*Foto de Karina Macció.
7 *
En este laberinto
de muros muy altos
y tumbas ajenas
donde planté mi casa
y árboles
y secretos
la gente muere un poco
cada vez que el sol cae.
Acá,
los que podemos,
al despertar
repetimos tercamente
la ceremonia
de estar vivos
todavía.
(Poema de “Invierno” de El
paso de la babosa, Cave Librum Editorial, 2018.)
-Paula Novoa nació en San
Antonio de Padua en marzo de 1976. Es Licenciada en Lengua y
Literatura, docente en escuelas secundarias del oeste del GBA y en
la Universidad Nacional del Oeste (Merlo). Autora de los
poemarios El año que fui homeless (Cave
Librum, 2014), Hija de mala madre (Cave
Librum, 2016) y El paso de la babosa
(Cave Librum, 2018).
ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA...
PEQUEÑAS EPIFANÍAS*
Corazón adentro
florece mi jardín de invierno
conoce la esencialidad de las esporas
y sabe
que su memoria vegetal recuerda
el proceso del renacimiento.
-Lo estoy escuchando-
SÓLO ELLOS*
Sólo los dioses saben
como estás
te acunaron en la noche
entre las sombras y el dolor.
Sólo los dioses saben
como estás
besaron la frente
de tu infinita soledad.
Sólo los dioses saben
como estás
te vieron ingrávida
entre el cielo y la tierra
frente a un pequeño umbral.
Sólo los dioses saben
como estás
escucharon tu silencio
ni una nota más.
Sólo los dioses saben
como estás
en ese vacío
que no se deja llenar.
Solo los dioses saben
como estás
balanceándote sobre
peñascos y pozos oscuros
que no quieres ver.
Sólo los dioses saben
como estás
aferrada a los hilos
que ellos mismos te dan.
*
Hacía sus ejercicios matinales puntualmente pasando de visible a
invisible con rapidez. Era muy metódico y pese a su depresión por la partida de
su amigo, cumplía sus rutinas. El otro había desaparecido dejándole como
recuerdo la habitación con todo lo que contenía. Se despidieron con cierta
angustia por parte de él y con ansiedad por el cambio el otro. Había vuelto a
la soledad Se impuso salir a caminar por las calles, lo cual siempre le había
divertido, pero ahora lo hacía con desgano, sin regocijo. No reía en silencio
como antes, no daba saltitos graciosos ejercitando su cuerpo invisible para
todos los que iban a su lado. Caminaba sin rumbo y volvía al cuarto
vacío. Debo hacer algo, pensó. Empezar otra vez a disfrutar solo. Por un
momento emitió destellos azules para afirmar su decisión, pero se apagaron en
segundos. Irme a otro lugar. Cambiar todo. Eso, pensó, eso es lo que debo
hacer. Esa noche descansó inquieto, A la mañana luego de sus ejercicios,
partió. Subió a distintos vehículos, instalándose entre la gente, que de pronto
se removía inquieta, por un roce inesperado. Fue cambiando para no aburrirse y
luego de varias opciones, eligió el móvil conducido por un anciano que llevaba
un niño a su lado. El se sentó atrás. A los pocos minutos notó que el niño lo
miraba fijamente con la cabeza ladeada y un ojo azul. No me ve, se dijo. Pero
el ojo azul seguía fijo en él. Se removió nervioso y pensó en retirarse, pero
no quería hacerlo. De golpe el niño desapareció. Se encontró solo con el
conductor que no lo miraba. Sintió una presencia a su lado. Una mano recorría
su cara. No pudo reaccionar, estaba atemorizado. La mano terminó su inspección
y una voz joven le preguntó hacia dónde iba. A cualquier lado, pensó. Lejos,
tanto como pueda. Estaba abrumado y no reaccionaba ante la voz que surgía de la
nada. Porqué lo haces, preguntó la voz interesada. Soy muy infeliz, contestó
sin palabras. Puedes viajar con nosotros si quieres, dijo la voz con tono
invitante. Mi abuelo y yo vivimos en el móvil. Quiénes son ustedes preguntó
casi lloroso. El niño apareció de nuevo y sonrió al vacío. Somos como tú. Viajamos
todo el tiempo. Adoptamos estos cuerpos porque es más fácil para moverse entre
los humanos. Tú deberías tener otro cuerpo también, observó con voz
clara. Él estaba tan desconcertado que tomó su forma natural sin
proponérselo. El niño lo saludó gravemente y el conductor emitió un gruñido de
bienvenida sin mirarlo. Algo empezó a cambiar en él por primera vez desde que
su amigo lo dejara. Estaba emocionado. El otro lo miró y por un momento pasó a
su forma real. No era un niño. Era un adulto y muy agraciado. Sus colores
naranja y amarillo eran cálidos. Se sonrieron mutuamente y el otro fue un niño
otra vez. El conductor por un instante, fue un anciano de color azul. Lo saludó
con otro gruñido y volvió a su estado anterior. Había empezado otra etapa. Se
sintió reconfortado y comenzó a meditar que forma adoptaría. Una mujer pensó de
golpe. Una mujer joven. Será divertido como experiencia.. Se acomodó en el
asiento del móvil con una sonrisa invisible en la cara. Estaba casi feliz.
*De Sonia Arismendi Pignataro.
Uruguay. (1939 – 2016)
Samovar
pintado*
a Gladys Lapides
Ella servía las palabras como desde una
mesa, el samovar pintado es una imaginaria lámpara maravillosa que
auspicia las mil y una tardes de cuentos. Servidos sobre el mantel de arabescos
de encaje, los Knisches se hermanan con el arroz con leche, como si en ese
espacio las tradiciones de los pueblos y sus literaturas, convivieran en paz.
Panes para untar con pastitas de gustos árabes, italianos, judíos. Cocinar y
hablar construyeron lo humano. Las historias arman sus escenarios, campiña
inglesa, el Río de la Plata, Luxor. El humor de Rudy y Fontanarrosa, nos buscan
la risa. Cuando la tarde se convierte en noche, los paquetitos (pekele) con
algo de lo servido, prolongaban en cada casa, la fiesta de los sentidos y la
amistad.
Santuario*
Hay un lugar sagrado (el corazón humano)
repleto de demonios y arcángeles y vísperas,
repleto de cadáveres y niñas de ojos negros
que invitan a la vida.
Un palpitante santuario carente de sacerdotes.
Un templo misterioso lleno de extraños ritos
que acaso asustarían a los posibles visitantes.
Mas aquí no hay turistas ni peregrinos;
es un lugar callado y solitario
cuyas puertas se entreabren muy raramente
a vientos desconocidos.
Ocurren entonces fenómenos inexplicables,
como la floración y la música
y el vuelo de gorriones y de alondras y musas.
Pero al final de la estación
la puerta termina por cerrarse
con un sordo chasquido
y todo cesa.
Excepto la desconcertante salmodia
que va retumbando por todo el ámbito
de la catedral en llamas.
-De El rostro prohibido
ELLOS Y EL UNIVERSO*
Cuando la imagen de la desdicha de una familia puesta delante de
nuestros ojos era irreversible, le pregunte a Kalman si tenía alguna historia
que dejara pequeña a la soberanía de la muerte.
Kalman quedó pensativo. Había pasado muchas horas de vuelo para
apenas llegar a ver a Esteban a punto de ser enterrado en un cementerio
privado. Estábamos pisando lápidas con nombres de personas desconocidas bajo un
techo gris de nubes que podrían poder tocarse con las manos. Nos rodeaba una
llovizna que hacía todo más triste e inolvidable.
-Sí. Tengo una historia justa para achicar la importancia de la
muerte.
Lo relató un arqueólogo. El hombre participa de un equipo
interdisciplinario que desarrolla una investigación en cuevas a las que se
accede desde la ciudad de Dubrovnik. Son cuevas que ya habían sido bastante
estudiadas en el pasado. La data de actividad humana realizada por carbono 14
muestra presencia desde veinte mil años atrás.
En este nuevo estudio se realizaron sorprendentes hallazgos que
fueron interpretados como independientes pero ahora están siendo pensados -al
menos como hipótesis- en conjunto.
Las excavaciones que se realizaron hace más de una década habían
hallado piezas de cerámica de 15.000 años. Uno de esos pedazos había quedado
bajo la mirada curiosa de aquel equipo científico, era parte de un objeto
desconocido y aparentemente inútil para aquel grupo humano primitivo que
habitaba allí, no era una vasija ni una urna funeraria.
La reconstrucción digital de los pedazos daba una imagen similar a
una mascara con aperturas para ver y respirar. Quizá era el primer casco
inventado como forma de defensa de los primitivos ante garrotazos de grupos
rivales.
El equipo en el que colabora el arqueólogo amigo de Kalman hizo
otro descubrimiento que resignifica la lectura de aquellos trozos de cerámica.
En otra cueva, cuya ubicación se mantiene discretamente oculta para
preservarla se hallaron pinturas y huesos tallados con imágenes con la misma
data AP de los pedazos de cerámica en cuestión.
Son imágenes de la vida de esos primitivos: escenas de cacería de
animales, mujeres talladas tipo Venus. Lo sorprendente fue el hallazgo de
pinturas de humanos teniendo sexo montándose como lo hacen los mamíferos de
cuatro patas. Las mujeres representadas con enormes pechos colgantes. Los
científicos quedaron admirados por aquellos antepasados remotos que representaban
al sexo y la procreación de nuestra especie como forma de derrotar a la muerte.
El gran descubrimiento fue observar que algunas de esas figuras
humanas representadas en el coito llevaban puesta en su cabeza ese casco -o lo
que fuese- similar al que se reconstruyo a partir de los pedazos de cerámica.
La lectura inicial de los antropólogos suponía que hombres considerados
"vencedores" podían tener sexo con las mujeres otro clan o tribu
rival "vencido". Un detalle falseaba esta hipótesis, también había
mujeres representadas con ese ¿casco? puesto teniendo sexo con hombres
desprovistos de ese objeto en su cabeza.
La duda inicial los llevo al tiempo a descartar que esa cerámica
fuese parte de una defensa de guerreros o una máscara ritual.
La siguiente hipótesis los llevaba a pensar que ese grupo humano
que vivió allí representaba su relación -incluso sexual- con otros provenientes
de una civilización "técnica" La cerámica sería entonces una
imitación -digamos- de una escafandra de aquellos llegados del espacio sideral.
O -porque no- parte del atuendo de viajeros en el tiempo provenientes de este
mismo planeta.
No hay, -cómo te imaginaras- ninguna conclusión certera en estos
estudios.
A Esteban le hubiera gustado conocer esta historia. Mas aún por
título del proyecto bajo el cual se sigue investigando: "Ellos y el
universo"
*De Eduardo Francisco Coiro.
El medidor del viento*
-Hay cosas que solo son útiles para la melancolía.- pensó
Francisco- de esas, es de las que más me cuesta desprenderme. A veces temo que
mi vivienda esté plenamente tomada y, al contrario del texto de Cortázar, no
haya percepción de amenaza ni siquiera, de mi parte, de decidirme a
desecharlas, salir de ese entorno.
Francisco, que siempre había soñado con volar y también con
liberarse de los trastos que acumulaba por doquier y que los copropietarios del
consorcio, llamaban livianamente basura; estaba seguro de que su viejo colchón
de plumas, debía tener mejor destino que el de humedecerse en el antiguo
lavadero y dormidero de gatos y habiéndosele ocurrido la idea, se propuso crear
su propio sistema de vuelo.
Le habían asegurado que imitar a los pájaros era acción imposible
para las capacidades del hombre y que ya había suficientes experiencias de
fatídicos intentos humanos, de utilizar plumas y armazones, extendiendo alas
artificiales. Que se dejara de jorobar con esas invenciones extravagantes que
solo serían útiles para que se rompiera los huesos.
Aunque nunca sería lo suyo, hubo quien le recordó historias sobre
personas dotadas de poderes divinos que habían intentado volar. Era el caso de
Ícaro y Dédalo, que encontrándose prisioneros en la isla de Minos, se
construyeron unas alas con plumas y cera para poder escapar. Ícaro se aproximó
demasiado al sol y la cera de las alas comenzó a derretirse, haciendo que se
precipitara al mar y muriera.
Lo primero era lo primero y terco y metódico como era, consiguió
ahorrar cada mes, el diez por ciento de su jubilación hasta obtener la cantidad
necesaria para la adquisición de un instrumento que le permitiera medir la
velocidad del viento. Compró un armatoste dotado de tres hélices unidas a un
eje central, cuyo giro, proporcional al movimiento de las corrientes, las medía
sin ninguna dificultad. Con cuidadoso esmero consiguió ajustar, en lo alto de
la antena de televisión, la nueva adquisición y era un gusto ver girar sus
hélices, mientras marcaba con cercana precisión la temperatura y la velocidad
del aire. De ese modo, todas las mañanas, hiciera calor o frío, Francisco,
subía al techo. Cuidando, sin demasiado éxito, de no romper tejas para no
producir las inevitables goteras, Trepaba al ángulo más alto y estudiaba la
intensidad y la frecuencia de los movimientos de los inquietos vaivenes,
conocimiento relevante, a la hora de finalmente lanzarse, alas arriba, en
delicioso planeo.
Las alas de plumas son un muy buen complemento para cualquier
disfraz, realzando desde trajes de aves hasta ángeles y mariposas, leyó en el
buscador de su P.C., mientras acercaba pronunciadamente los ojos a la pantalla
y masticaba un bocado de pizza fría. Comprar alas de plumas puede ser muy
costoso. Una buena opción sería construirlas tú mismo. De esta manera, puedes
hacerlas únicas y personalizarlas al mismo tiempo.
-No es tan complicado- pensó. Simplemente había que conseguir unos
metros de alambre de gallinero, que estaba seguro de que, en algún lugar del
departamento, debía tener; cinta para pegar, correas y animarse…nada más que
animarse.
Con bastante menor esfuerzo que armar las alas según las
instrucciones, cosió las correas a los bordes del colchón.
La primera parte del proyecto estaba resuelta, una vez
efectivizado, faltaba elegir el momento favorable para atreverse a cumplir su
sueño.
Esa misma tarde estudió la orientación y la velocidad del viento y
colgándose, gracias a las mencionadas correas, el colchón de los hombros, subió
a la terraza. Para que el viento no los precipitara edificio abajo, con los
metros de alambre se aseguró a las barandas y con las cintas de pegar y un
rectángulo de plástico, que encontró en el contenedor de residuos de la planta
baja, armó un pequeño cobertor por si se le ocurría llover.
Pero, esa noche, la luna era un disco blanco suspendido del cielo,
la ciudad, una alfombra de luces titilando en lo bajo y los gatos maullaban de
felicidad.
A pesar de su tos, Francisco se acomodó debajo de las estrellas, la
espalda bien apoyada sobre las plumas y extendiendo lo brazos, soñó que volaba,
que volaba como nunca jamás lo había hecho.
*De Ana María Broglio.
6 *
Querías sacar el almendro
para construir nuestra casa.
Hoy,
escribo bajo su sombra.
(Poema de “Invierno” de El paso de la babosa, Cave Librum Editorial, 2018.)
*
La comunión del que escribe y el que lee es más
fuerte que cualquier amor. Y más verdadero. Y no importa si escritor y lector
han pensado lo mismo: pero esa sensación de identificarse con lo escrito y del
desesperado mensaje del escritor hacia cualquiera, que es precisamente el que
lo está leyendo, es un gozo más profundo o al menos tan profundo como el de los
cuerpos que se aman. Los mejores momentos de mi vida han sido los de leer un
libro y sentirme parte de él o que a mí estaba dirigido.
Inventren
María Lucila*
"Cubre la memoria de tu cara con la máscara de
la que serás y asusta a la niña que fuiste"
Alejandra Pizarnik. -Caminos del espejo-
El hombre con el que me encuentro en el bar se llama Emilio, sabe
de mi interés por escribir sobre la estación María Lucila del antiguo Midland.
Dice que va a contarme algo de su historia personal que sin dudas tiene
relación con aquella estación de trenes. Le aviso que no logro escribir
razonablemente
bien y que más aún, tengo la sensación de que mi escritura empeora
con el tiempo.
-No importa, vengo a contarle esto porque necesito que alguien lo
escriba.
-me dice con tono de suplica.
-Y porque a mi me duele tanto el pasado que necesito contarlo a
quien tenga un rato para escuchar.
Lo que sigue es el relato del hombre, dos horas y media sentados,
con tres cafés cortados de por medio que quiso invitarme si o si. -Me ofende si
no me permite pagar a mi- dijo para terminar con mi resistencia.
En la estación María Lucila trabajaba su abuelo. Su madre nació
allí y la llamaron María Lucila para homenajear a la estación que además de
darle trabajo a su abuelo era su vivienda.
Pasó en el pequeño pueblo sus primeros años, luego de la
nacionalización cuando el Midland paso a ser parte del ferrocarril Belgrano, al
abuelo lo trasladaron un par de veces de estación hasta que se jubilo.
Lo cierto es que su madre pasó su adolescencia y juventud radicada
en Avellaneda.
Se hizo amiga de la Alejandra Pizarnik, cuando era una chiquilina
tímida y tartamuda. Y al menos una vez se fueron en tren a conocer el pueblo
que lleva el nombre de mi madre.
El hombre me muestra una foto con dos jóvenes que posan para la
cámara haciendo equilibrio sobre el riel, más allá se observa una estación
típica del Midland pero es posible ver el lugar donde se colocaba el cartel con
el nombre. Atrás de la foto puede leerse “con Florita Pizarnik, María Lucila,
enero del '53.”
Mamá era una mujer hermosa -dice el hombre. Igualita a las chicas
que dibujaba Divito.
Por alguna cuestión que desconozco lo único perenne en ella, lo que
había echado raíces profundas era la angustia. Su verdad era una cuna de
angustias de la que nadie había logrado sacarla.
(....)
Se equivocaron ella y mi padre en casarse. Mi padre era psiquiatra
y mi madre su paciente, se enamoraron o se tuvieron lástima -vaya uno a saber-
, o quisieron dar vuelta la historia de cada cual que los había llevado en ese
punto de encuentro o desencuentro.
Usted sabe que todo, absolutamente todo en el universo se acerca o
se aleja, pero nosotros nos ingeniamos para negar esas percepciones incómodas.
Creo que mi padre pensó que la iba a cambiar, no hay héroe más
fallido que aquel que quiere cambiar una persona.
Llego a decírmelo una vez: -lo que no se da espontáneamente bien
entre una mujer y un hombre no se lograra jamás. Nadie puede cambiar al otro
-ni a sí mismo-, según parece.
La angustia de mi madre le impedía conectarse plenamente con los
otros, estar presente y atravesar los acontecimientos que te van marcando en la
vida.
Se fue cuando mi hermano tenía 5 y yo 3 años. Dejo una carta. Mi
padre después de leerla ni intento buscarla, entro en un profundo silencio que
le duro meses.
Un día nos presento a su nueva mujer: Ella es Natalia, vivirá con
nosotros -nos dijo.
Natalia nos crío y malcrío lo mejor que pudo.
Mi hermano creció, estudio ingeniería electrónica y se fue a vivir
a Estados Unidos. Vive en Nueva Orleans, tiene mujer e hijos americanos. Dos
autos y vacaciones por el mundo.
Mi padre tenia 70 años cuando falleció, era 8 años mayor que mi
madre. Yo no había cumplido los 21 años. Antes de enfermar, me invito a charlar
en un bar.
Sin que se lo pidiera me dejo su consejo: -A los 20 años un joven
debe elegir si en su vida será un hombre o un marido. Te recomiendo que seas un
hombre...
Creo que le he fallado, no logre ni ser un marido eficiente ni un
hombre en el sentido que creo que le daba a esa palabra mi padre con un tono
cercano a lo sagrado.
*
De mi madre, quedaron casi todas las preguntas sin respuesta.
Nunca sabré si volvió a ver a su amiga Alejandra "la
florita" como la llamaban los abuelos.
Hay un abismo de treinta años de silencio.
La tía Eugenia -hermana menor de mi madre- logro encontrarla antes
de su muerte.
Tuvo una corazonada y la siguió. Volvió a María Lucila 20 años
después de que cerraron el ramal los militares y se llevaron las vías. Y allí
estaba mamá viviendo en la estación. Sin luz eléctrica, sin vecinos cercanos.
Salvo una escuela pública ubicada enfrente de la estación no había nadie a Km.
Allí vivía mi madre. ya envejecida prematuramente. Sacando agua con
una bomba manual, cultivando vegetales en unos pocos metros de quinta. Rodeada
de pájaros -tenia muchos en jaulas- y otros que venían a visitarla a los que
agasajaba regando la tierra con alpiste, o mijo o arroz según lo que tuviera.
No sabía nada del mundo, ni siquiera quien era el presidente de
turno, no tenia radio ni televisión.
¿Sabe cual era una de sus costumbres? Sentarse con una silla a la
hora de salida de la escuela y ver el rostro de los niños. Estudiarlos con
detenimiento y luego verlos alejarse por el camino de tierra hasta que eran
manchas blancas.
Sabía del suicidio de Alejandra y le dolía como si hubiera pasado
apenas unos días atrás:
"Pobre Florita, repetía. Tan lúcida y tan frágil. Pobres todas
las personas sensibles del mundo porque no tienen cabida". Eso es lo que
me dijo mucho después la tía, a la que hizo jurar que no le diría a nadie donde
estaba y como vivía.
*
Esto es lo que la tía Eugenia rescato: unas fotos, unos libros de
Pizarnik con anotaciones de mi madre. Una historia clínica que le dieron en el
hospital donde se lee el sufrimiento de su último tiempo. Muy poco para un
enigma de más de 30 años.
El hombre vuelve a abrir el libro que le dejo su madre y me lee
otra frase de Pizarnik remarcada con birome azul:
"Como una niña de tiza rosada en un muro muy
viejo súbitamente borrada por la lluvia"
Así me siento, así me sentí siempre, -escribe al costado mamá- y
espero que quienes esperaban algo distinto de mí puedan perdonar esta soledad
en la que he hundido mis días.
Emilio derramó lágrimas. Arrugó con rabia una servilleta de papel
después de secarse para evitar que sus lágrimas de sal caigan sobre el pocillo
de café.
Al rato nos despedimos con un abrazo. Mientras caminaba por la
avenida me di cuenta que ninguna historia de las que he podido contar son
historias de vida de gente feliz.
*De Eduardo Francisco Coiro.
-Próximas estaciones de escritura:
JUAN ATUCHA.
–Por Ferrocarril Provincial-
Próximas estaciones
JUAN TRONCONI. CARLOS BEGUERIE. FUNKE.
LOS EUCALIPTOS. FRANCISCO A.
BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE. GOBERNADOR UDAONDO. LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR DE SAN JUAN
RUPERTO GODOY. GOBERNADOR OBLIGADO.
ESTACIÓN DOYHENARD. ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA. D. SÁEZ.
J. R. MORENO. EMPALME
ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY. LISANDRO OLMOS. INGENIERO VILLANUEVA. ARANA.
GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.
***
Km 55
-Por Ferrocarril Midland
Próximas estaciones
ELÍAS ROMERO. KM. 38.
MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.
LIBERTAD.
MERLO GÓMEZ.
RAFAEL CASTILLO. ISIDRO
CASANOVA. JUSTO VILLEGAS.
JOSÉ INGENIEROS. MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE. ALDO BONZI.
KM 12. LA SALADA.
INGENIERO BUDGE. VILLA FIORITO. VILLA CARAZA. VILLA DIAMANTE.
PUENTE ALSINA. INTERCAMBIO MIDLAND.
InventivaSocial
Plaza virtual de escritura
-Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco
Coiro.
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