lunes, diciembre 07, 2015

EDICIÓN DICIEMBRE 2015


*Dibujo de Erika Kuhn.









La mujer sin sombra*



Ella reparte cada mañana a torcazas y gorriones

–en migas– su corazón de pan.

Ellos devolvieron ese amor comiendo de su sombra.

Un día, ella desapareció.


*De Miryam Colombotto Seia. miryamseia@cablenet.com.ar









*


La cocina

de mi madre

tenía macetas

sobre una mesa

de madera.

Estaba todo dispuesto:

la pava, el mate,

la ventana que dejaba pasar

el aire leve de septiembre.

Habrá salido

pensé mientras la esperaba.

Cuando la prudencia

llegó a su término

y se dio por vencida

lo comprendí todo

y me bajé del sueño.



*De Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar













LA FE DE LOS INCRÉDULOS*




Cuando arrecian los malos tiempos y no alcanza el placard del dormitorio para esconderse, cuando pasan esas cosas que nos desgarran la tela y despintan las paredes. En esos decisivos tiempos difíciles de expectación y desánimo, de sueño revuelto y de dolor, cuando la vida es una mesa que nos ponen con la base en el suelo y los apoyos al aire. Entonces. Justo entonces. Justo en lo más alto o lo más bajo, en el punto justo del vértigo. Entonces hay quien enciende velas a los santos, reza a San Expedito, acude a su Pastor o simplemente ora en lo recóndito. Y encomienda su alma a su Dios, y cree en lo justo y lo destinado a cumplirse desde lo desde siempre decidido desde siempre escrito, desde lo eterno.
Y es la paz del espíritu, el aplacarse de las pasiones. Es la resignación y lo horizontal. La oración, el pedido, el agradecimiento por la prueba que encaja como una pieza necesaria en el rompecabezas de lo Eterno.
El alma puede descansar, las manos se aquietan en el regazo, un ser paternal o maternal extiende su velo sobre la criatura frágil.
Pero y qué hay de los incrédulos. Qué de aquellos que no tienen la dirección a dónde enviar sus reclamos, sus lágrimas certificadas, su carta documento de protesta e intimación.
Qué pasa con quienes en lo alto del trapecio, con las manos resbalosas, saben que en el otro trapecio no hay ninguna figura alada para recibirlos. A quién le piden clemencia. A nadie.
Es propio de la condición humana sin embargo esa cosa oscura de torcer la lógica. Y se ven arrojados los incrédulos a una maraña sospechosa de cábalas, supersticiones, costumbres propiciatorias. No encenderá una vela a un santo, pero se alegrará de que yendo al sanatorio un perro defecaba de frente; es buena señal. No rezará a San Expedito el hombre de ciencia que no cree en fantasmas ni Espíritus Santos, pero no usará la remera roja en este día, que le resulta agorera y atracción de catástrofes indecibles. No acudirá a ningún Pastor la señora racional que mantiene que el cosmos es caótico y casual, pero le dará una moneda a un mendigo para prevenir maldiciones soterradas.
Será que somos tan pequeños, tan efímeros, tan frágiles, que alguna magia nos hace falta para enfrentar un mundo tan adverso.
No me burlo entonces ni de los mantras ni de los rosarios, ni de los sermones ni de las procesiones. Son recordatorios de que le tenemos miedo a nuestra propia muerte y pánico a la desaparición de quienes amamos.
Si alguna fe tienen los incrédulos, no se la quiten. Que eludan las escaleras, que no se den a la traición de los gatos negros, que no pisen las juntas de las baldosas o que usen la pulserita roja en el bracito gordo del bebé. Es una oración en lo recóndito. Aunque no hubiese quien la reciba. No burlarse, digo nuevamente, de una oración en lo recóndito.



*De Mónica Russomanno russomannomonica@hotmail.com











*



Una viejísima cierta vez, yo era muy chico, y el recuerdo también se empequeñece, íbamos con mi padre en auto por un camino de tierra existente entre Emilia y Cayastacito (Santa Fe) donde una vez el Ferrocarril Belgrano tuvo una importante estación, ahora invadida de malezas y cabras semisalvajes. De pronto nos adelantó un camión que si mal no recuerdo transportaba verduras y nos envolvió en un siroco de tierra y abrojos. En un momento se disipo el tierral indómito y mi viejo clavo los frenos, extendiendo la mano derecha para que yo no me estrellara contra el torpedo del vehículo. En el medio del camino estaba cruzado un tráiler con un barco, no un bote o una lancha, un barco de río, enorme, tipo draga, viejo, antiguo, carcomido por el óxido o las sales. Una aparición surgida para inquietarme y turbar mi inocencia. No recuerdo mucho más, porque no nos retuvimos mucho allí, a la sombra tal vez se soportaban 40 grados, en ese camino era imposible estar. Tengo ese recuerdo grabado en la memoria, como el barco encontrado en la selva de Macondo, imborrable, imperecedero, inmenso. Es fuente de mis fantasías y quizás de mi forma de escritura. ¿Cuántas veces me he preguntado, quien era el pecio, y quien el náufrago?



*De Jorge Lacuadra. jorgelacuadra@hotmail.com
















CANCION DE AMOR DEL ERIZO*



Toda la noche ha silbado y no es el viento.
He recorrido en silbos circulares tu cuerpo.
Se que vienes del miedo.
El zorro te ha orinado y atacada has sido por los cuervos.
No temas, tu pelambre de hembra está a salvo.
Mi sangre crece como crece tu savia.
Cada púa tuya me confirma que eres amapola de carne.
Ya es tiempo de dejar la estación del apenas.
No debería, no; no debería existir el apenas.
Los brotes ya anuncian la plenitud del rastro.
Es el tiempo, el tiempo que se va y no vuelve.
De enterrar la locura. Dejar crecer la hierba.
Cerrar de nuevo, la Caja de Pandora.
Es la hora del verbo y del temblor.
Salivaré, de tus flancos, las púas.
Mordisquearé. Una a una hasta morir.
Hincaré los dientes en tus hombros.
Beberé de tus clepsidras plenas.
Treinta esperas y ciento ochenta estaciones.
Consecutivamente. Una vez, otra vez más.
Luego, amor, te dejaré partir.
Vos y yo seguiremos jugando al camino solitario.
Mas yo, lo se.
En tus orejas ámbito del ultrasonido de mi pena.
Esta canción de amor, seguirá. Yo, lo se.



*De Amelia Arellano. amelia.arellano01@yahoo.com.ar











*



Murió mi señora. Llevamos una buena y larga vida juntos. En su última enfermedad ella me instó a que tratara de formar una nueva pareja. Aunque sea que me encontrara una compañía para pasar el rato. Tratá de ser feliz un poco más; te autorizo a que le hagas todas las cochinadas que me hacías a mí, pero no me olvides por completo, me dijo y dejó de vivir. Sostuve en mi espalda vieja y jorobada el peso del dolor por unos cuantos meses. Pero un día me puse a pensar que a mí tampoco me resta demasiado tiempo como para andar regalándolo. Por tal motivo me puse en campaña para cumplir con lo que ella me había indicado. Sintiéndome menos atractivo que en otra época decidí que lo mejor era hacer las cosas rápido y tomé el atrevimiento de gastarme un dinero en una compañera. En un par de días ya tenía todos los movimientos calculados, por lo que decidí agasajarla con una cena romántica en mi casa. Nuestra primera cena. Yo me sentía muy nervioso. Iba y venía de un lado a otro buscando que todo estuviera bien. Que no faltara nada en la mesa. En las copas. En los platos. Por su parte ella se mantenía erguida contra el respaldo de la silla que le había asignado. Con las luces en penumbra la miraba de perfil y la contemplo en silencio. Es una obra majestuosa. Perfecta en sus rasgos. En su vestimenta. En sus pechos protuberantes, casi exagerados, motivo sin dudas por lo cual la elegí del book que me habían mostrado en su momento. Antes de comenzar a comer propongo hacer un brindis. Sus ojos destellan con la potencia que trasmite el amor. Abiertos a más no poder y sin pestañear. Como todo un caballero me paro y voy hasta donde se encuentra ella. Hago chocar las copas antes de tomar el primer sorbo de vino. Luego la beso en los labios y dejo que mi mano se llegue hasta su pecho. Le aprieto el pezón que primero se apelmaza y luego vuelve a recuperar su forma. Debe ser una muñeca construida con una muy buena goma importada imagino. Ese es el momento en que recuerdo a Estela y mando un beso al cielo.



*De Sergio Fitte.















UNA DEL OESTE*




1. El Sheriff salió a la calle haciendo tintinear las espuelas en el porche y se dirigió a la salida del pueblo, justo en el centro de la calle polvorienta y vacía.


2. Morgan, aquel forajido tan malencarado, con barba de siete días, traspasó las puertas abatibles del Saloon y se situó en la entrada el pueblo, justo en el centro de la calle polvorienta y vacía.


3. Los dos protagonistas-antagonistas se observaron atentamente mientras apartaban las chaquetas dejando ver sus revólveres Colt 45, justo en el centro de la calle polvorienta y vacía.


4. El sol jugaba con sus sombras, el aire podía cortarse y la muerte parecía que se paseara por el pueblo, justo en el centro de la calle polvorienta y vacía.



Nota: Lamentamos no haber podido terminar la película por cese del guionista. Seguiremos con ella cuando encontremos otro que no nos sitúe justo en el centro de la calle polvorienta y vacía.



*De Joan Mateu. joan@zarca.es











III *


Leche negra de la madrugada te bebemos de noche
te bebemos al mediodía la muerte es un maestro de Alemania
te bebemos de tarde y de mañana te bebemos
y bebemos la muerte es un maestro de Alemania
tiene un ojo azul te acierta con bala de plomo
te acierta justo
PAUL CELAN. “Fuga de la muerte”



Son curiosas las distancias, los tiempos
son curiosos:
uno dice Armenia y pasó hace mucho,
hace mucho y tan lejos, tan lejos;
uno dice Ruanda y ni les cuento
cuán lejos y cuán
hace tanto.
Uno dice Medio Oriente y es otro mundo.
Uno no dice inquisición, ya no lo dice
porque queda fuera de escala,
es un tiempo fuera del nuestro, es otra historia,
es otra cultura, otra forma
de ver las cosas, la misma forma
de destruirlas.
Uno dice, incluso, tantos
gobiernos cercanos, con el mismo idioma,
gobiernos que se dijeron propios,
e igual quedan tan lejos, tan fuera de nuestra cama,
tan antes, tan pasado, tan olvido.
Pero dice Alemania y quién sabe por qué
piensa en la vereda de enfrente,
en la vuelta de la esquina,
en ayer nomás, setenta años
no son nada.
Y uno piensa en Alemania y es la muerte, aunque Alemania
ya no sea la muerte, aunque la muerte
sea en otro lado,
aunque la muerte se refugie en otro lado,
aunque la muerte haya hecho los trámites
para el cambio de domicilio
y esté tan cerca, tan junto a nosotros,
tan en todos lados,
tan en nuestro reloj,
en nuestras oficinas, en las calles
que recorremos a diario, en nuestros barrios.
Es terrible.
Es terrible, todo queda tan próximo,
en realidad tan próximo, tan al lado:
en cualquier lugar del mundo una descarga nos pinza los
/huevos,
en cualquier lugar del mundo una pistola
se apoya en nuestras sienes,
los huevos de la humanidad, las sienes de la humanidad que
/somos.
Es terrible
que para no darnos cuenta evitemos decir pasado,
que para disimular evitemos decir pasado,
que para olvidar
evitemos decir
pasado.
Y así los tenemos durmiendo con nosotros.
El dormitorio del mundo es el mundo.



*De Sergio Giuliodibari.
(Vicente López, 1964, reside en Mar del Plata)
-De su libro “Camino en construcción”, Ediciones El Mono Armado, 2014.












Prosapia*



Los dioses mayores dan/
los dioses menores.

Los dioses menores dan/ los dioses mortales.

Los dioses mortales dan/ las civilizaciones.

La madre de los dioses es/ la amante de los poetas.



*De Horacio Rossi.
(1953-2008)










*



En el velo de la tristeza hay cientos de lágrimas con ilusiones.
¿Sabrá el dique de tu ternura dejarlas que desborden?








InvenTREN
http://inventren.blogspot.com/


Preguntas*



Por esas cosas del azar que determinan la vida más de lo que creemos llegó cuando la película estaba iniciada. Ya ni recuerda el nombre de la película. Fue arriba del renacido Midland. En ese tren había un vagón exclusivo para brindar cine. Falto de cultura cinéfila sólo reconoció al actor que representa el papel de un profesor de religión al que ve escribir en un pizarrón “Tikkun Olam”. El hombre que viajaba con un cuadernito a mano anotó: dice Richard Gere que “Tikkun Olam” significa “Reparar al mundo”.

Hamacado en el movimiento del tren el hombre se duerme. Sueña que arma los pedazos de su vida en un relato amable, en una ficción tolerable, escucha su voz diciendo que esa es la única reparación posible.
Al despertar, la película ha concluido, mira su anotador donde encuentra escritas dos frases más:

“reunir fragmentos”

“amar las cosas de nuevo”

¿Cómo se logra eso? -se preguntó.
¿Cómo se hace para reunir esos pedazos en los que su vida trascurre estallada?
¿Como se hace para amar las cosas de nuevo?
¿Será más sencillo seguir reparando en sueños?



*De Eduardo Francisco Coiro.



***

Próxima estación para escribir por Ferrocarril Provincial:

 JOSE RAMÓN SOJO.

ÁLVAREZ DE TOLEDO.    POLVAREDAS.
JUAN ATUCHA.   JUAN TRONCONI.    CARLOS BEGUERIE.
FUNKE.   LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.   LOMA VERDE.
 ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.   GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO.   ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.
 D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.  LISANDRO OLMOS.  INGENIERO VILLANUEVA.
ARANA. GOBERNADOR GARCIA.  LA PLATA.

***

Próxima estación para escribir por Ferrocarril Midland:

PARADA KM 79

ENRIQUE FYNN.  PLOMER.  
KM. 55.   ELÍAS ROMERO.  KM. 38.
MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.
LIBERTAD.  MERLO GÓMEZ.   RAFAEL CASTILLO.
ISIDRO CASANOVA.  JUSTO VILLEGAS.  JOSÉ INGENIEROS.
MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.  ALDO BONZI.
KM 12.  LA SALADA.  INGENIERO BUDGE.
 VILLA FIORITO. VILLA CARAZA.  VILLA DIAMANTE.
 PUENTE ALSINA.  INTERCAMBIO MIDLAND.



InventivaSocial
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Para compartir escritos escribir a: inventivasocial@yahoo.com.ar



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