*Foto de Paula Novoa.
*
Como quien
nace otra vez
vuelvo a la orilla.
El viento
levanta a la arena
como un dios
que quisiera resucitar
a sus muertos.
No me escucho,
de este lado
del mundo.
Mi voz
se ha perdido,
niña y sola
entre los médanos.
El ruido del agua
es una ofrenda
que mi memoria me trae
para nombrarte.
*De Mariana
Finochietto. mares.finochietto@gmail.com
BLUES*
Estoy cansada,
corazón.
Ha costado. Ay.
Como ha costado.
Como costó ser vara de
junco.
He sido caña de
tacuara. Quebracho. Lanza. Navaja.
Me he quebrado mil
veces.
He bebido nortes.
Al derecho. Al revés.
-bochornoso limo,
frente caliente-
He bebido sures en los
barrios bajos.
-rara ternura al
costado izquierdo -
He tropezado con ojos
en el suelo.
Me he levantado. Singular oficio de hembra.
Y tu cuerpo y el mío.
Raíces enredadas.
La noche, acerca un
Dios cansado.
Historias repetidas.
Más allá de nosotros.
Es necesario. Vital.
Imperioso.
Olvidar el
olvido.
Ven.
Paso a paso.
Hueso a hueso.
Beso a beso.
Palpitando. Siempre.
Ven amor. Ven.
Bailemos este blues.
*De Amelia
Arellano.
*
En las tierras oscuras donde el miedo era
rey
construí una casa con el barro del río.
Sometí a la materia, la moldeé entre mis
manos,
le di forma de hombre, de ventana, de hijo.
Con mis ojos de amor parí cada mañana
un sol para entibiarme en los días más
fríos.
Vi crecer las glicinas, florecer,
derramarse,
convertirse en manojos de violencia
azulada.
Vi pasar a los pájaros en su huida hacia el
sur.
Los contemplé al volver en la urgencia del
nido.
Todo es tan poco siempre cuando se mira
lejos.
Tan poco y diminuto y lejano y perdido.
Debo dar las gracias a mis pequeñas muertes
por este cuerpo mío de vida generosa.
Llevo la cicatriz del que ha perdido todo
de una perra vez.
Como todo el que aprende, yo también
aprendí
que uno es apenas la suma
de todos los demonios que se ha devorado.
*De Mariana
Finochietto. mares.finochietto@gmail.com
- Mariana
nació en General Belgrano, Provincia de Buenos Aires. Actualmente vive en City
Bell.
-Publicó: Cuadernos de la breve ceguera (La Magdalena 2014).
Jardines, en coautoría con Raúl Feroglio (El Mensú,
2015)
La hija del pescador (La Magdalena, 2016).
Piedras de colores (Proyecto Hybris 2018).
El orden del agua, (GPU Ediciones 2019).
MADURA, (Editorial Sudestada 2021)
-Quiero sacar la
cabeza por la ventanilla de tu coche.
Halley ediciones (2022)
-Coordina Microversos, talleres de
exploración literaria
EL
DELIRIO NUCLEAR*
La bomba y la energía
nucleares no representan solamente riesgos físicos para la humanidad, tienen
claras implicaciones políticas
*Por ALEJANDRO
BADILLO. badillo.alejandro@gmail.com
Vivimos tiempos engañosos. En apariencia
estamos inmersos en sociedades cada vez más seculares, pero, en realidad,
abrazamos nuevos tipos de fe. Si la religión cristiana prometía la salvación a
través del paraíso después de la muerte, el mundo actual ofrece su utopía a
través de la tecnología. En esta ideología dominante, la energía nuclear ha
vuelto a capturar el imaginario cultural. A partir de la crítica a los
combustibles fósiles y una utópica transición energética para combatir la
crisis climática, la fantasía del átomo como salvación para la sociedad de
consumo tiene nuevos promotores. El desastre radioactivo de Chernóbil parece un
mero accidente en la historia, pues –a pesar de las evidencias en contra– la
versión de la energía nuclear del siglo XXI es ecologista, limpia, sustentable,
verde, segura y, sobre todo, abundante.
El regreso de la propaganda a favor de la
energía nuclear y el conflicto en Ucrania han resucitado el fantasma de la
bomba atómica. En estos días el filme de Christopher Nolan sobre el físico
teórico Robert Oppenheimer ha contribuido a esto. El famoso Proyecto Manhattan
la situó no sólo como el arma que finalizaría la Segunda Guerra Mundial, sino
como un nuevo factor de estabilidad global para los largos años de la Guerra
Fría. Esa visión –compartida al inicio por Oppenheimer y otros científicos– no
se cumplió. Lo que sí ocurrió fue el inicio de la carrera armamentista y el
frenesí del gobierno de Estados Unidos por seguir experimentando con su
arsenal. El resultado consistió en decenas de bombas de hidrógeno
termonucleares en el atolón de Bikini, situado en el Pacífico, con
repercusiones criminales para la naturaleza y los habitantes de las zonas
cercanas. Estos hechos, por supuesto, no han sido llevados ante la justicia.
Hay, en la bomba atómica, un fuerte
elemento místico que va más allá de la tecnología que la fabricó. La idea de un
dispositivo capaz de aniquilar todo ha acompañado a la humanidad desde sus
orígenes. El bombardeo como engranaje principal de la llamada “guerra total”
–en la que toda la población de un país es considerada blanco militar, pues es
cómplice del enemigo– fue profetizado en las ficciones del siglo XIX y
principios del XX. El historiador sueco Sven Lindqvist, en su libro Historia de
los bombardeos (1999) –una exploración laberíntica sobre el uso de la
tecnología para la muerte–, hace un prolijo repaso de las fantasías literarias
sobre la guerra y las bombas que fueron muy populares en Occidente. El autor
muestra un elemento fundamental que cambió, para siempre, la cara de la guerra:
el uso del avión como instrumento que trascendía fronteras para aniquilar al
enemigo a distancia. Novelas y cuentos de autores cuya memoria apenas se puede
rastrear, y algunos otros que se han vuelto clásicos como H.G. Wells,
imaginaron bombardeos devastadores en Europa décadas antes de que ocurrieran.
Las mismas historias usaron el delirio de la bomba para combatir y exterminar
en la ficción a los pueblos extranjeros que demonizaban como seres irracionales
y, por supuesto, una amenaza para la civilización judeocristiana.
La irrupción de la bomba atómica en el
siglo XX –siguiendo las fantasías de un poder absoluto imaginadas en épocas
anteriores– también actualizó la dualidad del dios cristiano: en el Antiguo
Testamento puede desatar su ira para castigar a la humanidad; en contraste, en
el Nuevo Testamento renuncia –salvo la expulsión de los mercaderes en el
templo– a la violencia, y ofrece la otra mejilla al agresor. La bomba, siendo
fiel a la analogía, pacifica al hombre a través de un poder latente que, sin
embargo, puede estallar en cualquier momento. En la película Oppenheimer (2023)
vemos que el director intenta recrear, a través de la explosión de la bomba en
Nuevo México, una experiencia mística. Por esta razón la secuencia mostrada en
el filme no tiene, al menos en sus momentos más significativos, sonido. Es,
justamente, una revelación que está más allá del entendimiento humano, vedada
para el lenguaje verbal, y el ruido de la explosión aparece sólo después de los
segundos decisivos para devolvernos una realidad inteligible. Hay, como han notado
algunos críticos, una vocación estética en la imagen del hongo nuclear que
niega los terribles efectos que causa.
Es curioso que la frase más famosa de
Oppenheimer – “Me he convertido en la muerte, el destructor de los mundos”– sea
una cita del dios Krishna en la Bhagavad-gītā, el texto sagrado del hinduismo.
La ciencia, en ese instante, cede su lugar al delirio místico y a la
megalomanía. En la reconstrucción fílmica de Nolan el personaje interpretado
por Cillian Murphy pronuncia esas palabras mientras tiene sexo con su novia,
Jean Tatlock, interpretada por la actriz Florence Pugh. La escena causó
indignación en algunos sectores de la India, pues ofende un símbolo sagrado.
Sin embargo, la incomodidad también podría ser fruto de la historia de ese país
con la bomba atómica. Elevadas al rango de unidad nacional, las armas nucleares
en la India han servido no sólo para elevar la tensión con Pakistán, su vecino,
sino para construir un símbolo de cohesión identitaria en un país pluricultural
sometido a un poder político cada vez más dictatorial. Criticar a la bomba –al
igual que el hereje ante la fe revelada– es motivo de segregación social e,
incluso, persecución, como lo ha denunciado la escritora india Arundhati Roy.
Para redondear el símbolo religioso, la primera vez que el país detonó una
bomba nuclear fue el 18 de mayo de 1974, día en el que se celebra el nacimiento
de Buda. El gobierno bautizó el arma como “el Buda sonriente”.
El imaginario nuclear llevado a la realidad
–más allá de las armas– también gobierna a través del miedo. La llamada
“sociedad nuclear” que advirtió Roger Belbéoch –físico francés especializado en
la aceleración de partículas– es una distopía autoritaria de facto. En su libro
Chernoblues (2001), publicado en español en 2019, el científico nos previene de
una civilización tecnocrática que podría eliminar, casi por completo, cualquier
gestión democrática. Una ciudad dependiente de la energía nuclear deja de
luchar por sus libertades, pues cualquier confrontación puede destruirlo todo,
como una espada de Damocles que amenaza constantemente la vida. Entonces, a
través del átomo, se deja el gobierno en manos de los expertos, los únicos
calificados para conducir a la sociedad y que ejercerán una suerte de
despotismo ilustrado para el bien de todos. Tenemos entonces a lo nuclear como
un dios inaccesible e inestable; un dios con una corte de sabios que creen
dominarlo cuando es, justamente, lo contrario.
*Fuente: https://www.latempestad.mx/tornavoz-bomba-atomica-energia-nuclear/
-Alejandro
Badillo. (Ciudad de México, 1977)
-Es autor de los libros de cuento: Ella sigue dormida
(Tierra Adentro), La herrumbre y las
huellas (Eeyc), Vidas volátiles
(BUAP), Tolvaneras
(SC Puebla), El clan de los estetas
(Universidad
Veracruzana. Premio Nacional de Narrativa
Mariano Azuela) y las
novelas La mujer de los macacos (Libros Magenta) y Por una cabeza
(Premio Nacional de Novela Breve Amado
Nervo).
Recientemente ha publicado:
“La Habitación Amarilla” (cuentos) por Editorial BUAP. -2021-
“Reconstrucción” (novela) Ediciones EyC. -2021-
El banquete*
Después de la gran hecatombe nuclear los
Plumkier, aristócratas de cuna, se reúnen cada tercer viernes de mes alrededor
de una mesa, tal como venían haciendo desde el principio de los siglos.
Cubertería de plata, copas de cristal de Murano y vajilla de porcelana de
Sèvres. Etiqueta y traje largo.
Una enorme bandeja de plata con un asado de
carne en el centro de la mesa.
Intentan que las cosas sigan como siempre y que las tradiciones se mantengan. Únicamente hay tres cambios que no pueden obviar: No hay pan, la carne no es de ternera sino de animales más pequeños y se ha instaurado un rezo antes de comenzar las comidas:
"Te damos las gracias señor por los
alimentos que vamos a tomar y te rogamos que no sean tan radioactivos como el
mes pasado", recitan mientras se contemplan las terribles quemaduras, las
pústulas y la perdida de dientes.
*De Joan
Mateu.
VISITAS*
Estamos comiendo en la cocina
cuando se nos presenta una gran cucaracha.
Pensamos en matarla con una escoba,
mas no tenemos escoba.
Tratamos de exterminarla a zapatazos:
se nos escapa siempre.
La perseguimos con amenazas y puñales,
la perseguimos con determinación.
Desde lo alto
le enviamos maldiciones, migas de pan,
ortigas, hielo.
Desde lo alto le leemos un sermón sobre el
pecado,
un larguísimo poema del revés.
¡Todo es inútil, todo!
Pensamos que debemos reconocer nuestro
horrible fracaso.
Ella no responde a nuestra persuasión.
No deja de reírse desde sus ojos feos,
desde su cuerpo negro, desde allí.
Entonces comprendemos que lo mejor
es aprender a amarla.
Y no sabemos cómo.
*De Silvia
Arazi.
-Fuente: "La medianera. Una novelita haiku". Interzona, 2013.
11 *
De soslayo
de susurros
de a escondidas.
Esta existencia
a veces
aparece.
*De Paula
Novoa. novoapaula8@gmail.com
-Poema incluido en Hija de mala madre.
Cave Librum Editorial. 2016
Mordida
de tortuga*
Pulverizado su cuerpo,
el maíz da forma al manto de los cometas.
Tus ojos son lo único
en esta llanura:
no hay aire y la
sangre permanece inmóvil.
El cielo de tu cabello
estrellado
no deja que la noche
permanezca sin brillo
tu cuerpo desnudo, montaña
sobre el oleaje nace
en cada parpadeo de tu ladera:
eres el espacio que
habitan las serpientes silbando
a las rocas para que
no olviden sus colores cetrinos.
El mundo no cesa y
mueve nuestros cuerpos
cual si fuésemos
incapaces de afrontar nuestras decisiones
líquidas.
Flor que nunca se
diluye: tu aullido arrojó mi existencia en tu rocío.
Ciudad de alas que
ahogan la noche: tu calor
hizo nacer el calor de
mi cuerpo clavado en los dedos de tu corteza.
Solo así abandoné el
bosque del que tanto me hablaste
cuando el ave que une
con líneas las estrellas aprisionó mi
corazón
para sacar de la
tierra el agua: tu piel
envuelta en el gris de
tu brisa.
Ahora la cáscara del
anfibio cierra sus soles
como si no hubiéramos cantado,
como si no nos
hubiéramos abrazado,
como si no hubiéramos
hecho promesas,
como si no hubieras
guardado el silencio
en el azul de tus pasos
*De hugo
ivan cruz-rosas. quetzal.hi@gmail.com
Coyoacán. México
*
Entre nosotros
viven los pájaros
a los que les diste de
comer
inclinando tu torso
delgado y triste
hacia un cacharrito
que apoyaste en el
suelo.
Los pájaros saben
dónde ir
en qué sitios la vida
los sostiene
en su delicada
continuidad,
lo aprendieron del
aire.
Tu mano
que ofrece alimento
debe saberlo, lo
sospecho,
esa mano
que me da de comer
también a mí,
la hambrienta
la devastada.
*De Irma
Verolín. irmaverolin@hotmail.com
Hay
quienes*
Hay quienes llevan a cabo la vida más
hábilmente.
Tienen orden en su interior y a su
alrededor.
Para todo la manera y la respuesta
adecuada.
Adivinan inmediatamente quién a quién,
quién con quién,
con qué objetivo, por dónde.
Ponen el sello en las verdades absolutas,
arrojan a la trituradora los hechos innecesarios,
y a las personas desconocidas
a las carpetas destinadas a ellas de
antemano.
Piensan justo lo debido
ni un segundo más,
porque tras ese segundo acecha la duda.
Y cuando los dan de baja de la existencia,
dejan su puesto
por la puerta señalada.
A veces los envidio
-afortunadamente se me pasa.
*De Wislawa
Szymborska
*Fuente: https://akantilado.wordpress.com/2013/02/19/poemas-de-wislawa-szymborska/
*
Algún día mi viejo me empezó a leer Shakespeare.
Como tenía 8 años, debía explicarme todo para que entendiera, palabras,
historia de la época, etc. Yo oía fascinada su voz, esos domingos, a veces,
recostado, o en un sillón. En algún momento me explicó que cada cosa quería
decir muchas cosas. Que, por ejemplo, las brujas de Macbeth eran esas viejas
pero a la vez era símbolos y había muchas maneras de entenderlas.
¿También nosotros somos símbolos? -
pregunté.
Mi abuela materna que escuchaba desde el
marco de una puerta y con un mate en la mano, dijo:
-Seguramente alguien nos escribe y alguien
nos está leyendo y queremos decir muchas cosas y también no queremos decir
nada, somos esos que somos. Depende de quién nos lea.
Mi viejo se rió pero también se quedó
pensando. A veces imagino quien seré para cada uno y sé que debo ser muchas
palabras diferentes, extrañas y contradictorias.
*De Liliana
Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com
Inventren
https://inventren.blogspot.com.ar/
El Sur
(Dudignac)*
*Por Sergio
Borao Llop.
Podría abrir los ojos, encogerme de
hombros, decir: “no sé qué estoy haciendo aquí”. Y sería verdad, al menos
parcialmente. Toda verdad es incompleta, eso lo sabemos. Porque el conocimiento
de nuestra propia realidad también es parcial. Verdad es que nunca antes había
oído esa palabra, pero no es menos cierto que escucharla me trajo, de repente,
imágenes de un tiempo ya pasado, de un lugar nunca visto, de una música
extraña…
Creo que lo dijo Urbano Powell, una tarde
imposible, mateando. Aunque ya no sé si es recuerdo o presunción. Evoco la
palabra: “Dudignac”, una voz pronunciándola, el tenue escalofrío que mi cuerpo
sintió… Otra voz, no la primera, apuntó: “eso está en Europa, en Francia, en el
sur”, y la primera voz, tranquila, replicó, “no, ché, eso está aquí mismo, a
poco más de 300 kilómetros de Buenos Aires, cerca de Nueve de Julio. Es un
pueblito… y bueno, también es una estación abandonada…” un silencio expectante,
un leve carraspeo “de aquellas del Midland, ya sabés”.
Y yo, que escuchaba en silencio, con el
corazón encogido, no sabía, pero… supe.
Supe que tenía que ir a esa estación, y no,
no me pregunten, porque aun hoy, aquí sentado, todavía no tengo una respuesta…
No podría precisar tampoco los acontecimientos que siguieron. Todo fue un
vértigo de acciones sumidas en la niebla. Sé que hablé con personas a quienes
no conocía, que acumulé datos innecesarios, que hice preguntas cuya respuesta
en realidad no me importaba, porque desde el primer momento, desde que aquella
voz pronunció esa palabra, yo sabía que un día mis pies se posarían en la
antigua estación abandonada, en ésta en la que ahora me encuentro, viviendo en
primera persona esta historia que ni siquiera yo comprendo…
"El verde tiene muchos tonos, hay
muchos verdes, pero el sur francés es otra cosa. No lo sé yo, yo nunca estuve
allí, nunca salí de esta tierra que a veces me resulta inhóspita, pero a la
que, sin saber muy bien el motivo, no puedo dejar de amar… Yo no lo sé, repito;
pero lo sabe él: ese hombre que escribe, ese hombre que está escribiendo estás
líneas, alguna vez estuvo allí, en ese sur plagado de colinas verdes y valles
inmensos que su palabra inhábil no alcanza a describir de forma precisa… "
Pero yo no lo sé, yo nunca estuve allí. Sin
embargo, si cierro estos ojos, testigos de la infamia de más de medio siglo,
que sin querer mirar lo han visto casi todo… Si aquí sentado cierro los ya
cansados ojos y dejo que mi mente vague libre, puedo sentir el olor de esos
viñedos que no son de estas tierras; puedo percibir, sin ver, esos árboles
verdes, ese césped que es casi un resplandor a ras de suelo, los diminutos
pueblos que adornan las laderas. Pero si abro los ojos, si cedo a la tentación
de lo real (pero ¡qué sabemos en el fondo si es, en verdad, real!), vuelvo a
estar aquí en Dudignac, una vieja estación abandonada por la que ya no pasa el
tren; o tal vez sí: un tren fantasma que no conduce a ningún sitio, sólo al
recuerdo de otras gentes que están lejos de aquí, allende el mar y el tiempo,
escribiendo palabras que yo no entendería.
"Allí, en ese otro lado, en ese otro
sur que nunca vi, la estación tiene vida. Hay viajeros que esperan, viajeros
que conversan, viajeros solitarios que no saben muy bien cuál será su destino
(si lo miramos bien ¿quién sabe, en realidad?). Hay funcionarios con sus
uniformes un tanto gastados por el uso, hay maletas, cigarrillos, un viejo
reloj, expectativas… Acaso alguna vez, ese hombre que escribe, estuvo en tal
lugar, acaso él escuchó la música que ahora, sentado en este banco con los ojos
cerrados, me parece evocar."
Con los ojos cerrados se siente un viento
fresco, la caricia del sol en pleno rostro, ese sopor me lleva hacia lejanas
fechas, me invaden los recuerdos de aquella primavera (¿qué primavera? pienso)
Aquella primavera que es mi otoño, tal como siempre fue. Con los ojos cerrados
casi puedo sentir el temblor de la tierra, el sonido lejano de un tren que va
acercándose, las voces que resuenan alrededor de mí…
Y aunque sepa que por aquí no pasa el tren
desde hace más de treinta años, es tan grato dejarse seducir por esa magia… Tal
vez sólo por eso, permanezco sentado en este banco, con los ojos cerrados,
aguardando en secreto la llegada del tren, ese tren que es tan sólo una
esperanza, la inverosímil fantasía de un alma que dormita.
Y entonces, él también, ese hombre que
escribe, puede cerrar los ojos; allí parapetado tras su mesa, puede cerrar los
ojos, recobrar ese olor casi olvidado, sentir la emanación de los viñedos, las
voces, las campanas, y retornar al día en que llegaba el tren que no pudo tomar
en su lejana Europa (ese tren que había de conducirle a su destino). Nada
importará entonces si el nombre no es el mismo, si es apenas el eco de una voz
junto al fuego, una simple palabra que se quedó prendida en el alféizar gris de
esa ventana que algunos llaman alma. Tal vez así los dos: ese hombre que sueña
(si es que es él, el que sueña), y este hombre que espera (si es que soy el
soñado) podamos al final entremezclar nuestras ficciones: su Sur con este Sur,
el mío con aquel que nunca he conocido.
-Próxima estación:
LOS EUCALIPTOS.
-Continuidad literaria por el Ferrocarril Provincial:
FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE.
GOBERNADOR UDAONDO.
LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.
GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO.
ESTACIÓN DOYHENARD.
ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.
D. SÁEZ.
J. R. MORENO.
EMPALME
ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.
LISANDRO OLMOS.
INGENIERO
VILLANUEVA.
ARANA.
GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.
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-Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco Coiro.
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