*Dibujo de Erika Kuhn.
https://obraerikakuhn.blogspot.com
En un puño
oscuro*
Sobre un desierto ardiente
así
quise vivir
hubo rosas en mi fin del mundo
y en un puño oscuro
la más bella luz
en la silla del odio me senté
en el rincón helado
con el completo corazón
quemado en sus asombros
una y otra vez
fueron a su estrella las palabras
llevaban
mi última fortuna
sin embargo
la ceniza del cielo perfumado
unía
mi corazón al fervor
como un puño que guarda su alimento
en pobres bolsillos
en noches tormentosas
pude vivir
quise vivir.
*De Alejandro
Schmidt.
(1955-2021)
*De su libro "En un puño oscuro". editorial Eduvim. 2017
Semáforo 19*
Ocurre, Marta, que suelo inventarte de rojo,
que
suelo inventarte de catedral, de Greta Garbo, de sombra
celeste en la tarde; y ocurre que también
invento un pájaro en
un costado de tu boca
cuando dices caballo,
lluvia,
niños marrones, o cuando
me
dices herrero
y
buscas
la
luz y el horizonte de tu sangre en mi sangre.
Pero
ocurre, Marta, que a veces no me encuentras, o me encuentras
convertido en un montón de gatos,
con
un no olvido –ese vértigo de rincones–,
con
libros,
ausencias,
con
un reloj amarillo y lento, con una rosa, un retrato,
o
con algún amigo que me habla
de
lo mal que
para
los pobres pobres andan las cosas.
Sin
embargo,
en
ocasiones, Marta, me encuentras caminando como un viento
de sauce,
como
una
tristeza de lluvia, por esa
tristeza
que
te anochece el corazón, que te hace
los
ojos marrones, niños,
río
o
acaso invierno, o acaso
alguna boca que se duerme
sin
el sabor del pan en sus orillas.
Marta: ahora pongo mi oreja sobre la tierra y
oigo
tus
pasos por el corazón de octubre.
Marta: explícame una mariposa,
explícame una nube, Marta,
siempre es noche, allá, o donde
siempre es frío,
o
soledad,
o
llanto, que ahí
tu
carne
estará
en
la carne del herrero, en la luz del herrero, que ya,
ahora mismo,
giran, se desbocan, se encabritan
los
caballos del alba.
Marta, yo te invento de rojo, yo me pongo al
hombro
tus
veinte años y marcho,
yo
acerco la mañana y tu cabeza a mi pecho,
yo
fundo
un
pueblo
para
que lo llenes
de
octubres y madreselvas.
Marta: afuera ladran los perros, escucha:
una estrella
desciende
para
nosotros.
*De Dardo
Sebastián Dorronzoro.
(14 de julio de 1913 – detenido desaparecido
el 25 de junio de 1976)
-Poema de su libro Una sangre para el día.
Editorial MeVeJu, 2022.
https://es.wikipedia.org/wiki/Dardo_Sebasti%C3%A1n_Dorronzoro
La pesadilla*
¿Por qué brota de mí
cuando el cuerpo reposa
y el alma queda sola,
esta insensata rosa?
Efialtes, Jorge
Luis Borges
Creí que mi tortura acabaría la noche de
aquel día en que entregué la victoria a los persas. Siempre mi razón fue pura y
sencilla: si he nacido deforme fue para ese único acto que me justificaba. Si
mi madre se negó a arrojarme por el Monte Taigeto fue con un fin dictado por
los dioses que me maldijeron, y si mi padre eligió Tesalia para detener nuestra
huida fue para que aprendiera todos los secretos de su suelo. En esas
decisiones estaba implícito un secreto deseo de venganza para que yo fuera el
guía de la pesadilla de los griegos. Sin embargo, ahora sé que hay cosas que no
las compra el dinero y hay odios que nos los apaga la venganza. Pero hay
realidades peores que cargar mi joroba, el perpetuo andar torcido de mis pasos,
mi torso inclinado para mantener el equilibrio, y las deformidades de mi cara
que no soportan el descuido de la sed ante el espejo del agua calma. Una de
ellas fue la mirada de Leónidas ante mi deseo de redención. Él sabía y yo sabía
que mi brazo era más fuerte que el suyo, aunque no pudiera sostener el escudo a
la altura adecuada en la falange; él sabía y yo sabía que mi brazo podía
partirlo en dos al Rey de Esparta. Pero yo sabía y él sabía que no habría
segundo golpe si fallaba, y que mi cabeza rodaría por el piso si ese primer
golpe no alcanzaba.
No sé si él intuyó que hay estocadas
invisibles y hay escudos que no nos protegen de ellas. Pero ante su
inconmovible negativa, aún en desventaja como se encontraba, decidí sonreír y
partir, los dos sonreímos; porque entonces los dos podíamos hacerlo. Ahora ya
no sonríe el Rey Leónidas y lo mío no pasa de una mueca, y sé que nunca habrá
sonrisas para mí en el inframundo de los condenados.
No es la vigilia de mis días la tortura, no
es la persecución de los hombres ni la maldición de los dioses, no es la espada
que un día habrá de acabarme y que desde aquel acto me acecha.
Yo, Efialtes de Tesalia, hijo de Eurodemo,
pesadilla espartana, condenado a deambular entre los desfiladeros de Tesalia
sobre la espina del monte Calidromo; no le temo a las bestias reales ni a esas
bestias disfrazadas que son los hombres; no le temo al sol que quema ni a las
piedras que se despeñan ni a las aristas que laceran ni a las asperezas del
sendero que recalcan mi carne y dificultan mis pasos; no le temo al mar embravecido
ni a la distancia de los caminos; no le temo a las puñaladas por la espalda que
nunca podrán partir mi corazón ya desgarrado; no me humillan las burlas de los
niños y las mujeres ni las inmundicias que arrojan a mi paso; no me duelen la
soledad ni las traiciones. A los seres como yo no los traicionan los hombres;
mi cuerpo no le teme al hambre ni a la sed ni al calor ni al frío ni al viento
ni a la tormenta. Mi hambre y mi sed no se calman con alimento ni con agua. El
frío que me castiga no se alivia con fuego ni con mantas. El calor que me
sofoca no se enfría con el austero trono de Esparta. Pero hay noches terribles
en que la tormenta es el sueño.
Hay noches en las cuales suceden claros
días en los que inclinan la cabeza los ilotas a mi paso. Hay noches en las
cuales en pleno día no estoy siempre solo con mi perro. Hay noches con
atardeceres en que tomo vino oscuro endulzado con miel compartido del mismo
jarro con otros hombres. Hay noches en que no tengo sexo con las cabras. Hay
noches con amaneceres en que entiendo la palabra simetría al ver mi cara
reflejada en el agua de un cántaro sin necesidad de agitarla. Hay noches en que
el escudo se sostiene firme en mi brazo ante el brutal hachazo de Leónidas para
probarlo. Hay noches en que no encuentro el sendero de Anopea con los diez mil
Inmortales de Jerjes a mis espaldas. Hay noches en que aún permanece
inexpugnable el desfiladero de las Termópilas. Hay noches en que no temo a las
pesadillas de mis sueños porque he muerto defendiendo ese paso, codo a codo,
junto a mis conciudadanos de Esparta. Hay noches en que mi ánima libre se aleja
y deja mi cadáver cubriendo de los ávidos persas el sagrado cuerpo de mi Rey
Leónidas.
*De Horacio
Rodio. horaciorodio@hotmail.com
-Horacio
Rodio nació en Llavallol, provincia de Buenos Aires, en 1954. Realizó
talleres con Laura Massolo y Liliana Díaz Mindurry. Obtuvo más de cien premios
nacionales e internacionales en cuento, poesía y novela, con publicaciones en
Argentina, España, Colombia y Chile. Es autor de los libros de cuentos Palabras de piedra (Baobab, 1999), Media baja (Dunken, 2012) y La insistencia de la desdicha (Ruinas
Circulares, 2018), y de los poemarios El
cinturón de Orión (primer premio del 15° Concurso “Adolfo Bioy Casares”,
Ediciones Municipalidad de Las Flores, 2022) y El libro de Hopper (Pierre Turcotte Éditeur, Canadá, 2023). Ese
mismo año, el sello español Avant Editorial publicó su novela Ausencia y error.
-Recientemente publicó el libro de cuentos
La oscuridad de los hechos
-Editorial Esa luna tiene agua.
https://www.esalunatieneagua.ar/productos/la-oscuridad-de-los-hechos-horacio-rodio/?
Reencarnaciones*
Antes fui un campesino ruso
estuve en 1905 protestando en Moscú
contra el zar, con mi tío y algunos amigos
de ahí partí a Praga, fui amanuense
ponía sellos en la oficina con Kafka
éramos grises los dos
terminé deportado a un campo, entonces
aparecí en Ámsterdam
jardinero en el barrio de Rembrandt
me robé un retrato y un pedazo de alma
que vendí en un callejón de Monastiraki, en
Atenas
unos días antes de que se hunda el pesquero
fui médico en el África, ladrón en Gales,
titiritero en Croacia
falsificador de obras de arte en el
Renacimiento, en Florencia
campesino en Vladivostok y ladrón de
bicicletas en Roma
entre miles de ciclos de idas y vueltas
ahora aparecí escribiendo poemas en Plaza
Miserere
soy un ciego en el barrio de los ciegos
mi alma es muy vieja, como la tuya
por eso me mirás como si me conocieras
de algún lugar.
*De Andrés
Bohoslavsky. vladimirbeat@yahoo.com.ar
-De su libro MARGOT, LA PROSTITUTA QUE LEYÓ
A BAKUNIN.
-Editorial Leviatán. 2017
La
esperanza no es*
La
esperanza
no
es una fábrica de muñecos irrompibles,
no
me vengan con esos viejos cuentos,
la
esperanza no es un duende o un arzobispado,
por
más que uno no tenga ni un carozo de ciruela en el bolsillo
y
sea agosto con viento,
y
sople el viento sobre nosotros, sobre nuestras pulgas,
la
esperanza está ahí,
con
toda su importancia,
con
toda la historia del hombre, la historia del lobo,
y no
podemos decir buenos días a veces cuando es lunes
y
vamos a la fábrica con dos mates en el estómago,
pero
aún continúa aquí, ella, en algún lugar,
silenciosa, inmóvil, sin que nadie la vea,
sin
que nadie pueda acariciarla y decirle oh, gatita mía,
o
decirle mi rosa de invierno, mi rosa de primavera,
sin
que nadie pueda tocar su piel con cada dedo de la mano,
pero
ella se nos va detrás de cualquier perro cuando
alguien nos coloca una moneda en la mano,
nos
hemos quedado sin olvidos
o el
viento de la noche corre muy frío
por
debajo del puente.
*De Dardo
Sebastián Dorronzoro.
(14 de julio de 1913 – detenido
desaparecido el 25 de junio de 1976)
-Poema de su libro Una sangre para el día.
Editorial MeVeJu, 2022.
https://es.wikipedia.org/wiki/Dardo_Sebasti%C3%A1n_Dorronzoro
Como lágrimas en la
lluvia*
Vine a gritar y me
pobló el silencio.
Del son, sólo
fantasmas nuestras voces.
Pues todas las
palabras:
las que un día
cantamos,
aquellas que callamos,
las que nunca debimos
haber dicho,
también las que
escuchamos,
pensamos inventamos
escribimos,
las que en algún otoño
nos dañaron
y las que despertaron
un lánguido suspiro,
las que pintaron una
sonrisa en nuestros labios
y las que no dejaron
ningún poso en nuestro espíritu;
y aun éstas que ahora
escribo,
éstas que acaso estás
leyendo,
también se perderán en
los pliegues del tiempo.
Sólo seremos ecos,
provisionales ecos
rebotando
hacia un sol
extinguido.
*De Sergio
Borao Llop. sbllop@gmail.com
PREDESTINACIÓN*
Los amos/ tal como los
poetas/ aman la poesía/
que los mata/ como
marineros/ que se ahogan en el mar./
Derek Walcott
Tal como
la enredadera ama treparse a los muros
tal como al perro le gusta
ladrarle al viento
dentro de un automóvil en marcha
tal como el padre
espanta la mosca de la boca
de su hijo enfermo
tal como el ciego roza la piel
que desea con las yemas de los dedos
tal como el poeta juega
con la palabra. Tal como
yo hurgo ahora
en este mar que los poetas navegan
hasta ahogarse
*De Daniel
Montoly.
*
Escribir es
simplemente percibir lo extraño del mundo.
*De Liliana
Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com
Inventren
https://inventren.blogspot.com.ar/
Ensueño
en estación Libertad*
Vine a Libertad porque el nombre me pareció
sugerente. Y tal vez también porque algún amigo me había hablado del sitio, de
la estación, aunque esto está algo confuso en mi cabeza.
Tomé el tren en alguna parte (después de
semanas viajando sin destino, me costaba ubicarme) y confié en no pasarme de mi
parada, cosa que me sucedía con demasiada frecuencia.
Esta vez, por fortuna, estuve lo bastante
atento y bajé donde había previsto. Miré alrededor. Elegí un rumbo y caminé
durante un buen rato. Vi algunos edificios, un centro comercial, una iglesia…
nada que no hubiera en otros mil lugares. Me desanimó comprobar que no había
allí nada de lo que yo buscaba (pero ¿qué era exactamente lo que buscaba?) y
regresé a la estación, dispuesto a tomar el primer tren de vuelta (de vuelta ¿a
dónde?).
Como aún faltaban varias horas hasta la
próxima salida, me senté en un banco del andén y, presumiblemente, me quedé
dormido.
En el sueño, yo dormitaba en un banco del
andén de la estación de Libertad. Un desconocido me zarandeó sin brusquedad y
al verme ya despierto, me ofreció un teléfono móvil. Yo no supe qué hacer y me
lo quedé mirando a los ojos. Él insistió: “Quiere hablar contigo”. Yo tomé
maquinalmente el artefacto y pregunté con la mirada: “¿Quién?”. Pero el tipo
pareció no entender y dio media vuelta, alejándose a continuación en dirección
al norte. Puesto que tenía el teléfono en la mano, hice lo más natural,
saludar. Del otro lado me llegó la voz de una mujer.
Creo que se identificó, pero no entendí su
nombre y no me atreví a preguntar por no parecer grosero. Debía de ser una
amiga o pariente porque me habló de personas próximas a mí y de hechos que
tuvieron lugar en mí ya lejana niñez. Después se puso a contarme cómo le había
ido la vida, describió lugares que había visitado, viajes que había hecho,
aventuras. Llegado mi turno, yo le hablé de mis dificultades como estudiante de
secundaria, del tedioso trabajo en el taller del que no pude escapar en muchos
años, de mi experiencia como jugador y entrenador de baloncesto (las victorias
y derrotas, la risa y las lágrimas, el esfuerzo y la decepción). Poco a poco,
fui soltándome. Intercambiamos anécdotas. Me felicitó por mi libro (que dijo
haber leído con avidez) y yo me interesé por sus logros. Pasaron varios trenes,
pero ninguno se detuvo.
Después seguimos charlando, no me pregunten de qué. No lo recuerdo. Ya saben que los sueños son volátiles. Lo que sí puedo afirmar es que una extraña sensación agradable se fue extendiendo por mi espíritu. Debieron de pasar horas, o minutos, nada es lo que parece en el reino de los sueños. En algún momento, el tipo volvió y reclamó su teléfono. Yo me despedí de mi interlocutora no sin antes fijar una cita en un lugar y un tiempo que no pude recordar una vez despierto. Tampoco sabía, me dije, el nombre de la mujer.
Llegó un tren. Me subí a él, ya no
importaba el destino. De algún modo, comprendí que mi búsqueda había llegado a
su fin, que ya tenía lo que necesitaba. El tren arrancó, y aunque la escena
soñada ya empezaba a difuminarse en mi memoria, el poso que había dejado, lo
supe, permanecería en mí para siempre.
*De Sergio
Borao LLop. sbllop@gmail.com
http://sergioborao2011.blogspot.com.ar/
-Próxima estación:
FRANCISCO A.
BERRA.
-Continuidad literaria por el Ferrocarril Provincial:
ESTACIÓN GOYENECHE.
GOBERNADOR UDAONDO.
LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.
GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO.
ESTACIÓN DOYHENARD.
ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.
D. SÁEZ.
J. R. MORENO.
EMPALME
ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.
LISANDRO OLMOS.
INGENIERO
VILLANUEVA.
ARANA.
GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.
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