sábado, enero 07, 2012
A LO MEJOR RESULTA BIEN...
*Dibujo: Ray Respall Rojas.
-La Habana. Cuba.
ANTIHISTORIA DE UN PRÍNCIPE ENCANTADOR*
*De Marié Rojas.
Como es de esperar, todo comienza en un reino muy, muy lejano, donde un príncipe encantador, hecho a la medida de todos los de su época, aburrido de esperar porque su hada madrina le encontrara la doncella de sus sueños, robó el libro de hechizos, se encerró en la más alta torre del castillo y, sabiendo que el hada no tendría que hacer mucho para encontrarlo, buscó entre las páginas hasta encontrar el adecuado. Lo leyó en voz alta pero, tal vez con el apuro, equivocó algún dato… Y vino a caer en este mes y este año en que están leyendo la historia.
Aterrizó al pie de la ventana del cuarto de una muchacha que se disponía a salir para sus clases de la universidad. Golpeó los cristales hasta llamar su atención, esperó a que abriera y le contó la razón de su presencia. Ella le creyó, porque era muy fantasiosa, porque estudiaba física cuántica, por la vestimenta que ostentaba – incluía un vistoso sombrero de plumas y una espada con puño de rubíes -, la forma de hablar, los gestos y por la cantidad de veces que se arrodillaba a ofrecerle su corazón, por tanto lo dejó entrar a su cuarto, temiendo que los chicos le hicieran burla cuando comenzaran a pasar camino a sus escuelas… Pero comprendió que debía enfrentarse a un problema mayor, ¿cómo esconder a un príncipe en una casa pequeñita, sin pasadizos, ni túneles, ni catacumbas, con el despertador de la madre sonando en el cuarto de al lado y él intentando desenvainar la espada para matar al hechicero que hacía tanto ruido?
Comprendiendo que si lo abandonaba terminaría con una camisa de fuerza o preso por indocumentado, optó por llevárselo… algo se le ocurriría al regresar. Al pasar frente a la madre, el muchacho le dijo con una elegante reverencia: “Oh, mi dulce señora, le ruego que me entregue la mano de su bellísima hija, y le prometo llenar su mansión de herederos”… La joven salió airosa, explicándole a la madre, mientras lo halaba hacia la puerta, que era un amigo que había ido a una fiesta de disfraces y había bebido de más, no pudo recordar su dirección, le encontraron la suya encima, todavía no se le había pasado la resaca y adiós mamita que se nos hace tarde.
Corramos un piadoso velo sobre las peripecias de sacar un príncipe a la calle, en medio del tráfico, las luces del semáforo, los anuncios, las gentes con sus atuendos cómodos, tener que hacer el camino a pie porque le tomó fobia a los autobuses y no tenía dinero para un taxi – igual les hubiera cogido miedo -… y lleguemos al momento en que arriban a la universidad.
Allí fue peor, iba derramando reverencias y les llamaba “dignos y nobles caballeros, donceles, doncellas”, intentó saludar al busto de un pensador, preguntó al profesor de álgebra si era el bufón de la corte – llevaba una camisa floreada -, y peor aún, se arrodillaba cada dos minutos delante de ella. Se fue librando con elegancia, usando lo primero que le venía a la mente: dijo desde que era un primo desquiciado que le habían mandado de provincias y le tocaba cuidarlo hasta que encontraran plaza en el psiquiátrico, hasta que era un actor que había alquilado sus servicios para ensayar su próxima película. Lo mejor era cuando decía bajito, haciendo señas para la empuñadura de la espada, que era una cámara oculta. Se mostraban muy afectados, se acomodaban el pelo y miraban a la cámara con su mejor sonrisa. El profe de la camisa de flores se la abotonó hasta arriba y se caló las gafas doradas, el príncipe lo aplaudió.
Tras una agotadora jornada, regresó casa con el príncipe ya no tan encantador; desarrapado, sin sombrero y molido tras haberlo montado a empujones en el transporte público en la peor hora de abarrotamiento. Por suerte conservaba su espada y su dignidad… hasta que se derrumbó en el sofá.
- Y bien – le dijo alcanzándole un vaso de agua -, es hora de terminar con este hechizo y regresarte a casa, a tu época, a tus botines por conquistar y a tu verdadero amor.
- Me temo que es imposible, mi dulce dama – dijo él mientras se quitaba las botas y se miraba las ampollitas de los dedos.
- ¡Ah, eso no puede ser cierto! – gritó ella corriendo a cerrar la ventana por donde se estaba asomando una vecina - ¿Puedes decirme por qué?
- Por varias razones – suspiró -… ¿Podemos comer antes, mi bella? Desde el faisán relleno de trufas de anoche no he probado bocado.
- Faisán… trufas… - protestó, yendo a preparar dos panes con lechuga y mayonesa y aclarándole con un gesto que uno era para ella - ¿Ahora, me las puedes enumerar?
- Con sumo gusto, mi hermosa doncella – habló chupándose los dedos -. Pero antes quiero decirte que este manjar es delicioso, uno más para tus dones, ¡apuesto a que eres una excelente danzarina!
- Se me da el baile, sí – respondió, sentándose a su lado -, ahora vamos a ver por qué no puedo mandarte de vuelta…
- Número uno: porque he dejado el libro en la torre más alta de mi palacio, y no sé ni un solo conjuro de memoria…
- ¿Y el hada madrina no puede venir a buscarte? – dijo, pensando que algún modo habría de comunicarse con ella, una vela o algo.
- Debe estar tan enfadada que me dejaría aquí, incluso si supiera donde estoy y se lo pidiera de rodillas.
- ¡Ni una rodilla más, te van a salir ampollas ahí también! ¿Y qué más?
- Dos: porque el hechizo se ha cumplido y no hay por qué revocarlo. Pedí conocer a una verdadera princesa y he comprobado que lo eres, más allá de tu educación, tu belleza, tu mirada, tu porte – comenzó a hacer una genuflexión y ella lo detuvo, él se incorporó y señaló un cuaderno donde aparecía su nombre.
- ¿Qué quieres decir?
- El Rey del país vecino tenía ese apellido, su hijo fue raptado y llevado a un incierto destino, pero siempre le aseguraron los magos que seguía con vida y tendría descendencia, una fuerte línea infinita.
- Mi tatarabuelo me decía que su abuelo había sido un pirata que nació príncipe. Pensé que su mente fallaba… tenía cien años.
- Pues ya ves, eres de noble cuna.
- ¡Y no alcanza, incluso si fuera princesa! – se miró al espejo de la sala y corrigió su postura - ¡No puedes quedarte, contempla mi mundo, mira el desastre que te has hecho en solo ocho horas… hago mis deberes ayudándome con la computadora!
- ¿Conoceré a esa dama que te auxilia en los deberes?
- ¿Es que no entiendes? ¡No soy una princesa de tu época!
- Yo tampoco soy un príncipe de tu era. La tercera razón, la más fuerte, es que he encontrado el amor verdadero. No solo eres bella sin par, en el transcurso de esta maravillosa jornada has demostrado ser leal, al mantener tu palabra de ayudarme, al presentarme a tu madre, a los demás doncellas y donceles de tu reino, has probado ser inteligente y creativa al salir airosa de todas las situaciones y, como si fuera poco, has mostrado tu intrepidez en ese monstruo rodante que echa más humo que los dragones, ¿dónde encontrar tantos dones reunidos? – se volvió a arrodillar -. Dulce damisela que ha robado mi corazón, ¿quieres concederme el honor de tu mano?
Ella lo miró… Si obviaba su vestimenta medieval arrugada, la postura, el vocabulario… era bien apuesto, alto, atlético, romántico, sincero, leal, valiente puesto que sobrevivió a una jornada universitaria en un mundo imposible desde su visión, ¿y dónde encontrar en estos tiempos tantos dones reunidos?
- Puede que no sea una doncella de tu época, pero puedo convertirte en un joven de la mía.
Así comenzó una nueva vida para el príncipe, que en su castillo solo hubiera conocido herederas de otros reinos y estaba destinado a ser infeliz para siempre al lado de cualquiera de ellas. La muchacha se afanó tanto en enseñarle el mundo actual y él se aplicó tanto en aprender, que ese fin de semana estaban yendo a una discoteca.
“Colorín colorado, este cuento ha comenzado…”, tecleó en su ordenador el hada madrina de la joven, que se hacía pasar por una vecina común y corriente, cuando los vio salir con camisetas de Megadeth, tarareando algo que sonaba francés, “a tout le monde, a tous les amis”. Y pulsó el botoncito “enviar”. La Maginet trabajaba de maravillas: en un segundo su colega del reino medieval muy lejano, estaba tachando ese asunto pendiente en su agenda y se alistaba para sacar a su cachorro de dragón a las lecciones de vuelo nocturno.
-Marié Rojas.
La Habana. Cuba.
LA TÍA Y EL PELO BATIDO*
Gracias a Gabriela Benítez
Baglietto canta “la vida es una moneda”. Su voz en la radio guía la melodía cómoda, familiar, largamente degustada al través de los años. “La vida es una moneda” –dice- , “quien la rebusca la tiene, ojo que hablo de monedas y no de gruesos billetes”.
Baglieto es una voz en la radio, no lo veo, pero surge en mi mente nítido y preciso en imágenes superpuestas desde el muchachito delgado de cabellos largos hasta este señor pelado de gorrito. Sigue cantando.
“Sólo se trata de vivir, esa es la historia, con un amor sin un amor, con la idiotez y la locura de todos los días…”
La canción relata la vida como un corte de muchas capas. Lo bueno, lo malo, lo admirable, la vida así como esa cosa indefinible por exceso de seres, de situaciones, de historias.
Y Gabriela contó una historia. Era de noche, claro, y era una historia de esas tan a lo Gabriela, tan de pueblo y de viejos, tan breves y extensas, con esa extensión que les da el derramarse sobre muchos recuerdos, penetrar en poros como aceite en la madera, quedar prendidas en la memoria.
“Sólo se trata de vivir” canta Baglietto, y Gabriela cuenta que habló por teléfono con la tía vieja de allá donde la laguna tiene sabor amargo y donde comienza la sequía.
Esta tía tuvo dos hijos. Uno que se fue tempranito a la tierra, otro que emigró a Norteamérica hace un siglo, hace mucho, hace un escándalo de años más tiempo de lo que nadie hubiese debido, y más que nada cuando jamás volvió y allá entre maíz y carreteras crecen dos hijos que nacieron aquí y otros dos ya tan extranjeros, tan otros, dos nietos que la tía de Gabriela no va a conocer, que vivieron en el vientre materno su oscuro mundo de peces y luego fueron arrojados, y lloraron, y crecieron sin un rastro de la laguna amarga, sin historias de pueblos polvorientos, sin abuela.
La tía de Gabriela se quedó sola entonces, y la diabetes la fue dejando casi ciega.
Gabriela, que habló con la tía por teléfono, le preguntó a la mujer vieja, y sola, y rodeada por la penumbra, le preguntó a la tía que cómo había pasado el fin de año.
“Yo tengo muchos amigos” –dijo la tía. “Mucha gente me invitó a ir a su casa, pero yo fuera de mis cosas y mis muebles me pierdo, me tropiezo, no doy con las puertas ni con los cuartos”.
Una de las mujeres que llamó para invitarla convino en que bueno, que está bien, que se quedase sola pero le pidió una cosa. Que no fuera a pensar en lo malo, en lo que le falta, en lo que no fue o se fue o ya no es. Le dijo que por favor pensase sólo en lo bueno que le dio la vida.
Y las palabras le quedaron rondando a la tía. A veces sucede que alguien dice algo y no cae en saco roto, cierta frase, un consejo aparentemente obvio, un salvavidas naranja en el agua marrón rescata un náufrago.
La voz de la tía en el auricular le contó a Gabriela cómo pasó las fiestas. Le dijo que se batió el pelo (lo tiene largo, la ceguera le dificulta ir a la peluquería), se peinó, se puso una blusa y una pollera blancas y negras, unas sandalias blancas, se adornó con los aros y collares del cajón grande de la cómoda, se maquilló, se perfumó, tomó una silla y se fue, como quien sale al baile, a sentarse a la vereda.
La voz de la tía que viene de allá lejos, que atraviesa mil cuatrocientos alambrados, dos riachos y múltiples bañados, la lejana voz de la tía llega al auricular. Y le cuenta a Gabriela “los vecinos me aplaudieron”.
“Sólo se trata de vivir” dice Baglietto en la radio. Con lo que se tiene y se puede. Como se pueda, sólo se trata de vivir, canta Baglietto. Y dice, abriendo los brazos, “a lo mejor resulta bien”.
No le veo la cara, no hace falta, cuando llega a esa estrofa (y escuché esta canción mil veces), cada vez que dice que a lo mejor resulta bien le creo y me convence, y canto con él, y deseo que el sol nos alumbre, y con su sonrisa que no veo pero le oigo en la voz me vuelve a decir que quién sabe, que quizás las cosas al fin y al cabo sí resulten.
*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com
Reyes Magos*
Hace tiempo que dudaba sobre la existencia de los Reyes. Sospechas tontas, todo por seguir a los adultos. Los adultos a veces se ríen de los niños por sus creencias ¡Pero ellos en cúantas cosas creen que no se sostienen ni siquiera en la magia!.
Hoy 6 de enero una mano maga, reina del espacio abierto del amor, me dejó un regalo de tiempo, un reloj.. Por él me prometo disfrutar y acrecentar mis horas sensibles, las de creer en los reinos invisibles que pueden trasformar un momento cualquiera en un pequeño cielo. Reyes, Quijotes, arte, la belleza , la verdad , la búsqueda de la justicia. Esos ratos, dónde solos, acompañados por pocos, o por multitudes, volvemos a creer en lo que nos dijeron que ya no es creíble, que otra vida y otro mundo son posibles.
*De Cristina Villanueva. cristinavillanueva.villanueva@gmail.com
Su vida es aprendizaje y perfeccionamiento de un oficio que ama*
*Por Enrique Pérez Díaz
Fecha: 2012-01-05 Fuente: www.auroraboreal.net
Escritora Marié Rojas Tamayo
Marié Rojas Tamayo: medio centenar de premios internacionales, una decena de libros publicados, una obra sugerente, inquieta, llena de vericuetos imposibles que propician el deleite y crecimiento intelectual del lector.
Una mujer, madre, profesional, amiga, llena de sueños y de memorias que se niega a borrar incluso por dolorosas que resulten. Su vida es aprendizaje y perfeccionamiento de un oficio que ama y que se le da de manera natural. Sus pies se asientan en la realidad de la que toma cuanto puede inspirarla para que su ánima viaje a Fantasía, a reinos por otros impensados que ella habita en varias dimensiones con esa soltura y gracia de los magos. Apenas conocida en Cuba -Gente Nueva publicará en breve su libro emblemático Adoptando a Mini- es, sin embargo, uno de los pocos autores de la Isla en quedar
finalista del Premio Lazarillo de España, del cual fue Mención Especial por unanimidad del jurado. Abrimos al lector, el umbral del Mundomaire, un entorno de duendes, hadas, brujas, elfos, troles y la savia milenaria y milagrosa de que ellos viven: mucho amor por cuanto le rodea.
Marié, se suele decir que en cada libro escrito por nosotros va un gran porcentaje de la personalidad de su autor. ¿Te pareces a sus personajes?
Soy todos mis personajes, todos tienen algo de mí, partiendo de mi luz hasta mis facetas más oscuras. El escritor se desnuda al mundo a través de su obra, es su exorcismo, su emancipación. En mi novela Villa Beatriz, soy la Estrella, la Sota, el arpa, la casa misma. En otra soy el personaje de la Cuentacuentos, pero también soy cada habitante del pueblo, sus episodios son parte de mis recuerdos, desde el hechizo que los rodea hasta el aroma que ronda las calles.
¿Tienes algún modelo ideal de autor para niños?
Andersen, sin duda. Carroll, Tolkien, Ende, creadores de mundos.
¿Reconoces alguna influencia de autores clásicos o contemporáneos?
Los que he mencionado como modelos ideales: lo han sido para mí, los recomiendo a los que se inician en la literatura infantil y espero que sigan siendo inspiración y escuela para generaciones venideras.
¿Qué solías leer cuando pequeña?
Todo lo que me caía en la mano, lo que me prestaban otros niños, lo que me regalaban, lo que tomaba de los estantes de mis abuelos o de mi tía. Era poco selectiva, voraz, desde revistas "Selecciones" hasta novelas policiacas. En primer grado recuerdo haber leído El pequeño príncipe y acto seguido La expedición de la Kon Tikki. Lo mejor fue cuando me hice amiga de la hija de un ginecólogo que me prestaba los libros de su padre. cuando me fueron a explicar ciertas cosas, yo las había visto por fuera y por dentro.
Me gustaban Poe y Quiroga, aunque sus cuentos me robaban el sueño, o tal vez por eso.
¿Qué atributos morales debe portar consigo un buen libro infantil?
Ser creíble, ser sincero. Mostrar respeto hacia el público a quien está dirigido. El escritor de libros infantiles debe amar a los niños.
¿Cuál es tu libro más entrañable y por qué?
Alicia en el país de las maravillas, tengo 4 ejemplares, son sagrados. Uno de ellos vive en mi buró, es un libro de consulta, matemáticamente perfecto, lo vengo leyendo desde los 9 años y siempre descubro algo en sus páginas. No podría decir por qué, tiene la magia de las cosas que amamos sin preguntarnos la razón, la sonrisa de un niño, los atardeceres, acariciar un gato, ver caer una estrella, un beso en los labios, una melodía que nos llega al alma.
¿De qué modo te acercas al inicio de una historia?
Surge en mi mente, como una imagen o la secuencia de una película. Escucho el diálogo, o la narración de fondo, y me siento a escribirla.
¿En qué género te sientes más cómoda?
El cuento breve de carácter fantástico, con final inesperado. Juegos entre fantasía y realidad, algo de ciencia y algo de ficción corriendo por la página.
En tu obra se ve una seria inclinación a dos tendencias fundamentales, primero, una recurrencia evidente al mundo de las criaturas de Fantasía, segundo una literatura que se centra más en los sentimientos y las emociones que en la misma acción. Si tuvieras que salvar solamente diez libros de un naufragio, ¿cuáles escogerías? ¿Cuál de los que has escrito?
Desearía no verme jamás en esta situación, porque si depende del peso de la balsa, me arrojaría al mar para dar cabida a más libros. Colocaría entre los primeros: Alicia en el país de las maravillas, los cuentos completos de Andersen, La historia interminable, Pinocho, La familia Mumín, toda la obra
de Tolkien, El Mago de Oz, Corazón, la obra de los hermanos Grimm, El maravilloso viaje de Nils Holgersson. He mencionado diez, solo voy por la literatura infantil, y me faltan muchos por nombrar. Lo dicho, me hundo por salvarlos.
De mi obra salvaría ese libro misterioso que aún no he escrito. Y solo si pudiera salvarme yo, porque iría dentro de mí.
¿Qué prefieres más de la vida? ¿Qué quisieras borrar para siempre?
El amor, la sinceridad, la capacidad de soñar y de reír. No borraría nada, en especial de mi pasado porque de todo he aprendido y cada momento, por pequeño que haya sido, me ha traído a este instante. Si perder un segundo de tristeza me hiciera borrar un ápice de lo que soy, sería devastador. Borrar
para siempre es algo que me atemoriza, no se puede borrar nada para siempre porque habría que borrar también su recuerdo del pasado -para eliminar el riesgo de que se repitiera-. En su lugar, intentaría hacer mejor, desde mi pequeña posición en el universo, aquello con lo cual no estoy de acuerdo; de
hecho lo intento, y creo que lo intentan muchos, cada vez más. Tal vez un día logremos esa masa crítica de la que hablan los textos de física e iniciemos una reacción en cadena que, sin borrar, sea capaz de sobrescribir.
Una persona tan imaginativa como tú y con tanta carga de inspiración y fantasía en sus obras, ¿de qué modo consigue nutrirse para ellas de la realidad cotidiana?
La realidad, tal como la veo, no es "cotidiana", en el sentido de "rutinaria, vulgar, ordinaria". Es fuente inagotable de inspiración, la magia nos salta a cada paso, lo increíble nace de lo cotidiano que se
renueva constantemente, del modo en que nuestra mente acomoda y rehace los recuerdos. Hay sucesos generadores de historias por doquier, hilarantes, tristes, misteriosos. A nuestro paso vemos casas encantadas, sueños hechos realidad, predicciones que se cumplen, conflictos familiares o sociales, romances que surgen y se deshacen, pasiones que se desatan, miedos, retos: es imposible abstraerse de la realidad al crear la ficción. Cada persona que conozco es un "personaje" a punto de formarse -he convertido a alguien en zarigüeya, a un amigo en dragón y a una amiga en arañita tejedora-, y me ha
sucedido algo mejor: un día tocó a mi puerta un personaje de mis cuentos, lo reconocí al momento pero no se lo dije hasta que nos convertimos en amigos, le mostré historias escritas antes de conocerlo. Fue una experiencia fantástica, como que a la puerta de Spielberg tocara el E.T. pidiéndole el teléfono para llamar a su casa.
¿Podrías hacer un breve recorrido-cuento argumental por tus libros publicados, como si tú misma fueras adentrándote en ellos?
Más que por mis libros publicados, me gustaría viajar por mis libros escritos: Adoptando a Mini soy yo, abandonada a temprana edad en un mundo adverso, siendo adoptada por criaturas mágicas que me educan según su modo de ver la vida. Villa Beatriz es ese mundo, más detallado y lleno de recuerdos, tal como lo veía yo, y como lo sigo viendo en mis recuerdos, sumando experiencias actuales. Arpegios de una melodía solitaria es mi infancia, tal como la verían otros, desde una perspectiva más real, pero no menos extraordinaria. En busca de una historia es el hijo que busca a sus padres para encontrar en sus raíces su propia historia, un viaje interior que nos lleva a universos impensables donde rescribir la fantasía puede transformar la realidad. El libertador del confín es un homenaje a todos los libros que me ayudaron a crecer, lo que sería capaz de hacer por salvarlos.
Laurel y orégano es un recorrido por el poder que habita en las mujeres de mi familia, tal como lo viví en mis vacaciones en el campo, el sortilegio de descubrir y reencontrar el amor a través de un ente que viaja conmigo a través de sucesivas existencias, mis dudas y temores, mi incesante búsqueda de una verdad más allá de la circunscrita. Y están mis libros de cuentos -cuentos de circo, libro inédito escrito contigo; cuentos de ángeles, cuentos de casas, cuentos de gatos, cuentos habaneros, cuentos infantiles.-, de los cuales prefiero Cinco minutos a solas con las musas, De príncipes y princesas y El mundo al revés, episodios de mi vida junto a mi hija Sarah, la princesa majadera; el diario de doce años, aprendiendo de esa pequeña sabia.
¿En otra vida serías escritora?
Sería hacedora de cuentos, siempre. Escribir es la tabla que me salva de los naufragios, es mi burbuja de silencio, mi sinfonía perfecta, mi sortilegio contra todo lo adverso y a favor de todo lo bello, mi modo de ver y comunicarme con el mundo. No sabría ni querría hacer otra cosa.
No sé en qué universo o tiempo podría renacer, o haber nacido antes. Si es un mundo anterior a la escritura sería narradora oral, cuentacuentos, hechicera que cura con historias. Si voy a un mundo más avanzado estaré a favor de la narrativa, sea como sea, creándola a partir de los medios disponibles. Tal vez en un mundo paralelo baste con soñarla y todos los que duerman o descansen, y quieran conectarse con mi mente, puedan hacerlo.
Soñarán mi sueño -tal como ahora nos conectamos a internet o al correo electrónico-, verán las imágenes e historias que pueblan mi mente. Y puedan hasta participar en el proceso de creación, un inmenso e infinito libro interactivo sin soporte físico.
*Fuente: http://www.cubarte.cult.cu/periodico/entrevistas/su-vida-es-aprendizaje-y-perfeccionamiento-de-un-oficio-que-ama/20971.html
LA TORMENTA DEL REY*
*De Anabel Orona
Remolinos de hojas. Relámpagos y truenos empujaban las primeras gotas del día.
El rey entró en la tintorería y llamó al hombrecito que planchaba contra el ventanal de vidrio.
- Eh Yamashiro! dónde estás?
- Acá mi señor, exigiste que en tu traje no quedaran arrugas, encontraste alguna?
- No. Vengo por otra cosa. Compré un libro japonés y exijo que me leas los haikus! - contestó fastidioso.
- Permitime el libro mi señor, a ver a ver... acá dice... dice...mmm... dice...
- Dale! Apurate! sabés que odio esperar! qué cosas dicen los haikus?
- Mi señor... lamento informarte que... es un libro de arquitectura, mirá, aquí dice: modelo casa Takeda,
acá en ésta página, modelo casa Kimoshaki y en ésta otra, modelo casa Fukuda... no hay haikus!
- Será posible que la vendedora haya sido tan inútil?- dijo el rey dando un golpe seco sobre el mostrador.
Alterado se dirigió a la salida y de un portazo se retiró sin saludar. El hombrecito, con la tranquilidad que lo caracterizaba volvió a su plancha mientras las campanillas de la puerta lo devolvían a sus pensamientos de un Agosto Hiroshimado tan lejos del solvente y el vapor. El rey en la vereda necesitó fumar, buscó entre sus ropas el tabaco y encontró el paquete vacío, apretó los dientes y cerrando los ojos pegó un puñetazo contra la pared.
- Será posible?- protestó, luego mientras metía la nariz dentro del paquete, un aroma a menta y chocolate lo fué calmando, abolló el envoltorio y lo arrojó en la alcantarilla.
- ¿En qué cajón habrá quedado mi humor?- se preguntó abatido mientras caminaba suave, por la ciudad del otoño, con la mirada baja. De repente, se descolgó una garúa brillante y fría. Al doblar la esquina se topó con ellos. Los observó espantado. Meditó.
- Qué pareja mas pareja! un drogadicto y una alcohólica! puaj! uno tropieza y la otra se bambolea!
Por Dios qué feos son! por Dios, qué feos! pero... qué hermoso se besan abrazados bajo la llovizna...-
Acomodó la piel de su capa abrigándose y hundió la corona dorada aplastando su largo cabello canoso,
en tanto los enamorados pasaban a su lado, riendo sin poder hallar el equilibrio. Los siguió con la vista
murmurando.
- En qué cajón habrá quedado mi amor?-
El rey levantó su cara al cielo, la lluvia caía desordenada empapando el bigote, la barba, el cuello.
Resignado, cruzó la calle.
La felicidad se movía con el viento y su tristeza, era un gemido que angustiaba la mañana.
- Anabel Orona, provincia de Buenos Aires
-Enviado para compartir por Ruben Vedovaldi. rubenvedovaldi@netcoop.com.ar
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