*Foto de Karina
Giglio.
*
Un estruendo
mortecino
atravesó la
tarde
y el pájaro
cayó
como una
piedra.
Los asesinos
merodeaban.
Con aplomo nos
aproximamos
testigos azorados
de su inocencia
agonizante.
Sus ojos se
escondieron tras sus párpados.
Hubo silencio
en esa mínima
tragedia.
Horas después
pasamos por allí
y había una
flor junto al cadáver.
*De Damián
Jerónimo Andreñuk odesa86@hotmail.com
-Damián
Jerónimo Andreñuk nació en City Bell en 1986 y reside en Villa Elisa, ambas
localidades ubicadas en el partido de La Plata, Bs. As. Publicó tres libros:
Omisiones (2010), Portales al vacío (2011) y Metástasis (2015). Obtuvo,
asimismo, varias distinciones; entre ellas, el Primer Premio en el X Concurso
Internacional de Poesía organizado por Ediciones Hespérides en 2012, que le
valió la publicación de un cuadernillo: Formas concretas (2013). Y el Primer
Premio en el V Concurso Internacional Literarte, que le valió la publicación de
otro cuadernillo: Silencio de crisálidas (2015).
SIN TUS MANOS DE CREAR PÁJAROS…
FLORES DE
VÉRTIGO*
Siempre quise
ir a los cafés del “Greenwich Village”
a mirar a los
viejos Beatniks emborracharse
como perros
nórdicos.
A encontrarme
con el espíritu de Kerouac,
Ginsberg,
Corzo, y Burroughs.
Extasiados de
marihuana y cervezas.
No fue hasta
ayer, mientras llovía a cántaros
cuando logré
descubrir de súbito la puerta:
Las bisagras
oxidadas olían a soledad legible.
Pobres
ornamentos de la nostalgia.
Renegridas y
sangrantes
como la
identidad, en los días de nulidad
que gotean,
mientras legiones de fantasmas
emergen
conquistando la noche. Solitarios
y barbudos, con
un cigarro en una mano,
y en la otra,
la miseria.
Viví ese
momento a bajo perfil del Nirvana.
Sentí las alas
de mi juventud entumecerse,
con la perfecta
conformidad del vértigo
perdió el
papel, su himen de color rosa,
como una geisha
de inmensas piernas blancas,
y nalgas con la
redondez de perlas.
Abandoné el
café oliendo a “Flores de Kansas”,
como escribiera
Ginsberg; borracho, andrajoso
y cansado de
arrastrar el hedor de un cuerpo y un nombre
ineludibles, a
la animosidad de la muerte
ya excomulgado
del todo.
*De Daniel
Montoly. danielmontoly@yahoo.es
LA VEDA*
La veda, esa
suspensión temporaria para la caza rige para ciertas especies en un cierto
tiempo. Cuando la especie se ha extinguido, la veda es definitiva.
Cuando se acabó
un amor, cuando se pasó la posibilidad del retorno y expiró el último plazo,
cuando no sonó ni el timbre de la puerta ni el teléfono, entonces, amigo mío,
comienza la zona de exclusión.
Alguien pasa de
ser "bichito" o "gordi" a llamarse Federico, por ejemplo. Y
sucede así de golpe. De golpe, realmente.
¿Cómo se puede
hablar, en qué lenguaje desconocido, a quien ya es otro así de golpe, así por
súbita transposición de actitud, cambio de nombre, cierre de puerta?
Un beso que
conoce el camino de los labios tiene que recomponer el rumbo a la mejilla, o
quedar en gesto inconcluso. Y en vez de la sonrisa al evocar la imagen del
otro, esa imagen se resuelve en nudo en la garganta, en un brillo en los ojos
justo a punto de brotar como catarata, en una necesidad de cruzarse de piernas
o cerrar las manos. Hacer algo.
Es tan reciente
el dolor que una se olvida de que hay que sofrenar la ternura, que está
prohibido desde ayer acampar en esa playa.
Es tan reciente
el dolor que parece que no duele. Hay que darle tiempo para que aparezca el
desamparo, para que el pájaro negro de Poe nos diga mil veces "nunca más,
nunca más, nunca más". Para comprender que la veda es definitiva y cierto
olor, cierto modo de mirar, cierta caricia se han ido con su dueño en ese
"para siempre" que estruja y que hace daño.
La especie se
ha extinguido, y, entonces, es en vano tomar arco y flecha. No la hallaremos.
Habrá que
prender el calefactor, encender la televisión, pasar el invierno.
*De Mónica
Russomanno. russomannomonica@hotmail.com
El
Desenamorarse*
El
desenamorarse
sucede
de un
desenamorarse
lentamente,
como desgrana
el tiempo
en un reloj de
arena.
Se va
desovillando,
punto a punto
hilera por
hilera
como quien va
destejiendo
una bufanda.
Como pelar
cebolla.
Gota a gota
como agua de
deshielo,
como cerrar la
puerta
que nunca se
abrirá.
Se disipa el
amor,
se desapega,
los más
ardientes besos
van perdiendo
calor.
Hasta que una
mañana
descubrimos
que uno no
reconoce
en esos ojos
otros
que nos miraron
antes.
*De Ana
María Broglio. anamariabroglio@gmail.com
Villa Gesell
PAJARITOS*
El tío Lito
empeño el reloj cucu de su abuelo ni bien lo recibió como herencia.
Pasaron
décadas.
En cada
mudanza. En cada soledad. En su crónico infortunio ante el amor al tío lo
acompañaba el canto de su canario.
Ya anciano
repetía una y otra vez el mismo chiste -del cual se reía él solamente-
"tengo dos
pajaritos, uno canta y el otro esta triste".
La tía
Margarita cansada de escuchar otra vez lo mismo en cada reunión familiar
respondía: esto te pasa por haber perdido el reloj cucu del abuelo Nicola. Si
lo hubieras conservado ahora tendrías dos pajaritos que cantan en tu casa y uno
solo que esta triste.
*De Eduardo
Francisco Coiro.
*
No es para mí
esta ofrenda.
Yo no quiero
la curva de tu
espalda
iniciando el
mundo,
yo no quiero
el olor a
madera
que persiste en
tu nuca,
yo me niego
a la fragilidad
esquiva de tus ojos
inaugurándome.
Yo no quiero
otro don
más que saberte
habitando la
tierra,
a la derecha de
todo mi deseo.
Pero como es
respirar
lejos de tu
boca,
como se
sobrevive
sin tus manos
de crear pájaros.
*De Mariana
Finochietto. mares.finochietto@gmail.com
ESTABA CANTADO*
Llegó y dijo,
hoy no soy Ernesto soy el pintor loco. Los girasoles que traía parecían
irreales por lo desmesurados. Eran como soles abiertos al delirio, ventanas del
insomnio. Elegí el más grande de una belleza casi despavorida. Mi amiga me
susurró: -vos siempre enloqueciendo a los hombres. Me brillaban los ojos que
entraban y salían del mar inabarcable.
El malecón era
como el borde de un sueño.
Tiempo después
olvidamos la belleza casi subversiva de las flores en la guardia del hospital
donde lo dejamos. Me ayudó a sobrellevar la situación, saber que en el
neuropsiquiátrico de Cuba lo iban a tratar bien, pero por sobre todo, lo que me
decían mis amigas desde siempre, "ya vas a encontrar otro”, si vos "volvés
locos a los hombres."
*De Cristina
Villanueva. libera@arnet.com.ar
El viejo de los
barcos*
Cuando ya todos
nos habíamos olvidado de doblar papel, apareció el viejo. Se sentó a un costado
del Universo y comenzó a plegar barcos. Los fue lanzando, uno a uno, para que
naveguen por las estrellas y nos recuerden la niñez.
*De Ana
María Broglio. anamariabroglio@gmail.com
Villa Gesell
CUMPLEAÑOS Y
AUSENCIA *
Hace mucho
tiempo... allá por 1921, nacía en la vieja Europa en territorio Ucraniano una
niña llamada María.
Creció cerca
del bosque, en una aldea, florecida de colores en verano y un paisaje cubierto
de nieve en los helados inviernos.
Y su infancia
transcurría, corriendo por la campiña, con sus hermanos y amigos.
Pero el
fantasma de la guerra acechaba, y todo se volvió oscuro... Hasta que allí lejos
en la América prometida, brilló una luz de esperanza.
Y el barco de
los anhelos, cruzó los mares y se dirigió a un puerto, en un país lejano, y
desconocido llamado Argentina., trayendo a una adolescente, llena de curiosidad
e incertidumbre que dejó para siempre el terruño... y atrás quedó la infancia,
el prado con sus flores de amapolas, la blancura de la nevada y los amigos.
Y así comenzó
otra vida...la de la adultez,
Un compañero de
vida y la lucha por sobrevivir en un lugar inhóspito, sin conocer el idioma, ni
sus costumbres, pero más seguro.
La vida misma
la envolvió sin demasiada estridencia.
Los hijos y los
quehaceres de la casa fueron el motor de su existencia.
Fue "par"
de su hombre, en las tareas de la tierra.
Fue la que
amasó el pan de cada día. Y en las noches de invierno, bordaba a punto cruz el
mantel donde se ofrecía el dorado pan.
La que hacía
flores de papel de colores para la sala
Y preparaba las
mullidas almohadas de pluma.
Ella hacia la
torta de miel y la manteca casera, Y los dulces de frutas, incluidos los higos
y el tomate.
Ella cuidaba la
quinta de las verduras que consumíamos a diario.
Ella no aspiró
a nada más que ser una mujer luchadora y agradecida.
Lavó a mano las
sábanas y los guardapolvos, inmaculados y almidonados
Cultivó el
malvón, ordeñó la vaca, hachó la leña para el fuego,
Barrió el patio
de tierra con escoba de pichana
Frotó mis
rodillas con alcohol y jarilla.
Fue la mujer
sabia y paciente y que preparaba té de hierbas para el dolor de panza y los
catarros.
Guardaba en un
bolsillo de un saco ese collar de perlas, que se ponía como único adorno cuando
iba a una fiesta.
Era la que se
conformaba con poco y casi nunca se quejaba, pero presiento que alguna vez
lloró en silencio recordando su tierra natal, a la que solo una vez volvió y
pudo recorrer los mismos lugares que la vieron crecer.
La vida paso y
en algún momento, así de repente, se quedó sin cuerda el reloj biológico.
Y las palabras
y los pensamientos se hicieron un ovillo, que se durmieron en un rincón de su
cerebro, ya cansado y nunca más volvieron a desenredarse...
Y así sin
más... se fue despidiendo... etérea, casi imperceptible.
En su
mente se confundían los paisajes y ella volvió a ser esa niña que caminaba por
el prado, de su aldea.
Hace poco menos
de veinte días , partió para siempre y las remembranzas de su Ucrania natal se
fueron con ella , atesorados en su mente ..
Hoy 8 de
febrero hubiera cumplido 96 años!!
Un recuerdo y
un aplauso para mi mamá..!!
-Lena Ostapchuk. Periodista nacida en Mendoza
que actualmente reside en Buenos Aires. Aficionada & Apasionada a la
escritura.
Mira*
El infinito...
Y un pájaro
volando.
Como si nada.
*De Miryam
Colombotto Seia. miryamseia@cablenet.com.ar
InvenTren
El último tren*
*Por Victoria
Mora. mvictoriamora@yahoo.com.ar
El tren no
llega. Odio esperar. Este andén parece un cráter que se abre a mis pies y no
paro de caer. Quiero irme ya ¿para que habré aceptado venir a este pueblo de
mierda?, siguiendo un amor ¡que ingenuidad! Tendría que haberme quedado en mi
ciudad, no sé si sería feliz, pero al menos no tendría esta grieta enorme que
me atraviesa el corazón y llega hasta el andén para que me caiga. Encima de
noche; con lo que odio caminar de noche estas calles, donde aún en la oscuridad
los ojos siempre miran y juzgan. En cambio en Buenos Aires lo mejor es la
noche, el anonimato, sus luces, su música, sus bares.
No te voy a
negar que quisiera estar volviendo con vos. El rencor no me alcanza para
mentir. Te odio y te amo tanto a la vez ¿Cómo es posible? −Dale vamos a vivir a
provincia, necesito el aire
limpio, el
verde, la paz, Buenos Aires me agobia, me enferma ¿Cuántas veces me enfermé el
último año? mis bronquios no dan más.
Sabías muy bien
que no podía ir contra tal argumento, tu salud es lo primero. ¡Que imbécil! La
primera vez cuando bajé del tren tuve que apoyarme en tu hombro porque casi me
caigo del espectáculo que tenía en frente. Un puñado de negocios que no sumaban
más que diez y un bar ocupando toda una esquina, algunas casas y el campo ¿Qué
hago acá? Pensé, pero no te lo dije, y cuando te miré, esa sonrisa que me
derrite el alma; entonces sonreí, y te dije que me gustaba que acá ibas a
respirar mejor, que fue una buena decisión, que íbamos a ser felices.
Me esforcé ¡y
como! Nunca me escuchaste quejarme, viajé cada día dos horas de ida y dos de
vuelta a mi laburo, me fui cada mañana dándote un beso y sonriendo y volví cada
día con otra sonrisa para vos.
La gente no me
caía nada bien, chusmas todos viejas chusmas, hombres, mujeres, jóvenes o
niños. Los primeros tiempos fuimos los extranjeros, hasta que empezaron a
saludarnos por el nombre. Mostraban más afinidad con vos, te les metiste bajo
la piel, se notaba que te adoraban. Siempre te hablaban amigablemente, a mi
apenas un saludo con la mano o una inclinación de cabeza. Claro, yo nunca
estaba y vos siempre pendiente de ayudar a los vecinos y adentro del club
organizando una cosa y otra. Además, estaba tu enfermedad. Te encargaste de
contarles los terribles tratamientos que habías pasado, que habías elegido el
pueblo para recuperarte, lo importante que era para vos quedarte en casa
y disfrutar de una vida apacible. Notaban que necesitabas todos los cuidados
que yo te daba.
A pesar de
todo, estos últimos meses empecé a acostumbrarme, y hasta un poco el gusto le
tomé a esta tranquilidad avasallante. Incluso ansiaba la hora de volver a casa.
Hasta que un día me dolió una muela.
Ya me molestaba
cuando tomé el tren seis y media de la mañana, intenté no darle bola, un
analgésico y listo. Bajé en La Plata, compré un agua y me tomé una pastilla
esperando el alivio que nunca llegó. Para el medio día ya no aguantaba más, no
podía ni pensar. Le pedí permiso a mi jefe y me fui. Llamé a mi dentista y
conseguí que me atienda de urgencia. Terminé todavía con dolor esperando el
tren dos horas antes de lo habitual. Bajé del tren en nuestra estación
sintiéndome un poco mejor y hasta con cierta alegría de disfrutar un par de
horas más de ese día juntos. Caminé las cuatro cuadras que separan nuestra casa
de la estación, abrí el portón, la perra me saltaba y me movía la cola, fui por
la puerta de atrás, cuando estoy a punto de agarrar
el picaporte
levanté la vista, a través del vidrio partido de la puerta, los vi: los
dos desnudos bailando un tango, y te miro y se te ve feliz, como pocas veces te
vi conmigo, siento que la cabeza me va a explotar quedo inmóvil ahí mano en el
picaporte y pies estaqueados al piso por unos segundos que se hacen eternos,
hasta que reacciono.
Me di media
vuelta y me fui, le pegué una patada a tu perra pesada que pegó un grito que
espero hayas escuchado. Volví a la estación como por inercia ¿A dónde iba
a ir? Esperé el siguiente tren a La Plata, finalmente después de media hora lo
tomé. A la tercera estación me bajé y me crucé a un bar a tomar un café y hacer
tiempo. La cabeza me daba vueltas, no sabía que pensar, y tus palabras para
convencerme de mudarnos no paraban de resonarme como un eco eterno, ¿habrá sido
antes o después? ¿Cuándo empezaste a engañarme? No sé si quiero saberlo alguna
vez. Calculé la hora y tomé el tren que me correspondía.
Llegué a casa y
te encontré pintando como si nada. Yo igual, como si nunca me hubiese
encontrado esa misma tarde con la imagen de la traición.
Cenamos como
todos los días, te dije que me dolía la muela y me fui a dormir temprano, en
realidad no pude pegar un ojo. Cuando me aseguré que dormías, me levanté y en
silencio junté un par de cosas indispensables y me fui para no volver.
Acá estoy,
esperando el último tren, no vuelvo más, no sé a donde ir, no tengo a donde ir
sin vos, caigo finalmente en la cuenta que no tengo a nadie en el mundo más que
a vos, sin embargo no quiero simular. Las luces del tren que se acerca se hacen
cada vez más grandes, de repente tienen tu rostro y tu cuerpo desnudo,
parpadeo. No es posible, y aun así, ahí estás, en esas luces, entonces, salto a
tu encuentro.
Próxima estación para escribir por Ferrocarril Provincial:
POLVAREDAS.
JUAN ATUCHA. JUAN TRONCONI. CARLOS
BEGUERIE.
FUNKE. LOS EUCALIPTOS. FRANCISCO A.
BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE. GOBERNADOR
UDAONDO. LOMA VERDE. ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.
GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY. GOBERNADOR
OBLIGADO. ESTACIÓN DOYHENARD. ESTACIÓN GÓMEZ DE LA
VEGA.
D. SÁEZ. J. R. MORENO.
EMPALME ETCHEVERRY. ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY. LISANDRO OLMOS.
INGENIERO VILLANUEVA.
ARANA. GOBERNADOR GARCIA. LA PLATA.
***
Próxima estación para escribir por Ferrocarril Midland:
PLOMER.
KM. 55. ELÍAS ROMERO. KM. 38. MARINOS DEL
CRUCERO GENERAL BELGRANO.
LIBERTAD. MERLO GÓMEZ. RAFAEL CASTILLO. ISIDRO
CASANOVA. JUSTO VILLEGAS. JOSÉ INGENIEROS.
MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE. ALDO BONZI. KM 12. LA
SALADA. INGENIERO BUDGE.
VILLA FIORITO. VILLA CARAZA. VILLA DIAMANTE.
PUENTE ALSINA. INTERCAMBIO MIDLAND.
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Para compartir escritos escribir a: inventivasocial@yahoo.com.ar
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