jueves, diciembre 28, 2017

LA SIEMPRE ETERNIDAD...


*Obra de Mabel Beninati.








Para Ana María Broglio*


Hasta siempre mi querida amiga del alma, Ana de los pájaros, del mar de tu ciudad, con sus grises y azules, sus flores adornando tu camino de poesías, mi bella Ana por donde estarás volando, en qué cielos de tu transparente alma se pintará tu rostro... mis lágrimas hoy pintan tus recuerdos, mis colores eternamente pintarán tu cielo, te quiero amiga, quizás nos volveremos a encontrar a la vuelta de una página, en donde los pájaros escriban sobre las letras de tu esencia...


*De Mabel Beninati.

(Ana María Broglio falleció el 21 de diciembre)











El viejo de los barcos*


Cuando ya todos nos habíamos olvidado de doblar papel, apareció el viejo. Se sentó a un costado del universo y comenzó a plegar barcos. Los fue largando, uno a uno, para que naveguen por las estrellas y nos recuerden la niñez.



*De Ana María Broglio.
Dolores-Villa Gesell








LA SIEMPRE ETERNIDAD...

-In memoriam de Ana María Broglio.








PROYECTO EGON*



El equilibrio perfecto entre la orientación de los paneles de luz solar y el fluido de las cañerías hidropónicas, hacían que las flores de coloridas, estuvieran en su máximo esplendor. Un aroma inconfundiblemente fresco, invadía los rincones de la sala de trabajo
La ciencia había avanzado. Resuelto el misterio de Dios, ya no había necesidad de ser bueno, por algún motivo sobrenatural sino por uno mismo y para soportar mejor la convivencia con los demás humanos o con los otros habitantes del universo.
Sin embargo, la ciudad no se adaptaba a los nuevos tiempos y se había convertido en un nido de crímenes y de robos incontenible. La oportuna intervención del proyecto “Ciudad Segura” que había sido gestado y experimentado, se perfilaba con franco éxito. Stephen Egon, su genetista e ideólogo, comenzaba a disfrutar del incipiente prestigio, sobradamente ganado.
Había diseñado un plan biológico, donde se dotaba de inteligencia a las especies vegetales que engalanaban las amplias terrazas, también inteligentes. Las mismas rodeaban el punto de observación y experimentación y contribuían a los resultados favorables.

Por medio de complejísimas manipulaciones genéticas, se había conseguido que plantas carnívoras, fueran capaces de detectar en cuestión de segundos, a cualquiera que se aventurase, en una edificación privada o pública, con intención de robo o asesinato. Las exuberantes y novedosas combinaciones químicas, llevadas a cabo en el laboratorio más, la inclusión de nuevos nutrientes en las cañerías hidropónicas, que regaban los canteros de turba donde crecían los caprichosos vegetales, habían logrado convertir sus ya extrañas formas y sus estrategias de pillar insectos, en eficientes detectores, para distinguir y atrapar a los rebeldes sociales.
El concepto de unir la infraestructura física a la tecnología, para anticiparse e influenciar sobre la situación criminal, previniéndola y así reducir su actuar, había fracasado, incluso con muchos policías de más. La tasa de crímenes en la ciudad, crecía en un treinta por ciento, a pesar de la mezcla de aplicaciones predictivas, sensores de vigilancia y automatización. Cámaras que podían ubicar una imagen sospechosa, ordenadores que la analizaban y transmitían en segundos, al pensamiento tecnificado, las señales con coordenadas de posicionamiento. A pesar de ello, la probabilidad de evitar robos o salvar vidas no disminuía lo suficiente.
Como parte de la acción de concretar ciudades futuristas eficientes, se estaba presenciando un parcial pero inaceptable fracaso tecnológico. Finalmente, el Proyecto Egon, basado exclusivamente en el desarrollo de la capacidad vegetal, de detectar el aroma que despiden las hormonas del delincuente, en el momento del acto delictivo, parecía estar a la altura de los avanzados planes, tendientes a incluir material de la más sofisticada tecnología.
Se acercaba la fecha de la presentación en sociedad del novedoso diseño.
Egon y su equipo no habían descuidado ningún detalle. Se trataba de un simple repaso final antes de ser evaluados por el mundo. En toda la extensión de la palabra, para que el proyecto funcionase, sólo se necesitaba un pequeño jardín, estratégicamente ubicado en cada hogar o espacio comunitario, sembrado de carnívoras, manipuladas genéticamente.
- La ciudades del futuro son un floreciente negocio- reflexionó el satisfecho Egon, sabiendo de las ganancias que obtendría por sus experimentos.
Vio sobre el fondo del cielo azul, aproximarse el pequeño móvil volador de su esposa que, como todos los días, luego de dejar a los niños en el moderno establecimiento espacial donde estudiaban, aterrizaba en la explanada del balcón terraza, para compartir el café de rutina, admirando las numerosas especies que integraban el vivero del laboratorio.
El matrimonio seguía tan enamorado como el primer día.
Se acercaba el cumpleaños de Egon y los preparativos serían especialmente originales dado el acrecentamiento económico en que había entrado la familia más, el agradecimiento que le debía el personal bajo su dirección, por la generosidad con que el jefe, había sabido compartir el éxito.
Se abrazaron y besaron con alegría y Egon la llevó de la mano, ubicándola en el sillón frente al soleado ventanal.
Marcia sirvió café mientras le comentaba entusiasta sobre los planes acerca de la fiesta:
Le fue difícil no sonreír al observar la costumbre de su esposa, de comer solamente, las aceitunas que adornaban los emparedados.
-Vas a tomar el color de las olivas si sigues comiéndolas de ese modo, no dejas ninguna para mí- le reprendió tiernamente Egon, antes de continuar diciendo:
-queda en tus manos, tesoro. Sabes que las fiestas no son mi fuerte y mucho menos cuando son para homenajearme-
-Stef, cariño, esta es la oportunidad en que deberías estar más entusiasmado por tus festejos cumpleañeros. Mandatarios de estado, la comunidad científica, el laboratorio en pleno, la prensa, tus hijos, toda tu familia merecen que estés feliz, por este reconocimiento al trabajo y al amor que nos brindas cada día.
-Bien. Sólo por daros el gusto ¿cómo piensas tú que se hará entonces? -
-Luego de participar de la fiesta principal donde serás homenajeado por las autoridades privadas y públicas que se haya previsto, tendremos un ágape aquí mismo, en el laboratorio, con tus colegas y personal de maestranza-
Acaba de informarme tu secretaria que, para el festejo público, luego de la presentación oficial del proyecto –manifestó, dejando la taza vacía sobre la bandeja del café- se han contratado instalaciones especiales con servicio incluido y ya sabes, para el privado, organizaremos una reunión informal. He acordado el mismo catering que adquirimos para nuestras celebraciones familiares.
La fiesta más importante la tendremos tú, nuestros hijos y yo, durante el crucero sorpresa que te he preparado pero de eso hablaremos después.
La acompañó hasta el jardín – plataforma, cortó una bella flor rosada y colocándosela en el cabello, abrazó nuevamente a su esposa. Abrió la portezuela del móvil y volvió a besarle la frente, antes de que ella emprendiera vuelo hacia el hogar y él regresara a sus interesantes experimentos.
Había sido un año agotador, no le vendría mal el período de descanso que se habría ganado luego de los festejos en su honor.
Durante la presentación oficial del proyecto, Egon estuvo brillante. El mundo científico había aplaudido de pie. La exposición le había surgido con naturalidad y había sido comprendido con amplitud, a pesar de las dificultades propias de un sector del público, neófito en cuestiones científicas.
Su esposa lucía más bella que nunca. Resaltaba su tipo oriental, los ojos rasgados, su nariz tan fina y la piel semejante a la porcelana.
Sus caderas pequeñas y su forma de bailar y moverse durante la fiesta. Los brazos y el talle perfectos y sus miradas, hacían de éste, el mejor día de su vida.
¿Qué más podría pedir un hombre para la plenitud que sus éxitos científicos, la delicia de sus hijos y el amor de la mujer más bella del mundo?
La noche avanzó como si transcurriese en cámara rápida. Primero los discursos, las felicitaciones oficiales, los aplausos, la despedida. La huída al laboratorio por la portezuela trasera del imponente salón, donde se realizó la entrevista periodística internacional.
El festejo privado sucedió mejor de lo programado: íntimo, cálido, familiar. Los niños de los empleados y los suyos, se desplazaban divertidos de un lado a otro, entre las asombrosas flores de coloridos matices.
La comida, como siempre, exquisita y suficiente. Marcia era una gran anfitriona a pesar de que su mirada, se cruzaba continuamente con la de Egon buscando aprobación.
Poco a poco los niños del personal se durmieron en los sillones y sus padres, casi ebrios, comenzaron a subirlos a los pequeños móviles voladores y a alejarse rumbo a sus hogares.
La sala principal del laboratorio se había convertido en un mar de botellas vacías, platos descartables, servilletas arrugadas.
Los hijos de Egon dormían en su salita privada y su esposa se ocupaba de prepararse para regresarlos al hogar familiar. Egon despidió al último de sus colegas.
Agotado y feliz, se sentó en los sillones de la terraza, a disfrutar del perfume de las flores del jardín, del aire cálido y del incipiente amanecer.
Al momento apareció Marcia, el precioso vestido arrugado, los pies hinchados pero sonriente y con un Dry Martini en cada mano.
Mirándolo a los ojos, besó a Egon en los labios y cuando él se disponía a beber, con mirada pícara, se anticipó a robarle la aceituna que adornaba su copa.
Fue cuestión de un instante. Un latigazo le arrancó la mano y la planta la deglutió.










La frágil brevedad de todo*



Mesalina es la forma femenina del nombre Mesala, sin embargo, por mis excesos –afirman - es sinónimo de lujuria.
¿Qué saben de mí los que me acusan?
Se han postrado a mis pies todos los hombres imaginables, sin embargo, he amado a uno solo: Cayo Apio Junio Silano.
En aquellos años era una niña, casta y dócil y en nuestras largas caminatas donde no existía, ni siquiera un roce de manos, escuchaba embelesada a mi amado, recitar sus poemas. Cuando quise besarlo, Cayo me rechazó…lo demás es anécdota.

Mesalina…Mesalina.

No fue mi culpa. Tuve que casarme con el cojo, sordo de nacimiento…o -en muchas oportunidades me lo pregunté - ¿inteligente que prefería no oír? Crispaba mis nervios. Cuantas veces, desatada mi furia, lo atacaba y descargaba sobre su cuerpo hasta llegar al éxtasis, mis más bajos instintos sexuales y el bobo tartamudo… se babeaba de gusto.
Cuantas veces, a pesar del asco que me producían sus manos pegajosas y el aflautado de su voz, admiré su inteligencia.

Tras una conspiración ideada por el comandante de la guardia pretoriana y algunos senadores opositores, Calígula fue asesinado el 24 de enero de 41. No existe evidencia de que Claudio hubiese tenido complicidad, sin embargo, (afirman) antes de que se produjera el crimen, el bobo, abandonó sospechosamente la escena.
Fue brillante como estudiante, como gobernante y como estratega militar y fue adorado por su pueblo.
Entonces, ¿por qué no pude amarlo? ¿Por qué, a pesar de su deliciosa inteligencia, de su asombrosa cultura, de su fascinación por mí, no conseguí el embeleso que me producían aquellas poéticas tardes con mi adorado?
En toda familia decadente, hay alguien que se prostituye en bien de la prosperidad conjunta. Me tocó esa perversa suerte y desde entonces, he arrastrado los males de Averna. Por necesidades económicas, me indujeron a fingir estar enamorada del gigante retardado, al punto de que su tío, el divino Calígula, convencido, nos alentó a que contrajéramos enlace. Nunca me pregunté qué oscuras intenciones llevaron a mi pariente indirecto, el emperador, a semejante persuasión ni tampoco me importó que Claudio, hubiera pasado por fracasos matrimoniales anteriores.
El “pequeño monstruo”, como lo llamaba su madre, era alto, delgado, encorvado y de abdomen prominente y había cumplido sus cincuenta años cuando nos casamos. Yo solo contaba con dieciséis y era alegre y atrevida como cualquier adolescente.
Los primeros años de matrimonio fueron tranquilos. A pesar de su alcoholismo y de su presencia desagradable, tuvimos dos hijos: Británico y Claudia Octavia y aún así, mi belleza seguía floreciente y mis necesidades insatisfechas.
Muerto Calígula, los devenires del poder llevaron a mi esposo al trono. Apenas contaba con diecinueve años y fui nombrada emperatriz. No obstante la repulsión física que me causaba el nuevo emperador, me deslumbraron las glorias y la singularidad del poder y a pesar de mi juventud, tuve influencia gravitante en las decisiones de estado.
Claudio desconocía mis “desenfrenos”, como llamaban las cortesanas de Roma a mis bien justificadas incursiones sexuales y seguía enamorado, igual que el primer día, cuando lo deslumbró mi inocencia. Con tal de verme feliz, complacía de buen ánimo, cualquiera de mis caprichos. Aún así, ¿cómo pretendían que, en mi plenitud, pudiese ser fiel a tamaño adefesio?
Disfruté del poder y de las infidelidades al emperador, tanto con miembros de la nobleza como con gladiadores, soldados o actores. Fui amante de Marco Vinicio, el esposo de Julia Livia. Solo me arrepentí de un desamor: jamás de alguno de mis amores. Poco satisfecha, muy joven aún y más bella, enardecida por el deseo, me convertí en Lycisca y comencé a frecuentar el barrio de Subura. Me entregué, quisieran o no, a todos los hombres que me agradaban y sin exigir pago a cambio, antes de que mi esposo despertara de su confiado sueño, regresaba a mi hogar.
Estaba tan orgullosa de mi rendimiento que me atreví a un desafío: Mientras el emperador sofocaba una rebelión en Bretaña, competí con Escila, la prostituta de más fama por su resistencia sexual.
Fue una orgía magistral. Asistieron y participaron encumbrados hombres de la corte y sus damas. Hay quien piensa que fue por temor a mis represalias pero, Escila, soportó veinticinco accesos carnales y abatida por el agotamiento se rindió.
Sobrepasé ampliamente la cifra. Al amanecer había disfrutado de setenta coitos y luego de superar los doscientos, cerca del mediodía, pedí a Escila que continuara pero, la derrotada, no tuvo más remedio que rendirse ante mis “entrañas de acero”, como se atrevió a llamarlas.
Al regresar de Bretaña, con la intención de que compartiéramos las mieles del éxito y de la gloria, Claudio requirió mi presencia. Juntos hicimos la entrada triunfal a la grandiosa Roma.
No supuse que el emperador sospechara de mis devaneos amorosos pues, luego de los festejos, insistió en que lo acompañara a Ostia para disfrutar de los baños y relajarse de la reciente incursión.
Confiada en la ingenuidad de Claudio y en cuanto lo haría sufrir si se enterase de mis infidelidades, gozaba mucho más del sexo y encontraba mayor placer en azotar y herir a mis amantes, parodiando que zahería al emperador.

Aduciendo compromisos impostergables y malestares físicos, me negué a acompañarlo a la temporada de baños.
No habría sucedido si antes, no me hubiese empeñado en reconquistar al amor de mi vida, al ingrato Cayo Silano.
Después de la partida del séquito real con rumbo a Ostia, preso de adulaciones y de regalos, atraje a mi predilecto a palacio y lo colmé de promesas.
No logré contenerme: el trono de Roma a cambio de que se divorciara de su esposa y se casara conmigo.
Nuestra boda fue una bacanal. Volví a ser la adolescente que Cayo rechazara a pesar de los ruegos y, doblegado por la ambición, en medio de una orgía descomunal, pude tenerlo entre mis brazos e hicimos el amor. En un lecho de rosas y de uvas, embriagada de vino y de sexo, lo cabalgué hasta quedar exhausta, frente a todos los invitados.
Me acusaron de bígama. Narciso, el esclavo liberto, le hizo conocer a Claudio los acontecimientos.
Fue devastador. El emperador regresó de inmediato a Roma. Confiada en mis habilidades de seducción y de convencimiento, envuelta en sedas y aromas, reuní a las vestales. Nos apuramos para recibirlo a las puertas de la ciudad, con toda la magnificencia con que una esposa espera a un esposo. Aún así, Claudio, no detuvo el carruaje y siguió la marcha sin siquiera mirarme.
Ya en sus estancias de palacio, el emperador disfruta de un banquete donde el vino es el invitado de honor. Acaba de decretar la muerte de Silano.
De regreso, en mis habitaciones, mi madre me ha alcanzado un puñal para que yo misma me ejecute. Por fin comprendo la frágil brevedad de todo. Prefiero salir a los jardines a tomar el aire de la noche. Mientras camino entre las flores donde más que de miedo lloro por amor, espero mi sentencia.










El cruce*



No hay confines, no hay ecos, no hay sustrato
más que los dos umbrales de la vida
no menos que la savia contenida
en el vasto universo y su mandato.

Provoca a la cordura el insensato
buscando esa razón desconocida
con que la inmensidad viene vestida.
Si nada explica nada en lo inmediato

lo mismo canta el pájaro en la rama
y los ríos descienden de los montes,
las flores dan color de toda gama

y nosotros, absurdos polizontes,
vamos como perdidos en la trama
cruzando los extensos horizontes.










EL MALDITO BOTÓN ROJO*



Estoy frente al ordenador. Marte sigue intrigando a los científicos terrestres. Enviaron máquinas para que sobrevuelen la órbita y se desplacen por el planeta, en busca de señales que comprueben si existe algún tipo de vida.
La primera vez que nuestras naves fueron avistadas por los habitantes de la tierra, fue en tiempos remotos. La Biblia nos menciona y existen pruebas registradas en antiguas obras de arte. Por ejemplo, las encontradas por el científico Ruso Vicheslav Saisev en China. Datan de hace 2000 años. Representan a un ser extraterrestre y a una nave espacial ascendiendo. En uno de los detalles de la pintura la "crucifixión" de Visoki Decani, se observa una nave tripulada.
En la catedral, Nueva de la Asunción de la Virgen, Salamanca, España, una figura esculpida en piedra. La figura muestra a un viajero, vestido con un traje similar a los que utilizan los habitantes de ese planeta, en las excursiones de su incipiente carrera interestelar. Podríamos sumar innumerables ejemplos.
La noche del tres de Junio de 1947, medida de tiempo terrestre, en las afueras de Roswell, en Nuevo México, Estados Unidos, una unidad aviso que se encontraba efectuando tareas de reconocimiento cayó a tierra.
Fue sometida a meticulosas investigaciones por los círculos que entienden en el tema OVNI. No consiguieron develar ningún detalle que hiciera, siquiera suponer, el origen de la nave. Nació el mito de los “platos voladores”. Desde entonces, buscan probar la vida extraterrestre. En los cielos aparecen objetos que se desplazan, aterrizan y dejan huellas. Sucede con regularidad: descendemos a tierra y establecemos contacto con humanos sin dejar rastros suficientes que delaten nuestro origen.
En uno de esos descensos succionamos hacia nuestra rutilante y compleja nave, a aquella mujer. La adormecimos, le produjimos atonía muscular y falta de voluntad.
Cuando abrió los ojos, se encontró en la espaciosa sala- estudio, completamente esterilizada, desmoralizada y sin ropa. Maniatada a un plano horizontal que modificaba posiciones y giraba suavemente, mientras varios pares de pupilas inquisitivas la observábamos con detenimiento.
Comenzó a balbucear la palabra ma-má, ma-má, ma-ma-ma-mamá. Sus labios azulados apenas se movían.
-Bienvenida a la nave- transmití, pausado y tranquilizador. La mujer temblaba. Para poder realizar las incisiones programadas tenía, según lo requiere el protocolo, el cuerpo aterido.
-Ha pasado a formar parte de nuestro material de investigación pero no tema, no sufrirá. Mientras dure el período de estudios y concluyamos las etapas de nuestra rutina, vivirá un tiempo con nosotros y un tiempo con los suyos.
-¿Cómo podré hacer eso? ¿Vivir un tiempo con ustedes y un tiempo con los míos?
-No se asuste, antes de que usted comience su misión, lo solucionaremos. Cierre los ojos.
La inducción a la falta de voluntad pudo más y la mujer dejó caer los párpados.
Luego de abduccionarle el cerebro se procedió al reacomodamiento neuronal y a separar el alma del cuerpo, de modo que quedara suspendida, en el túnel luminoso que media entre su masa cerebral y los potentes focos que penden del techo del laboratorio. A continuación, efectuamos un corte en el pecho en forma de “Y”, con el objeto de examinar y manipular los órganos del cuello, tórax y abdomen y de instalar adminículos inherentes al cometido.
Resuelta la tarea, un efectivo rayo láser fundió la incisión. La volvimos a la vida y pasó a sala de recuperación. Después de algunas horas (tiempo humano) descendió a la superficie terrestre con la suavidad y la delicadeza, con que en el aire se mueve una pluma.
Basada en el temor de un inminente y peligroso conflicto, con una civilización tecnológicamente más avanzada, la noticia de la amenaza de una infiltración extraterrestre, evolucionó entre los humanos. Encontró su cenit, en la sospecha de que ya estábamos, sin que se dieran cuenta, entre ellos, secuestrándoles y utilizándolos para los más increíbles y extraordinarios experimentos.
La sonda Mariner 4, según cuenta la medición temporal de los hombres, en 1965, tomó las primeras fotos de Marte. Imágenes que alentaron las suposiciones sobre la existencia de agua y vida. Durante los años 70 continuaron las incursiones en el planeta rojo con las misiones Viking y los vehículos exploradores. Les siguió el robot Curiosity que recoge fragmentos rocosos y los analiza en sitio. Curiosity busca signos de habitabilidad. Su potente luz convierte piedras en bolas de fuego y determina los elementos que las componen.
Misión exitosa, de hecho, fue tan exacto el cálculo que, efectivamente, en el lugar donde aterrizó hubo, alguna vez, agua a temperatura adecuada, con niveles de acidez apropiados para la vida.
Situación que se modificó hace unos tres mil millones de años cuando el campo magnético de Marte se desvaneció, perdiéndose gran parte de la atmósfera.
Debajo del polvo superficial del planeta, la sonda Mars Express, ha descubierto hielo y encontró algo más peligroso y preocupante: metano. El metano es un hidrocarburo sencillo, se utiliza como combustible y en la elaboración de productos químicos. El programa europeo ExoMars lanzó en 2016 un satélite para examinar este gas. Próximamente, un robot se enviará a nuestro planeta. Será la primera misión que busque puntuales evidencias de vida. Nuestros espías no han conseguido averiguar, el lugar estratégico donde aterrizará el autómata. Los terrícolas buscan persuadirse sobre la existencia de algún tipo de sobrevivencia, hace unos 4.000 millones de años.
Los secretos de Marte se esconden en zonas prácticamente inaccesibles para la modesta tecnología terráquea. Sin embargo, los veloces progresos, llevarán a unir los fragmentos del enigma, obligándonos a preparar la aniquilación del invasor.
Quince años más tarde de tu primer ascenso a la nave, estoy apesadumbrado. Han llegado demasiado lejos: debo cumplir la orden. No tengo otra opción que estar aquí, impotente frente al ordenador. Espero, minuto a minuto, que aparezca la señal al lado de tu nombre. Manejo la certeza demoledora de que te veré por última vez: la última antes de apretar el botón, el maldito botón rojo, que obliga a convertir en deshechos espaciales, a tu planeta…y a ti.










La viajera*



En esa maravilla
de que los ojos miren
y se anhelen las bocas.
En la grandeza
de la insignificancia,
en la línea sutil.

En lo no revelado
en la constancia del amigo,
en la palabra
que nunca nos dijimos
habiéndolo deseado.

En la certeza,
en la sin razón del sentimiento.
En el ser
el verdadero ser que se es.
En la herida irreparable
de la ausencia.

En el desencajado malhumor,
en las uvas doradas,
en el leño que arde:
navega la viajera
la siempre eternidad.










Reproducción natural*



Desperté- ¿Sería por el olor insoportable a desinfectante?- Una mujer vestida de blanco me observaba.
-¡¿Cómo se siente hoy Marcela?!
Miré hacia mi costado pensando que le hablaba a otra persona pero un par de cortinas, quitaban la visión de la cama vecina.
Las pequeñas ventanas con rejas, permitían la entrada de los cálidos rayos que reposaban sobre la colcha impoluta que abrigaba mis piernas.
-¡Mire que es remolona ¿eh?! Hora de almuerzo y usted con los ojitos cerrados.
-Giré la cabeza para el lado contrario al anterior y tampoco nadie en esa cama.
-¿Va a tomar un caldito? ¿Cómo se siente? Ahora va a venir la mucama a traerle sopa y un tazón de gelatina.
Apenas podía hablar. Tenía los labios secos y pegada la lengua al paladar. Tal vez las medicinas.
-Levante el bracito, a ver si tiene fiebre.
-¿Dónde estoy enfermera?-
-En el hospital.
-¡Qué hago acá, señorita?
-Hummm, pocas líneas pero tiene todavía - murmuró la enfermera y sin aclarar más escribió en su planilla.
-¿Por qué la internación, dígame?
-¿No recuerda por qué? Inquirió molesta.
-No, señorita, ¿puede decírmelo por favor?
-Cuando venga el doctor le pregunta. Ahora estoy apurada. Haga pis, aquí tiene la chata.
-Déme el papagayo ¿cómo voy a usar yo una chata?
-Vamos, apúrese que tengo que atender a otras pacientes.
Pasé la mano por mi bajo vientre, extrañamente plano, estaba vendado y al tacto me dolía.
Algo atrajo mi mano al sexo. A pesar del dolor y de las vendas, lo toqué…¡¿QUÉ ME HABÍAN HECHO?!
- Apenas pude levantar la cabeza para mirarme: intentar saltar de la cama del susto y la impresión fue lo mismo. Atiné a gritar pero me salió un gemido que la enfermera no escuchó, tal vez, por encontrarse a cinco camas de distancia midiéndole la fiebre a otra internada.
-Incrédulo volví a palpar la zona genital. Algo no está funcionando me alarmé.
-¡Quédese quieta sino no voy a poder desatar sus piernas para que pueda bajar de la cama cuando esté mejor! –Recriminó la enfermera cuando pasó a retirarme la chata.-¿No tiene ganas de hacer?- Volvió a escribir en la planilla.
-Enfermera ¿qué me pasó?
-Cuando venga el doctor le pregunta.
-¿A qué hora llega el médico?
-Más tarde, tenga paciencia. Mire, ahí llegó el almuerzo. Coma, después vengo a ver cómo sigue.
Corrigió el goteo del suero y caminó hasta la cama siguiente.
El especialista se acercó rodeado de otros médicos.
-¿Cómo está mi amiga?
-Dr ¿¡Qué sucede!? ¡¿Qué han hecho en mi sexo?!
- La anestesia está pasando y la falta del miembro es el resultado de la operación a la que fue sometida.
-NO ENTIENDO ¡¿PARA QUÉ HE SIDO OPERADO DE ÉSTE MODO?!
-Un experimento.
-¿QUIÉN AUTORIZÓ UN EXPERIMENTO SOBRE MI? ¿ME ESTOY VOLVIENDO LOCO?
-Si amiga, si no obedece se volverá loca y es parte del tratamiento y usted no es una hombre sino una mujer y bien femenina por lo que usted misma palpa. Ahora a callar que el estar nerviosa perjudica la recuperación. No se preocupe, pronto su mente, dejará por completo de extrañar el sexo anterior.
-Señorita, aplíquele el hipnotizante y que vuelva a dormir hasta la hora de merienda.
La debilidad impidió rebelarme y los gritos fueron acallados por el rápido efecto de la inyección.
-En el laboratorio, lo que sobran son masculinos- Alcancé a escuchar- Necesitamos femeninos para que puedan reproducirse naturalmente. Todo bien, en una semana volverá a su jaula.











El Mago del Tiempo*



El hombre que vivía en la alcantarilla, demoledoramente viejo y desprotegido, revolvía la basura. Algo lo sorprendió entre los deshechos. Con el mugriento puño de su abrigo frotó el cuadrante.
Emocionado recordó sus años de piloto. Todavía no existían los relojes de pulsera y los aviones no contaban con el instrumental adecuado. Mediante una correa se ataba el reloj de bolsillo a la pierna o al brazo y gracias a su ayuda podían efectuar los cálculos de rumbo, distancia y horas de combustible que restaban.
Lágrimas de nostalgia le brotaron. Amorosamente siguió el trabajo. La esfera de cristal recuperaba su brillo. De pronto se encontró en un ascensor. Subió hasta la azotea de un enorme edificio. Lo esperaba el Mago del Tiempo, fue un encuentro inaudito.
El Mago hizo que le brotaron alas y voló, voló a través de los años. Volvió a ser aquel muchacho deslumbrado atravesando nubes.











Basura espacial*



Artemio Poblete, viajero incansable del espacio aunque, por lo que se sabía, nunca había salido del perímetro del Cottolengo, se preciaba de conocer de punta a punta el Universo.
Cada mañana pasaba la enfermera, para quitar los amasijos de caca que se le pegaban en las nalgas durante la noche y limpiarlo de babas y de olores. Mientras la mujer le ayudaba para que el té con leche no se derramara sobre la colcha de la cama, Artemio le contaba de sus viajes, por fuera de la atmósfera terrestre.
La enfermera había aprendido a escucharlo como quien oye llover y de vez en cuando, para conformarlo, le respondía, como al pasar, con un escaso monosílabo. Atenta a sus tareas le tomaba el pulso, la presión, le acomodaba la almohada y se dirigía al próximo paciente y, Artemio, volvía a quedar solo hasta el horario en que regresaban a cambiar sus pañales, a tomarle el pulso y a darle de comer. Mientras tanto, sus pensamientos navegaban por los cuatro rincones de las galaxias, feliz, despreocupado y divertido, como solo los niños pueden hacerlo.
"El loco del espacio" le habían dado en llamar en el hospital.
Cuando murió, encontraron envuelta en una vieja y mugrienta hoja de diario, restos de lo que parecía basura espacial. Después de todo, nadie se enteraba de sus actividades fuera del horario, en que el turno del personal del loquero, pasaba a visitarlo.










Viaje al pasado*



Coincidiendo con la fecha de mi cumpleaños número cincuenta, hace exactamente cincuenta años, los científicos de la N.A.S.A. de cuya existencia ya no tengo noticias, consiguieron hacer funcionar el diseño de la máquina en la que viajo hacia el pasado.
Ha sido emocionante al comenzar el viaje, tener la inmensidad del planeta a un disparo de cámara fotográfica, a la simple distancia de, en caso de poder abrir una ventanilla y, según parecía, poder tocarla con los dedos.
-¿Cómo se vive en el espacio tanto tiempo?- Es la pregunta obligada que supongo deberé responder a mi regreso.
Al principio, como cualquier astronauta, uno tiene que aprender a realizar tareas como si nunca las hubiese hecho. Comer, descansar, leer, bañarse. Todo es diferente porque en el espacio las cosas flotan libremente. Si se escapa de la mano el cepillo de dientes, el mismo podría actuar como un bumerang y golpearnos la cabeza.
Dormir, por ejemplo, es complicado mientras se orbita alrededor de nuestro planeta, porque el sol nace dieciséis veces cada veinticuatro horas. Aparece como un suspiro y se esconde igual de veloz, empeñándose en despertarnos pero, cuando nos alejamos, el viaje transcurre en total oscuridad, lo cual, también suele resultar traumático.
El universo es un lugar insondable. Los colores se ven brillantes y cuando se observa de cerca cualquier planeta, se pueden distinguir las montañas y las profundas hendiduras de los cañones. No existen las fronteras ni tampoco los límites. Uno siente que está inmerso en un imponente misterio, mucho más grande e indescifrable que viéndolo desde la tierra.
Es verdaderamente sobrecogedor. A veces me he llegado a sentir al borde de la locura. No ahora que paso el tiempo gravitando y no pienso como antes con tanta seriedad en el asunto, por sobrecogedor que parezca.
Puede resultar turbador y extraño al principio, pero luego de cincuenta años, es algo tan común como lo es, entretenerse en un parque de juegos en nuestra tierra, para una persona de cualquier edad.
La máquina en la que viajo fue creada con la capacidad técnica de provocar una curvatura en el espacio, con un campo de gravedad local en su interior, suficientemente poderoso y necesario como para permitir realizar este viaje. Lo demás fue rutina pues ni siquiera se necesitó para su construcción, utilizar materia exótica. Se construyó a partir, únicamente, de materia ordinaria y densidad de energía positiva.
No sé si a esta altura no será una obviedad tratar de explicar qué significa materia exótica. Por las dudas, aquí va una pequeña referencia:
El significado más estricto, se refiere a la materia que es más estable que la materia nuclear, que está constituida por seis tipos de quarks, pero no creo que sea el momento de extenderme en explicaciones que en la actualidad terráquea, deben de comprender hasta los niños de primaria.
Simplemente, se aprovechó un agujero de gusano como túnel espacio-temporal. Este tipo de agujero conocido por los físicos (de quienes tampoco he tenido más noticias desde mi partida) como puente de Einstein – Rosen, tiene la capacidad de conectar un instante de tiempo con otro, hecho que se desprendió de la resolución de las ecuaciones de relatividad general. La decisión de iniciar este camino fue un largo y dificultoso proceso científico, que además debió superar todas las contradicciones filosóficas de la época.
Para hacerlo más simple y tal vez risorio, fue como si desconectaran un televisor de la corriente eléctrica, aunque no estoy seguro de que ustedes sepan hoy qué era un televisor. En el momento de mi partida de la dimensión “presente”, como le llamábamos al momento que estábamos viviendo, un televisor era una máquina capaz de permitir ver imágenes, a la vez que se podían oír los sonidos de lo que sucedía en la escena. De todas maneras, ya estaba prácticamente suplantado por modernos ordenadores y se lo consideraba obsoleto. Pues bien, yo sentí como si me hubieren desconectado de la energía eléctrica y que un impulso irresistible me absorbiera, haciendo que mi cuerpo y mi mente se fueran transformando con lentitud, permitiéndome regresar en el tiempo, a través del agujero gusano y de mí mismo.
Las primeras especulaciones acerca de dichos agujeros, suponían que se trataba de túneles espaciales demasiado pequeños para el paso de una nave pero luego, los matemáticos demostraron sobradamente que eran perfectamente transitables.
Tanto es así que se obtuvo, basándose en las teorías de Einstein, que el espacio se curva artificial o naturalmente, hasta crear un campo de gravedad interno, capaz de arrastrar consigo el espacio (valga la repetición) y el tiempo próximo. Lo demás insisto, fue rutina. Una vez que los agujeros negros, unidos entre sí por agujeros de gusano, absorbieron a la nave, no fue necesario ningún otro esfuerzo humano para que se franqueara la puerta hacia el pasado.
Comencé a vivir hacia atrás cada minuto de mi vida: El estruendo que provocó el encendido de motores, el último apretón de manos del jefe de la misión en tierra, la tristeza de la separación de Eleanor, mi adorada esposa, los ojos llorosos de mi familia. El día que aprobé todos los exámenes y me consideraron apto para ser el tripulante de la nave- experimento. La muerte de mi madre, el día que egresé de la escuela secundaria y me despidieron con honores. Los juegos de la infancia, mis primeros pasos. Los mimos de mis padres, la avidez con que me prendía a los pezones en busca de alimento. Cada etapa fue vuelta a vivir en detalle, en mi camino hacia el pasado.
Mi viaje como dije, lleva exactamente cincuenta años, ocho meses y días. Pronto llegaré al límite en que deberé regresar. Según lo previsto, ya me he trasladado al módulo-útero- desde donde, en pocas horas, seré expulsado nuevamente hacia el futuro por un angostísimo canal. Deberé hacer el camino inverso, hasta aquél lejano presente que dejé tras mi partida. No estoy seguro si las generaciones que me siguieron, habrán dado importancia a mi viaje, probablemente a esta altura de los acontecimientos (he perdido por completo la comunicación con el –ahora- futuro) se me haya dado por extraviado o sencillamente disuelto en el espacio-tiempo. Tampoco descarto que me espere la gloria. No lo sé.
La experiencia en sí, ha resultado de total éxito, mucho más allá de las especulaciones que se barajaban antes de mi partida.
Tampoco puedo asegurar de que, para cuando llegue a aquél presente que abandoné con fines científicos, la ciencia haya conseguido superar el lapso de amnesia, que ocurre en los niños, que va desde el útero hasta temprana infancia. De no estar ello resuelto, lamentablemente, mi viaje como todos los de los viajeros al pasado que me precedieron, habrá sido de nuevo en vano. No podré recordar para contarlo y todo habrá quedado como entonces.










El medidor del viento*



-Hay cosas que solo son útiles para la melancolía.- pensó Francisco- de esas, es de las que más me cuesta desprenderme. A veces temo que mi vivienda esté plenamente tomada y, al contrario del texto de Cortázar, no haya percepción de amenaza ni siquiera, de mi parte, de decidirme a desecharlas, salir de ese entorno.

Francisco, que siempre había soñado con volar y también con liberarse de los trastos que acumulaba por doquier y que los copropietarios del consorcio, llamaban livianamente basura; estaba seguro de que su viejo colchón de plumas, debía tener mejor destino que el de humedecerse en el antiguo lavadero y dormidero de gatos y habiéndosele ocurrido la idea, se propuso crear su propio sistema de vuelo.
Le habían asegurado que imitar a los pájaros era acción imposible para las capacidades del hombre y que ya había suficientes experiencias de fatídicos intentos humanos, de utilizar plumas y armazones, extendiendo alas artificiales. Que se dejara de jorobar con esas invenciones extravagantes que solo serían útiles para que se rompiera los huesos.

Aunque nunca sería lo suyo, hubo quien le recordó historias sobre personas dotadas de poderes divinos que habían intentado volar. Era el caso de Ícaro y Dédalo, que encontrándose prisioneros en la isla de Minos, se construyeron unas alas con plumas y cera para poder escapar. Ícaro se aproximó demasiado al sol y la cera de las alas comenzó a derretirse, haciendo que se precipitara al mar y muriera.

Lo primero era lo primero y terco y metódico como era, consiguió ahorrar cada mes, el diez por ciento de su jubilación hasta obtener la cantidad necesaria para la adquisición de un instrumento que le permitiera medir la velocidad del viento. Compró un armatoste dotado de tres hélices unidas a un eje central, cuyo giro, proporcional al movimiento de las corrientes, las medía sin ninguna dificultad. Con cuidadoso esmero consiguió ajustar, en lo alto de la antena de televisión, la nueva adquisición y era un gusto ver girar sus hélices, mientras marcaba con cercana precisión la temperatura y la velocidad del aire. De ese modo, todas las mañanas, hiciera calor o frío, Francisco, subía al techo. Cuidando, sin demasiado éxito, de no romper tejas para no producir las inevitables goteras, Trepaba al ángulo más alto y estudiaba la intensidad y la frecuencia de los movimientos de los inquietos vaivenes, conocimiento relevante, a la hora de finalmente lanzarse, alas arriba, en delicioso planeo.

Las alas de plumas son un muy buen complemento para cualquier disfraz, realzando desde trajes de aves hasta ángeles y mariposas, leyó en el buscador de su P.C., mientras acercaba pronunciadamente los ojos a la pantalla y masticaba un bocado de pizza fría. Comprar alas de plumas puede ser muy costoso. Una buena opción sería construirlas tú mismo. De esta manera, puedes hacerlas únicas y personalizarlas al mismo tiempo.
-No es tan complicado- pensó. Simplemente había que conseguir unos metros de alambre de gallinero, que estaba seguro de que, en algún lugar del departamento, debía tener; cinta para pegar, correas y animarse…nada más que animarse.

Con bastante menor esfuerzo que armar las alas según las instrucciones, cosió las correas a los bordes del colchón.
La primera parte del proyecto estaba resuelta, una vez efectivizado, faltaba elegir el momento favorable para atreverse a cumplir su sueño.
Esa misma tarde estudió la orientación y la velocidad del viento y colgándose, gracias a las mencionadas correas, el colchón de los hombros, subió a la terraza. Para que el viento no los precipitara edificio abajo, con los metros de alambre se aseguró a las barandas y con las cintas de pegar y un rectángulo de plástico, que encontró en el contenedor de residuos de la planta baja, armó un pequeño cobertor por si se le ocurría llover.
Pero, esa noche, la luna era un disco blanco suspendido del cielo, la ciudad, una alfombra de luces titilando en lo bajo y los gatos maullaban de felicidad.
A pesar de su tos, Francisco se acomodó debajo de las estrellas, la espalda bien apoyada sobre las plumas y extendiendo lo brazos, soñó que volaba, que volaba como nunca jamás lo había hecho.










El Apocalipsis*



El coletazo me castigó en pleno rostro. Fui a rebotar una y mil veces contra el suelo. No sé cómo sobreviví. Cuando desperté los labios me ardían y los dedos intentaban aferrarse a lo que pudiesen. Buscando la sombra, me arrastré bajo el sol. Agobiaba la sed y sentía el estómago hundido por efecto de la deshidratación.
¿Volví a desmayarme? ¿Me venció el sueño? ¿Perdí la noción del tiempo? Todavía no sé pero cuando volví a despertar ya era noche. Más repuesto logré abrir los ojos. Las estrellas titilaban en el cielo y la brisa fresca me acariciaba el perfil. La paz era absoluta, sólo el ruido del agua y su monotonía. Logré sentarme. En el terreno suave y fértil, descubrí que la silueta de la vegetación, se recortaba en la inmensidad del cielo nocturno.
Inspeccioné mi cuerpo. De milagro ningún hueso roto. Rasguños en las piernas, en los brazos y en la espalda pero nada grave, al menos eso me pareció. Molestaban sí pero no noté que sangraran.
Tenía hambre y también la garganta seca y la necesidad imperiosa de beber agua dulce.
Agua dulce. Recordé que hacía exactamente ciento cincuenta y cinco días que no bebíamos agua natural, simplemente se había terminado y todo lo que conseguíamos eran gaseosas, licores, vinos y sabíamos perfectamente que no por demasiado tiempo pues estábamos a punto de agotar las reservas. La última botella de doscientos cincuenta centímetros cúbicos de pomelo edulcorado me había costado mi automóvil último modelo.
El automóvil último modelo. Comienzo a recordar que, inmediatamente después de que el nuevo propietario, lo puso en marcha para llevárselo, lo vi a los tumbos, arrastrado, de un lado a otro de mi calle, por la corriente putrefacta. Antes de que alguien me la arrebatara, apuré mi botellita de pomelo. La sed era urgente, como la que siento ahora, en esta extraña planicie.
Nos habían prevenido. El calentamiento global derretiría el hielo de los polos y el aumento del nivel del agua produciría graves inundaciones. La combinación de factores climáticos y los desastres provocados por el hombre, lograría el tan temido fin del mundo.
En los últimos tiempos, la humanidad no había cesado de preguntarse por qué no se encontraban extraterrestres en el universo. Las teorías fueron muchas. Una de ellas afirmaba que cada vez que una civilización llega a cierto grado técnico, genera un agujero negro que la traga y es destruida.
Amanece. Un pequeño sol rojo asoma sobre el horizonte. Vuelvo a revisar mis heridas. Milagrosamente han desparecido.
Empiezo a ver lo que me rodea. Es un prado de características extraordinarias y es hermoso. No es un cielo celeste, es rojo. Rojo como el pequeño sol y las manzanas.
Las colinas azuladas, el pasto tierno, las nubes van del lila al rosado. Las aves entonan cánticos de alabanza. Los peces abundan en los ríos y miles de flores y mariposas alegran el entorno.
Acerco con desesperación mi boca, al líquido incoloro del manantial y, haciendo cuenco con las manos, bebo. Humedezco mi cabeza, los brazos. La sensación de bienestar es paradisíaca. Una explosión de saciedad y plenitud, se desliza por mi garganta e inunda mi cuerpo.
Ahora recuerdo la explosión. Entre otras catástrofes, habían anunciado que pronto llegaría a nuestra atmósfera, el asteroide 2005 YU55.
Ahora recuerdo la mención del Apocalipsis y el túnel de luz.
Aspiro profundamente el delicioso perfume que la brisa me acerca. Dispuesto a malcriar mi apetito, camino hasta el bosque de frutales. Me acerco al manzano. A su sombra descubro la figura de mi mujer y algo me recuerda a una costilla.












Una manchita oscura*



El camino parecía una serpiente. Angosto y largo, subía, bajaba, se perdía en la altura del cerro. Precipicios, peñascos, hondonadas y chillidos lo acompañaban y cercaban como misteriosos tránsitos posibles entre la vida y la muerte.
¿Qué es la vida? Pensaba Kakuy mientras avanzaba por esas soledades polvorientas.
No había tanto que decir. Los paisajes coloridos del amanecer, el atardecer y sus reflejos azules, el cansancio de sus piernas de niño, musculosas de trepar lento y de bajar apurado por las laderas heladas del invierno e hirvientes del verano
¿Qué es vivir? Había preguntado la maestra. En la última clase, hablaron sobre la vida y Kakuy no había sabido qué responder. La miraba interrogante con sus enormes ojos oscuros mientras ella escribía en el pizarrón la pregunta: ¿Qué es la vida? Para mañana escribir diez renglones en el cuaderno de tareas.
La vida es el rebaño de cabras con sus cintas de colores que las distinguen de otros rebaños y los ponchos de vicuña que la mama teje agrietando sus manos.
La vida, pensaba Kakuy, es el fuego y el aire y la tierra y el agua que corre allá abajo por ese riito cantarín donde la mama lava la ropa y el papi recoge agua para dar de beber al rebaño.
La brisa golpeaba el rostro moreno del niño y se oía su silbido alegre, única compañía, mientras atravesaba la inmensidad.
-Mamá la maestra nos pidió una redacción sobre la vida-
-No se preocupe hijo- respondió su madre mientras le servía en su cacharro de barro cocido, el humeante locro y le alcanzaba un trozo de pan recién horneado.
-Mire usted a su alrededor y sabrá qué escribir sobre la vida- La vida m´hijo es un conjunto de cosas empezando por el amor de la familia que usté tiene y tienen sus hermanos.
Después de comer corrió hasta el corral de pirca donde su padre preparaba cintas para abrochar a las orejas de los nuevos cabritillos y de las llamas recién compradas.
-¿Qué dice m´hijito?-
-Qué es la vida papaíto, me ha preguntado la maestra-
-Pos, mire el sol niño- ¿Ve esa energía que produce el sol?- Eso es la vida. El sol le da calorcito a las semillas que sembramos y junto con el agua las hace germinar, así crecen el máiz y el zapallo que comemos.
-La vida es la Pachamama m´hijo, que nos cobija, nos ayuda y nos protege pa que criemos bien a nuestros hijos y aumente el ganado y los cultivos.
¿La Pachamama?
Pos, claro- ¿Pa qué le rendimos homenaje niño to los años sacrificando animales en su honor pa que la tierra sea fértil y le ofrecemos hojas de coca y le damos el tributo to los agosto dándole de comer y de beber a la madre tierra?
-Eso tiene que escribir sobre lo que es la vida, éso, ques lo más importante-
Caminaba Kakuy a paso lento pero firme. De vez en cuando una suave llovizna humedecía sus cabellos haciéndolos parecer más renegridos y gruesos, pero luego el sol reaparecía y volvía a refulgir en el pedregullo del camino.
Las manos en el bolsillo y sus dedos oscuros se empeñaban en encontrar las migas restantes del pan que madre le había alcanzado antes de salir.
Caminaba feliz, su tarea había sido completada con esmero. Seguramente la maestra estaría orgullosa de su trabajo.
A lo lejos ya se distinguía la escuelita, muy lejos en lo alto, como una manchita oscura.



**

(-Kakuy: Era el antiguo nombre del territorio Jujuy que los primeros exploradores deletrearon por error ‘Jujuy’, nombre corrupto que por fin le quedó.)












El túnel del tiempo*



Está oscuro, muy oscuro. Difícil es ver con nuestro único ojo dentro del túnel del tiempo. Sin embargo lo sentimos, es acuático. En cierto modo denso, una melaza liviana por donde nos deslizamos ayudándonos con nuestras aletas incoloras.
Muchas han sido las aventuras ocurridas durante el largo viaje.
Al principio del recorrido, encarnamos en artesanos y constructores, gigantes de horrible temperamento: fuertes, testarudos y de fieras emociones.
Posteriormente, fuimos encerrados por Urano, el dios primordial del cielo, en el Tártaro. Un lugar de sufrimiento y castigo. Liberados por Crono, el primer líder de los Titanes, aquellos dioses que gobernaron durante la edad dorada. Crono nos utilizó para derrocar y castrar a Urano y luego nos regresó a la misma cárcel de tormentos.
Zeus volvió a dejarnos en libertad y en agradecimiento, le ayudamos a forjar rayos para ser usados en la guerra que, el padre de los dioses y de los hombres, mantenía con Crono y con otros Titanes.
En aquellos tiempos, nos dedicamos a la construcción de armas de guerra: Brillos, truenos y relámpagos para Zeus. Un tridente para Poseidón. El arco y las flechas de Artemisa, el casco que Hades le dio a Perseo para que luchara contra Medusa y también fuimos y somos, los encargados de producir los ruidos internos, de los volcanes en erupción.
Apolo, uno de los más polifacéticos dioses del Olimpo, pretendió, a pesar de nuestra inmortalidad, habernos exterminado.
Luego fuimos una tribu primitiva de enormes monstruos de un solo ojo, descubierta por Odiseo, el héroe de la guerra de Troya, en una isla remota identificada como Hesperia.
Aseguran que los hesperies, estábamos relacionados con los Gigantes y con una tribu fenicia surgida de las gotas de sangre que cayeron sobre la tierra cuando Urano fue castrado.
El Gigante más conocido de quien se tiene referencia, fue uno de los hijos del dios Poseidón y de la Ninfa Toosa llamado Polifemo, que perdió un ojo por culpa de Ulises. Era barbudo y tenía las orejas puntiagudas de un sátiro.
Después de dichas manifestaciones corpóreas, se perdió completamente el rastro de los cíclopes, nuestro rastro. Ninguna referencia histórica ha vuelto a mencionarnos hasta ahora. En esta etapa del viaje y a efectos de continuar el camino, hemos encarnado en tiburones albinos, obviamente cíclopes. Nuestra misión continúa viajando a través del tiempo, en este caso, por el túnel acuático de las cavidades marinas. Lo hicimos durante miles de años. Ahora nos han interrumpido. Uno de mis hermanos, fue atrapado por un pescador a los alrededores de la isla Carralvo, que se encuentra sobre las prístinas aguas del Golfo de California. Luego de asesinarlo, lo ha entregado a las garras de los investigadores humanos. Nuestro viaje se encuentra momentáneamente postergado. De todas maneras, no hemos abortado el objetivo. Aunque sin cumplir, por el momento, deberemos mantenerlo en el más absoluto secreto hasta que, el hombre, vuelva a perder rastro y regresemos al camino, dentro de la persistencia conservada por tantos siglos. Pronto llegará la orden, acabará el viaje y el mundo actual… sabrá a qué hemos venido.









Burbuja*



Escrito está tu nombre puño y letra
en los vértices quietos de mi sangre
alma mía bien sé que ya no vuelves
y el olvido no va a ninguna parte.
La luna, media luna de tu pecho,
a cieno polvo y humo se ha mudado
y crece como cúmulo y presagio
la inhospitalidad del desamparo.
No ven mis ojos nada lejos tuyo
y todo lo que ven se te parece,
sin embargo camino hacia adelante
y sin que tú me ayudes sigo el rumbo.
No vuelves, ya no vuelves, no te espero,
tú mismo lo dijiste, nos dijimos,
todo lo que haya sido, no será.
La vida es un fragmento, una burbuja
que decanta en el límite del tiempo.











Autoestima*



El desamor es reversible pensaba la señorita Ángela mientras se desplazaba desde un lado a otro de la biblioteca pública acomodando libros.
Tantos años llevaba en el mismo trabajo que si no lo pensaba dos veces, no se recordaba en otro ámbito que esas cuatro paredes y tampoco en ninguna actividad que no fuera ordenar anaqueles, completar fichas, pasar el plumero a los lomos y llamar la atención a los niños que hablaban demasiado o molestaban a los lectores con sus movimientos .
Los días encerrada la habían vuelto pálida, las meriendas repetidas con sobre peso y el ámbito de trabajo silenciosa.
En los momentos en que su obligación no requería atención, Ángela, era adicta a leer historias de amor tal vez para recompensar la soledad que, sin que ella la asumiera, la agobiaba con más intensidad al paso del tiempo.
Ángela nunca mantenía conversaciones que no fueran más allá de las convencionales con los asiduos a la biblioteca o un cambio insípido de palabras con el personal de portería del edificio por eso, sin darse cuenta, hablaba consigo misma a veces con voz tan alta que la gente levantaba la vista de los libros que consultaba y mirándola fijamente, le obligaba a silenciarse aunque no pudiese disimular el rojo que le subía a las mejillas.
A pesar de su edad Ángela aún tenía la esperanza de la llegada de su príncipe azul, ese caballero que vendría a rescatarla de su vida solitaria, monótona y poco gratificante.
Ya lo decían sus maestras- Tienes la cabeza llena de pajaritos Ángela, si no cambias nadie se va a fijar en ti.
De niña sólo pergeñaba fantasías en sus escritos de colegio. Historias pobladas de ángeles y flores, de príncipes y caballos, de bicicletas aladas, de personajes de ojos tristes. En sus narraciones para el Día de la bandera nunca faltaba un niño de panza grande y un monopatín embanderado volando sobre los techos de lata, una niña con mocos en la nariz al borde de un arroyo contaminado. Por eso nunca sus redacciones pudieron ser leídas al frente de la clase.
Terminar el colegio y entrar de bibliotecaria fueron una sola cosa. –Un golpe de suerte- sostendría su madre- para esta niña que no piensa en nada más que en volar con la mente. Si hasta parece que le están creciendo alas en la cabeza de los pajaritos que la pueblan.
Evidentemente la vida de Ángela estaba signada por “las solas cosas”
Tomar un libro de un estante y verle entrar saludando cortésmente, fueron de nuevo, una sola cosa.
Se sintió intrigada por esa presencia empapada por la lluvia que colgó su sombrero goteando en el perchero de la entrada.
-Un golpe de suerte- sonrió el hombre- encontrar la biblioteca para guarecerme del diluvio-
Adelante- balbuceó Ángela. ¿En qué puedo servirle caballero?-
En nada señora- respondió el hombre- sólo que me permita acercarme a la estufa unos momentos y esperar a que calme la lluvia.
Ángela apenas se atrevía a levantar la vista, no había aprendido a desenvolverse fuera de los ensayados ¿Qué autor prefiere? ¿Conoce el nombre del libro que necesita? ¿Puedo orientarlo en su búsqueda?
Ángela dio una pequeña vuelta alrededor del escritorio y volvió a ubicarse en su lugar mientras observaba al hombre que secaba sus manos frente al fuego.
No sabiendo qué decir y al verle tan mojado, la bibliotecaria le ofreció un café que el hombre aceptó gustosamente.
Le observaba mezclar el azúcar con la cucharilla en forma silenciosa mientras una sonrisa cálida le agradecía su amabilidad-
No soy de esta ciudad- aclaró el viajero- he venido por unos días a resolver trámites personales- de manera que le agradezco su hospitalidad.
Sin levantar demasiado la vista Ángela apreció el buen porte del hombre, sus manos cuidadas, el cabello pegado a la frente, la manera de revolver el café y de beberlo.
-Es usted muy amable, me gustaría si no le parece atrevimiento que, cuando termine su horario de trabajo, si no llueve, me permita devolver la cortesía de su café.
Ángela simplemente se sintió morir y antes de haber aceptado ya se había arrepentido de la osadía-
Salieron juntos. Caminaba aferrada a su bolso como si fuera la mano de su madre, como si temiera que alguien se lo arrebatara en un descuido-
Se dirigieron al lado viejo de la ciudad, esas callejuelas que la mujer recorrí a diario regocijándose en el misterio y la magia que guardan las construcciones casi enfrentadas, apenas separadas por angostos adoquines húmedos y gastados. Las ventanas cubiertas de geranios y el perfume de los naranjos después de la lluvia.
Caminar por esas calles y que se produzca el hechizo fueron una sola cosa.
-Esta muralla que se extiende , explicó Ángela, pegada a la calle que transitamos, lleva en su interior dos tubos que conducían el agua desde los Caños de Carmona hasta los jardines de los Reales Alcázares y de allí tomó el nombre de Calle del Agua-
¿Qué son los caños de Carmona? Preguntó el recién llegado.
Parecía que Ángela había despertado- Su vocabulario primero limitado y balbuceante, tímido y opaco, se explayó en un manantial de argumentos sólidos, con referencias concisas y datos de inestimable interés.
-Los caños de Carmona fueron el principal suministro de agua potable a la ciudad. Originados en un acueducto romano se reconstruyeron durante la invasión islámica.
Funcionaron hasta 1912- Constaba de aproximadamente cuatrocientos arcos sobre pilares, era para su época una estructura de maravilla –
¿Qué material utilizaron en su construcción? Volvió a preguntar el interesado visitante.
-Se empleó para su construcción como material predominante el ladrillo, único material confeccionado en el lugar.
Siguieron caminando por las callejuelas que se enroscaban unas con otras, entre callejones sin salida y plazas florecidas de jazmines y rosas.
Bebieron el prometido café, en una barcito apenas visible en el recodo del río. Por todo lo que había hablado ella durante el recorrido, habló él mientras observaba el agua correr. Le habló de su felicidad, de sus hijos, de la vida sacrificada pero satisfactoria que le tocaba vivir. Le agradeció lo entretenida que había transcurrido la jornada escuchando sus palabras y luego de la despedida, el hombre regresó a sus trámites y la bibliotecaria, como todas las tardes a la misma hora, regresó a sus anaqueles.

Ya no lo volvería a ver pero hablar con ese hombre y que la vida cambiara para Ángela fueron una sola cosa.
Los pajaritos de su cabeza volaban por la biblioteca, su voz transformada sonaba como el agua que corría por los acueductos de la ciudad. El desamor es reversible pensaba y sus pensamientos solo recordaban dos palabras que se dijeron en la despedida:

-Es usted muy amable y linda-

-Vale-











Verdor*



Descendió entre vapores y nubes blancas. Le habían asegurado que no volvería, que los años contados del modo terrestre, pasarían uno a uno y que su vida acabaría enmarcada, en las fronteras rojas.
Convencido, intentó el ejercicio del olvido. No fuera a ser cosa que la nostalgia, por malos o buenos que fueran los recuerdos, lo convirtiera en un ser dependiente. No deseaba ser como aquellos que dejan su patria y luego pasan los días debatiéndose en la añoranza. El piso marciano, ese sería en adelante su hogar.
Sin embargo, por más que lo intentó, fue imposible borrar, el verdor inigualable que a la despedida, se extendía del otro lado del mirador de la nave.










Besos de arena*



Gris plata la cresta de la ola, gris la gaviota y la orilla.
Lucía el paisaje grisura transparente, pura calina. No era invierno, sin embargo la niebla, densa niebla, me devolvía a la añoranza, al calor de los leños y al recuerdo.
Apenas se veían, a lo lejos, las barcas de velas. Se perdían en el sube y baja de las ondas. El agua era una copia del cielo, tan gris como tus ojos, como tus ojos grises.

besos de arena
llovizna impertinente
los ha borrado











Cuestión de suerte.*



¿De quién es? - No alcanzó a escuchar -Mío- la bala le traspasó el pecho.
Así comienza esta historia que la vamos a ubicar en los bordes del bosque de esta enorme ciudad. Esta ciudad cuyas luces titilan su reflejo, en las húmedas calzadas, cuando las putas, los borrachos y los rezagados como yo, regresan no se sabe adónde.
Luego el tipo vestido de negro que se escabulló, a la velocidad que pudo, a través del suelo lodoso.
Lo primero que me vino a la mente, por prevención, fue alejarme del herido.
No es que no sintiera curiosidad pero bien dicen que el miedo no es zonzo. Yacía, el desgraciado, sobre la tierra mojada y su sangre se dispersaba a borbotones sobre el pasto verdirrojo.
Todavía se escuchaban los postreros jadeos y fue entonces, cuando me planteé llamar a una ambulancia o a la policía.
Por lo que sabía no había teléfonos cerca y todavía no existían los móviles de modo que paralizado por el temor a que el asesino regresara seguí, desde mi escondite casual, observando la escena.
Cuando pareció que el caído estaba lívido, volvió a jadear y yo volví a sentir ese mordisco en la conciencia. Lo estaba dejando morir sin resolver, sin tomar ninguna iniciativa para prestarle socorro.
Logré reponerme y lentamente fui deslizándome, de árbol en árbol, en busca de orientarme en la penumbra, hacia un sitio donde hubiese gente que pudiera brindarme apoyo en tal situación. Tropecé con un montón de basura maloliente, dos ratas huyeron interfiriendo el paso. Pensé que el ruido llamaría la atención del agresor y un escalofrío recorrió mi espalda. De vez en cuando volteaba la cabeza para ver si alguien me seguía. Sensaciones espantosas me acompañaron hasta que logré llegar a la veredilla que enmarca el parque. Faltaban pocas horas para que se poblara de gente bulliciosa que entrena, hermosas muchachas y jóvenes musculosos. Un chillido me sobresaltó pero no fue más que eso, por el momento, el silencio era casi imperturbable, ni siquiera los gorjeos que se oyen habitualmente, tan solo mi respiración agitada.
Apuré dos cuadras y encontré un viejo bar cuyos empleados, de ojos adormecidos, levantaban las últimas sillas.
Me acerqué, el sudor mojaba mi frente. En ese momento pensé en la terrible responsabilidad de la que me estaba por hacer cargo. Mi paz habría culminado en el mismo instante en que describiera lo que terminaba de ver y se llamara a la policía.
¡¿Y si el asesino me había visto en el parque!?- Lo primero que iba a enjuiciar era que yo lo había delatado- ¿Y si la policía me inculpaba del asesinato? -Todos sabemos que ciertos métodos, de incentivar la declaración de los detenidos, hacen decir lo que los sospechosos no desean ni sienten.
Seguí caminando. Pasé de largo la puerta del local, el cuello del abrigo en alto y mirando para otro lado, de modo que nadie viera mi rostro. Faltaba que más tarde, cuando se conociera la noticia, alguien, además del que disparó el arma, recordara haberme visto por las inmediaciones.
Volvió a remorderme la conciencia. Dispersé mi elucubración y regresé sobre mis pasos, esta vez con la decisión tomada. Contaría en el bar lo que acababa de ver y llamaríamos, sin pérdida de tiempo, al hospital y a la seccional.
Hice las cinco cuadras que me separaban de la puerta iluminada pero cuando llegué ya estaba cerrada y los empleados se habían marchado.
Volví a escudriñar el largo de la acera, no alcancé a ver, mis ojos no alcanzaron a ver donde pedir ayuda.
Aceleré el paso, el frío amenazaba traspasar mis huesos. Pensé en regresar donde el herido pero ya estaba lejos. Nunca he sido valiente, nunca he sido caritativo, no comprendo por qué habría de cambiar justamente ahora que estoy, más que nunca, olvidado del mundo; caminando por esta helada vereda de invierno, donde no se vislumbran más que perros callejeros y mi alma afligida, en la inmensa soledad de la madrugada.
El bar había cerrado. Un respiro de alivio me devolvió la paz de conciencia y produjo el desahogo de haberme salvado de la responsabilidad. Ya no había culpa de que no lo había querido auxiliar… cuestión de suerte y yo, ahora, contando los hechos como si fueran parte de una novela, como un modo de borrar su mirada suplicándome ayuda, como para que nunca más esa imagen, vuelva a azotarme en las horas de quietud.
Seguí caminando, los primeros rayos del sol comenzaron a aparecer detrás de los edificios.









Equinoccio de otoño*



La vida es, también, corazón,
resignar algo de luz en cada otoño;
cada vez que el dorado
desviste melancólico,
la copa de los árboles caducos
y arrebata sin pena
el nutrido verdor de la hojarasca.
Sin embargo y a pesar de ello,
el otoño es, además, la edad de oro
para los hombres sabios:
dan frutos los membrillos,
florecen las violetas y huelen
a castaños las horas cenicientas.
Es tregua y melodía de las hojas que caen
ante el recogimiento de los silentes días.
La incurable nostalgia que gotea en las ventanas
trae consigo el cielo de tus ojos amados
y entonces el morir, ese morir un poco
que regresa en otoño, se torna en prodigiosa,
en radiante primavera.










Informe de situación*



Soy el capitán de la expedición Kepler- 16B. Paso a describir el informe de situación, a la fecha:
Como ya lo hemos manifestado en anteriores envíos, el paisaje es sorprendente, las sensaciones, vertiginosas y prácticamente hemos perdido, el uso terrestre del tiempo. También, conseguimos adaptarnos a ver amanecer dos veces, en el plazo acostumbrado para una y a la duplicada puesta de sol. Acorde a las nuevas circunstancias, ya está el proyecto de un calendario apropiado y el cálculo de la duración de los días. Se ha hecho realidad La vieja fantasía de algunas películas de ciencia ficción. Acomodarnos al nuevo hábitat, fue larga y complicada tarea. En un planeta que gira alrededor de dos estrellas, en un territorio inhóspito, la misión no es fácil. La tierra se halla a doscientos años luz de viaje. A pesar de los dos soles, hace frío. Lejos está el cálido astro que entibia vuestras mañanas hogareñas y el verde que resplandece en la campiña. Lejos, aquellas épocas en que no existían, entre los pioneros de esta urbanización, diferencias de criterio.
Para no desarraigarnos por completo de la condición humana y de los hábitos terrestres, aunque ya no las escuchamos con la ansiedad de los primeros tiempos, esperamos las noticias del mundo que llegan, con retraso pero llegan. En el desarrollo de la misión empezamos a ver los primeros frutos. La vida, hasta ahora, comenzaba a ser menos dura y la nostalgia, a ocupar el lugar previsto, en los entrenamientos previos a la partida. No nos desmoralizaba la certeza de no regresar jamás a nuestro planeta. Vivíamos tranquilos, nos aseguraron que en cien galaxias examinadas, las sondas no habían encontrado rastro alguno, excepto nosotros, de existencia de seres vivos.
Aún en la distancia y en los cambios, habíamos acordado mantener ciertas rutinas de convivencia, especialmente la de conservar la serenidad ante los obstáculos, por difíciles que se presentaran. A pesar de ello, no alcanza el éxito, tampoco el esfuerzo por armonizar, las medidas a tomar en el futuro cercano. La falta de asidero adonde descargar la angustia, amenaza dividirnos.
No sabemos exactamente a que estamos expuestos ni cuánto, tampoco en qué momento, podremos volver a enviar mensajes a la tierra.
Cuando sucedan los hechos que aparentemente se avecinan, ustedes, los científicos que pensaron esta propuesta y el mundo entero, querrán saber de nuestras desavenencias y habrán de preguntar:
-Y ustedes, ¿por qué se separaron? ¿Cómo es que no consiguieron mantenerse unidos en la adversidad? Buena pregunta luego del estricto aleccionamiento en ese sentido.
No hay tiempo de entrar en explicaciones pormenorizadas y mucho menos de pedir ayuda. Por el momento nada ha sucedido pero estamos rodeados por cientos de ellas. Son naves desconocidas que se aproximan y luego se pierden, en la contumaz infinitud del espacio.












EL OJO EN LA NUCA*



-Recuerde que, una vez de oprimido el botón “Despegue”- sentenció Lotwer, Segundo Jefe de Operaciones, - su mente comenzará a retroceder en el tiempo. Adaptado a la medida Pársec, el viaje alcanzará con exactitud cincuenta de sus años biológicos. Recuerde también que el Pársec es una medida de distancia y que el año es una medida de tiempo. Concluido el programa efectivizaremos el regreso.
-¿Está preparado?- Preguntó antes de mi partida, Stugger, Primer Ayudante de Aplicaciones ¿se siente cómodo? Insistió, volviendo a arreglar el almohadón que sostenía mi cabeza.
- Por las dudas de que falle la tecnología, espero que la teoría del tiempo cíclico resulte verdadera- Bromeé. Luego, ante la intranquila mirada de mi joven esposa, simplemente cerré los ojos.
Desde que fui seleccionado para ser la vía mediante la cual, se lleva a cabo el experimento “El ojo en la nuca”, todo es vertiginoso.
Se trata de una investigación de altísima pericia, proyectada y ejecutada por el conjunto de autoridades científicas mundiales. El proceso tiende a descifrar el desarrollo del universo y a confirmar el comportamiento acomodaticio, de las particularidades que aspiran a cubrir las necesidades de supervivencia de las especies. Mi participación consiste en transitar mentalmente y en reversa, millones y millones de años luz en el tiempo, desmenuzando los vericuetos del pasado. Los primeros avances hacia atrás, demostraron el ya conocido que los años que transcurren, irreversiblemente, están impresos en cada vértice de la naturaleza, que sus efectos se observan en todos los seres que la forman, vivos o no vivos, y que cada variación que altera o conforma la vida en el universo, ha sido determinada por circunstancias y necesidades.
La huella del sucederse de los siglos se deja ver también en nosotros, los seres vivientes de este planeta que orbita alrededor del sol y ha moldeado cada conformación que nos constituye. Esa es la base de la investigación que, sin importar la disciplina a la que pertenezcan, se propusieron nuestros científicos. Mientras que el objeto último, es observar el pasado más lejano para comprender el presente y poder manipular el futuro (abarcando el ambicioso “más allá de la muerte”).
-El tiempo es intangible y no se puede ver-se opusieron algunos. Otros apreciaron que el único modo de “atraparlo” es a través de grabaciones cinematográficas, fotografías, de audio y que el reloj es sólo un “pasatiempo”.
Los arqueólogos sostuvieron que el tiempo puede ser leído en los restos que la naturaleza se encarga de bien guardar y basaron su teoría en los fósiles que los planetas conservan.
Los historiadores se prestaron a colaborar en lo que respecta al pasado de corta duración y los astrónomos, los más entusiastas, unieron sus vítores para la investigación de larga data.
El experimento “El ojo en la nuca” reúne, aún en medio de agudas controversias, conocimientos científicos de todas las disciplinas, de unas más que de otras, tendientes a descifrar, en pos del futuro, el pasado del universo.
Insertaron en mi cerebro, una cantidad de adminículos de mecanismos complejos que, a partir del momento de activados y sirviéndose de la radiación electromagnética, me han permitido, minuto a minuto y sin desplazar mi cuerpo, navegar hacia el Big Bang. Me garantizaron a cambio atención médica permanente, alimentación de primera calidad y comodidades propias de un príncipe, haciendo extensivas tales delicias a mi familia, durante y después del proyecto.
En lo que cabe para mis hoy cuarenta y nueve años biológicos y sin moverme de la confortable camilla de laboratorio, he viajado hacia el pasado según el diseño. He superado ampliamente los márgenes en que comenzó la vida en el universo, almacenando en mi memoria, la información más asombrosa y esclarecedora jamás imaginada, la que, según lo planeado, podré develar únicamente luego de mi “retorno”.
Mi salud es óptima pero, como resultado de un desequilibrio emocional fuera de cálculo, producto de la sofocante y desgarradora soledad en que estoy inmerso, he comenzado a sufrir de amnesia funcional. Hecho imposible de ser advertido por la tecnología que manipula, al ahora avanzado transcurrir del programa. Lamentablemente, no existen probabilidades de que mi súplica por volver antes de lo previsto sea “escuchada” y, por lo tanto, modificada mi situación antes de que finalice el experimento y antes de que olvide hasta el último dato acumulado.









Secreto*


El imposible sofocar la vida. La vida es como el agua, se escurre por los huecos, en cualquier rinconcito toma vuelo, extiende los apéndices, remonta, cielo arriba, planea. Se expande entre los árboles, bien alto, entre las copas, los pájaros lo saben, ellos han comprendido su secreto.











Bufanda*



No tengo tiempo, amor,
debo partir pero tú
no olvides que la noche
se teje de sonrisa.
Suele ser
como una larga bufanda
es cierto,
pero hecha de sonrisa.
Nadie te robe
la ternura con que tomas mi mano
y la dulzura de tus ojos.
No temas
esto es parte de la vida
como soñar y respirar.
Tú sigue
como cuando haces
las elecciones más difíciles,
siempre por el camino
de lo sensato y de la calma:
mi hijo, mi tesoro, mi amor.




*Selección de escritos de Ana María Broglio.
Dolores-Villa Gesell









Inventren






Estación San Sebastián*



Querido hijo:

He recibido la carta donde me sugieres que vaya a vivir con ustedes. Tienes razón, ya no es bueno que viva solo en esta casa donde me crié, desde donde mi madre, apretando los labios en un rezo, me veía correr para subir al tren y luego saltar al vacío.


¿Qué hubiera hecho yo sin los trenes?
Cuando las piernas me lo permiten, me acerco a ver ese camino de hierro que se pierde, más allá del horizonte… en el cielo.
Entonces, miraba las vías de otro modo. Apretaba fuerte las estampitas entre los dedos y subía y bajaba del tren, cuando estaba en movimiento, sin ninguna dificultad.
Eran años difíciles. Los turistas venían desde Buenos Aires y viajaban en plan de baños a Carhué. Por lo que se sabía, allí había las aguas termales más curativas de Argentina. Entonces, la gente era compasiva. Al verme descalzo, con poca ropa, me daban monedas, comida, golosinas y yo volvía a casa feliz y le prometía a mi madre que cuando fuera mayor, le compraría un sombrero y la llevaría a las termas, para que se cure del reuma.
Mi madre acariciaba mi cabeza y me miraba con ternura y yo me sentía más hombre que nunca.
-Tienes que aprender mucho sobre el ferrocarril, así cuando se los cuentes, los turistas te pagarán la información - insistía mi maestra. A la señorita le pareció muy buena la idea de que practicara la lectura y me prestó, de la biblioteca escolar, una revista con la historia del tren. Apenas había aprendido a leer y por eso me costaba bastante hilvanar las palabras y el sentido de las frases. Me hacía pasar al frente y me obligaba a practicar en voz alta, hasta que conseguí hacerlo de corrido y luego memorizar lo escrito:

“En la línea de rieles, San Sebastián, es la última estación en haber sido levantada, desde Puente Alsina, por la firma constructora Hume Hnos. Esta firma, edificaba las estaciones del FC Midland. Al llegar el tendido a San Sebastián, la sociedad constructora, quedó en bancarrota como resultado de largas disputas, por intereses, con la Compañía General Buenos Aires. En ese momento (mediados de 1908) el Ferrocarril del Sud y el Ferrocarril del Oeste, absorbieron al Midland y continuaron la construcción, reemplazando a la Hume por la Clarke, Bradbury y Co., lo que le da a las estaciones de aquí a Carhué, un diseño arquitectónico totalmente distinto, similar a las estaciones del Ferrocarril Sarmiento”

De pie, en el centro del vagón, cada vez con mayor seguridad, recitaba lo aprendido. Luego pasaba mi cajita de cartón por todos los asientos y la gente depositaba sus colaboraciones. Los clientes me respetaban y las ganancias eran mayores. Dejé de vender las estampitas y compré, a mi mamá y a la maestra, un bonito adorno para colgar de la pared.

Aquel día, lo recuerdo bien, viajaba una señora, sentada junto a una de las ventanillas. El vagón estaba completo pero el lugar, al lado de ella, vacío, sin ocupar. El viento movía su cabellera, que era del mismo color del sol cuando cae. Un vestido con motitas verdes y sus anteojos ovalados, de ancha armadura blanca. Encendió un cigarrillo, a la vez que escuchaba mis palabras con atención.
Por su aire distinguido, no tuve dudas, venía de la gran ciudad. Sobresalía entre nosotros, la gente del pueblo pero también, era diferente a los otros viajeros que la miraban fumar casi con desprecio.
El caso es que ella estaba en el tren cuando yo lo abordé y me puse a recitar, mi memorización de rutina. Me preguntaba qué hacía esa dama viajando en este tren, indiferente a los susurros y chismes de los pasajeros que no le quitaban la vista de encima. También yo la observaba mientras me escuchaba, sus hermosas uñas pintadas y su bolso adornado, de resplandecientes moños dorados.
No recuerdo de otra persona que no fuera de mi familia o mi maestra, que me haya sonreído, con tanta amabilidad, al momento de pasar mi cajita y tan generosa pues, tampoco recuerdo, haber recibido tamaña cantidad de dinero por el mismo trabajo.
Ese día como pocos, salté del tren, exultante por la recaudación.
Nunca volví a verla pero mi madre, se ruborizó cuando se la mencioné y me dijo que era de las mujeres que venían a trabajar, en un lugar de lucecitas rojas, detrás de la estación La Rica, unos kilómetros más adelante.
Cuando terminé la primaria ya estaba hecho al ferrocarril y pude conseguir un empleo como mozo de carga. La muchedumbre se arremolinaba en el andén y yo debía correr de un lado al otro para cumplir con mi tarea.
Los años me hicieron guardabarreras y jamás me aburrí de ver pasar las formaciones, de esperar que llegaran y de despedirlas al partir.

Ahora que el calendario de mi vida consume sus últimas hojas, mi querido, mi buen hijo, no me pidas que abandone los trenes.
Ha pasado la vida. Aunque el tren ya no regrese, sigo sentándome en el viejo banco, debajo del alero de la estación, a esperar el pitido que anuncia su llegada. El servicio se ha suspendido desde hace años y yo, he aprendido que la soledad, es una estela de humo en el recuerdo, restos de una memoria de papel que el tiempo borra, un desierto sin norte, olas de arena en un mar seco, un extenso camino de hierro que marcha paralelo, desde mi niñez a la muerte.

Tuyo, tu padre.




*De Ana María Broglio.
Dolores-Villa Gesell










El tren*



El tren despierta el eco de mi infancia,

ése vaivén de olas que me acuna.

Esa mezcla de mar en movimiento

y cielo que se escurre entre las vías.

El tren es ese pájaro que vuela

desde adentro de mí.



*De Ana María Broglio.
Dolores-Villa Gesell





-Próximas estaciones de escritura:

PLOMER    
-Por Ferrocarril Midland-

JUAN ATUCHA.  
–Por Ferrocarril Provincial-


***
El recorrido por venir del tren literario en el Ferrocarril Provincial:

JUAN TRONCONI.    CARLOS BEGUERIE.   FUNKE.   LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.   LOMA VERDE.  
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY. GOBERNADOR OBLIGADO.  
ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.    D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.   
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.   LISANDRO OLMOS.  INGENIERO VILLANUEVA.  ARANA.  GOBERNADOR GARCIA. 
LA PLATA.

***

El recorrido por venir del tren literario en el Ferrocarril Midland:

KM. 55.    ELÍAS ROMERO.    KM. 38.   MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.   LIBERTAD.  
MERLO GÓMEZ.   RAFAEL CASTILLO.    ISIDRO CASANOVA.  JUSTO VILLEGAS. 
JOSÉ INGENIEROS.   MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.  ALDO BONZI.   KM 12.   LA SALADA.   
INGENIERO BUDGE.  VILLA FIORITO.  VILLA CARAZA.   VILLA DIAMANTE.
 PUENTE ALSINA.  INTERCAMBIO MIDLAND.



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