domingo, noviembre 05, 2017

EN EL PÁJARO DE SOMBRA QUE TEJE LA RED…


*Foto de Karina Giglio.













*


Pienso en el mundo

que dejé afuera al cerrar las ventanas.

En el pájaro de sombra

que teje la red cuando empieza la noche.

Puedo escuchar.

Escucho

el aleteo inaugural sobre mi frente.

He sido bendecida por dioses extraños.

¿Cuánto queda de mí,

cuánto roto me acompaña todavía

en esta casa blanca donde todos duermen?

Busco,

entre las migas de pan sobre el mantel,

el signo que descifre el acertijo.



*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com











EN EL PÁJARO DE SOMBRA QUE TEJE LA RED…













*



Fui obligada a ignorar
la línea
que separa dos hechos importantes.

-No hay remedio- dijo la cerradura-
e hizo desaparecer la puerta.

Dicen que no pasó nada.

No les creas.
Vos prestá atención:
las palabras se mueven
igual que los escarabajos.

Todo lo que nos atrevimos a nombrar
con sus nombres verdaderos
ya no nos pertenece.

No te confíes.
No vayas a creer en la quietud de las palabras.

Pese a mis convicciones,
fui obligada a ignorar el milagro
de haber sabido decir
y haber bailado descalza
sobre una línea en el aire.

Vos que todavía estás a salvo,
estate atento.

Dicen que no hay escarabajos.
Dicen que las palabras no respiran,
no se mueven.
Dicen que no hay puerta.

No les creas.
Me dejaron ciega.
Me dejaron sola de este lado.
Ahora soy dócil como el lomo de un animal.
Dócil, ¿entendés? Dócil.
Pero escucho el ruido de la llave.



*De Valeria Pariso.



 -Valeria Pariso nació en la Provincia de Buenos Aires. Publicó los libros de poesía: "Cero sobre el nivel del mar" Ediciones AqL (2012), "Paula levanta la persiana", Ediciones AqL (2013); "Donde termina esta casa", Ediciones de la Eterna (2015), "Del otro lado de la noche" (2015) Editorial El Mono Armado, "Triza" (2017) Editorial Detodoslosmares.
En el año 2014 crea, en Bella Vista, un ciclo de poesía destinado a la lectura de poesía contemporánea entre vecinos que continúa coordinando en la actualidad, incluyendo fotografía a cargo de Karina Giglio y música a cargo de César Jorge.

Coordina talleres de poesía.

Sus blogs:














Monólogo en una botella*



Hablar. Mirar los ojos
de nuestros contertulios; darse cuenta:
Ninguno está escuchando, las palabras
se pierden en el humo. En los rincones
el polvo se amontona. Dados vuelta
hacia adentro, los hombres, abstraídos,
su universo contemplan: simetría del ego.

Y entonces:

Iniciar una conversación trivial;
que nada sea, pues nada permanece.
Multiplicar lo intrascendente, convertir
la nada en un catálogo de nadas infinitas.

De tanto darle vueltas,
tal vez en el reverso
de esa triste moneda
quede algo que importe:
el minúsculo poso de una idea.


*De Sergio Borao Llop. sbllop@gmail.com
De Por si mañana no amanece, Poemas de @S_Borao_Llop

















ACTUAR Y EXPLICAR-SE*



Trato de arreglar las cosas, pero nunca se arreglan, cambian, empeoran o se diluyen.
Encuentro que las acciones no tienen justificación. No una justificación válida al menos. Hacemos las cosas siempre por el motivo incorrecto. Porque el verdadero motivo de nuestras acciones está más allá de donde podemos ver en el momento, o sea ahora, que es cuando la cosa sucede. La acción sucede ahora, que es pasado. Cuando escribo “ahora” el momento ya pasó. No podemos luchar contra eso, y comprender el entramado de causas es algo inconducente, pues ya fue y nada tiene arreglo. Emparches. Que se notan.

Vivimos zurciendo roturas. Cinta aisladora en el cable. Actuamos sobre lo que sucedió, tratamos de que no vuelva a pasar o de que se repita, luchando contra la forma de ser del universo.
Las cartas en los buzones son irrecuperables. Y entonces escribimos otra carta, también imposible de borrar, y redactamos otra y otra. Al final nos damos por vencidos pero por cansancio. Sigue la sensación de que algo faltó por decir, que una palabra no fue dicha. Lo cual es la peor de las ilusiones. Nada puede decirse para suprimir lo que se entendió o no se entendió en el primer momento.
Como si hubiese un primer momento. No lo hay. Cada vez es posible retroceder más atrás.
El nacimiento es ya una sucesión de acciones de otras gentes. Nada comienza en ningún punto primordial. Nuestra historia es la de nuestros padres, la de ellos la de los suyos, y una nación un territorio, el universo en definitiva. Atrás y atrás, y esos espejos que se reflejan en espejos. Y uno allí desnudo y desvalido, intentando creer que hacer algo es de veras hacer algo y no simplemente girar en una difusa realidad que se engulle a si misma. Encima, con culpas. Y a quién le importa, y qué importa si a alguien le importa.
Lo más saludable es creer, tener fe. Es decir no pensar mucho. Considerarse importante, solvente. Creer que si uno dice algo erróneo se pararán las rotativas de los periódicos. Sacarse muchas fotos para poder recordarse ahora, o sea ayer, o sea el año pasado. Es decir, para tener una imagen del que ya no somos.
Y nada ni nadie tiene peso y sombra. Somos fantasmas que deambulan un rato y usurpan un apellido y desaparecen. Qué otra cosa. Pero no sirve. Hay que creer y actuar y dar y darse explicaciones. De otra forma esto no marcha. Socializar. Sentirse parte.
Entonces uno vuelve a decir que dijo por esto y por lo otro, pero que en realidad… En realidad qué carajo es la realidad ¿no? Cuál realidad. Armar un relato como si las palabras fueran productos naturales, como si mi palabra correspondiese a la tuya, qué lindo sueño.
Y actuar. Moverse. Agitarse un poco para tener la ilusión de que uno se mueve. Ah si, y refugiarse en la protección de la palabra “uno” “uno siente” “uno hace” ¿quién es ese uno que involucra a los demás, que los hace cómplices o partícipes? Uno es uno, o sea “yo”. Pero es más cómodo poner “uno” en el relato para satisfacer la necesidad de ser parte de algo. Y dar consejos, y fingir que la vejez es experiencia, y que uno, o sea yo, sabemos algo fuera de sabernos frágiles y contingentes.
Habrá que peinarse, comer, contestar el teléfono, proferir sonidos para responder a los sonidos que profieran otros. Con cara de estar en eso, cara de atentos. Y seguir con el corcho tapando la botella empezada. Capaz hasta me convenzo de que la realidad es esto, no sería difícil, después de todo tenemos entrenamiento.



*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com














Fueguito*



Es una noche cualquiera. Usted esta en un lugar cualquiera, un bosque, la costa de un río, el jardín de la casa de algún amigo. Junta hojas y ramas secas, hace una buena pila. Se arrodilla sobre la tierra, acerca un fósforo a las hojas y espera. Su figura -rápidamente lo descubre- tiene la reverente actitud de alguien que aguarda un milagro. Tal vez se trate de una vieja ceremonia a la que esta acostumbrado, y le baste forzar un poco la memoria para descubrir un vasto mapa de de fogatas a lo largo de su historia. Pero esta noche -siempre suele ser así- vuelve a sorprenderlo y a exaltarlo igual que la primera vez. Ante el crepitar de la llama, usted se siente extrañamente en casa. Es como volver de una larga ausencia. Un reencuentro en el que, con el concurso de la noche y el silencio, se va desanudando un lenguaje al mismo tiempo familiar y secreto, alimentado de certeza y plenitudes breves. El fuego crece y mantiene un monologo en el que usted encuentra una correspondencia exacta. El fuego es puro movimiento y usted no es más que sus ojos y el calor de su piel. Rodeados por la oscuridad, protegidos, suspendidos, están en el centro del mundo. Usted siente que nada puede tocarlo. Escucha su mente desbrozar trabajosamente una idea: no soy el que fui ni soy el que seré. Simultáneamente toma conciencia de la banalidad de todo pensamiento.
A esta altura, usted es una sola cosa con el fuego, un presente inevitable. Se entrega, se abandona. Sin embargo, cree comprender que de esa comunión se desprende un sentimiento más amplio, que trasciende esta hora. A través del trabajo del fuego parece surgir una medida de orden. Los ojos fijos, subyugado, sin cambiar de posición, usted piensa que, detrás de su persistencia, el fuego es fundamentalmente inocencia, un regreso a la limpidez del origen, al remoto albergue de toda posibilidad. y comienza a percibirse usted mismo inocente, como una hoja en blanco donde todo puede ser escrito, donde todo esta por ser iniciado. Y acá es donde vuelve a reconocerse. Y a reconocer los términos que han marcado sus pasos a través de los días, los meses y los años: permanecer desposeído, abierto a lo imprevisto, alerta, en permanente sospecha. Son principios de una doctrina que se ha ido forjando y cuyo sentido ahora el fuego le devuelve. Comprende que también en usted ha ardido siempre parte de ese fuego. Que esa es una llama de consumación. Una llama donde usted se ha sacrificado siempre a si mismo, ha sacrificado su vida, las posibilidades de su vida, los accidentes de su vida, tal vez con el único fin de deshacerse de su historia o de construir una historia diferente. Es posible que oiga voces a través del aire nocturno, sin saber si se trata de amigos que vienen a buscarlo o si son llamados que llegan desde otros años, desde otros ámbitos, suscitados por otros fuegos. Acomoda algunas ramas y piensa que cuando todo esta dicho es bueno regresar al fuego, al origen.
Que es bueno, muy bueno, volver a arrodillarse ante su voracidad, estudiar su movimiento y el núcleo cambiante de su centro. Que es bueno para sus alegrías y para sus dudas. Que ahí, libre de toda esperanza, puede limitarse a mirar y a no pensar. Y en esa llama sin tiempo ve arder también el ciclo que termina precisamente esta noche, el ciclo que comienza, los muchos que vendrán con sus cargas de confusiones y riquezas, lo que ha sido, lo que será, y todo cuanto alberga la oscura, invencible memoria o nostalgia de la sangre.


*De Antonio Dal Masetto.
(Intra, 14 de febrero de 1938 - Buenos Aires, 2 de noviembre de 2015)














FRESNOS*



Loco furor de engendrar un fresno.
No importa si la abeja ya ha partido.
El aguijón candente, el colibrí.
Después de todo el polen regresa con el viento.
Quiero un fresno para colgar mis miedos.
Mis deserciones, mis ausencias.
Quiero un fresno que brote por mis ojos.
Las ninfas no temen a las víboras.
Un fresno, solo un fresno, quiero.

Él ha partido y se ha llevado el fuego.
Me dolían los huesos hasta quemar el alba, lo se.
¿Pero acaso el dolor es patrimonio de los muertos?
¿Qué importa si la noche es una hormiga negra?
El sol es un vidrio amargo que raspa.
Que pena furibunda. Que lástima.
Que manía cobarde: Quedarte, irte. Volver. Partir.
Perro sarnoso relamiendo su herida.
Yo, detrás de la puerta, esperando.
¿Acaso no sabías de mis zapatos rotos?
¿Nunca pensante que mi lluvia era leche?
¿Que en tus manos besaba las palmas de mi padre?
¿No pensaste que hay gente que vive por inercia?
¿Qué es una puta mentira la luna de cristal?
Ambos sabíamos, la luna es almidón.
Los perros flacos. Los niños sin color. La impudicia.

Esto, amor fresno. No es llamado, ni reclamo, ni grito.
Tengo el mar en mis parpados, en mis vísceras, el mar.
Nada deseo. Un fresno, solo un fresno, quiero.


*De Amelia Arellano. amelia.arellano01@hotmail.com
















LOS MUROS Y LA MEMORIA*



El sueño era en la casa, en ese lugar donde ocurre lo nocturno.
Siempre el escenario de la cocina rectangular, el patio de baldosas rojas, la puerta despintada de hierro con esos vidrios traslúcidos que prefiguran la inmanencia de lo informe. Y la mesa que ya no existe pero que perdura allí donde las cosas perduran, entremezclándose la infancia con las nebulosas impresiones superpuestas. Las sillas pesadas, la banderola que no llega a ser ojo abierto hacia el cielo de afuera sino cárcel. Y por qué lo atroz y no los gorriones sobre los cables. Por qué cada vez lo maligno.
Quizás el lugar no pueda desprenderse del frío constante de las habitaciones, de la pintura gris de las paredes, de los zócalos negros, de las baldosas graníticas fijadas en su dura geometría de aristas. Es que la casa es la casa de los velatorios, de las muertes, la casa de largo pasillo sin aberturas, tan propenso a la pervivencia de los espectros. No puede pensarse un pasillo como ese sin saber que es invitación al fantasma. Es la casa de la Nita que se consumió de a poco, cuando el cáncer era una enfermedad vergonzante, la casa de las locuras y las alucinaciones. La casa de los placares con monstruos y las cajas de cartón llenas de plumas.
Cuando la sacaron a la Nita hubo que parar el cajón para que saliera por el pasillo, dicen. Y la imagen se fijó a los cielorrasos, a los marcos de madera que conservan las muescas de uñas y marcas de dientes. La casa del suicidio, la casa donde hubo aljibe con espectro silbador, un espectro que dejaba oír su agudo silbido cuando había que pasar patios y traspatios para llegar al excusado. Ya entonces, cuando la casa primera, ya entonces la nube y el ocaso, las zarzas sofocando a los malvones.
El sueño era en la casa. Claro. Cada vez que la ansiedad ataca por la madrugada, el sueño es en la casa.
Algo debe de haber. Quizás sea que los aborígenes también dejaron la muerte bajo los cimientos. Hay un antiguo cementerio muy cercano. Quizás la infelicidad de una familia que se deslía en horizontes de gentes que perdieron la razón, quizás la ciudad misma, acechada por el río que reclama su territorio, quién sabe. Pero algo debe de haber para que la casa funcione de escenario para las pesadillas, y aparezca de vez en vez, igual a si misma, nítida y agónica.
Imagen bella la de las yeguas de la noche, las nightmares de los ingleses que llegan cabalgando desenfrenadas por los cielos obscuros. Crines al viento, bellas como lo es toda belleza amenazante y temible. Será de una de estas criaturas fabulosas la herradura que hallaron en el terreno. La casa es lugar de cabalgatas en lo negro, en el abismo de lo profundo. Por las noches se pueden escuchar los belfos exhalando vapores perniciosos, se huele el sudor de las bestias, y los cascos mueven los cuadros en los muros. Allí, las yeguas de la noche cabalgan al través de la casa inmóvil de permanente ocaso tormentoso.
Y esta vez, en este sueño, eran unos monstruos de rostro grotesco y vasto cuerpo. Pesados y brutales. Indestructibles. Sólo sabía, ella, que la única forma de matarlos era decapitándolos.
Puso los cuchillos sobre la mesada de mármol, los cubrió con una servilleta. Esperó con el pecho oprimido la llegada de los espantos, rodeada por la casa muda. La casa hostil. La casa de los sonidos pequeños.
Cuando cruzó el umbral de la cocina la primera figura enorme (los otros estaban allá en el comedor, venían por el pasillo), se acercó de espaldas a los cuchillos y despertó.
Sintió la frustración de que del otro lado la casa y sus monstruos siguen intactos, acechando a otros durmientes y otros sueños. No pudo matarlos, imposible destruir tan fácilmente el abismo de lo innombrable. Supo que volverá a estar en esa cocina, que los espectros no fueron exorcizados, que la casa espera pacientemente la cabalgata y el horror. Paciente, seriamente, la casa la espera. Con sus monstruos.



*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com














PÁJAROS ROTOS*



Ya será mañana

aunque no queden ojos

que testimonien...

su origen ciego.


No sólo a los pájaros rotos

se les caen las alas

cuando la bruma

como una hacha

metafísica las remoja

con lágrimas

con el mismo rocío, que

en lugar de humedecer

las hiere con repiques

de campanas negras

liberadas por el infierno.


Aunque los grillos canten

y la mañana disfracen

como verde damisela

la tristeza nos hiere

como daga de sacrificio

que penetra el cuerpo dócil

de las últimas noches.


Ya será mañana nuevamente

aunque no queden ojos

conversando con pájaros rotos

bajo las nubes.


*De Daniel Montoly. danielmontoly@yahoo.es














*



“El miedo es, ante todo y más que nada, una forma de fe. La más fuerte. La más convincente. La más destructiva.”


*De Lucas Berruezo.







Inventren








BLACK MIRROR*




Llegué tarde para "El amante ingenuo y sentimental".
Siempre llego tarde...no solo a tomar un tren. Pero esta vez no me cerraron el ferrocarril como décadas atrás. El siguiente Tren se denomina "Black Mirror" y sale dentro de dos horas.

Dedique una buena parte del tiempo de espera a preguntar y entender.
Los trenes dependen del ministerio de Cultura. Las líneas de trenes recuperadas como el Provincial, el Midlands y el Compañía General -entre otras- son consideradas como trenes de fomento. Son un bien social. Tienen el objetivo de la difusión cultural en un plano de igualdad al  aporte benéfico a la economía de pueblos que recorren.

El Black Mirror es un tren temático dedicado a la serie, lo que incluye ver sus capítulos en el vagón de cine club con un rato posterior de debate moderado.
Como "El Amante ingenuo y sentimental" los trenes llevan como nombre el título de un libro, una serie de culto o un autor.
Pregunté lo obvio: si existía el "Jorge Luis Borges", me contestaron que desde luego, pero no en esta línea sino en el Midlands, un tren nocturno que corre los fines de semana desde Puente Alsina, bien cerca del Riachuelo –nuestro espejo negro- que día y noche hace su espejo de luces y sombras entre ambas Riberas, hasta la terminal en Carhue ciudad cabecera del partido de Adolfo Alsina.

Letizia, de informes y turismo me da otro dato: Algunos pasajeros relacionan a la serie Black Mirror con textos de Borges...  hay una curiosa coincidencia geográfico - temporal: los sábados y domingos ambos trenes se cruzan en la estación triangular de Ingeniero De Madrid y los pasajeros pueden hacer combinación: bajarse del provincial e ir a Carhue con parada en sus intermedias, o bajar del Midland e ir hasta Mirapampa o cualquiera de sus estaciones intermedias.

-Me dio cierta felicidad adolescente la idea de bajar del Black  y subir al Borges.

Puede que después de ver un par de capítulos de Black Mirror siga de largo hasta Ingeniero de Madrid y allí suba al Borges con ánimo de releer en el viaje "El Jardín de los senderos que se bifurcan" o "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius".

De Álvarez de Toledo, solo veré un cartel con el nombre. Una estación a la medianoche Más allá, por sus calles se verán luminarias orbitadas por insectos.



*De Urbano Powell.







-Próximas estaciones de escritura:

PLOMER    
-Por Ferrocarril Midland-

JUAN ATUCHA.  
–Por Ferrocarril Provincial-


***
El recorrido por venir del tren literario en el Ferrocarril Provincial:

JUAN TRONCONI.    CARLOS BEGUERIE.   FUNKE.   LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.   LOMA VERDE.  
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY. GOBERNADOR OBLIGADO.  
ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.    D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.   
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.   LISANDRO OLMOS.  INGENIERO VILLANUEVA.  ARANA.  GOBERNADOR GARCIA. 
LA PLATA.

***

El recorrido por venir del tren literario en el Ferrocarril Midland:

KM. 55.    ELÍAS ROMERO.    KM. 38.   MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.   LIBERTAD.  
MERLO GÓMEZ.   RAFAEL CASTILLO.    ISIDRO CASANOVA.  JUSTO VILLEGAS. 
JOSÉ INGENIEROS.   MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.  ALDO BONZI.   KM 12.   LA SALADA.   
INGENIERO BUDGE.  VILLA FIORITO.  VILLA CARAZA.   VILLA DIAMANTE.
 PUENTE ALSINA.  INTERCAMBIO MIDLAND.



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Para compartir escritos escribir a: inventivasocial@yahoo.com.ar

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