sombrosa y romántica, con su niña dispuesta al noviazgo. Allí mismo me casé, después de visitar y conocer a sus padres y al patio de su casa, casi andaluz. Ya salíamos de la iglesia del pueblo, cuando oí tocar la campana; el tren proseguía el viaje. Me despedí y, como soy muy ágil, lo alcancé. Fui a dar a Ciudadela, donde mis esfuerzos querían horadar un pasado quizá imposible de resucitar en el recuerdo.

El jefe de estación, que era amigo, acudió para decirme que aguardara buenas nuevas, pues mi esposa me enviaba un telegrama anunciándolas. Yo pugnaba por encontrar un terror infantil (pues los tuve), que fuera anterior al recuerdo de la leche calentada y del alcohol. En eso llegamos a Liniers.

Allí, en esa parada tan abundante en tiempo presente, que ofrece el ferrocarril Oeste, pude ser alcanzado por mi esposa que traía los mellizos vestidos con ropas caseras. Bajamos y, en una de las resplandecientes tiendas que tiene Liniers, los proveímos de ropas standard pero elegantes, y también de buenas carteras de escolares y libros. En seguida alcanzamos el mismo tren en que íbamos y que se había demorado mucho, porque antes había otro tren descargando leche. Mi mujer se quedó en Liniers, pero, ya en el tren, gustaba de ver a mis hijos tan floridos y robustos hablando de foot-ball y haciendo los chistes que la juventud cree inaugurar. Pero en Flores me aguardaba lo inconcebible; una demora por un choque con vagones y un accidente en un paso a nivel. El jefe de la estación de Liniers, que me conocía, se puso en comunicación telegráfica con el de Flores. Me anunciaban malas noticias. Mi mujer había muerto, y el cortejo fúnebre trataría de alcanzar el tren que estaba detenido en esta última estación. Me bajé atribulado, sin poder enterar de nada a mis hijos, a quienes había mandado adelante para que bajaran en Caballito, donde estaba la escuela.

En compañía de unos parientes y allegados, enterramos a mi mujer en el cementerio de Flores, y una sencilla cruz de hierro nombra e indica el lugar de su detención invisible. Cuando volvimos a Flores, todavía encontramos el tren que nos acompañara en tan felices y aciagas andanzas. Me despedí en el Once de mis parientes políticos y, pensando en mis pobres chicos huérfanos y en mi esposa difunta, fui como un sonámbulo a la "Compañía de Seguros", donde trabajaba. No encontré el lugar. Preguntando a los más ancianos de las inmediaciones, me enteré que habían demolido hacía tiempo la casa de la "Compañía de Seguros". En su lugar se erigía un edificio de veinticinco pisos. Me dijeron que era un ministerio donde todo era inseguridad, desde los empleos hasta los decretos. Me metí en un ascensor y, ya en el piso veinticinco, busqué furioso una ventana y me arrojé a la calle. Fui a dar al follaje de un árbol coposo, de hojas y ramas como de higuera algodonada. Mi carne, que ya se iba a estrellar, se dispersó en recuerdos. La bandada de recuerdos, junto con mi cuerpo, llegó hasta mi madre. "¿A qué no recordaste lo que te encargué?", dijo mi madre, al tiempo que hacía un ademán de amenaza cómica: "Tienes cabeza de pájaro"

 

*De Santiago Dabove.

-Incluido en "La muerte y su traje".

Buenos Aires, Alcántara. Edición de 1961.

https://es.wikipedia.org/wiki/Santiago_Dabove

 

 

 

 

-Próxima estación:

 

FRANCISCO A. BERRA.

-Continuidad literaria por el Ferrocarril Provincial:

 

ESTACIÓN GOYENECHE.   

 

GOBERNADOR UDAONDO. 

 

LOMA VERDE.  

 

ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.

 

GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.

 

GOBERNADOR OBLIGADO.

 

ESTACIÓN DOYHENARD.  

 

ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA. 

 

D. SÁEZ.   

 

J. R. MORENO.    

 

 EMPALME ETCHEVERRY.

 

ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.  

 

LISANDRO OLMOS.

 

 INGENIERO VILLANUEVA.

 

 ARANA.

 

GOBERNADOR GARCIA.

 

 

LA PLATA.

 

 

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