martes, septiembre 13, 2016

EDICIÓN SEPTIEMBRE 2016


*Dibujo de Erika Kuhn.









*

Es necesario escribir un poema
para esos días
en que quiero cerrar
la puerta,
acorazarme,
hacer una catástrofe en la casa
y hundirme en el mar.
Subirme
a una balsa que me arrastre
hacia el final de todos los océanos,
lejos de la humanidad.
Beber cicuta o un té de menta.
Cortarme el pelo como un monje tibetano
y recitar a Keats
hasta llorar o hasta dormirme,
y te atrevas a abrir la puerta
y me rescates
de mí.


*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com










TRES ASEVERACIONS SOBRE EL AMOR*



El amor
es una intersección
entre dos
azares.


*De Daniel Montoly. danielmontoly@yahoo.es










*


Anular una jaula

cerrar una fosa

volar sobre tu mar

navegar tu cielo

Que mi voz se haga visible ante tus ojos.



*De Miryam Colombotto Seia. miryamseia@cablenet.com.ar













 CONQUISTA DEL OLVIDO.*




Como ves,
el olvido no es sencillo.
Hay que andar,
con cautela,
anillos de memoria enmarañada,
navegar espejismos de promesas
haciendo caso omiso a sus palabras,
amarrados a las arboladuras
de vergüenzas,
engaños
y distancias
y aprender,
lentamente,
a conjugar los verbos en pretérito
aunque la sangre insurreccione pájaros
debajo de las pieles harapientas
cada vez que digamos:
yo lo amaba.
No es corriente
ni simple
conquistarlo.
Es un asedio largo y doloroso
junto a la soledad de sus murallas.
Porque erige sus puentes levadizos
y desnuda las lenguas crepitantes
donde hierve el recuerdo
la encendida insolencia de su entraña.
Y nunca pacta treguas.
Y a veces,
tiene tiempo
de armar contraofensivas peligrosas.
Y siempre,
en sus bastiones,
sopla un salvaje viento de nostalgias.
Es claro que uno puede ejercerlo de prisa,
con el filo
de alguna antigua furia subterránea
y antes que se atrinchere en sus almenas,
de un manotazo,
sin pensar siquiera,
decapite los pétalos azules
de su dalia obstinada
o mentirse su muerte
cada día
mientras la ausencia resquebraja arcillas
en los párpados secos de las máscaras.



*De Norma Segades Manias. directoragaceta@gmail.com
-DEL LIBRO: EL AMOR SIN MORDAZAS











*



Yo quisiera decirte que el amor existe;
que no es una mera
construcción del hombre
para inventarse otro dios
y entender sus tormentas.
Yo quisiera abrazarte y repetirte
el cuento de los príncipes azules
y sus caballos eternamente blancos
atravesando el bosque
en pos de su princesa.

Yo debiera iluminarte los ojos
hasta hacerlos brillar
como un faro feliz esperando la marea,
y encenderte hasta que ardas
como si fueras todo fuego, todo ofrenda
para estas mis manos frías.
Yo debiera decirte amor
y no te dejo, te abandono al azar,
ya no te quiero.

Pero se me han quemado
las promesas.
Yo soy la que canta sola
entre los hombres y la tristeza.


*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com










La trenza de Mariana*


Hay momentos. Como en esta lluvia. En los que el hombre quisiera barrer con las tristezas. La lluvia esta hecha de gotas como lágrimas.
Con obstinación, el hombre busca algo perenne que lo conecte con la fuerza de la vida. Después de un buen rato de estar parado delante de la ventana. El cielo gris por cielo. El hombre logra lo que necesita: ver la trenza de Mariana cayendo como espiga de un dorado sol y perdiéndose entre sus pechos.

Con esa foto -que sólo esta en su mente- la tarde ya es una iluminación.


*De Eduardo Francisco Coiro. inventivasocial@hotmail.com










El mismo ritual*



La noche poseía una luna primaria y perversa.
Ella ya no estaba, se iba alejando poco a poco,
había olvidado entre las cosas burdas y finales
el corazón caído entre rosas y la puerta abierta.

Al hombre se le diluían los caminos hacia ella,
perdía su mirada sin saberlo sobre sus cabellos
y moría el palpitar mudo de un sinfín de besos
que nunca serían retribuidos antes de la aurora.

Todas las noches el mismo ritual enmudecido
que le lleva a suplicar el retorno de su nombre
y también llamar a los muertos debajo su piel,
a todos aquellos que intimaron su otra sangre.

Entre metáforas, el hombre siguió escribiendo
sobre una hoja de papel y media hora después
arrojó la vieja lapicera azul en un cajón lleno,
de minúsculos porqués hurtados a la historia.

Luego tomó su cuaderno lleno de algoritmos
y escapó rápidamente de la oficina en llamas.
Su mano cerró la puerta, que sería la última,
para nunca más volver, hacia atrás la mirada.

La noche poseía una luna primaria y perversa.
Ella ya no estaba, se iba alejando poco a poco,
había olvidado entre las cosas burdas y finales
el corazón caído entre rosas y la puerta abierta.



*De Jorge Lacuadra. jorgelacuadra@hotmail.com
- 2016











Electroencefalograma*



Conectada a un aparato cierro los ojos
tengo la certeza que se llevarán mis pensamientos
imagino lentamente tu cara
deformándose mientras la succionan
el cuerpo empequeñecido
atravesando en zigzag la fibra del cable
tus zapatos se desarman
sos un hombre desnudo
saliendo de mi
como el humo de un tren que avanza
dejando apenas un rastro de existencia
en el último tramo te aferrás, hablás,
decís algo que, otra vez, no entiendo
mi amor
no se pueden manipular todas la cosas.


*De Vanesa Álvarez. vanesui@hotmail.com











ADÓNDE VOLVER*




Uno envidia a quien es capaz de desnudarse, de dejar las prendas y los lenguajes, abandonar la merienda servida e irse; irse lejos, atravesar países tiempos y gentes. Todos sentimos alguna vez esa inclinación a soñar con el mar, con los caminos que se pierden, con horizontes difusos que borren el asfixiante aquí y ahora.
Se puede viajar, si, es posible disolver la pertenencia en escapadas, en huidas tempranas o tardías. Es posible cortar las cintas que nos aferran a la tierra, a la familia, a los amigos. Se puede, aunque sea esta una empresa de personas marcadas por algún secreto signo que no está visible en la frente.
Lo que perdura allá en un fondo de pozo con sapo y luna, es el miedo a no tener adónde volver.
La vida entera es la dificultosa construcción de aquel sitio que nos reciba al fin de la jornada. Puede que sea un intento fallido; que al acabarse la partida sólo un gato sigiloso murmure su aprobación solitaria a la viejita olvidada entre muros silentes, o que por ser el último en abandonar el ferrocarril, el anciano quede con los naipes en la mano, vacías las sillas de sus compañeros ya desvanecidos.
Pero habrán tenido puerto para la charla amable o ácida. Habrán hecho sus nudos de amores u odios donde fuesen reconocidos, donde la familiaridad les prestase un entorno que sintieran propio, intrínsecamente propio. Odiado puerto, amado puerto el del fin de la jornada, pero una amarra que nos contiene cuando el embate del mar. El vértigo absoluto de un viajero es no tener adónde volver.
Y no nos engañemos, viajamos tanto los que se van y pasan de vida a vida como los que nos quedamos, y hacemos rutina de veredas fatigadas. Todos debemos retornar a casa cuando el crepúsculo nos trae. Y algunos, no tienen adónde volver.
Quién escuchará la narración efímera de los incordios del día, quién compartirá la mesa, quién respirará quizás en otro cuarto, quizás en otra casa, pero quién respirará nuestro aire.
En qué lugar habrá una caja con fotografías de nuestra infancia, quién preguntará cómo estás, y aguardará la respuesta. Y, si me voy, quién recibirá mis cartas.
El vértigo absoluto de un viajero es no tener adónde volver.


*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com










El cruce*



No hay confines, no hay ecos, no hay sustrato
más que los dos umbrales de la vida
no menos que la savia contenida
en el vasto universo y su mandato.

Provoca a la cordura el insensato
buscando esa razón desconocida
con que la inmensidad viene vestida.
Si nada explica nada en lo inmediato

lo mismo canta el pájaro en la rama
y los ríos descienden de los montes,
las flores dan color de toda gama

y nosotros, absurdos polizontes,
vamos como perdidos en la trama
cruzando los extensos horizontes.


*De Ana María Broglio. anamariabroglio@gmail.com
Villa Gesell









*


Era una mujer cuando la vi por primera vez.

luego tomó
la forma de un bosque.

caminé entonces su paisaje
olí sus flores
comí sus frutos
bebí su río
dormí su hierba
soñé sus animales
acaricié su crepúsculo
luego de a poco
imperceptiblemente
fue abeja
fue puerta
cerradura
ojo gigantesco que me seguía donde fuese
libélula
guitarra
pezuña
y poco a poco fue una hipotenusa
un piano de cola
un pájaro carpintero
una herradura
un paraguas
un sombrero

era mujer cuando la vi por primera vez

luego fue planeta:
sobre ella vivo
sobre ella canto



*De León Peredo. gustavojlperedo@yahoo.com.ar













MI MADRE*



*Por Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar



Muchas veces pienso en mi madre. A veces también la sueño, pero siempre se aparece joven. Así la conservo en la construcción de mi recuerdo.
Mi hermano, por el contrario tiene una imagen más gastada, porque él se quedó en el pueblo y fue testigo de sus últimos días y aunque me cueste decirlo, fueron los de su decadencia.
Nunca llegaré a entender cómo esa mujer humilde podía con sus silencios y su vigilante diligencia que no eludía la ternura de  mantener un delicado equilibrio que anudaba sus telares sosteniendo esa casa que cuando se fue se quedó sin música.
No recuerdo un solo día que estuviera enferma, siquiera en cama con una gripe ¿cómo  hizo en su condición de mujer sometida, arreglárselas para darnos a los suyos sin que nos diéramos cuenta que en verdad era la más fuerte, la única  a quien nunca vi desfallecer?
Aunque era propensa al llanto que sacudía todo su cuerpo silenciosamente, no pasaba de ser una manifestación pasajera. Incansable en todos los trabajos, atentos al más mínimo, escondido deseo nuestro, siempre pronto a satisfacerlo, en una actitud de amor y de servicio sin demasiada exposición, ella cumplía con la tarea que excedía lo que por formación le había impuesto mi abuela. Me fui muy joven de su lado, en un corte abrupto, porque hasta allí había estado a su lado, y la verdad que en los primeros años sufrí mucho, en una ciudad deseada que tuve que descubrir hasta que nos adaptáramos. Pero ella no lo supo nunca, aunque presiento que en su intuición de madre debió sufrir mucho, porque “lloraba cuando llegaba y cuando me veía partir”, al decir de Pedroni.
En estos viajes, que el trabajo y el estudio espaciaban, yo exponía como al pasar la añoranza de una golosina que sus industriosas manos hacían. En ese mismo viaje, si me quedaba tiempo, colmaba ese deseo, de lo contrario, en el próximo apenas bajado del ómnibus, con el primer mate aparecía ese plato de rebosantes buñuelos exquisitos con su azúcar impalpable encima que fuera objeto de mi deseo en el último viaje.
Con una cocina de hierro fundido (una Istilart Nº 1)  y el producto de la quinta que era su orgullo, ella hacía verdaderos milagros. Mi infancia está cubierta de aquellos olores queridos. De la modesta repostería que hacía con pocos recursos, pero llena de inventiva y amor, pasando por los dulces caseros, de frutos que teníamos en la quinta, hasta llegar hasta la especialidad, que como buena italiana, recaería en las pastas. Amasaba jueves y domingos, siguiendo tal vez una tradición que traería de su aldea italiana. Hacía con la misma perfección esas ollas de tallarines, ravioles, sorrentinos, capeletis o canelones y los acompañaba con una salsa de tomates y queso y la infaltable carne al estofado que exigía mi padre como condición de su costado altamente carnívoro, porque según afirmaba como verdad revelada, “si no hay en la mesa un trozo de carne, es como si no hubiera comida”.
Sus tareas no se reducían a lo estrictamente culinario, como creo haber aclarado más arriba.
Escribí sobre su devoción por el cultivo de la quinta, pero además ella nos hacía la ropa a los tres, con su máquina de coser marca White, que hacía un ruido como el picoteo de lluvia, con la luz de la lámpara como un ojo insomne mientras todos nos íbamos durmiendo con ese leve golpeteo incesante. Como no sobraba el dinero sino todo lo contrario, ponía en juego toda su creatividad, que era mucha.
También tejía. Lo hacia con mucha habilidad, con rapidez. Era una tarea que realizaba aún estando con otras personas conversando animadamente. Hay largas épocas de mi infancia que en el único recuerdo casi tengo de ella, siempre tejiendo. Durante el día, mientras la luz natural la acompañara y cuando las sombras iban cubriendo toda claridad posible a la luz de esa lámpara de querosene con la cual recorría las habitaciones, con una mano sobre el tubo de vidrio, para que un golpe de aire no  apagara la llama. Iba cuidando que todos estuviéramos tapados, mientras dormíamos. Luego volvía a la cocina, a su infinito tejido.
Pocas veces podía comprar lana nueva, pero destejía y tejía, cual incansable Penélope, y lograba una trama de colores mezclados. Mis hijas aún recuerdan sus épocas de escuela primaria y aún secundaria, con ”los pulóveres coloridos que la abuela nos tejía”.
Pero acá no se reducía todo su quehacer, sino que si mi padre le requería ayuda en sus duros trabajos rurales, ella estaba allí para echar una mano, siempre.
En las juntadas de maíz en las carneadas, en el desmalezamiento del terreno cuando la quinta se llenaba de yuyos en el verano.
Lo curioso, lo increíble, es que todo esto que hizo, todo esto fue trabajo, lo hizo sin pedir nada a cambio, solo ver feliz a su gente, a sus seres amados. Vernos alegres era para ella la propia alegría.
Tantas veces he pensado en esta mujer que pasó por la vida, sin llamar la atención, pero estando atenta a los otros. Y se fue silenciosa y pronto, como para no molestar demasiado.
Dejo de escribir.
Miro desde este patio mezquino el vuelo errático de las golondrinas que van hacia las barrancas del río, pienso en las que volaron los cielos muy altos de aquella infancia remota.
Pienso en los amigos que se fueron dejándonos solos con nuestra propia tristeza.
Pienso con que todas las madres del mundo debieran llamarse María.









*


Una palabra de piel, es pasible de la lluvia. Podría volar o simplemente caer.
Y aun así, llevaría una semilla.
Pronunciarla es otra tierra. Es nacerse en otra boca.


*De Alejandra Alma. almaalma3h@gmail.com





***


InvenTREN





A ESA NUBE DE RECUERDOS PRESTADOS*



Lo que ustedes llaman futuro ya no lo es. Al menos ya no lo es para nosotros. Existe el presente y esa búsqueda nostálgica de lo que se vivió en el pasado.
En la estación Coraceros he conocido a Mister Bill Handley, a quien le encantan el pasado y los trenes.
Del pasado remoto de su familia solo le llego una gorra, crónicas de periódicos, y unas pocas fotos familiares. Insisto, había futuro, para esas gentes después de la salud lo más valioso era el tiempo.
Y había que sacar fotos. Porque se envejecía. En un abrir y cerrar de ojos de nuestro "tiempo" se pasaba de ser un niño a un anciano. Las personas se desesperaban por dejar recuerdos y testimonios. La gran mayoría de los cuales eran arrojados a un contenedor al poco tiempo de su muerte física.
Del jefe de tracción Handley solo quedo una gorra, una foto del viaje inaugural y una crónica del periódico "La verdad" donde ni siquiera mencionaban su nombre.
Otro antepasado de Bill compro esas tierras. El edificio de la estación de trenes había sido expropiado para ser la sede de la escuela agraria que funcionó allí. Años después volvió el tren. El "New Midland Express", era un modo de viajar antiguo pero pensado por visionarios que lograron que sus trenes funcionen con el uso de energía limpia.

Alguna vez cuando encontró ese pelo perfectamente enganchado en el interior de la gorra pensó en clonar a aquel Handley de 1909. Luego desistió. ¿Para qué? ¿Para que sea un testigo del fin de lo real?
Enseguida volvió a la idea de ofrecer la experiencia de viajar en ese tren inaugural y ser alguno de los invitados. Hacer ese recorrido desde Puente Alsina hasta la Rica y de ahí volver a ser transportado a la la estación Coraceros.
La ruptura de la relación espacio temporal ya no es un misterio pero hay que tener el registro justo para poder viajar y regresar...

Fue un suceso. Miles de almas en pena buscaban algún rastro de su pasado, de cuando la vida era vida y había vida cotidiana, compañía, cariño, en fin, una vida que merecía ser vivida. Y eso es lo tenían esos hombres y mujeres del pasado que luchaban y vivían contra la adversidad hasta que la enfermedad o la vejez los desintegraba como sujetos.
Bill Handley me ofreció primero viajar a la Estación Saturno, para conocer uno de los últimos pozos de tiempo que la humanidad tuvo hasta el fin de la historia. Pero no, preferí conocer al más antiguo de los Handley y hacer el viaje inaugural en la formación traccionada por la locomotora número 24 bautizada "Hortensia González".
Leí fragmentos de la crónica, antes de que James, el ingeniero jefe me transporte, "El 29 de julio de 1908 las empresas del F. C. Sud y del Oeste se hacen cargo de dar el dinero necesario para terminar la construcción de la línea Midland hasta Carhué. El día 15 de junio de 1909 pudo inaugurarse la primera sección de 139 kilómetros, uniendo Puente Alsina y Estación La Rica."
Los turistas que viajan con la máquina de Bill Handley quieren conocer a los notables que serán en poco tiempo nombres de estaciones y calles: "Ministro de Obras Publicas de la Provincia Dr Echeverry, el ministro de hacienda Dr. Gandara, senador Joaquín V. González, diputados Pedro S. Barraza y Wenceslao Frías". O alguno de los ingenieros como "Miguel Olmos, Enrique de Madrid, J. J. Elordi, J. V. Inturriaga, Orlando Williams, Frank Foster, J. V. Cilley, H. C. Allen, J. Percy Clark, A. Lertora, F. J. Wythes, Wilson Jacobs, W. Shilton, Riach, Enrique Lavalle, Cristophen Hope, Alfredo Lavalle y Arturo Frostich."

Pero en mi caso, he pedido conocer al Guarda de ese primer tren, el señor Felipe Salvi.
El viaje fue hermoso, aun me parece sentir el aire frío en el rostro.
He disfrutado del discurso del ingeniero Orlando Williams.
Luego de cumplida su misión en La Rica, la comisión de notables regresó a Buenos Ares por otra vía -la del ferrocarril oeste-.
Ya esta. Envié la señal de retorno al ingeniero jefe James Doohan y este me transporta al anden de Coraceros en el tiempo que ustedes demoran en parpadear. Ha sido una experiencia alucinante, pago de muy buena gana mi viaje al señor Handley y prometo regresar a hacer otro de sus viajes por el antiguo ferrocarril Midland.
Vuelvo -una vez más- a esa nube de recuerdos prestados donde transcurro sin días ni noches.

*De Urbano Powell.








***
Próxima estación para escribir por Ferrocarril Provincial:

ÁLVAREZ DE TOLEDO

POLVAREDAS.  JUAN ATUCHA.   JUAN TRONCONI.    CARLOS BEGUERIE.
FUNKE.   LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.   LOMA VERDE.
 ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.   GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO.   ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.
 D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.  LISANDRO OLMOS.  INGENIERO VILLANUEVA.
ARANA. GOBERNADOR GARCIA.  LA PLATA.


***
Próxima estación para escribir por Ferrocarril Midland:

ENRIQUE FYNN.

PLOMER.   KM. 55.   ELÍAS ROMERO.  KM. 38.
MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.
LIBERTAD.  MERLO GÓMEZ.   RAFAEL CASTILLO.
ISIDRO CASANOVA.  JUSTO VILLEGAS.  JOSÉ INGENIEROS.
MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.  ALDO BONZI.
KM 12.  LA SALADA.  INGENIERO BUDGE.
 VILLA FIORITO. VILLA CARAZA.  VILLA DIAMANTE.
 PUENTE ALSINA.  INTERCAMBIO MIDLAND.





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