*Obra de Walkala.
-Dr Luis Alfredo Duarte Herrera (1958-2010).
-En Aurora Boreal. Walkala: un homenaje in memoriam
*
Soñé
con amapolas
que arrojaba el mar.
Toda la arena,
la extensión
de este a oeste de la playa,
cubierta
de flores.
Vos caminabas
pisando el precioso tapiz,
pero no alterabas
la delicadeza de los pétalos.
Me desperté,
cuando la lluvia cayó sobre la casa,
con la piel ardida,
roja
como una amapola.
*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com
¿DE QUÉ LADO DEL MUNDO ME ABANDONO ESTA MAÑANA?
-Poesía de Mariana Finochietto-
*
Eso
que llamás amor
y se parece
a los bichitos
que nos caminaban en el cuerpo
en las tardes de sol
de los veranos de la infancia,
la piel ardida
y eso extraño
y suave
recorriéndote,
ese aprendizaje lento del placer
de estarse quieta,
entregada a la experiencia,
eso
se parece
a lo que vos llamás amor
y yo, de vez en cuando,
magia.
*
A quién
le importa en el huracán
recordar
su nombre,
a quién
le importa
ser nuca o árbol, ser mano o vientre,
a quién le importa
encontrar
el hueco
donde un lunar espera su simetría.
Quién necesita,
en el torbellino
ser otra cosa
que aire que roza todas las cosas,
si todo es viento
que aúlla y borra la piel del mundo.
*
Ahora que la edad me ha permitido
la banalidad de la sabiduría,
se me ha dado por pensar en el amor
como pienso tantas veces tantas cosas,
mientras pasan los días por mis dedos
en la metáfora más cruel de la vejez.
Era el amor, recuerdo, como un mar
y era hermoso estarse en él y se temía
porque siempre se teme. Es necesario
que el instinto sea precoz para advertirnos
cuando duele en la piel esa embestida
de la belleza salvaje sobre el cuerpo.
Siempre el amor dolía. Siempre queda
sobre la piel ardida una frescura
que es urgente encontrar entre las cosas
que salvamos después, los restos
destrozados de todos los naufragios.
*
Mirá,
mi amor,
estoy perdida en el agua del lenguaje.
Mirá,
¿me ves?
Amor y desamor son casi idénticas.
Las palabras son remos,
maderitas
que lanzo hacia lo hondo
porque a veces quiero estar,
así,
perdida,
zozobrada en un océano de angustia,
llorar tanta inundación,
amor,
llorarme tanto
hasta perderme,
ser
la perdidita,
la huerfanita náufraga que anda
sin remos sobre un mar.
Mirá,
¿me ves?
Amor y desamor son tan distintas.
Pronuncialas despacio.
Devoralas.
Que las palabras anden por tu cuerpo
como barcos
mecidos por la tempestad.
Amor,
amor,
¿qué tengo para dar sino palabras?
Remos de mi corazón,
que arrojo al fondo
para quedarme sola,
por fin,
quedarme sola.
*
A orillas
de las tierras silenciosas,
allá,
donde no se atreven los pájaros,
abandoné el corazón.
Los lobos
de mis pesadillas
lo han cuidado
del dolor que no duerme.
Ya no es mío.
Ya no me pertenece
Es apenas otra fiera solitaria,
vagando por la tierra,
desamparada,
pero viva.
*
Un hombre y una mujer
separados por un mar
siguen siendo
ese hombre y esa mujer
que se amaron por primera vez.
Lo saben.
Cada uno en su orilla
es náufrago del otro.
Son afortunados,
pienso.
Nunca dejan de mirar el horizonte
Yo los ví,
buscándose desde la arena,
enviando pajaritos de papel a través del aire.
Yo quise
tener un corazón que pudiera amar así,
con el coraje de las causas perdidas.
*
¿Y qué pasa
con el amor,
qué nos sucede
con el ansia del fuego,
con el viento que todo
se lo lleva
y lo arrastra,
con el tiempo
que duerme?
¿Y qué pasa,
pregunto,
con el hambre rendida
en la boca del beso,
con el hijo que crece,
que se fue,
se está yendo,
con el tiempo
que escapa
como arena en los dedos?
¿Y qué queda del hombre
y qué queda del hueso,
si lo fugaz tiembla
como el aire en el río
si tan breve,
tan dulce,
tan atroz,
tan pequeño?
*
Nos han mentido.
Y no.
Nos han contado
las verdades a medias.
Lo que supimos
después,
cuando pudimos
sostener bajo los pies el mundo
y que se quede
quieto
como si fuera nuestro y nos obedeciera,
lo que supimos,
digo,
es tan pequeño
que nos cabe en un puño.
Y cuando se abre la mano,
ya no está.
Y yo aprendí. Yo aprendo,
como todos,
y olvido una vez y otra vez,
para salvar
el pedazo de inocencia que me queda,
para mentir a medias
o decirme
que la verdad es eso
que se aprende
gastándole la suela al corazón.
*
Hay un momento
en que las cosas
se muestran
como son.
No hubo otra hora
antes,
no habrá otro tiempo
después:
es el instante puro de la revelación.
Sucede
con la fragilidad de un pájaro cruzando por el cielo,
su sombra rozándote los pies,
lo ves
o no lo ves.
Te advierte
con la deslumbrante sencillez de la alegría,
para que lo tomes
o lo dejes.
*
¿Qué sería
de nosotros,
si un día
te abriera
el corazón?
Si pudieras ver
ese lugar oscuro
donde habito,
ese rincón,
árido y hostil
donde
suelo flagelarme
con alguna felicidad.
¿Abrirías
para mí
las puertas
de tu infierno?
¿Me mirarías con piedad?
*
La mujer
que esperaba junto al mar,
la que supo
contar los durmientes en las estaciones,
la que aprendió a hilar,
cansada de mirar ventanas que daban a ningún lugar,
la que se tejía trenzas en el pelo
bajo un árbol en Biella.
La mujer que se marchó cuando debía,
la que lo dejó todo porque no debía,
la que enterró lejos a sus muertos
y se lanzó a vivir.
La que lloró bajito en la cocina,
para que no la escuchen
los hijos y los perros,
ni el hombre que temía despertara.
La mujer que se curvó sobre su vientre
para no perpetuarse
en otra sombra,
la que dejó la mancha de vino en el mantel;
esas mujeres de las vengo,
las que andan
nombrándome la sangre.
*
Es natural
Cuando se rompe
la casa del amor,
cuando el viento,
o la lluvia,
o la grieta que el tiempo
talla en cada pared
destrozan
la casa del amor,
a veces,
entre los restos abandonados,
brota algún helechito,
todavía.
*
Algunas noches,
los hombres que amé
vienen por mí.
Trepan
por las paredes de mi cuarto
hacia donde no alumbra
la luz de la lámpara.
Me preguntan
¿fuimos tantos?
¿a quién de todos amaste más?
¿éramos poco para vos?
Compiten entre ellos
-son tan obvios-
por quién tiene más roto el corazón.
Los espanto
como a las moscas del verano.
Me he ganado el derecho
de dormir en paz.
*
Yo no sé.
No aprendí
a amar como aman
las sirenas blancas de la madrugada,
con las voces temblando
como escalofríos,
el pelo tan largo, tan suelto en la espalda.
Algo se resiste, se empeña,
me gana,
se hace pura espuma antes de ser agua.
Destino de viento
que siempre se cansa
de tanto golpearse contra la montaña
y se vuelve tibio,
manso entre las ramas,
y le andan pájaros por la suave estela
y a veces le cantan.
Yo no aprendo nunca.
Soy la que no sabe,
no puede,
no encaja.
Me río a destiempo.
Lloro así, por nada.
Y digo palabras porque no aprendí
a estarme callada.
*
Era
como sentarse al sol
en las tardes tibias
de otoño.
Era
como entregar
al viento
la piel desnuda.
Era
como soltarse
el pelo,
el corazón,
las amarras.
Se parecía,
lejanamente,
a ser feliz.
*
Escribo.
Escribo sobre una pared
las palabras de la alegría.
Siempre llueve
al comienzo de tu nombre,
¿quién sos?
¿quién eras?
Traza mi mano signos sobre el muro.
Huellas de mí
que voy dejando
hasta la próxima tormenta.
¿Cómo era tu nombre
cuando andaba dulce y feroz
en mi garganta?
Escribo.
Escribo sobre una pared.
¿En qué momento
empezó
a sobrarme
el aire que respirás?
*
Prestame tus zapatos,
hija,
los que tienen piedritas de colores,
y el collar de perlas
que brillaba como una fiesta al sol.
Pintame una sonrisa
en la cara,
coral o carmesí.
Dibujame sobre las uñas ríos verdes,
que caigan sobre la mesa,
que derramen
paisajes sobre los pisos.
Un vestido.
Quiero un vestido de princesa
para cubrirme el frío,
que me llegue a los pies,
que arrastre, al pasar, las hojas secas.
Enseñame a cantar
como se hacía
cuando la tierra era mansa y chiquitita
y los buenos ganaban.
Dame tus anteojos rosas,
hija,
para salir al mundo hoy, sólo por hoy.
*
Uno ignora
por qué,
de vez en cuando,
en la grieta
de la melancolía
la vida
se despierta
y se hace flor.
Pero
se entrega,
sin preguntas,
al milagro.
*
Escribís
-decís-
para saberte a salvo
y de qué.
Acaso
para que cierre
la herida
que llevás
adentro,
el pequeño
corte inaugural.
Tal vez
ni siquiera importe
porqué escribís.
Acaso
naciste así,
fallado,
con un lunar
sobre la espalda
y los dedos
largos de tu mamá
y este defecto
de pasarte las noches
escribiendo.
Y te preguntan
por qué escribís,
por qué
perdés
el tiempo
cuando estás lleno
de cosas importantes,
como lavar los platos
y darle
de comer al perro.
Y no sabés
porqué escribís.
Entonces
mentís,
y aparece
otro poema,
aparece
otro cuento.
*
No hay
otra mujer más hermosa
que ésa,
la que dejó todo por amor.
La que rompió su casa y a sus muertos
y a las secretas líneas que sostienen
al mundo en su lugar.
La he visto.
Toda ella
era un fuego que arde y se consume
como si fuera un planeta que sustenta
una forma de vida superior
o acaso,
otra forma de la muerte más feliz.
La vi,
con los ojos deslumbrados y serenos
de los mártires
en las pinturas
y entendí.
El coraje también es santidad.
Yo la vi.
Era la mujer más hermosa de este mundo,
con la valija llena de pedazos rotos de su vida
yendo en busca del hombre que la ama.
*
Dejé a mi mano
rozar la enredadera
como si buscara algo en el vértigo del verde.
Algo de mí,
supe después,
me esperaba entre las hojas,
una certeza
clara y húmeda,
crecida
como todas las certidumbres en la sombra.
Será
que ahora soy digna,
cuando empiezo a ser menos sabia
y me gana la humildad frente a las cosas más sencillas,
será que ahora
me ha sido dado conocer el equilibrio
entre caricia y pérdida.
*
Hoy hablé
con mis hijos de la muerte
porque nos anduvo cerca
y es preciso
darle nombre a los miedos.
Las palabras
están hechas para eso;
para volver materia a lo invisible,
poder rozar,
con el lenguaje,
a lo que tiembla.
*
Como la noche
cuando cae sobre el mundo
me ha cubierto la tristeza.
Ando triste en la casa,
pateando el destino de los trágicos
de cuarto en cuarto.
(Alguna vez pensé que la tristeza
era el camino blanco donde anduve
sola y con pies pequeños,
casi
sin hacer ruido)
Mis hijos me ven pasar.
Ya saben
que llevo pájaros negros en la frente
y me ofrecen manos abiertas como nidos,
miguitas de diminutas felicidades,
trampas para gorriones.
*
Esa mujer,
en la verdulería,
con el puñado de pelitos blancos
recogido en la cabeza,
quita las hojas de las lechugas
ignorante de mí.
Su mano es sabia en el oficio,
es natural
la habilidad con que desarma el ramo.
Absorta,
el peso de su espalda
encoge
como un fruto demasiado maduro.
¿Habrá sido feliz?
Su mano de atravesar fríos
ha debido amar,
sembrar trenzas en el pelo de un hijo,
acariciar la nuca
de su hombre
¿Serán suficientes motivos para la felicidad?
Esa mujer que teje,
entre cajones de manzanas,
las últimas redes de su historia,
¿podrá cerrar los ojos
y decir:
"he vivido feliz"?
¿Podría decirlo yo?
*
Hijos míos:
es hora de contarles
que mamá
no es la Mujer Maravilla.
No escondo la capa en los placares,
ni me levanto
a medianoche para sobrevolar la casa.
No tengo visión de rayos X,
ni la habilidad de teletransportarme,
sino, apenas, ay,
un carnet de conducir
y una pereza inconmovible,
a la que derroto algunas noches
para ir en busca de mis niños.
No amaso. No tejo. No coso.
Escribo
y me gusta
sentarme a ver pasar los pájaros.
Quedan avisados.
Entiendan
que no voy a ser una abuela competente,
de nietitos los fines de semana.
Es probable
que el abuelo y yo tengamos
cosas para hacer.
Pero eso sí, les juro,
los voy a amar cada día de mi vida
con este único infinito amor inabarcable
con el que las madres
queremos a los hijos.
*
Escribir
para barrer los restos de la noche,
esa costumbre
de insertar el caos
en el orden de las estanterías.
Escribir
para volver tangible lo inasible;
la palabra en la punta de la lengua
escapándose,
la palabra
que separa el mundo en dos.
¿De qué lado del mundo me abandono
esta mañana?
-Poesías de Mariana Finochietto.-
- Mariana nació en General Belgrano, Provincia de Buenos Aires. Actualmente vive en City Bell.
Publicó: Cuadernos de la breve ceguera (La Magdalena 2014). Jardines, en coautoría con Raúl Feroglio (El Mensú, 2015)
La hija del pescador (La Magdalena, 2016). Piedras de colores (Proyecto Hybris 2018)
Su último libro publicado es El orden del agua, GPU Ediciones (2019)
-Coordina Microversos, talleres de exploración literaria.
Inventren
https://inventren.blogspot.com.ar/
-Próxima estación.
En el recorrido del tren literario por el Ferrocarril Midland:
ELÍAS ROMERO.
KM. 38. MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO. LIBERTAD.
MERLO GÓMEZ. RAFAEL CASTILLO. ISIDRO CASANOVA. JUSTO VILLEGAS.
JOSÉ INGENIEROS. MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE. ALDO BONZI. KM 12.
LA SALADA. INGENIERO BUDGE. VILLA FIORITO. VILLA CARAZA.
VILLA DIAMANTE. PUENTE ALSINA. INTERCAMBIO MIDLAND.
**
-Siguiente estación.
En el recorrido del tren literario por el Ferrocarril Provincial:
CARLOS BEGUERIE.
FUNKE. LOS EUCALIPTOS. FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE. GOBERNADOR UDAONDO. LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY. GOBERNADOR OBLIGADO.
ESTACIÓN DOYHENARD. ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA. D. SÁEZ. J. R. MORENO. EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY. LISANDRO OLMOS. INGENIERO VILLANUEVA. ARANA. GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.
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-Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco Coiro.
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