La Cabrita*
Cuentan que
había una cabra que quería aprender a leer, pero como no había colegios para
cabritas tenía que conformarse con dar brincos por el campo comiendo hierbas y
jugando con sus hermanas.
Como era una
cabra inconformista, preguntaba a todos los de su especie que se cruzaban con
ella dónde podía encontrar un maestro que le enseñara el abecedario, pero nunca
encontraba a nadie que pudiera ayudarla.
Un día que
correteaba por el campo detrás de una mariposa encontró unas cuantas hojas de
un libro de escuela que volaban con el viento y corriendo alcanzó una de ellas
y se la comió.
Ahora busca el resto
muy esperanzada. Desde que se comió aquella parte del libro ya sabe decir la
segunda letra del abecedario, y espera poder aprender las demás mientras se
pasea por el campo practicando la única que ha aprendido de momento.
NOS VEN FELICES Y NOS CREEN…
Divino placer*
La llovizna se
desliza suave en la madrugada, como un soplo de gracia. La pequeña humedad le
busca los sueños o las manos. La luna, un encaje de oscuridad y luz.
Llegó un mensaje desde un punto del universo, con espejos donde
se reflejaban todas las posibles mujeres que hubiera querido ser,
sabias e inocentes a la vez, las infinitas mujeres sin
estrenar y sin memoria. Se asomó más, flores amarillas caían en
racimos como abrazos que la amparaban de la pequeña tersura de la lluvia. Leyó,
sin saber de dónde llegaba el escrito. "Te voy a dar palabras, que van a
andar adentro tuyo, se van a enriquecer con lo que les agregues y me vas a
alimentar de vos."
¿Le pedía
que fuera una nodriza de sueños? Una hilandera de historias.
Sintió miedo,
miedo de quedar encerrada en la torre, con luna y llovizna. Miedo a
ser obligada a tejer la trama. Miedo a que, cuando
él quisiera, y para no caer en la tristeza, escalando, le pidiera que se asome
por la ventana para beber de ella la vida.
*De Cristina Villanueva.
libera@arnet.com.ar
TRES ESTACIONES
DE RABIA Y UNA DE DESAMOR*
Con rabia, amor
párteme la roca con todo tu animal desesperado hasta que salten chispas;
me duele más lo
intacto que lo roto, con rabia, amor, con rabia
SABINA BERMAN
Apenas ha
logrado el arte de escribir.
Le entrega al
padre su intacto, primigenio parto.
Es un plagio,
dice, la niña calla.
La madre habla
con sus ojos, pero su boca calla.
La niña se
inclina y mira sus rodillas sucias.
Apenas ha
logrado el arte del bosquejo.
Le entrega a su
hermana, un sauce verde de esperanza.
No es tu
dibujo, dice, la niña calla.
La madre habla
con sus ojos, testigos. Y su boca calla.
La niña mira
sus uñas sucias, y las muerde.
Con rabia
escribe, con amor, con goce.
Guarda las
letras, teje palabras y con ellas poemas.
La poesía es
subversiva, sediciosa, revolucionaria.
La madre teme y
piensa en Juana de Arco.
La joven no
logra apagar con sus lágrimas el incendio.
La mujer llora
y escribe, escribe y llora.
Intacta,
dolorosa y gozosa poesía rabia amor.
Poesía oscura,
cerrada, tenebrosa, dicen los que saben.
La madre, como
animal desesperado rompe la roca.
De la lápida
saltan chispas pero su boca, calla.
Retazo*
Nació por vía
de cesárea Cristina, único descendiente que tuvieron sus padres. El nombre lo
improvisaron de apuro, por así decir; lo extrajeron de una criteriosa galera,
tras evaluar la armonía fonética junto al apellido. Aguardaban a Juan Ramón
Ernesto e irrumpió Cristina. El desencanto se fue desplegando corrosivo en sus
ánimos.
La niña, alumna
aplicada, fantasiosa y fácilmente ridiculizable, encorvaba la espalda, fruncía
los labios cuando se concentraba, bizqueaba a veces y, adolescente ya, padecía
ataques de picazón, o lloraba.
En procura de
reducir fatigosa gimnasia (contar paradas de colectivos, o perros, o
automóviles con tales o cuales características), ritos incoercibles (sentarse
durante unos instantes en determinado sillón, antes de tomar la merienda),
sueños repetitivos (su madre obstinándose en ofrecerle muestras de comprensión
y cariño), concurrió a un curso de control mental que promocionaban por radio.
En esas estaba,
cuando ella y el licenciado que dictaba el curso se enamoraron. Sin tropiezos
accedieron al altar; y ahora, él la embarazó y la tiene ilusionada con que por
fin nacerá Juan Ramón Ernesto, una generación después. Retazo de vida.
Anna*
*De Antonio Dal Masetto.
El hombre ha salido a caminar
sin dirección, fuma y sus pasos y sus divagaciones lo llevan lejos. Nubes
fugitivas en el cielo nocturno, temblor de luna, tibios reflejos de faroles en
las calles empedradas, árboles podados, ramas apiladas sobre las veredas y, al
doblar una esquina, una figura parada en la mitad de cuadra, un descubrimiento
para el hombre que vaga por la ciudad vacía.
La muchacha permanece detenida,
vuelta hacia él y parecería que lo mirara o lo aguardara, tiene flores en las
manos y sus ojos están en sombra. También el hombre se detiene y ahí
permanecen, observándose, mientras transcurren los segundos y el hombre sabe,
súbitamente, como en una revelación, que el nombre de la muchacha es Anna y que
las flores quizás sean para él.
Después ella da media vuelta y
comienza a caminar y el hombre la sigue y no acorta distancia y allá van por
calles y calles, entre las casas mudas y los gatos, y siempre hay nubes arriba
y temblores de luna y de tanto en tanto la muchacha gira la cabeza, tal vez
para comprobar si el hombre continúa detrás de ella, tal vez para incitarlo a
que no abandone la persecución. Y el hombre, a la distancia, comienza a
conversar con la muchacha y su discurso es confuso y es lento y no pasa de ser
un susurro, aunque está seguro de que ella, allá adelante, lo escucha. Murmura:
En esta tierra rica fundamentalmente de cosas perdidas, tierra de atrocidades,
indiferencias y miserias, no me resultará fácil hablarte. El hombre intenta e
intenta y se esfuerza por construir una historia coherente. Y así avanzan y hay
más calles y faroles y jardines y plazas.
Y ya no importa si esta
necesidad de confesión es apenas un torpe ronroneo en el gran silencio que lo
rodea. El hombre comprende que la muchacha que lo precede ha venido a
convocarlo, que éste no es un paseo gratuito. Comprende que es tiempo de
balances, rendiciones de cuentas. El aire está poblado de señales, voces rotas,
llamados difusos, rubores de la memoria, nombres trabajosamente rescatados,
enarbolados ahora por encima de muertes, olvidos, desprecios e ironías, nombres
que vuelven intermitentes con los rumores que el viento trae un instante y
arroja nuevamente a las aguas de la noche.
Ya no importa la torpeza, la
confusión, las palabras que no acuden o que la imaginación niega. Ya no importa
nada de eso. Porque ahora ahí está la muchacha marcando camino, guiando,
abriendo una brecha, despejando. La volátil y firme figura de la muchacha
nocturna, imagen que no transige, que no sucumbe, que no habla de derrotas,
pero sí de firmezas y permanencias y sin duda de una obstinada libertad.
Paso ligero de la muchacha a
través de la ciudad dormida, reverenciando, rescatando, enalteciendo para la
noche del hombre que la sigue, para sus horas futuras, las imprevisibles, las
fuertes oscilaciones de la vida. Entonces, una vez más, alrededor del hombre,
la noche vibra de significados nuevos, alberga años y sabor de juventudes y
caminar detrás de la muchacha por calles nuevamente familiares, después de
tantos voluntarios o forzados exilios, en este septiembre cambiante, es retomar
viejas sendas y descubrirse entero y dispuesto, sacudido por estremecimientos
olvidados, inconsciencias, locuras, alimentos para raíces de otros tiempos.
La hora se carga de certezas,
aquella figura va opacando dudas, pone ráfagas de asombro en el silencio de los
días. Y nuevamente la muchacha gira la cabeza, muestra brevemente su perfil y
avanza y todo el tiempo parecería decir: También éste, como siempre, como
todos, precisamente éste, es el momento decisivo.
*De Antonio Dal Masetto
"Reventando Corbatas" Torres Aguero Editor.
Bs. As. 1988.
*
Está silencioso el tren. Hay
veces en que la gente habla toda a la vez, como si una charla diese el
empujón necesario para que el señor comente el tiempo con la mujer del nene que
llora, la madre y la hija que viajan juntas intercambien informaciones ya
conocidas de horarios y paradas, la parejita del fondo discuta en voz baja,
tratando de que nadie se de cuenta de que están en una disputa, pero alzando de
a ratos la voz hasta que se percatan y vuelven a bajarla.
Está silencioso el tren.
Las primeras voces que se retiran se llevan las otras como la resaca del mar. Hay quien se trata de evadir por la ventanilla, quien emite un quejido mientras acomoda los huesos en el asiento. No mucho más.
Hasta el nene calla, como si notase que en este momento no cuajan sus berridos en la luz inmóvil del mutismo de los viajeros.
Silencio de tren, es decir, ruido constante, anulación de la sensación de sonido por la creación de una masa homogénea. Me asusta que se detenga. El silencio real sería insoportable y podría fulminarnos en una bola blanca de resplandor atroz.
Está silencioso el tren.
Las primeras voces que se retiran se llevan las otras como la resaca del mar. Hay quien se trata de evadir por la ventanilla, quien emite un quejido mientras acomoda los huesos en el asiento. No mucho más.
Hasta el nene calla, como si notase que en este momento no cuajan sus berridos en la luz inmóvil del mutismo de los viajeros.
Silencio de tren, es decir, ruido constante, anulación de la sensación de sonido por la creación de una masa homogénea. Me asusta que se detenga. El silencio real sería insoportable y podría fulminarnos en una bola blanca de resplandor atroz.
Busco el salón de cineclub, y de
vagón en vagón me sobrecoge la misma quietud de los pasajeros, abstraídos
en sus propias cápsulas mínimas de espacio propio que los separa
insalvablemente de las personas contiguas.
Mientras avanzo, me parece que mis ojos son la cámara que rueda por el pasillo, ensayo planos cortos, primeros planos, grandes angulares. Me digo que este es un travelling de esos para pasar a la historia, esas tomas continuas en que los actores coreografían los diálogos, entradas y salidas, los movimientos. Me siento Bergman mientras camino lentamente por el pasillo y recojo trozos de gestos, rostros captados, capturados por un mínimo instante que los desnuda y los muestra de una sola vez y para siempre.
Estoy haciendo cine del dogma, si el dogma no hubiese sido quizás un mero lanzamiento de propaganda. Pero uso, como sus directores, la luz natural, no agrego música tramposa que subraye el clima, y los actores; de usar sus propias ropas, de ser tan ellos mismos. Son ellos mismos, y no saben que están actuando en mi película.
Me sobreviene en bloque el recuerdo de la película del alemán Wenders, en que ángeles taciturnos caminan por la ciudad, el subterráneo, y aquí estoy yo en un tren, tan de la familia del metro, y los ángeles que escuchan retazos de monólogos del pensamiento de la gente. Casi puedo escuchar los murmullos, sólo me los tapa un poco el ruido del tren. Los ángeles escuchan los monólogos, y alguno es más desesperado, entonces le colocan al suicida una mano etérea en el hombro, que encuentra algún trazo de solución a su infortunio.
Estoy llegando hasta el sitio donde resguarda su angustia una mujer que viaja sola. No escucho su pensamiento. Quizás no piensa, basta con la tortura de la tensión de la nuca, las manos encorvadas. Es como si la escuchase. No me mira, soy invisible como los ángeles de "Las alas del deseo". Estoy a punto de colocarle una mano en el hombro. Para ¿llevarle alivio? Alivio por cuánto tiempo, qué precario paliativo ofrecerá la mano de un ángel o de cualquier ser. Mi mano.
No coloco mi mano en su hombro.
Sigo caminando, con la aterradora sensación de ser un personaje de mi propia película. Quiero que el tren se detenga de una vez, que la gente vuelva a hablar.
Como los sombríos ángeles que estaban en Berlín cuando aquí, te acordás, había un lago y vino un ciervo a beber. Como esos espíritus cansados de asistir al espectáculo de las generaciones, sólo asistir, sólo ser la cámara, nunca el personaje. Como ellos.
Soy una lente que transcurre, transita el tren que transita algún espacio, que se desplaza por dónde, me pregunto. Y qué soy yo dentro de este tren, condenada a escuchar las angustias, a hacer el registro de posturas y voces y rostros entrevistos. Cámara que rueda sobre el tren que rueda, y la estación que viene aunque sea yo la que voy.
Mientras avanzo, me parece que mis ojos son la cámara que rueda por el pasillo, ensayo planos cortos, primeros planos, grandes angulares. Me digo que este es un travelling de esos para pasar a la historia, esas tomas continuas en que los actores coreografían los diálogos, entradas y salidas, los movimientos. Me siento Bergman mientras camino lentamente por el pasillo y recojo trozos de gestos, rostros captados, capturados por un mínimo instante que los desnuda y los muestra de una sola vez y para siempre.
Estoy haciendo cine del dogma, si el dogma no hubiese sido quizás un mero lanzamiento de propaganda. Pero uso, como sus directores, la luz natural, no agrego música tramposa que subraye el clima, y los actores; de usar sus propias ropas, de ser tan ellos mismos. Son ellos mismos, y no saben que están actuando en mi película.
Me sobreviene en bloque el recuerdo de la película del alemán Wenders, en que ángeles taciturnos caminan por la ciudad, el subterráneo, y aquí estoy yo en un tren, tan de la familia del metro, y los ángeles que escuchan retazos de monólogos del pensamiento de la gente. Casi puedo escuchar los murmullos, sólo me los tapa un poco el ruido del tren. Los ángeles escuchan los monólogos, y alguno es más desesperado, entonces le colocan al suicida una mano etérea en el hombro, que encuentra algún trazo de solución a su infortunio.
Estoy llegando hasta el sitio donde resguarda su angustia una mujer que viaja sola. No escucho su pensamiento. Quizás no piensa, basta con la tortura de la tensión de la nuca, las manos encorvadas. Es como si la escuchase. No me mira, soy invisible como los ángeles de "Las alas del deseo". Estoy a punto de colocarle una mano en el hombro. Para ¿llevarle alivio? Alivio por cuánto tiempo, qué precario paliativo ofrecerá la mano de un ángel o de cualquier ser. Mi mano.
No coloco mi mano en su hombro.
Sigo caminando, con la aterradora sensación de ser un personaje de mi propia película. Quiero que el tren se detenga de una vez, que la gente vuelva a hablar.
Como los sombríos ángeles que estaban en Berlín cuando aquí, te acordás, había un lago y vino un ciervo a beber. Como esos espíritus cansados de asistir al espectáculo de las generaciones, sólo asistir, sólo ser la cámara, nunca el personaje. Como ellos.
Soy una lente que transcurre, transita el tren que transita algún espacio, que se desplaza por dónde, me pregunto. Y qué soy yo dentro de este tren, condenada a escuchar las angustias, a hacer el registro de posturas y voces y rostros entrevistos. Cámara que rueda sobre el tren que rueda, y la estación que viene aunque sea yo la que voy.
El tren se detendrá en la
Estación y quizás sea por fin la bola blanca de resplandor atroz, que me
fulmine.
El poema de
Alejandro*
"Este
Renault no es bueno como antes
e igual que la
ropa íntima se impregna de olores personales"
Esto escribió
Alejandro Pidello
y también
escribió esto otro: "el alma de las muchachas moras
es porque
tienen bombachas moras y también tienen mora el alma"
Y hoy me
pregunto qué será de aquel Renault oxidado
y de las
muchachas moras y de las bombachas de esas muchachas
y de los poemas
de mi amigo Alejandro, mientras miro caer la lluvia
sobre las
calles de mi pueblo
que aguanta con
la resignación de un caballo
que pone el
anca al mal tiempo. Como esa yegüita mora
que en el
campito de Mariano Salvucci mansamente espera
frente a mi
ventana que este tiempo se mude y retorne el sol
y el retozo y
el pasto también que podrá comer
mientras su
potrillito salta en medio de la mañana y la llovizna.
A Jorge Leonidas
Escudero*
Estar, está
abundante
mi enamorada
Nos ven felices
y nos creen.
-Nota de
Rolando: Conste que el gran poeta sanjuanino firma Leonidas así, sin tilde.
*
Escribir un
texto en un blog virtual, en una servilleta, en un muro de facebook o en un
cuaderno de notas y compartirlo es un acto total de valentía. Mostrar a un otro
esa parte esencial de nosotros es, desde toda perspectiva, un acto de humildad.
Es convidar, como pan, nuestra lengua, nuestra sintaxis, nuestras ideas y
cosmovisiones. Es también un acto de generosidad y de confianza hacia el otro.
La escritura no debe quedar nunca relegada en cajones de viejos escritorios
ni soportando el peso del silencio sobre su cabeza. La escritura es
palabra y la palabra es, esencialmente, un bien social, compartido, colectivo.
Puede ser articulada por un individuo en su soledad, en su ensimismamiento;
pero aún así y todo la palabra no pierde jamás su entidad social. Felicito muy
humildemente a los poetas que tan generosamente comparten día a día su palabra
con el mundo. En un universo donde lo privado y lo público están constantemente
en luchas desiguales de intereses, ofrecer la palabra, desinteresada y alegre,
es un acto irrevocablemente humano.
*
Al fin
caemos
suavemente
rozamos la
belleza
como el árbol
la lluvia
su necesidad.
*De Alejandra
Alma.
https://www.facebook.com/alejalma
http://alejandraalmapoesias.blogspot.com.ar/
***
INVENTREN
Próximas estaciones:
LA RICA
-Por Ferrocarril Midland-
SALADILLO NORTE
-Por Ferrocarril Provincial-
-Colaboraciones a inventivasocial@yahoo.com.ar
Al salir de la Estación de empalme Ingeniero de Madrid, el
Inventren sigue un doble recorrido por vías del ferrocarril Midland
con destino a Puente Alsina, y por vías del ferrocarril provincial con
destino a La Plata.
-las estaciones por venir en el ferrocarril Midland:
SAN SEBASTIÁN. J.J. ALMEYRA. INGENIERO WILLIAMS.
GONZÁLEZ RISOS. PARADA KM 79. ENRIQUE FYNN.
PLOMER. KM. 55. ELÍAS ROMERO.
KM. 38. MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.
LIBERTAD. MERLO GÓMEZ. RAFAEL CASTILLO.
ISIDRO CASANOVA. JUSTO VILLEGAS. JOSÉ INGENIEROS.
MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE. ALDO BONZI.
KM 12. LA SALADA. INGENIERO BUDGE.
VILLA FIORITO. VILLA CARAZA. VILLA DIAMANTE.
PUENTE ALSINA. INTERCAMBIO MIDLAND.
-las estaciones por venir en el ferrocarril Provincial:
GOBERNADOR ORTIZ DE ROZAS.
JOSE RAMÓN SOJO. ÁLVAREZ DE TOLEDO.
POLVAREDAS.
JUAN ATUCHA. JUAN TRONCONI. CARLOS
BEGUERIE.
FUNKE. LOS EUCALIPTOS.
FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE. GOBERNADOR
UDAONDO. LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR DE SAN JUAN
RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO. ESTACIÓN DOYHENARD.
ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.
D. SÁEZ. J. R. MORENO.
EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY. LISANDRO OLMOS. INGENIERO
VILLANUEVA.
ARANA. GOBERNADOR GARCIA. LA PLATA.
InventivaSocial
Plaza virtual de escritura
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