*Foto de Natü Zacarías.
*
El hombre cavó con calma un hoyo en la tierra húmeda y enterró en
él la máscara que fue la representación de sus ancestros. Y nació del hueco un
árbol robusto y mágico de cuyas ramas colgaban miles y miles de ojos en lugar
de hojas. La vieja madera volvió a ser madera viva, verde y fulgurante como el
mismo brillo de las estrellas; el hombre agotado y viejo se refugió bajo su
cobijo a esperar a que, las alas de la gran sombra le llamara de vuelta a las
raíces del gran árbol. Porque todo ha de volver a su destino. El agua al agua,
el fuego al fuego y la soledad del cuerpo a otro cuerpo. Y el árbol dio
testimonio de su vida ante el gran viento y los miles de ojos lo lloraron con
la intensidad de lluvia, y las aves parlotearon en el aire su regocijo por el
sabio de la máscara. Pero durante la séptima estación de lluvia una nueva
máscara fue consagrada en el bosque para que fuera los ojos de aquel hombre que
se perdió en el gran sueño.
NATURALEZA VIVA*
*Por Pablo Martínez Burkett.
Quien con monstruos lucha cuide de convertirse a su
vez en monstruo.
Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo
también mira dentro de ti.
FEDERICO NIETZSCHE
PECULIAR ERA EL epíteto más usado por la familia. El gesto,
invariable, era de resignación y desdén. Tanto casamiento entre primos iba a
traer consecuencias. “Niño rico con pajaritos en la cabeza”, la definición de
la regenta del burdel donde solía demorarse. Las causas iban desde la temprana
orfandad a la ausencia de rigor en los castigos infantiles, pasando por un
exceso de lecturas espinosas. Probablemente el primer experimento haya sido
producto del azar. Nunca lo sabremos. Pero el caserón de Guadalupe, el menor de
los Urquiza empezó a encerrar insectos en frascos de vidrio alegando que eran piezas
artísticas. Aunque los cautivos perecían sin remedio, las llamaba naturaleza viva. Pronto el catálogo de sabandijas se amplió
a pequeños animales: un cuis; un sapo, un gorrión de alas rotas. Los observaba
con depravado deleite. Hipólito se asiló en la casita a los fondos de la
mansión familiar rodeado de su galería de fenómenos. Con el tiempo consideró
retratar ese feudo de la industriosa corrupción y se metió a fotógrafo. Un
segundo azar, que algunos atribuyen al encierro o a la higiene deficiente, le
sembró de larvas una pierna. Cuando lo advirtió ya era tarde y antes que urgir
el aseo y la desinfección se entregó al progreso de la podredumbre. Dados
gordos de incienso ardían constantemente en todas las habitaciones sin que
consiguieran menguar el hedor y, sin embargo, Hipólito Urquiza ya era incapaz
de percibir otra cosa que no fuera su progresiva condición de obra de arte. Una
meretriz piadosa le deslizó la colosal dosis de morfina que lo mató. Si bien
hace años que trabajo organizando muestras fotográficas en el Museo Municipal
de Artes Visuales Sor Josefa Díaz y Clucellas no me decidía a aceptar la
curaduría de las fotos que atesoran la secuencia de su desatino, hasta que leí
en el reverso una línea de su puño y letra: “arte es aquello que te obliga a
cambiar la mirada”.
-Pablo Martínez Burkett es autor de
los libros Forjador de penumbras (Galmort, 2011), Los ojos de la divinidad (Muerde Muertos, 2013) y Mondo cane (Muerde Muertos, 2016). Cultiva el llamado
fantástico rioplatense, con foco en el terror y la ciencia ficción oscura.
Escribe para revistas del país y el extranjero y ha participado en más de diez
antologías. Ha recibido premios en una docena de concursos literarios. Algunas
de sus narraciones han sido traducidas al inglés, francés, portugués, italiano
y rumano.
INTERVALO LÚCIDO*
El hombre se detuvo con brusquedad en el centro mismo de la masa hormigueante
que corría por la larga avenida, sobresaltado por la súbita revelación que
acababa de herir su conciencia. Primero con perplejidad, luego con horror, miró
hacia uno y otro lado, y el espectáculo escalofriante de la multitud que se
desplazaba raudamente a su alrededor lo estremeció.
Como una legión demencial de maratonistas, millones de figuras
deshumanizadas avanzaban en idéntica dirección, con la vista clavada en un
horizonte distante que nadie alcanzaba a divisar. "¿Para qué corremos,
entonces?", atinó a preguntarse, asustado. "¿para qué corremos todos,
si ni siquiera sabemos hacia dónde vamos?" Pero apenas un instante
después, reanudó la carrera con redoblado ahínco. La humanidad se alejaba y él
se estaba quedando vergonzosamente atrás.
Pájaro en una tormenta*
Ese día, ese primer día de la naciente primavera
la embriagadora música amaneció sobre los montes.
La risa azul que irradiaba el firmamento
reverdecía las laderas y ensalzaba
los contrastes verdirojos de los prados.
Ese día florecieron los años de destierro
reconstruyendo la antigua cúpula dorada
con columnas de esperanza y miradores
que se abrían sobre el valle de la dicha.
Así, ciego, con la daga de tu nombre entre mis labios,
creí haber escapado a las fauces del destino,
pero hoy las sombras cenicientas de twin peaks
nuevamente han descendido sobre mí
y no hay una hondonada sin fisuras
donde poder respirar un minuto de sosiego.
¿Qué despiadada venganza de los dioses
me condena al arbitrio de las nubes
inquietantes, plomizas, que me cubren?
¿Qué oscuro designio ha desencadenado
el furor del vendaval sobre mis alas rotas?
Dondequiera que el atardecer me lleve
la faz del firmamento está cerrada.
Un granizo triste azota las esquinas
de esta ciudad vencida, saqueada y moribunda
donde hasta los perros vagabundos se estremecen
cuando sus ojos caen en la oquedad del cielo
tapiado por un muro de silencio perpetuo.
No hay luna que brille en esta noche aciaga
y hasta el bosque resuena con un murmullo de amenaza
que confunde la vigilia de los búhos
y acalla las canciones de los árboles
como una divinidad incontestable.
Los ángeles blanden un estandarte de inclemencia
y el horror se va extendiendo en los zaguanes
como un torrente negro que va desdibujando
las huellas que dejaron nuestros pasos
en la alfombra de asfalto, en las baldosas
blanquinegras que adornan el recuerdo.
Todo es una sombra impenetrable,
todo un trueno aterrador que nunca cesa,
un relámpago atroz que incendia la cordura.
Y entre el caos volar, volar toda la noche,
toda la infinita noche atravesar los cielos
sabiendo que las tormentas nunca cesan
y que el amanecer es tan sólo una utopía
urdida con los frágiles cristales
del evasivo espejo que jamás se detiene.
*
Será que ahora,
cuando verdean las hojas de los sauces
y se perfuma el aire
del olor dulce y feroz de las glicinas
y yo pienso en la suerte de mis manos
que no tiemblan,
será,
que ya no me asombra el ciclo de las estaciones
porque empiezo a aceptar la maravilla
de estar viva y de pie.
Soy, como todos,
lo que resta de la que fui un día,
al fin y al cabo,
yo también soy una siembra
de lo que fui dejando caer mientras vivía,
menos digna,
acaso,
que las pequeñas bestias subterráneas
que no se hacen preguntas.
TIEMPOS*
Hay un tiempo monocorde, un tiempo único que se mide en años, en
décadas, en números escritos en papel o en las pizarras, el mismo número para
los millones de almas. Está el número que empieza en dos mil para los
católicos, en cinco mil para los judíos, en no sé cuántos para los chinos, y
así en cada cultura, en cada continente, diferentes pero los mismos, fecha de
coincidir en otoños y en la moda, y en las opiniones que se usan o no como el
largo del cabello, los tatuajes o el corte de los vestidos.
Es un número no negociable, se impone desde el encabezado de los
periódicos y nos acecha en el margen inferior de las pantallas. El año en
curso. Año lectivo, año litúrgico, lo que sea, pero el mismo para cada uno en
cada morada y bajo sol o estrellas.
Después de ese tiempo general e impuesto que sufren los ancianos y
los durazneros, a su lado o por debajo, no lo sé, hay un tiempo otro que se
mide en el lugar que vamos ocupando en una cadena insoslayable.
Hijos primero, y hermanos, nuestras charlas y opiniones, nuestros
enojos y temores se encadenarán fatalmente a la familia primordial. Pasaremos
por el noviazgo, de pronto las conversaciones y la inclinación de las balanzas
vendrá por esos extraños que modifican los afectos y las angustias. Embarazos,
casamientos, nacimientos. Los temas se superponen pero giran sobre el eje de
una familia nueva y más íntima, las responsabilidades y los nuevos problemas.
Fiestas de cumpleaños, ¿Y el trabajo, qué tal?, vacaciones con sombrilla y
bolsos monumentales.
Los chicos van creciendo, problemas y ya sabemos, niños pequeños
problemas pequeños, niños grandes… Están de novios los chicos. Suegra, suegro,
imposible que yo sea suegro de alguien si apenas ayer le compraba la leche
chocolatada, los lápices de colores con olor a madera. Pero los chicos están de
novios. ¿Y el trabajo, qué tal?
Los padres envejecen, de pronto hay que hacerse cargo de los
padres, no puede ser si apenas ayer nos sostenían, eran piedras en la llanura,
monumento ecuestre y prócer y alguien inamovible. Los padres envejeciendo
precipitadamente, sin remedio. Parte médico en las reuniones, la salud de tu
mamá, la próstata de tu papá, qué van a hacer ahora que ya no se puede quedar
solo. No sé, ya vamos a ver, nadie quiere ver eso que ya vamos a ver, nadie quiere
decir qué vamos a hacer ahora que no puede quedarse solo.
Las responsabilidades de a muchas y en sacos, en cajas y de todos
los tamaños, indudablemente pesadas. Hay que seguir adelante, aunque ya no
aguanto tanto como antes, aunque el cansancio arrecia.
Suegros de veras ahora, abuelos. ¿Abuelos? ¡Abuelos, si apenas
ayer! Increíblemente abuelos, y empiezan o siguen los funerales. Los padres y
madres, pero antes los padres sobre todo van cayendo como manzanas maduras.
Abuelos, huérfanos y abuelos ¿Y el trabajo qué… ah, ya a punto de
jubilarte? Y ahora entonces cómo llenar el tiempo. Nietos, claro.
De la salud y la alegría y el futuro limpio pasamos a tener el
cuaderno borroneado de enfermedades y defunciones. Los hijos que tienen canas,
papá, tu suegra, y cómo estás vos de la próstata, y tengo que ir mañana al
oftalmólogo y pasado tengo turno con el cardiólogo. Y la sal ya no y lo frito
ya te conté. Los turrones duros no por los dientes.
Las enfermedades de los chicos y los padres y los tíos. Y ahora las
nuestras, y nuestra propia caída en los vacíos espacios que dejan los que se
van marchando, y de a poco nuestras propias muertes.
A tiempo del tiempo ese general e indiferente, nuestros tiempos
pequeños que anotan con nuditos en una cuerda modesta las aflicciones y
ganancias de un libro modesto. Llegadas y partidas, la declinación de las
mentes y el cuerpo que se vence.
La muerte de los mayores, la muerte de los queridos maestros y de
los cantantes admirados, del trompetista aquel, de aquel actor que fue joven y
hermoso (lo recuerdo).
Nuestros tiempos que se despliegan y se gastan, que en cada hoja
guardan la debida anotación. Nuestros tiempos de vivir los capítulos por orden
consecutivo y con cierta molesta repetición de situaciones y argumentos.
Nuestras propias breves vidas.
Y de a poco, nuestras propias muertes.
Te arrancarán del sueño a medianoche*
Te arrancarán del sueño a medianoche.
Serás conducido por hostiles corredores.
Te verás empujado hacia una luz simulada.
Traspondrás puertas marcadas con sus signos,
signos ajenos que no podrán conmoverte.
Visitarás alcobas nocturnas que te sumirán en el dolor.
Te robarán el sueño, serás uno de ellos.
Luego, al alba, te arrojarán de nuevo entre las sábanas
y creerás haber sufrido una funesta pesadilla,
pero solo hasta que el espejo te devuelva el saludo
de unos ojos que no serán tus ojos,
que serán los ojos intrusos de un extraño,
ojos cronómetro que irán restando los segundos
que te separan del silencio definitivo.
-De El rostro prohibido. Poemas de
@S_Borao_Llop
RETRATOS INTERIORES *
“Todos estamos, Oh, mi amor- tan llenos de retratos
interiores, tan llenos de paisajes no vividos.”
ELENA PONIATOWSKA
Amor, traigo un hueco ancestral dentro del pecho.
Un paisaje niño y recuerdos dispersos. Una herida empañada.
Ambos lo sabíamos; la muerte llegaría en otoño.
Un paisaje de címbalos dorados.
Y temíamos, no, no es eterno el enero.
Castillo en ruinas. Campana amordazada. Manzana de oro.
Ay, amor. Tan callado. Tan quieto, tan desnudo.
Ardiendo, ardiendo siempre. Memorioso. Inocente.
Ay, cuantas calandrias han caído. Cuantos santorales.
Cuantos dedos quedaron en su pelo.
Su rostro de sal mordiendo mis avernos.
Su respiración. Sus hormigas carnívoras. Su albardón.
Y grito, toda yo un grito ensangrentado.
Una pupila que me corroe el aura.
Y esta realidad que me golpea el rostro.
Hoyosa. Espejada. Escindida.
O quizás, solo quizás.
“…la soñé y tal como la soñé amaneció en mi puerta…”
*
Anoche soñé que el viento nos hablaba. Soñé que nos mostraba con qué
facilidad podía hacer volar una ciudad. Con qué rapidez podía sacarnos del
medio, tirarnos lejos. En un segundo miramos por la ventana y nos vimos volar a
más de 130 Km por hora. Es un mensaje, pensé. El viento nos seguía hablando.
Nos decía que la capacidad de juntar es más difícil que la capacidad de
separar. Que juntar dos elementos exige cuidado, fuerza, precisión. Pero
juntar, nos decía, exige sobre todo otra cosa: delicadeza. Lo decía con la
suavidad de quien toca a un recién nacido. Delicadeza en la fuerza, en la luz,
en el tiempo. Lo último que recuerdo es haber visto uno de mis vestidos abierto
como un pájaro contra los rombos de un alambrado.
-Valeria Pariso nació en 1970 en la
provincia de Buenos Aires. Publicó los libros de poesía: "Cero
sobre el nivel del mar" Ediciones AqL (2012), "Paula levanta la persiana", Ediciones AqL (2013);
"Donde termina esta casa",
Ediciones de la Eterna (2015), "Del otro lado de la
noche" (2015) Editorial El Mono Armado, "Triza"
(2017) Editorial Detodoslosmares. Tiene inédita la trilogía: "Uva negra", "Mascarón de
proa" y "El castillo de
Rouen".
Varios de sus poemas fueron traducidos al portugués y al italiano.
En el año 2014 crea, en Bella Vista, un ciclo de poesía destinado a
la lectura de poesía contemporánea entre vecinos que continúa coordinando en la
actualidad, incluyendo fotografía a cargo de Karina Giglio y música a cargo de
César Jorge.
Coordina talleres de poesía.
Tiene los blogs:
www.tantotequeria.blogspot.com.ar
www.laficciondelolvido.blogspot.com.ar
www.viajaresunpoema.blogspot.com.ar
Inventren
La vaca y el tío*
Eran los años 40. La fecha justa es imposible de reconstruir.
El tío abuelo Juan trabajaba
en La Vascongada visitando tambos por la zona de los partidos de Chivilcoy y
Suipacha que enviaban leche para la usina láctea. No era vasco sino italiano,
pero usó boina vasca en la inmensa pequeñez de cada recuerdo.
El tío abuelo al que su mujer llamaba "Joani" con una
dulzura inigualable en su voz era un hombre de más de 30 años. Un tipo honesto
para el cual la palabra valía más que cualquier papel firmado.
Entre sus tamberos amigos estaba Aitor.
El vasco Aitor quería que el tío dejara de ser un empleado o que
además fuese tambero. En una de esas visitas donde el tío abuelo verificaba
condiciones observables del tambo. Aitor que ya era un amigo entrañable
consiguió que Juan aceptara un regalo al que le presento de un modo
inolvidable:
-Se llama Aurora. Es una maravilla que puede darte mucha felicidad.
La vaca era una de las mejores que tenía en su plantel.
Entre ellos sabían que el tío Juan no cambiaría su firmeza de
inspector de tambos ni dejarían de ser amigos que dejaron sus pueblos para
vivir en la tierra de promesas que era la Argentina entonces.
El tío Juan había comprado o arrendado un campo en las cercanías de
Rosario.
Aitor lo quería convencer que pusiera un tambo. Él lo podría ayudar
con su experiencia. El primer gesto fue regalarle a "Aurora".
En aquella época los trenes llevaban granos, animales, encomiendas,
también pasajeros con sus equipajes pues eran trenes mixtos.
El tambo de Aitor quedaba entre San Sebastian y Almeyra, pero San
Sebastian era una estación importante de la cual salían como cabecera trenes
directos para Puente Alsina.
El primer tramo del viaje era breve. En poco más de dos horas la vaca estaría en la estación Plomer. La
vaca no podía viajar sola, alguien debía bajarla en Plomer y ahí esperar horas
hasta que llegue el tren de la Compañía General
Buenos Aires hacia Rosario.
Allí fue cuando Joani le encargo la tarea a su sobrino Nicolás que
a los 16 años ya trabajaba en lo que podía. Era un trabajo sencillo pero tenía
una carga de responsabilidad. Debía partir de Puente Alsina, viajar hasta San
Sebastian, Encontrarse con Aitor que le daría de almorzar y lo haría recorrer
el tambo para hacer tiempo a la llegada del tren mixto horas más tarde. Subir a
Aurora en el vagón de hacienda. Bajarla en Plomer. Volver a subirla en un tren
del Compañía General. Cuidar que la vaca llegue bien a la terminal donde la
esperaría un tal Rosendo Núñez con un peón para llevarla al campito del tío Juan. Todo este paseo duraría
tres días entre idas y vuelta.
El tío Nicolás estaba maravillado por la idea, acepto sin preguntar
cuanto le pagarían además del pasaje y las comidas. Es posible que fuese su primer
viaje largo en tren. Todavía usaba habitualmente pantalones cortos así que
Dominga -su madre- tuvo que conseguirle unos que el abuelo no usaba más y
llevarlos a doña Julia una vecina pantalonera para que los ajustara a las
medidas de Nicolás.
Tenía un pasaje para viajar en
vagones con asientos de madera con la obligación de bajar en cada
estación y fijarse como estaba Aurora en el vagón del ganado.
El tío había empezado a conversar con una chica algunos años mayor
que él mientras esperaba en Plomer. Se llamaba Manuela. Se acerco como otras
personas ante la imagen pintoresca de un jovencito tan alto parado en el anden
llevando atada a una vaca. Una hermosa vaca lechera que llevaba colgada del
cuello su nombre "Aurora" en un cartel enorme.
Fueron muchas estaciones. El tío bajaba en cada una. Iba rápido a
ver como estaba Aurora, luego corría al silbato del guarda para subir y seguir
conversando con Manuela.
(….)
El tío Nicolás tenía 88 años
cuando relató hasta este punto todo esto.
Suspiró. Entró en una especie de limbo que duró largos minutos
hasta que volvió a hablar con un tono de repentina tristeza:
-Nunca más pude estar con una mujer tan hermosa.
Entonces fue cuando le pregunté:
-¿Cómo siguió la historia de la vaca?
-De eso ya no me acuerdo.
-Te llamé para que vengas urgente porque anoche soñé con el tío
Joani.
(El tío abuelo Juan era para todos una especie de santo en los
cielos de nuestra memoria.)
-Tengo miedo. Creo que cuando muera no voy a entrar al cielo.
(El tío Nicolás estaba pálido.)
-Juan Me hablaba.
-¿que te decía?
-Querido Nicolás pronto nos veremos. ¿Donde esta la vaca?
*De Eduardo Francisco Coiro.
-Próximas estaciones de escritura:
JUAN ATUCHA.
–Por Ferrocarril Provincial-
JUAN TRONCONI. CARLOS BEGUERIE. FUNKE.
LOS EUCALIPTOS. FRANCISCO A.
BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE. GOBERNADOR UDAONDO. LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR DE SAN JUAN
RUPERTO GODOY. GOBERNADOR OBLIGADO.
ESTACIÓN DOYHENARD. ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA. D. SÁEZ.
J. R. MORENO. EMPALME
ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY. LISANDRO OLMOS. INGENIERO VILLANUEVA. ARANA.
GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.
***
-Por Ferrocarril Midland-
Km 55
ELÍAS ROMERO. KM. 38.
MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.
LIBERTAD.
MERLO GÓMEZ.
RAFAEL CASTILLO. ISIDRO
CASANOVA. JUSTO VILLEGAS.
JOSÉ INGENIEROS. MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE. ALDO BONZI.
KM 12. LA SALADA.
INGENIERO BUDGE. VILLA FIORITO. VILLA CARAZA. VILLA DIAMANTE.
PUENTE ALSINA. INTERCAMBIO MIDLAND.
InventivaSocial
Plaza virtual de escritura
-Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco
Coiro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.