viernes, mayo 15, 2020

BITÁCORA DE LO INDÓMITO...






































*Foto de Arminda, abuela de Sandra Caschera.

(Gentileza Sandra Caschera)











TERCIOPELO*



Toca las hojas del boldo.

Del mismo terciopelo es el sol, dice.

Sin embargo, la planta crece a la sombra,

la resguarda la historia de Marilyn.

Como un reflejo, traza un pájaro a la hora de la siesta.

La vida sigue como el pájaro,

una sombra que atraviesa la luz

para amainar su intensidad.



*De Noelia Palma.
-De su libro inédito Marilyn.


-Noelia nació en Morón, provincia de Buenos Aires, en octubre de 1984. Textos de su autoría fueron publicados en diversas antologías y revistas digitales como Digo.palabra.txt, Letralia, entre otras. Realizó talleres literarios con Alberto Ramponelli y Eduardo Espósito.

Su primer libro de poemas, “Que la muerte nos ampare”, fue editado por Francia Ediciones en 2017. Tradujo a Charles Bukowski desde 2011 y en 2017 publicó junto a Editorial Postales Japonesas su primera antología bilingüe: “Solo con todo el mundo”. En noviembre de 2018 editó en Ombligo Cuadrado “0034-Buitre hacia la nada”, que consta de dos libros en un solo ejemplar. En junio 2019 la editorial cordobesa Mascarón de proa publicó “La casa”.











Bitácora de lo indómito*



 A mi abuela Rivke                                                                                        



*


Había una hamaca de mimbre -ligera-
y una mesa dócil frente al bajo techo
por donde erraban los gatos de mi abuela.
El aire rumiaba el color ajenjo del jardín.
Recuerdo el geranio de primavera:
-color piel indómita, nos decía.

Después, quizás las ramas
cubrieron los modos de ofrecerse.

Las dos salimos a librar el descuido.



*


Mi abuela se mece ligera y roza
el cielo con sus labios. Del descuido
sueña con ser Madame Butterfly
y migra hasta los ancestros.

Es
     el
jubileo
            del
    relato
en
     la
           historia

(relumbre que vuelve a presentir).

Como haber concedido
a la propia voz del vaivén
su carácter amatorio.

Recuerda: la Rusia eufónica
en el umbral del idish.

Y danza, aletea el coro que la habita.



*De Karina Lerman. karyler@hotmail.com

-Karina nació en Buenos Aires, Argentina. Es poeta, maestra de idioma hebreo, licenciada en Psicología y docente.
Incursiona en las artes visuales y plásticas. @mil_k_estallidos










*



Cuentan que la abuela de mi abuela

cantaba canciones de cuna

en su dialecto.

Puedo imaginarla, pequeña y oscura,

nombrando palabras blandas

como el viento.

Algo en mí se duerme buscando su canto,

algo en mí la sueña con el niño en brazos

bajando del cerro.



*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com


- Mariana nació en General Belgrano, Provincia de Buenos Aires. Actualmente vive en City Bell.
Publicó: Cuadernos de la breve ceguera  (La Magdalena 2014). Jardines, en coautoría con Raúl Feroglio (El Mensú, 2015)
La hija del pescador  (La Magdalena, 2016).  Piedras de colores (Proyecto Hybris 2018)
Su último libro publicado es El orden del agua, GPU Ediciones (2019)

-Coordina Microversos, talleres de exploración literaria.










Ingravidez*



Para estas palabras

no existe ley de gravedad

les he quitado el peso

y apenas se sostienen

en el margen izquierdo

de mi sien sin sueño

escribir es

empecinada forma de ahuyentar silencios

jugarle una pulseada al abismo sin ecos

decir te quiero

sin mover los labios

esperar un milagro

y sentir que puedo

seguir saltando en la soga

solita y sola

sin nadie en los extremos.

Para estas imágenes tampoco

existe ley de gravedad

les he quitado el peso

y apenas se sostienen

en el margen derecho

de mi sien sin sueño.


*De Miryam Colombotto Seia. miryamseia@cablenet.com.ar












*


Mis vendavales crecen y vuelan con el viento. Voy bastante rápido por el caminito central de la plaza. Estoy llorando, me siento sola pero estoy decidida a seguir hasta la casa de Ñaupa. Ella se va a espantar al verme llegar así.
Sigo pedaleando. Ojalá apareciera Ñaupa desde la otra punta de la plaza. Pero seguro está asomada a la ventana conversando con el señor del taller mecánico. Seguro está tomando mate y va a convidarme unos pancitos con manteca y azúcar.
Me queda una cuadra y media y pienso que hace casi tres semanas que no visito a Ñaupa. Mamá está muy cansada y no quiso traerme los otros fines de semana.
Llego a la vereda de la casa y no la veo en la ventana, el taller mecánico ya está cerrado y me da miedo entonces grito Ñaupaaaaaaaa ñaupaaaaa. Ella tarda en salir, mucho. De repente, desde la puerta entreabierta me mira como si nada. O eso me parece a mí, que estoy ansiosa por su abrazo. Ella abre la puerta y sube un poquito la boca, solo de un lado, casi en barrileta. Me acerco a su cara, desde la bici. Intento mirarla directo a sus ojos, quiero que me vea. Quiero que vea mis luciérnagas, mi desmonte.




*Fragmento de Mis Vendavales.

-A mi nona Elsa, que ahora no puedo abrazar, está dedicado este libro.



*De Lorena Suez. suezlorena@gmail.com


- Lorena nació en 1975 en la Ciudad de Buenos Aires, es Licenciada en Ciencias de la Comunicación y Psicóloga Social.
En 2016 publicó Intemperie, su primer libro de poemas, por Viajera Editorial. Participó en 2015 con su relato “Desde el Mandarino” de la Antología Tetas. Historias de Pecho, por Textos Intrusos. Hace varios años es convocada para leer en la Feria del Libro, en ciclos de poesía, programas de radio y eventos artísticos. En 2018 publicó Mis Vendavales, su primer libro infantil por la editorial Peces de Ciudad. Con Mis Vendavales viajó a España y presentó el libro en diversos espacios como bibliotecas, radios y librerías, alcanzando a un gran público infantil. Hoy, se encuentra escribiendo un libro de ficción para adultos y dictando un taller sobre “Las emociones en la palabra escrita”.














EL TIEMPO SE DESTIÑE*



Mi abuela dice que mi madre
no tenía las manos así
como las mías.
Yo  perdí mis recuerdos,
el tiempo se destiñe
detrás de lienzos transparentes.
Mi madre me mira
desde un fondo
hecho de telarañas y estridencias
por el que alguien puede asomarse
en cualquier momento
para desbaratar la arquitectura
frágil
de estas telas enhebradas sin destreza
sobre las que me recuesto
ahora.


*De Irma Verolín. irmaverolin@hotmail.com











ESE GESTO*



Mi abuela tenía una manera extraña
de mover las manos
hacia arriba y hacia abajo
-las manos hurgaban en la memoria
y la memoria se negaba a aparecer-
El gesto de un mago fracasado
se escondía
entre sus dedos ásperos.
Manos que hurgan en la memoria del aire
y sólo encuentran
la transparencia de los días.



*De Irma Verolín. irmaverolin@hotmail.com



-Irma  ha publicado los libros de cuentos: "Hay una nena que gira", "La escalera del patio gris", “Una luz que encandila” y “Una foto de Einstein tocando el violín”. Novelas: "El puño del tiempo", "El camino de los viajeros" y “La mujer invisible”. Y también una serie de títulos en literatura infantil en distintas editoriales. Obtuvo diversas distinciones entre las que se destacan Premio Emecé 1993-94, Primer Premio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires Eduardo Mallea, Primer Premio Internacional “Horacio Silvestre Quiroga”, Primer Premio Nacional Macedonio Fernández, Primer Premio Internacional de Puerto Rico, Primer Premio Internacional de Novela Mercosur. Tres de sus novelas fueron finalistas en los premios Fortabat, La Nación de Novela, Planeta de Argentina y Clarín. Algunos de sus relatos fueron traducidos al idioma inglés y alemán. En poesía publicó “De madrugada” en Ediciones del Dock y “Los días”, editorial de la Fundación Victoria Ocampo, Primer Premio Horacio Armani 2014 otorgado por la misma fundación y  “Árbol de mis ancestros”, Editorial Palabrava 2018. Algunos de sus poemas fueron traducidos al ruso, portugués e italiano. Fue becaria del Fondo Nacional de las Artes en 1999.











Préstamo*


A Miguel Ángel Savino.



Al hombre le falto la presencia de tres abuelos. El abuelo materno que abandono a su madre y tío siendo ellos unos niños pequeños.
Y los abuelos de Italia, Madre y Padre de su Padre que quedaron en su pueblo, atrapados en cartas que se lloraban al leerlas.
La abuela materna que de tanta lucha y desdicha perdió la memoria tempranamente.

Después ese crecer sin vivencias de abuelos para acompañar en el futuro buenos y malos momentos.
Sucedió una tarde, muchos años después, cuando ya ninguno tenía a sus abuelos en vida y ya los padres que quedaban luchaban con achaques, fue entonces cuando el hombre mientras tomaba mate con su amigo de la escuela secundaria le pidió que le prestara un recuerdo.

-¿un recuerdo?

-Si, un recuerdo que fuese la esencia misma de tener abuelos y compartir con ellos.

El amigo eligió una abuela, la que vivía en la costa. Casi río, casi mar, allí donde los colores del río y del mar se mezclaban según mareas y la luminosidad del cielo.
Era la abuela que vivía sola, con una sola pierna suya, la otra una pata de palo. Y los recibía a él con su hermano menor, a veces con amigos de la escuela que compartían el gusto por la pesca.
Luego de la pesca, se comía el pescado preparado por las manos de la abuela y se tomaba vino tinto, porque la abuela lo compraba en damajuana.
La abuela de la pata de palo vivía solita, pero no tenía miedo, por si las moscas y por algunos malos vecinos había conseguido una carabina. Por lo que contaba, sólo la había usado para disparar al aire si alguien quería robarle los pollos que criaba.

El hombre siguió  sus días agradecido por el recuerdo prestado. Cada tanto, cuando necesita tomar distancia de sus propias cuestiones. Busca una tregua volviendo a la imagen de una abuela con pata de palo, damajuana y carabina esperando a sus nietos.

Y sonríe con una expresión que se acerca a la fragilidad de la dicha.



*De Eduardo Francisco Coiro.








Inventren






SAN SEBASTIÁN*



Allá en el fondo Donosti. Allá en el fondo la Donosti que no debe ser invocada porque una vez que se la invoca aparece, y cuando aparece ya se sabe, es tirar de la soguita y no hay caso, el hilito de memoria viene con todo lo que está comprimido y de pronto se despliega y todo está intacto y vívido. Es Donosti y son los abuelos, y el monte y los caseríos, y la niñez con árboles de manzana y las cinco hermanas que cuatro se fueron de monjas y una no, y es el colegio y la monja Imelda puro rencor reconcentrado pobre vieja que ya habrá muerto. Es la Donosti que vocea como en sueños a esta estación que se llama San Sebastián, extemporánea y tan ajena en la pampa sudamericana.
Ya al ver en el recorrido el nombre de la estación San Sebastián, se le recortó en rojo y se dijo que no, que esta es otra San Sebastián tan lejos tan inconmensurablemente lejos de la baska Donosti de edificios delicados y puentes ornamentados. Sabe, ella, que esta San Sebastián argentina no es ni puede parecerse a la Donosti euskera, y sabe por haberlo sufrido que los viajes deben ser hacia adelante, porque el que mira hacia atrás se transforma en sal, en estatua, en lágrima y dolor visceral.
Pero este tren va a hacer parada en San Sebastián, y el no pensar es difícil y el no sentir es imposible. Detrás de las ventanillas se suceden los campos llanos y el pasto mientras se superpone una capa delgada de helechos, de coníferas, de ovejitas blancas con cencerro. Será una niebla quizás la que nubla la vista y hace aparecer montes redondeados, casas blancas con tejados rojos, olor a mar allá donde los barcos se enfrentan con sus hombres al Cantábrico.
Euskadi que ya no es, Euskadi de la niñez que tan ligada está a la muerte, como eso de que la meta y la largada suelen converger en las pistas circulares.
Miedo, ahora. Miedo del tren que es como la luna y las monedas, como la lluvia y la tristeza, imágenes que devienen en metáforas tan exactas que se confunden. El tren y el viaje hacia la muerte, fin de viaje, la vida que traqueteando se precipita en la nada final. Y ahora que el tren llegará a San Sebastián se cierra el círculo sobre la infancia. Miedo. Miedo a desear que de una vez acaben los trabajos y las agitaciones, se pare el péndulo y la San Sebastián ésta sea la Donosti aquella. Miedo a querer estar en la muerte mientras el tren se precipita sobre los rieles negros.
Vuelven los parques y las estatuas, vuelve la nieve derritiéndose en las botas y vuelven los temporales y las galernas que devoraban barcos allá donde el mar es océano poderoso. Vuelven aquellos trenes que, se lo debe decir a si misma, no son éste tren.
Anochece.
Ya casi llega. Las penumbras permiten que el paisaje se levante como un libro troquelado, abetos y robles suplantan los eucaliptus, iglesias de piedra, ríos estrechos con puentes de pretiles gastados y sombras de peregrinos con sus maquillas, esos báculos de andar por el monte. Ya ni hace falta mirar por la ventanilla, si todo está más adentro de la superficie de los ojos, si ya es todo una yuxtaposición de bailes con vestido blanco y cintas verdes y rojas, el gato Holofernes cayendo de la terraza, los jacintos en las macetas, y el desgarro del puerto desapareciendo en el horizonte, tan pequeño, tan pequeño, en la nefasta jornada de la partida.
Ya no hay planos, todo está allí comprimido y necesario, compacto. Un todo en el que la violencia de la partida, el amor de los abuelos, el olor a los lápices de madera, la voz de la radio BBC durante la segunda guerra, las amigas y, también, todo lo malo, son una madeja indistinguible que le está haciendo estallar el pecho.
No le importa morir aquí, hoy, esta noche. En este momento se ha alineado la vía hacia Donosti, y con lágrimas advierte que el tren se detiene.
Baja del vagón sin sentir el suelo bajo los pies. Sabe que la recibirá el mar y el monte, que la querida silueta del abuelo la esperará en el andén. Con ojos fijos mira su propia muerte.
El hijo y el nieto la esperan. Desciende la abuela con un rostro extraño, casi como si no hubiese nadie detrás de esa máscara rígida para responder a la llamada. La llaman. Al hijo le ha temblado un poco la voz.
La abuela vacila levemente, advierte al nieto, ve al hijo ya canoso. Retorna, sonríe, vuelve a entrar en sí. Sale de Donosti, camina hacia ellos por San Sebastián. Ha de vivir un poco más.



*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com





-Próxima estación:

JUAN TRONCONI.


En el recorrido del tren literario por Ferrocarril Provincial:


CARLOS BEGUERIE.   FUNKE.   LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.   LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY. GOBERNADOR OBLIGADO.
ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.    D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.   LISANDRO OLMOS.  INGENIERO VILLANUEVA.  ARANA.  GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.



***


En el recorrido del tren literario por Ferrocarril Midland:


ELÍAS ROMERO.

KM. 38.   MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.   LIBERTAD.
MERLO GÓMEZ.   RAFAEL CASTILLO.    ISIDRO CASANOVA.  JUSTO VILLEGAS.
JOSÉ INGENIEROS.   MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.  ALDO BONZI.   KM 12.
LA SALADA.  INGENIERO BUDGE.  VILLA FIORITO.  VILLA CARAZA.
VILLA DIAMANTE.  PUENTE ALSINA.  INTERCAMBIO MIDLAND.





InventivaSocial

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