sábado, abril 03, 2010

CADA HUELLA SABE A DESTINO...





*Ilustración de Ray Respall Rojas (Cuba)




PERMANENCIA*



Si puedo estar a tu lado en un día gris
Sin que preguntes el motivo,
Mas, tomando mi mano,
Regalándome un poema, una flor,
Una sonrisa,
Me haces sentir la necesidad de tu presencia.


Si logras entender este ponerme taciturna,
Incomunicablemente sola,
Arisca, blue,
Y solo aguardas,
Con la paciente espera de un amigo,
El regreso de la alegría.



Si logras secar mis lágrimas
Sin mencionar jamás
Que me has visto derrotada.


Sé que te quedarás,
Sabrás que te has quedado,
Sabremos los dos,
Que los ángeles existen.




*de Marié Rojas Tamayo
La Habana - Cuba





CADA HUELLA SABE A DESTINO...





SOLEDADES*



I


Años fluyen de mis manos
cuando acuno caricias
sin destino.
Las eché a volar de madrugada
y esperé su regreso
en mi alcoba.
Al partir el sol se diluyeron,
aterida y sin nada
dejé de esperar.



II


No pesa la soledad,
es como una amiga
que cubre mis pisadas
con certeza mágica.
Es manto, almohada,
canción de cuna
en noches de invierno,
estufa con leños ardientes,
café compartido al alba,
charla amena en las noches
sobre la vida y nuestros sueños.




III


Cada huella sabe a destino,
deja su marca testimonio
impregnada de rocío.
Es secuencia de momentos
inscriptos en calendarios,
con sabores indecisos
de imágenes en espejo.
Nos miramos, no nos vemos,
partimos cada minuto
hasta traspasar el tiempo.



*de Emilse Zorzut. zurmy@yahoo.com.ar







La noche que empezó la Guerra Fría*



*Por Juan Forn



Anna Ajmátova creyó hasta el día de su muerte que la Guerra Fría había empezado por su culpa, la noche del 25 de noviembre de 1945. Para Stalin, Ajmátova era una excrecencia del pasado prerrevolucionario, mitad monja, mitad puta en celo, y desde 1921 le tenían prohibido publicar sus poemas.
Pero los soldados rusos se los sabían igual de memoria. Por esa razón, en los momentos más difíciles de la guerra, bajó desde el Soviet Supremo la orden de que Ajmátova recitara sus poemas por radio para levantar la moral de la nación. La guerra se ganó, los intelectuales evacuados de Leningrado volvieron a la ciudad en ruinas y, en noviembre de 1945, llegó a la URSS una comisión cultural británica cuyo velado propósito era sondear la actitud soviética respecto de sus aliados, con la guerra terminada. Entre los miembros de esa comisión había un joven profesor de Oxford, hijo de judíos rusos expatriados, que ya había cumplido funciones de inteligencia durante la guerra en la embajada británica en Washington. Su nombre era Isaiah Berlin y el propio Churchill lo había elegido por su conocimiento de la lengua y la mentalidad rusas, así como de los intereses geopolíticos ingleses.
Berlin pisaba por primera vez las calles de Petersburgo desde que había huido con sus padres de los bolcheviques, cuando tenía once años. Sus ojos y su corazón no daban abasto. No le importaban las ruinas; caminaba por las calles oyendo a la gente hablar en ruso a su alrededor y estaba en éxtasis.
En el primer momento libre que tuvo se sumergió en una librería de la Perspectiva Nevski donde supo, para su asombro, que la mítica Anna Ajmátova no sólo seguía con vida y residía en la ciudad sino que además estaría dispuesta a recibir su visita. Acompañado por el crítico Orlov, Berlin llegó esa tarde a la habitación oscura, sin agua y sin calefacción donde vivía Ajmátova, en el tercer piso del Palacio de la Fontannka que había pertenecido a la poderosa familia Sheremetiev. No había alfombras ni cortinas; sólo una mesa con dos sillas que no hacían juego, un baúl y un diván donde lo esperaba sentada la poeta, cubierta con un chal negro, como una reina trágica. Un único cuadro colgaba de las paredes desnudas: un retrato a lápiz que le había hecho Modigliani cuando ambos fueron amantes, en París, en 1911.
Berlin era el primer occidental que Ajmátova veía en veinticinco años.
Además podía hablar con él en ruso, y además pudo por fin enterarse a través de él del destino de todos aquellos amigos exiliados en Londres y París a partir de 1917. En esos veinticinco años, Ajmátova había aprendido a soportarlo todo: la tuberculosis, la indigencia, el fusilamiento de su primer marido, el tifus, la deportación de su segundo marido y de su único hijo, la deshonra pública, el hambre, la sucesiva inmolación de casi todos sus amigos poetas (desde Blok y Maiacovski hasta Mandelstam y Tsvetáieva),
que la había llevado a escribir los famosos versos "fue la época en que sólo los muertos podían sonreír, felices de descansar al fin". A esa altura de su vida, después de haber sido el amor prohibido de todos los rusos, se había convertido en la esposa y madre sufriente de todos ellos. El casto Berlin (que más tarde confesaría que seguía siendo virgen por entonces) le dio la oportunidad de volver a ser, por una noche al menos, simplemente una mujer, y ella le abrió su corazón. Le contó cada detalle de su vida, le habló de sus amores y sus muertos, le recitó los poemas de Réquiem y le confesó que, luego de hacerlos memorizar a siete personas de su máxima confianza, procedía a quemar los papeles donde los había escrito. Ningún ruso cree hasta el día de hoy que se pasaran toda la noche sentados en sillas
enfrentadas, como relató Berlin más tarde. Sí le creen, en cambio, que cuando se levantó para irse ya era de día y que volvió caminando hasta el hotel en trance, sin reparar en la llovizna que le calaba los huesos, sin reparar en que acababa de iniciarse la Guerra Fría en el mundo.
Porque he aquí que, la tarde anterior, Randolph Churchill, el hijo de Winston, que formaba parte de la comitiva británica y había sido compañero de Berlin en Oxford, necesitó alguien confiable que lo ayudara a comprar caviar en Leningrado, y no tuvo mejor idea que hacerse llevar hasta el deteriorado Palacio de la Fontannka, donde se puso a llamar a gritos a Berlin desde la calle. Este bajó a toda velocidad, se lo llevó consigo, volvió cautelosamente a lo de Ajmátova con la caída de la noche y permaneció allí hasta la mañana siguiente. Pero para entonces ya se había puesto en movimiento la omnímoda maquinaria de delación soviética que haría llegar a oídos de Stalin que Winston Churchill había enviado a su propio hijo en una operación de espionaje para llevarse a Ajmátova a Occidente. Para entonces Berlin y Churchill ya habían partido de la URSS, de manera que no fueron ni arrestados ni expulsados. Las consecuencias las sufrieron los demás: Berlin había logrado ver en Leningrado a su tío Leo, un hermano de su padre que no había querido irse de la URSS y era titular de cátedra en la Facultad de Medicina. En los días siguientes a la partida de su sobrino, fue acusado de entregar a extranjeros información sobre la salud de Stalin, obligado bajo tortura a reconocer su culpabilidad y enviado a prisión (con la muerte de Stalin sería liberado, pero a los pocos días de volver a Leningrado, aún débil y sin trabajo, se cruzó con uno de sus torturadores y murió de un síncope en plena calle).
Para Ajmátova, las cosas no fueron mejores. Su hijo Lev, que después de pasar diez años en los gulag y otros tres combatiendo a los nazis gozaba de sus primeros meses de libertad, fue otra vez deportado a Siberia, y la propia Ajmátova fue públicamente crucificada por el comisario cultural Zdhanov, cosa que le hizo perder la magra pensión que cobraba y la habitación en el Fontannka. Hasta la muerte de Stalin en 1953, Ajmátova pidió en vano por su hijo y vivió de la caridad de los pocos amigos que se atrevían a cuidarla. El deshielo de Kruschev traería la tardía liberación de Lev y un igualmente tardío reconocimiento para ella: se la autorizó a publicar, se le concedió una pequeña dacha en Komanovo, se le permitió viajar a Oxford y a Roma a recibir premios. En Roma recitó famosamente su Poema sin Héroe, donde dice de Berlin: "No será mi esposo ni mi amante / pero juntos haremos algo / que trastrocará el siglo veinte". En Oxford, aceptó que él la agasajara con un banquete en la mansión de su esposa
millonaria, sin dirigirle la palabra a la anfitriona en toda la velada. Y al día siguiente, en la universidad, cuando llegó al momento culminante de su extraordinario Réquiem, alzó los ojos hacia Berlin y pronunció en ruso aquellas palabras ("No lo sabes, pero has sido perdonado") que, según aseguran todos los que la conocieron, resume a la perfección lo que se sentía al estar en su presencia.


*Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-143094-2010-04-02.html






MAGNOLIAS DE SANGRE*

(Junio 1982-Argentina)



Arde el frío.
El hambre en las tripas, arde.
Arde en las nieves y en el costado izquierdo la herida del engaño.
Arde junio y las fogatas de San Juan:
Viva San Juan y San Pablo y las pelotas de diablo
Una maqueta humana sigue, hipnotizada, el juego macabro.
Pasará, pasará y el último quedará.
El arquero es el pato, margarita, fortunato.
El arbitro, castrilli o el papa.
Las piernas de kempes, la mano de dios. Ganar, no importa como.


Crueldad de juegos infantiles. Matar hormigas.
Romper el nido y quebrar los huevos.
Ensartar el color y el alma de una mariposa.
Pisotear el jardín y desgajar el huerto.
Tirar la cola al gato. Hacer la zancadilla. Ganar no importa como.


Temeridad montada en un palo de escoba...
Jugar al gato y al ratón. Pelear con los piratas con espadas de palo.
Derribar uno a uno soldaditos de plomo.
Matar al enemigo armado con las manos.
Ganar el partido con pelota de trapo.


El lobo feroz se disfraza de abuela. Chasman y Chirolita.
El niño dios, los REYES magos, los niños de París.
Cenicienta se transforma en PRINCESA.
Un mar, un cielo, carabelas, un marino, una bandera.
Las joyas de una REINA generosa.
Civilización o barbarie. Ganar, no importa como.
Fagocitar Consumir o no consumir. That is the question.
Todos iguales. En fila. Arriba abajo. Arribar arriba.
Pasará, pasará y el último quedará.
El juego de comprar. y vender. y vencer.
Mambrú se fue a la guerra no se cuando vendrá.
Yo soy la viudita del conde Laurel.
Supermarket. Entrenamiento para futuros clientes. Wiscola.
Ganar, tener la pelota dominada.

Mientras tanto palidecen las magnolias de sangre del sur.



*de Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar








MINOTAUROS*





*Por Miriam Cairo. cairo367@hotmail.com


I.

Uno de nosotros es la pata de la silla que se escapa para vivir su vida. El resto del mobiliario lo condena: dice que destruyó el asiento tan necesario para que el mundo descanse de su propia nulidad. Pero la silla no ha dejado de ser silla, sino que es silla de tres patas. La pata que quiere vivir su vida, ha decidido no sostener más el pesado trasero del mundo. Todo aquel que se siente sobre la butaca de tres patas caerá, se fracturará el tronco y las monedas se le caerán de los bolsillos. Uno de nosotros sentirá el alivio de no formar parte ya de ese living tapizado de gris oscuro.



II.

Este cielo me desmiente, me obliga a recordar al inocente amado fugitivo que se recostó más allá de cualquier zona prohibida en la arena roja de mi alma.



III.

Una de nosotras raramente ve alguna cosa sin experimentar ese sentimiento tan especial de haber sido alguna vez lo mirado. Pero las experiencias no le sirven para nada, esa es la razón por la cual a una de nosotras le gustan tanto las pinturas de Matisse.



IV.

Hay un espejo donde sabios animales nostálgicos visitan nuestra flamante transparencia de cuerpos calientes, doblados en una hoja nervada, donde los amantes comen lentamente su corazón de medianoche hasta pulverizarse el sexo.



V.

Uno de nosotros ha de volver con sus huesos a la memoria del cuerpo y dejará que su crepúsculo esté lleno de sudores. La noche temblará llena de contentos. Nada de fotos íntimas en la portada del diario. Uno de nosotros cree que debieran estar prohibidas las noticias y entrega a la señora de al lado sus ahorros y su sangre. El alma humana es una bomba de tiempo. Pero en tanto haya carne viva de uno de nosotros para que la señora de al lado camine sobre el sangrado parquet y pague los impuestos, habrá paz en el living de su casa aunque no haya amor en el mundo.



VI.

Doblemente iluminado ciega sus miembros con ensalmos de luz. Dice que abolirá la mañana ostentosa. Dice que las colosales intimidades lo abrigan de las hogueras frías de sus noches. Dice que se ahogó, como Sansón, en un rodete de su propio pelo. Dice que como una reina loca aulló desnudo y solo. Dice que su fornicación de misántropo esposo no le trae ninguna gestación humana. Dice que ya no es un espejo incendiado. Dice que sobre sus hilos rígidos se duerme y se llora en sus propios funerales.



VII.

Una de nosotras podría morirse de una vez, pero como siempre pasa, una de nosotras juzga que merece una vida nueva y no obstante, una de nosotras no hace más que meter la pata y conducir la nueva vida hacia la más deslumbrada perdición.



VIII.


En sus horas profanas de bestia eternamente anónima, ejerce el oficio de sonámbulo y de transparente. Desacostumbrado ya del aleteo que para su orgullo lo llevaba a sucumbir como un hombre, apenas si logra rememorar aquellos momentos en que gozó a la luna tanto como quiso.




IX.

Uno de nosotros dijo vos y yo pero se refería a un silencio perfecto. Qué broma cuando uno de nosotros dice vos y yo, pero nunca se decide a hacerse hombre. Uno de nosotros tiene que ser sutil, tiene que reservarse los calificativos porque de lo contrario uno de nosotros sería tan ínfimo que ni siquiera podría emparentarse con el último aullido del último lobo.



X.

Alguien lo come y lo bebe. Alguien es fiel a un lecho malo en la noche buena. Alguien es el oceánico amante solitario. Alguien tiene miedo de ser el animal liberado del laberinto. Alguien trata de despertar sus atontados sentidos. Alguien no quiere ver que la estrella lo aguarda solitaria y móvil. Alguien es un barco que parte de sí llevándolo dormido. Alguien está a punto de entrar por el umbral de la noche que cae sin nombres.



XI.

Una de nosotras acepta trocarse siempre en animal que duerme en el país del viento, y no habla. No es abortadora de silencios, ni de niños, ni de esperanzas. Una de nosotras desapareció con entusiasmo. Y cuando todo ya andaba dorándose al sol, se le ocurrió pensar que la otra era una oveja encapuchada que da órdenes al carnero del rebaño. Aún antes de pensar esto, una de nosotras, como quien no quiere la cosa, desapareció con entusiasmo.




XII.

No entres dócilmente en mi memoria. Estos recuerdos como piedras preciosas, como huesos que brillan en la oscuridad, tienen que dejar de ensartarme relámpagos, tienen que dejarme dormir dentro del cerebro de las flores pequeñas.



XIII.

Uno de nosotros está parado sobre un mundo paralelo. Que el otro, pues, lance un suspiro de alivio. También hubiera podido ser que uno de nosotros fuera un sonámbulo en pleno día. Eso explicaría por qué uno de nosotros no ve que la jornada es un campo de maniobras donde los hombres aprenden a estar muertos. Uno de nosotros está parado sobre su propia amargura. ¿Qué puede hacer el otro? ¿Pompones de urutaú? Uno de nosotros es blando, más blando que el agua blanda y tiene un corazón de oro, una libación de oro, un galope de oro, un chorreo de oro. Uno de nosotros no leyó a Krishnamurti o bien lo leyó pero lo ha olvidado, o bien lo ejercita con matices raros. Para uno de nosotros no hay espíritu más bello que un cuerpo desnudo.



XIV.

Por un minuto caerá la lluvia y borrará los pesares conyugales. Ya que la luz relampagueó primero en la tormenta, estás a tiempo de cuidarte de la sed y del silencio. A tiempo de ver la tristeza de lo que no nace. Por un minuto tu hebra de agua, tu estrella polar, te traerá la memoria de la puntual amazona iluminada por un sol de tu propio mundo. Por un minuto tirarás de los rayos y distinguirás un enemigo entre muchos.



*Fuente: Rosario-12
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-23004-2010-04-03.html








El beso*


Uno
Algo se abre antes que la boca. Como si dijera "quiero ser tu bocado". No lo dice ella ni él, una tercera persona imprecisa. Pintura que finge sangre, un algo como el alma en colores, rubor. Nadar, se empuja contra la nada, se crea.


Dos
Ella se pinta, aviva la mucosa. Saca del lápiz casi acabado, con la uña, ese resto suave, ese brillo, ese pasto rosa fuerte. Lo mira en el dedo, lo desliza, imagina su boca sin espejo. Ella es el lienzo y su propio pintor.


Tres

El busca, desarma la trama, saborea, se mete en el señuelo del color, la desnuda del artificio, la boca sin palabras, ofrecida, indefensa.
Infinito
Había una vez la vida.



*de Cristina Villanueva. libera@arnet.com.ar









POESIA de sobrevivientes, relatada por Marta Zabaleta y Emilio De Ipola.





El cafetín de Devoto*


A las víctimas de la Operación Cóndor en Argentina, a nuestros hijos, a mi amiga Dolly Grunman de Alvarez


“Traful, recuerdo con una quizás indebida alegría el año entero que pasamos enjaulados en un coqueto ambiente de 1, 5 x 1,80, con todos los adelantes (inodoro, piletita, lampazo). Leíamos desde las 6 a.m. hasta las 9am, hora de ir al recreo. En la tarde, después del recreo vespertino cantábamos a dos voces y los otros "internos" creían -promoviendo nuestra más sincera vanidad- que había una radio en el pabellón. Los dos 1 de septiembre en que convivimos canté para vos "Le temps des cérises". Un primero de febrero vos me cantaste un estilo de Gardel. A la noche, inventamos una ceremonia muy graciosa (para nosotros) con el objeto de preparar los catres. Podíamos a veces pasarla muy mal, pero éramos
-¿lo diré?- felices. Nos fortalecían la esperanza, los ideales, las canciones, las lecturas y el sentido del humor. Y tu inmensa bondad solidaria”.


Emilio de Ípola (* )
9/5/2009




Devoto tenía ese que sé yo, ¿viste?
detrás de ningún árbol se me aparecía él.
Mezcla rara de penúltimo linyera y de primer polizonte a la luna
no se me aparecía en la larga calle de la cárcel. Sin árboles.
Los piantados estaban bien adentro. Presos. Presos. Todos.
El Cafetín abierto, con coraje y bronca.


Mañanitas de Devoto
con madres de socialistas
Presos. Chilenos. De antes del golpe.
Acampadas en la noche
un número me guardaban
pues yo tenia una hijita. Por eso llegaba tarde,
a eso de las siete esperas, yo llegaba.
Al lugar de las chilenas, bien adelante en la cola.

Llegaba siempre nerviosa y ya agotada:
nos acostábamos las dos
a las tres de la mañana
siempre vestidas, mi nena y yo,
por si nos secuestraban de madrugada
ella pensaba defenderse
con el palo del rastrillo de la playa
que todavía guarda bajo su cama.
La dejaba durmiendo, con su nanita Silvia Ibalde
recién llegada, salía a escondidas
sin saludar al portero, si podía, y caminaba
y caminaba ycaminaba
a riesgo de extenuarme, para que nadie supiera
de donde había partido.


Siempre encontré complicado eso de pedirle al tachero que me llevara.
Por más que caminara, cuadras y cuadras, pasar anónima en Buenos Aires no era sencillo: decir Cárcel de Villa Devoto y azorocharme. Vendrían luego los cuentos, consejos, retos con amenazas, y hasta alguno que otro requiebro, quejas del alma, mi marido chileno,
el preso Alberto, hubiera dicho
que todo era más simple, los encontrabas
porque les hablas y te seguirían todo el tiempo
desde antes de caer en cana…



Desde Belgrano R hasta la cárcel, de un de repente, yo descansaba, revisando en la mente
si llevaba el dinero que debía depositarle en la cuenta
Banco Nación sucursal de la cárcel, para que le dieran
pan y mate cocido. Palos. El resto, hambre.
Por meses, no le entraron ropa. Después los utensilios de tocador, entregados desde la cola, sin poder verlo. Y las requisas.
Y dejarlo sin visitas. Estaban suspendidas ¿habría traslados?
Sangre y terror, sin lágrimas. ¿Quién moriría?...

Aserrín aserrán
los maderos de San Juan
piden pan, no les dan,
piden queso, les dan hueso
y les cortan el pescuezo

Esas mañanitas de Buenos Aires
donde en la cola estaba
una de las hermanas del Che Guevara.
Parada por horas, reclamando
el derecho de los presos de querer ser mirados.
Y una media atontada, agonizaba primero
en el barcito ubicado justo enfrente de la puerta de la cárcel.
No tenían medialunas, ni milanesas:
compañeras nerviosas, madres llorando, hermanas tristes, alguna que otra esposa, y hasta un hermano, dos padres, harto humo, café y miedo
mucho miedo; pero nunca un tango.
Y muy importante, había un baño.


Después, pasar adentro, humillación y espanto.
La cola: hijas, hijos, de pocos años
llevándole un clavel
el día del cumpleaños a su madre.
Sería la hora en que los esbirros
comenzaban a tomar el mate amargo, que escupían a tu paso.
También la del primer güisqui mío del día, en ayunas, sin hielo ni soda
para darme coraje, desasustarme.
Paren las bembas.
Tómense un trago, que ya lo’vamos.
Vos no tenías wisky y bombones, cafetín de Devoto,
como aquel bar bienudo
adonde para a pocos selectos
tocaba el sexteto del gran Piazzola.
Un dia charlando le pedí que tocara en el Luna Park
para mandarle fondos a los presos en Chile,
En el Luna Park? Se sonrió con tristeza, y comentó:
...Pero son tantos…
Y claro, hay que hacer algo, por eso…
…¿Quién va a pagar por escucharme, Marta?
Miraba con ironía, tal vez tristeza,
aquella tardecita loca de Buenos Aires.
Esas que tienen ese algo, un no sé qué, que te hace sentir tan sola
cuando hacés cola. Por un númerito, para irte al exilio,
por una sopa o volando a la muerte.
Aunque no quede pan, les sobran balas.


Como olvidarte en esta queja
cafetín de Buenos Aires
si sos lo único en la vida
que se pareció a mi vieja.




-Horacio Traful Baldomero Alvarez Grunnman, chileno-argentino, fue secuestrado en Buenos Aires el 7 de abril de 1976. Apareció mas tarde en al cárcel de Devoto y luego de la inspección de Amnisty Internacional, fue trasladado a la Unidad 9, La Plata, a cuya celda hace referencia su colega y amigo

(*) Emilio de Ipola, autor de este epitafio que escribió en la webpage de Traful (http://www.trafulalvarez.com.ar/ppal.htm) dos años después de la inesperada muerte de la muerte de de Traful en el exilio en Francia, 2007.


*de Marta Zabaleta. mzabaletagood@gmail.com




*



Queridas amigas, apreciados amigos:

Este domingo 4 de abril del 2010 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg (107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música de los compositores colombianos Edgar Rivera Laverde y Manuel Mejía Serrano. Las poesías que leeremos pertenecen a Norman Salazar Leiter (Colombia) y la música de fondo será de Machu Picchu (Andes). ¡Les deseamos una feliz audición!


ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at (Link: MP3 Live-Stream).
Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!! (Recomendamos usar http://24timezones.com/ para conocer las diferencias horarias).

REPETICIÓN: La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!

Freundliche Grüße / Cordial saludo!



YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com
Schießstattstr. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel.: 0043 662 825067




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