martes, junio 07, 2022

Y UNA VEZ QUE TOCA EL SUELO VUELVE.

 


*Foto de Noelia Ceballos.

 

 



 

 

*

 

 

He arrojado todo al precipicio.

Ningún orden es posible ahora, dije.

¿Cuánto pasó desde entonces?

No lo sé.

No tengo seguridad del tiempo

desde que cayeron los números.

Parecían piedras tiradas al vacío.

Lo hice más de una vez:

me paré sobre el filo,

miré el fondo,

y tiré todo con los ojos cerrados.

Me impresiona lo que pasa con la ausencia:

cae inmensa como un cóndor,

no hace ruido,

se mezcla con el viento,

y una vez que toca el suelo

vuelve.

  

*De Valeria Pariso. valeriapariso@outlook.com

 

-Valeria (Muñiz, Provincia de Buenos Aires, 1970)

-Publicó los libros de poesía: "Cero sobre el nivel del mar" Ediciones AqL (2012), "Paula levanta la persiana", Ediciones AqL (2013); "Donde termina esta casa", Ediciones de la Eterna (2015), "Del otro lado de la noche" (2015) Editorial El Mono Armado, "Triza" (2017) Editorial Detodoslosmares, "La trilogía: Uva negra/ Mascarón de proa/ El castillo de Rouen", Vela al viento Ediciones patagónicas (2018), Segunda edición AqL (2020), Zarmina, Ed. Mascarón de proa (2020); "Flores para no regar", Editorial AqL (2021).

-Primer Premio del Concurso de Letras, categoría poesía, del Fondo Nacional de las Artes, año 2019, con su libro "Zarmina".

-Coordina MOJITO, taller y clínica virtual/presencial de poesía y el "Ciclo de poesía en Bella Vista".

-Administra el blog de difusión de poesía contemporánea https://laficciondelolvido.blogspot.com.ar

-Su blog personal es https://tantotequeria.blogspot.com

 

 

 

 

 


 

 

 

 

ESTACIONARIA*

 

Porque a veces

dejamos

hojas secas

sobre los corazones de los otros,

cuando fuimos otoño y no pudimos

amar,

pero otras veces

nos derramamos suaves como lluvia

y florecemos la tierra.

 

*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com

 

- Mariana nació en General Belgrano, Provincia de Buenos Aires. Actualmente vive en City Bell. Publicó: Cuadernos de la breve ceguera (La Magdalena 2014). Jardines, en coautoría con Raúl Feroglio (El Mensú, 2015) La hija del pescador (La Magdalena, 2016).  Piedras de colores (Proyecto Hybris 2018). El orden del agua, GPU Ediciones (2019)

-Su libro MADURA, ha sido editado por Editorial Sudestada (2021)-

Coordina Microversos, talleres de exploración literaria

 

 

 

 


 

 

 

 

 

Fin del mundo*

 

 

*Por Sergio Fitte.

 

La casa me venía aplastando. Me costó mucho tomar la decisión. Pero un día llegó el futuro y empecé a juntar las cosas. Me iba. Me iba de la casa en la que había nacido. Crecido. Reproducido. Estaba decidido. No iba a morir en ella. El tiempo se me estancaba con cuanta cosa me ponía a mirar con un cierto detenimiento. Tomar un simple florero que alguna vez me había regalado, vaya a saber uno quién, me paralizaba por varios minutos. Recorría con la vista el objeto tratando de descubrirle el secreto de su existencia. Tenía éxito solo en parte. Los cabos quedaban sueltos por todos lados. La mayoría de las cosas que iba empaquetando eran feas, gastadas, pero yo las veía envueltas en un manto invisible de añeja felicidad que se evaporaba a medida que el papel de diario las envolvía. Temía que los objetos perdieran su magia al ser envueltos y metidos en cajas que a lo mejor nunca se volverían a vaciar. Cajas que probablemente se quedaran para el resto de los días apiladas en un rincón solitario y húmedo de mi siguiente y quizás última morada. Dejé para último turno el cuarto de dormir. Le tenía pánico. Respiré hondo con las últimas luces de la tarde de invierno. La llovizna y la oscuridad inesperada para las tres de la tarde me obligaron a prender la luz del candelabro. Abrí el cajón que me pareció más fácil enfrentar. Medias. Cancanes. Monedas viejas. Una foto en blanco y negro. La primera reacción fue el esbozo de una sonrisa. Allí estaban muchos de mis familiares más queridos. La abuela. Mamá. Papá. Yo siendo un niño. Tíos. Y otros tíos. Me senté en la cama, sabía que procesarla me llevaría tiempo. La mire cuadro a cuadro. Quedé hipnotizado en la abuela. La que me crió. De inmediato recordé su famosa frase: “el fin del mundo es cuando te morís”. Frase que yo había defendido hasta no hacía mucho tiempo. Aboyé la foto y la arrojé con fuerza. No llegó muy lejos ni le pegó a nada. Miré el portarretratos de la mesa de luz en el que estamos los tres. Entendí lo equivocado que había estado. Supe que el fin del mundo es cuando se mueren los otros.

 

 

- Fin del mundo está publicado en Nadie Nace virgen.

 

- Sergio Fitte. Escritor argentino, nacido en 1975, radicado actualmente en la ciudad de Azul, provincia de Buenos Aires. Dirigió talleres literarios en La Plata y en las Unidades Penitenciarias de Gorina y Magdalena mientras vivió en la capital provincial. Es autor de los siguientes libros publicados: “Señor Canario” (La Quimera Ediciones 2001); “A no chillar” (Editorial Corregidor 2003, Libro destacado por Gabriel Bañez en el suplemento literario del diario El Día de La Plata); “Dios con lapicera” (Editorial Corregidor 2005, Prólogo de Esteban López Brusa); Proyecto de difusión (Editorial Simurg 2006); “Prostíbulo” (Editorial Simurg 2009); Institucionalizaciones (Ediciones El Broche, La Plata 2012); Desahogo (Prosa Editores 2016); Las cosas que le pasan a los Otros (Editorial Lee 2017); Nadie Nace Virgen (Wolkowicz Editores 2017). Discriminaciones (Zeta Centuria Editores 2021).

 

 



 

 

 

 

 

Uno quisiera ser*

  

Adormecido, inquieto,

rojo a veces de magnolia

y de frenesí viajero

Uno quisiera ser un dios

pequeño, un ángel oscuro

que arde en las tinieblas

Uno quisiera ser no esto que es

sino un salvaje monarca aborrecido

amado

surcado por delirante amor

por grandes glorias y mejores penas

que obstinadamente fijan las crónicas

y cantan en las plazas los poetas populares

  

*De Jorge Isaías. jisaias4646@gmail.com

-De "Poesía elegida", de Jorge Isaías.

-Editorial Ramos Generales.

 

 

 


 

 

 

 

*

 

La noche es ancha, padre.

Es un abismo azul

donde se pierden las tardes.

 

Sentémonos a la orilla de la sombra.

Nómbrame a las estrellas

con los nombres

cansados del campo.

 

Nunca te dije

que aprendí

por mi cuenta el nombre de los astros.

Sé de la fragilidad de la luz

que cruza el universo

sólo para alumbrarnos.

 

Nunca me contaste

que las estrellas mueren, padre.

Lo aprendí

y nunca te dije -nunca- que lo sabía.

 

Todas las cosas tienen final.

Deben tenerlo.

Sentémonos

a la orilla de la noche

que se pierde en tus ojos.

Nómbrame a las estrellas

antes de que lleguen los pájaros.

  

*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ADÓNDE VOLVER*

 

Uno envidia a quien es capaz de desnudarse, de dejar las prendas y los lenguajes, abandonar la merienda servida e irse; irse lejos, atravesar países tiempos y gentes. Todos sentimos alguna vez esa inclinación a soñar con el mar, con los caminos que se pierden, con horizontes difusos que borren el asfixiante aquí y ahora.

Se puede viajar, si, es posible disolver la pertenencia en escapadas, en huidas tempranas o tardías. Es posible cortar las cintas que nos aferran a la tierra, a la familia, a los amigos. Se puede, aunque sea esta una empresa de personas marcadas por algún secreto signo que no está visible en la frente.

Lo que perdura allá en un fondo de pozo con sapo y luna, es el miedo a no tener adónde volver.

La vida entera es la dificultosa construcción de aquel sitio que nos reciba al fin de la jornada. Puede que sea un intento fallido; que al acabarse la partida sólo un gato sigiloso murmure su aprobación solitaria a la viejita olvidada entre muros silentes, o que, por ser el último en abandonar el ferrocarril, el anciano quede con los naipes en la mano, vacías las sillas de sus compañeros ya desvanecidos.

Pero habrán tenido puerto para la charla amable o ácida. Habrán hecho sus nudos de amores u odios donde fuesen reconocidos, donde la familiaridad les prestase un entorno que sintieran propio, intrínsecamente propio. Odiado puerto, amado puerto el del fin de la jornada, pero una amarra que nos contiene cuando el embate del mar. El vértigo absoluto de un viajero es no tener adónde volver.

Y no nos engañemos, viajamos tanto los que se van y pasan de vida a vida como los que nos quedamos, y hacemos rutina de veredas fatigadas. Todos debemos retornar a casa cuando el crepúsculo nos trae. Y algunos, no tienen adónde volver.

Quién escuchará la narración efímera de los incordios del día, quién compartirá la mesa, quién respirará quizás en otro cuarto, quizás en otra casa, pero quién respirará nuestro aire.

En qué lugar habrá una caja con fotografías de nuestra infancia, quién preguntará cómo estás, y aguardará la respuesta. Y, si me voy, quién recibirá mis cartas.

El vértigo absoluto de un viajero es no tener adónde volver.

 

*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com

 

 

 

 


 

 

 

*

 

 

Te has ido

porque te he renunciado

Ahora habitarás otras colinas

no mis muslos, mis caderas, no mis tetas

como tierra, soy tu ajena

como agua,

ya no hay lluvia de mí

que no te haya mojado.

 

*De Marcela Lokdos.

 

 

 

 


 

 

 

 

5 *

 

Despierto.

Una hoja vuela

y un viento me recuerda

sonidos de la infancia.

El ronronear del gato

insiste como yo.

Anoche soñé con un hombre

y no lo encuentro a mi lado.

 

En otra cama,

alguien también me sueña.

Pero hace frío

y el otoño mueve las hojas

en nuestros patios.

 

*De Paula Novoa. novoapaula8@gmail.com

-Poema 5 de "Otoño" en “El paso de la babosa”

 (Cave Librum Editorial, 2018)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

*

 

 

No olvides

la terrible belleza del silencio

que precede al rompimiento de una ola:

esas dos o tres palabras calladitas en tu miedo.

Esas dos o tres palabras verdaderas.

No olvides

de dónde nace el grito inmóvil

que no rompe, que no cae,

que no diste.

  

*De Valeria Pariso.  valeriapariso@outlook.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

EN UNA NOCHE CON SARAH VAUGHAN*

 

 

Yo también

quise ser

el novio desconocido

de Joni Mitchell

el amante negro

que Janis Joplin amó

inconfesable

en Monterrey

poseída por el espíritu

de los hongos

y el LSD

Tuve en sueño

a Billie Holiday

por toda una noche

entre mis brazos

la escuché que sollozaba

como una niña

cuando veía los árboles

moverse de lugar

Bebí whisky

con Sarah Vaughan

en un pequeño club

de las afueras

de Newport, Rhode Island

pero mis fantasías

y fantasmas durmieron

en los labios

de Anita O’Day

todas las noches

Yo también

quise ser

el novio desconocido

de Joni Mitchell

Joan Baez

Patti Smith

y de todas esas mujeres

que cantaron

la alegría

la angustia y el dolor

de muchas otras

 

*De Daniel Montoly.

 

 

 


 

 

 

 

*

 

A veces el silencio es una continuidad y se puede tocar. Hay silencios finos, suaves, silencios gruesos, rugosos, silencios agudos, metálicos, y silencios a punto del salto como las fieras.

 

*De Liliana Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com

 

 

 

 

 

Inventren

https://inventren.blogspot.com.ar/

 

 

 

Historia en el bar*

 

"Cubre la memoria de tu cara con la máscara de la que serás y asusta a la niña que fuiste"

Alejandra Pizarnik. -Caminos del espejo-

  

El hombre que encuentro en el bar se llama Emilio, sabe de mi interés por escribir sobre la estación María Lucila del Midland. Dice que va a contarme de su historia personal que sin dudas tiene relación con la antigua estación de trenes. Le aviso que no logro escribir razonablemente bien y más aún, mi escritura empeora con el tiempo.

-No importa, vengo a contarle esto porque necesito que alguien lo escriba. -me dice con tono de súplica.

-Y porque a mí me duele tanto el pasado que necesito contarlo a quien tenga un rato para escuchar.

Lo que sigue es el relato del hombre, dos horas y media sentados, con tres cafés cortados de por medio que quiso invitarme sí o sí. -Me ofende si no me permite pagar - dijo para terminar con mi resistencia.

En la estación María Lucila trabajaba su abuelo. Su madre nació allí y la llamaron María Lucila para homenajear a la estación que además de darle trabajo a su abuelo era su vivienda.

Pasó en el pequeño pueblo sus primeros años, luego de la nacionalización cuando el Midland paso a ser parte del ferrocarril Belgrano, al abuelo lo trasladaron un par de veces de estación hasta que se jubiló.

Lo cierto es que su madre pasó su adolescencia y juventud radicada en Avellaneda.

Se hizo amiga de la Alejandra Pizarnik, cuando era una chiquilina tímida y tartamuda. Y al menos una vez se fueron en tren a conocer el pueblo que lleva el nombre de mi madre.

El hombre me muestra una foto con dos jóvenes que posan para la cámara haciendo equilibrio sobre el riel, más allá se observa una estación típica del Midland, pero es posible ver el lugar donde se colocaba el cartel con el nombre. Atrás de la foto puede leerse “con Florita Pizarnik, María Lucila, enero del '53.”

Mamá era una mujer hermosa -dice el hombre. Igualita a las chicas que dibujaba Divito.

Por alguna cuestión que desconozco lo único perenne en ella, lo que había echado raíces profundas era la angustia. Su verdad era una cuna de angustias de la que nadie había logrado sacarla.

(….)

Se equivocaron ella y mi padre en casarse. Mi padre era psiquiatra y mi madre su paciente, se enamoraron o se tuvieron lástima -vaya uno a saber-, o quisieron dar vuelta la historia de cada cual que los había llevado en ese punto de encuentro o desencuentro.

Usted sabe que todo, absolutamente todo en el universo se acerca o se aleja, pero nosotros nos ingeniamos para negar esas percepciones incómodas.

Creo que mi padre pensó que la iba a cambiar, no hay héroe más fallido que el que quiere cambiar una persona.

Llego a decírmelo una vez: -lo que no se da espontáneamente bien entre una mujer y un hombre no se lograra jamás. Nadie puede cambiar al otro -ni a sí mismo-, según parece.

La angustia de mi madre le impedía conectarse plenamente con los otros, estar presente y atravesar los acontecimientos que te van marcando en la vida.

Se fue cuando mi hermano tenía 5 y yo 3 años. Dejo una carta.

Mi padre después de leerla ni intento buscarla, entro en un profundo silencio que le duro meses.

Un día nos presentó a su nueva mujer: Ella es Natalia, vivirá con nosotros -nos dijo.

Natalia nos crio y malcrió lo mejor que pudo.

Mi hermano creció, estudio ingeniería electrónica y se fue a vivir a Estados Unidos. Vive en Nueva Orleans, tiene mujer e hijos americanos. Un auto y vacaciones.

Mi padre tenía 70 años cuando falleció, era 8 años mayor que mi madre. Yo no había cumplido los 21 años. Antes de enfermar, me invito a charlar en un bar.

Sin que se lo pidiera dejo su consejo: -A los 20 años un joven debe elegir si en su vida será un hombre o un marido. Te recomiendo que seas un hombre...

Creo que le he fallado, no logre ni ser un marido eficiente ni un hombre en el sentido que creo que le daba a esa palabra mi padre con un tono cercano a lo sagrado.

 

*

De mi madre, quedaron casi todas las preguntas sin respuesta.

Nunca sabré si volvió a ver a su amiga Alejandra "la florita" como la llamaban los abuelos.

Un abismo de treinta años de silencio.

La tía Eugenia -hermana menor de mi madre- logró encontrarla meses antes de su muerte.

Tuvo una corazonada y la siguió. Volvió a María Lucila 20 años después de que cerraron el ramal los militares y se llevaron las vías. Y allí estaba mamá viviendo en la estación. Sin luz eléctrica, sin vecinos cercanos. Salvo una escuela pública ubicada enfrente de la estación no había nadie cerca.

Allí vivía mi madre. ya envejecida prematuramente. Sacando agua con una bomba manual, cultivando vegetales en unos pocos metros de quinta. Rodeada de pájaros -muchos en jaulas- otros que venían a visitarla a los que agasajaba regando la tierra con alpiste, o mijo o arroz según lo que tuviera.

No sabía nada del mundo, ni siquiera quien era el presidente de turno, no tenía radio ni televisión.

¿Sabe cuál era una de sus costumbres? Sentarse con una silla a la hora de salida de la escuela y ver el rostro de los niños. Estudiarlos con detenimiento y luego verlos alejarse por el camino de tierra hasta que eran manchas blancas.

 

(….)

 

Sabía del suicidio de Alejandra. Le dolía como si hubiera pasado apenas unos días atrás:

"Pobre Florita, repetía. Tan lúcida y tan frágil. Pobres todas las personas sensibles del mundo porque no tienen cabida". Eso es lo que me dijo mucho después la tía, a la que hizo jurar que no le diría a nadie donde estaba ni como vivía.

 

*

 

Un día llegó lo que rescato la tía Eugenia: viejas fotos, unos libros de Pizarnik con anotaciones de mi madre. Una historia clínica que le dieron en el hospital donde se leen sufrimientos. Poco para un enigma de 30 años.

 

El hombre vuelve a abrir el libro que heredó de su madre y lee otra frase de Pizarnik remarcada con birome azul:

 

"Como una niña de tiza rosada en un muro muy viejo súbitamente borrada por la lluvia"

 

Así me siento, así me sentí siempre, -escribe al costado mamá- y espero que quienes esperaban algo distinto de mí puedan perdonar esta soledad en la que he hundido mis días.

Emilio derramó lágrimas. Arrugó con rabia una servilleta de papel después de secarse para evitar que sus lágrimas de sal caigan sobre el pocillo de café.

Al rato nos despedimos con un abrazo. Mientras caminaba por la avenida me di cuenta que ninguna historia de las que he podido escribir son de gente feliz.

 

 

*De Eduardo Francisco Coiro.

https://www.facebook.com/CansadoDeTriunfar

 

 

 

Próxima estación por antiguo ferrocarril Midland:

 

LIBERTAD.

 

-Final del recorrido literario por el Ferrocarril Midland-

 

En Libertad, la antigua sede de los talleres ferroviarios estará terminada la aventura literaria del antiguo Midland. Desde Marinos –una estación relativamente joven- hay un tren real –el Belgrano Sur- que puede recorrerse hasta Aldo Bonzi en el tramo original del Midland para continuar por las vías que fueron alguna vez del Compañía General Buenos Aires hasta la estación Sáenz.

Queda renovada la invitación a participar en las últimas estaciones del Midland. Que la utopía del tren literario no se detenga y haya fuerza demencial literaria para seguir adelante con el extenso recorrido del Provincial. El cierre del Midland se acompañará en sucesivas ediciones con escritos de los amigos que han participado en esta hermosa aventura.

 

 

 

InventivaSocial

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-Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco Coiro.

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