*Dibujo de Erika Kuhn.
La mujer sin
sombra*
Ella reparte
cada mañana a torcazas y gorriones
–en migas– su
corazón de pan.
Ellos
devolvieron ese amor comiendo de su sombra.
Un día, ella
desapareció.
*De Miryam
Colombotto Seia. miryamseia@cablenet.com.ar
*
La cocina
de mi madre
tenía macetas
sobre una mesa
de madera.
Estaba todo
dispuesto:
la pava, el
mate,
la ventana que
dejaba pasar
el aire leve de
septiembre.
Habrá salido
pensé mientras
la esperaba.
Cuando la
prudencia
llegó a su
término
y se dio por
vencida
lo comprendí
todo
y me bajé del
sueño.
*De Jorge
Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar
LA FE DE LOS
INCRÉDULOS*
Cuando arrecian
los malos tiempos y no alcanza el placard del dormitorio para esconderse,
cuando pasan esas cosas que nos desgarran la tela y despintan las paredes. En
esos decisivos tiempos difíciles de expectación y desánimo, de sueño revuelto y
de dolor, cuando la vida es una mesa que nos ponen con la base en el suelo y
los apoyos al aire. Entonces. Justo entonces. Justo en lo más alto o lo más
bajo, en el punto justo del vértigo. Entonces hay quien enciende velas a los
santos, reza a San Expedito, acude a su Pastor o simplemente ora en lo
recóndito. Y encomienda su alma a su Dios, y cree en lo justo y lo destinado a
cumplirse desde lo desde siempre decidido desde siempre escrito, desde lo
eterno.
Y es la paz del
espíritu, el aplacarse de las pasiones. Es la resignación y lo horizontal. La
oración, el pedido, el agradecimiento por la prueba que encaja como una pieza
necesaria en el rompecabezas de lo Eterno.
El alma puede
descansar, las manos se aquietan en el regazo, un ser paternal o maternal
extiende su velo sobre la criatura frágil.
Pero y qué hay
de los incrédulos. Qué de aquellos que no tienen la dirección a dónde enviar
sus reclamos, sus lágrimas certificadas, su carta documento de protesta e
intimación.
Qué pasa con
quienes en lo alto del trapecio, con las manos resbalosas, saben que en el otro
trapecio no hay ninguna figura alada para recibirlos. A quién le piden
clemencia. A nadie.
Es propio de la
condición humana sin embargo esa cosa oscura de torcer la lógica. Y se ven
arrojados los incrédulos a una maraña sospechosa de cábalas, supersticiones,
costumbres propiciatorias. No encenderá una vela a un santo, pero se alegrará
de que yendo al sanatorio un perro defecaba de frente; es buena señal. No
rezará a San Expedito el hombre de ciencia que no cree en fantasmas ni
Espíritus Santos, pero no usará la remera roja en este día, que le resulta
agorera y atracción de catástrofes indecibles. No acudirá a ningún Pastor la
señora racional que mantiene que el cosmos es caótico y casual, pero le dará
una moneda a un mendigo para prevenir maldiciones soterradas.
Será que somos
tan pequeños, tan efímeros, tan frágiles, que alguna magia nos hace falta para
enfrentar un mundo tan adverso.
No me burlo
entonces ni de los mantras ni de los rosarios, ni de los sermones ni de las
procesiones. Son recordatorios de que le tenemos miedo a nuestra propia muerte
y pánico a la desaparición de quienes amamos.
Si alguna fe
tienen los incrédulos, no se la quiten. Que eludan las escaleras, que no se den
a la traición de los gatos negros, que no pisen las juntas de las baldosas o
que usen la pulserita roja en el bracito gordo del bebé. Es una oración en lo
recóndito. Aunque no hubiese quien la reciba. No burlarse, digo nuevamente, de
una oración en lo recóndito.
*De Mónica
Russomanno russomannomonica@hotmail.com
*
Una viejísima
cierta vez, yo era muy chico, y el recuerdo también se empequeñece, íbamos con
mi padre en auto por un camino de tierra existente entre Emilia y Cayastacito
(Santa Fe) donde una vez el Ferrocarril Belgrano tuvo una importante estación,
ahora invadida de malezas y cabras semisalvajes. De pronto nos adelantó un
camión que si mal no recuerdo transportaba verduras y nos envolvió en un siroco
de tierra y abrojos. En un momento se disipo el tierral indómito y mi viejo
clavo los frenos, extendiendo la mano derecha para que yo no me estrellara
contra el torpedo del vehículo. En el medio del camino estaba cruzado un
tráiler con un barco, no un bote o una lancha, un barco de río, enorme, tipo
draga, viejo, antiguo, carcomido por el óxido o las sales. Una aparición
surgida para inquietarme y turbar mi inocencia. No recuerdo mucho más, porque
no nos retuvimos mucho allí, a la sombra tal vez se soportaban 40 grados, en
ese camino era imposible estar. Tengo ese recuerdo grabado en la memoria, como
el barco encontrado en la selva de Macondo, imborrable, imperecedero, inmenso.
Es fuente de mis fantasías y quizás de mi forma de escritura. ¿Cuántas veces me
he preguntado, quien era el pecio, y quien el náufrago?
*De Jorge
Lacuadra. jorgelacuadra@hotmail.com
CANCION DE AMOR
DEL ERIZO*
Toda la noche
ha silbado y no es el viento.
He recorrido en
silbos circulares tu cuerpo.
Se que vienes
del miedo.
El zorro te ha
orinado y atacada has sido por los cuervos.
No temas, tu
pelambre de hembra está a salvo.
Mi sangre crece
como crece tu savia.
Cada púa tuya
me confirma que eres amapola de carne.
Ya es tiempo de
dejar la estación del apenas.
No debería, no;
no debería existir el apenas.
Los brotes ya
anuncian la plenitud del rastro.
Es el tiempo,
el tiempo que se va y no vuelve.
De enterrar la
locura. Dejar crecer la hierba.
Cerrar de
nuevo, la Caja de Pandora.
Es la hora del
verbo y del temblor.
Salivaré, de
tus flancos, las púas.
Mordisquearé.
Una a una hasta morir.
Hincaré los
dientes en tus hombros.
Beberé de tus
clepsidras plenas.
Treinta esperas
y ciento ochenta estaciones.
Consecutivamente.
Una vez, otra vez más.
Luego, amor, te
dejaré partir.
Vos y yo
seguiremos jugando al camino solitario.
Mas yo, lo se.
En tus orejas
ámbito del ultrasonido de mi pena.
Esta canción de
amor, seguirá. Yo, lo se.
*De Amelia
Arellano. amelia.arellano01@yahoo.com.ar
*
Murió mi
señora. Llevamos una buena y larga vida juntos. En su última enfermedad ella me
instó a que tratara de formar una nueva pareja. Aunque sea que me encontrara
una compañía para pasar el rato. Tratá de ser feliz un poco más; te autorizo a
que le hagas todas las cochinadas que me hacías a mí, pero no me olvides por
completo, me dijo y dejó de vivir. Sostuve en mi espalda vieja y jorobada el
peso del dolor por unos cuantos meses. Pero un día me puse a pensar que a mí
tampoco me resta demasiado tiempo como para andar regalándolo. Por tal motivo
me puse en campaña para cumplir con lo que ella me había indicado. Sintiéndome
menos atractivo que en otra época decidí que lo mejor era hacer las cosas rápido
y tomé el atrevimiento de gastarme un dinero en una compañera. En un par de
días ya tenía todos los movimientos calculados, por lo que decidí agasajarla
con una cena romántica en mi casa. Nuestra primera cena. Yo me sentía muy
nervioso. Iba y venía de un lado a otro buscando que todo estuviera bien. Que
no faltara nada en la mesa. En las copas. En los platos. Por su parte ella se
mantenía erguida contra el respaldo de la silla que le había asignado. Con las
luces en penumbra la miraba de perfil y la contemplo en silencio. Es una obra
majestuosa. Perfecta en sus rasgos. En su vestimenta. En sus pechos
protuberantes, casi exagerados, motivo sin dudas por lo cual la elegí del book
que me habían mostrado en su momento. Antes de comenzar a comer propongo hacer
un brindis. Sus ojos destellan con la potencia que trasmite el amor. Abiertos a
más no poder y sin pestañear. Como todo un caballero me paro y voy hasta donde
se encuentra ella. Hago chocar las copas antes de tomar el primer sorbo de
vino. Luego la beso en los labios y dejo que mi mano se llegue hasta su pecho.
Le aprieto el pezón que primero se apelmaza y luego vuelve a recuperar su
forma. Debe ser una muñeca construida con una muy buena goma importada imagino.
Ese es el momento en que recuerdo a Estela y mando un beso al cielo.
*De Sergio
Fitte.
UNA DEL OESTE*
1. El Sheriff
salió a la calle haciendo tintinear las espuelas en el porche y se dirigió a la
salida del pueblo, justo en el centro de la calle polvorienta y vacía.
2. Morgan,
aquel forajido tan malencarado, con barba de siete días, traspasó las puertas
abatibles del Saloon y se situó en la entrada el pueblo, justo en el centro de
la calle polvorienta y vacía.
3. Los dos
protagonistas-antagonistas se observaron atentamente mientras apartaban las
chaquetas dejando ver sus revólveres Colt 45, justo en el centro de la calle
polvorienta y vacía.
4. El sol
jugaba con sus sombras, el aire podía cortarse y la muerte parecía que se
paseara por el pueblo, justo en el centro de la calle polvorienta y vacía.
…
Nota:
Lamentamos no haber podido terminar la película por cese del guionista.
Seguiremos con ella cuando encontremos otro que no nos sitúe justo en el centro
de la calle polvorienta y vacía.
*De Joan
Mateu. joan@zarca.es
III *
Leche negra de la madrugada te
bebemos de noche
te bebemos al mediodía la muerte
es un maestro de Alemania
te bebemos de tarde y de mañana
te bebemos
y bebemos la muerte es un
maestro de Alemania
tiene un ojo azul te acierta con
bala de plomo
te acierta justo
PAUL CELAN. “Fuga de la muerte”
Son curiosas las distancias, los
tiempos
son curiosos:
uno dice Armenia y pasó hace
mucho,
hace mucho y tan lejos, tan
lejos;
uno dice Ruanda y ni les cuento
cuán lejos y cuán
hace tanto.
Uno dice Medio Oriente y es otro
mundo.
Uno no dice inquisición, ya no
lo dice
porque queda fuera de escala,
es un tiempo fuera del nuestro,
es otra historia,
es otra cultura, otra forma
de ver las cosas, la misma forma
de destruirlas.
Uno dice, incluso, tantos
gobiernos cercanos, con el mismo
idioma,
gobiernos que se dijeron
propios,
e igual quedan tan lejos, tan
fuera de nuestra cama,
tan antes, tan pasado, tan
olvido.
Pero dice Alemania y quién sabe
por qué
piensa en la vereda de enfrente,
en la vuelta de la esquina,
en ayer nomás, setenta años
no son nada.
Y uno piensa en Alemania y es la
muerte, aunque Alemania
ya no sea la muerte, aunque la
muerte
sea en otro lado,
aunque la muerte se refugie en
otro lado,
aunque la muerte haya hecho los trámites
para el cambio de domicilio
y esté tan cerca, tan junto a
nosotros,
tan en todos lados,
tan en nuestro reloj,
en nuestras oficinas, en las
calles
que recorremos a diario, en
nuestros barrios.
Es terrible.
Es terrible, todo queda tan
próximo,
en realidad tan próximo, tan al
lado:
en cualquier lugar del mundo una
descarga nos pinza los
/huevos,
en cualquier lugar del mundo una
pistola
se apoya en nuestras sienes,
los huevos de la humanidad, las
sienes de la humanidad que
/somos.
Es terrible
que para no darnos cuenta
evitemos decir pasado,
que para disimular evitemos
decir pasado,
que para olvidar
evitemos decir
pasado.
Y así los tenemos durmiendo con
nosotros.
El dormitorio del mundo es el
mundo.
*De Sergio
Giuliodibari.
(Vicente López,
1964, reside en Mar del Plata)
-De su libro “Camino
en construcción”, Ediciones El Mono Armado, 2014.
Prosapia*
Los dioses
mayores dan/
los dioses
menores.
Los dioses
menores dan/ los dioses mortales.
Los dioses
mortales dan/ las civilizaciones.
La madre de los
dioses es/ la amante de los poetas.
*De Horacio
Rossi.
(1953-2008)
*
En el velo de
la tristeza hay cientos de lágrimas con ilusiones.
¿Sabrá el dique
de tu ternura dejarlas que desborden?
*De Azul.
azulaki@hotmail.com
http://inventren.blogspot.com/
Preguntas*
Por esas cosas
del azar que determinan la vida más de lo que creemos llegó cuando la película
estaba iniciada. Ya ni recuerda el nombre de la película. Fue arriba del
renacido Midland. En ese tren había un vagón exclusivo para brindar cine. Falto
de cultura cinéfila sólo reconoció al actor que representa el papel de un
profesor de religión al que ve escribir en un pizarrón “Tikkun Olam”. El hombre
que viajaba con un cuadernito a mano anotó: dice Richard Gere que “Tikkun Olam”
significa “Reparar al mundo”.
Hamacado en el
movimiento del tren el hombre se duerme. Sueña que arma los pedazos de su vida
en un relato amable, en una ficción tolerable, escucha su voz diciendo que esa
es la única reparación posible.
Al despertar,
la película ha concluido, mira su anotador donde encuentra escritas dos frases
más:
“reunir
fragmentos”
“amar las cosas
de nuevo”
¿Cómo se logra
eso? -se preguntó.
¿Cómo se hace
para reunir esos pedazos en los que su vida trascurre estallada?
¿Como se hace
para amar las cosas de nuevo?
¿Será más
sencillo seguir reparando en sueños?
*De Eduardo
Francisco Coiro.
***
Próxima estación para escribir por Ferrocarril Provincial:
JOSE RAMÓN SOJO.
ÁLVAREZ DE TOLEDO. POLVAREDAS.
JUAN ATUCHA. JUAN TRONCONI. CARLOS
BEGUERIE.
FUNKE. LOS EUCALIPTOS.
FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE. GOBERNADOR
UDAONDO. LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR DE SAN JUAN
RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO. ESTACIÓN DOYHENARD.
ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.
D. SÁEZ. J. R. MORENO.
EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY. LISANDRO OLMOS. INGENIERO
VILLANUEVA.
ARANA. GOBERNADOR GARCIA. LA PLATA.
***
Próxima estación para escribir por Ferrocarril Midland:
PARADA KM 79
ENRIQUE FYNN. PLOMER.
KM. 55. ELÍAS ROMERO. KM. 38.
MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.
LIBERTAD. MERLO GÓMEZ. RAFAEL CASTILLO.
ISIDRO CASANOVA. JUSTO VILLEGAS. JOSÉ INGENIEROS.
MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE. ALDO BONZI.
KM 12. LA SALADA. INGENIERO BUDGE.
VILLA FIORITO. VILLA CARAZA. VILLA DIAMANTE.
PUENTE ALSINA. INTERCAMBIO MIDLAND.
InventivaSocial
Plaza virtual de escritura
Para compartir escritos escribir a: inventivasocial@yahoo.com.ar
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