*Obra de Griselda Roces.
"Y no hablar es morir entre los seres... se
hace lenguaje hasta la cabellera..."
(Tinta y Grafito)
Exilio*
El exilio no es estar lejos
de la tierra de los antepasados
o la tierra en que nos criamos
o el calmado lugar donde vivimos.
El exilio es estar lejos de casa
cuando ni siquiera sabes
qué significa exactamente esa palabra.
El exilio es estar lejos
de lugares y gentes
que ni siquiera sabes si existen;
el exilio es saber que se está
en el lugar equivocado;
el exilio es estar fuera,
desterrado de uno mismo,
o peor: encerrado
en el interior de alguien
que se nos parece un poco
pero es apenas un golem
con nuestros propios rasgos;
el exilio es no poder ser
quien se desearía ser,
no estar donde se desearía estar
aunque no sepamos si ese lugar existe
o es un sitio llamado rosebud.
El exilio es un estado del alma,
la dilatada añoranza
de algo cuya existencia
apenas sospechamos.
Nuestra Señora*
*Gabriela Colombo.
En la Sala de Promesas, detrás del mostrador, dos hombres uniformados
se encargaban de recibir las ofrendas. Las paredes estaban cubiertas de placas
con agradecimientos, los techos empapelados con fotos de miles de fieles. Junto
a la vitrina de las medallas y los trofeos había un escritorio con hojas y
lapiceras agarradas con cadenitas. La gente escribía concentrada y depositaba
los mensajes en una urna.
Traté de entender cuál era el procedimiento a seguir. A mi lado,
una mujer abrió su bolsa, la colocó sobre el mostrador y fue nombrando cada uno
de los objetos que sacaba:
—La cabeza de mi hijo. El corazón de mi marido. Y mi pie.
Inmediatamente uno de los hombres los levantó y los apoyó en la
estantería del fondo junto a decenas de otras cabezas, piernas y brazos.
Miré el reloj y conté el dinero que me quedaba en el bolsillo. El
próximo ómnibus pasaría en media hora. Tenía que apurarme. Corrí hasta la
tienda y de la góndola de los senos traté de elegir uno que no estuviera
cascado ni rayado. Al final, me decidí por el de apariencia más nueva. También
compré seis velas, una por cada miembro de la familia. Quise llevarme una
imagen o un rosario, pero ya no me alcanzaba el dinero. Tal vez en otra visita,
pensé, tal vez, si se cumple mi pedido, vuelva este mismo año. Habrá que ver.
La chica de la caja registradora pasó los ítems uno por uno frente
al lector de código de barras. Mi seno fue lo último que entregué. Venía con el
sticker pegado justo en el medio. Confieso que pagué con cierto remordimiento,
acababa de cambiar el valor de un litro de leche por un seno de cera. Pensé en
mamá. Sí, seguro que mamá lo aprobaría.
Bajé por las rampas nuevamente hasta la Sala de Promesas para hacer
mi entrega. Esta vez, en el mostrador, una señora reclamaba la falta de un
intestino que acababa de comprar y que no encontraba en la bolsa.
—Vuelva a buscarlo, seguramente se lo olvidó en la caja —le
dijeron.
Cuando la señora partió junté coraje, saqué mi seno y lo sostuve
entre mis manos como si fuera un pichón indefenso. Uno de los hombres
uniformados se me acercó para recibirlo. Hubiera sido más fácil dárselo a una
mujer, pensé.
—¿Qué es lo que van a hacer con él? ¿Adónde lo llevan? —pregunté.
—Lo ponemos allá —dijo señalando la estantería del fondo.
—¿Y después? ¿Dónde lo dejan?
—Van al depósito y ahí son expuestos a las plegarias de los
sacerdotes.
Imaginé un salón gigante, repleto de miembros del cuerpo humano
hechos en cera. Pregunté si los llevarían a la basílica, si estarían en
presencia de la Virgen, pero, impaciente por la fila que empezaba a formarse
detrás, respondió que no, “a la basílica nunca los llevamos” e hizo un gesto
llamando al siguiente. Quise saber por cuánto tiempo los guardaban, si se
trataba de días o de meses, pero los nervios me impidieron seguir hablando.
Entregué el seno y salí.
A la vuelta me arrodillé frente a la imagen de Nuestra Señora
Aparecida, nuestra protectora y lloré sin disimulo, como cuando era chica.
Afuera el ómnibus parecía estar esperándome. Revolví la cartera
para confirmar que traía las velas y me senté al lado de una anciana que rezaba
el rosario. En la autopista, saqué la cabeza por la ventanilla para un saludo
final. La enorme basílica se transformaba en un recuerdo, un punto en la
distancia. Me recosté en el asiento y cerré los ojos. Pensé en los 400 kilómetros
que me separaban de mis hijos y sentí, en el pecho, el ardor profundo de la
herida todavía abierta.
**
-Gabriela Colombo nació en Buenos
Aires, en 1972. Es escritora, guionista y licenciada en Administración de
Empresas. En 2006 se mudó a Brasil y comenzó a escribir cuentos. Forma parte
del grupo literario Martelinho de ouro, de San Pablo. En 2016, su relato Vuelo
nupcial obtuvo el segundo lugar en el Premio Municipal de Literatura Manuel
Mujica Láinez. Es autora del libro de cuentos Experimento
marciano, Ed. Modesto Rimba. Desde 2008 coordina clubes de lectura.
clubdelecturagcolombo@gmail.com
-En Instagram: @gabytcolombo
DISTANTE EN EL CORAZÓN DEL HIELO*
Ya bien temprano en la madrugada se encontraron todos en el puente
a observar el desplazamiento de las estrellas sobre la bóveda celeste. Una luz,
intensa, en particular captó su atención. Y como cegados por la curiosidad
acordaron nombrarla con el nombre de una de sus canciones favoritas. Cosas de
adolescentes. Pensé yo. Pero el que parecía ser el líder de la manada sacó una
botella de un viejo gabán militar que llevaba puesto y se la ofreció a sus
compañeros. Uno por uno fueron bebiendo de la botella con mueca de honda
alegría en los labios, pues sabían que la profecía se había cumplido tal como
el longevo anciano del bosque les había prometido. Se acostaron, directamente,
sobre el asfalto formando un círculo a esperar por el rapto final. Y llegó. Y a
la mañana siguiente, los primeros rayos del sol se posicionaron directamente
sobre el centro del grupo que estaba cubierto por un delicado polvillo de
nieve. La mañana próxima del miércoles el corazón de las tundras de Siberia se
vio sobrecogido por una terrible mancha de dolor y la ausencia de los ciervos
se hizo perennemente notoria.
*De Daniel Montoly.
EL TAJO EN LA ROCA*
“Sube conmigo, amor americano.
Besa conmigo las piedras secretas”
PABLO NERUDA
Grita la piedra.
Su grito es una gran herida en la montaña.
Tajea el horizonte. Tiñe de sangre.
Los pájaros se esconden y la bestia huye.
Es grito de mujer pariendo un niño muerto.
Sin llanto. Estático. Frío.
¡Ay, no corazón, no!
¡Ay, Virgen de las Rocas, apiádate de mí!
¡Resguárdame de la crueldad del hombre!
El lamento de la piedra desciende hasta los valles.
Cubre las colinas: Serpiente de las cinco estaciones.
Se hace río y mar.
Llega hasta lo más profundo del vientre de la tierra,
Sepulta ciudades y villorrios.
Es agua, aire y fuego al mismo tiempo.
Los Dioses desgarraron mi piel en un oráculo de silex.
Inflexible. Inexorable. Ineludible.
Condenada fui al peor de los exilios,
No obstante he sido fiel a mi especie.
Apasionadamente piedra.
Piedra apasionada. He ahí el pecado.
Es verdad no lo niego:
He sido piedra de Sísifo en el Tártaro.
He sido catapulta. Lápida. Punta de flecha.
Boleadora, Piedra trashumante.
Pero también, he sido página ingrávida.
Donde en mi piel se han escrito siete mil años
del paso del hombre por la tierra.
He sido ánfora, agua del cielo. Sal.
Piedra del sol. Puñal de gemas. Estrella.
Han curado las llagas de su sed:
El cervatillo, el mono, el tigre, la calandria,
el lagarto, el algarrobo sudoroso.
Fui arcilla, barro, arena, canto rodado.
He ido y he vuelto, tumultuosa o serena.
En el Río de Heráclito o en rocío de trébol.
Y amo y lloro y canto.
¿Alguien puede olvidar los sones en el arpa de piedra?
¿Alguien puede desoír el canto de mis hojas en el árbol de tiempo?
Todos pasan. Yo quedo. Distinta, trasformada.
Mi grito es cuna y ataúd.
Camafeo de dioses terrenales.
Todo pasa y todo vuelve a mí.
Grita la piedra. El eco le responde,
Su grito es una gran herida en las montañas.
“Sube conmigo, amor americano.
Besa conmigo las piedras secretas.”
Las Gotas*
Empezaron a corretear por aquella superficie lisa y transparente
haciéndose un poco más grandes.
Estaban en la parte superior de aquel cristal empañado muy cerca la
una de la otra. Se miraron y casi al unísono empezaron una carrera por la
superficie lisa deslizándose hacia la parte inferior de la ventana. Jocosamente
se cruzaban y las estelas que dejaban conformaban un dibujo que parecía un
corazón.
Las dos gotas se amaban desde hacía más de un cuarto de hora,
cuando empezaron a formarse por el contraste entre el frío de la calle y el
calor de la habitación.
Súbitamente se separaron, cada una hacia un costado, pareciendo que
no se iban a encontrar más, pero con un rápido giro volvieron al centro y se
unieron en una sola, justo en el momento que llegaban a la parte inferior.
Su vida fue efímera pero tan intensa que no se hubieran cambiado
nunca por aquel señor que, dentro de la habitación, contaba monedas de oro, tan
abundantes como su soledad.
*de Joan Mateu.
A MERCED DEL VIENTO*
Aquel año fue Papa Noel sin disfraz. Trabajando había descubierto un
nuevo signo de pobreza: casas sin broches para colgar la ropa.
Eran varias. Quizás muchas más allá de su recorrido.
El cartero fue comprando durante el año bolsas de broches. Cerca de
navidad las fue dejando con o sin correspondencia en aquellas casas despojadas
de broches, donde la ropa se secaba a merced del viento.
*De Eduardo Francisco Coiro.
*
Sumido en el más hondo de los silencios, no
percibió la levedad de la brisa que el sol despertó al amanecer. Tampoco pudo
hacerlo con las tonalidades de color que subieron lentamente hasta completar la
claridad. Maldijo esos momentos, como lo hace todos los días desde su estado
milenario. Continuó boca arriba. Poco podía hacer. Al vampiro humano sólo le
quedan la sombra y la emboscada.
Papeles del naufragio*
Si consigo madera/ pensé/
puedo terminar aquella balsa
que empezó a construirse hace tiempo
en una vieja canción
si rompo el silencio
cada pedacito de música
humedecerá con perfumes las palabras.
-Hernán Alberto Melfi. Buenos Aires
1970, editó los libros de poesía Juguetes Malditos
(2013) y Los Títeres Punk (2014) ambos por El
Encuentro Editorial. Reside en Estados Unidos.
*
La belleza es eso que está ahí y en nuestra ceguera
no sabemos verla. No es nada pero es lo único por lo que vale la pena vivir. Y
se expande, lenta, como un bosque renaciendo después de las cenizas, aunque sea
en otro planeta, en otra galaxia.
Inventren
-Próxima estación.
En el recorrido del tren literario por el
Ferrocarril Midland:
ELÍAS ROMERO.
KM. 38. MARINOS DEL
CRUCERO GENERAL BELGRANO. LIBERTAD.
MERLO GÓMEZ. RAFAEL
CASTILLO.
ISIDRO CASANOVA. JUSTO VILLEGAS.
JOSÉ INGENIEROS.
MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE. ALDO BONZI. KM
12.
LA SALADA. INGENIERO
BUDGE. VILLA FIORITO. VILLA CARAZA.
VILLA DIAMANTE. PUENTE ALSINA. INTERCAMBIO MIDLAND.
**
-Siguiente estación.
En el recorrido del tren literario por el
Ferrocarril Provincial:
CARLOS BEGUERIE.
FUNKE. LOS
EUCALIPTOS. FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN
GOYENECHE. GOBERNADOR UDAONDO. LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR
DE SAN JUAN RUPERTO GODOY. GOBERNADOR OBLIGADO.
ESTACIÓN DOYHENARD.
ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA. D. SÁEZ. J. R.
MORENO. EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.
LISANDRO OLMOS. INGENIERO VILLANUEVA. ARANA.
GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.
InventivaSocial
Plaza virtual de escritura
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