martes, noviembre 29, 2022

CON OJOS DE MANO QUE SE HA SOLTADO.

 


*Dibujo de Erika Kuhn.

https://obraerikakuhn.blogspot.com

 

 







 

 

Sensación de lejanía*

 

Un árbol en el cielo, los ojos en el viento. Un eco que es el único ser, herido. Las flores se van y el aire se adormece y mis abismos caen en insomnios cósmicos. El único ser que me rodea es el centro del sol. Un cielo en el árbol, la sombra de un río pasando por la boca de quien no dice yo. Los labios de esta voz, comunicados vanamente, se empequeñecen embebidos en el licor de las formas desconocidas. El único ser es eco de lo que será: mi sombra lo busca para vivir su fuego, su darse distante desde un sol como un tiempo sin tiempo que nos espera.

 

 

 

No ser*

 

Mi rostro parece un espejo roto en lejanías donde despiertan las nubes. Humo que atraviesa el océano, lluvia de mieles amargas. Mundo garabateado.

¡Mi rostro es un bosque de plumas divagantes! Ahí los árboles deliran si la brisa se apaga dejando un espejo en el desierto.

Porque no soy mi reflejo, posado en lo que queda del cielo. No soy mi cuerpo cuando los espejos se marchitan dejando un mundo ausente. No soy mi alma, tempestad en la mente. No soy mi nombre, esa palabra que no significa nada.

Pero a veces, en el invierno cuyo centro amanece, soy el otro lado de mi fantasma y una vida detrás de cualquier vida fugaz, un eco que tirita en la luna o en el mar soñando con el cansancio de tanto ser.

 

 

 

 

El abrazo de la luz*

 

 

Abrazar una canción como si fuera la roca que me salva del naufragio, como si fuera un sol sobre el abismo, sobre el sentido de este poema secreto.

Hay alguien que abraza la espuma de las olas que se van.

Es una llamada a lo que llama en mi alma, un regazo donde dejarse ir en corrientes marinas, la mirada de la espera buscando la mirada del alba.

Si el día salió de la noche, la flor volvió a ser de la brisa. Si aún existo en esta tierra o en cualquier rincón, quiero ver –o tal vez ser– un poco de esa luz que rompe muros y está en todos y no se consume.

Quiero sacarme los disfraces y desnudarme de mí.

 

 

 

 

 

Aerodinámico*

 

 

Encontraré una ventana, una gota. Mi cuerpo sudará alcohol por las ojeras del alma. Alguien estará ausente como vuelan los pájaros en un cielo de velas encendidas y apagadas al mismo tiempo. La rabia se disipará de pronto como un corte de luz y surgirán los perfumes que alguna vez soñé. Tiempo herido y a la vez invulnerable, roto pero sin llanto... (Algo está por caer.) El núcleo de este vuelo será mi corazón: una semilla en el viento.

 

 

 

 

Más allá de la ceguera*

 

 

Una mirada nueva me escribe esta especie de poema en que el reflejo es lo único que se ve. Sin objetos, sin pensamientos ni sueños ni vida, sólo se ve luz en estas casi palabras. Esta mirada nueva que influye en mí como palomas arremolinadas, es el secreto de los árboles, las calles y las soledades; es un destino reducido a un momento que me mueve como el hundirse de las nubes que se llevan el cielo.

La Mirada me vio. Ahora estoy ciego delante de una ruina.

 

 

 

 

 

Polvo luciente*

 

Amor encriptado, ¿existís detrás de los pozos impalpables? ¿Sos tesoro anhelante que invoca en la sombra de un mundo lejano?

Venas electrificadas me inundan, me arrastran por calles sentidas en pieles místicas.

En mis manos vaciadas sobre agujeros en la arena, perforadas con dientes de monstruo y tatuadas de un gran misterio, ¿existís o sos el templo en llamas de un antiguo desencuentro?

Templo en ruinas, amor del polvo, amor alienado, amor enajenado...

 

 

 

 

La eternidad desierta*

 

 

En el vacío se presenta la mañana verdinegra de este día vitral. Salen nubes de una esquina y todo lo entrelazan con hilos tan pequeños como súbitos suspiros de brisa coloreados. Yo me acerco al tiempo dejándome ir (ecualizando zumbidos) y me voy sentado, tirado en el suelo, enterrado, asimilado por la tierra que hoy me brinda su desierto. Los zumbidos se recalientan en un punto que gira detenido en remolino imperceptible, como si hasta acá llegara el camino que me llevaba al sol de ningún lado. Fugaz eternidad es flor de mi vida, una llama cuando late, un temblor pasajero, el reflujo de la muerte tan titilante en la noche.

 

 

 

 

 

Un poema de silencio*

 

 

Me entrego a la mutación del aire porque la noche tiene un sol en sus piedras. El arco iris dorado que se lleva mis ojos pinta de nube este amor. Sueño que adivino un poema milagroso, que dice la luna es el eco de ningún sonido... Y en el instante-diamante de la plenitud, sólo un pensamiento: el silencio. Me zambullo en trayectorias astrales.

 

 

 

 

 

 

La ilusión*

 

 

Una sombra de colores, una sombra que no existe. Lo inmortal de cada día pone en mí su semilla para volver a verte, ya tiempo en flor y maravilla.

Un tenso mirar que no se resuelve y se vuelve lo que mira.

Con ojos de mano que se ha soltado, yo veo tu espíritu: los ojos que, en vez de mirarme, me sueñan.

Una sombra de flores, una sombra que persiste aunque no existe. Y en tus manos hay un ave que vuela como yo soy la ilusión.

 

 

*Poemas de Gabriel Francini. gabrielfrancini@hotmail.com

-De su libro "Entropía"

 

 

 

-Gabriel Francini nació en 1982 en Buenos Aires. Es bibliotecario.

Publicó Canciones (Tantalia, 2005), Nadir de Ardora (Huesos de Jibia,

2014), Deshacer (El Mono Armado, 2017), El sueño de la nada

(Huesos de Jibia, 2017), La plenitud de la ausencia (Cave Librum,

2017), Rayar (La Yunta, 2018), Ser con el fuego (Cave Librum,

2019), Humo en el humo (Qeja, 2019), Entropía (La Yunta, 2019),

Entrevisiones y vislumbres (El Mono Armado, 2020), orbe /sima

(Cave Librum, 2021), orbe/vaivén (Cave Librum, 2021), En el río y

en el puente (o donde arriba es abajo) (La Yunta, 2021), 

orbe/cima (Cave Librum, 2022), 

Cenizas de hojas en blanco (dos claroscuros vacíos) (El Mono Armado, 2022).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ALGO ASI COMO UN REQUIEM*

 

A la memoria de mi padre


 

Fue en la mañana triste

de un invierno tan frío

como éste

con el cielo tan gris

cuando partiste.

 

Han volado los años

y las cosas los seres

se me escapan.

De la fugaz película que somos

tal   vez quede

si   acaso

la oscura certidumbre del recuerdo.

 

Por ella es que te evoco

En aquel tu pasaje doloroso

(desde un futuro

donde sos

ausencia que se esfuma

olvido que penetra

que nos cerca).

 

Me hiere todavía

que te fueras así

en el justo momento

en que luego de tanto desencuentro

aprendimos al fin

los sencillos difíciles caminos que llevaban

a mirarnos las caras.

 



 

PRINCIPIO DE INCERTIDUMBRE*

 

 

Tiempos extraños estos,

prodigiosos

inquietantes.

 

Rasgan sus vestiduras

los que miran atrás

empecinados

cual la mujer de Lot.

 

La Incertidumbre encarna

el signo, el eje, el núcleo

del presente.

Acelerada transmutación de todo:

llegar por fin

a escanciar el vino nuevo, en odres

también nuevos.

  

 

*Poemas de Alejandro Michelena. alemichelena@gmail.com

 

 

 

-ALEJANDRO MICHELENA.

Uruguayo, reside en Montevideo.

Como narrador dio a conocer tres novelas: Apartamento 108 (Antares, Montevideo, 1984), El vuelo de la oca (Signos, Montevideo, 1993) y Un misterio llamado Baldomero (Arca, Montevideo, 2013), además de cuentos en revistas literarias, semanarios culturales y antologías diversas.

Ha cultivado también el ensayo y la crónica, con más de una decena de libros referidos a la temática de las identidades urbanas rioplatense, siendo los más recientes: Viejo Café Tortoni (Corregidor, Buenos Aires, 2008) y Crónicas de los cafés montevideanos (Arca, Montevideo, 2009).

Es poeta, con tres libros publicados: Formas y Fórmulas, Rituales, y el más reciente Otros rituales. Por su labor en el género ha recibido premios y menciones.

Textos suyos aparecen en páginas virtuales, como Las afinidades electivas o Letras Uruguay.

Ha ejercido como periodista cultural por más de dos décadas. Actualmente es responsable de la columna Hablando de cultura y otras yerbas en el programa El Tunguelé, Radio Uruguay.

Desde el año 2004 es colaborador de La Jornada Semanal, el suplemento cultural del diario La Jornada de México. Lo ha sido también de Cuadernos Hispanoamericanos de Madrid.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cosas*

 

 

Qué es, nos preguntamos ahora,

ya completamente derrotados

por los golpes que no vimos venir,

con una parte de dolor y nostalgia,

algo de deseo y mucha contrariedad,

lo que podría salvar algo de aquel

énfasis desmesurado que gastamos

aprendiendo el valor real y la ley

de todo lo precioso y la inutilidad

de lo falsificado, ese otro oro

de los tontos que perseguimos

como lo hicimos entonces,

sin tomar ninguna precaución

ni un mínimo entrenamiento,

puro entusiasmo e impaciencia,

esa hermosa versión de nosotros

ya perdida; confiada, fuerte,

generosa y valiente, que ahora

mira fotos de fantasmas, relojes

que no andan, monedas viejas,

llaves de lugares irreconocibles,

billeteras gastadas y desiertas,

y anillos con nombres y fechas,

en el cajón de los remedios,

esas cosas que han quedado

como testigos que saben todo

y que nunca serán citados

a declarar para salvarnos.

 

*De Horacio Rodio. horaciorodio@hotmail.com

 

 

 


 

 

 

 

 

Una casa inclinada*

 

 

Me contaron sobre un hombre ciego,

que trataba de acariciar las montañas

con sus dedos, tratando de alcanzarlas

y agitando su nariz hacia las cumbres.

Las había visto cuando era un niño,

luego todo fueron eclipses y niebla.

Pero recordaba aún un cielo de acero

bajo otros cielos que también perdió.

Habitó siempre en una casa inclinada,

cuyos crujidos le hablaban en sueños

de cuadros olvidados en las paredes

que jamás le describirían su historia.

Su juventud fue de a poco diluyendo,

el recuerdo de las nieves y el silencio.

Pero él sabía que ellas seguían por allí

esperándole, regalándole su frío aroma.

Con el tiempo, ya diestras sus manos

en el dócil arte del mimbre y el tejido

aprendió a ignorarlas durante los días

y a recordar su aliento por las noches.

Su padre durmió de frío junto a una vid

en sus manos había un puñado de tierra.

Su madre se entregó a una fiebre blanca

de una fría lavandería y llegó su tiempo.

El viento siguió bajando de la montaña,

como las cosas sempiternas y comunes.

El llamado de los pastores, los pájaros,

el golpe del martillo, el mimbre partido.

Caminó entre viñas mustias y marchitas

y un día aciago conoció el tacto sediento

de una mujer que era totalmente sombras

y que transitados unos años lo abandonó.

Se fueron cubriendo sus horas de quietud

de silencios suaves como viejas cenizas.

Se fue amortiguando el eco de sus pasos

y cayeron los últimos pétalos en el jardín.

Las noches se fueron haciendo más frías

y más blancos sus cabellos y sus vigilias.

Aprendió a comer poco, a dormir menos

y lleno de viejos recuerdos sus bolsillos.

Un día la puerta de aquella casa inclinada

quedó abierta a un cielo que era de otros

y sus viejas huellas se fueron tropezando

hacia las alturas que siempre lo llamaron.

 

 

*De Jorge Lacuadra. jorgelacuadra@hotmail.com

 

 

 

 

 

 

*

 

El lenguaje es una extrañísima armadura (para defenderse de la intemperie como cualquier armadura) que está hecha de intemperie, pero de la intemperie de adentro.

 

*De Liliana Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com

 



 

 

Inventren

https://inventren.blogspot.com.ar/

 

 

 

 

 

HOMENAJE A PICHON*

 

 

Al Doctor Enrique no le gustaban mis monólogos existenciales. Por momentos parecía perder la paciencia: “Te atiendo porque sos un nieto de polacos, pero no me digas más boludeces...” de tanto en tanto remataba su enojo con algo sacado de un manual de frases hechas "hacete cargo de tu vida".

Yo era el segundo paciente de la jornada. El primero -Marcelo- subía con el doctor en Puente Alsina. En la estación Libertad bajaba Marcelo y subía yo. A veces intercambiábamos breves comentarios como forma de saludo.

Marcelo era un tipo con ojitos chiquitos hundidos en el miedo. Una vez me preguntó: ¿Cuál es tu tema?

-La reparación... Dije sin pensar, como me salió.

¿Y el tuyo? -Pregunté

-El acompañamiento… -Respondió mientras se perdía entre la gente que estaba en el andén.

Mi sesión duraba hasta Enrique Fynn. Eran 45 minutos.

En Fynn me bajaba y no subía ningún paciente.

Aprovechaba el resto del día para ir a visitar la chacra de mi tío Slawek que vivía entre patos y gallinas, pero se consideraba un inventor.

Para mí el doctor era un loco chiflado pero socialmente era considerado como una eminencia a la que le estaban permitidas esas excentricidades como atender arriba de un tren.

A mi me ganó como paciente aquel día en el que le conté que quería escribir una novela a partir del tío chacarero e inventor aficionado. Su obsesión era diseñar todos los aparatos imaginables a cuerda, con mecanismos y engranajes parecidos a los de relojería para evitar usar electricidad. "Cuando la electricidad no pueda pagarse se van a acordar de mis inventos" Se justificaba el tío.

Sin mediar palabra, Enrique fue caminando como un robot o más bien como una marioneta por el pasillo del vagón. Cuando se volvió a sentar frente a mí dijo: "No te olvides de incluir un psiquiatra a cuerda"

Aquella risa compartida me convirtió en paciente feliz y en alguien con quien se permitió hablar de él mismo.

A los 17 años -recién ingresado a la carrera de medicina- trabajó en el prostíbulo de una famosa Madame.

-Eran chicas polacas bellísimas -dice con sus ojos tirando chispas- Enrique les enseñaba francés. Ellas le enseñaban a amar. Años después declaró en un reportaje que fue "instructor de modales en un quilombo”. Allí conoció a Agnieszka, que más que bella era aquella ternura que no se olvida, que se acrecienta cada día más y más”. Era como un hada adivina que predijo su futuro de especialista reconocido. Del lupanar se fue cuando contrajo una neumonía.

“La locura es como la muerte pero reversible” Esa idea lo sacó de la medicina. Lo llevo a psiquiatría.

En un anotador tenía los horarios del Midland e intercalados cuales eran los pacientes que atendía. Ahí supe que el doctor atendía 9 pacientes en cada viaje y que su jornada terminaba en Carhué. Cada tanto, como para no olvidarlo repetía en imprenta “quien se entrega a la tristeza, renuncia a la plenitud de la vida”.

Guarde ese anotador donde además de frases figuraban sus días de atención de pacientes en aquel tren con el detalle de estaciones en las que subían. Cuanto tiempo duraba la atención. Enrique sabía que los horarios del Midland eran de una puntualidad inglesa por eso podía confiar la duración de las sesiones al tiempo estipulado de viaje entre una estación y otra.

En Carhué tenía una amante pelirroja que había sido su paciente con la cual cenaba y compartía lecho en el hotel.

Aquella vez, cuando estaba por bajar en Enrique Fynn me tomó del brazo antes de que me vaya para dejar al aire un deseo:

-Cuidame al pueblo de mi otro yo. Cuando me retire voy a comprar allí un campito. Quiero vivir tranquilo. Estoy bastante cansado de la gente...

“Seré domador de caballos”.

 

 

*De Eduardo Francisco Coiro. inventivasocial@hotmail.com

 

 

 

 

-Continuidad literaria por el Ferrocarril Provincial.

-Próxima estación:

 

FUNKE.

 

LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.

ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO. 

LOMA VERDE.    ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.

GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.

GOBERNADOR OBLIGADO.

ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA. 

D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.

ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.   LISANDRO OLMOS.

 INGENIERO VILLANUEVA.  ARANA. GOBERNADOR GARCIA.

 

LA PLATA.

 

 

 

 

 

InventivaSocial

Plaza virtual de escritura

-Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco Coiro.

Blog histórico & archivo: https://inventivasocial.blogspot.com/

 

 


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