*Obra de Sandra Caschera.
La mar está en calma*
La mar está en calma y las barcas, fondeadas en medio de la pequeña
bahía se mecen atadas a las boyas de color bermellón viejo tirando de ellas
suavemente a cada impulso de las olas y haciendo bailar indolentemente las
largas barbas verdes que cuelgan filamentosas hacia el fondo, producto del
largo tiempo que llevan en el agua.
En total hay unas 10 barcas. Las otras diez o doce están sobre la
arena. Son las más pequeñas y el esfuerzo de subirlas y bajarlas cada vez que
te haces a la mar no es importante, por ello descansan sobre las
"escaleras" de madera encerada, atadas a las pastecas que se usan
para subirlas mediante lo que a los ojos de un profano sería un entramado de
cuerdas sin sentido.
La "Rosario", con unas nansas en su babor, la
"Mariven", algo desconchada y reseca porque Luis sale normalmente con
la "Merçé"; la "Maria Luisa", recién pintada de blanco y
con el fondo y una raya verde, con su vela latina impresionante y seductora, la
"Costa Brava", con un motor tan viejo como las rocas que componen su
nombre, la "Formigueta", tan
coqueta, mojando su popa con las olas pequeñas (nunca la acaban de sacar
del agua) la "Baldufa", preciosa pequeña de remos con casco amarillo
y escálamos de madera, la "Atrevida" de Tomás, la "Rosa de los
Vientos" de aquel señor de Pals que va al calamar, la "María",
la "Marisu", el "Pablo" que es un bote sin motor para
pescar sonsos, "La Cubana"... A su alrededor, redes en sus
"cofas" cuerdas y "llivants" de 60 metros, corchos de señalización,
banderitas, fondales y toda clase de artilugios de pesca.
En la rada, flotando mansamente sobre el agua, la "Costa
Azul", la más grande, con sus bancos y su palo en cruz, la
"Paulina", la barca más esbelta que nunca vi, con su color verde tan
personal, con su motor tan antiguo que había que calentar durante 5 minutos
mediante un soplete antes de intentar arrancarla, "Carlos", un canot
de motor interior, rojo y blanco con unos cromados rutilantes que sale
únicamente el 15 de Agosto pero que estaba siempre impecablemente cuidado,
"Palamós", "Cap de Creus", la "Estrellita del
Sur", la "Libertad", y la "Mizar", roja y blanca, con
las maderas de la borda perfectamente barnizadas, el tambucho de popa abierto,
y los bancos blancos de su bañera que te invitan a sentarte y navegar.
"Viene mar" - alcanza a decir Luis mientras pasa por mi
lado.
Luis es el hijo mayor de León, el pescador más viejo y de más rango
del lugar. Con la piel curtida por el sol,
su grueso pelo siempre despeinado, la misma camisa azul marino con las
mangas arremangadas por debajo del codo y los pantalones por debajo la
rodilla. Luis tiene el rostro surcado
por las arrugas más profundas que jamás vi. Recuerdo que un día le dejó a mi
hermana, por la que tenía un afecto especial,
ver el fondo de estas arrugas, y cuando ella, con sus deditos, le separó los costados de una de ellas,
apareció el fondo blanco, de un blanco inmaculado, níveo, blanquísimo. Luis era
blanco en el fondo.
Y era también lacónico. Pero ¿acaso hacía falta hablar más?.
"Viene mar" ya lo decía todo, ¿Para qué gastar más palabras?. Yo, con
mis once años, estaba jugando en la arena en un circuito lleno de montañas y
complicadas carreteras, haciendo carreras de ciclistas con unos muñecos
montados en bicis que salían en los paquetes de Chocolates Torras y llevaban en
la espalda la bandera del país al que pertenecían. Levanté la cabeza para ver
cómo se alejaba Luis y seguí con mi carrera porque recoger las barcas lo haríamos
al día siguiente.
Los pescadores "sabían" con dos y tres días de
antelación, cuándo viene el mal tiempo y entonces se preparan y recogen las
barcas. Las que están en la playa, las suben más hacia arriba, incluso a veces
hasta por encima del camino que rodea la cala, (si el temporal va a ser muy
fuerte) y las que están fondeadas las llevan a tierra.
En esta maniobra, participan todos los habitantes del pueblo usando
para las barcas pequeñas, las pastecas de cada una, pero para las grandes, se
usa el "tambor": En el camino de tierra que circunda la arena de la
pequeña cala, hay clavados en el suelo unos tubos de hierro en los que se
coloca un cilindro de madera. A ese cilindro se le acoplan cuatro palos a modo
de astas donde los pescadores, sus mujeres y cualquiera que esté por allí en
este momento se agarran y comienzan a dar vueltas empujando las varas.
Una cuerda atada al cilindro se va enrollando sobre él, despacio,
al mismo ritmo de las vueltas que da éste, y arrastra la barca atada en el otro
extremo de la cuerda por encima de unas traviesas que van colocando los
pescadores y la van subiendo lentamente por encima de la arena hasta donde se
sabe que va a estar segura.
Normalmente esta operación se hacía con la calma previa al temporal
y era para mí un orgullo que, a mi edad, los pescadores me dejaran ir a recoger
las barcas fondeadas y llevarlas a la playa para que fueran trincadas por ellos
con el extremo de la cuerda y fueran arrastradas con los "tambores"
hasta lugar seguro. Ir hasta la "Estrellita", ponerla en marcha y
llevarla a la playa, con la confianza de los que allí esperan incluida la del dueño
que está observando, repetir esta maniobra con "Palamós", la
"Paulina", mi "Mizar" y las demás me llenaba de un enorme
orgullo y me hacía sentir el centro del universo.
Algunas veces, sin embargo, la predicción era más apurada o había
un cambio de tiempo por la noche, y la operación se iniciaba cuando ya había
empezado el mal tiempo. Eran las menos, pero alguna vez pasaba y entonces había
peligro. Había que ser muy hábil y tener los nervios muy templados. Poner
en marcha el motor de la barca, y esperar el momento adecuando para
acercarse a la playa. Entrar en ella a cresta de ola, y depositar con la máxima
suavidad la barca sobre la primera traviesa para que la trincaran rápidamente y
con el mínimo tiempo hicieran rodar el tambor y la subieran a lugar seguro
antes de que rompiera la siguiente ola. En estos casos había que ir nadando a
por la siguiente barca, trepar a ella desde el agua (eso era lo más peligroso
ya que podías cortarte con la hélice o la barca podía golpearte con el oleaje)
poner el motor en marcha y entrar en la cresta de la ola más adecuada.
Muchas veces me he preguntado después cómo era que confiaban para
eso en un chaval de 11 años. Y también, cómo era que mi madre me dejaba
hacerlo. Con el tiempo he sabido la
respuesta de la segunda pregunta: Mi madre nunca supo que lo hacía y en cuanto
a la primera, nunca lo supe.
Pasado el temporal, las barcas se volvían a sus amarres, en una
operación mucho más sencilla, en la que se necesitaba mucha menos gente. Las
barcas se deslizaban por las pendientes de la arena sobre los travesaños y se
llevaban a remo hasta las boyas. No era preciso ni arrancar el motor.
Todo volvía a su sitio, y yo volvía a mis juegos. Alguna vez,
cuando estaba de nuevo jugando en la arena con algún amigo a las carreras de
ciclistas o a cualquier otro juego, pasaban dos pescadores y uno le decía al
otro, cuidando muy bien de que yo lo oyera, pero haciendo ver que no sabía que
estaba escuchando: "Parece que el chaval va aprendiendo..." y esa
felicitación irónica me llenaba de satisfacción, pero lo que más me gustaba era
que siempre me trataron como uno de ellos. Yo no era el niño que ayudaba, era
uno más de los pescadores, uno más de ellos.
Y eso, eso me gustaba.
*De Joan Mateu. joan@zarca.es
COMO OLAS DE MI AMADO MAR...
-Textos de Joan Mateu.
*
Estas manos azules transmiten caricias
y enloquecen pausados caminos de amor
estas manos que tiemblan y vician
son la causa de mi desazón
Las intuyo en mi piel paseando
como olas de mi amado mar
ellas son las que estaba esperando
en la pausa de mi caminar
y se tiñen de azul como el cielo
y se vuelven azul como el mar
son azules como el pensamiento
y el amor, cuando se empieza a amar
LA CASTAÑERA
Las hojas caen de los árboles formando en el suelo una alfombra
ocre y crujiente y alguna de ellas cae directamente encima del gran fogón.
La mujer, anciana y ataviado con unas viejas zapatillas de fieltro
de color negro, una falda que parece demasiado delgada para la estación, un
refajo y una manteleta de lana igualmente negros, lleva sobre la cabeza un
pañuelo de idéntico color atado en triángulo recogiendo el pelo, y dándole todo
ello una apariencia de más vejez que la de su edad real.
Está protegida por un paraviento, que parece que se lo va a llevar
el aire, con una silla baja y dos sacos al lado del fogón, uno de castañas y
otro de boniatos, y un atillo de periódicos colgados de un alambre.
Es la Castañera. Es la imagen que tengo de la castañera que
aparecía en otoño, y asaba las castañas y los boniatos mientras exhalaba un
vaho por su boca caso tan copioso como el humo del fogón. La que vendía a
"duro" la paperina* de castañas hecha con rara habilidad con las
páginas de un periódico cortadas en octavos.
La castañera indicaba el frío, las castañas indicaban que el
invierno estaba al caer, y la castañera, no indicaba nada, pero era tan
importante que la vida que sin su presencia era inimaginable...y desapareció.
Estuvo unos años, en los cuales la mercantilización de las castañas hizo que
"no fuera negocio" y dejé de pasar inviernos...
Ahora, por suerte han vuelto. No son tan ancianas ni están
ataviadas en negro color, ni hace tanto frío, ni el aliento se convierte en
humo, pero han vuelto y por fin, de nuevo podemos tener invierno, y, la verdad,
ya era hora.
*paperina: cucurucho hecho habitualmente en papel
de periódico.
Etimología
Mucha gente opina que no es importante conocer la etimología de las
palabras. Saber porque al huevo se le llama "huevo", a la tortilla, "tortilla"
y a Don José "Don Pepe", es imprescindible en estos tiempos. Stefen
Plumkier que dedicó toda su vida al estudio del origen de las palabras, la
razón de su existencia, su significado y su gramática, ejemplarizaba con su
léxico, depurado y generoso, al público que asistía a una de sus innumerables
conferencias.
En la lección magistral que impartió en el Colegio de Astrónomos,
cautivó al público con las aclaraciones que aportaba a un sin fin de preguntas relacionadas
con la jerga científica del espacio. La mayoría tenían origen en las leyendas
basadas en deidades, por eso sorprendió tanto que les hablara del Ogro.
Su voz resonaba en el claustro: "En Çatalhöyük, una ciudad que
data del período neolítico, fue encontrado lo que se considera el comienzo de
la historia de Anatolia. Se trataba de un fresco mural del año 6200 ADC, que presentaba
en primer plano, las casas de la localidad, y al fondo, un volcán humeante en
erupción; se cree que el volcán era el Hasanda. Otro fresco, actualmente
expuesto en Ankara, representa pictográficamente el mismo pueblo con sus
ciudadanos atemorizados por la visita de un ser tan grande, que les tapaba la
luz del sol."
"El estudio conjunto de ambos frescos nos identifica el
pueblo, nos da el censo de sus habitantes y nos descubre el nombre del
Ogro" - Siguió Plumkier
- "Este Ogro, que sumía al pueblo en la oscuridad, se llamaba
Eclipse y es quien ha dado nombre al fenómeno que se produce al interponerse un
objeto sólido entre un punto y un foco de luz"
La Comunidad de Astronomía, desde aquel momento, incluyó un Ogro en
su el escudo como principal símbolo heráldico.
El escudo se oscureció automáticamente.
LA MARCHA
Le había prometido amor eterno y una vida feliz, pero últimamente
pasaba más tiempo de viaje que en casa, vivía en otros mundos, desaparecía a la
velocidad de la luz y volvía medio hibernado.
- ¿Bafg pkfiibd, Plumkier? ¡Bazlugg ingrfhu
daa gorjmekk! * - le dijo con los ojos anegados en lágrimas.
Sin embargo él, partió de nuevo.
***
* (Traducción) ¿Por qué me dejas, Plumkier? ¡Todos los
extraterrestres sois iguales!
INDECISION
No debía haber entrado en aquella pequeña habitación en la que se
quedó encerrado. Al tacto se dio cuenta de que a pesar de lo reducido de la
misma había una puerta en cada pared. A la luz del mechero descubrió que estas
tenían un letrero colocado a la altura de los ojos y vio también dos puertas
más, una en el techo y otra en el suelo.
Vio claro que era un punto sin retorno porque no había manera de
identificar por donde había entrado. Y vio claro también que debería escoger
una puerta jugándose su futuro a tenor de la que eligiera. Un dilema de cuatro
puntos cardinales mas el techo y el suelo.
En la puerta Norte la leyenda decía:
"La guía, el punto magnético, frío en el alma"
La desechó por no considerarse un líder y por miedo.
En la puerta Sur rezaba:
"Vida escasa, temperatura extrema, soledad"
Ni pensar en esta, sentirse solo siempre fue uno de sus temores.
En la puerta Este se podía leer:
"Especies y aromas, sueños vanos, pasión culpable"
Rechazó esta posibilidad por temor a las culpabilidades, aunque no
se sentía culpable de nada.
En la puerta Oeste había escrito:
"Ocaso, mares embravecidos, distancia infinita"
Esta opción le dio más miedo aún que la anterior. Miedo a lo
desconocido, a lo oscuro. ¡No!
En la puerta del techo leyó:
"Solamente para almas puras".
Ahí sabía que no tenía opción alguna.
Miró al suelo buscando el letrero y no lo halló.
Supo que tenía que decidirse rápidamente y que no debía escoger el
suelo, a pesar de no haber nada escrito y precisamente por eso. Estaba en un
mar de dudas y los minutos iban pasando. Se dio prisa a si mismo consciente de
que no le quedaba tiempo y tomó una decisión. Se giró y en el momento que
estaba delante de la puerta escogida se abrió el suelo y cayó. Cayó
irremediablemente en una caída sin fin, cayó hacia la nada infinita mientras
pensaba que su indecisión le había llevado a un destino inconcreto y eterno
El escritor
Había publicado varios libros en Estados Unidos con bastante éxito
y empezaba a ser conocido en los círculos literarios. El haber sido nominado
para el "Premio Plumkier de las Letras" también le ayudó en su
carrera, ya que a pesar de no haberlo ganado, el prestigio de un segundo puesto
era incuestionable.
Y entonces dejó de escribir y desapareció. La búsqueda llevada a
cabo por su editor y por la policía, que investigaba su desaparición, fue
infructuosa hasta que, al cabo de dos años, fue visto en una tienda de Oklahoma
por un viajero que lo reconoció gracias a una foto de la contraportada de uno
de sus libros.
El editor siguió esta pista y descubrió que se había retirado a una
cabaña solitaria en los bosques de este estado.
En su visita no pudo convencerle de regresar y menos de que
volviera a escribir. El hombre había descubierto su ascendencia Cherokee y no
podía seguir escribiendo. Su verdadero nombre era Pluma Rota.
Velociraptor
Los médicos son especialistas en recomendarte aquello que menos
ganas tienes de hacer. El mío no es una excepción y después de prohibirme el
café, el tabaco y el azúcar me recomendó caminar por lo menos una hora diaria.
En aras a la salud, subí al coche y me dirigí a unas montañas
cercanas pensando que si debía caminar, al menos lo haría en un paraje
agradable. Al tercer día de caminar por sendas y caminos del bosque me di
cuenta de que me aburría soberanamente, por lo que decidí internarme entre los
árboles y explorar nuevos lugares "nunca hollados por el hombre". Mi
imaginación me ayudaba a mantenerme entretenido, por eso cuando descubrí
aquella cueva me alegré tanto, ya que rompía la monotonía de los senderos. Me
acerqué a ella y entré para explorarla.
Era profunda y se hacía algo más grande al cabo de unos cinco
metros. De pronto, me pareció notar una presencia que deduje sería de algún
animalejo ya que por aquellos andurriales no se acercaban mas que cazadores en
temporada de jabalí. De pronto, aparecieron dos ojos a un par de metros de
altura y un resoplido me erizó los cabellos. En milésimas de segundo di la
vuelta y comencé a correr al mismo tiempo que algo enorme me perseguía.
Salí de la cueva y corrí alocadamente. Trastabille y caí el suelo
entre piedras y raíces. Me di la vuelta inmediatamente y vi un animal
prehistórico, que se dirigía a mi sobre sus dos enormes patas traseras,
mostrando una dentadura imponente y con una especie de pantalla alrededor de su
cuello. Era, sin duda un velociraptor, el más peligroso de los depredadores
Periodo Cretácico.
Se acercó a mi, que estaba indemne en el suelo, y me olisqueó
mientras yo esperaba la dentellada fatal. Emitía unos rugidos a través de
aquella boca babeante, que me sobrecogían por lo que aun no entiendo como tuve
fuerzas para agarrar una rama del suelo y arrojársela. La rama le pasó por el
lado de la cabeza e intuí que esto le habría irritado aún más. Cerré los ojos
dispuesto a morir y esperé.
Cuando abrí de nuevo los ojos vi al animal a medio metro de mi, con
la rama en la boca y moviendo la cola. ¡La había ido a buscar y me la traía!.
La tomé aterrorizado y volví a arrojarla. El velociraptor fue a buscarla y
correteando me la volvió a traer. ¡Estaba jugando!
Repetimos el juego muchas más veces, hasta que se cansó y se fue a
su cueva.
Ahora cada tarde voy a jugar con él lanzando el palo cada vez más
lejos y esperando que me lo traiga de nuevo, pero he tenido que volver al
médico que no comprende porque el caminar me ha producido un esguince en el
codo.
Yeti
Junio 2006
Ha sido avistado y capturado
por una expedición española, el “Abominable Hombre de las Nieves” al pie del
Annapurna, tras una persecución de más de una semana por todo el macizo del
Himalaya, apresándolo en el desfiladero que forma el río de Kali Gandaki.
Agosto 2006
Después de un par de meses de estudio y aclimatación, el Yeti, es
trasladado a la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, para seguir la
investigación de su origen, costumbres y evolución. Los mejores investigadores
mundiales se han reunido para contrastar los datos y han llegado a la
conclusión de que el famoso espécimen omnívoro es único en su especie, es más,
es de una especie única.
Noviembre 2006
La integración a la sociedad será lenta y ardua porque, aparte de
las dificultades de comunicación, el ambiente en el que ha vivido durante los
años de libertad ha configurado su carácter, que dicho sea de paso es tranquilo
y pausado. Estas características han facilitado los avances en su educación y
se estima que en el plazo de un par de años podrá establecerse una comunicación
fluida con él.
Enero 2007
Los progresos obtenidos en la educación del Yeti han sido
espectaculares. El programa de Inmersión Lingüística* de la Generalitat,
esponsorizado por Cerveza San Miguel, está dando resultados y su progresión en
todas las áreas hace presagiar adelantos insospechados.
Abril 2007
El Yeti (que ha adoptado el nombre de Jordi), ataviado con el traje
típico catalán, ha participado en un acto institucional formando parte del
“Esbart Dançaire** del Vallès”, llegando a participar en la formación de un
"castell*** d'un quatre de vuit amb folra i manilles”. Como colofón del
acto cultural posterior, ha dado una conferencia sobre “La integración
extranjera en la Catalunya de hoy” bajo el enunciado de “Els altres catalans”
Julio 2007
Jordi Yeti, “Ex-Abominable Hombre de las Nieves”, no ha obtenido el
permiso de residencia y se ha visto obligado a dejar el país por falta de
documentación. Fuentes fidedignas nos han informado que vaga por las
inmediaciones del Kanchenjunga, en el centro del Nepal, recitando versos de
Miquel Martí Pol, mientras sus “espardenyes de betes” se hunden en la nieve. Se
le puede seguir fácilmente el rastro debido a la “barretina” que juró no
quitarse nunca en señal de agradecimiento por la gran acogida que le dieron los
catalanes.
* Inmersión Lingüística – Programa acelerado para enseñar catalán a
inmigrantes.
** Esbart Dançaire –
Agrupación que baila Bailes Regionales.
*** Castell – Formación típica catalana tradicional. http://es.wikipedia.org/wiki/Castellers
EL CURA RURAL
"Del polvo venimos y al polvo vamos...".
Repetía como una letanía aquel cura rural mientras caminaba por
entre los campos verdes en los que, animadas por la incipiente primavera, ya
apuntaban algunas amapolas.
Ya eran muchos años de caminar por los caminos de tierra de pueblo
en pueblo, para atender las cinco parroquias que el obispo había tenido a bien
asignarle. Él intentaba llegar a todo, pero el trabajo a veces le podía y le
agotaba.
"Del polvo venimos y al polvo vamos..."
Hoy estaba un poco deprimido por el servicio último servicio
celebrado. Le había costado llegar al fondo y su actuación no había pasado de
discreta. Se miró los pies, que iba arrastrando por el camino, repitiendo
absorto:
"Del polvo venimos..."
Sonrió, sin embargo, al acercarse a la iglesia del siguiente
pueblo, y más al ver a Lucía que le esperaba sentada y sonriéndole. "...Y
al polvo vamos", murmuró.
*
Primero le quitó las
dudas, las bragas cayeron solas.
BODA DE UN ARCO
CONVERGENTE CON LA VARIABLE PURA Y DEFINIDA
Asomaba el sol por el eje de las X cuando los numerosos habitantes
de Pitágoras se disponen a acudir a la boda del Arco Convergente, con la
Variable Independiente.
El padre de la novia, el ilustre parámetro, era el jefe del partido
de incrementos finitos y la madre, una teoría que pasa más tarde a tesis, para
degenerar en hipótesis. El día de la ceremonia, salió el cortejo formado por un
radical tirado por cuatro hiperboloides, dentro del cual iban los novios detrás
venían los logaritmos y diferenciales tocados con la típica mantisa.
También venían las integrales para asistir a la fiesta.
...
En esto, salió el juez, y como primera medida, cogió al novio entre
corchetes y lo encerró bajo llaves. Después, cogiendo a la novia por el punto
de inflexión la llevó a la sombra de un vector donde se dedicó a la grata tarea
de derivarla, con gran asombro y espanto de los asistentes por aquella
permutación.
La variable independiente, con la combinación despejada, los senos
desarrollados, y las parábolas abiertas hasta el máximo, dejando ver el punto
de inflexión, empavorecida, veía como el juez sacaba el factor común entre
paréntesis que iba tomando valores crecientes.
La variable independiente quedó diferenciada y con la matriz
cuadrada. El público indignado cogió al juez y lo mandó a tomar límites.
Mientras tanto, el novio, cansado de vagar de fracción en fracción
y de logaritmo en logaritmo, ingresó en la orden de los neperianos, acogiendo
la nueva regla de Cramer.
El iceberg
Aquella mata de pelo negro azabache, ensortijado y largo, que se
movía a favor del viento y contrastaba con el blanco casi azulado de aquella
masa de hielo enorme pertenecía a la amante. Una belleza pura, que se
encontraba montada en lo más alto del iceberg y dirigía sus miradas al mar
infinito que se extendía a sus pies.
Los ojos verdes, entornados para paliar el sol del ocaso,
pertenecían al amante, que estaba un poco más abajo que la mujer y que mantenía
su mirada sobre ella, como intentando acariciarla, protegerla, poseerla.
Los amantes, navegando sobre el buque de hielo, se miraron
tiernamente y se juraron amor eterno. Por desgracia el iceberg no duró tanto.
La chica del baile
La conocí en la fiesta de Pedro. Estaba sentada aparte, en una
silla junto a la mesita del rincón del comedor, como si intentara pasar
desapercibida. Su mirada iba recorriéndolo todo, con una atención que recordaba
una niña curiosa descubriendo las cosas por vez primera.
Enseguida me di cuenta que era una mujer especial, que emanaba de
ella una aura diferente, misteriosa y lejana.
Tardé una eternidad en decidirme a dirigirle la palabra.
Normalmente no soy tímido, pero de esta mujer emanaba algo que te inducía al
respeto. En un momento dado me decidí a acercarme y cruzando el salón, tomé una
silla sentándome a su lado. Le dirigí una sonrisa, intentando que fuera
encantadora y le dije: " Hola, me llamo Luís, ¿Cómo te llamas?"
(Siempre había sido muy original).
Me miró lánguidamente y susurró: "Me encantaría bailar".
Estuvimos bailando durante toda la noche. Flotaba entre mis brazos
como si de algo incorpóreo se tratara. Era liviana y frágil. Daba la sensación
de poder desaparecer en cualquier momento.
Salimos a la calle al acabar la fiesta y sin mediar palabra supe
que la estaba acompañando a su casa. La luz de las farolas alargaban nuestras
sombras dibujándolas en el asfalto. Al cabo de un rato se detuvo y me miró.
- Es aquí - dijo. Y soltándome la mano, cruzó la calle deslizándose
sin mover los pies, atravesó la verja y
desapareció en el cementerio.
40 años después
Cuando era niño y no me dejaban salir a jugar a la calle, el
pasillo de casa se convertía en un campo de fútbol, una pista de jockey o un
campo de batalla en el que dos ejércitos de soldados de plomo disputaban
interminables batallas.
Dentro de la imaginación infantil, los soldados de plomo
resucitaban porque hacían falta más y no había dinero para comprarlos o para
alargar la batalla. Un dado de corcho de un rompecabezas gigante era la piedra
de la catapulta que se lanzaba contra el otro ejército. Un coche de latón era
el "obús" que rodando desmembraba a las huestes del contrario. Horas
interminables para colocar los ejércitos. Segundos intensísimos para
destruirlos.
Ahora me dedico a comprar y vender pisos. Cuando me dijeron que el
piso de la Calle Hospital, donde había vivido tantos años y ganado tantas
batallas, había sido captado para la venta me ilusionó la posibilidad de volver
a verlo. Había marchado de allí hacia más de 35 años pero los recuerdos
infantiles quedaron para siempre en mi mente y de vez en cuando en mis sueños.
Di dos vueltas a la llave de aquella puerta tan conocida y entré.
El piso era más pequeño. La cocina era diminuta comparada con mis recuerdos.
"¿Cómo es posible que mi madre cocinara tantos años aquí?". El comedor, la galería de cristales
emplomados...
Me dirigí a las habitaciones a las que se llegaba a través del
pasillo de mis juegos. Este, al contrario que el resto de la casa, seguía
siendo enorme y allí, en perfecta formación, estaban esperándome todos mis
ejércitos preparados para la gran batalla. Las legiones de romanos, los
cowboys, la infantería prusiana, las
unidades autotransportadas...
Tomé despacio el dado de corcho y arrojándolo sobre el ejercito
contrario grité: "Tuingggg"
El encantamiento
Tenía la casa llena de ratones. Había probado con raticidas,
pesticidas, empresas de fumigación y todo lo que se le había ocurrido. Cuando
ya estaba por poner la casa en venta vio un anuncio en el periódico: "Se
vende gato encantado para limpiar casas con ratones".
Pensó que era una broma pero, en su desesperación, llamó para
informarse. Una señora mayor le contestó al teléfono y, sin apenas darse
cuenta, había cerrado el trato.
Subió al coche, y cruzando la ciudad, ya en las afueras, se detuvo
delante de una casita de apariencia humilde. Tomó el caminito que iba hasta la
puerta y antes de que llamara, salió una señora menuda, con la cara llena de
arrugas y ojos amables, que llevaba un cesto en la mano donde presumiblemente
estaba el gato. Cobró lo estipulado y desapareció detrás de la puerta.
El hombre regresó a su casa y abrió la cesta. De ella salió un gato
parduzco que inmediatamente se puso a su trabajo. En tres días no quedó un
ratón.
El hombre estaba tremendamente satisfecho, pero al cuarto día, como
no quedaban ratones el gato no tenía comida y tuvo que ir a comprar pienso para
felinos. En cuanto el animal probó el pienso se desencantó convirtiéndose en un
apuesto príncipe.
El príncipe se quedó a vivir en la casa porque se sentía muy a
gusto, pero la casa volvió a llenarse de ratones. Desde entonces, todas las
mañanas el hombre y el príncipe leen todos los anuncios del periódico.
La Felipa
A la belleza del lugar nadie le daba importancia por lo habitual.
Las trece calas de arena blanca y gorda que componían el litoral del pueblo
eran de sobra conocidas por los pocos habitantes, la mayoría pescadores, que
componía el censo del pueblo.
Además no alcanzaba ni la categoría de "pueblo". Se
limitaba a ser una de las tres Playas de un pueblo principal que estaba a tres
kilómetros en el interior y cuya industria taponera era muy reconocida en todo
el país.
Esta playa, con 17 pescadores era tranquila por obligación. No
había en ella un aspaviento y eran tan pocos sus habitantes y tan pobres que no
tenían ni las ganas ni las fuerzas para mantener discusiones. Cada uno iba a su
interés y nadie negaba la ayuda a nadie. Esas cosas que son tan aceptadas por
la gente de mar.
Las barcas de pesca, ordenadas en la cala del centro, se subían a
la arena cada tarde en el mismo sitio y se bajaban a la mar cada mañana por la
misma escala, dando después tres paladas de remo y poniendo el viejo motor en
marcha.
La "Aurora", adusta, añorada de barnices y de un fondo y
quillas que en su días fueron verdes, era de la Felipa (la mujer del Felip) y
ocupaba el tercer lugar por la derecha junto a un escaso embarcadero
improvisado en su día sobre las rocas negras que la separaban de la otra cala y
que se usaba una sola vez al año: Cuando el cura se empeñaba en hacer la
procesión de la virgen por mar. En la festividad de la virgen del Carmen.
La Felipa había olvidado su nombre igual que lo habían hecho los
demás componentes de la comunidad, el día de la boda. Las cosas eran así, pero
por contrapartida desde aquel momento era la propietaria de todo, porque en
este mundo los propietarios de las cosas eran las mujeres y los hombres se
limitaban a usarlas y trabajarlas.
Podías ir a casa la Felipa a comprar el pescado que el marido pescaba,
los mejores remiendos de redes eran los de La Felipa a pesar de que fuera él
quien los hiciera, las reuniones al amor de la lumbre en los largos días de
tormenta, cuando no se podía uno hacer a la mar, eran en casa de Felipa,
incluso el emigrante que se había ido más lejos era "el hijo de la
Felipa" que a la vista de las pocas oportunidades que había en la zona un
buen día se fue a Cuba a hacer fortuna.
Irse a Cuba estaba considerado como el súmmum de las cosas. De la
desesperación y de la suerte. De la locura y de la ambición. Irse a Cuba eran
promesas de sol y mujeres de amplios y fáciles favores, de mulatas
esplendorosas con poca ropa, de palmeras cargadas de dátiles y de noches de ron
a la orilla de la playa. Nadie conocía a
ninguno que hubiera estado en Cuba, pero estaba claro que era un paraíso, que
era el lugar al que todo el mundo deseaba ir y al que todo el mundo temía ir;
por lo lejano y quizás también porque en el fondo no se acaban de creer estas
cosas que nadie había contado pero que todo el mundo sabía a ciencia cierta.
Hoy he visitado a la Felipa. Han pasado más de veinte años desde la
última vez que fui a pescar con el Felip y desde que nos comimos el pescado de
roca, aquel que no tiene salida en la plaza, frito después de quitarle las
tripas en el rompiente de las olas.
La Felipa estaba igual de vieja, igual de sola e igual de
silenciosa.
Sentada a un lado del portalón, en una silla baja y tomando la
fresca.
En los pueblos, cuando se oculta el sol, en "la hora
baja" la gente saca sus sillas a la calle y calma los calores del día con
el frescor del atardecer.
Eso es "tomar la fresca" y mientras lo hace , comenta las
cosas del día, hace correr los rumores y saluda a los que aprovechan para dar
un paseo.
Me he puesto delante de ella en cuclillas, y la he mirado a los
ojos, grises y un poco aguados. Me ha mirado sin hacer nada que me hiciera
pensar que me hubiera reconocido. He entrado en la casa y he sacando otra silla
baja la he puesto a su lado y me sentado.
Hemos tenido una conversación de silencios, interrumpida únicamente
con alguna mirada larga, y han pasado las horas. Un mundo. Una vida...
He puesto mi mano sobre la suya y levantándome, después de una
larga mirada a los ojos, he empezado a subir la cuesta.
A mis espaldas su voz: "No tardes tanto en volver, siempre me
gustó hablar contigo".
Joan
por sí mismo*
Nací en un pueblo de la provincia de Girona (entre Barcelona y
Francia), Cassá de la Selva. Muy niño mis padres se desplazaron a Barcelona y
yo con ellos, pero las raíces familiares quedaron allí y siguen, claro. Estudios:
en las Escuelas Pias… con curas y con su educación. Época franquista. A pesar
de eso, con el tiempo he conseguido ser bastante normal. Perito mercantil,
medicina y otras intentonas, pero acabando con Económicas. Políticas y
empresariales. Doctorado en ellas. Viajero desde los 16 a los 31. Después,
trabajo y trabajo. Empresas diversas para hacer experiencia y, después, en la
familia. Matrimonio, niños. En fin, lo suyo… Empresario siempre, librepensador
y contra las reglas. Las reglas hay que contravenirlas desde el momento que se
promulgan.
*Fragmento del reportaje a Joan Mateu
realizado por Carlos Alberto Parodíz Márquez para el diario La Unión de Lomas de Zamora.
(11 – 3 - 2012)
InvenTREN
La nueva vida*
Ya no pudo aguantar más. Vivir de esa manera no era para él, por lo
que tomó la decisión de cambiar de vida.
Fue al altillo y sacó dos enormes maletas de cuero que había usado
en contadas ocasiones y las abrió sobre la cama. Con parsimonia, pero con
decisión, como si se tratara de un rito, fue metiendo en ellas todas aquellas
cosas a las que había otorgado algún significado. Lo querido, los recuerdos, lo
imprescindible. Una vez llenas, las cerró preguntándose por qué las maletas
siempre quedaban pequeñas.
Tomó una con cada mano y bajó la escalera. Una vez en la acera paró
un taxi. "A la Estación Central" dijo y contempló el paisaje que iba
pasando a su lado como intentando gravar en su memoria cada una de las calles,
plazas y fuentes que iban sucediendo por la ventanilla del vehículo.
Cuando llegó a la estación se dirigió directamente al andén 4. El
tren estaba detenido engullendo personas y equipajes. Se acercó a la puerta del
séptimo vagón, lanzó las dos maletas dentro y dando media vuelta regresó a su
casa a vivir su nueva vida.
*De Joan Mateu. joan@zarca.es
-Próximas estaciones de escritura:
Km 55
-Por Ferrocarril Midland-
ELÍAS ROMERO. KM. 38.
MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.
LIBERTAD.
MERLO GÓMEZ.
RAFAEL CASTILLO. ISIDRO
CASANOVA. JUSTO VILLEGAS.
JOSÉ INGENIEROS. MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE. ALDO BONZI.
KM 12. LA SALADA.
INGENIERO BUDGE. VILLA FIORITO. VILLA CARAZA. VILLA DIAMANTE.
PUENTE ALSINA. INTERCAMBIO MIDLAND.
JUAN TRONCONI.
–Por Ferrocarril Provincial-
CARLOS BEGUERIE. FUNKE. LOS EUCALIPTOS. FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE. GOBERNADOR UDAONDO. LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR DE SAN JUAN
RUPERTO GODOY. GOBERNADOR OBLIGADO.
ESTACIÓN DOYHENARD. ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA. D. SÁEZ.
J. R. MORENO. EMPALME
ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY. LISANDRO OLMOS. INGENIERO VILLANUEVA. ARANA.
GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.
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Coiro.
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