*Dibujo de Erika Kuhn.
https://obraerikakuhn.blogspot.com
DESDE EL TRUENO SIN NOMBRE*
Mira dentro de mí.
Desde el silencio
de los verbos cayendo sin medida
sobre los ciegos pliegues del milagro,
desde el tiempo desnudo,
desde el trueno
fecundando los úteros de escamas,
desde los minerales promoviendo
toda su perentoria orografía
entre espermas de nubes y mareas
cuando aún no eran árboles
ni pájaros
sino insulares sombras escarpadas,
desde las espesuras de la greda
pulsada por aquella alfarería
torneando las caderas,
las cinturas,
los muslos poderosos,
la inocencia,
desde el soplo de estirpes embrujadas,
yo fecundé,
tenaz,
para tus miedos,
este refugio abierto en la ternura
donde arribar
si estallan los naufragios
o las esclusas rotas por el légamo
desmadejan sus hebras de argamasa.
Y erigí,
con tu rostro entre mis párpados,
el polen de mareas insurrectas
mientras paría la tierra su estatura
y andaba el corazón
a la intemperie
descubriendo el reverso de las máscaras.
Y guarecí este amor de los diluvios
y encendí el torbellino de mis lirios
y forjé en ese tiempo inhabitado
cada borde de lluvia,
cada nombre
que reclamaban fauces sin amarras,
por fundirme en tu esencia,
por nacerme,
una vez
y otra vez,
de tu costado
ya que no somos sino aquellos cuerpos
descubriendo el dolor,
por farallones,
en la sexta matriz de las mañanas.
*De Norma
Segades Manias.
On demand *
En el universo hay una señora que barre
el polvo que se acumula en los agujeros
negros
que mirándolos bien como ella sabe
no son tan negros
apenas oscurecidos
por una nube de polvo
que de vez en cuando hay que barrer
en el universo hay un montón de cosas
y una increíble ambición por agrandarse
y agrandarse
hasta los confines de no se sabe bien qué
y la señora que barre se impacienta
cada vez más espacio
cada vez más polvo
y ella sola
contra los agujeros negros
y su súper escoba para los polvos del
universo
*De Esther Andradi. esther@andradi.de
http://www.andradi.de/es/startseite/
EL CREADOR*
Érase una vez un Dios solitario.
Quizá no fuese un Dios, sino un desterrado
desde una lejana civilización. Lo dejaron a la deriva en un artefacto. Su vida
dependía del azar o de su habilidad para llegar a un planeta habitable. El
artefacto era una nave, pero él prefería llamarla "mi balsa de real
ilusión". De los muchos náufragos del universo este tuvo a la providencia
a favor. Llegó a un planeta habitable, compatible con su condición física. Necesitaba
oxígeno para respirar, agua para beber y plantas para alimentarse. En el mundo
del que provenía no se consumían proteínas de animales. Sólo alimentos de
origen vegetal.
El desterrado tuvo que aprender a reconocer
sus alimentos. A construir un habitus acorde a sus necesidades. Le llevaba su
buen tiempo, pero él no tenía apuro. El tiempo en aquel nuevo mundo no corría
del mismo modo que en aquel al que había pertenecido.
Cuando logró organizar sus medios de
subsistencia. Lo inmediato que todavía no se llamaba lo urgente. Aquel ser
comenzó a percibir la soledad. No tenía amenazas en ese mundo nuevo. Le habían
dejado en la nave unas pocas herramientas. Quizá un arma letal para defenderse.
Entonces, él, que quizá ya había olvidado
su nombre o el código de identificación con el que se lo reconocía en su mundo,
si recordaba un oficio: sabía tallar madera. Ese mundo era un verdadero paraíso
para él. Con los troncos de los árboles armo primero refugios a su gusto para
no estar encerrado en su artefacto ante la adversidad del clima. Más tarde
comenzó a tallar los seres que figuraban en archivos del universo explorado. Eran
esculturas de madera. Seres inertes que parecían reales. Cada vez más confiado
en su habilidad había logrado tallar en el tronco mismo sin alterar la vida del
árbol. Desde las raíces corría la savia por ese ser vegetal, vivo pero tallado.
Árboles con sus troncos tallados fueron
creciendo bien alto hacia la luz abundante del planeta. Por algún milagro o
prodigio los seres tallados empezaron a querer ese oxigeno que producían sus
padres. Fueron catástrofes indefinibles -tal vez- las que separaron a esos seres
de su vida original arbórea. Sin raíces salieron a modificar el mundo. Fueron
hostiles con sus ancestros. De aquellas creaciones del náufrago espacial surgió
una nueva forma de vida.
Ese ser solitario murió sin ver
consecuencias. Sus rastros se perdieron al abrirse abismos en las tierras del
paraíso primitivo.
Nunca imaginó que lo
nombrarían Dios Creador.
*De Eduardo
Francisco Coiro.
https://www.facebook.com/CansadoDeTriunfar
CEBOLLAS*
Somos como la cebolla.
Apenas se abren, comienza el llanto. Superfluo, cierto, porque basta un chorro
de agua fría para que todo se supere. Y después, sólo después, es posible
separar hoja por hoja, sin presiones ni sugestiones, hasta llegar al fondo
mismo del misterio, sin perder la visibilidad entre la niebla de las lágrimas.
Pero siempre se
necesita un buen chorro de agua fría antes de comenzar. Es bueno no olvidarlo.
*De Esther Andradi. esther@andradi.de
-De: Come,
éste es mi cuerpo. Último Reino, Buenos Aires 1991, 1997
*
Si supieras
cuánto te pienso
todavía
mientras los años
pasan
y me alejo
cada día un poco más
de la importancia de las cosas.
Todo se desvanece. O
debería
evaporarse suave,
sin excesos,
como dejándose llevar
por la costumbre.
Debería empezar a
creer en dios,
¿sabés?,
ahora que es tiempo
de aferrarme a algo
que no tiemble,
pero nunca he podido
con esta terquedad que
niega lo invisible.
Yo creo en la palabra
y en mis huesos
que parieron hijos a
montones.
A veces pienso
que tengo un alma
suelta por el mundo
y me visito en sueños
y me digo:
tendría que buscarlo
a él y a sus enormes
ojos tristes
y pedirle
que de una vez por
todas sea feliz.
*De Mariana
Finochietto. mares.finochietto@gmail.com
- Mariana
nació en General Belgrano, Provincia de Buenos Aires. Actualmente vive en
City Bell.
-Publicó: Cuadernos de la breve ceguera (La Magdalena 2014).
Jardines, en coautoría con Raúl Feroglio (El Mensú, 2015)
La hija del pescador (La Magdalena, 2016).
Piedras de colores (Proyecto Hybris 2018).
El orden del agua, GPU Ediciones (2019).
MADURA, Editorial Sudestada (2021)-
-Quiero
sacar la cabeza por la ventanilla de tu coche.
Halley ediciones (2022)
-Coordina Microversos, talleres de exploración literaria
Fentanilo,
poder privado y necropolítica *
*Por Alejandro
Badillo. badillo.alejandro@gmail.com
A menudo leemos en los medios de
comunicación y en las redes sociales apasionadas defensas de lo privado sobre
lo público. Los defensores son intelectuales ligados al libre mercado, la
democracia liberal y al capitalismo empresarial de este siglo. El debate, a
estas alturas, al menos en la academia, lo están perdiendo, pero eso no les
impide difundir su propaganda. El Estado es el enemigo a vencer así que hay que
desaparecerlo (según los más radicales) o hay que ponerle límites cada vez más
estrictos. Sólo así las promesas del liberalismo podrán materializarse.
El documental de casi 4 horas (dividido en
dos partes) El crimen del siglo,
dirigido por Alex Gibney (estrenado en el 2021 y disponible en la plataforma
HBO) muestra no sólo que la industria privada está ligada al poder político,
sino que ambos forman un solo mecanismo para beneficiar a la misma élite. Esto
no es ninguna sopresa, por supuesto, sólo que adquiere un tono macabro en el
caso de la crisis de opioides en Estados Unidos. El documental de Alex Gibney
rastrea el origen de los primeros medicamentos preescritos para el dolor, en
particular a la familia Sackler, dueña de Purdue Pharmaceutics. La historia
describe cómo las farmacéuticas descubrieron una mina de oro con los
analgésicos derivados del opio (OxyContin fue el primero de ellos) y cómo otros
corporativos entraron en un negocio de miles de millones de dólares. La escala
más reciente en esta estrategia que ha llevado a una crisis sin precedendes de
salud es el uso del fentanilo, un compuesto más potente que la heroína y,
también, más fácil de producir y comercializar.
Es difícil resumir la cadena de
complicidades y la red de corrupción que se estableció, desde el siglo XX,
entre las farmacéuticas y las autoridades que, en el papel, debían
controlarlas. El punto central de esta asociación es cómo el mercado creó una
droga que, en un principio, servía sólo para pacientes con dolor crónico,
principalmente en fase terminal de cáncer, y cómo la necesidad de vender más
producto hizo que se ofreciera indiscriminadamente a millones de personas. La
manera de promocionar el medicamento, como si fuera un producto inofensivo,
hizo que llegaran carretadas de dinero a los empresarios y, también, a un grupo
de vendedores que empleaban técnicas agresivas para corromper o manipular a
médicos en todo el país. El resultado era predecible: millones de personas
enganchadas a una droga muy peligrosa, terriblemente adictiva que, a la postre,
era recetada con un control laxo para beneplácito de las corporaciones.
El crimen del siglo apunta, en una primera
lectura, a la corrupción de la clase política estadounidense y su alianza
permanente con el poder económico. En una secuencia indignante, reporteros de
The Washington Post narran cómo los congresistas cambiaron la ley que regulaba
la acción de la DEA (Administración de Control de Drogas), agencia que se quedó
sin herramientas jurídicas para bloquear de inmediato al emporio farmacéutico
conformado por dos o tres megaempresas. La clase política –cuyos miembros más
distinguidos fueron ejecutivos de las corporaciones que debían vigilar– le dieron
libertad de acción a los promotores de la epidemia de opiáceos y los estados,
ante la emergencia, tuvieron que regular por su cuenta para evitar un desastre
aún mayor. Con el tiempo, ante el escándalo de miles de muertes por sobredosis
(más de 500 mil según estimaciones) las empresas fueron multadas aunque esto,
claro está, no detuvo su negocio, pues seguían controlando a los políticos y el
dinero pagado –marginal para el tamaño de sus ganancias– sirvió como una
expiación pública que, por supuesto, no cambió su modus operandi.
Hay otra lectura aún más alarmante de la
crisis opioide: la creación de un negocio (ahora protagonizado por el
Fentanilo) que explota a una sociedad asediada por el dolor o deseosa de
escapar de una realidad violenta. Esta idea no es profundizada por el
documental, pero se puede ver en las historias de los adictos, víctimas y sus
familiares. El capitalismo terminal de nuestro siglo –la necropolítica, término
acuñado por el historiador Achille Mbembe, un poder que decide quién vive y
quién muere– conduce a la gente al último límite del consumidor desechable:
incapaces de lidiar con el dolor, son llevados por los oligarcas farmacéuticos
a una dinámica perversa que les quita la vida mientras sus estertores nutren el
ciclo cada vez más acelerado del capital. Hay que apuntar que una parte
significativa de la sociedad estadounidense se hace adicta al dolor para
sobrevivir, pues deben trabajar en dos o más empleos para no quedar en la
calle. La periodista Jessica Bruder narra esta tragedia normalizada en su libro
Nomadland: Surviving America in the Twenty-First Century. En esta obra
conocemos de primera mano la historia de decenas de adultos mayores que
trabajan en los almacenes de Amazon. Sometidos a los rigores de la labor física
extendida en largas jornadas, sin ningún tipo de seguridad social, viven en
caravanas cerca de sus trabajos temporales. Alrededor de esta nueva tribu
urbana, hay un próspero mercado de analgésicos cada vez más potentes que les
permiten soportar el trabajo con la amenaza de la adicción, la sobredosis y la
muerte.
*Fuente: Tachas518. https://www.eslocotidiano.com/articulo/tachas-518/tachas-518-fentanilo-poder-privado-necropolitica-alejandro-badillo/20230514124039076464.html
-Alejandro
Badillo. (Ciudad de México, 1977)
-Es autor de los libros de cuento: Ella sigue dormida
(Tierra Adentro), La herrumbre y las huellas (Eeyc), Vidas volátiles
(BUAP), Tolvaneras (SC Puebla), El
clan de los estetas (Universidad
Veracruzana. Premio Nacional de Narrativa
Mariano Azuela) y las
novelas La mujer de los macacos (Libros Magenta) y Por una cabeza
(Premio Nacional de Novela Breve Amado
Nervo).
Recientemente ha publicado:
“La Habitación Amarilla” (cuentos) por Editorial BUAP. -2021-
“Reconstrucción” (novela) Ediciones EyC. -2021-
13 *
¿Ves cómo sucede?
El sol repica entre los árboles
y las hojas
comienzan a tener un tono amarillo
desvanecido
que puede clasificarse
como la búsqueda del movimiento.
Las hojas caerán
y la tierra fértil no sabrá cómo acunar
el dolor que le pertenece.
Sobre nosotros hay una pérgola con flores,
una luz apacible
que se bifurca entre tu cara y la mía.
En este paisaje lloran los condenados,
¿Ves cómo sucede la belleza?
*De Noelia
Palma. noelia261984@hotmail.com
-De Luxemburgo.
El Mensú Ediciones. 2020.
Cansancio*
Es cierto que cuando se ha caminado mucho,
y aunque a pesar de todo no se haya llegado muy lejos, o quizá precisamente por
eso, tiende a apoderarse de nosotros un cansancio que, por desconocido e
inesperado, nos desconcierta. En tales casos, uno piensa que tras una larga y
apacible noche junto a un hogar cálido, sobre un lecho confortable y al abrigo
de las mantas, todo será de nuevo como al principio, que se habrá borrado la
fatiga y podrá reanudarse el camino con renovadas energías. Pero en ningún modo
es así. Este cansancio es persistente y no bastan la noche, el hogar y las
mantas para hacerlo desaparecer. Aun si la noche fuese tan larga como el día
que la precedió -ese prolongado día que fue testigo de nuestro arduo caminar-
no hay garantía alguna de recuperación. Así, cuando amanece -si hemos de
suponer que tal cosa puede ocurrir en realidad- la fatiga es casi tan grande
como en el momento en que nos tendimos a descansar. Quisiéramos dormir un rato
más, sentarnos junto al fuego, demorarnos un poco aún junto al umbral, pero el
Posadero nos ha acompañado hasta la puerta y, con gesto amable, nos mira como
invitándonos a partir. Su mirada es tranquila y quizá hasta compasiva, pero el
mensaje que se desprende de ella es inequívoco: Debemos reemprender la marcha
de inmediato. Y así lo hacemos. Resignadamente. Nos despedimos con un gesto,
retomamos el sendero, verificamos la ruta -aun sabiendo que toda ruta es
ilusoria- y nos preguntamos si algún día, por fin, llegaremos. Tal vez nos
ayudase -pensamos- saber a qué lugar nos dirigimos.
*De Sergio
Borao Llop.
La viajera*
En esa maravilla
de que los ojos miren
y se anhelen las bocas.
En la grandeza
de la insignificancia,
en la línea sutil.
En lo no revelado
en la constancia del amigo,
en la palabra
que nunca nos dijimos
habiéndolo deseado.
En la certeza,
en la sin razón del sentimiento.
En el ser
el verdadero ser que se es.
En la herida irreparable
de la ausencia.
En el desencajado malhumor,
en las uvas doradas,
en el leño que arde:
navega la viajera
la siempre eternidad.
*De Ana
María Broglio.
In memoriam.
Llamados*
Qué son estas palabras entre tantas, qué
buscan,
y qué sentido tienen, si es que a esta
altura
las palabras buscan y tienen algún sentido.
Acaso las escribo para conservar la
cordura,
para fingir que puedo o quiero decir algo,
para distraer y ocultarme, estas palabras
no son nada mío. Estoy aullando solitario
buscando escuchar otros aullidos similares
a una luna que no le importa ningún
aullido.
Momia seca mirando la distancia del hogar
perdido sin ninguna posibilidad de regreso.
A una luna que es sólo un punto de reunión
de los solitarios que agonizan sin manada,
que esperan en respuesta aullidos iguales
de ajenos, distantes, dolidos, feroces,
antes de recogerse en la soledad,
la noche, el hambre, el frío,
sin vergüenza ni miedo.
*De Horacio
Rodio. horaciorodio@hotmail.com
*
¿Qué es ser escritor?
No es ni tener muchos libros, ni premios, ni prestigio, ni entrevistas, ni
agente literario, ni traducciones, todo eso es absurdo y en cierto modo,
ridículo. Creo que tiene que ver con algo misterioso que empuja, lo quiera uno
o no, a buscar en palabras algo más allá de las palabras, aun sabiendo que más
allá de las palabras no hay nada.
*De Liliana
Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com
Inventren
https://inventren.blogspot.com.ar/
Estación
Plomer*
*Por Mónica
Russomanno. russomannomonica@hotmail.com
Plomer, me dijo. Campo, venir en el tren
hasta acá, cambiar de andén y tomar otro tren de trocha angosta hasta Rosario.
No entendí demasiado bien las
instrucciones, nunca le entiendo al Coiro demasiado de lo que trata de
explicar. Empieza con cierta firmeza pero se va enredando, y por no preguntar
mil veces me quedo con esas dudas pequeñas que finalizan en una nebulosa
concentrada, blanquecina, clara batida a nieve.
Lo peor fue el tema de la vaca. Pensé que
estaba bromeando, pero el tipo no entiende lo que es un chiste. De veras, se
queda en suspenso y parece que no escuchó pero es que no entiende los chistes.
Ansiosamente me decía que el tío estaba en el limbo pero que al limbo lo
cerraron hace varios años, y que ahora con el tema del infierno… y ahí se
detenía con una mirada significativa, como si una pudiese sacar algo de ese
galimatías. Ahora con el tema del infierno…
La cosa es que había una vaca en San
Sebastián, que fue del tío o no, no sé, una vaca que había que llevar en el
tren desde San Sebastián hasta Plomer, y desde Plomer hasta Rosario, y algo
tenía que ver con el infierno ¿Tiene que ver con el infierno por los cuernos?
No se reía el Coiro, cuando está lanzado a alguna cosa no mira a los lados. Le
dije que era imposible que el tren venga por el océano desde San Sebastián, y
el Coiro me explicó que no, que no es la San Sebastián del País Vasco. “No
mire, no es la San Sebastián…”
Si Coiro, claro, ya sé, es un chiste. Ja
ja, entiende. Un chiste, como lo de los cuernos y el infierno.
Pasado un ratito buscando desesperado algo
de qué aferrarse en mis palabras, en mis ojos, de pronto se reía, sin
convicción. Estaba centrado en la idea de la vaca y el traslado. No había lugar
para chistes, esto era serio. Es más, estaba garabateando un planito en su
libreta, anotando todas las cosas accesorias que no me iban a prestar ninguna
ayuda, y obviando lo importante con una capacidad de selección impresionante.
Yo por alguna razón me siento obligada a
hacerle caso. Hace unos años le había entrado la urgencia de conocer a un amigo
de internet. Me dijo que el hombre estaba enfermo, no me acuerdo muy bien de
cómo me convenció, pero recuerdo el patetismo. En definitiva, conseguí la
posibilidad de que nos llevara un amigo gratis, armé la valija, pedí días en el
trabajo, pero en el último momento le dio la corazonada de que ir sería
funesto, le dio dolor de estómago, le dio la urticaria, le dio gastritis, y me
tuve que ir de vacaciones a un lugar olvidado de dios, sola, a conocer a un
poeta del que no tenía noticias. Esas aventuras de otros que son una imposición
por la poca voluntad o el exceso de empatía. Lo pasé bien al final, pero buena
rabieta me llevé.
Yo en estos días tenía que ir a una ciudad
cercana a San Sebastián, así que le dije al Coiro que le llevaría la vaca a
Rosario. No lo puedo explicar, pero siempre me arrepiento después, ya tarde.
Cuando llegué a la estación de San
Sebastián, una vaca estaba atada a una tranquera. No había nadie. Cosas del
Coiro, los planes son confusos y más bien espiralados. Horror a las líneas
rectas. La cosa es que mi amigo el camionero que me había llevado la otra vez a
lo del poeta me dijo que pasaba por la zona, y que si yo quería en vez de
esperar el tren podía cargar el animal y llevarnos hasta Plomer.
Yo acepté nada más que por no tener que
lidiar con el bicho. No entiendo nada de vacas, y por más pacíficas que se vean
me inspiran el temor de lo voluminoso. Son en general bien intencionadas, pero
pueden tener ideas propias difíciles de prever detrás de esa mirada bovina
inescrutable.
Subimos la vaca al camión. El camino fue
agradable, con mate y bizcochitos de grasa.
El estado de abandono de la estación San
Sebastián no me hizo sospechar, el estado de abandono de Plomer tampoco me dio
indicio suficiente como para no descargar la vaca que se entregó, como yo, a un
destino desconcertante.
Hace varias horas que se fue el camionero.
Noté que la estación carece de personal, que los yuyos la sofocan, que no hay
pasajeros ni horarios.
Según el Coiro debería subir al tren de
trocha angosta a Rosario, pero aquí estamos la vaca y yo, ella comiendo
pastito, yo llamando al Coiro que después de una hora me atiende, me dice que estaba
en el super chino y me cuenta la lista de compra entre lo que figura una pomada
para los dolores reumáticos, milanesas de pollo, lavandina.
Consigo atraer su atención hacia mi
situación que se va haciendo cada vez más preocupante dado que atardece. Me
pide que le cuente el estado del cielo, la forma de las nubes, si la trocha
angosta es efectivamente angosta. Su voz es soñadora y se siente su
satisfacción cuando describo el edificio, los rieles, las señales oxidadas.
El tren no funciona más hace años, me dice.
Pero claro, quién puede no saber que ya no hay tren de trocha angosta a
Rosario. Y me lo dice como si tal cosa, yo situada en territorio, metida de
veras en el ensueño del Coiro, yo de veras con el olor a campo y con la vaca
que acaba de restregar la cabezota contra un poste.
Qué ilusión me dice. Me dice que se vive de
ilusiones y no se qué del limbo y del tío y otras cosas que no escucho porque
entonces de dónde salió la vaca, y qué hago ahora acá en el campo en una
estación abandonada con los chillidos de los pájaros que se van a dormir.
Qué ilusión, llevar una vaca, el tren, los
alambrados, el pasado ferroviario. El limbo, el tío, el infierno, un revoltijo
inconexo. Y yo acá que me robé una vaca sin saberlo, esperando el tren que no
va a llegar nunca más. La brisa suave de la tarde, los pastos que cabecean y
hacen olas tiernas, un rosado que gana los bordes de nubes barrocas.
Me animo a acariciar levemente la cabeza de
la vaca. Me hociquea humedeciéndome la mano. Supongo que es una despedida, espero
que el destino que le proporciono no sea peor que el que torcí con su rapto
involuntario. La suelto en el campo sin poder sustraerme a hablarle como a un
ser humano al que ya le profeso afecto. Me voy.
Cuando estoy haciendo dedo en la ruta,
pienso que el Coiro ya debe de estar dormido en su cama, y estará soñando con
historias sin principio ni final, sin sustancia, con la falta de lógica que las
torne más ligeras, más tenues, menos cargadas de aristas filosas.
**
-Continuidad literaria
por el Ferrocarril Provincial.
-Próxima estación:
ESTACIÓN FUNKE.
LOS EUCALIPTOS.
FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE.
GOBERNADOR UDAONDO.
LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.
GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO.
ESTACIÓN DOYHENARD.
ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.
D. SÁEZ. J. R.
MORENO. EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY. LISANDRO OLMOS.
INGENIERO
VILLANUEVA. ARANA. GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.
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-Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco Coiro.
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