miércoles, septiembre 09, 2015

ESTACIÓN GONZÁLEZ RISOS

*Foto de Miguel Angel Pignataro - Revista Todo Trenes N° 40





*


Pasé la tarde
con mi hija
mirando pasar los trenes.

Había en sus ojos
una fe minuciosa
frente a la vía desierta.

Cuando temblaba
el viejo
entablado de madera,
me tomaba la mano
en un pacto de espera.



*De MARIANA FINOCHIETTO. mares.finochietto@gmail.com









ESTACIÓN GONZÁLEZ RISOS







EL TREN PASÓ TARDE*



El tren pasó tarde esta tarde y casi de largo, como si tuviera miedo a perder la vida.
Su calendario es siempre el mismo, fechas y horarios justos.
A veces parece un comensal de tiempos y distancias subido a esa mesa de metales paralelos.
Nunca se sabe quién lo conduce, tampoco quiénes viajan, ni siquiera si son buenos o malos.
Abre sus pequeñas bocas laterales y come y digiere hombres y mujeres a la vez, sin importar su edad.
El tren se mete en el tiempo, recta y curvamente, el mismo tiempo que tardan en regresar las estaciones del año, el mismo tiempo que ve nacer y morir personas.
El tren se alimenta de tiempo, de personas en los andenes, de los suicidas que no pueden más con el tiempo y la vida.
A veces, tengo la sensación que el tren se ríe, otras que llora y otras que parece cansado.
Hay trenes vacíos en algún lugar del mundo.
Me dan pena los trenes vacíos, solos, aburridos, sucios, abandonados al sol y la lluvia, a los yuyos, al óxido mortal de sus bulones.
A veces pienso en los trenes y la liviandad de los pájaros en cada movimiento.
Sé que hay trenes vacíos en algún lugar del mundo y no sé cómo ayudarlos.


*De Antonio Cali.
 Puerto Madryn.













El ajuar*



Vivíamos en las inmediaciones de la estación González Risos, del Midland de Buenos, Aires, a unos 18 km al norte de Navarro, población que solíamos visitar para disfrutar de su laguna. Mi padre era trabajador ferroviario, viajaba en el tren y solía ausentarse por algunos días. Nosotras lo acompañábamos a la estación y lo despedíamos cada vez, como si fuera la última. Extendíamos los pañuelos y actuábamos como si nuestra despedida, hubiese sido una dramática escena de película. Madre nos tomaba de la mano y regresábamos a casa entre risas y canciones. Luego lo cotidiano volvía a la normalidad. Cuando sucedió lo del asalto todavía, si realizábamos cualquier suma o resta, para ayudarnos contar, necesitábamos esconder los dedos debajo de la mesa. Recuerdo. Madre hacía un lugarcito en uno de los extremos y extendía un mantel bordado por ella misma antes de servirnos la merienda. Como era parte del ajuar de bodas, sobre uno de los bordes lucían, las iniciales de mis padres, enmarcadas en un corazón. Mamá era muy afecta a las novelas y encendía la radio siempre a la misma hora. Imagino, antes de casarse, ubicándola junto a los bordados y mientras escuchaba, sus manos tan delicadas como la tela, esmerándose en la perfección del trabajo. Cruzando hilos celestes y lilas, rosados y verdes. Cuando enfermábamos, abría ceremoniosamente la caja forrada en seda y extraía la toallita para el médico. Tan impoluta y hermosa, como si nunca se hubiese usado. Para que el facultativo, la apoyara sobre nuestra espalda y verificara el funcionamiento de los pulmones, la desplegaba amorosamente sobre la almohada,. Era todo lo que había podido conservar del desgaste de los años, la toalla y el mantel para el té. Cuando entraron los ladrones mamá, estiraba la masa de los fideos del domingo Era una noche de invierno fría y los leños ardían en el hogar. Esperábamos a papá. Nos hicieron acercar a la pared y comenzaron a registrar los muebles, guardándose lo que les parecía valioso. No había mucho que robar y se pusieron inquietos. Comenzaron a presionarla para que buscara las reservas que supuestamente ocultaba. Le brotaron lágrimas de los ojos y cuando negó poseer objetos de valor, joyas o dinero, uno de los hombres se dispuso a romper la cinta que cerraba la caja del ajuar. Fue en ese momento en que mamá se exasperó, tomó el palote de amasar y comenzó a dárselos en la cabeza. Ante semejante acceso de ira, soltaron, el primero la bolsa con lo que pretendían llevar y el segundo la preciosura forrada en seda. Al ver movimientos extraños, los vecinos habían alertado a la policía y mi padre irrumpió en la casa. Al mantelito lo heredó mi hermana y cuando nacieron mis hijos, también ceremoniosamente, me regaló la toalla. La vida no fue tan romántica ni decorativa para ninguno de nosotros pero ella, siguió manteniendo el orgullo de su ajuar de bodas, hasta el último día de su vida.



*De Ana María Broglioanamariabroglio@gmail.com
Villa Gesell











*


Afuera el amor cae de los árboles.
Se precipita en la calles,
insurrecto corre.
Corre las maratones de alba,
Afuera el amor cae de los árboles,
cae en globos
en hojas rebeldes que esperaron al verano,
en la piedra arrojada por un pibe.
Afuera el amor cae de los árboles
tilos, sauces, olmos y eucaliptos
entregan sus aromas y texturas al habitante escapista.
De calle en calle
cuerpo en cuerpo
mano en mano
oliendo y sudando bocas.
Adentro el amor en tus ojos
sueña el sueño
etéreo de tu cuerpo


*De Paz Bongiovanni. pazbongio@hotmail.com









Dudando*



Está justo detrás de mí, al fondo del vagón. Ha cambiado su ubicación habitual y ahora estoy obligado a girar la cabeza de una manera un tanto ridícula. Sólo espero que ella no se de cuenta de que la observo. Hoy quería acercarme a decirle algo, pero... ¡está tan lejos!
Mañana sin falta la abordo y entablaré conversación con ella.

Mientras ella baja del vagón mira de reojo a aquel chico con el que se encuentra desde hace dos años cada mañana. En muchas ocasiones ha tenido la sensación de que iba a dirigirle la palabra, pero no ha sido así. Bien es cierto que se ha encontrado con su mirada en muchas ocasiones, pero nunca se ha acercado. Quizás debería ser un poco más coqueta, quizás debería insinuarse de alguna forma.
Mañana será el día en que se decida, de mañana no pasa...


*De Joan Mateu. joan@cimat.es








*


Nací en un pueblo
con río
y una estación
de trenes,
por donde
viajan los vientos
Pueblo atrapado
entre vías,
sin salidas,
sin regresos.

Tristeza
de andén cansado
que se te instala
en los huesos.


*De MARIANA FINOCHIETTO. mares.finochietto@gmail.com












Rumbo al horizonte estrellado*




La Estación González Risos, se ha convertido desde hace tiempo en escenario de lo paranormal. O mejor habría que decir: el lugar físico donde esta estación, otrora propiedad del ferrocarril Midland, se hallaba emplazada. Ya que la construcción, las señales, hasta el tendido de las vías, han desaparecido de la noche a la mañana, quizá para siempre.

Ocurrió que Don Tobías Mureño, peón encargado del puesto "Las araucarias", denunció en la comisaría del pueblo, hace ya unos meses, haber visto unas luces extrañas por la zona donde se encontraba la estación.
Dichas luces, según el hombre, brillaban en el cielo con gran intensidad, mucho más que la de la luna llena, y se desplazaban a gran velocidad a través de la noche. La denuncia quedó en ascuas, ya que la credibilidad del testigo fue puesta en duda desde el inicio, teniendo en cuenta su proclive tendencia a la bebida.
Un segundo comentario llegó a la cantina del pueblo, antigua pulpería campestre, donde José Arrueda, labriego de ley, hombre recto y padre de familia, admitió haber visto, por la luz que lo alumbra y la vida de sus propios hijos, no sólo esas luces brillantes de las que se mofaron los oficiales de la Bonaerense, sino también la presencia de personas extrañas en torno a las ruinas de la estación. A pesar del inicial desinterés de la concurrencia, Arrueda describió a estas personas como de
estatura muy baja, de contextura delgada, y con unas cabezas prominentes y puntudas. No faltó el gracioso que lo tildó de haberse insolado por pasarse
tantas horas con la espalda curvada sobre el surco de la huerta.
En medio de un coro de risas y burlas inmerecidas, Arrueda se alejó de la cantina y ya no volvió más. A nadie se le ocurrió que su testimonio
podría ser de ayuda en una posterior investigación. Y por más que después se lo buscó para que atestiguara, José Arrueda parecía haberse extinguido de la
misma manera que la estación desaparecida. Algunos dijeron que, incapaz de soportar el escarnio de los vecinos, avergonzado por sus dichos, se había
marchado con su familia a probar suerte en otra provincia. Otros, hasta llegaron a arriesgar que su contacto con aquellos seres podía ser
sospechoso, como si formara parte de la Gran Familia Misteriosa, oriunda del resbaladizo terreno de Lo Oculto; pero quienes afirmaban esto ya estaban
demasiado bebidos como para que su testimonio fuera tomado seriamente.
Hasta que Don Esteban Irigoyen, hacendado del lugar, afirmó en una reunión de la Sociedad Rural de Navarro haber visto, mientras recorría sus campos,
huellas extrañas en las inmediaciones de la estación, lindante con sus cultivos cerealeros, hoy semi inundados. En el escaso terreno elevado que se
había preservado del avance de las aguas, Don Irigoyen pudo apreciar marcas oscuras de aspecto circular, distribuidas en el lugar a distancias
extremadamente regulares, como si una enorme máquina se hubiera posado en las inmediaciones, y el terreno hubiese sido sometido a temperaturas en
extremo elevadas, calcinando la tierra y los pastizales. Nadie podía dudar de la palabra de Don Irigoyen, por lo que ese mismo día se organizó una partida para acercarse a la ruinosa construcción e investigar el asunto.
Lamentablemente, esa misma tarde arreció la tormenta que se venía descargando sobre la zona desde hacía ya varios días, y la densa precipitación elevó el nivel de las aguas, por lo que las supuestas marcas quedaron veladas bajo una oscura capa de inundación.
El relato del avistamiento de luces extrañas se mantuvo durante un par de semanas, manifestado por parte de los lugareños como así también por los
camioneros o fugaces automovilistas que se detenían en la estación de servicio situada a la vera de la ruta provincial, y comentaban con extrañeza lo ocurrido. Muy pronto circuló la versión en el pueblo, algunos pocos reconsideraron las burlas proferidas tiempo atrás hacia Don Tobías Mureño o -sobre todo- José Arrueda, y como no podía ser de otra forma, llegaron los medios televisivos, oliendo el escándalo como la abeja al polen.
Hasta allí llegó Damián De Brito, animador estrella de la TV, aún vapuleado por la opinión pública ante el estrepitoso fracaso acaecido junto a la antigua estación Enrique Fynn. El pueblo se conmocionó durante días, invadido por la frivolidad, y los opinadores poblaron las pantallas de TV, transmitiendo desde el mismo lugar de los hechos, afirmando que los OVNIS -porque no cabía duda que se trataba de una visita extraterrestre- se acercaban a la zona en busca de agua potable para alimentar sus naves. Y si había algo que abundaba en la zona, era agua estancada. Aunque no tan pestilente como los personajes que se acercaron al pueblo munidos de sus respectivas cámaras de video.
Precavido, descollando toda su personalidad pero reservándose el derecho de corroborar cualquier información que pudiera hundirlo en el descrédito, Damián De Brito recogía datos de los pobladores, grabador en mano, ideando posibles notas para transmitir en su propio bloque del programa. Hasta que, desbordado por los recurrentes comentarios, decidió que la mejor opción era crear algo por su cuenta, como había sido su costumbre; para ello, debía pernoctar en el lugar de los hechos, a fin de inspirarse. A diferencia de la experiencia anterior en Enrique Fynn, decidió ir solo, sin el equipo del canal, apenas llevando una cámara manual y su grabador, escabulléndose del hotel en medio de la noche a la manera de un anónimo ladrón de gallinas.
Al arribar al lugar, con los faros del auto apagados, notó que aquel espectáculo referido por tantos testigos -presenciales o no- era cierto.
Tres o cuatro luces giraban sobre los restos de la estación ferroviaria, a la manera de luminosas bochitas de Árbol de Navidad, describiendo giros regulares. Damián, con cierta precaución, aunque anonadado ante su primer avistamiento, apagó el motor del auto y comenzó a filmar la escena a través de la ventanilla, rogando que la película de alta sensibilidad que consiguiera encontrar en el móvil del canal no estuviese vencida ni en mal estado.
Hasta que por fin, luego de unos minutos de monótona navegación aérea, las luces se reunieron en un solo punto en el cenit de la ruinosa estación, conformando una misma esencia, revelando la inconfundible silueta de una nave espacial, o como suelen decir los legos, un "plato volador". De Brito profirió un grito de júbilo, sin apartar el ojo del visor de su camarita, mientras continuaba filmando, imaginando las mayores posibilidades de satisfacción ante el supuesto rédito que podría extraer del material.
Entonces, del vientre de la nave emergió un potente haz de luz que cubrió la totalidad de la estación, así como el derruido cartel con el nombre de González Risos, algunas señales ferroviarias que aún se mantenían en pie, y los restos de las vías que no había sido cubiertos por las aguas. De Brito contuvo la respiración, a punto de aullar de alegría, cuando de pronto la camarita dejó de filmar.
-¡La reputa madre que los parió! -vociferó. -¡Estas pilas de mierda!
Pero no eran las pilas, porque quiso grabar el relato de lo que allí ocurría, y su grabador tampoco funcionaba. Miró la hora en el tablero del auto: el reloj digital se había apagado. Su propio reloj de pulsera estaba detenido. El teléfono celular había perdido la señal. Quiso darle encendido al coche, en un desesperado intento por huir de allí, pero el motor se negó a responder. De Brito, de pronto, se sintió completamente solo, y lo que es peor, aterrado.
La potencia del rayo lumínico del OVNI aumentó considerablemente, generando un molesto sonido de estática en el ambiente, así como una momentánea ceguera en De Brito a causa del brillo. Y de pronto, aunque el conductor estrella -aunque de imagen devaluada- de lo paranormal hubiera escuchado hablar de las abducciones de personas por parte de los extraterrestres, jamás hubiese pensado que algo así podría suceder. Hasta llegó a pensar si no habría abusado de las pastillas de éxtasis en la Creamfields, la gigantesca "rave" a la que acudiera en el pasado fin de semana.
El rayo hizo vibrar a la estación, la extrajo de raíz entre sus cimientos, la elevó en el aire, y se la tragó completa, junto al cartel, las señales y los fragmentos de vía, como si se llevara de paseo un fragmento del paisaje ferroviario, una especie de maqueta en tamaño natural de la tecnología humana.
Una vez desaparecida la estación dentro del vientre del OVNI, el rayo se extinguió, la nave volvió a fragmentarse en varias luces que se agitaron en círculos concéntricos en medio de la noche, y un segundo después desaparecieron a una velocidad imposible rumbo al horizonte estrellado.
La camarita se encendió sola y continuó filmando, los números del reloj digital parpadearon en el tablero del auto, se oyó la señal del teléfono celular al ser recuperada, pero la atención consciente de Damián De Brito estaba muy lejos de allí.

Tal vez, fuera el momento de dedicarse a otra cosa.












Desear amor es desearlo todo*



Ya me acostumbré a deambular por los vagones. Los recorro mirando a esa gente que dormita o come. Veo a una mujer descargando el mate por la ventanilla, y me digo que la yerba está irremediablemente perdida, que se fue para siempre, siento una extraña sensación de ausencia y de algo indefinible, esa yerba arrojada para toda la eternidad, sin ceremonia, sin despedida. Una ventanilla que se abre, el salto fatal.  Me alejo con una náusea entre las manos.
En el siguiente vagón dos hombres hablan fuerte. El de ojos claros intenta convencer al alto de alguna cosa. No me ven. Me pregunto qué dirán.
Llegan frases aisladas, la conversación se me pierde como la yerba. Estoy inmóvil, las cosas suceden a mí alrededor. El mismo tren es algo que sucede sin mi compromiso.
Sigo caminando.
La yerba y los hombres quedan a mis espaldas. Estoy sola.
Hallar el vagón de cineclub es un retorno. Sigo sin rostro ni voz, pero acaso que esto sea físico, que la obscuridad me borre, es tranquilizador. Si no existo, al menos no existo en la negrura que me devora.
La pantalla iluminada me presta el resplandor para ocupar mi sitio, siempre el mismo aunque el vagón cambie.
Reconozco "Sweet Charity" allí adelante. La prostituta ingenua se deja engañar por el novio, vive su ilusión de ser amada, se deja engañar, desea y propicia la mentira que le otorgue un respiro a la desesperación.
Está tan sola con su ropita y su cara mal maquillada. Lloro. La veo tan preparada para regalarse, tan deseosa de hacer feliz a cualquier hombre que le preste los ojos y las manos un momento. Qué frágil esta mujercita alegre toda imposibilidad, si tiene marcado, tatuado, el fracaso.
A pesar de que sepa el final, hasta el último momento pienso que el hombre común que se equivoca, que cree que es una mujer decente y ordinaria, cuando se entere de su pasado la va a aceptar igual. Si no ocurre en la vida real, debiese ocurrir en el cine.
Y las coreografías de Bob Fosse son deliciosamente vitales. Dicen con el cuerpo, y lo que dicen se expresa sin fisuras, en bloque. Música, canto, baile, el desenlace inevitable de la fatalidad agazapada.
La prostituta es una buena persona, el novio es una buena persona. Sin embargo el hombre no podrá hacer otra cosa que destrozarla, para que no sufra. ¿Cómo condenarla a un futuro en el que por fuerza habrá de reprocharle suciedades? La va a abandonar.
Ella sólo desea amor. Pobrecita, no sabe aún y a pesar de su experiencia que la palabra "sólo" en esa frase no cuadra. Desear amor es desearlo todo.
Me voy antes de que finalice la película. Sé que habrá una sonrisa final, una esperanza forzada, la sugerencia de que la vida sigue y que quizás. Pero la yerba desechada continuará su vida, también, junto a las vías, integrándose lentamente a la gramilla, desapareciendo de sí y del mundo.



*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com









*


Amor; exiliada de tu estación

me doy cuenta

que hay en mi costado

un vacío

que duele.



*De Miryam Colombotto de Seia. miryamseia@cablenet.com.ar








***

Próxima estación para escribir por Ferrocarril Provincial:

 JOSE RAMÓN SOJO.

ÁLVAREZ DE TOLEDO.    POLVAREDAS.
JUAN ATUCHA.   JUAN TRONCONI.    CARLOS BEGUERIE.
FUNKE.   LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.   LOMA VERDE.
 ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.   GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO.   ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.
 D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.  LISANDRO OLMOS.  INGENIERO VILLANUEVA.
ARANA. GOBERNADOR GARCIA.  LA PLATA.


***

Próxima estación para escribir por Ferrocarril Midland:

PARADA KM 79

ENRIQUE FYNN.  PLOMER.  
KM. 55.   ELÍAS ROMERO.  KM. 38.
MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.
LIBERTAD.  MERLO GÓMEZ.   RAFAEL CASTILLO.
ISIDRO CASANOVA.  JUSTO VILLEGAS.  JOSÉ INGENIEROS.
MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.  ALDO BONZI.
KM 12.  LA SALADA.  INGENIERO BUDGE.
 VILLA FIORITO. VILLA CARAZA.  VILLA DIAMANTE.
 PUENTE ALSINA.  INTERCAMBIO MIDLAND.



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