*Foto de Paula Novoa.
Perfección*
*De Alejandro
Badillo. badillo.alejandro@gmail.com
Se sintió inspirado y comenzó a escribir un
cuento. Delineó la trama y los personajes. Un par de horas después terminó.
Satisfecho por el trabajo cumplido fue a dormir. Se despertó inquieto a
medianoche pues presentía que había algo mal en el cuento. Prendió la lámpara
del buró, sacó las hojas del cajón y leyó detenidamente su historia. No
encontró un error garrafal, pero le pareció que utilizaba demasiadas palabras.
Tomó una pluma y subrayó las partes que pensaba superfluas. Volvió a redactar
el cuento y regresó a la cama. Pasaron unos minutos y despertó con la misma
sensación. Repitió el proceso una y otra vez. El cuento se empequeñeció tanto
que pronto cupo en una hoja. Sin embargo el hombre no se daba por vencido y
seguía quitando palabras. Los párrafos se disolvieron y, después de un par de
horas, se quedó con una sola palabra cuyo significado desconocía. Asombrado,
trató de recordar el momento en que la había escrito pero sus esfuerzos fueron
en vano. Por inercia, quizá suponiendo que le ayudaría en algo, la pronunció.
En ese momento se apagó la lámpara del buró. Después lo hicieron los postes de
luz en la calle. El hombre se asomó por la ventana y, alzando la vista al
cielo, pudo ver cómo las estrellas desaparecían una a una. No tuvo que pensarlo
mucho para llegar a una conclusión: había pronunciado el nombre de Dios.
*Alejandro
Badillo. (Ciudad de México, 1977) Es autor de los libros de cuento Ella
sigue dormida (Tierra Adentro), La herrumbre y las huellas (Eeyc), Vidas
volátiles (BUAP), Tolvaneras (SC Puebla), El clan de los estetas (Universidad
Veracruzana. Premio Nacional de Narrativa Mariano Azuela) y las novelas La
mujer de los macacos (Libros Magenta) y Por una cabeza (Premio Nacional de
Novela Breve Amado Nervo). Ha participado en publicaciones como Luvina, GQ,
Letras Libres y el suplemento “Confabulario” de El Universal. Colaborador de la
revista Crítica y exbecario del Fonca. Ha sido antologado en diversas
compilaciones de minificción.
*
Prestá atención.
Afuera,
sobre las paredes de
la casa
la tristeza teje
redes,
incansable.
¿Escuchás el ruido
que silencia a los
pájaros?
No descuides tu
oficio.
Cada día,
deberás abrir los ojos
y comenzar, sin pausa,
tu tarea.
*De Mariana
Finochietto. mares.finochietto@gmail.com
- Mariana nació en General Belgrano,
Provincia de Buenos Aires. Actualmente vive en City Bell. Publicó: Cuadernos de la breve ceguera (La
Magdalena 2014). Jardines, en
coautoría con Raúl Feroglio (El Mensú, 2015) La hija del pescador (La Magdalena, 2016). Piedras
de colores (Proyecto Hybris 2018) Su último libro publicado es El orden del agua, GPU Ediciones (2019)
-Coordina Microversos, talleres de
exploración literaria.
El
acta*
a mi madre Sara
Yo, que estoy en el medio del mar
leo el acta, que con unos cuadraditos
marcados con una x
deja constancia de la muerte de mi madre
mientras la rompo y el viento se la lleva
depositándola en unas olas gigantes
pienso en ella con sus lentes viejos,
leyendo a Chejov
o las cartas de familiares de Rusia
y en aquellos años en que era feliz,
paseando con mi padre por la
/ playa
mientras yo corría detrás de ellos
me doy vuelta y la veo sentada en una silla
en la proa
rodeada por unos albatros que picotean
restos de comida
me llama y me siento junto a ella, mientras
saca unas fotos viejas
en paisajes extraños, junto a sus padres
y luego otras y otras, como un repaso de su
vida
mientras hablamos de las cosas que quedaron
sin hacer
de esos planes simples que teníamos
y ya no podremos realizar
giro la vista al mar y cuando me doy vuelta
para abrazarla
ya no está
a mis pies, veo la foto en que ella está
delante de la casa de sus
/ padres
en la calle de la revolución
la llevo al camarote, la pego en la pared
y me acuesto a dormir
en el sueño, escucho su voz, casi
imperceptible, que me dice:
- no estés triste, ya nos veremos.-
me despierto, me sirvo un vaso de vodka
y miro por el ojo de buey la tormenta que
se avecina
voy a la sala de máquinas, a cumplir mi
turno
y la escucho nuevamente:
- hijo, el hombre es lobo del hombre-
me río pensando en ella, en esos viejos
tiempos
donde soñaba un mundo más justo
sin imaginar que nos convertiríamos en
bestias.
*De Andrés
Bohoslavsky.
(Cipolletti 1960)
-De Una
noche en bosque-poesía y otros poemas. Poesía Mayor, Editorial Leviatán. Buenos Aires, Argentina. Marzo
2014
-Fuente: https://otrascriaturas.blogspot.com/2016/05/andres-bohoslavsky-cipolletti-1960_13.html
15. El exorcista judío*
Hacía mucho calor ese diciembre en Buenos
Aires. Los cortes de luz se repartían desparejos por toda la ciudad. La calle
de mi negocio no era la excepción, casi todos los días teníamos unas horas
menos de electricidad. A veces, el día completo. Pero sobre la avenida
Corrientes, a la altura de Boulogne Sur Mer, Edesur se había ensañado
interrumpiendo el servicio de energía eléctrica durante varios días. Volvía del
centro en la línea B con la idea de bajarme en la estación Carlos Gardel pero,
al detenerse en la estación Pueyrredón, vi que no había nadie en el andén. Era
probable que hubiera saqueos en la zona comercial del Once, algo anunciado para
estos días cercanos a la Navidad. En ese caso, cerrar la estación era una
medida sensata de seguridad.
Me bajé sin saber si podría salir a la
calle. Me ganó la curiosidad de ver vacía semejante estación. El policía que
custodiaba una de las salidas me explicó que habían vaciado un negocio de ropa
cercano. No supo decirme cuál era el local afectado. Afuera la calle era un
hervidero de gente y los autos parecían multiplicarse, los negocios tenían –en
su mayoría– las cortinas bajas. Seguramente la paranoia de los saqueos había
llegado antes que los saqueadores.
Al salir veo a mi amigo Luis, muy ofuscado,
sentado en un banco de madera que hay en la vereda frente a la heladería sobre
la calle Corrientes y, por supuesto, cerrada como el resto de los locales de la
cuadra. Luis es médico psiquiatra pero con una particularidad: se dedica a
asistir a los curas que practican exorcismo, quizás derivación de haber estudiado
en el Seminario Teológico del barrio de Devoto. Vocación afianzada por asistir
como oyente al curso de “Exorcismo y Oración de Liberación”, un seminario que
comenzó a impartir el Vaticano en el año 2005. Según me ha contado, hoy en día
hay pocos curas capaces de lidiar con el diablo, y lo hacen a la manera
medieval, usando el crucifico como principal arma disuasoria.
Los episodios suelen ser muy violentos
porque el diablo se resiste a abandonar el cuerpo de la víctima. La presencia
de un médico es indispensable para evitar daños mayores. No creo que pudiera
cobrar honorarios por esa tarea, pero ganarle la pulseada al demonio debe ser
gratificante. Lo más importante es descartar la anomalía psíquica para que no se
confunda con el maligno instalado en el cuerpo. Al diablo hay que respetarlo
donde se encuentre. Como a cualquier enemigo. Diferenciar los estados mentales
es indispensable y la locura y la desesperación son verdaderos nichos para
Lucifer. Seamos justos: siempre anduvo merodeando a los seres con la voluntad
debilitada por los motivos que sean.
Pocos saben en el barrio su verdadera
profesión y los pacientes llegan a su consultorio recomendados por los curas
cuando notan a sus fieles literalmente endemoniados. Pero ellos, ignorando los
temores del sacerdote, creen que van a una consulta psicológica. A los pocos
que realmente están poseídos por el demonio, Luis los deriva a un cura
exorcista y juntos lo extraen del cuerpo de la víctima. Si es una patología
neurótica sigue el trabajo en el consultorio o lo deriva a otro profesional.
Debo reconocer que mi amigo algo sabe del asunto porque controló a mi padre cuando estaba inmerso en una furia incontenible. En el geriátrico no lograban manejarlo ya que conservaba una fuerza considerable. Lo más que podían hacer era atarlo a la cama durante la noche y luego medicarlo. Luis se ofreció a ayudarme y así demostrarme que podía domar a los demonios. Que el diablo lo respetaba y lo consideraba un justo rival. El primer contacto con mi padre fue desconcertante. Luis sintió un extraño olor a amoníaco al que no estaba acostumbrado. Y cuando intentó hablarle en latín al supuesto demonio que anidaba en el alma de mi padre, descubrió que no lo comprendía. Tampoco se atemorizaba ante la imagen de la Virgen María que desplegó frente a sus ojos. Luis, prudente, no fue más allá y conservó en su bolsillo el crucifijo. Para qué llamar la atención en el geriátrico si se había dado cuenta que necesitaba otras armas para vencer al diablo. Él solo era auxiliar de exorcistas y tenía ciertos límites que temía sobrepasar.
Por primera vez Luis tuvo que enfrentarse
con un Dybbuk, un espíritu maligno escapado del infierno judío. El alma
dislocada de un muerto que no llegó a ejecutar la misión por la que vino a este
mundo. Para cumplirla tuvo que atrapar la voluntad de un ser vulnerable, en
este caso mi padre. Todo esto me lo contó Luis varios años después, cuando el
paciente ya había muerto. Pero no me dio detalles de la batalla y tampoco me
interesé.
Aunque ignoraba qué trato habría hecho en
ese momento, la realidad es que después de apenas tres sesiones, mi padre
encontró una calma que no imaginó nunca conseguir. Me pedía por favor que
Luis volviera. Los poderes de mi amigo eran indiscutibles. Sobrepasaban las
fronteras religiosas y las supersticiones. Tal es así que mi padre me decía que
Luis le hablaba en idish, idioma que Luis negaba enfáticamente saber hablar.
Era el año 2001 y a cambio de su exitosa gestión le regalé una notebook Compaq Presario. A Luis le encanta la tecnología y por eso nos conocimos, era un asiduo cliente de mi negocio. La portátil, aunque usada, era una maravilla para la época. Soy de la idea de que no hay que tener deudas ni con Dios ni con el Diablo. Menos aun teniendo un Dybbuk merodeando tan cerca. Pensé en un regalo que perdurara en el tiempo y en su memoria.
Así fue, porque poco tiempo después cuando
acudí nuevamente a Luis para pedirle que, en su condición de médico
matriculado, fuera al geriátrico a firmar el certificado de defunción acudió
gustoso sin pedir retribución alguna. En el mismo puso que mi padre murió
porque su corazón dejó de funcionar. No fue necesario mencionar al demonio que
lo torturaba, su muerte fue una muerte normal.
Lo más curioso es que Luis no es de estirpe
católica. Es un judío convertido al cristianismo. Algo no tan frecuente, porque
los judíos cuando reniegan de su origen a menudo solo se asimilan y se pierden
entre la gente. Luis, a sus dieciocho años, realizó una conversión con todas
las letras. Eligió abandonar al pueblo elegido. Hubo un motivo: una simple
pregunta que su rabino no pudo responder.
En el tiempo en que lo llamaban Salo
–Salomón era muy largo y severo y él era un chico inquieto y preguntón– nada
hacía sospechar de un quiebre definitivo con su religión. Hasta que un día se
enteró de que los católicos consideraban a Jesús como hijo de Dios. No como una
metáfora, sino que nació sin pecado concebido.
Salo consultó sobre este tema al Rabino
Binder y la respuesta no lo conformó. Según él era una superstición como creer
en los ángeles y los demonios. Los judíos no creemos en eso, son resabios del
paganismo. “Dios no puede tener hijos humanos” fue lo que le dijo y pasó a otro
tema rápidamente. Salo masticó durante varias noches estas palabras y luego
volvió a la carga. “¿Si Dios creó los planetas, los animales, las plantas, la
luz del sol y todo lo demás en seis días por qué no puede tener un hijo sin
necesidad de un acto sexual?” fue lo que preguntó Salo. El rabino sospechó de
la pregunta, pero no podía dudar de lo que estaba escrito en el Génesis. Esa
fue el último cuestionamiento que hizo Salo antes de partir y convertirse en el
Luis que yo conocí.
A partir de ese momento fue perdiendo toda
consideración de su familia, pero poco le importó. Luis se dedicó a seguir a
Jesús con devoción. Como Jesús, dedicó su vida a liberar a quienes están bajo
la esclavitud del diablo. Para ello aprendió mejor que nadie las tretas del
maligno y lo persigue donde se manifieste. Habla del Diablo con tanta pasión
que parece un satanista. Hasta hoy me pregunto si no tendrá un pacto secreto
delimitando territorios y personas. Llama la atención que el único médico auxiliar
del exorcismo autorizado por la iglesia católica de nuestro país sea un judío
converso.
No nos olvidemos que están de acuerdo
amantes y detractores del judaísmo: “Una vez judío, siempre judío”. No va a
ser cosa de que si algo sale mal en la lucha contra el demonio le echen la
culpa al pueblo elegido. Por algo no lo dejaron ser sacerdote pese a que
terminó brillantemente sus estudios teológicos. La psiquiatría fue su vocación
alternativa ante la imposibilidad de tomar los hábitos.
Además, mi amigo, pese a que lo hubiera
deseado, no puede esconder su fisonomía. Si en lugar de estar pulcramente
vestido con su delantal blanco tuviera una kipá y un sobretodo negro pasaría
como uno más de los judíos religiosos que caminan conversando, dejando a sus
mujeres unos pasos atrás. Él va acompañado de su esposa que sumisamente lo
sigue en un silencio ceremonial.
Luis me ha revelado que conserva algunas
taras de los inmigrantes. Ciertas avaricias que no puede superar como, por
ejemplo, si va a comer con su mujer, solo piden una bebida. Me consta que lucha
contra esas limitaciones, pero no puede evitarlo. Luis sabe que lo comprendo.
Hay un pasado lejano que nos vincula, mal que le pese.
Cuando lo encontré aquella vez saliendo del
subte, Luis me contó que junto con otros vecinos esperaban que se hiciera un
poco más tarde para cortar el cruce de la avenida Corrientes y Pueyrredón en
reclamo por falta de luz de setenta y dos horas, una medida extrema pero
habitual en estos días de desesperación por los cortes de energía. Le dije que
no sería fácil de interrumpir el tránsito en un cruce de avenidas por la propia
presión vehicular, que venía en varias manos al mismo tiempo. Pero se estaban
juntando varios vecinos con gomas y tachos de basura para prenderles fuego.
Debían organizarse bien porque algún loco podría atropellarlos y provocar más
dolor del que estaban viviendo.
Aunque no intimamos mucho, nos conocemos
bastante y lo cierto es que me sorprendió que Luis estuviera preparando el
piquete. Es muy reservado y un poco distante, por su postura doctoral de saber
de casi todo. A menudo me ha aconsejado en cuestiones claves de mi propio
negocio.
No importa la justicia de su reclamo, no me
lo esperaba cometiendo actos violentos. Eso lo dejaba para su empedernido
rival: Satanás. Pero estaba muy enojado con la situación porque tenía afectado
su consultorio, y ese era su modo de demostrarlo. Lo interrogué acerca de los
saqueos y me dijo que había visto una bandada de gente corriendo sin ton ni
son. Un muchacho que estaba en el grupo de cortadores de avenidas me dijo
entusiasmado y muy suelto de cuerpo que luego de bloquear el cruce de avenidas
irían hasta el Congreso de la Nación para incendiarlo todo, fueran diputados
oficialistas u opositores, no les preguntarían su color político. Empecé a
sospechar que quizás mi amigo escondía algún secreto que incluso ni él mismo
conocía. De tanto pelear tal vez se ha vuelto insensible como su vibrante
enemigo. No me quedó duda de que el Diablo estaba metiendo la cola donde
podía. Es hábil para disimularse entre los sufrientes. La mentira y el desorden
definen la acción de Satanás y sus agentes. De las pequeñas maldades que se
ejecutan sin piedad se arma un pandemónium. Hoy en día la estrategia de Satán
ha evolucionado y es más destructiva que la sola posesión de un alma en pena.
Las injusticias y el engaño son sus mejores aliadas pues provocan la ira de la
feligresía. Su mayor éxito es hacernos creer que el infierno no existe pese a
la evidencia de que estamos viéndolo crecer a nuestros pies. Lo mismo que ahora
pregona el Santo Padre para el asombro de sus dolidos creyentes. En este punto,
quizás solo en este punto, Luis discrepa con el Papa. Gracias a la experiencia
con mi padre le fue revelado que, al menos, existe el infierno judío de donde
habría escapado el Dybbuk y no podía regresar.
Eso me lo dijo después de entregarme una
botellita sellada con la estricta recomendación de nunca abrirla. Me pertenecía
por ser el primogénito. La orden era que no podía regalarla ni abandonarla.
Podría venderla si encontraba un interesado verdadero. Debería hacerlo sin
hacer trampas, o sea no inventar un comprador falso para sacármela de encima.
En ella se aloja el demonio que torturó toda la vida a mi padre y posiblemente
a varios de mis ancestros.
Entró en ella cuando salió violentamente
por las fosas nasales de mi padre, muy poco antes que dejara este mundo.
Comentaron los otros internados que nunca le vieron el rostro tan relajado como
en sus últimos instantes.
El Dybbuk ya había concluido su misión en
este mundo. Después de lidiar con mi padre, y luego con Luis, consideró que su
tarea había terminado. Por eso aceptó no volver a tomar por asalto otra alma en
pena. Parece que el Dybbuk se tranquilizó cuando reconoció el linaje judío de
Luis. La llama del judaísmo nunca se apaga, por más que mi amigo ocultara su
pasado. Supo, el Dybbuk, que era su oportunidad de encontrar eterno descanso.
No es fácil hoy en día encontrar exorcistas judíos.
*De Jorge
Santkovsky. jsantkovsky@go.org.ar
*Incluido en “Diario de un cuentenik” de la editorial Leviatán 2020.
http://otrascriaturas.blogspot.com.ar/
cuchillos
sobre las cornisas*
Detrás de mí están los pasos que di al
comienzo
la incongruente parodia de los uniformes...
detrás de mí hay un ruido de osamentas
y una sucesión de espejos destrozados
a mis espaldas la lluvia el viento
los orologi de la ausencia
la musiquita azul que sueltan las campanas
como escondidos detrás de mí caminan los
perros
construyo fuegos orino mantengo
las palabras
anestesiadas
descompongo oraciones
que desordeno en los papeles
hay un antes y un después
detrás de mí
bajo los puentes derrumbados
del silencio
persigo los colores secretos que oculta
la distancia
uso piedras y eslabones
platos desocupados que estaban
detrás de mí
en el momento preciso de emigrar
de
las trincheras
coloco las sombras deshuesadas
puntualmente detrás de mí
lejos/ muy lejos
más allá de los revólveres.
*De Hernán
A. Melfi. impresentable14@yahoo.com.ar
-Hernán
Alberto Melfi: Buenos Aires 1970. Publicó los libros de poesía Juguetes
Malditos (2013) y Los Titeres Punk (2014) ambos por El Encuentro Editorial. En
la actualidad prepara su tercer volumen. Reside en los Estados Unidos.
*
¿Quién soy
sin el nombre
de las cosas?
¿Qué queda
de mi pequeña
omnipresencia
sin la palabra
que me ata
al universo?
Lo que nos une
al mundo
es el hilo sutil
de la memoria.
*De Mariana
Finochietto. mares.finochietto@gmail.com
-Desmemorias.
La
Czarodziejka*
Hace años mientras imaginábamos formas
fantásticas en los hilos de humo del cigarrillo le pregunté a Kalman si creía
en hadas del humo.
Hadas que apenas se dejan ver antes de
hacerse plenamente invisibles en el aire.
Antes de ser sólo parte del viento.
Kalman tenía padres y abuelos nacidos en la
Europa central. Ha escuchado de ellos algunas leyendas populares que se
transmiten en forma oral. Sus abuelos vivieron en Sniatyn que al tiempo del
nacimiento de sus padres quedaba en Polonia.
En aquella geografía se mezclaban en
extraordinario sincretismo creencias, leyendas, idiomas. Sus abuelos paternos
hablaban Idish pero las hadas que los mayores del pueblo relataban a los niños
para encantarlos o asustarlos eran polacas.
-Si no recuerdo mal - dice Kalman- había un
Hada que podía transformarse en lo que quisiera, ¡incluso ser humo!
La Czarodziejka podía estar en cualquier
parte sin ser reconocida incluso salir de un repollo o vivir en el tronco de un
árbol.
Una vez, el viejo Wojciech les dijo a unos
chicos -entre los que estaba el padre de Kalman- que si se reunían hombres a
fumar con sus pipas en un claro del bosque bajo la luz de las estrellas. Ella
tomaba la forma de una seductora mujer y desprendida del humo les dejaba ver su
sonrisa. Los hombres de la pipa sabían desde niños que era un maravilloso
acontecimiento. Quizás una única vez en la vida.
Pero la leyenda les advertía que si la
buscaban por el bosque se extraviarían sin remedio a un tiempo desconocido.
Así que se quedaban allí mismo sin moverse
fumando sus pipas, dejaban que la Czarodziejka siguiera su paso de
encantamientos bajo una noche estrellada por aquel bosque que ahora queda en
Ucrania.
*De Eduardo
Francisco Coiro.
https://www.facebook.com/CansadoDeTriunfar
*
De niña, en la
terraza, miraba atónita esa enormidad de estrellas por la noche. No sé cómo las
veía porque era miope y no quería usar anteojos y no los usé hasta las lentes
de contacto. Me preguntaba de dónde había salido esa conciencia que tenía y la
respuesta "de entre las piernas de mi madre", no lograba convencerme.
Ese negro anterior y posterior siempre me ha parecido tan mitológico como
cualquier otro invento que a algunos tranquiliza. Yo pongo la misma cara escéptica
que se pone ante un cielo con angelitos dormidos en una nube.
*De Liliana
Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com
Inventren
https://inventren.blogspot.com.ar/
LLEGAR
AL FUTURO*
El tío abuelo de Kalman bajó de "El pampeano" en Polvaredas a las 0.35 de un viernes. Al día siguiente era su cumpleaños. Unos minutos antes el tren había salido de la estación Atucha. El tío no podía conciliar el sueño. Miraba por la ventanilla ese cielo tremendo tan diáfanamente estrellado. Tan derramado en estrellas sobre un campo que se parecía al infinito.
El tío tenía como objetivo ver loteos
pasando la estación 9 de julio. Había sacado pasaje hasta Mirapampa pero
pensaba bajarse donde viera anuncios de lotes en venta.
En un parpadeo se borró la continuidad del paisaje de cielo a campo que venía admirando. Cuando abrió la ventanilla recibió el golpe de una densa nube de polvo en el rostro. Era polvo con brillos de luciérnagas que se encendían y apagaban velozmente. Quizás era polvo de estrellas que impactaban en una velocidad incalculable en relación a la marcha del tren.
El tío se atemorizó. Cerró la ventanilla.
Pensó que quedaría ciego, pero tras unos instantes su vista se volvió normal.
Afuera la nube oscura con brillos siguió unos instantes más. De nuevo la noche
estrellada. Fuese lo que fuese lo que había rodeado al tren había desaparecido.
Miró al interior del vagón, vio pasajeros
que dormían u otros que no habían notado nada anormal en ese transcurrir del
tren.
Algo que no supo explicar bien le dijo que tenía que salir de ese tren lo antes posible. En la primera estación en que se detuvo el tren tomó su pequeña valija y bajó. Casi al pie de los peldaños vio dos hombres que se aprestaban a subir. "No suban. Este tren esta maldito" les dijo con ojos seguramente desorbitados por el miedo.
No sabe si les hablo en su lengua madre polaca.
La cuestión es que los tipos lo miraron como si fuese un borracho trasnochado y subieron por los mismos peldaños que el tío había pisado segundos antes para sentir la solidez del andén.
El asombro del tío siguió cuando al verse en el espejo de la sala de espera vio su cabellera tiznada de polvillo. Al quitarse la polvareda descubrió sus pelos poblados por canas que no tenía al subir en La Plata.
Lo asombroso -según Kalman- es la flexibilidad demencial con la cual su tío abuelo se adaptó a una situación totalmente impensable.
Se quedó un tiempo en Polvaredas, busco trabajo en un campo cercano. Decidió no decir ni palabra de lo ocurrido en ese tren.
Más o menos dos años después de bajar en Polvaredas el tío reencontró a su hermana menor con marido e hijos instalados en la Argentina. Hartos de guerras y miserias humanas arribaron a Ensenada, última referencia que tenían por una antigua carta donde el tío les dejaba un domicilio. No esperaban encontrarlo con vida. A ese tío abuelo además de llegarle familia le llovieron lágrimas, abrazos y reproches.
Las lágrimas se secaron con el paso de los
meses, los abrazos se aflojaron por costumbre, pero los reproches de su hermana
siguieron y hasta se hicieron encarnizados. El tío escuchaba todo sin enojarse
ni justificarse.
- ¿Por qué no contestaste las cartas? -Papá y mamá murieron sin tener noticia tuya, pensaron que habías muerto o lo que es peor que no te interesaba saber nada de tu familia.
Un día, quizás cansado de visitar a su hermana en la casita de Ensenada para recibir ese clima tenso de reproche hasta en los silencios. De no poder ni sostenerle la mirada. El tío abuelo de Kalman habló. Llevó una valijita de cuero rígido - la misma con la que había subido al tren aquella noche en la terminal de La Plata y la abrió.
Primero puso sobre la mesa un pasaje de tren: que decía La Plata - Mirapampa fechado claramente el 24 de septiembre de 1917.
Ese día fue un lunes -se extendió en un detalle al que nadie le dio importancia-
Luego abrió un ejemplar del diario La Nación
sobre la mesa con la misma fecha.
-¡Que me queres decir, le dijo su hermana con una mirada que pasó de ser severa a echar chispas de indignación... que desde que subiste a ese tren decidiste olvidarnos. ¡No contestar cartas o irte a vivir a otro planeta...!
-Estuve viajando adentro de ese tren 30 años. Seguí con mi vida como pude o mejor aún -aclaró-: agradecido de no seguir allí adentro vaya a saber por cuantos siglos más. No le creyeron. Era como decirles que las hojas alguna vez fueron plumas. Que lo trataran como un mentiroso absurdo generó una pelea familiar que duro un tiempo.
Muchos años después Kalman recibió de manos de su tío las únicas pruebas de no haber faltado a la verdad aquel día con su familia. El pasaje del tren y ese diario donde se leía entre las noticias destacadas que el ministro de defensa Elpidio González solicitaba el estado de excepción para enfrentar la huelga ferroviaria de 1917.
La madre de Kalman, sobrina menor del tío, siempre le creyó. El misterio de los 30 años fue algo que Kalman reconoció como fuente iniciática de dos vocaciones: tanto de investigador científico como de escritor vocacional. Si hubiese sido una verdad comprobable la experiencia del tío merecía un libro similar al de "Física de lo imposible". Si era una mentira urdida para encubrir su desamor o el desapego a su gente era un portal a literatura pura.
En sus indagaciones Kalman encontró unos pocos elementos a favor de la historia tal como la relataba el tío: No había ningún rastro de su permanencia en esas tres décadas previas a establecerse en Polvaredas, de 1917 a 1947 no había nada de nada. A pesar de estar encanecido era inusualmente joven por tener los años que tenía. Los que lo conocieron en esa época posterior a su viaje en tren no le daban no mucho más de 30 y pico de años.
Ya ostensiblemente viejo, hablaba mucho de su infancia en aquel pueblo de Europa central del cual partió antes de llegar a la edad necesaria para ser convocado al servicio militar. Su padre era carpintero, quería un futuro militar en la familia. Más aun siendo el hijo mayor. Una vez, caminando con su padre por el bosque mientras iban a elegir un roble para hacerlo madera de mueble. Su padre lo obligo a marchar delante de él como lo hacen los soldados. El tío era apenas un muchacho de 14 años que intentó cumplir de mala gana. Esa falta de vocación enfureció a su padre que comenzó a patearle los talones cuando no marchaba correctamente llevando la punta del pie bien alto. Así. A pataditas correctoras tuvo que marchar hasta retornar a las afueras del pueblo donde seguramente por vergüenza su padre suspendió la instrucción de marcha para su futuro militar al servicio del imperio.
Desde aquella tarde detestó para siempre a su padre, a los militares, al imperio austrohúngaro. Ese día empezó a gestarse su idea de irse bien lejos donde no hubiera ni imperio ni guerras ni un padre que esperara tener un buen hijo militar en la familia. Así fue. Dos años antes del comienzo de la primera gran guerra dejó una nota "me voy, ya escribiré cuando este establecido"
Según parece trabajo embarcado apenas un
año hasta que llego a un puerto argentino. Se radicó.
***
Kalman siguió pensando en lo sucedido con su tío abuelo hasta que cumplió 58 años. Ese día se dijo que ya era el momento para aceptar lo inexplicable en esta historia de su tío.
Era muy pobre como explicación decir que había sucedido una anomalía en el espacio-tiempo. Que su tío abuelo había sido un testigo privilegiado cuya mayor maravilla era haber desplegado una enorme fuerza psíquica para adaptarse, como el mismo decía a "esa gran patada al futuro" que había recibido.
En esos 30 años en el tren evitó enterarse del final de la primera guerra. De la guerra civil española. De la segunda gran guerra. De tremendas e increíbles matanzas. El siglo XX se desplegaba en horrores. Su pueblo natal fue devastado. Hijos y nietos de sus vecinos fueron enviados a campos de exterminio por los nazis.
De última, cuanta gente que vivió realmente día por día todos esos años que el tío abuelo pasó por alto adentro de un tren dirán si les preguntan que todo paso muy rápido. Que 30 años de vida fueron parpadeos. Unos pocos suspiros. Kalman mismo sintió eso al cumplir sus 58 años cuando decidió abandonar las investigaciones teóricas que había intentado construir obstinada e inútilmente por años. Hasta una vez -ridículamente- llevó un diente de su tío a un científico colega para hacer una prueba con isótopos de estroncio y así rastrear las geografías por donde transcurrió la vida del tío en esas décadas adentro del limbo.
Le quedó una imagen grabada por otras
tantas que irán al olvido. Era fin de
año. Cuando todos estuvieron de acuerdo con el reloj en que indudablemente comenzaba
un año nuevo.
El tío -que ya era un ancianito sin dientes-
levantó la copa de sidra en el ritual del brindis y mientras la chocaba en el
aire con su voz casi perdida entre otras voces pidió
“paz y felicidad para el mundo”.
*De Eduardo
Francisco Coiro.
https://www.facebook.com/CansadoDeTriunfar
-Próxima estación.
En el recorrido del tren literario por el Ferrocarril
Provincial:
CARLOS
BEGUERIE.
FUNKE. LOS EUCALIPTOS. FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN
GOYENECHE. GOBERNADOR UDAONDO.
LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.
GOBERNADOR DE SAN JUAN
RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO.
ESTACIÓN
DOYHENARD. ESTACIÓN GÓMEZ DE LA
VEGA.
D. SÁEZ.
J. R. MORENO. EMPALME
ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL
ETCHEVERRY. LISANDRO OLMOS.
INGENIERO VILLANUEVA. ARANA.
GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.
*
-Siguiente estación.
En el recorrido del tren literario por el
Ferrocarril Midland:
KM. 38.
MARINOS DEL CRUCERO
GENERAL BELGRANO. LIBERTAD.
MERLO GÓMEZ. RAFAEL CASTILLO. ISIDRO CASANOVA.
JUSTO VILLEGAS.
JOSÉ INGENIEROS. MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.
ALDO BONZI.
KM 12.
LA SALADA. INGENIERO BUDGE. VILLA FIORITO.
VILLA CARAZA.
VILLA DIAMANTE. PUENTE ALSINA. INTERCAMBIO MIDLAND.
InventivaSocial
Plaza virtual de
escritura
-Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco
Coiro.
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