martes, mayo 14, 2024

EN UN PUÑO OSCURO LA MÁS BELLA LUZ.

 


*Dibujo de Erika Kuhn.

https://obraerikakuhn.blogspot.com

 

 

 

 



 

 

 

En un puño oscuro*

  

Sobre un desierto ardiente

así

quise vivir

hubo rosas en mi fin del mundo

y en un puño oscuro

la más bella luz

en la silla del odio me senté

en el rincón helado

con el completo corazón

quemado en sus asombros

una y otra vez

fueron a su estrella las palabras

llevaban

mi última fortuna

sin embargo

la ceniza del cielo perfumado

unía

mi corazón al fervor

como un puño que guarda su alimento

en pobres bolsillos

en noches tormentosas

pude vivir

quise vivir.

 

*De Alejandro Schmidt.

(1955-2021)

*De su libro "En un puño oscuro". editorial Eduvim. 2017

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Semáforo 19*

 

 Ocurre, Marta, que suelo inventarte de rojo,

 que suelo inventarte de catedral, de Greta Garbo, de sombra

celeste en la tarde; y ocurre que también invento un pájaro en

un costado de tu boca

 cuando dices caballo,

 lluvia,

 niños marrones, o cuando

 me dices herrero

 y buscas

 la luz y el horizonte de tu sangre en mi sangre.

 Pero ocurre, Marta, que a veces no me encuentras, o me encuentras

 convertido en un montón de gatos,

 con un no olvido –ese vértigo de rincones–,

 con libros,

 ausencias,

 con un reloj amarillo y lento, con una rosa, un retrato,

 o con algún amigo que me habla

 de lo mal que

 para los pobres pobres andan las cosas.

 Sin embargo,

 en ocasiones, Marta, me encuentras caminando como un viento

de sauce,

 como una

tristeza de lluvia, por esa

 tristeza

 que te anochece el corazón, que te hace

 los ojos marrones, niños,

 río

 o acaso invierno, o acaso

 alguna boca que se duerme

 sin el sabor del pan en sus orillas.

 Marta: ahora pongo mi oreja sobre la tierra y oigo

 tus pasos por el corazón de octubre.

 Marta: explícame una mariposa,

 explícame una nube, Marta,

 siempre es noche, allá, o donde

 siempre es frío,

 o soledad,

 o llanto, que ahí

 tu carne

 estará

 en la carne del herrero, en la luz del herrero, que ya,

 ahora mismo,

 giran, se desbocan, se encabritan

 los caballos del alba.

 Marta, yo te invento de rojo, yo me pongo al hombro

 tus veinte años y marcho,

 yo acerco la mañana y tu cabeza a mi pecho,

 yo fundo

 un pueblo

 para que lo llenes

 de octubres y madreselvas.

Marta: afuera ladran los perros, escucha: una estrella

desciende

 para nosotros.

 

*De Dardo Sebastián Dorronzoro.

(14 de julio de 1913 – detenido desaparecido el 25 de junio de 1976)

-Poema de su libro Una sangre para el día.

Editorial MeVeJu, 2022.

https://es.wikipedia.org/wiki/Dardo_Sebasti%C3%A1n_Dorronzoro

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La pesadilla*

 

¿Por qué brota de mí cuando el cuerpo reposa

y el alma queda sola, esta insensata rosa?

Efialtes, Jorge Luis Borges

 

Creí que mi tortura acabaría la noche de aquel día en que entregué la victoria a los persas. Siempre mi razón fue pura y sencilla: si he nacido deforme fue para ese único acto que me justificaba. Si mi madre se negó a arrojarme por el Monte Taigeto fue con un fin dictado por los dioses que me maldijeron, y si mi padre eligió Tesalia para detener nuestra huida fue para que aprendiera todos los secretos de su suelo. En esas decisiones estaba implícito un secreto deseo de venganza para que yo fuera el guía de la pesadilla de los griegos. Sin embargo, ahora sé que hay cosas que no las compra el dinero y hay odios que nos los apaga la venganza. Pero hay realidades peores que cargar mi joroba, el perpetuo andar torcido de mis pasos, mi torso inclinado para mantener el equilibrio, y las deformidades de mi cara que no soportan el descuido de la sed ante el espejo del agua calma. Una de ellas fue la mirada de Leónidas ante mi deseo de redención. Él sabía y yo sabía que mi brazo era más fuerte que el suyo, aunque no pudiera sostener el escudo a la altura adecuada en la falange; él sabía y yo sabía que mi brazo podía partirlo en dos al Rey de Esparta. Pero yo sabía y él sabía que no habría segundo golpe si fallaba, y que mi cabeza rodaría por el piso si ese primer golpe no alcanzaba.

No sé si él intuyó que hay estocadas invisibles y hay escudos que no nos protegen de ellas. Pero ante su inconmovible negativa, aún en desventaja como se encontraba, decidí sonreír y partir, los dos sonreímos; porque entonces los dos podíamos hacerlo. Ahora ya no sonríe el Rey Leónidas y lo mío no pasa de una mueca, y sé que nunca habrá sonrisas para mí en el inframundo de los condenados.

No es la vigilia de mis días la tortura, no es la persecución de los hombres ni la maldición de los dioses, no es la espada que un día habrá de acabarme y que desde aquel acto me acecha.

Yo, Efialtes de Tesalia, hijo de Eurodemo, pesadilla espartana, condenado a deambular entre los desfiladeros de Tesalia sobre la espina del monte Calidromo; no le temo a las bestias reales ni a esas bestias disfrazadas que son los hombres; no le temo al sol que quema ni a las piedras que se despeñan ni a las aristas que laceran ni a las asperezas del sendero que recalcan mi carne y dificultan mis pasos; no le temo al mar embravecido ni a la distancia de los caminos; no le temo a las puñaladas por la espalda que nunca podrán partir mi corazón ya desgarrado; no me humillan las burlas de los niños y las mujeres ni las inmundicias que arrojan a mi paso; no me duelen la soledad ni las traiciones. A los seres como yo no los traicionan los hombres; mi cuerpo no le teme al hambre ni a la sed ni al calor ni al frío ni al viento ni a la tormenta. Mi hambre y mi sed no se calman con alimento ni con agua. El frío que me castiga no se alivia con fuego ni con mantas. El calor que me sofoca no se enfría con el austero trono de Esparta. Pero hay noches terribles en que la tormenta es el sueño.

Hay noches en las cuales suceden claros días en los que inclinan la cabeza los ilotas a mi paso. Hay noches en las cuales en pleno día no estoy siempre solo con mi perro. Hay noches con atardeceres en que tomo vino oscuro endulzado con miel compartido del mismo jarro con otros hombres. Hay noches en que no tengo sexo con las cabras. Hay noches con amaneceres en que entiendo la palabra simetría al ver mi cara reflejada en el agua de un cántaro sin necesidad de agitarla. Hay noches en que el escudo se sostiene firme en mi brazo ante el brutal hachazo de Leónidas para probarlo. Hay noches en que no encuentro el sendero de Anopea con los diez mil Inmortales de Jerjes a mis espaldas. Hay noches en que aún permanece inexpugnable el desfiladero de las Termópilas. Hay noches en que no temo a las pesadillas de mis sueños porque he muerto defendiendo ese paso, codo a codo, junto a mis conciudadanos de Esparta. Hay noches en que mi ánima libre se aleja y deja mi cadáver cubriendo de los ávidos persas el sagrado cuerpo de mi Rey Leónidas.

 

*De Horacio Rodio. horaciorodio@hotmail.com

 

-Horacio Rodio nació en Llavallol, provincia de Buenos Aires, en 1954. Realizó talleres con Laura Massolo y Liliana Díaz Mindurry. Obtuvo más de cien premios nacionales e internacionales en cuento, poesía y novela, con publicaciones en Argentina, España, Colombia y Chile. Es autor de los libros de cuentos Palabras de piedra (Baobab, 1999), Media baja (Dunken, 2012) y La insistencia de la desdicha (Ruinas Circulares, 2018), y de los poemarios El cinturón de Orión (primer premio del 15° Concurso “Adolfo Bioy Casares”, Ediciones Municipalidad de Las Flores, 2022) y El libro de Hopper (Pierre Turcotte Éditeur, Canadá, 2023). Ese mismo año, el sello español Avant Editorial publicó su novela Ausencia y error.

 

-Recientemente publicó el libro de cuentos

La oscuridad de los hechos

-Editorial Esa luna tiene agua.

https://www.esalunatieneagua.ar/productos/la-oscuridad-de-los-hechos-horacio-rodio/?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reencarnaciones*

 

Antes fui un campesino ruso

estuve en 1905 protestando en Moscú

contra el zar, con mi tío y algunos amigos

de ahí partí a Praga, fui amanuense

ponía sellos en la oficina con Kafka

éramos grises los dos

terminé deportado a un campo, entonces aparecí en Ámsterdam

jardinero en el barrio de Rembrandt

me robé un retrato y un pedazo de alma

que vendí en un callejón de Monastiraki, en Atenas

unos días antes de que se hunda el pesquero

fui médico en el África, ladrón en Gales, titiritero en Croacia

falsificador de obras de arte en el Renacimiento, en Florencia

campesino en Vladivostok y ladrón de bicicletas en Roma

entre miles de ciclos de idas y vueltas

ahora aparecí escribiendo poemas en Plaza Miserere

soy un ciego en el barrio de los ciegos

mi alma es muy vieja, como la tuya

por eso me mirás como si me conocieras

de algún lugar.

 

*De Andrés Bohoslavsky. vladimirbeat@yahoo.com.ar

-De su libro MARGOT, LA PROSTITUTA QUE LEYÓ A BAKUNIN.

-Editorial Leviatán. 2017

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

La esperanza no es*

 

 La esperanza

 no es una fábrica de muñecos irrompibles,

 no me vengan con esos viejos cuentos,

 la esperanza no es un duende o un arzobispado,

 por más que uno no tenga ni un carozo de ciruela en el bolsillo

 y sea agosto con viento,

 y sople el viento sobre nosotros, sobre nuestras pulgas,

 la esperanza está ahí,

 con toda su importancia,

 con toda la historia del hombre, la historia del lobo,

 y no podemos decir buenos días a veces cuando es lunes

 y vamos a la fábrica con dos mates en el estómago,

 pero aún continúa aquí, ella, en algún lugar,

 silenciosa, inmóvil, sin que nadie la vea,

 sin que nadie pueda acariciarla y decirle oh, gatita mía,

 o decirle mi rosa de invierno, mi rosa de primavera,

 sin que nadie pueda tocar su piel con cada dedo de la mano,

 pero ella se nos va detrás de cualquier perro cuando

 alguien nos coloca una moneda en la mano,

 nos hemos quedado sin olvidos

 o el viento de la noche corre muy frío

 por debajo del puente.

 

*De Dardo Sebastián Dorronzoro.

(14 de julio de 1913 – detenido desaparecido el 25 de junio de 1976)

-Poema de su libro Una sangre para el día.

Editorial MeVeJu, 2022.

https://es.wikipedia.org/wiki/Dardo_Sebasti%C3%A1n_Dorronzoro

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Como lágrimas en la lluvia*

 

Vine a gritar y me pobló el silencio.

Del son, sólo fantasmas nuestras voces.

 

Pues todas las palabras:

las que un día cantamos,

aquellas que callamos,

las que nunca debimos haber dicho,

también las que escuchamos,

pensamos inventamos escribimos,

las que en algún otoño nos dañaron

y las que despertaron un lánguido suspiro,

las que pintaron una sonrisa en nuestros labios

y las que no dejaron ningún poso en nuestro espíritu;

y aun éstas que ahora escribo,

éstas que acaso estás leyendo,

también se perderán en los pliegues del tiempo.

 

Sólo seremos ecos,

provisionales ecos rebotando

hacia un sol extinguido.

 

*De Sergio Borao Llop. sbllop@gmail.com

 

 

 

 

 



 

 

 

PREDESTINACIÓN*

 

Los amos/ tal como los poetas/ aman la poesía/

que los mata/ como marineros/ que se ahogan en el mar./

Derek Walcott

 

Tal como

la enredadera ama treparse a los muros

tal como al perro le gusta

ladrarle al viento

dentro de un automóvil en marcha

tal como el padre

espanta la mosca de la boca

de su hijo enfermo

tal como el ciego roza la piel

que desea con las yemas de los dedos

tal como el poeta juega

con la palabra. Tal como

yo hurgo ahora

en este mar que los poetas navegan

hasta ahogarse

 

*De Daniel Montoly.

 

 







 

*

 

Escribir es simplemente percibir lo extraño del mundo.

 

*De Liliana Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com

 

 

 

 

Inventren

https://inventren.blogspot.com.ar/

 

 

 

 

 

Ensueño en estación Libertad*

 

Vine a Libertad porque el nombre me pareció sugerente. Y tal vez también porque algún amigo me había hablado del sitio, de la estación, aunque esto está algo confuso en mi cabeza.

Tomé el tren en alguna parte (después de semanas viajando sin destino, me costaba ubicarme) y confié en no pasarme de mi parada, cosa que me sucedía con demasiada frecuencia.

Esta vez, por fortuna, estuve lo bastante atento y bajé donde había previsto. Miré alrededor. Elegí un rumbo y caminé durante un buen rato. Vi algunos edificios, un centro comercial, una iglesia… nada que no hubiera en otros mil lugares. Me desanimó comprobar que no había allí nada de lo que yo buscaba (pero ¿qué era exactamente lo que buscaba?) y regresé a la estación, dispuesto a tomar el primer tren de vuelta (de vuelta ¿a dónde?).

Como aún faltaban varias horas hasta la próxima salida, me senté en un banco del andén y, presumiblemente, me quedé dormido.

En el sueño, yo dormitaba en un banco del andén de la estación de Libertad. Un desconocido me zarandeó sin brusquedad y al verme ya despierto, me ofreció un teléfono móvil. Yo no supe qué hacer y me lo quedé mirando a los ojos. Él insistió: “Quiere hablar contigo”. Yo tomé maquinalmente el artefacto y pregunté con la mirada: “¿Quién?”. Pero el tipo pareció no entender y dio media vuelta, alejándose a continuación en dirección al norte. Puesto que tenía el teléfono en la mano, hice lo más natural, saludar. Del otro lado me llegó la voz de una mujer.

Creo que se identificó, pero no entendí su nombre y no me atreví a preguntar por no parecer grosero. Debía de ser una amiga o pariente porque me habló de personas próximas a mí y de hechos que tuvieron lugar en mí ya lejana niñez. Después se puso a contarme cómo le había ido la vida, describió lugares que había visitado, viajes que había hecho, aventuras. Llegado mi turno, yo le hablé de mis dificultades como estudiante de secundaria, del tedioso trabajo en el taller del que no pude escapar en muchos años, de mi experiencia como jugador y entrenador de baloncesto (las victorias y derrotas, la risa y las lágrimas, el esfuerzo y la decepción). Poco a poco, fui soltándome. Intercambiamos anécdotas. Me felicitó por mi libro (que dijo haber leído con avidez) y yo me interesé por sus logros. Pasaron varios trenes, pero ninguno se detuvo.

Después seguimos charlando, no me pregunten de qué. No lo recuerdo. Ya saben que los sueños son volátiles. Lo que sí puedo afirmar es que una extraña sensación agradable se fue extendiendo por mi espíritu. Debieron de pasar horas, o minutos, nada es lo que parece en el reino de los sueños. En algún momento, el tipo volvió y reclamó su teléfono. Yo me despedí de mi interlocutora no sin antes fijar una cita en un lugar y un tiempo que no pude recordar una vez despierto. Tampoco sabía, me dije, el nombre de la mujer.

Llegó un tren. Me subí a él, ya no importaba el destino. De algún modo, comprendí que mi búsqueda había llegado a su fin, que ya tenía lo que necesitaba. El tren arrancó, y aunque la escena soñada ya empezaba a difuminarse en mi memoria, el poso que había dejado, lo supe, permanecería en mí para siempre.

 

*De Sergio Borao LLop. sbllop@gmail.com

http://sergioborao2011.blogspot.com.ar/

 

 

 

-Próxima estación:

 

FRANCISCO A. BERRA.

 

-Continuidad literaria por el Ferrocarril Provincial:

 

ESTACIÓN GOYENECHE.   

 

GOBERNADOR UDAONDO. 

 

LOMA VERDE.  

 

ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.

 

GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.

 

GOBERNADOR OBLIGADO.

 

ESTACIÓN DOYHENARD.  

 

ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA. 

 

D. SÁEZ.   

 

J. R. MORENO.   

 

 EMPALME ETCHEVERRY.

 

ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.  

 

LISANDRO OLMOS.

 

 INGENIERO VILLANUEVA.

 

 ARANA.

 

GOBERNADOR GARCIA.

 

 

LA PLATA.

 

 

 

 

InventivaSocial

Plaza virtual de escritura

-Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco Coiro.

Blog histórico & archivo: https://inventivasocial.blogspot.com/