martes, septiembre 09, 2008

Y ENTONCES EL REGRESO SÓLO ES POSIBLE A TRAVÉS DE LAS PALABRAS...





*Foto de Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com





Grandeza*


(a mi padre)




Está
tu corazón
en cada limonero
que sombrea
la huerta.
En cada flor
que luce
este jardín.


En la tierra
sembrada,
en la mesa tendida
Y en el fuego
encendido
del invierno.


Y tu amor,
confundido en lo diario.
Cobijo
permanente
que casi
no se ve.


Lleva
tu corazón
pesares olvidados.
Y en tu sonrisa
tibia
no caben
otras galas
que las simples,
pequeñas
grandezas
de la vida.



-De Breve y brillante



*De Ana Broglio. anabroglio2@yahoo.com.ar







Y ENTONCES EL REGRESO SÓLO ES POSIBLE A TRAVÉS DE LAS PALABRAS...





POSESIÓN*


A José Tadeo Respall Arana



Había logrado perfeccionarse al máximo. Solo penetraba en el cuerpo en el instante ideal para obtener el clímax.
A veces lograban recordar algo, que atribuían al cansancio, al estrés, al calor, a una pequeña laguna de memoria… por lo general no quedaba ni eso. Su intromisión era una breve pausa en la agitada existencia de una humanidad congestionada, sin tiempo para mirar atrás. Nadie intentaba explicarse lo sucedido.
Lo guiaba su buen olfato… el perfume caliente y húmedo, atrayente, sublime, sensual… el simple olor podía decirle el grado de perfección del oscuro objeto de sus tentaciones. Su reminiscencia animal lo dominaba, arrastrándolo en pos de los aromas de la urbe congestionada.
Eran fáciles de encontrar, pero si se lo tomaba con calma, podía ser muy selectivo y encontrar la situación óptima, la víctima perfecta…
En ese momento la vio, el pelo castaño despeinado por el viento, la pierna cruzada con elegancia, las manos finas, nariz y labios admirables… Su nivel de excitación era tan alto que apenas podía contenerse, mas era necesario esperar, no ganaba con adelantarse… un segundo más y… Saltó sobre la mujer, haciéndola suya.
Dejó que el néctar bajara por su garganta, que hirviera, calentara sus venas y lo llenara de vida. Henchido de placer estalló dentro de ella… Solo eso quería, éxtasis, pura embriaguez, un segundo de vida ajena.
La muchacha miró sorprendida la taza vacía.

- Querido – dijo a su novio -, no sé cómo, pero mientras hablabas, me he bebido el café.
- Ahora mismo – le respondió él -, has cerrado los ojos, has levantado la taza y lo has apurado como si en eso se te fuera la vida.
- Claro, claro – paladeó el sabor de su lengua -, pero no deja de ser gracioso… ¡me has invitado a degustar el mejor café de la ciudad y no logro recordarlo!

El espíritu de Don Tadeo, saboreando aún el recuerdo y nuevamente ansioso, se marchó en busca de su próxima víctima. Su amor por el café era lo único que le impedía la entrada al paraíso, pero valía la pena vagar por los limbos de este mundo, mientras pudiera disfrutar de esos instantes de posesión.




*de Marié RojasTamayo tgrafica@cubarte.cult.cu
(indicar "PARA MARIÉ" en el asunto del correo)










Florecido*







El hombre la había arrancado de su vida como se arranca a un yuyo indeseable en el jardín.

Con la misma brutalidad en el tirón, tratando de arrancar la raíz de cuajo. Sin sentir nada.



Al otro día, justo al otro día. El hombre plantó en su lecho a una muchacha bella como una azalea. La mujer se marcho prontamente sin echar raíces en su vida.

No se quedo quieto. Siguió plantando bellas mujeres que se marchitaban antes del nuevo amanecer.

Nadie pudo crecer ni florecer en ese lugar. Su vida era un jardín desierto al que regaba inútilmente antes de anochecer.





Hasta que percibió esos movimientos adentro. Esos pujos que sintió por todo su cuerpo y que se ramificaban de noche a día con la velocidad implacable de la naturaleza. Y eran la luz y esa tibieza que anuncian una primavera cercana.



El hombre se vio a la siguiente mañana en el espejo y comprendió lo que sucedía.

No había logrado extirpar bien las raíces de ella. Su amada.

Sus brotes se abrían paso por sus poros y estaban a punto de estallar en flor.





-Sólo pido que las flores sean del color de sus ojos. Pensó resignado.








*De Eduardo Francisco Coiro. inventivasocial@hotmail.com

















Rubias...?*







Quisiera ser la rubia tonta


No tener que irritarme


Por llegar a fin de mes


Ni pensar cada día


En el almuerzo y la cena.


En la educación de mi hijo


Ni los autorreproches


Ni sentir la soledad


Y el oscurecimiento


Frente a las decisiones


De trabajo tantas veces


Teñido del sufrimiento


Enajenado de la pobreza


Y la preocupación de


Expresar la palabra adecuada


Sin dañar a los más necesitados.






*De Nora Azul del Rosario Akimenco azulaki@hotmail.com












Libertad de prensa, libertad para las empresas.*




La recuperación de los mecanismos democráticos para la elección de gobernantes en 1983 significó la reaparición de espacios para la difusión de ideas que la censura dictatorial, por una parte, y la connivencia de parte del periodismo con la dictadura, por otra, habían cercenado durante años. Cierto es también, que incluso en períodos de relativa vigencia de los derechos constitucionales la prensa argentina fue objeto de presiones más o menos intensas, persecuciones e intentos de domesticación abiertos o velados.
El fenomenal proceso de concentración del capital que se produjo en los últimos treinta años, con una aceleración notable en la década del '90, no dejó afuera a los medios de comunicación. Es así como vimos la formación de gigantescos "Multimedia" que, montados en la generalización de las nuevas tecnologías de comunicación e informáticas, extendieron sus redes a todo el ámbito nacional convirtiendo la comunicación en un verdadero oligopolio integrado vertical y horizontalmente. La alianza estrecha de estos "Multimedia" con los grandes capitales que controlan la economía argentina decide el perfil de sus intereses permanentes. El apoyo más o menos desembozado hacia alguna expresión política puede responder a intereses coyunturales, pero estructuralmente los "Multimedia" son el departamento de marketing y publicidad del gran capital, en su faz discursiva, y su canal de expresión editorial en la reflexiva. La permanencia de medios de comunicación independientes de los dictados del capital se torna cada vez más problemática, debiendo luchar contra todo tipo de intentos de acallar su voz.
Una manera de disfrazar y velar la comunión de intereses empresarios entre los "Multimedia" y las fracciones del capital más concentrado fue la difusión de actitudes de "denuncia", generalmente de maniobras de corrupción por parte de funcionarios estatales. Esta práctica – la denuncia – no reprochable en sí, es utilizada como ariete en la avanzada contra la claudicante clase política argentina y fundamentalmente los organismos colegiados parlamentarios, a los cuales se acusa de ser la causa de los males del país. La miserable verdad oculta tras esta aparentemente valiente actitud es que a los parlamentos y en general a "la política" se los ataca no por sus vicios – que los tienen – sino por sus módicas virtudes, que son las que exasperan a los dueños del capital. La crítica contra la corrupción oculta la necesidad de anular los controles administrativos o parlamentarios, rara vez aplicados, pero potencialmente molestos a las demandas del capital, siempre ávido de superiores márgenes de rentabilidad obtenidos por leyes y decretos que sostengan los rendimientos decrecientes de la tasa de ganancia.
La mera posibilidad de una intervención estatal en la economía es lo que crispa el músculo corporativo de los medios. Detrás de su unanime encolumnamiento con la fracción agraria del capital está la intención de congelar cualquier iniciativa tendiente a modificar la ley de radiodifusión heredada de la dictadura, y a la que todos los gobiernos democráticos desde el '83 para acá adoptaron como propia, algunos con fervor, y otros con cara de resignación y gestos de taparse la nariz.
Un ejemplo cristalino del modo en que se relacionan los medios con el capital aparece acá
La realidad no se puede ocultar, ni tapar, solo se…edita. Ni un nombre propio aparece vinculado a las muertes de obreros de la construcción, seis (6) en lo que va del año en Rosario. ¿Qué empresas obtenían su lucro mezquinando elementos de seguridad? ¿Quienes son los empresarios propietarios de esas empresas? ¿Dónde viven, en qué automóvil se movilizan? ¿Cuál es la rentabilidad de un proyecto inmobiliario? ¿Cuánto gana un obrero de la construcción? ¿Cuánto dura su jornada? ¿A qué hora de esa jornada se producen los accidentes? ¿Quienes son los ingenieros que aceptan dirigir una obra en la que los operarios no cuentan con la mínima protección para sus vidas? ¿Con cuantos inspectores cuenta el ministerio de trabajo de la provincia? ¿Cuánto ganan esos inspectores para resguardarlos de la corrupción de los capitalistas constructores e inmobiliarios?
Nada de esto se pregunta el periodista, y conste que no quiero responsabilizar al cagatinta de turno, que, como Tenembaum y Zloto……..dirá: "La nota se publicó". Lo más revelador de su conducta es, paradójicamente, lo que se oculta. Por el mismo mecanismo mental por el cual un policía cuando se dirige a un varón de tez blanca y de corbata, a bordo de un auto dos_mil_y_pico le dice: "los documentos del vehículo, caballero, por favor", y si es un negro manejando un renó_12 lo conmina: "dame los papeles". O cuando el mismo "caballero" llega a hacer una denuncia a la seccional le piden: "tome asiento, por favor", mientras al morocho le dirán: "Sentate ahí". Por ese condicionamiento mental, decía, el periodista siente un respeto reverencial por el capital que le impide establecer las conexiones lógicas entre muerte por inseguridad y tasa de ganancia. La empresa, que vende la edición de la información, no tiene que sugerirle nada. El periodista sólo se corta la lengua. El "Gran hermano" ha logrado su cometido una vez más.
Ante tal cuadro de situación es cuando adquieren multiplicado valor los intentos por hacer escuchar otras voces. La utilización de herramientas tecnológicas novedosas puede abrir caminos en la tarea de llevar información y opinión alternativas para contrarrestar la intoxicación y desinformación que nos bombardea cotidianamente. Este medio es uno, sugiero.







*Udi, septiembre de 2008

udi.cuatro.catorce@gmail.com

"Los momentos en que somos más libres e iguales en este sistema son aquellos que dedicamos a la consecución de la utopía. El resto del tiempo somos meros esclavos."





















Martes, 9 de Septiembre de 2008
LITERATURA EL CENTENARIO DE CESARE PAVESE, FIGURA CENTRAL DE LAS LETRAS



Retrato del escritor que se quiso salvar con la palabra*




Opuso la jerga de la calle a lo que dictaba la academia sin perder un ápice de su excelencia literaria. Pavese soportó la amenaza fascista, el desengaño amoroso y la cárcel: paradójicamente, la sombra del suicidio lo alcanzó en su mejor momento.



*Por Silvina Friera






Quizá los mejores ingenios y los espíritus más generosos sean los más melancólicos. Desde las fotos, los ojos de Cesare Pavese miran fatigados por una enfermedad que parece incurable. Terminal. Tal vez el origen de esa pena fue una orfandad prematura -tenía seis años cuando murió su padre; veintidós
cuando perdió a su madre- combinada letalmente con un cúmulo de naufragios amorosos, desde "la mujer de la voz ronca" que se casó con otro cuando regresó del destierro en Calabria, a la actriz Constance Dowling, a la que dedicó sus últimos versos Vendrá la muerte y tendrá tus ojos. "Algunas veces
estaba muy triste, pero durante mucho tiempo nosotros pensamos que se curaría de esa tristeza como de muchacho, la melancolía voluptuosa y despistada del muchacho que todavía no tiene los pies sobre la tierra y se mueve en el mundo árido y solitario de los sueños", describió Natalia Ginzburg al escritor italiano en uno de los relatos de Las pequeñas virtudes. La lectura, la escritura y la traducción fueron necesarias pero no suficientes para paliar esa incomodidad existencial, que apareció registrada
tempranamente en una de las entradas de su diario, El oficio de vivir: "Sé que estoy condenado a pensar en el suicidio ante cada dolor". Postergó durante varios años esa sentencia. Pero la condena se cumplió el 27 de agosto de 1950, cuando en el hotel Roma de Turín se tomó el contenido de veinte sobres de los somníferos que utilizaba para combatir el insomnio.
Hace cien años nacía Pavese en Santo Stefano Belbo, en el Piamonte, el mejor escritor italiano de la posguerra que arremetió contra la poesía italiana contemporánea, decadente, crepuscular y hermética y que reemplazó la afectación de los jerarcas literarios por las jergas de la calle.
El joven Pavese estudió con pasión las literaturas clásicas y la inglesa en la Facultad de Letras de la Universidad de Turín, donde se doctoró con una tesis sobre la interpretación de la poesía de Walt Whitman. La gangrena del fascismo, ese "miedo al porvenir", la sospecha permanente, el desorden y la
violencia infectaban a la sociedad italiana. En ese contexto irrespirable el escritor atisbó un soplo de libertad en la narrativa norteamericana que empezó a leer y traducir: Nuestro señor Wrenn, de Sinclair Lewis; Moby Dick, de Herman Melville; El paralelo 42 y Una montaña de dinero, ambas de John Dos Passos; Hombres y ratas, de John Steinbeck; Aventuras y desventuras de la famosa Moll Flanders, de Daniel Defoe; David Copperfield, de Dickens; Autobiografía de Alice Toklas, de Gertrude Stein, y La línea de sombra, de Conrad, entre otras. En la década del '30, mientras escribía poemas, cuentos
y traducía, comenzó a publicar en la revista Cultura ensayos sobre escritores norteamericanos (Lewis, Sherwood Anderson y Dos Passos, entre otros). Cuando lo detuvieron en 1935 por ayudar a su primer gran amor, "la mujer de voz ronca" -así la llama el primer biógrafo de Pavese, Davide Lajolo-, que desempeñaba importantes labores clandestinas en el Partido Comunista, Italia combatía en Abisinia. Tras algunos meses de cárcel, el escritor fue condenado a tres años de destierro en Brancaleone, Calabria, donde comenzó a escribir, en octubre de 1935, El oficio de vivir.
En ese destierro, Pavese encontró en las palabras la mejor manera de levantarse por encima del vacuo nacionalismo de los fascistas. "Por las palabras que un escritor emplea puedes saber quién es. Mira los camaradas de la guerra de España: unos les llamaban rojos, otros leales, unos, comunistas y subversivos, otros, patriotas. Esas palabras te indicaban con quién hablabas, y en cada caso significaban una cosa distinta. En las palabras que usas están tu clase y tu trabajo, lo que sabes, lo que comes, las personas
que tratas. En las palabras está todo", escribió en La literatura norteamericana y otros ensayos, publicado en 1951, un año después de la muerte del escritor, libro que Italo Calvino calificó como "la más rica y explícita autobiografía intelectual de Cesare Pavese". Todavía estaba confinado cuando se publicó su colección de poemas Trabajar cansa, en 1936.
"Al menos por un tiempo, la creí lo mejor que se estaba escribiendo en Italia", dijo sobre su primer poemario, aunque también anotó en su diario: "Hacer poemas es como hacer el amor, no se sabrá nunca si la propia alegría es compartida". A fines de 1936, debido a sus ataques de asma, le fue condonada la pena y pudo regresar a Turín, pero purgó una condena peor: "la mujer de la voz ronca" se había casado. "Ir al confinamiento no es nada. Volver es atroz", registró en su diario.
Su estrategia vital, su modo de luchar contra la angustia existencial y el fracaso amoroso consistió en entregarse frenéticamente a la traducción y a la escritura. La reanudación de su relación con la editorial Einaudi fue un soplo de energía y esperanza. En 1941 apareció por entregas en la revista
romana Lettere d'Oggi la novela breve La playa, que se editaría en formato libro un año después, y De tu tierra, que marcaría su consagración como narrador. Cuando en 1944 los alemanes ocuparon Turín, el escritor se refugió en las colinas piamontesas. Después de la liberación se reabrió la sede turinesa de Einaudi y Pavese se erigió en el factotum de la editorial. Hacia fines de los años cuarenta publicó Diálogos con Leucó (1947), Antes que cante el gallo (1948), que incluía La casa en la colina y La cárcel, título que alude al episodio evangélico en el que Cristo anuncia a Pedro que antes de que el gallo cante él lo negará tres veces; El hermoso verano (1949), que además de la novela homónima incluía El diablo en las colinas y Entre mujeres solas, y La luna y las fogatas (1950), su mejor novela, publicada cuatro meses antes de que el autor se quitara la vida, reeditada en la Argentina por Adriana Hidalgo, con traducción del poeta Silvio Mattoni y ensayos de Gian Luigi Beccaria, Franco Fortini e Italo Calvino.
El protagonista de La luna y las fogatas regresa a los viñedos de su pueblo natal después de haber recorrido el mundo y haber hecho fortuna en América.
"Uno se cansa y trata de echar raíces, unirse a la tierra y a la región, para que la propia carne valga algo y perdure un poco más que un simple cambio de estación", dice el protagonista en la primera página. Detrás del retorno y la reinserción en una sociedad, donde vivió míseramente adoptado y criado por agricultores pobres, de la mano de su propio Virgilio, el inolvidable Nuto, carpintero y trompetista de la banda del pueblo ("un hombre hecho y derecho"), el personaje busca comprender por qué un pueblo es un pueblo. "Nos hace falta un país, aunque sólo fuera por el placer de abandonarlo. Un país quiere decir no estar solos, saber que en la gente, en las plantas, en la tierra hay algo tuyo, que aun cuando no estés te sigue esperando." Es la experiencia radical del huérfano, del bastardo, del hombre de mundo que todavía no sabe cuál es su país.
Aunque acababa de recibir el gran premio de la literatura italiana, el Strega; aunque parecía haber tocado el cielo con las manos, las últimas dos anotaciones en su diario revelan que Pavese se había quedado solo, sin país, sin conexiones con las plantas y la tierra. El 17 de agosto de 1950 prenunció el final que se avecinaba: "Los suicidios son homicidios tímidos".
A modo de un ajuste de cuentas con su pasado, agregaba: "Es la primera vez que hago balance de un año todavía no terminado. En mi oficio soy rey. En diez años lo he hecho todo. ¡Si pienso en las dudas de entonces! Nunca he estado más desesperado y perdido que entonces. ¿Qué he conseguido? Nada. He
ignorado durante unos años mis taras, he vivido como si no existiesen. He sido estoico. ¿Era heroísmo? No, no me ha costado nada. Y luego, al primer asalto de la 'inquieta acongojada', he vuelto a caer en las arenas movedizas. Desde marzo me debato en ellas (...) No tengo nada que desear en este mundo, salvo lo que quince años de fracasos excluyen ahora. Este es el balance del año no acabado, que no acabaré. ¿Te asombra que los demás pasen a tu lado y no sepan, cuando tú pasas al lado de tantos y no sabes, no te
interesa, cuál es su pena, su cáncer secreto?". Un día después, el 18, escribió: "Todo esto da asco. No palabras. Un gesto. No escribiré más". El 27 de agosto, en la habitación que había alquilado en el hotel Roma de Turín, junto al cuerpo sin vida de Pavese se encontró una nota en el ejemplar de Diálogos con Leucó que tenía en la mesa de noche: "Perdono a todos y a todos pido perdón. ¿De acuerdo? No chismorreen demasiado".










El hermano Pavese*


Por María Teresa Andruetto *






Tenía 17 años cuando, recién llegada a Córdoba desde mi pueblo en la llanura, cursé Literatura Italiana y me encontré con Pavese. De no haberlo leído, la condición piamontesa, el origen inculto de los campesinos llegados al país en el siglo XIX y el castellano mal hablado de mis abuelos hubieran sido vergonzantes. "Descubrí a un escritor que parece que hablara de nosotros", le dije a mi padre cuando regresé al pueblo. Mi padre había nacido en Airasca, al borde de las langas, en 1921, apenas trece años
después de Pavese, fue llamado al ejército fascista, un año más tarde desertó, se unió al movimiento partisano hasta el final de la guerra y emigró a Argentina en diciembre de 1948. "¿Pavese? -preguntó-, yo lo conocí, me lo presentó Lucia Neiroti, una prima mía pariente del beato Neiroti, ése al que le nació un lirio en el pecho. Fue en Torino, cuando terminó la guerra..." Mi padre murió en 1990. Poco después, contando el pequeño, modesto, mito familiar a una amiga, apareció la idea y el deseo de escribir las dos versiones del poema que titulé "Pavese".
Mi madre nació en Argentina y nunca fue a Italia, pero puede recorrer en la memoria cada pueblo de la geografía piamontesa por donde mi padre y sus padres estuvieron, cada primo lejano con su historia. Se siente profundamente argentina, pese a que su primera lengua fue el piamontés que sus padres, hermanos, abuela y vecinos hablaban aquí y pese a ser hija de un hombre de Magliano Alpi y una mujer de Michelino. Años más tarde, cuando creía ya haber salido de la influencia de Pavese, en una lectura de poemas pertenecientes a Kodak, alguien que no me conocía se acercó y me dijo: "Su poesía me recuerda a Pavese, él siempre habla de los cuñados y los tíos y en sus poemas hay personajes que conversan...". Hasta entonces yo había creído que Kodak era un libro marcado por la lectura de poetas norteamericanos, pero la frase del ocasional oyente de mis poemas no resulta tan extraña si pensamos que Pavese se liberó de los excesos del lirismo italiano finisecular con la lectura sostenida y la depurada traducción de literatura norteamericana. Se trata de un italiano que leyó como pocos la literatura
norteamericana, lo que también es decir un escritor impregnado de todo aquello que influyó con fuerza en la escritura de los latinoamericanos, quizá por eso -porque es tan profundamente regional como universal- su influencia, aunque no siempre reconocida, fue grande en la generación de los escritores argentinos de provincias que en los '60 le dieron una vuelta definitiva a la literatura regional.
Hace dos años estuve otra vez en el Piamonte e hice con unos primos un moroso paseo desde Canelli hasta Magliano Alpi, atravesando los viñedos de uva moscato y los campitos de avellanos, deteniéndonos en cada pequeño pueblo de las langas, Monticello, Alba, Caravanzana, Barbaresco, Gaminella, Camo, Santo Stefano... esperaba ese viaje delicioso a su territorio de escritura, lo esperaba con ansia. Sin embargo, lo que él me dice y algo que va más allá de lo que dicen sus libros, puedo encontrarlo también aquí, en
mi pueblo y en el pueblo de mi madre, una verdad que está en el lenguaje, una coloratura del habla regional capaz de dar cuenta de una nostalgia heredada, nostalgia del que quiere volver pero no vuelve, del que no quiere volver sino en el mito... trazos de vida en la memoria heredada de otros y conmovedora percepción de las miserias y la rudeza de su pueblo (un cineasta de Torino me hizo notar que en la lengua piamontesa no existe la palabra amor), porque lo que se añora es un lugar emocional que ya no existe, porque no se trata sólo de un lugar, sino también de un tiempo, y entonces el regreso sólo es posible a través de las palabras.
Encontrarme con los libros de Pavese me permitió comprender que la lengua que yo hablaba en casa, el castellano de mi casa y de mi gente, con sus coloraturas regionales, estaba atravesado, casi tanto como el italiano de Pavese, de una presencia piamontesa libre de ostentaciones y pintoresquismos. Que en su lengua impregnada de hondura, late gris, austera, la tremenda cosmovisión del mundo que subyace en mis ancestros y que, sostenida por el sustrato regional en que los suyos y los míos habitaron, nos alimenta y nos hermana.




*Escritora, autora de Pavese/Kodak (Ediciones del Dock, 2008).





-Fuente: Página/12

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-11218-2008-09-09.html



















CEREMONIA RECURRENTE*







*De Julio Córtazar





El animal totémico con sus uñas de luz,
los objetos que junta la oscuridad debajo de la cama,
el ritmo misterioso de tu respiración, la sombra
que tu sudor dibuja en el olfato, el día ya inminentemente.
Entonces me enderezo, todavía batido por las aguas del sueño,
Vuelvo de un continente a medias ciego
donde también estabas tú pero eras otra,
y cuando te consulto con la boca y los dedos, recorro el horizonte de tus
flancos
(dulcemente te enojas, quieres seguir durmiendo, me dices bruto y tonto,
te debates riendo, no te dejas tomar pero ya es tarde, un fuego
de piel y de azabache, las figuras del sueño)
el animal totémico a los pies de la hoguera
con sus uñas de luz y sus alas de almizcle.

Y después despertamos y es domingo y febrero.





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