lunes, diciembre 08, 2025

EDICIÓN DICIEMBRE 2025

 


*Foto de Noelia Ceballos. @noe_ce_arte

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Espejo retrovisor*

 

Mañana de ciudad. Bulle el trabajo.

Coches y gente: hormigas.

En imprevista esquina, fulgurante

avanza tu figura detenida.

 

Mi mano te saluda, con medida sonrisa.

La tuya me responde en breve gesto

que borra las hormigas

hace estallar silencio

y suspende la brisa.

 

Aspiro todo el aire de la calle.

Mi mirada furtiva

captura en el espejo

tu espalda que se aleja detenida.

 

Parpadeo.

Cuando doblo la esquina

-por prudencia esta vez-

miro el espejo.

Pero está descompuesto: tu aura lo trabó.

Un disco fotográfico rayado

me destella tu imagen

en la ciudad vacía.

 

*De María Amelia Schaller. mariameliaschaller@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LOS AMANTES*

 

 

*Por Irma Verolín. irmaverolin@hotmail.com

 

 En la primera cita ella le dijo que tenía cuarenta y cinco años, pero en realidad tenía cincuenta y dos.  Él le sumó unos cuantos ceros al dinero que cobraba por mes. En su imaginación esos ceros aumentaron su poder y su fuerza varonil infinitamente.  Es factible que fueran esos muchos ceros los que lo llevaron a recordar un afiche que vio una vez cuando era chico: un hombre forzudo debajo de las palabras “Circo Splendid”. 

    Los dos ya se habían cruzado algunas semanas atrás durante un viaje en tren, lamentablemente nunca lo supieron. Los trenes en aquel lugar del país iban por llanuras atrayentes que se resbalaban por la ventanilla y volvían   distraídos a los pasajeros. Trenes con vagones carraspeantes describiendo un trayecto que tenía un punto de partida difuso donde los amantes corrían el riesgo de perderse. Lo cierto es que tanto ella como él confesaron haberse conocido en un baile de esos que se organizan en las grandes ciudades para recaudar fondos en pos de alguna causa remota. El primer abrazo con que estrecharon sus cuerpos, siguiendo la voz engolada del cantor que salía por los altoparlantes, selló todo lo que iba a ocurrir después. A él le pareció que lo que palparon sus manos no se correspondía con lo que había visto en ella un instante antes. Ella tuvo casi la certeza de haberse encontrado entre los brazos de otro hombre, no en los de él. Después sintieron su mutuo calor oyendo aquella voz que se arrastraba hasta el llanto acompañada por unos cuantos violines que desafinaban a más no poder. Fue una noche rara, una noche astillada en mil pedazos en medio de un mes lluvioso y fresco.  Cada vez que él les contaba a sus amigos los pormenores de aquel primer encuentro, padecía una tristeza difícil de explicar. Ella no, a ella le pasaba lo contrario: cuando recreaba esa noche una furia profunda y chillona le nacía desde muy adentro, sorbiendo cortos tragos de vino lograba disiparla. Apenas ella pensaba en él se veía a sí misma de espaldas, corriendo hacia un adelante en el que no había ningún paisaje. Él, en cambio, al evocar el rostro de la mujer y verse dentro de la escena, confundía su propia imagen con la del hombre forzudo del cartel del circo que quizá estuvo adornando su habitación infantil o que probablemente vio colgado en un negocio rumbo a la escuela.

     Ella se maquillaba exageradamente en cada encuentro, él se ponía el peluquín. Cuando llegaron a la instancia de la intimidad más cercana, ella empezó a llamarlo por otro nombre y él la imitó. La palabra que más susurraban entre silencio y silencio era imposible de repetir. Era una palabra erizada, violenta, vestida de rojo. Ahora, con sus nombres inventados, algo comenzó a cambiar en los dos.  Sin entender por qué se contaban su vida con tantas modificaciones y sucesos fantaseados que en cualquier momento sus historias se desbarrancarían y quién sabe adónde irían a parar. Se dejaron llevar y su imaginación los empujó muy lejos, muy, muy lejos, a una distancia descomunal, separada de todo, incluso de ellos mismos.

    Al hablar por teléfono con ella, él modulaba su voz imitando a un locutor de la radio, ella la aflautaba hasta el extremo de volatilizarla, así su voz se adelgazó tanto que una tarde él cortó la comunicación creyendo que había llamado a un número equivocado. De tanto en tanto la memoria los traicionaba, sus inventos iban más allá de su capacidad de recordar. De todos modos las palabras que nacían de sus figuraciones se deslizaban con una suavidad que contradecía el ritmo del mundo real. Para mentir se necesita aptitud y en este aspecto los dos se lucían en igualdad de condiciones. La última vez que se citaron en una confitería, no se reconocieron. Ella tomó una bebida espumante, él, un café cortado con leche. Estuvieron uno muy cerca de la mesa del otro, frente a frente. Era un día de lluvia y viento.   Desde la ventana ella vio volar a lo largo de la calle un paraguas negro. Miró con ansiedad, pero nunca pudo averiguar en qué sitio terminó aquel desguazado paraguas.  Él se acomodó a cada rato el peluquín. El viento siempre lo ponía nervioso aunque estuviera del otro lado de un ventanal. En aquella confitería estaban únicamente ella, él y un mozo esmirriado con dos grandes ojeras y unas piernas largas y quebradizas. El mozo hizo y deshizo el mismo camino montones de veces, desde las mesas a la cocina, y al revés. Sus pasos resonaron en un lugar desconocido que posiblemente en un futuro distante los reuniría a los tres. Mientras se esperaban, ella recordó el último diálogo cuchicheado que habían tenido en una habitación con paredes pintadas de color amarillo y él, un tonto comentario que ella le había dicho al oído. Recuerdos confusos que en los rompecabezas de sus mentes se armaban y desarmaban siguiendo el capricho de algo parecido a ese viento que hacía temblar toldos y ramas de árboles allá afuera. Después una lluvia repentina lo recluyó a él en el borde de la boca del subte y a ella en un taxi que arrancó rápidamente y continuó derecho por la avenida principal.

 

 

-Irma Verolín nació en Ciudad de Buenos Aires en 1953. 

Ha publicado los libros de cuentos: "Hay una nena que gira", "La escalera del patio gris", “Una luz que encandila”, “Una foto de Einstein tocando el violín”, “Fervorosas historias de mujeres y hombres” y “Cuentos de mujeres leves” y las novelas: "El puño del tiempo", "El camino de los viajeros" y “La mujer invisible”.

Entre 1989 y 1999 varios títulos del género infanto-juvenil fueron editados por diferentes sellos del rubro. A partir de 2014 publicó en poesía: “De madrugada”, “Los días”, (Primer Premio Fundación Victoria Ocampo) y “Árbol de mis ancestros”. Obtuvo diversas distinciones entre las que se destacan Premio Emecé, Primer Premio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, Primer Premio Internacional de Puerto Rico, Primer Premio Internacional de Novela Mercosur, Primer Premio internacional Macedonio Fernández. Tres de sus novelas fueron finalistas en los premios Clarín, Fortabat, La Nación de Novela y Planeta de Argentina. Fue becaria del Fondo Nacional de las Artes en 1999.  Textos suyos fueron traducidos al inglés, alemán, italiano, ruso y portugués. 

  En el mes de mayo de 2024 la editorial española Ápeiron con sede en Madrid publicó un libro de cuentos de la autora bajo el título “Relatos del fin del mundo”.

Actualmente se encuentra en proceso de edición la novela "Mujeres en el patio" en Editorial Ciccus con fecha de publicación marzo de 2026.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

PERRA CON RUEDAS*

  

Una amiga adhería a la frase "la mujer que sabe cocinar tiene que ocultarlo", una millonaria ejecutiva dijo hoy que las mujeres son buenas en los negocios pero después, para explicar su éxito comercial, dijo "pienso como un hombre".

Crecí en una biblioteca libre, donde yo sacaba los libros que me llamaban desde los anaqueles. Todos estaban escritos por hombres. Yo pensaba que si quería escribir, debía hacerlo como si fuese un hombre y buscar un seudónimo al estilo de George Sand.

El feminismo trajo muchas conquistas y significó un avance en importantes temas, permitió accesos vedados y abrió numerosos espacios y armarios cerrados desde siempre. Pero nos quitó la inocencia de mostrar la ternura a flor de ojos, la piel que se estremece por una tristeza etérea.

Tenemos que pensar como hombres si queremos un lugar de los conquistados tan duramente. Eso nos han dicho.

Una mujer exitosa no puede permitirse la ternura, la vulnerabilidad, la emoción fácil y sincera. Eso nos muestran las mujeres exitosas y sus pares masculinos quienes les exigen conductas masculinas.

Sin embargo, hace un tiempo vi una película en la que moría un perrito y lo enterraban en la nieve. El suelo estaba congelado, lo taparon con nieve y nada más. Al final, contra toda lógica, cuando llega la primavera vemos cómo se derrite la nieve, vemos un mechón de pelo que queda expuesto, vemos,

contra toda lógica, si, que el perrito se levanta, se sacude, se aleja trotando con esa felicidad alocada de las criaturas pequeñas. Y una llora, y sonríe, y siente que el mundo a veces puede ser redimido con un milagro.

Contra toda lógica.

La directora de esa película de la que no recuerdo el nombre era, claro, si, era una mujer. Y filmó una cosa de mujeres. No pudo resignarse a dejar morir el perro en el relato ya que podía evitarlo.

Y también es de una mujer el remate del film en que un hombre va a hacer sacrificar a su perra, vieja y enferma, para que no sufra. Se lo dice a la amante, quien lo acaba de despedir para que ya no vuelva. Cierra, ella, la puerta. La vemos en su departamento, sola, muy sola, alelada por la soledad reconcentrada que le espera. Vemos cómo corre hacia la puerta, vemos cómo alcanza al amante en la escalera. Una piensa que se asustó, que se arrepintió, que le va a decir que va a seguir siendo la otra, la segunda, la trampa. Pero le dice, solamente esto, le dice que necesita hacerle una pregunta. Nada más, no escuchamos ni vemos el final de la conversación en la escalera. Termina la escena.

Después un cartel nos advierte que han pasado seis meses. La mujer trota en una costanera. La cámara la deja pasar, y vemos, detrás, a la perra de su ex amante corriendo feliz con esa sonrisa que tienen los perros cuando corren, y corre con las orejas voladizas y con un aparato de rueditas atadas a la cadera. Cómo no llorar en el cine, en el camino de vuelta a casa, cómo no llorar ahora que lo escribo.

La directora de esta película de la que sí recuerdo el nombre, "The Savages", es, y claro, si, es una mujer. Cosa de mujeres el filme. Cosa de mujeres. Trata de padres, hijos, soledades y renuncias. Trata del mundo real y de cómo hacerse cargo de ordenar un poco el pequeño mundo de las pequeñas vidas. Cosa de mujeres, ciertamente, la de ordenar las gavetas y las repisas, hacerse cargo de los niños y los ancianos. Enjugar lágrimas.

No hay nada reprensible en ser tiernas, en ser vulnerables, en dejar que el mundo nos conmueva. Renegar de una misma hace que los espejos reflejen monstruos. Nos mata lentamente, insidiosamente, de a poco y desde adentro. Si es el amor, si es la ternura la que nos define. Una mujer jamás estará sola. Siempre encontraremos una planta, un gato, una perra con ruedas a quien amar, mientras recogemos pedazos de vajilla, colocamos fotografías en los portarretratos y tendemos la cama.

Y a mucha honra.

 

*Por Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com

 

 

 

 

 





 

 

 

Las manos de Marina*

 

*Por Vanesa Silvina García.

 

Era una guitarra enorme. En realidad, era una guitarra de un tamaño común y corriente, pero yo era tan pequeña que mis brazos no llegaban a rodearla. Lustrada, muy brillante, de madera oscura.

Era un objeto hermoso. Seguramente mi padre la había tenido en mente desde hacía tiempo y me habría imaginado cantando y tocando melodías en el patio.  Con apenas cinco años, recién estaba aprendiendo a leer y escribir, lo cual me habilitó, sin mediar palabra, a estar sentada ese mismo sábado, en la clase de Marina, “la sobrina de Coca”, dijo mi papá. Yo no las conocía, a ninguna de las dos. No las había visto en mi vida ni había escuchado sus nombres, pero entendí enseguida que Marina iba a ser mi profesora de guitarra.

Durante sucesivos sábados de largos meses, a las tres de la tarde era la cita, en la que yo me esforzaba por complacer a Marina y a mi padre. De a poco salieron los primeros acordes, pero me costaba mucho unirlos sin detener el rasgueo. Si cantaba no podía tocar, si tocaba no podía leer y me costaba entender el significado de los versos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

SOBRE MI CORAZÓN SE HA POSADO EL VIENTO*

  

Amor, sobre mi corazón se ha posado el viento.

Infancia aletargada. Matuasto al sol.

Valle de umbrío lecho. La luna está tan lejos.

Ya no están las rocas solitarias.

Aquellas, las amadas.

Yacen, cubiertas de ceniza.

O vuelan, ahogadas por las rosas mosquetas.

El viento borra todo. Todo.

El valle se ha marchado. Los álamos, tan altos.

La lluvia ha cerrado los ojos y el alba no despierta.

Está tan frío. Gotea, lentamente la sangre del dragón.

Oscuros féretros calientan el hogar.

El jinete, tan callado, cabalga.

Pasa de largo. No detiene su paso. Se va.

Amor, sobre mi corazón se ha posado el viento.

 

*De Amelia Arellano. amelia.arellano01@gmail.com

San Luis.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

*

 

 

 Hay que podar acá, 

me dice,

para que la planta sepa

dónde crecer con fuerza.

Mira hacia arriba,

el hueco en el aire

donde la planta debe crecer,

se queda

como esperando una respuesta.

Hay algo, certero y frágil,

en las determinaciones que se toman

sobre el patio,

una fe depositada en el mundo.

Sembrar

es como rezar.

Cada semilla se parece a una plegaria

que decimos en silencio,

la cabeza inclinada hacia la tierra.

 

*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com


-Mariana nació en General Belgrano, provincia de Buenos Aires, en 1971. Actualmente vive en City Bell.

Publicó: Cuadernos de la breve ceguera (La Magdalena, 2014)

Jardines, en coautoría con Raúl Feroglio (El Mensú, 2015)

La hija del pescador (La Magdalena, 2016)

Piedras de colores (Proyecto Hybris, 2018)

El orden del agua (GPU Ediciones ,2019)

Madura (Sudestada, 2021)

Quiero sacar la cabeza por la ventanilla de tu coche (Halley Ediciones, 2023)

Patio (elandamio ediciones, 2024)

Poesía reunida (Medusa editores, 2024)

Trinchera (Sudestada, 2025)

Desviadero, (Editorial Mascarón de proa, 2025)

 

 

 

 

 




 

 

 

 

LA HOJA PLATEADA DE UN CUCHILLO*

 

*Por Irma Verolín. irmaverolin@hotmail.com

 

Según se cuenta en la familia todo comenzó, allá en el campo, cuando mandaron a mi bisabuela a matar una gallina. Ella tenía apenas ocho años, le pusieron un cuchillo en la mano y le señalaron el corral. Mi bisabuela no necesitó muchas explicaciones para darse cuenta de qué tenía que hacer. Lo había visto infinidad de veces: Una mano toma   firmemente por el cogote a la gallina mientras la otra emplea con agilidad el cuchillo, que para algo Dios nos ha puesto dos brazos y dos manos al echarnos al mundo. Aunque el cuchillo tenía una hoja en extremo filosa, la mano de mi bisabuela no era aún lo bastante robusta para realizar semejante tarea. De todos modos le mostraron el camino y allí fue ella despacio, un paso lento después de otro, acompañada por su cuchillo y por el miedo. El miedo creció tanto en su interior que el camino hacia el corral se le hizo interminable. No recuerdo si aquel día logró matar a la gallina. No sé si me lo contaron. Lo que sí sé es que la vida de mi bisabuela fue algo parecido a una larguísima caminata hacia un corral donde la esperaba una gallina. 

   Después del episodio del corral, a lo largo del tiempo aparecieron, por supuesto, pollos descuartizados, pescados a los que mi bisabuela tuvo que quitarle las espinas, conejos con su suave pelaje para desollar, tajadas de muslo, el reino animal en pleno asesinado y recostado a la vez sobre la blancura del mármol antiguo de su cocina.  Lo cierto es que a mi bisabuela se le estrujaba el estómago en cada comida. Por un lado se encontraba la hilera de las bocas abiertas de sus hijos esperando el alimento, por el otro, el recuerdo de la interminable caminata hacia el corral donde la gallina también temblaba de miedo al escuchar sus pasos. Mi bisabuela nunca pudo sobreponerse al espectáculo antinatural de una cabeza desprendida de su cuerpo.  Lo lamentable es que era ella misma la que ejecutaba la acción, ya sea de un pollo, de un conejo o de lo que fuera, justamente ella que creía que la sangre de los seres vivos no estaba hecha para escaparse desde adentro del cuerpo sino para mantener el calor de la vida sin ser derramada. De cualquier forma hizo de tripas corazón y ahí la vieron, dale que dale, realizando su trabajo de alimentar a la prole. Cuentan que las cosas andaban lo que se dice bien hasta que aquella tarde la llevaron a un campo vecino a pasar el día. Allí fue donde ella vio las tres cabezas de carnero con los ojos abiertos. Súbitamente mi bisabuela se preguntó dónde estaban los cuerpos, algo le traspasó los huesos y un vértigo le bajó desde la nuca hasta que, de buenas a primeras, se desmayó. Como los demás conocían su desagrado ante los animales muertos, nadie pensó que el desmayo fuese otra que un soponcio, un golpe de disgusto que empezó por el alma y le llegó hasta el cuerpo. Pero no, aunque mi bisabuela era una mujer ya entrada en años para aquel entonces, pronto se supo que estaba otra vez embarazada.  Así es que a la fila de sillas alrededor de la mesa para comer, habría que agregarle otra. Iba a nacer mi abuela.  Y mi abuela nació exactamente ocho meses después que aquella tarde en la que su madre tuvo el espectáculo de las tres cabezas de carnero frente a sus ojos.  Lo que vino a continuación desde el nacimiento de mi abuela hasta mí fue como el resonar de aquellos pasos de una nena de ocho años obligada a matar una gallina. Bien sabemos que nuestra vida avanza hacia alguna parte, la de las mujeres de mi familia ha ido en una sola dirección: hacia ese sitio del que intentamos rehuir. Las tres cabezas de carnero degollado se multiplicaron hasta el infinito en la imaginación de mi bisabuela como si en el mundo no hubiera otra cosa más que cuchillos y cuerpos desprendidos de sus cabezas.  Así la imaginación de mi bisabuela, de tan florida y poderosa, creció a través de los calendarios y las festividades y traspasó el milenio. Ya no está su persona entre nosotros, pero en mí persiste lo que en su momento no   pudo expresarse con palabras. Es una memoria deshilvanada de aquel cuerpo grueso que mi bisabuela abandonó en mil novecientos sesenta y siete. Yo entonces tenía catorce años y ella, ochenta. Esa memoria ha sobrevolada las casas que habitamos las mujeres, es una memoria lejana que roza los pequeños pies en su caminata hacia un corral, donde la hoja plateada de un cuchillo brilla con un esplendor que hace temblar al mundo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

DENTRO DEL BOSQUE DE LA MEDIANOCHE*

 

“Y en lo profundo, dentro de los sagrados

bosques de la imaginación.”

                                               Denise Levertov

 

Y profundizas

con tus viejos pies de interrogantes

sobre los sagrados bosques

en donde las previsiones nerviosas

de las palabras

levantan un suelo inusitado

jamás pisado por otros

buscadores del sueño secreto

de lo imaginado

sin importarles la veda celosa del día

con su densa maleza

entretejida por oscuras nubes.

Sólo el profundo canto

disímil de una palabra que se extingue

para convertirse en ave,

en verbo que redescubre su rostro

en la inefable selva insómnica

de lo que nunca desaparece

con la sorpresiva desaparición del bosque

de la medianoche.

 

*De Daniel Montoly. danielmontoly@yahoo.es

Columbus. Ohio

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mundo onírico y control totalitario*

 

 

*Por Alejandro Badillo.  badillo.alejandro@gmail.com

 

Los sueños y la imaginación, esas dos dimensiones de la inteligencia, son materia a la vez delicada y poderosa. Por eso han sido objeto de estudio y de no pocos intentos de control y manipulación. Este artículo trata sobre eso y afirma: “La imaginación, volcada en lo onírico, siempre ha sido una amenaza para el poder político y económico. La literatura, como potenciador de la fantasía, es blanco constante de ataques, restricciones y, por supuesto, censura.”

 

En uno de los cuentos más interesantes de Las mil y una noches, “Historia del durmiente despierto”, el comerciante Abu al-Hasan invita a cenar al califa Harun al-Rashid, quien se ha disfrazado de viajero para, de esta manera, conocer mejor a los habitantes de su reino. En el convite, el califa le hace una pregunta a su anfitrión: ¿Qué haría si éste fuera califa por un día? Abu al-Hasan –ignorando que se halla frente al soberano– le confiesa que mandaría castigar a unos jeques y a un imán maledicentes. El califa aprovecha un descuido de su compañero de mesa y vierte una droga en su copa para adormecerlo. Acto seguido lo lleva a su palacio y ordena a sus súbditos que, en cuanto despierte el comerciante, lo traten como si fuera él mismo. Abu al-Hasan piensa que está en un sueño cuando abre los ojos y le dicen que él es Harun al-Rashid. Gradualmente comienza a aceptar su nueva identidad hasta que es drogado nuevamente para después llevarlo a su casa. En el cuento, el califa juega con el comerciante llevándolo de la ensoñación a la realidad: un día es el soberano y otro día regresa a su condición original. Abu al-Hasan, incapaz de procesar su delirio, pierde la cordura y golpea a su madre, pues la mujer le insiste que es un comerciante y no el califa. Harun al-Rashid, arrepentido por los alcances de su experimento, confiesa su truco, lo casa con la esclava favorita de su esposa y le pide a su víctima que se integre a su palacio.

Los sueños, a lo largo de la historia, han sido un territorio enigmático. Muchos han intentado interpretar aquello que soñamos y, también, controlar lo que ocurre en nuestro subconsciente para dominar por completo a cualquier persona. Para Sigmund Freud, el contacto con lo onírico es la representación de un deseo y para el budismo tradicional el sueño es el momento en el cual el cuerpo astral se separa del durmiente y puede explorar –con el debido entrenamiento– distintas dimensiones del espíritu. Harun al-Rashid usa una droga para manipular la percepción del comerciante y disolver la línea entre el sueño y el mundo real. Es un divertimento para aquel que ejerce el poder. Sin embargo, el subconsciente también ha sido un ámbito que desea controlarse para desactivar cualquier rebelión. El escritor albanés Ismaíl Kadaré (1936-2024) describe en su novela, El palacio de los sueños, un reino (el Imperio Otomano) que recolecta los sueños de sus súbditos y los somete a un complejo proceso burocrático para detectar aquellos que pueden ser peligrosos. Una vez hecha la selección, el culpable puede ser acusado de traición por lo que pasó en su cabeza mientras dormía. La imaginación, volcada en lo onírico, siempre ha sido una amenaza para el poder político y económico. La literatura, como potenciador de la fantasía, es blanco constante de ataques, restricciones y, por supuesto, censura.

Uno de los casos más relevantes que evidencian al sueño no sólo como una exploración vana sino como un sismógrafo que puede registrar leves movimientos telúricos que anuncian algo mayor, es el proyecto de la periodista alemana Charlotte Beradt (1907-1986). En su libro El Tercer Reich de los sueños recopila sueños que le fueron contados a ella o a conocidos de ella por parte de ciudadanos que vivieron el creciente autoritarismo del gobierno nazi. Beradt tuvo que esconder su material y publicarlo, años después, en el exilio estadunidense, una vez acabada la segunda guerra mundial. Sumergirse en los sueños que experimentaron los alemanes de a pie, personas que no pertenecían a las minorías perseguidas por Hitler, es entrar en un mundo en el que lo simbólico convive con lo absurdo y con miedo al sometimiento total al poder. En las mentes de muchos ciudadanos existía la zozobra a una deshumanización gradual e irreversible. En 1934, luego de haber vivido bajo el Tercer Reich durante un año, un médico de cuarenta y cinco años sueña lo siguiente: “Mientras estoy en mi hora de descanso, cerca de las 9 de la noche, apaciblemente tendido en el sofá con un libro sobre Matthias Grünewald, mi habitación y mi vivienda quedan de repente desprovistas de sus paredes. Miro alrededor, todas las viviendas que alcanzo a ver con mis ojos ya no tenían paredes. Luego escucho rugir un altavoz: ‘conforme el decreto sobre la eliminación de las paredes del 17 de este mes’”. Beradt describe la conclusión de esta historia: “Este médico, conmovido hondamente por su sueño, toma nota de él a la mañana siguiente y, acto seguido, sueña que va a ser culpado por haberlo anotado”. El caso del médico alemán tiene numerosas coincidencias con otros sueños registrados en esa época: gente que descubre que no puede hablar; acusada de algo que desconoce; sometida a interrogatorios incoherentes; inmóvil ante la aparición casi espectral de un miembro de la élite nazi.

La lucha por controlar los sueños de las personas no terminó con el Tercer Reich y su política del miedo. En la actualidad el subconsciente representa una de las últimas fronteras para dominar nuestra imaginación, ya sea en el sueño o en la vigilia. Las corporaciones tecnológicas como Meta gastan mucho dinero en experimentos que buscan fusionar la mente con una computadora. Por ahora se necesitaría entrar al cerebro y colocar ahí una tecnología invasiva. Aún parece lejana esa distopía. Sin embargo, las mismas corporaciones de Silicon Valley ya operan en nuestra vida diaria recolectando nuestros datos y entrando, de maneras cada vez más profundas e irreversibles, en la vida privada de miles de millones de personas. Antes de que esto avance podríamos preguntarnos muchas cosas respecto al sueño, la imaginación y el interés cada vez más omnipresente del poder político y económico por controlar esa área. El filósofo italiano Franco Berardi ha propuesto en varios de sus libros un escenario pesimista: la humanidad está llegando a un límite infranqueable que podría conducirla a su fin. A la debacle económica, acelerada por un mundo atrapado en una deuda desbocada, se le suma una crisis ecológica y social. Berardi describe un problema esencial: en las décadas anteriores el sistema podía ser corregido en algunos de sus aspectos más depredadores por medio de la organización política, en particular de sindicatos y agrupaciones obreras. El panorama ahora es diferente, pues vivimos –según Berardi– un proceso de deshumanización impulsado, en gran parte, por la tecnología. Si somos incapaces de entender y nombrar el mundo que nos rodea, entonces no podremos articular ninguna respuesta conjunta. Sólo habría, en el mejor de los casos, algunos movimientos desesperados que se diluirían entre la avalancha de emergencias y desinformación en las pantallas. En este escenario, ¿qué papel podrían jugar los sueños? ¿Qué encontraríamos si se repitiera el experimento de Charlotte Beradt? El crítico de la tecnología Langdon Winner acuñó el término “sonambulismo tecnológico” para describir a una sociedad que no es consciente de las herramientas que usa o cree usar hasta que fallan y se rompe el hechizo. En esta analogía nuestras existencias transcurren como las noches de un sonámbulo que cree habitar la realidad y no percibe los fenómenos que lo rodean, mucho menos sus implicaciones. Si los ciudadanos del Tercer Reich soñaban con las consecuencias inmediatas del totalitarismo nazi, ahora quizás muchos sueños sean meros ejercicios de evasión, réplicas cada vez más vacías de una humanidad ensimismada que no puede imaginar –en la vigilia y mientras duerme– los terrores que la acechan.

 

*Fuente:

https://semanal.jornada.com.mx/2025/11/24/mundo-onirico-y-control-totalitario-5681.html?

 

*Alejandro Badillo. (Ciudad de México, 1977)

-Es autor de los libros de cuento: Ella sigue dormida

 (Tierra Adentro), La herrumbre y las huellas (Eeyc), Vidas volátiles

(BUAP), Tolvaneras (SC Puebla), El clan de los estetas (Universidad

Veracruzana. Premio Nacional de Narrativa Mariano Azuela),

 La Habitación Amarilla por Editorial BUAP.

-Las novelas La mujer de los macacos (Libros Magenta),

Por una cabeza (Premio Nacional de Novela Breve Amado Nervo). Y

 Reconstrucción Ediciones EyC.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Caminata lunar*

 

*Por Vanesa Silvina García.

 

Arrastrando los pies. Sin apuro por llegar a ningún lado, murmurando bajito, nada importante para decir.

En la cartera de lona gastada guarda pañuelitos de tela con puntilla de hilo, caramelos de menta, un monedero con pastillas y fotos…  fotos de otra vida.

Su mirada perdida que a veces vuelve al presente y me pregunta por mi madre. No espera la respuesta, sigue su caminata lunar por el empedrado de san Telmo.

Se aleja hacia el pasado, preguntándose dónde dejó los lentes, dónde quedó la lista de las compras, dónde está la llave, dónde perdió la vida que tuvo ayer. Dónde...

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

Idioma representado*

 

Lástima entender mal la vida, el mundo,

y el significado absoluto de las palabras

que dan sentido a los hechos y las cosas.

Es que tardamos en saber que cualquier

significado es esquivo y cambiante y todo

sentido es íntimo, adquirido e inmutable.

Ese choque de la razón rompe a la gente,

que busca la coherencia en cada motivo

y espera que la fatiga le dé un resultado.

La que transita su tiempo con leal empeño

inadvertida que significante y significado

puedan representar una total discordancia.

Que aun leyendo la letra chica de cada

contrato la estafa sería incomprobable.

Lástima no sospechar que habitamos

un mundo errado sin un error casual.

 

*De Horacio Rodio. horaciorodio@hotmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

*

 

Ser la olvidante, / la que quita el abrigo de los hombros, / la que canta con los pájaros del frío, / la que dice no y sigue, / la que dice sí y sigue, / la que traga la lágrima rebelde de la sangre, / la anciana que no puede recordar, / la mujer que comenzó a mecer el silencio en el jardín, / la niña que sonríe.

 

*De Valeria Pariso.

 

 

- Valeria publicó los libros de poesía: "Cero sobre el nivel del mar" Ediciones AqL (2012), "Paula levanta la persiana", Ediciones AqL (2013); "Donde termina esta casa", Ediciones de la Eterna (2015), "Del otro lado de la noche" (2015) Editorial El Mono Armado, "Triza" (2017) Editorial Detodoslosmares, "La trilogía: Uva negra/ Mascarón de proa/ El castillo de Rouen", Vela al viento Ediciones patagónicas (2018), Segunda edición AqL (2020), Zarmina, Primer Premio del Concurso de Letras, categoría poesía, del Fondo Nacional de las Artes, año 2019, Ed. Mascarón de proa (2020); "Flores para no regar", Editorial AqL (2021). “Final francés”, AqL ediciones, 2023

 

 

 

 

Inventren

https://inventren.blogspot.com.ar/

 

 


 

¿Quién quiere ser eterno? *

 

Yo viajaba sentado a la derecha de dos tipos.

El del medio, de alrededor de 25 años, vestido de jeans y camisa hawaiana. El otro, parecía un próspero comerciante enfundado en un traje italiano caro, aparentaba rondar los 70. La charla que sostenían derivaba acerca de la actividad del más joven: las finanzas. El economista relataba sus peripecias, sus vaivenes en la bolsa, sus alzas y bajas, las cuestiones relacionadas con el dinero y luego, durante un rato largo hablaron de estos asuntos.

En eso estaban cuando sonó el teléfono del mayor, que habló con alguien a quien le dijo, con tono misterioso:

- Querida, te paso con una persona que te quiere saludar

Luego de charlar un par de minutos, el joven cortó y moviendo su rostro a la izquierda dijo: - Me pidió que no la vaya a ver, que ya está muerta.

- Bueno, viste como es ella – le contestó el otro y siguió:

- Lo que tenés que hacer es escucharla, aunque sea un rato, como si estuvieras interesado en la charla. Ella se dormirá en unos minutos por efecto de los medicamentos y vos te podrás ir. Cuando esta charla terminaba, el tren llegó a la estación ellos caminaban delante mío, así que los vi despedirse me senté en un banco, encendí un cigarrillo y me quedé pensando en esta historia.

En aquella mujer que moría en algún lugar, sin importarle demasiado a nadie.

 

*De Andrés Bohoslavsky. vladimirbeat@yahoo.com.ar

 

 

 

 

 

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ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.

 

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GOBERNADOR OBLIGADO.

 

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APEADERO DALMIRO SAENZ.   

 

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