*Obra de Julio
Ovejero.
-Muestra de las
obras de Alfredo Ceverino y Julio Ovejero. En el Espacio
Cultural Julio Le Parc.
Hasta el 23 de
noviembre del 2015.
Adopción*
*De Antonio
Dal Masetto.
Suena el
teléfono y el hombre atiende. La voz de Esteban le informa que en un diario de
1927, en la página de policiales, descubrió una noticia fuera de serie.
El hombre lo
escucha y piensa: "seguro que es todo mentira". Esteban es un
apasionado investigador de archivos, bibliotecas, hemerotecas. Es conocido por
eso y por ser un gran mentiroso.
Esteban
anuncia: "te leo el comienzo de la nota: en el día de ayer se dieron a
conocer algunos curiosos detalles relacionados con el luctuoso hecho ocurrido a
mediados del mes de marzo último en una mansión del barrio de Belgrano y cuyos
protagonistas fueron, como se informara oportunamente, el señor Ramiro
Altacerviz y la señora Clara Sáenz de Altacerviz."
"¿me
seguís?", pregunta. "te sigo", contesta el hombre. Y piensa:
"todo inventado". "resumo un poco -dice Esteban-. Después de la
introducción, la nota aclara que estos dos personajes constituían un matrimonio
feliz, de mucho dinero, muy conocidos y muy bien conceptuados en las altas esferas
de la sociedad de la época. Pero no habían podido tener hijos. Y este es
precisamente el punto a partir del cual comienza a desarrollarse la trama de
esta tragedia. ¿Me estas siguiendo?" "perfectamente”, contesta el
hombre. Y piensa: "es un mentiroso".
"Te sigo
contando. Resulta que un día esta gente resuelve adoptar un niño. No era una
decisión simple y analizaron cuidadosamente otros casos. Consultaron con
abogados, con médicos, con sacerdotes. Pero, al parecer, a medida que avanzaban
crecían las dudas. ¿Como seria finalmente esa criatura? pese a la privilegiada
educación que le impartirían no existía garantía de que con el tiempo el chico
no se descarriase arrastrado por alguna tendencia hereditaria e imprevisible. Y
así, más avanzaban, más consultaban, más complicado se les volvía el panorama.
Por lo tanto, al cabo de unos meses de titubeos, optaron por adoptar un
hermoso, joven, fuerte e inteligente chimpancé. ¿Que te parece?".
"Fantástico", exclama el hombre. Y piensa: "mentiroso,
mentiroso."
"El animal
entro a formar parte de la familia. Lo bautizaron con el nombre de Adolfito.
Tenía su propio cuarto, andaba por la mansión, compartía almuerzos y cenas, les
brindaba afecto. Bastaron pocas semanas para que los esposos Altacerviz se
felicitaran mutuamente por la elección. La más entusiasta era la señora. Se
encariño de tal manera que ya no quería salir sin el chimpancé y con frecuencia
prefería quedarse en casa, antes que concurrir a las periódicas reuniones de la
hora del té. El mono adquirió cierta fama. Los amigos de la familia conocían
sus hazañas. Cuando se tocaba el tema -cito textualmente del diario-, la señora
Altacerviz, sin advertir seguramente la sutileza del juego de palabras,
afirmaba invariablemente que Adolfito era una monada." "¿me oís bien?"
"bien". Y piensa: "mentiroso". "A partir de ahora leo
directamente de la publicación, escucha: una tarde, el señor Altacerviz regreso
en un horario no habitual y al entrar al dormitorio encontró a Adolfito y a su
esposa sobre la cama en posición inequívoca. Al advertir su presencia, la
señora comenzó a sollozar y a quejarse de que la estaban violando. El señor
Altacerviz abrió un cajón, saco un arma y empezó a los tiros contra el
chimpancé. Si bien sus declaraciones posteriores se limitaron a consignar los
hechos, es posible suponer que varios factores debieron influir en su actitud.
No solamente la evidencia de la violación, sino también de la ingratitud y,
quizá más oscuramente, del incesto. Lo cierto es que empezó a los tiros. Pero
si algo poseía Adolfito, además de simpatía, era astucia y ligereza. Anduvo a
los saltos de pared a pared y en cuanto pudo desapareció por una ventana."
"¿Estas
escuchando?" "atentamente. " "¿que te parece?"
"extraordinario”. Y piensa: "todo inventado." "Sigo leyendo
del diario, atende: de los seis balazos disparados, cinco se alojaron
fatalmente en el pálido cuerpo de clara Sáenz de Altacerviz. Murió
inmediatamente. Exasperado, el señor Altacerviz se apoyo el caño en la sien y
apretó el gatillo. Pero se había quedado sin balas. Entonces se trepo al techo
de la casa y saltó. Trasladado de urgencia a un sanatorio logró salvar la vida,
aunque los médicos aseguran que por el resto de sus días no podrá abandonar la
cama en que se halla postrado. En esas penosas condiciones, el martes último,
balbuceo su declaración ante la presencia del juez, echando así un rayo de
claridad sobre estos acontecimientos que habían intrigado a la opinión pública
y a las autoridades intervinientes. "
"¿Que me
decís?", pregunta Esteban. "Una tragedia", contesta el hombre.
"Hay un párrafo mas, presta atención: en cuanto al chimpancé, se supo que
cruzando campos alcanzo la provincia de Misiones, pasó al Brasil y continuó
desplazándose hacia el norte, logrando finalmente adentrarse en la selva amazónica,
donde vive actualmente en concubinato con la hija de un cacique."
"Sensacional”, exclama el hombre.
Y piensa:
"esta vez se le fue la mano."
*De “Ni perros ni gatos” (1987)
LA VOZ AL CORAZÓN Y EL CORAZÓN AL HUESO…
LA SUSTANCIA DEL
COMPARATIVO*
*De Irma
Verolín. irmaverolin@hotmail.com
1.
Como esos lobos
salvajes que
con la ayuda de
las tempestades
y el
amontonamiento de los siglos supieron
en los tiempos
antiguos
aproximarse a
los caseríos
para encontrar
calorcito y comida,
esos que se
convirtieron en perros
de pelaje suave
y ojos mansos,
yo acerco mi
cabeza a tu mano.
¿Me
alimentarás?
2.
como una mano
que
con delicadeza
traza un
círculo de luz
sobre el
cristal empañado
para que el
mundo se transparente
y los ojos
recobren su razón de ser
superficie un
poco turbia aún
pero legible:
los ojos del
mundo miran
la mano que lo
descubrió.
El cristal
volverá a empañarse
mañana
3.
Como un
escapista
que se oculta
tras una barba falsa
o una cabeza
rapada
me disfrazo de
la que no soy,
me darán mil
años de cárcel
y mi muerte se
cansará de las prisiones
y volarán por
el aire palabras extranjeras
que no lograré
entender.
Espiré por el
angosto ventanuco
con mi boca
abierta
y estos ojos
desmadrados que buscan horizontes
como bebidas
embriagantes yo,
la que no soy
4.
Como esa pobre
gente que
una y otra vez
regresa
a su casa
inundada,
vuelvo a
mirarme en el espejo:
mis ojos,
que no quieren
ver, ven
la amplitud de
mi cara
el esforzado
gesto de la vida
cayendo por el
borde de mis cejas;
causas y
efectos se enhebran
con total
impunidad:
la vida es un
tul que deja ver
las huellas de
un tránsito en infinito vértigo
***
-LOS DÍAS
Primer Premio
Concurso de Poesía “Horacio Armani”
Fundación
Victoria Ocampo 2014
CABEZA Y
TIEMPO*
El busto estuvo
siempre sobre la mesita del living, una de esas cosas invisibles por exceso de
permanencia, por desaparición de los sentidos a fuerza de repetición. Como el
olor de la propia casa, única confluencia de rastros olfativos que nos está
negada porque se halla ya incorporada de tal modo que desaparece, así el
pequeño busto de mármol era un objeto transparente.
Años de pasar
por la habitación sin reparar en la esculturita, blanquecina presencia
cotidiana dentro del paisaje visual.
Justo ahora se
le ocurre mirarla. Extiende la mano y la sensación del peso, la frescura de la
piedra calza guante y zapato, dedo por dedo talón arco justo en las palmas.
Hecho para ser observado de cerca, se revela a su mirada como una foto polaroid
que corporiza una presencia de espíritu y mediúmnicamente invoca un fantasma.
Es una cabeza
masculina y esa es la primera sorpresa, porque los bustos suelen ser retratos
de mujeres más o menos lánguidas, con esa belleza anodina de las muchachas que
parecen abstraídas en sus pensamientos, pero en las que se adivina un
definitivo no pensar, se adivina la pose tentadora de la reflexión imitada
rasgo por rasgo frente silenciosa ojos perdidos en una lejanía romántica labios
quietos casi serios casi a punto de sonreír, una más bien nada, como conviene a
una jovencita.
Pero es una
cabeza masculina. Un hombre que la mira a los ojos con atención, minuciosamente
cincelado cada pequeño detalle, con los rasgos firmes de quien no condesciende
al engaño y se atreve a sostener con solvencia el puente sólido y perturbador
de los ojos en los ojos.
Por un rato no
puede hacer otra cosa que mirar los ojos que la miran.
Siente que hay
en dejar vagar la atención por el resto del rostro como una claudicación, un
apartarse perturbado. Siente que cortar el puente es un reconocimiento de
vergüenza, una especie de demostración de debilidad. El hombre la mira a los
ojos, ella no puede apartar la mirada. Se dice que es gracioso, pero no tiene
ganas de sonreír.
Con aceptación
de derrota aparta entonces la vista y descubre las finas líneas de arrugas en
la frente, las cejas de arco perfecto recorriendo con firmeza el contorno de
las órbitas, los labios cerrados. Hay en la expresión del hombre callado y
quieto una seguridad sin fisuras. Atento y cerrado en sí mismo, bloque de
material pero de conciencia, único e indiviso apariencia peso color rasgos
unívocos. Exceso de yo en ese hombre que confortablemente es él y no aparenta
ni finje, que es él y no otro, tal como debe ser tal como fue creado desde
siempre desde toda la eternidad, que si un vago escultor no lo hubiese tallado
cincelado extraído de la piedra, otro lo hubiese hecho, pues se demuestra en la
forma el grado de necesariedad. Y en la palma de su mano, en la palma de su
mano.
¿Quién eres
tú?, pregunta sin mover los labios ella que lo sostiene en la palma de la mano,
ella que es sostenida desde la palma por esa pieza monolítica de maravilla.
¿Quién eres tú?, sabiendo que es solamente una escultura en su mano, una cabeza
de mármol negada al habla negada a la palabra negada a la vida, esta vida que
transcurre y modifica y hace crecer pero las más de las veces descompone,
derrota, finalmente destruye y acaba y despedaza y desperdiga y finaliza.
Esos ojos esa
boca que no puede responder la contemplan desde la eternidad. Desde la
inmovilidad del tiempo quieto fija el hombre la mirada en sus ojos. Desde
siempre pero en este instante la mira. Y ella sabe ahora, siempre lo supo pero
ahora sabe que va a morir, que habrá mañanas y tardes y noches acumuladas pero
que va a morir, que su rostro y su cuerpo se derretirán en torno a los huesos,
que su carne está construida con la fragilidad de lo perecedero y no de piedra
inmutable. Este hombre que la observa se lo dice con tranquilidad, sin
dramatismo sin exceso de desesperación. Con tranquilidad se lo comunica
silenciosamente. Y la mira.
Deposita
suavemente el busto en la mesita.
Se sienta en
una silla.
Volverá a
tomarlo en sus manos una que otra vez, cada tanto. Rehuirá los ojos cincelados
y olvidará la cabeza tiempo y quietud y espacio estanco durante largas
temporadas. Pero estará ahí, segura como segura es la propia muerte, algunas
veces como amenaza, otras como promesa, las más como simple clausura si es que
existe alguna clausura que pueda relacionarse de alguna forma con la
simplicidad.
¿Quién eres
tú?, dirá silenciosamente. ¿Quién eres tú?
*De Mónica
Russomanno. russomannomonica@hotmail.com
29. *
A veces pienso,
con qué
habremos sujetado,
vos y yo,
el cuerpo a la
intemperie,
la voz al
corazón y el corazón al hueso,
las manos al
lenguaje
y el lenguaje a
la tierra,
con qué los
habremos sujetado,
que hagamos lo
que hagamos
no se sueltan.
*De Valeria
Pariso.
-De “Del
otro lado de la noche”, El Mono Armado.
MERLIN*
*De Antonio
Dal Masetto.
Triste, muy
triste destino el de Merlín, el mago de la corte del rey Arturo y los
caballeros de la Tabla Redonda. "Un hombre sabio y sutil con extraños y
secretos poderes proféticos, capaz de esos trastornos de lo ordinario y lo
evidente que reciben el nombre de magia". De este modo lo describe John
Steinbeck en "Los hechos del rey Arturo", reelaboración de las
historias originales de Malory. Y es así, Merlín puede leer en la mente y en el
corazón de los humanos y descifrar lo que está escrito en las estrellas. Quien
siga sus andanzas a través de las páginas de Steinbeck lo oirá emitir frases y
sentencias inquietantes desde las alturas de su sabiduría. Por ejemplo, ahí
anda Balin, caballero puro y sin tacha, de sangre noble tanto de padre como de
madre, y que pese a eso, sin que sea en absoluto culpable, sólo logra provocar
desgracias y muertes a su alrededor.
—Lo lamento por
ti —dice Merlín—. En castigo estás destinado a infligir el tajo más triste
desde que la lanza atravesó el flanco de Nuestro Señor Jesucristo. Herirás al
mejor caballero viviente y sobre tres reinos atraerás la miseria, la congoja y
la tribulación.
—¿Cuál es mi
pecado? —pregunta el consternado Balin.
—La mala suerte
—le contesta el mago—. Algunos le llaman destino.
Este es Merlín.
No hay frase que se le caiga de la boca que no valga su peso en oro. Tratando
de reanimar a un afligido rey Arturo, Merlín dice:
—A todos, en
alguna parte del mundo, nos aguarda la derrota. Algunos son destruidos por la
derrota, y otros se hacen pequeños y mezquinos a través de la victoria. La
grandeza vive en quién triunfa a la vez sobre la victoria y sobre la derrota.
En fin, Merlín
puede crear reyes, programar batallas exitosas, desaparecer de un lugar y
aparecer en otro. Puede casi todo, pero también él tiene su talón de Aquiles.
En otro encuentro con Arturo (quien ama y está a punto de desposar a Ginebra,
hija del rey Lodegrance de Camylarde), Merlín le advierte que ella lo
traicionará con su amigo más querido. El rey Arturo se niega a aceptar
semejante predicción. Y Merlín: —Todos los hombres se aferran a la convicción
de que para cada uno de ellos las leyes de la probabilidad son canceladas por
el amor. Hasta yo, que sé con toda certeza que una muchachita tonta va a ser la
causa de mi muerte, cuando la encuentre no vacilaré en seguirla.
Porque Merlín,
sabio y mago, no sólo puede ver el futuro de los demás hombres, sino también,
tristemente, el propio. Por encima de sus poderes hay un poder mayor contra el
cual no podrá luchar, al que se someterá a sabiendas. Y es la pasión amorosa.
En efecto, cuando el anciano Merlín ve por primera vez a Nyneve, una de las
doncellas de la Dama del Lago, siente que la sangre le hierve en las venas y el
descontrol de la pasión se impone a la edad y a la sabiduría. Entonces,
conociendo de antemano la fatídica culminación de esta aventura, anuncia la
inminencia de su desaparición. El rey Arturo se resiste a creerlo, no le parece
posible: —Eres el hombre más sabio de este mundo y sabes lo que está por
ocurrirte. ¿Por qué no elaboras un plan para ponerte a salvo?
—Porque soy
sabio —contesta Merlín—. En la lid entre la sabiduría y los sentimientos, la
sabiduría nunca triunfa. Te he predicho el futuro con certeza, mi señor, pero
no por saberlo podrás cambiarlo siquiera en el grosor de un cabello. Cuando
llegue la hora, tus sentimientos te precipitarán a tu destino.
Merlín deja la
corte siguiendo a Nyneve dondequiera que ella vaya. Olvidado de toda prudencia
la acosa sin cesar con el fervor de un muchacho, suplicando y gimiendo para que
ella repose con él y aplaque su deseo. Ella, cansada de que la siga este
anciano plañidero, se niega siempre. Hasta que ("con la innata astucia de
las doncellas", señala Steinbeck), Nyneve comienza a deslizar preguntas
acerca de las artes mágicas de Merlín e insinúa que le concederá sus favores a
cambio del conocimiento. Y Merlín, aún previendo sus intenciones, no puede
evitar iniciarla en los secretos de los sortilegios, los prodigios y los
hechizos. Ella bate palmas con juvenil alegría y el anciano crea, bajo un
enorme peñasco, un aposento maravilloso para la consumación de su amor.
Entonces, aprovechando que el mago se adelanta en el recinto, Nyneve obra el
encantamiento que jamás podrá quebrarse, el pasaje se sella y Merlín queda
encerrado. Todavía sigue en ese lugar (algún punto de la costa, camino a
Cornaulles, para más datos) y ahí se quedará por siempre, suplicando a través
de la roca que alguien lo libere. Pobre Merlín.
MUNDO CIRCULAR*
“En el círculo
se confunden el principio y el fin”.
HERÁCLITO DE
EFESO
¿Sabes donde
comienza el hielo y donde el fuego?
Comenzaban a
prenderse las fogatas.
La fecha indica
que ya explota el verano.
Y es julio,
agosto, enero y es verano.
Una mujer
cierra los ojos bajo el sol de la siesta.
Se enciende.
Un hombre, en
un planeta de papel apoya su frente en la ventana.
Se apaga.
La serpiente se
desliza entre las piedras en busca de agua.
El agua huye
buscando la sed de los cañaverales.
Y el viejo río
pasa con su memoria a cuestas.
El hombre
camina hacia el crepúsculo.
La mujer,
montonera del alba, madura en su sazón.
La serpiente,
el agua y la memoria se encuentran.
Mundo circular
de siete lunas mansas.
Patria de
yerbatales y de lumbres.
El hombre apoya
su cabeza en los pechos verdes.
Comienzan a
prenderse las fogatas.
*De Amelia
Arellano. amelia.arellano01@yahoo.com.ar
Desdoblamiento*
No me abandones
corazón... sigue cantando
hilvana los
latidos que se esfuerzan
por ser
nada más que
por ser.
Temo tu
cansancio
tu desmemoria
del vuelo.
En las líneas
de la mano traigo
mi historia
escrita
en esotérico
lenguaje
de rectas,
paralelas,
curvas,
intersecciones
confluencias....
el cuerpo todo
una red de
infinitos desafíos.
Pero no es sólo
eso, afiné el oído
en el líquido
rojo que fluye
con acompasada
sinfonía
y la encontré;
el alma,
una barcaza
arrastrada
aguas adentro.
Solitaria.
*De Miryam
Colombotto de Seia. miryamseia@cablenet.com.ar
Obstinato*
No sé como es
posible que estos pies todavía
se sigan
obstinando en ir a alguna parte
que este cuerpo
cansado de tantas travesías
navegue aún en
busca
de esa Ítaca
remota
que tal vez
sólo exista
en sueños,
bibliotecas y tabernas.
*De Sergio
Borao Llop. sbllop@gmail.com
*
Ser la
olvidante,
la que quita el
abrigo de la sombra , la que canta
con los pájaros
rotos en las manos,
la que dice no
y sigue,
la que dice sí
y sigue,
la autómata que
traga la lágrima rebelde de la sangre,
la anciana que
no puede recordar,
la mujer que
comenzó a mecer el silencio en el jardín,
la niña que
sonríe.
*De Valeria
Pariso.
***
La Pintura de Julio Ovejero
Nacido en San
Miguel, provincia de Buenos Aires, aunque desde muy pequeño vivió en Mendoza.
En la Escuela Superior de Bellas Artes de la ciudad de Mendoza, Argentina, la
antigua Academia Provincial de Bellas Artes, inicia su formación artística.
Andrés Cáceres,
escritor y crítico de arte manifestó en una nota en la sección cultural del
periódico Los Andes de Mendoza: “Si algo caracteriza a Ovejero es la elegancia,
el buen gusto, cierta temperancia en el cromatismo y un ordenamiento de luces y
poses nunca del todo realista, pero sin elementos gratuitos. La fantasía, lo
irreal o lo onírico siempre están en función del contenido y por sobre toda
otra consideración, están la plasticidad y el efecto visual del conjunto”.
Ovejero
establece un equilibrio entre la expresión, la fuerte necesidad de expresarse y
la posibilidad de plasmarla en forma accesible. No le interesa proponer incógnitas
sino ofrecer un retazo de vida urbana, reconocible, aleccionadora y que sea,
por sobre todo, otra consideración, arte genuino.
Ovejero vive en
Madrid desde 1977. Su despedida, entonces, fue una primera exposición
individual en la sala "Goya" de Cultura Hispánica. Anteriormente,
había expuesto en forma colectiva con el "Grupo Plástico Numen",
tanto en Mendoza como en Buenos Aires, Viña del Mar y Río de Janeiro y Estados
Unidos. En 1986 presentó una muestra en la desaparecida galería "La
Brocha", Mendoza.
Sus muestras se
multiplicaron y viajaron por toda España, Francia, Italia, Alemania, Japón,
Estados Unidos, Venezuela, Colombia, Brasil y Cuba. A los premios que tenía en
Mendoza se sumaron otros de carácter internacional y comentarios importantes de
críticos europeos
"Ovejero
resuelve con el mismo talento lo figurativo y lo abstracto y consigue que el
lenguaje plástico sea elocuente y valga por sí mismo, más allá de la anécdota,
que no falta y funciona secundariamente. Sus cuadros son de la más alta calidad
y ofrecen una poesía lírica con leve tensión dramática en un caso y en otro,
sensualidad y musicalidad. En conjunto se aprecia una sólida materia, tal como
ocurre cuando la composición está elaborada con seriedad y capacidad y los
rasgos, como en este caso, poseen la soltura gestual de la mano hábil guiada
por una luminosa intuición”.
"Si a ello
agregamos la limpieza del color, la sobriedad de los contrastes y las
delicadezas de tonos, semitonos degradée y transparencias, cabe concluir que
Ovejero, además de un notable pintor, es un artista pleno, que trabaja con
decidido amor por lo que hace".
De sus cuadros
exhibidos en Madrid a mediados de 2004, escribió en la revista especializada
'El Punto de las Artes', Leticia Martín Ruiz: "La unión de Ovejero con la
cultura hispánica ha quedado patente en multitud de muestras realizadas desde
el final de los años setenta y los ochenta en nuestro país. Un artista, que ha
vivido y trabajando con su corazón dividido entre dos mundos y dos culturas,
que nunca ha olvidado de dónde viene y que no pone límites a su posible futura
meta".
Así como tuvo
una época abstracta, pero siempre a partir de la realidad, de modo que cada
cuadro podía asimilarse al paisaje, a la figura, a las edificaciones, a objetos
o a espacios inexplorados, nunca sintió que lo figurativo y lo abstracto fueran
opuestos excluyentes, dogmas inequívocos de credos divergentes.
No hubo un
regreso a la figuración porque nunca la dejó definitivamente, pero aprendió muy
bien las lecciones del expresionismo abstracto y basta un repaso de lo
producido de entonces a la fecha para apreciar la diversidad de técnicas, el
ajuste cromático, la convicción narrativa, la riqueza expresiva y la misma
impronta cualitativa de su estilo.
Ni misticismo
ni rebeldía, sino un disfrute y una alegría de vivir, con ornamentos que
complementan una narración inquietante, que convoca, a la vez, al misterio y a
la nostalgia.
Optimista
jovial, observador crítico y perspicaz, Ovejero nos deleita, últimamente, con
la poesía elegíaca del tango, su extrañamiento, su impulso vital, su
sensualidad arrebatadora y esa imponderable sensación de tener el alma
suspendida cuando suena la música inefable de Buenos Aires.
En una de sus
últimas muestras en Madrid (2011) en Galería Orfila, el escritor y crítico de
arte, Antonio Leyva, dijo de la obra de Ovejero: “La incertidumbre, la
simulación, lo reprobable que debe ser ocultado, lo que degrada o corrompe o
ridiculiza o enternece -convicciones, creencias, afinidades – son los
componentes perturbadores de la pintura de J.C.O. La capacidad del color para
expresar estados de ánimo, para vitalizar la materia inerte, para sustanciar lo
que es sólo estética por dogmática definición, mediante la proyección sobre esa
estética de las conturbaciones y desasosiegos que acompaña al ser humano”.
”….La elocuencia plástica de su lenguaje pareciera provenir de los hallazgos
del expresionismo abstracto en el que por algún tiempo militó, si bien pronto
lo dramáticamente tensional, impregnado de incitaciones sensuales, en ocasiones
resuelto mediante planos-secuencia que sirven a lo narrativo del conjunto, se
impondrán al optimismo atildado y falsamente progresista, impostor y
convencional, que trata de insensibilizar hasta la piel que envuelve nuestro
esqueleto”.
http://inventren.blogspot.com/
Tren*
*De Antonio
Dal Masetto.
No es que me
pase lo mismo cada vez que veo un tren. Pero a veces ocurre. Y sobre todo si es
de noche y el tren viene de frente. Entonces, mientras la distancia se acorta y
la luz se agranda, un resorte se me dispara en la memoria e, inmovilizado,
espero que esa cosa poderosa me devore.
Realmente tengo
que esforzarme para tomar conciencia de que estoy parado a un costado de las
vías -sobre un terraplén, en un paso a nivel, frente a la boca de un túnel- y
que el tren seguirá fiel al mandato de los rieles y pasará de largo sin
tocarme.
El recuerdo del
primer tren arrojándose sobre mí llega desde muy lejos, tanto que a veces me
cuesta aceptar que es mío y que no me ha sido relatado por otra persona. Yo
tendría siete, tal vez ocho años, y estábamos con mi padre en el andén de la
estación de Fondotoce, a unos pocos kilómetros de Intra, nuestro pueblo. Nos
dirigíamos a la región del Veneto, donde vivían mis abuelos. Probablemente era
nuestro primer viaje después de terminada la guerra. Sé que estaba
anocheciendo, que el tren surgió de golpe, sin que nada lo anunciara, y entró
en la estación con tal estruendo que me paralizó. Sé que cuando me recobré hice
un comentario asombrado y mi padre sonrió y dijo algo que no podré recuperar.
Ésa es la
imagen. El ojo de un cíclope -fuerza y furia- abalanzándose desde las sombras y
un chico paralizado.
Volví a esa
estación de fondotoce cuarenta años después de nuestra partida a América y
habiendo cumplido ya los cincuenta y dos. Había llegado a Intra un par de
semanas antes, cruzando el lago en un trasbordador y ahora me iba allí en tren.
Durante esos días no hice otra cosa que caminar arriba y abajo por las calles
del pueblo, por las orillas del lago y los dos ríos, buscando algo que ya no
podía estar. Me iba sin llevarme más que desencanto y quizás algunas
advertencias para ser analizadas después, cuando decantaran en mí, cuando de
nuevo los trenes y los aviones me hubieran llevado lejos.
Lloviznaba de a
ratos sobre la estación entre montañas, había mucho color de óxido alrededor y
pájaros moviéndose entre las ramas de los arbustos. Oscurecía. Éramos apenas
cinco o seis viajeros esperando. Yo caminaba de un extremo al otro del andén,
buscaba a través de la niebla que se espesaba la cima del Monte Rosso, el cerro
que dominaba mi pueblo. Descubrí que llegando a la estación, del lado de donde
vendría mi tren, las vías hacían una curva y había además una ladera rocosa que
se interponía e impedía ver más allá. Entonces volvió aquel anochecer de mi
niñez y me vi parado ahí con mi padre, junto a una valija. Mi padre que tenía,
en el recuerdo, veinte años menos que yo en ese momento. Y de pronto sucedió de
nuevo. El tren apareció con su ojo luminoso y su potencia y saltó hacia mí como
había ocurrido aquella primera vez. Sentí que el tiempo no había transcurrido y
que yo seguía siendo el mismo, con los mismos miedos y seguramente con un
desamparo mayor.
Sentí la falta
de la compañía de aquel hombre veinte años menor que yo y sus palabras
imposibles de recuperar. Desfilaron los vagones, se detuvieron, levanté el
bolso y me apresté a subir, deseando encontrar un compartimento vacío para
poder estar solo.
Ésa es mi
pequeña aventura con los trenes. Un sobresalto infantil que de tanto en tanto
asoma la cabeza y se reitera a lo largo de los años. Casi nada, en realidad. Y
sin embargo, siempre me sorprendo tratando de escarbar todavía un poco en esa
historia. Si insisto en analizarla, si me esfuerzo por fijarla en unas líneas,
es porque a veces tengo la impresión de que ahí hay algo que valdría la pena
rescatar, una huella, una señal, algo. Pero no sé qué es. No sé en qué dirección
va, hacia dónde me lleva, si me lleva a alguna parte.
*De El
padre y otras historias.
***
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