*Obra de Griselda
Roces. -De la serie “Los Nudos"-
*
Qué tal si tu
tetera fuera
un mar,
tu taza un
barco
y este poco de
tiempo
que hemos
atrapado
un pez
que en nuestras
quietas aguas,
libre y
olvidado,
nada.
*De Gerardo
Lewin. gerardo.lewin@gmail.com
LO ERÓTICO ES LA VIDA…
MI ABUELA HABLA
DE LOS HOMBRES CASADOS*
*De Irma Verolín. irmaverolin@hotmail.com
La locura le
había dado a mi abuela una notable agudeza para profundizar en las cuestiones
de la vida. Ella, que siempre había hablado de la vida con la jactancia de los
que presumían haberla recorrido de cabo a rabo, pero con la frente bien
alta y los ojos muy abiertos, ahora daba la impresión de estar preparada para
husmear en los vericuetos, nadar en los pliegues ocultos, desafiar los abismos
chiquitos y ruinosos de la vida. Así fue cómo, entre su extravío mental y su
agudeza, empezó a hablar de los hombres casados. Y lo hacía partiendo de la
base que los hombres formaban una raza aparte relacionada con un aspecto del
mundo merecedor de nuestra atención y de nuestro implacable estudio.
Hay hombres
casados por todas partes. Van aquí, allá, se alejan de sus casas
incluso muchos kilómetros, parecen sueltos, pero sin embargo todos están unidos
por lazos invisibles que los reúnen en una cofradía poderosa y secreta. Por la época
en la que mi abuela se dedicó exclusivamente a hablar de los hombres casados
hubo que aguantarle sus delirios y exageraciones. Según ella misma lo aseguraba
estaba adiestrándome a mí en el oficio de vivir en el que ni los
accidentes callejeros, ni los traficantes de drogas ni los gérmenes patógenos y
ni siquiera los comunistas constituían un peligro mayor que los hombres
casados. Un hombre casado era algo más que un simple ser humano, al que una
apetencia puramente carnal había conducido a una oficina pública a firmar un
papel que lo autorizaba, e incluso obligaba, a vivir bajo el mismo techo con
una mujer. Un hombre casado constituía una especie aparte, había evolucionado
en línea directa del mono con mayor rapidez y, por lo tanto, ponía en peligro de
extinción a las otras especies. Un hombre casado podía confundirse a simple
vista con otro, podía jugar póquer con sus amigos o ir a pescar o comportarse
correctamente en situaciones inusuales, pero en el fondo bajo la mirada
iniciada de una mujer inteligente tal confusión desaparecía. Mi abuela quiso
volverme experta en este asunto de identificar a simple vista hombres casados y
yo traté de contentarla, admitiendo que al empezar a practicar en esta clase de
reconocimiento, sin querer me estaba entrenando para un futuro poco prometedor.
Con la
intención de informarme, la mejor manera que mi abuela halló fue su típico
método de contar historias. Claro que aunque del único hombre casado del que se
encontraba en condiciones de hablar a ciencia cierta era de mi abuelo, ella
consideró que sería mucho más ilustrativo hablar de los casados con otras
mujeres. De esta forma conocí los pormenores, la vida y milagro del vecindario
presente y pasado. La galería de personajes masculinos que una vez en su
existencia habían firmado una libreta en el registro civil, amenazaba con ser
inacabable. Las historias se parecían entre sí por las mentiras, el
ocultamiento y el famoso triángulo. De todas las formas geométricas existentes,
la triangular le hacía a mi pobre abuela brillar los ojos. Una de las historias
más repetidas que, por supuesto, mi abuela contaba una y otra vez fue la del
repartidor de leche. Era un triángulo cuadrangular debido a que la mujer
en cuestión también estaba casada. El repartidor de leche, de tanto andar
oliendo las intimidades hogareñas al entrar en la cocina y dejar su producto,
se había vuelto insaciable. A mi abuela le encantaba repetir la palabra
“insaciable”. No llegué a saber los nombres de las mujeres que ocuparon los dos
vértices del triángulo y no quise averiguarlo, porque era muy posible que
mi abuela, en su avanzado estado de locura, confundiera los nombres y las
circunstancias y, según ella insistía, lo verdaderamente importante era lo
ejemplar del asunto. Por desgracia no en todos los casos el desenlace de las
historias encerraba alguna lección o moraleja. Mi abuela citó innumerables
ejemplos: el casado que se apaña con la vecina, el que hace gimnasia en el
parque y mira mucho, el que dice que se marea y se apoya sobre el cuerpo
descuidado de la mujer ajena, el que ronda las salidas de los colegios
secundarios, el que no disimula su traición, el que la disimula hasta sus
últimas consecuencias, etcétera. En fin, una gama variada y completa que ella
gustaba condimentar con refranes más o menos mal aprendidos, tales como: “El
casado, casa ajena pretende”, “Más vale viuda en casa, que casado en el bar”,
“El buey bien acompañado, mal se lame” y otros por el estilo. En muchas
oportunidades, las historias se interrumpían sin razón, entonces yo me quedaba
confusa y la cabeza no dejaba de buscar un final adecuado. Sucedía lo mismo en
el teleteatro de la tarde que tía Margarita veía de lunes a viernes y que le
dejaba un feo malestar durante el fin de semana. A manera de aprendizaje yo
tomé la precaución de no inquietarme demasiado por el final de esas historias.
La vida no era más prolija que la manera de contar de mi abuela. Y, por lo
supuesto, tampoco lo eran las telenovelas de la televisión.
Hombres casados
–murmuraba mi abuela -mascullando y reflexionando al mismo tiempo- hombres que
se marchan amablemente de las casas de mujeres que viven solas o a las que
ellos mismos conducen a la soledad dándoles a entender, con ese farsante aire
metafísico que han aprendido a simular, que su mujer no los comprende y que
aseguran que están a punto de separarse, que se encuentran en un tris de ver
hundirse su hogar en las Tinieblas. Hombres de bigotitos absurdos que vaya a
saber por qué deciden dejarse crecer alguna vez, bigotitos que llevan con
cierta devoción o resignación, como si estuvieran cumpliendo una promesa,
pero que están allí para ocultar alguna cicatriz, algún rasgo desagradable o un
lunar velludo. Bigotitos que ocultan y que son el emblema de su carácter, la
metáfora de su personalidad. Es imposible imaginar qué sería de sus caras sin
esos bigotitos. Hombres a secas con actitudes dañinas y uñas con barniz
suavecito, fanáticos del deporte, deseosos de que su esposa haga cursos de
manualidades o visite a los parientes lejanos para conseguir sus escapadas.
Viven inquietos, sus vidas están llenas de frunces y dobleces y hasta hay que
creer que se apasionan más por el peligro que por la mujer que contribuye a
hacer desapacibles sus vidas. Eligieron la infidelidad porque ser agentes de
contraespionaje les quedaba grande. Hombres cobardes que sufren mirando el
reloj, con un pie aquí y una bragueta allá, hombres de buena memoria, amantes
de un peligro pichulero en el que no se arriesga el pellejo sino el statu quo.
Añoradores del tiempo del noviazgo eternizado fraudulentamente. Traidores del
hogar, apátridas del fuego de la hornalla, mentirosos de entre sábanas,
desamoríos muertos. ¡Desgraciados!
El tema de los
hombres casados obsesionó a mi abuela. Al principio doña Pepa supuso que no
estaba del todo mal, ya que era un modo de reflexión que le estimulaba el
funcionamiento de la sesera y lucía bien ya que mi abuela hablaba
enfervorizadamente, lo que estaba a tono con los tiempos políticos que corrían,
Claro que tanto a mi abuela como a tía Margarita y a mí, semejante obsesión
con un solo tema nos parecía un poco exagerado, y por demás rencoroso,
tratándose de una reflexión bastante oscura que, al fin de cuentas,
rondaba una cuestión que no la afectaba a ella directamente. Cuando mi
abuela empezó a despotricar y discursear sobre este asunto lo hizo con relativa
discreción. Su voz se apagaba y se irritaba a medida que el rezongo se
prolongaba en el tiempo, aunque manteniendo siempre un ritmo parejo.
Después, cuando su voz se alzaba junto con su dedo admonitorio para realzar lo
que sus palabras indicaban, es decir, cuando pretendía convencernos de que los
hombres casados eran la peor plaga que azotaba al planeta y la maldición
primordial del mundo, nos preocupamos sinceramente. Doña Pepa descartó sus
ilusiones de una mejoría y predijo lo contrario. Entonces tratamos de
explicarle a mi abuela que un hombre casado también era un ser humano, que
había nacido de un vientre de madre, que era padre de sus hijos, por lo tanto
merecía como cualquiera una segunda oportunidad, algún perdón o una actitud
piadosa. No sólo fueron inútiles nuestros pedidos de clemencia sino que
recrudecieron su furia. Quisimos darle a entender que casarse o descasarse
podía ser un percance, un error en la vida de cualquiera y tanto era así de no
tan grave que en muchos países, sin ir más lejos en el Uruguay, existía el
divorcio. A mi abuela, escuchar la palabra “divorcio” la trastornó del todo.
Sin otro remedio, al final optamos por ignorarla de una buena vez y dejar que
anduviera si quería con su tema de hombres casados a cuestas de un lado a otro
del patio. Sí a ella le gustaba, sí le hacía bien, si...digamos, no la
escuchaba ningún vecino con la conciencia sucia. ¡Allá ella!
-Blogs de Irma Verolín
La Dama Verde*
Desde hace días
arde en mí
la Dama Verde.
Desde hace dos
días
quiero escribir
un poema
sobre ella.
Pero ¿qué
podría decir?
Es alta y
hermosa.
Un resplandor
la ilumina
y también a
todo cuanto le rodea.
El camino, la
banquina,
los arbustos y
las ramas
que cuelgan por
encima,
están todos
bañados
por una luz
verde
cuando camina
desde la Casa
Alta
a la gruta.
¿Quién es?
¿Qué significa?
Afuera,
en el jardín
el pasto y los
árboles
recuperan su
verdor.
*De Robert
Gurney, Poemas para Dylan
ESTACIÓN DE LA
PASIÓN*
“Y después de
hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se
peinan, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son”.
Julio Cortázar
Solo es un
permanecer. Una caída. Un desprendimiento de enero.
No creen en
Dios. Ni en dioses. Solo, adioses.
Sin embargo,
todos los días, todos, suben al Gólgota.
Fascinación y
rechazo. Amor y odio. Fidelidad y traición.
ESTACIÓN DEL
ESTUPOR
Y porque están
cerca y es la hora.
Conjugar la
ceremonia de la vida. En segunda persona.
Pasión y goce.
Dolor en frutal incandescencia. Estupor.
Ah, viejas
lagunas embrujadas. Ha llegado el sediento.
ESTACIÓN DEL
ESPEJO
Un gemido les
llama. Un temblor. Una llaga abierta.
No hay mejor
espejo que la piel encrespada, las olas y los vientos.
Vestidos de
soledad, se acercan.
Son los mismos
de siempre. Diferentes.
ESTACIÓN DEL
ENCUENTRO
Todos los días,
todos, bajan del Gólgota.
Los cuerpos se
adivinan. Torpemente se encuentran.
Desde el lago
sublunar de la patria. Vuelven.
Blanca sábana
lino. Abren los brazos. Y allí quedan.
*De Amelia
Arellano. amelia.arellano01@hotmail.com
EL REGALO*
Lo dejó aparte.
Justo encima de la mesa del pasillo. En la entrada.
No quiso
manifestar, mostrando el pequeño paquete, sus Sentimientos y con éste gesto
escondió tanto el paquetito como el miedo a mostrar lo que sentía.
Ella le oyó
entrar y reconoció sus pisadas sobre el suelo de madera que se quejaba a cada
paso y que denunciaba al agresor mediante quejidos antiguos y graves. A medida
que avanzaba por el escueto pasillo, dejando tras de si la puerta de una cocina
diminuta y de una habitación llena de estanterías con figuritas de cerámica,
notaba el tenue olor de la mujer que ocupaba la habitación del fondo.
Almendras.
Atravesó el
dintel de la puerta y la vio entre aquella penumbra veraniega que producían los
rayos del sol colándose entre las lamas de la persiana de madera a medio
enrollar y la encontró preciosa. Estaba recostada a medias en un enorme sillón
de terciopelo verde, que sin duda había tenido mejores tiempos, pero que era
cómodo y acogedor con aquel respaldo alto y las orejas enmarcadas en madera. Se
había incorporado un poco al oírle entrar y asomaba una sonrisa de sus labios
finos y ligeramente pálidos dándole una apariencia de total serenidad y
tranquilidad.
Su mano agarró
automáticamente el bastón blanco que tenía apoyado en el reposabrazos del
sillón y miró con él, el camino hacia el hombre, mientras se levantaba para
salir a su encuentro.
Se encontraron
en el centro del saloncito y se abrazaron suavemente, con un cariño que se
traslucía en cada uno de sus movimientos. El tiempo había dejado de existir.
Ella recostó su cara entre el pecho y el hombro con gran cariño, y después,
separándose un poco, susurró muy suavemente, mientras le apretaba una mano
entre las suyas y le miraba a los ojos sin verle:
- ¿Hoy tampoco
te atreves a dármelo?
*De Joan
Mateu. joan@zarca.es
*
Ahora que hay
sol,
ahora,
que sobre la
pared azul crecen, salvajes,
las enredaderas
y huele a selva
el patio;
ahora,
que las
pequeñas bestias asoman al verano
con la ciega
avidez del instinto,
mi cuerpo
reconoce la
sed.
*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com
Adiós*
Y vendrá el
invierno, y será el frío y la garúa tenue siempre tan tenue siempre tan triste
como todas las cosas que no terminan de decidirse, como todas las cosas sin
definición, sin contornos, que ya no son lo que fueron, lo que solían ser, lo
que debiesen seguir siendo.
Y vendrá el
empañarse de los vidrios opacando el mundo, dejándonos del lado de adentro para
siempre, tan lejos del afuera ya no luminoso, tan inhóspito, tan avaro de
hospedajes de tibieza, tan rencoroso tan sin posibilidad de perdón.
Vendrá, sin
duda, el invierno. Es algo que ocurre frecuentemente con la tozuda recurrencia
de lo periódico, lo inevitable. Aunque parezca que esta vez no, que los días
siguen tibios, que esta estación vas a ver que va a ser benigna, mirá cómo
siguen los días lindos cómo todavía andamos de remera y a esta fecha y todavía,
mirá vos, en este avanzado lugar del calendario. A pesar de que parezca que esta
vez no, llegará el invierno.
De pronto
soplará el viento desde el sur, lo helado, lo inhóspito que se adivinaba en la
tierra contagiará los objetos y las respiraciones. Nos miraremos desde lejos.
Habrá llegado, una vez más, el invierno.
Voy a perder tu
piel debajo de los pulóveres y las frazadas. Nuestros abrazos sufrirán
alejamiento de lanas y tejidos interpuestos. Aunque parezca y aunque trate, mis
brazos no rodearán tu cuerpo no tendrán ya más la gracia de abarcarte todo
entero.
Y me vas a
decir que es lo normal, lo establecido, que siempre ocurre, que la naturaleza
la tradición el destino lo decretan, me vas a decir lo que ya se pero no
quiero. No quiero entenderlo aunque lo sepa.
Y voy a
preguntarte a preguntarme a preguntar por qué a nosotros, por qué también a
nosotros. No me voy a rendir a la evidencia de que hace meses que venimos
deshojándonos, voy a florecer extemporáneamente, me voy a obligar a fabricar
flores minúsculas y trabajosas para mentirte una primavera forzada. Voy a
agotar calefacciones.
En vano, en
vacío, en nada.
Te vas a ir
igual.
-Me llevo lo
que es mío -dirás al marcharte. Mentira. A mí no me vas a llevar.
*De Mónica
Russomanno. russomannomonica@hotmail.com
-Más textos: http://auroraboreal.net/literatura/puro-cuento/2025-relatos-de-monica-graciela-russomanno
EL REY DESNUDO*
El rey está
desnudo, grité. Es inevitable, el amor por la verdad se paga caro, pensé cuando
vi que los guardias se acercaban.
Me dejaron a
solas con él. Me preguntó si me animaba a refrendar lo dicho. Temblando por lo
que podía pasarme, repetí: Está desnudo. ¿Qué podía hacer si lo único que lo
vestía era la corona?, ¡y le queda tan bien!. Por una vez me equivoqué, mi
denuncia no me ocasionó problemas Todo lo contrario, me trató como a una reina.
*De Cristina
Villanueva. libera@arnet.com.ar
Bésame como
sabes una de estas noches. *
Ya conoces
que me disloca
me descoloca
y que me
sumerjo
en tu saliva
ambar
como un pez.
Bésame .
Si has
aprendido a despertar
la somnolencia
sobre huecos de la piel .
A cantar sobre
mi cuerpo.
melodías
sigilosas.
Cardúmenes
húmedos
tus besos.
Cúbreme
con sabores
rústicos que traen ellos.
Si fueron
quienes conocieron
la ruta del
temblor
hasta mis
huesos .
Bésame
Una de estas
noches de noviembre
como si todo
volviese a
renacer bésame.
*De Adriana Saliche. adrianasaliche@hotmail.com
Chivilcoy.
InvenTREN
Corbett*
La vida me
permitió acceder al fantástico mundo del arquitecto Jerome Ricardo Klepka.
Antes de partir
a Corbett, su gran obra, había recibido de su amiga Irene una caja con planos,
dibujos de esculturas y cuadernos donde Jerome anotaba frases o explicaba el
significado de sus obras.
Mientras
viajaba en el tren me daba cuenta que el arquitecto Klepka tenia lúdica
creatividad que le permitió colocar sus esculturas "Como los 109 trofeos
que debía cazar un Maharajá". En su cuaderno explicaba: “esta es una
cacería de recuerdos propios a los que debo darles una materialidad”.
**
El hotel se
llama "Edward James Corbett Resort" y queda a metros de la estación
de tren. Es un hotel de tres estrellas con baño privado. Pedí una habitación
sin saber cuanto tiempo necesitaría para recorrer el parque natural y las obras
de arte que Jerome había dejado allí plantadas para que sean vistas e
interpretadas por los visitantes.
Ni bien entré
pude escuchar del conserje una historia que habla de la personalidad del
arquitecto. Durante la obra del reciclado del hotel, el hombre había tenido una
fuerte discusión con el contratista que colocaba el parquet. La discusión había
llegado al punto de la furia y los hombres iban a arreglar sus diferencias a
trompadas. Hasta que el parquetista lo insulto en ruso y Klepka le contesto con
otro insulto similar también en idioma ruso. -Irene me había contado que Jerome
había aprendido ruso porque su padre lo hablaba como segundo idioma; ya en su adolescencia
había decidido estudiarlo bien para leer a Gorki en su idioma madre.-
La cosa es que
el conocimiento común de un idioma y de cultura eslava los amigó. El
contratista y el arquitecto comenzaron a cantar juntos canciones tradicionales.
Para festejar el descubrimiento, Jerome fue hasta su auto, trajo una botella de
Grappa Chizzotti y brindaron con los obreros presentes en la obra.
-Como Ud. mismo
podrá observar, el parquet de pinotea ha quedado impecable. -Remató el
conserje.
**
Me di cuenta
durante un buen rato antes de lograr dormir en una cama desconocida que la idea
de escribir sobre un hombre y su obra no es tarea sencilla -al menos con
Klepka- . Una segunda idea que había tenido durante el viaje en tren estaba en
cuestión, ¿Podría escribir algo más que una crónica sobre lo visto en Corbett?
No quería -como muchas otras veces- plantearme objetivos demasiados alejados,
tenía certeza sobre las limitaciones de mi escritura. Sin respuesta, lo mejor
fue dormirme y esperar que el día siguiente aclarara con su luz las cosas.
Desayune
mirando al verde del parque un cielo amplio y celeste hasta el horizonte. El
día se mostraba como una promesa esplendida. Como muchas otras veces sentía
incomodidad con la soledad. Casi siempre mi trabajo me llevaba a llegar y
permanecer solo en diferentes hoteles, la soledad me convertía en un observador
o en un cazador de imágenes más precisamente. Me llamó la atención la leyenda
impresa en la remera que del hombre de la cabeza afeitada. Tenía menos de cuarenta
años, un cuerpo trabajado en horas de gimnasio. Parecía estar en gira de
negocios desayunando con socios o clientes. La remera decía en letra enorme:
"Y si la mujer del prójimo me desea a mí".
**
No quise
distraerme más. Llevaba en mi bolso un par de cuadernos donde Jerome Klepka
describía el origen de las obras que iba a ver ni bien me animara a salir al
afuera del hotel.
En el pequeño
parque lindero al que miran los ventanales del comedor esta el monumento a
Edward J. Corbett. Es una escultura de hierro negro. Teriántropos en lucha:
Cuerpo humano con cabeza de Tigre. Arriba de la cabeza lleva el sombrero
clásico que hemos visto en las películas llevar a los cazadores. Esa figura
lucha con una enorme víbora que se enrosca por su cuerpo desde su pie
izquierdo. La serpiente termina en una cabeza humana que mantenía colmillos y
lengua de serpiente.
La estatua
tiene el subtítulo de "Metamorfosis". Se lee en su enorme base de
cemento la inscripción de autoría: JEROME RICARDO KLEPKA. ESTATUARIO. ARQUITECTO.
CLONADOR PAISAJISTA.
En el cuaderno
dice -textual- : "Metamorfosis". Fue con la infección del colmillo
izquierdo. Tenía la mitad del rostro con aspecto felino. Sentía que la fiebre
era una enorme serpiente que se enroscaba. Deliraba. Lo más lógico es que la
serpiente tuviera en su rostro el aspecto de la serpiente a la que llamamos,
afiebrados de autoengaño, "ser humano".
Alejándose de
la estación y el hotel hacia el norte esta la entrada al Parque Natural,
situado en las tierras de la antigua estancia de los Corbett. Allí quedaron al
aire libre las obras de arte de Klepka. La primera obra que pude observar se
titula: "El rollo del tiempo".
Escribe:
"Después de la salud, el tiempo es lo más valioso que posee una persona.
(...) Pensé en las manos de mi padre, en los objetos que había dejado
abandonados en el galpón de la casa. Había dos lavarropas oxidados, una
heladera Siam. Los alambres que sostenían la antigua parra habían quedado
formando un rollo, una nebulosa galaxia que ya no podría volver a extenderse.
Fue mi hijo quien lo bautizó como rollo del tiempo"
Me gusto mucho
la obra dedicada a Kurt Vonnegut. "Insectos atrapados en ámbar" Son
piedras traslucidas apiladas como un muro adentro hay cuerpos de insectos con
cabeza humana. Arriba del muro desfila un soldado con un uniforme alemán de la
segunda guerra.
Jerome anotó:
están mi padre y mi tío en la guerra, nunca saldrán del todo. En el oído les
quedara el zumbido de los proyectiles que reventaban el tímpano. Por instantes
puedo volver a ver los ojos vivaces de mi padre cuando recordaba la noche
iluminada por los proyectiles en la batalla de Montecassino.
**
Cuando retorné
del parque estaba bastante cansado, era de noche, había comido algo en un
pequeño restaurante ubicado en la antigua residencia del comisionado inglés.
Volví a la habitación, me bañe con una ducha que no logre regular bien, con el
agua casi fría afloje el cansancio y me dispuse a dormir. La cercanía al campo
convertía al hotel en un espacio de resonancia de lo lejano y lo inmediato a la
vez. En la habitación contigua –que daba a la cabecera de mi cama- una pareja
había comenzado a hacer el amor. Se escuchaba como la mujer jadeaba. Mi primera
idea no fue nada romántica: este Jerome, ha sido un gran artista, pero como
puede ser que haya construido estas paredes con paneles de yeso que no aíslan
nada.
Desde el campo
empezó a ganar espacio un tren acercándose con el inconfundible sonido de las
vaporeras. ¿Será una North British o una Vulcan Iron Works?
Por momentos la
furia del vapor de la locomotora se mezclaba con los jadeos de la pareja.
En cualquier
lugar una locomotora atraviesa la noche. Otra mujer se enciende, hecha vapor,
jadea. Hay viajes que crean la vida y otros que la llevan desde un sitio a
otro. Antes de conciliar con el sueño se imponía una y otra vez una frase que
había leído en mi recorrida. Pensé en lo apropiado que era el título de aquella
obra de Klepka: "Lo erótico es la vida".
*De Eduardo
Francisco Coiro.
***
Próxima estación para escribir por Ferrocarril Provincial:
ÁLVAREZ DE TOLEDO
POLVAREDAS. JUAN ATUCHA. JUAN TRONCONI.
CARLOS BEGUERIE.
FUNKE. LOS EUCALIPTOS.
FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE. GOBERNADOR
UDAONDO. LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR DE SAN JUAN
RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO. ESTACIÓN DOYHENARD. ESTACIÓN
GÓMEZ DE LA VEGA.
D. SÁEZ. J. R. MORENO.
EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY. LISANDRO OLMOS. INGENIERO
VILLANUEVA.
ARANA. GOBERNADOR GARCIA. LA PLATA.
***
Próxima estación para escribir por Ferrocarril Midland:
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PLOMER. KM. 55. ELÍAS ROMERO. KM. 38.
MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.
LIBERTAD. MERLO GÓMEZ. RAFAEL CASTILLO.
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MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE. ALDO BONZI.
KM 12. LA SALADA. INGENIERO BUDGE.
VILLA FIORITO. VILLA CARAZA. VILLA DIAMANTE.
PUENTE ALSINA. INTERCAMBIO MIDLAND.
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