jueves, agosto 18, 2011

DESCOSE LOS INVISIBLES HILOS...


*Ilustración: Walkala. -Luis Alfredo Duarte Herrera- http://galeria.walkala.eu


VINO TRISTE*


Chile-Argentina (1976-1983)
“…un hombre se me viene cayendo por la sangre
con una copa rota entre los dientes…”
JORGE BOCCANERA



He elegido la copa escindida de la rosa
Para beber el vino triste
-Temblores… temblores en mi vientre-
No te vayas amor que aun el vino no amanece.
Golpéate el pecho, el corazón, los muslos
Hasta sentirte piedra.
Ratas separan fronteras de la rosa y el perfume de lluvia.
Desata el cordón de tus zapatos.
Descose los invisibles hilos.
Suelta tu pelo de algas.
Hay un temblor arena en la boca del hambre.
¡Bebe! ¡Bebe conmigo el último verano!
El vino triste no apaga los restos del incendio.
Uniformada muerte.
¡Bebamos!
¡Bebámonos!


*De Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar





DESCOSE LOS INVISIBLES HILOS...






Escena inanimada*


Luz sobre los zapatos, sombra en el resto: la valija, la carta, el vaso con agua, las últimas pastillas, los anteojos , el velador.
El viento abre la ventana, agita el saco pero los zapatos saben que ya nada los moverá.




Escena animada*

Los anteojos caídos, la luz jugando en los vacíos del encaje, un collar que suena albricias, el libro que se cierra al rozarlo la suave, cálida, ya innecesaria manta.



*De Cristina Villanueva. cristinavillanueva.villanueva@gmail.com








Cuentos de la realidad



La importancia de que Valeria esté‚ en el mar...*



*Por Carlos Alberto Parodíz Márquez. parodizlaunion@gmail.com



-No sabés como sabe el asado hecho con "piñas". Vamos a probarlo en "Chanquete"- fue el duro diagnóstico de Yon. Lo dijo sin admitir opciones. Justamente a mi, que había probado y recomendado, casi institucionalizado, que nada era mejor que el quebracho colorado, para hacer el asado.
Quise refutar, pero el olor a pinos que deviene de "Valeria", me llamó a silencio. El Alfa gris, lustroso, era capaz de domar distancias para llegar hasta ese péndulo, que la costa dispone entre Pinamar y Cariló.
Pusimos la primavera, perdón, la primera y aramos el cielo con la bruma; cuando llegamos a la desembocadura con la ruta, descubrí que, como siempre, había partido sin equipaje pero, a esta altura de la vida, ese es el menor de los problemas.
Entre olvidos perdurables, alinee motivos inconsultos: ¿que íbamos a hacer en Valeria?. Decidí que lo mejor era apagar la luz, para pensar en la mujer dorada y me dormí.


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El asador personal humeaba y un aroma, brisas del paraíso, mezclaba sabores. El tiempo de la vigilia, para mí, había concluido. Las mollejas saltadas con ajo y perejil, invitaban a la globalización del vino. Los chinchulines crepitaban sobre el fuego, con acordes chopinianos; el vacío, estaba lleno de ternuras y uno claudicaba, sin armisticios.
El sabor aterciopelado del Cabernet permitía deslizar todo, armoniosamente.
Antes, recordé que el dato y el arribo, fue fruto de "la negrita", quien orgullosa exhibe casa, levantada por su papá David, quien para hacerlo fue Goliath. Exclusiva y única casa de tejas a dos aguas, aunque dubitativa, a la hora de ser irregular, en la manzana céntrica. Casi una escarapela de la distinción. Además, Jorge, es una calle sin apellido, lo que confiere clandestinidad a la protagonista.
Los pinos saludaban corteses nuestra llegada, por lo menos me lo pareció.
La gente, por las alamedas, perdió el reloj y los apuros. La primavera huele mejor y hasta parece apacible, en estos tiempos violentos, irracionales. Los ventanales eran ojos de buey abiertos, asomados al mar, que sigue sin hacer silencio.
Fue entonces que la puerta sigilosa se abrió para dar paso al "nene" acompañado del personaje que, intuí, buscaba o traía algo para el vasco.
Este, hermético, como la banda de Iorio, pero sin excentricidades ni gritos, bajó el telón de las sedosas pestañas que mareaban mujeres.
Hice una mueca, por el recuerdo y me dispuse a esperar. "El "nene" sigue a dieta y su plato sólo tuvo tonos verdes, durante el encuentro. Cuando el hombre alto, enjuto, algo envarado (¿una esquirla de granada en la espalda?) fue a hacerse entender, para reclamar su Vat 69, "el entregador
de documentos" -"el nene" sonriente-, señaló el sobre, que Yon, en rápida incursión pasó a mejor destino.
Por debajo de la mesa, el vasco lo puso sobre mis rodillas y el roce pegajoso del húmedo impermeable, hasta me pareció agradable.
Hubo un momento de (in)decisión y luego de aceptar la invitación, anónima, por un Pomery cosecha 53 que hizo estragos, tuve privacidad suficiente para chusmear el contenido. Nunca sabré, como en casos anteriores, para que Yon cosecha -hablando de ellas-, tantos documentos. Por el momento me lo cuento. Aunque no me suene a cuento. Sólo sé‚ que lo lamento. Lo que sigue es el repaso, un tanto escaso de otro veraz documento.



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"Los contenedores de la muerte”
( fecha del documento: 23 de agosto del 2002)

Mil talibanes murieron asfixiados mientras eran trasladados a una prisión de la Alianza del Norte (informe de la "rosa yanqui de Miami").
"Murieron asfixiados en contenedores herméticamente cerrados, arañando hasta último momento las paredes y chupándose mutuamente el sudor para tratar, en vano, de calmar la sed.
Los más de 1.000 combatientes talibanes se habían rendido a la Alianza del Norte el 25 de noviembre, confiados en la promesa de sus captores de que les dejarían volver a sus pueblos.
Era mentira. Deliberadamente, los trasladaron desde Konduz (en el norte del país) a la prisión de Sheberghan, también en el norte, en un convoy de camiones sin aire ni agua. El tenebroso fin de sus vidas había sido hasta ahora el secreto sucio, mejor guardado de la guerra en Afganistán.
Las calaveras, otros restos óseos y de ropa, los descubrieron en realidad
animales que escarbaban a principios de año en la zona de los campos de la muerte. Sus captores, comandados por el general Addul Rashid Dostum, los habían enterrado en masa en Dasht-i-Leili, cerca de la prisión de Sheberghan.
Según informes, los soldados norteamericanos y los enviados de Naciones Unidas no lo supieron hasta semanas después. La pregunta es ¿porqué‚ no se ha llevado a cabo una investigación para aclarar las circunstancias y la autoría de las atrocidades?.
La ONU admite en un informe confidencial que 'hay suficientes pruebas para abrir una amplia investigación criminal'. Quedan pocas dudas, señalan en privado tanto funcionarios de la ONU como del Pentágono, de que se trata de crímenes de guerra. 'Es un tema potencialmente explosivo'.
Es explosivo porque aunque las fuerzas de Estados Unidos no hayan participado ni aprobado los asesinatos por asfixia, el general que los ordenó, Dostum, ha sido un cercano aliado de los militares estadounidenses en la ofensiva contra los talibanes.
Además, un pequeño grupo del batallón 595 de las Fuerzas Especiales
destacadas por el Pentágono estaban en un área cercana. Advirtieron a la Casa Blanca de que hay peligro y responsabilidades indirectas al subcontratar la guerra a socios como Dostum, con un historial más que dudoso en materia de derechos humanos.
'De lo que nadie quiere hablar es de si las fuerzas americanas han estado involucradas', dice Jennifer Leaning, profesora de medicina de la Universidadde Harvard, quien fue la primera en llegar a Sheberghan junto a otro doctor.
'Está claro que había soldados norteamericanos en el área. ¿Qué supieron, cuándo y qué hicieron al respecto?'.
El Pentágono, recibió un informe preliminar en febrero, en el que el comandante en la zona, John Mulholland, decía creer que los 1.000 combatientes talibanes habían muerto a causa de las heridas que ya tenían, no de las condiciones del traslado. Y el portavoz de Dostum, Faizullah Zaki, dice que 'han muerto, no los hemos matado'.
Es muy distinto el relato que han hecho algunos supervivientes y conductores de la caravana de la muerte. Los metieron de 150 en 150 en al menos 27 contenedores de unos 12 metros de largo por unos dos metros y medio de ancho. Los conductores iban acompañados por soldados de la Alianza del Norte que les impedían perforar los contenedores cuando desde dentro se oían gritos pidiendo auxilio.
Uno, identificado sólo como Mahamed (para proteger su verdadera identidad) cuenta cómo violó las órdenes y les pasó agua y comida por los agujeros. Todos sus prisioneros sobrevivieron. Otros lo lograron abriendo huecos en el suelo del contenedor o chupándose mutuamente el sudor. Pero la mayoría perecieron de asfixia y desesperación en el viaje de 24 horas hacia la prisión de Sheberghan" (...).


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-Sólo un medio lo publicó, allá - fue la lacónica explicación de Yon. Me quedé duro. Primero porque no supe como supo que sabía. Luego, porque además tuviera datos.
-Es una pequeña muestra de como funcionan los "perros de la guerra", por otra parte sirve para estar en guardia por los tiempos que vienen, ¿no te parece?... ¿acaso lo vas a publicar?- su tono siempre fue vitriólico, pero para el caso, con mi estupefacción, sobraba.






El día que nos afanamos el tren*


*De Juan Carlos Cena. ferrocena2011@gmail.com



- ¡Librá la vía! ¡librala carajo, viene el tren! -grita desaforado el auxiliar de la estación.
- Es que de Control Central me ordenan no darle vía libre!, si lo hago, me van a sancionar, -contesta el Jefe de Estación con el rostro pintado de miedo...
- ¡Librala cagón!, lo mismo nos van a rajar. No arruguemos, seamos corajudos y no cobardes, po'carajo. ¡No aflojés, qué le vas contar a tus hijos, que te churreastes...!
- No soy cagón! -reponde el Jefe -Mis hijos saben quien soy. ¡No soy cagón!...¡No voy a arrugar! -dijo esto y se abalanzó sobre los Palos Staff (lugar donde está trabada la vía libre) le dio a la manivela, sacó la vía libre, la enganchó en el arco y con voz grave impostada le dijo al auxiliar:
- Andá a la punta del andén, recoge la que van a tirar los muchachos, yo les alcanzó en la otra punta el arco... ¡bocón!
- ¡Bien macho, perdoname la puteadas! -pegó un grito el auxiliar y salió corriendo a la punta del andén de entrada, pero antes le dijo al Jefe: -Enganchale un mensaje, ponele que nos vamos a comunicar con toda la línea para que les libren las vías, y que muchas gracias por los cojones... ponele que les doy un abrazo, mejor que le damos un abrazo, que la gente del pueblo se está arrimando...que en adelante toquen la bocina antes de entrar a cada localidad, así va la gente, ¡y que viva la huelga carajo y que vivan los ferroviarios!
-¡Apurate carajo que está el tren entrando en señales, dejá de dar recomendaciones, tranquea carajo! -contestaba corajeando el Jefe de Estación.

Nada es fácil. Menos en tiempos de huelga. Y mucho menos cuando los tiempos de la huelga se van agotando. Y menos que menos cuando la paciencia no tiene resto. Es cuando aparece la impaciencia que estaba agazapada.
Porque los trabajadores son duales, sí, tienen una paciencia-impaciente. ¿Se entiende? Siempre una vence a la otra. Depende, sí, de quienes son los portadores de esa dualidad: bronca y prudencia.
Estoy hasta la manos, ¿hasta cuándo? -vociferaba el Dante.
- Mirá, todos andamos igual, esperemos un poco -contestaba el Esteban (a) el chiclets; le decían así, porque no lo tragaba nadie, era muy odioso, como el Mallevao Juárez, el de la seccional San Martín de la Fraternidad.
- Sí, meta resistir, meta resistir, pero todos andan cayetano, nadie dice nada, nadie hace nada...y nosotros tampoco. Solo movemos la lengua. -Juan reclamaba apretando los dientes, le dolían los maxilares, la aflicción lo tenía a mal traer.
Todo era intranquilidad. Es que este paro no era como el del 91. La resistencia se había aflojado, y en ese afloje la organización decayó y la ansiedad creció, con ella la improvisación y la desazón. Los compañeros con más experiencia, conscientes de todo esto, andaban mortificados. No era para menos, de alguna manera, todos ellos cargaban responsabilidades adquiridas, bien ganadas: nunca aflojaron ni se dejaron comprar.
-Loco, hay que hacer algo, hay que llamar la atención -dijo uno del montón que estaba sentado en el local del sindicato, rodeando una mesa junto a otros, con restos de comida, tazas sucias de café, envases vacíos, galletas secas y otras húmedas. Los ceniceros repletos, cenizas como partículas de caspa, estaban en todos lados, como los puchos consumidos hasta los filtros.
La luz mortecina del local acompañaba los diálogos con sordidez. La bronca era mucha, las frases no eran coherentes, todas entrecortadas y llenas de interrupciones: la impaciencia se abría paso. Como para no, si a la huelga del 91, fue una acción que hubo que apechugarla no más, así, de frente, y ahora ésta. Para colmo toda la dirigencia nacional se había pasado para el otro bando sin chistar. Se venía la noche y sin luna. Saliendo del local, en frente hay un boliche que nos supo aguantar a los fraternales, esta vez, cerraba temprano. El gallego presentía algo fulero. Estos tienen un olfato que nosotros carecemos, decían los compañeros. La verdad de ese cierre tempranero, es que se había acabado el fíao. Antes, el gallego, nos esperaba hasta que cerráramos el local, lo hacía gustoso. Fija que algo se morfaba. Pero ahora, el gallego presentía. Algunos presentíamos que el gallego presentía, pero ¿qué?. A pesar del interrogante, preferimos callar. Todo nos daba mala espina. La emotividad brotaba, estaba a flor de
piel. Todo nos molestaba. Los diálogos estaban llenos de malos presagios.
- Algo hay que hacer, no podemos seguir así, penando, suponiendo...es una joda, nos estamos haciendo bolsa entre nosotros; hay que buscar aire. -expresaba el Dante.
- Sí, pero qué, sí ¡qué!, estoy de acuerdo: pero qué...-el Esteban estaba fuera de sí.
El silencio envolvió al grupo. Uno a uno se fueron parando, saludando parcamente, comenzó el desbande, cada cual por su sendero. Dante y Esteban eran vecinos, iban juntos caminando con cautela, muy en silencio, hasta que uno de ellos, se escapó de la prudencia y dijo:
- Y si nos afanamos un tren, una locomotora, hacemos algo con mucho ruido....¿ah? ¿No te parece? Porque así no se puede seguir: ¡La inmovilidad nos está derrotando, estamos perdiendo sin pelear, mirá que joda: perdemos por desgaste....
- Bueno, pero nos van a meter en cana no bien arranquemos ¿cómo circulamos?, es una macana; no estamos solos en la vía, ¿como le hacemos a los otros, ah?, para que no obstaculicen, ¿ah? -el Dante preocupado frente a la propuesta, ni lo miraba al Chiclets, contestó con interrogantes... no quería
contrariarlo, era cabeza dura, pero eso sí, buen tipo, corajudo, no achicaba, tenía lo suyo, pero no arrugaba nunca, y eso es mucho en estos tiempos de huelga.
- Pensemos, que joder, démosle a la croqueta, que funcione, imaginemos, que joder...no supongamos siempre lo peor, seamos astutos. Si nosotros tenemos todas las armas, y la principal es la solidaridad de los cumpas, siempre estuvieron firmes en todas, que joder, nunca fallaron...-insistía cada vez más el Chiclets.
- Todo te es fácil, todo te sale así; hay que pensar un poco, con tranquilidad...-no terminó el Dante de expresarse, la impaciencia del Chiclets explotó:
- ¡Qué hay que pensar tanto, no hay nada que pensar, se dice que sí, que nos vamos a afanar un tren o una locomotora y que la vamos hacer fantasma, y recién ahí, cuando digamos sí: pensamos, de cómo lo vamos hacer al afano.
No, primero hay que pensar, ¿pensar qué? ¡Dejate de joder con tanto pensamiento! Nos van hacer bolsa y a vos te van a agarrar pensando, sentado en el inodoro, dejate de joder...Dante. -el Chiclets pasaba a la ofensiva seguro de su propuesta, que no era de él, sino de muchos, y eso el lo sabía: no estaba solo.
La empresa Ferrocarriles Argentinos, había anunciado el día 13 se iba a suspender sin fecha de reanudación el tren El Cuyano, antes lo llamaban El Zonda. "Medida que dejaba sin servicios a tres provincias cuyanas, además del sur de Córdoba y Santa Fé"
- Es una tocada fulera.
- Es una provocación, hay que tener cuidado...
- ¡Cuidado, las pelotas...nos tocaron...!
- A vos, ¿te gusta qué te toquen?, ¡a mí no!
- Si, pero...
- ¡Qué pero ni que pero...ni que carajo!
No había diálogos completos, todos se interrumpían, era una aventura enhebrar algo, la paciencia se había rajado. La dualidad de la paciencia-impaciente ya no lo era más. La impaciencia era la dueña...
Que manera de putear, todos, casi a coro, duró un buen rato. Al rato, pero muy al rato, se fueron calmando los ánimos, y los insultos fueron bajando el tono; serenando el aire, uno a uno, sí, pero sin perder la firmeza, y la convicción de que algo había que hacer.
El Chiclets levantó la cabeza, lo miró al Dante, y lo invitó a mear al patio de la seccional.
- Acá no hay testigos ni oídos de buchones, hablemos, hablemos de una vez...¿Y?, lo que te propuse..¿Nos afanamos algo, si o no?, que haga ruido...batime algo, no te quedes así, meta mirarme como si fuera una
mina...¿y?.
- Bueno, pero antes de los antes, lo charlamos los dos, luego con los más firmes, y así vamos armando todo, sin filtraciones, hay muchos buchones sueltos. Estoy de acuerdo, y no te miro porque seas lindo: porque si fueras mina, morirías virgen....
Del patio de la seccional se fueron callados, no dijeron ni a. Había que conversar lungo y tranquilos. Ver que se hace. Armar todo, si se trataba del afano del tren o de una locomotora.
Mejor un tren. No vamos solos. El ideal sería El Cuyano, lo van a cancelar. El pasaje de ese tren, cuenta, los van a despojar, se les acaba el boleto barato; y los guardas, el personal técnico serán sobrantes, seguro que los rajan, no tienen otra, se van a plegar a la movida. Además pueden venir compañeros dentro y fuera del pasaje, exponía el Chiclets con entusiasmo. Tenía todo en la cabeza. El, nunca había descartado el tren o una locomotora. Esto era espectacular. Porque eso de tirarse a la vías en Retiro e interrumpir la salida no lo convencía.
- Me convenciste, querido masticable, veamos dijo un ciego, -contestó el Dante.
- Veamos no más. Si es un tren hay que ver, ¿qué tren?. Que locomotora lo remolca, y quienes son los maquinistas diagramados, hay que convencerlos que se hagan a un lado; y a los muchachos del depósito para que nos dejen sacar la máquina..
Sí, hasta ahí todo bien, pero los cambistas, no los de salida del depósito, sino los que enganchan y controlan la formación; ya hay mucha gente y puede haber filtración... pero metapalo y a la bolsa. A trabajar. Se acomodaron la camisa caqui y salieron muy dispuestos cambiando ideas, retrucándose, y así.
Primero hay que convocar a los de fierro: Juan el primero, que ya estaba enterado y su compañera, una yoruga de fierro, medio hincha bolas, pero es buena la charrúa. Mirá, venir del otro lado del charco, y hacer kilombo en nuestra querida patria. Que dirían los gorilas de ella: que es una extranjera portadora del pensamiento artiguista... -¿Extranjera la Diana?, es lo mismo que decir que Julio Sosa era extranjero, o Francescoli, el Negro Cubillas o Walter Gómez, los que la rompían en Ríver...no jodamos.
-Bueno, veamos de nuevo...
Se habló con los compañeros, no hubo un solo no, mucho entusiasmo. No nos reunimos más en el local. Andaban muchos mirones. El boliche que estaba enfrente de la seccional quedó deshabitado, el Gallego sospechaba, ¿en qué andarán? solo eso.
El primer inconveniente surgió cuando fueron a buscar la locomotora, se la habían llevado a Santos Lugares, ¿para qué? ¿Qué hacer? ¿Quién sabe?
-Bueno, es una joda. No nos detengamos, nos afanamos una locomotora de la playa de maniobras, la enganchamos y chaú. Los cambistas de la estación la van a enganchar, van a mirar para otro lado, no son vigilantes. Manos a la obra.
Los dos, el Dante y el Chiclets subieron a una máquina de maniobra, que estaba cerca de la casilla de los cambistas, rogando que este en condiciones, con gasoil, grasa, arena para los frenos y esas cosas...
Engancharon el tren, todo era tensión. A los cumpas de apoyo les latía el corazón al ritmo del motor diesel de la máquina, le controlaban la pulsaciones con sus latidos: imposible. Ellos estaban acelerados, la máquina a ritmo acompasado marcaba que estaba preparada y era cómplice de esta expropiación: se dejaba raptar.
Llegó la hora. Desde el Cabín (cabina de señales) los señaleros encendieron la luz verde de la señal de partida. Primer pitazo, el de notificado.
Arrancó el tren, se estiraba despacio, las osamentas tensionadas de los fraternales crujían, se confundían con ese ruidal de un tren arrancando. El Dante y el Chiclets, junto al Juan estiraban el cuello mirando para atrás, por la dudas, por los imprevistos, porque uno nunca sabe y menos cuando uno
afana un tren, y en tiempos de huelga: nada, sólo el andén lleno de gente que remolineaba frente a los coches de pasajeros. Los tres eran buenos maquinistas. Todo normal. El tren aceleraba pasando los entrecruces de las vías de Retiro muy suavemente. Avanzaban sobre los puentes de Palermo
buscando la vía principal. Nadie hablaba. Juan vichaba los instrumentos.
Todo estaba en orden. El sistema de frenos, de la locomotora y del tren, normal. La totalidad de las previsiones iban sospechosamente bien.
En José C. Paz el primer inconveniente. Los plantaron entre señales.
Algo pasaba. La cana. Apareció la solidaridad de los compañeros avisados, auxiliares y ferroviarios que esperaban el paso del tren, estaban ahí por la dudas. Pasaron. Le libraron la vías. La jefatura ferroviaria estaba alertada. Impartía órdenes de detención. Nada más que eso. Nadie de la línea
acataba. No escuchaban, había mucha descarga en los teléfonos.
Avanzaron, pero en Pilar la policía de la provincia de Buenos Aires intentó pararlos. Los maquinistas mostraron sus credenciales que los habilitaba y tarjetas para el uso de vías que se habían agenciado. La policía estaba desorientada con tanta credencial. Intentaron hacer regresar la locomotora.
Pero ocurrió lo que decía el Chiclets, los pasajeros intervinieron, era el último tren diagramado, y eso los hacía sentir mal, venían discutiendo entre el pasaje. Por supuesto, entre los pasajeros, estaban los compañeros de apoyo que incentivaban la discusión: eran como setenta los ferrucas arriba del tren, de todos los gremios del riel, algunos políticos oportunistas que fueron para las fotos, después se bajaron. Descartaban ese servicio, era como descartar la zona por donde circulaba. Eso significaba el desprecio por la gente que se iba instalando, poco a poco. La protesta de los pasajeros era una manera de resistir, era resistir junto a los ferroviarios que no eran pocos.
Las oficinas de control trenes ubicadas en Palermo hacían trinar los teléfonos. En las estaciones, todos sordos. Se ganó esa pulseada. En todo el trayecto fue operando la solidaridad, de ferroviarios, vecinos de los pueblos, de gente común llenaban los andenes. Situación que ni los políticos ni el gobierno podían impedir.
-¿Y Juan?, como la ves. Es increíble. Nos afanamos un tren..
- Pero nosotros solos no, fuimos todos. Porque sino hubiera sido por todos, porque todos pusieron el pecho a la balas, no estaríamos en este lugar.
Todos, es increíble, es así como lo decís vos.
- Estoy emocionado -cuchareó el Dante mientras sebaba mate-, al principio me parecía una locura. Es que es una locura, una hermosa locura... somos todos locos.
- Una locura resistente, -contestó Juan- militante. Es la contestación a la tocada. No se si vamos a ganar algo con esta patriada, pero la rebeldía ferroviaria quedará ratificada, no nos achicamos ante nadie, nunca, nunca...carajo, -estaba conmovido, no era para menos, se movió despacio hasta la ventanilla, sacó la cabeza, como una fresca caricia el viento lo recibió, lo envolvió, él, Juan se dejó estar por un buen rato, esa corriente húmeda lo calmó, el alma se le fue aquietando, pero el corazón seguía bramando, no era para menos; el Juan venía de ser miembro del Comité de Enlace de la Huelga del 91, de ponerle el pecho sin claudicaciones, junto a otros, de rechazar en conjunto coimas y prebendas. ¡Cuánto coraje, qué
altruismo! Frente a tanta corruptela y mediocridad reinante. Es que eran hijos de la clase obrera. Y eso no era joda.
- Juan, chupate un mate. Entrá la cabeza, vení, todos estamos igual...es mucha la tensión, todo es mucho, pero bueno, los cumpas nos señalaron a nosotros, y aquí estamos, dale, chupá el fierro, dale al mate, agarrá la palancas, así me asomo ahora yo a saludar al viento ferroviario, tengo la cabeza caliente ¡qué noche, mirá como nos junan las estrellas!
- No es para menos, nos afanamos un tren, pero no para asaltarlo, sino de puro rebeldes, de puros enculados, ¡como nos van a tocar así porque sí! -el Dante le extendía el mate y le daba el lugar del conductor, con una palmada en el rostro de yapa, con su mano tiznada de grasa llena de ternura.
El traqueteo del tren era normal, cada entrada a las estaciones aminoraban la marcha, gente en el andén, había que tirar la vía libre con cuidado, y recibir la otra. Mensajes, papelitos solidarios....Que de sensaciones. Cada uno con la suya, y éstas que se mezclaban con las del otro. Esta vez nos escuchábamos, no eran los diálogos nerviosos de la Seccional. ¡Qué manera de interrumpirnos! Estábamos locos por la impotencia de no saber como contestar a tanta mierda que nos rodeaba. El tránsito de compañeros de los coches de pasajeros hacía la locomotora, era incesante. No paraban de hablar. Habían cambiado el lenguaje, ya no era soez, era puteador como corresponde, pero no grosero. Es que era mucha la alegría por la expropiación. Es que no era joda, nos habíamos afanado un tren con pasajeros y todo. Y a pesar de las órdenes de Control Trenes de pararnos, la solidaridad de los compañeros de toda la línea nos hacía proseguir. Era la complicidad de los trabajadores y el pueblo, sin ella, minga, nos hubieran parado. Fuera del afano, eso, era lo más valioso: la solidaridad. La locomotora se alimentaba a pura solidaridad, como si fuera un combustible renovable, en cada estación éste se renovaba: ¡qué hermosura! La solidaridad vence, nos une; ¡carajo qué si nos une!
- Ya estamos en Rufino, anunció el Dante.
-Hay muchas luces, y gente, mucha gente, y cana y la T.V. -Juan contabilizaba el andén..
El tren se arrimó a la estación despacio, con precaución. Los lugareños ocupaban todo el andén. La locomotora como un felino, gruñendo, ronca de tanto andar, entró en zona, centellaron los faros con sus ojos gatunos, se iba a detener. Todo era precaución.
Había concejales en la estación esperando el arribo alertados por dirigentes ferroviarios del lugar. La policía Federal quería detener a los maquinistas.
No pudieron. Más, la empresa resignada, autorizó el cambio de locomotora. La vieja locomotora de maniobras había cumplido, llegó a Rufino, no exhaló un último suspiro, sólo estaba cansada. Reemplazaron la vieja máquina. Todos los fraternales la despidieron con un beso en su carrocería; ¡sos una hembra de puta madre! Creo, digo, todos creyeron que ella sintió el afecto, la tibieza del agradecimiento, debe ser, por eso que nunca dejó de ronronear su cansado motor.
Arrancaron de nuevo, entre vivas y aliento popular. Todo parecía normal. La respiración se aquietó, la paciencia se asomó de nuevo, pero no mucho. Había muchos kilómetros aún por andar.
Diana, de voz ronca, fumaba y hablaba a la vez. No paraba. Alentaba a todos.
No decaía nunca su firmeza ¡Qué mina la yoruga! Discutía con todos, es una ferroviaria consorte, no lo parecía: era ferroviaria.
Todo parecía rutina. Los andenes llenos de público de los pueblos. El tirar y recoger el palo staff de la vía libre, los gritos, los mensajes. El arco circular de la vía libre era recogido con suavidad, cubierto con papeles anudados, todos con soplos solidarios, ni una queja. La ansiedad de nuevo, aparecía como fenómeno nuevo, que no lo era.
- ¡Ja! En algún momento nos van a detener...
- Vos crees?, si ya nos dejaron pasar por un montón de lugares, no lo creo...
- Este afano es un ejemplo de mierda...
- Pude haber contagio..., digo, en una de esas el ejemplo cunde.
- No nos van perdonar...
- Le devolvimos la tocada...
- Bueno, si así pensamos, no seamos giles...no nos descuidemos.
- Hay que estar preparado...
Así, de esa manera se instaló esta conversación, que ya era preocupación. La ansiedad de la llegada que tiene todo maquinista no estaba presente.
Esta preocupación era lo central: La represalia.
Bueno, basta de charla, a prepararse, -sentenció el Dante.
- Hay que ser astutos. Ellos tienen la fuerza. Nosotros la picardía, la astucia, los compañeros, los vecinos de los pueblos...
- Deben estar calientes, le afanamos el tren en sus narices..
- ¿Y los alcahuetes?
- Los van a echar a la mierda, que se jodan por buchones, son unos baratos...
Comenzaron, entre rueda y rueda de mate, a cambiar ideas, de cómo no dejarse agarrar si nos paraban. Dedujeron que sería en una estación de una ciudad importante.
- ¿Cúal?, ya hemos pasado unas cuantas.
- Sí, pero no tan importantes...
- La que viene es Villa Mercedes, es grande..
- Hay muchos compañeros...que saben de nosotros.
-Están avisados...y algo estarán preparando, confiemos.
-Seguro que están organizando algo, no se que, pero algo...
-Por la dudas, entremos en señales despacio, no sea que nos estén esperando...
No había aflicción, sólo la preocupación de no regalarse. Estaban total y absolutamente convencidos que este afano, no era una aventura. Era un acto militante, resistente. Sobre eso nadie tenía una pizca de dudas. Todos las miradas se pusieron en paralelo con el haz de luz de la locomotora. Era un
vistazo cadenero, al lado del raudal principal. Querían llegar antes que el penetrante faro de la máquina. Oradar la oscuridad, ir más allá, percibir por anticipado la quietud de la luz de las señales. A los ojos rojizos por el cansancio, se le sumaba el del esfuerzo, ese, el de fijarse que se movía entre las sombras. Se aplacaban las voces, quedó sólo lo gestual. Cansancio y preocupación. Villa Mercedes podía ser un tapón.
Comenzaron a prepararse. Acomodaron sus bolsos. Limpiaron el mate, se ajustaron la zapatillas -por la dudas- uno nunca sabe si hay que rajar, que no es cobardía. Alertaron a los setenta compañeros que iban de apoyo y, éstos previnieron a los pasajeros: algo podía ocurrir. Muchos de los viajeros se exaltaron, y aprobaron resistir la detención de los compañeros, o lo que sea. Se disciplinaron a los compañeros de vagón...con un: ¡para lo que gusten mandar!
A lo lejos se podía apreciar un aura circular amarillento, era el reflejo de la ciudad. Nos estábamos acercando a Villa Mercedes. El Dante corrió la manivela, la sacó del punto ocho de aceleración, y dejó que el tren se deslizara, sólo tomó con fuerza la palanca de los frenos. Se cambiaron la ropa de maquinistas, el verde caqui despareció.
Una poderosa linterna se movía en la señal de distancia, alertando con cambio de colores, que se debía aminorar la marcha. El Dante fue aplicando los frenos suavemente. Varias siluetas se dibujaban a pesar de las sombras, la tenue luz de las señales bajaban desde la altura marcando contraste y la silueta de los compañeros. Abrieron las puertas de la locomotora. Subieron dos de ellos.
-Está la gendarmería esperando. -dijeron, casi sin saludar
- Los van a detener. -repitió otro, este sí, saludando
- Han bloqueado todo. El paso a nivel de entrada esta bloqueado...
- Los que manejaban deben irse, rajarse. En la otra señal hay cumpas esperando con unas camionetas.
- Sí, ¿pero quién ingresa el tren?
Todos mudos. Alguien debía arribar la formación con cuidado. Era un tren de pasajeros, no era joda. Todos mudos. Nadie quería caer en cana, pero nadie pensó en arrugar.
Una voz ronca sobresalió:
- Yo lo ingreso...
- ¿Vos?
- Sí, yo, ¿qué hay?
- ¿De dónde y con que herramientas....? -malhumorado, el Chiclets la increpó.
- Soy la compañera de Juan, y él me enseñó ¿cómo qué de dónde? -altanera y segura Diana, comenzó a cambiarse la ropa delante de todos.
- Dame un ambo verde, de cualquier talle, todos me van a quedar grandes.
Mudos, abrieron los bolsos los curtidos y templados maquinistas, y le ofrecieron la ropa. Primero las olió, estaban hediondas de traspiración.
Todas le quedaban como bolsa, grandes de talle, se arremangó...y ahí no más estalló la risa.
- De que se ríen boludos. Movete, dejame tu lugar, -le dijo al Dante.
- Sí, mirá, tené cuidado....no terminó la oración. Diana se había sentado como una experimentada maquinista. Diana, la uruguaya tomó la conducción del tren. Uno a uno, los expropiadores, se fueron descolgando en medio de ahogadas risas...
Diana, con su pelo rubio al viento, con medio cuerpo afuera, fue arrimando el tren despacio, aplicó suavemente todos los frenos, en medio de aplausos. El andén estaba colmado. La Gendarmería intentó detenerla. Al no ver a los maquinistas, la descuidaron. Estos subieron a los coches del tren para detenerlos por si estaban entre los pasajeros. Ya no estaban. A Diana, los ferroviarios puntanos la tomaron del brazo, la soliviantaron, la cubrieron con un capote de lluvia de los cambistas y la hicieron invisible.
Horas después, por turno, regresaban por distintos medios a la Capital, bien comidos y bebidos y bailados. Los compañeros de Villa Mercedes los festejaron. Los llevaron a bailar. Los expropiadores bailaban, es decir, los maquinistas también bailan, en la lucha y en la alegría.
Regresando todos iban durmiendo. Todos tenían una mueca rara en ese dormir: se reían, regresaban en el mismo tren, pero de pasajeros.
Nunca los agarraron, los puntanos los hicieron invisibles.

Al Dante y al Chiclets, los iban a procesar por "robo del tren".
Ferrocarriles Argentinos extendió la fecha de clausura del tren. En la Cámara de Diputados, Radicales y de otros partidos presentaron un proyecto de resolución preguntando por el episodio y sobre el cierre del ramal. Así luchaban los ferroviarios contra las privatizaciones. Estos hechos, desmienten antes y ahora, a aquellos que dicen que nosotros los ferroviarios, aceptamos en forma resignada este saqueo privatista. Esta fue una de las tantas maneras de resistir con todo el cuerpo social ferruca. La
Resistencia Ferroviaria se hizo presente en todo momento, nunca desfalleció ni ante la perspectiva de una futura derrota. No nos vencieron. Esta derrota es parte de un mismo proceso de lucha, que prosigue, y que no me caben dudas: ganaremos. Ganaremos a pesar de las traiciones, de los conversos, de los vendidos por una moneda vil. Los ferroviarios somos parte de esa larga tradición de lucha de la clase obrera argentina. Años les costó a los explotadores pretender domesticar a la rebeldía popular, no pudieron. Por eso, todo germina de nuevo, y la clase obrera en forma particular, que en su dimensión dialéctica, siempre renace de sus cenizas, demostrando que no hay un fin, sino un recomienzo más dinámico. Dando así la respuesta más rotunda a ideólogos oficiales, reconvertidos, y a la cobardía intelectual de algunos.







POLITEAMA*


Mi rincón en Corrientes y Paraná que un otoño se fuera.



*Por Eduardo Pérsico. epersico@telecentro.com.ar


A este Buenos Aires lo inventamos cien locos,
Cien tipos aburridos cerquita del suicidio.
Y esta tarde me puse a mirarle la entraña
/boliche de mi barrio, cómo se habrán reído/
Los sábados se instalan sobre mi lado óseo,
ese costado duro donde adormece el canto.
Y este sábado agosto llueve todas las lluvias
y yo esperando a nadie. Lo hago de tanto en tanto.
Tuñón pasó hace un rato. Me regaló angelitos.
Erdosain se fue lento chapoteando su angustia.
Me proponen revueltas un rebelde barbudo
y gardeles de trapo cantando letras mustias.
Un diariero aguachento bancando pulmonías.
Taxi, va una pareja y amueblada furtiva:
un cafisho empolvado que olvidó el almanaque,
rebusque vespertino de yiranta aburrida.
/Qué sábado a la tarde de lluvia y compañía/
Ni está el loco de siempre para explicar cuestiones
y este costado duro donde adormece el canto,
hoy lo mastica el solfa de antiguas frustraciones.
Me lo comen las minas que habitaron mi sábana
y amasados acordes de insomnio guitarrero.
Esta astucia constante de estafarme yo mismo
y mi triste zoncera de creerme un mosquetero.
Politeama, boliche, te inventaré otro sábado.
Con pibes que nos suban remando la alegría
y que canten gritando su manera futura,
aunque la tarde escurra pañales de agonía.
Que entren sin importarle lo que dijimos antes,
y si importa, que apenas nos digan ‘buenas tardes’.
Que esta mufa no siga llorando letanías,
y se muera el cafisho y el diarero se salve.
Yo te juro, me borro de escribirte palabras
aunque aquella no vuelva cuando llegue ese día.
Ni le diré al mozaico que manotea la guita
/un feca cuatro mangos; qué cara está la vida/



-Eduardo Pérsico nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Aregntina.






*

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