miércoles, enero 10, 2018

EDICIÓN ENERO 2018.



*Dibujo de Erika Kuhn.











FRONTERAS*



Uno va y viene por urdimbres
inventándose espacios en la trama
necesaria de los días,
allí conviven nuestras cegueras
con deseadas luces que nos niegan
-como Pedro antes del alba-

¿Qué delimita la frontera entre
un sol imaginario y éste
que quiebra oscuridades?

El saber no sabe. Va de regreso
en una zona de nieblas.

No contesta.


En la luz mestiza de la tarde
un simple gorrión sobrevuela
mi estupor y este intento
de comprender en qué realidad
se caen
....los seres que se van.


En tanto, mis venas atan imágenes
bisagras trémulas
adioses indefensos.


Sobre la textura áspera del tiempo
la hebra suelta en mí
respira y espera.



*De Miryam Colombotto Seia. miryamseia@cablenet.com.ar
-Del libro Navego Palabras.














LOS MIEDOS*



Hay cosas que uno nunca ha contado, ni a los más íntimos, ni en el momento en que sucedieron ni mucho después. Son cosas de la niñez más lejana que luego un mar de lava oscura ha sepultado, como por ejemplo hasta hoy. Son miedos que le cuecen los recuerdos que uno no quiere tocar porque ignora los límites de ese temor antiguo.
Póngale, lector, la parva de años que desee encima y siempre van a ser pocos.
A nuestra casa, salvo los parientes, venían pocas visitas; mi padre era muy selectivo y muy reservado, pero al menos tres matrimonios nos visitaban, cuyos hijos o hijas eran mis amigos.
Una noche, que a mí me suena fantasmagórica, al salir todos a acompañarlos a la puerta de calle, miré hacia la esquina donde perdíamos (o ganábamos) miles de horas por año, bajo la luz temblorosa de un pequeño y vacilante foco de luz. Alguien salía de las sombras y saltaba en un paso de baile, tratando de cazar con sus manos alguna mariposa nocturna. Era, a mi recuerdo, muy alta para ser una niña. Saltó como si nada en esa noche en que ni los perros ladraban y hasta el último borracho había gritado bajo ese foco “¡Viva Perón!” (no era otro que el inefable Boca de Bronce López) y luego había desaparecido sin un ruido entre las sombras.
La figura debajo de esa luz, cuando volví a mirar, había también desaparecido. Mi mente adulta hoy razona que en esa esquina vivía Ninín Joan con su esposa Rosita Lencioni y su mamá con su bandada de gansos chillones, y en esa casa también habitaban las tres hijas del mentado Ninín, apicultor por más señas. Rasco con la cuchara del recuerdo: ¿Mabel? ¿Mirta? ¿Graciela? El vendaval de la vida me las sacó de los ojos hace mucho, y del recuerdo. ¿Era alguna de ellas? ¿Y por qué mi madre no comentó nada? ¿Solo a mí me llamó la atención—hasta hoy— esa aparición impropia de la hora, del lugar y del frío del invierno? Yo no comenté nada ni pregunté a mi madre si había visto esa aparición, ni a mis terapeutas me animé a decírselos alguna vez.
Y sobre esa misma casa, siendo muy chico, tuve una pesadilla: que mis padres me abandonaban y se subían al techo por una escalera a la cual yo no podía acceder.
La casa de los Lencionis estaba y está enfrente de la de Don Manolo Gómez, que brillaba toda pintada de rojo con su gallito de lata, veleta valiente que aguantaba todos los vientos. Y para ser consecuente también goteaba su sangre roja sobre los techos aquellos de la niñez tan lejana, llena de endriagos y magia.
En el barrio vivían los Sánchez, numerosa familia cuyo abuelo correntino traía a sus nietos los cuentos de aparecidos y duendes con los cuales ayudaba a una niñez temerosa, y aún hoy cuando nos juntamos debemos disimular la risa porque nos cuentan las mismas anécdotas con la misma credulidad. Toto Miguez se divierte mucho con ellos y con delicada ironía los pone al descubierto. Digo, ¿habrá influido todo este historial de cuentos sobrenaturales a observar ese paso de baile que me ha perseguido toda la vida? Probablemente sea así.
Cuando por las noches mi madre me mandaba a tirar las sobras de la cena a las gallinas, yo temblaba como una hoja. Esa oscuridad impenetrable que aún hoy me persigue era intolerable. Mi padre, que era un ignorado agnóstico, se molestaba. Y me decía que los muertos no nos hacen daño, “los únicos capaces de hacerte daño son los vivos”, repetía.
Una noche tomó el revolver de un cajón del ropero grande y me llevó hasta “el fondo del terreno”, como él llamaba al límite que cerraban unas acacias antiguas y esos tunales que eran industria de mi madre. Y la emprendió a balazos contra las pacíficas hojas que aguantaban hasta allí las gotas inocentes del rocío nocturno. Y otra vez que, intimidado por alguna conversación que incluía luces malas, me resistí a ir, tomó el revólver, me hizo acompañarlo hasta ese tunal populoso y me puso el metal frío en la mano. Me ayudó a sostenerlo y me obligó a disparar. Un plumerío de palomas cayó de las acacias —ninguna muerta por suerte— y tuve que fingir que no tenía más miedo hasta que mi madre, tan sabia, sin decir nada, comenzó a ir ella misma disimuladamente con ese plato blanco que vaciaba por encima del tejido del gallinero. Mi padre, entretenido con la lectura del diario, nada sospechaba.
En mi familia todos sabían de mi aprensión por los cementerios. En cierta noche en que volvíamos de la casa de un pariente, una chacra lejana, con un sulky traqueteante y ajeno, mi padre detuvo el caballo en la puerta del cementerio, me hizo bajar ante mi madre atónita y me hizo ingresar unos metros con él. Yo temblaba como una hoja.
—Viste —me dijo cuando salimos— no hay que ser tan zonzo. (Utilizó una palabra más fuerte; atento a mis lectoras, la omitiré).
Al llegar a mi casa, cuando hubo desatado el caballo y quitado los arneses, lo llevó al bebedero y le ató una soga al bozal. El caballo era un moro muy manso y pronto se puso a mordisquear el pasto. Cuando entró, mi madre, furiosa, le espetó: “Mirá, el chico está blanco como un papel, que sea la última vez que le haces una de las tuyas”, mi padre contestó alguna mala palabra pero desistió de tener un hijo valiente y nunca más insistió.
Esa noche el grito de la lechuza sobre los techos no me asustó y me dormí pensando que mi padre había concluido su acción pedagógica y yo mi aprendizaje de chico corajudo o, de algún modo, estaba satisfecho con los resultados.
Es decir, es lo que quisiera preguntarle si todavía estuviera entre nosotros con su aire autoritario y cerril.



*De Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar

*Escrito el 6 de enero de 2018, el cumpleaños de mi nieta Pilar.













Olvido*



*Por Karina Macció. karina@siempredeviaje.com.ar



Quién sabe por qué me acordé
de esa vez que caminábamos y empezó a lloviznar
salíamos de Cortázar, era gris plata el cielo
cargado, voluminoso
abajo, yo, me sentía libre
lo nuestro estaba destruido
te habías encargado racionalmente
decisión tijera
me sentía libre, un poco herida
quién sabe por qué
respiraba tranquila
la tristeza se había deshecho
estirada
el punto suelto de un tejido
tiré y tiré
hilo de lana
roja, suelta,
lista de nuevo para trastocar.


Mi paraguas estaba roto
confuso y algo desesperado
vos no tenías, solo mirabas,
hablabas sin parar de cualquier cosa
(como si las palabras pudieran tapar
la intemperie
existe
con resolución)
en el medio de la avenida lo abro
                                      (el presente me invade, lo toma todo,
en este instante no hay recuerdo
lo invento, lo vivo, estamos, por última vez, caminando)
te muestro y me río
Esto no sirve más
No quiero nada que no funcione, y que encima
no sea lindo
algo que parezca cubrir
y decepcione
(las palabras, pienso, no pueden cortar)
mirá cómo se abre
todo chueco
(las palabras son casita o baldío)


Subimos al cordón del otro lado de la avenida
me alejo fugaz para dejar el paraguas
en el tacho
lo meto, como si fuera transitorio, como si lo guardara
ya estaba todo destruido
seguimos caminando con el mismo ritmo pero las gotitas se multiplican
me despido
no entendés, te hago un chiste
me siento libre
no soporto que estés cerca mío
solo digo
chau chau chau
y encaro de verdad
el otro lado


Las gotas se espesan, primero me golpean
muy frías
impactan, luego se abren
mariposas deshechas
más y más y más
y más
la cortina de agua
me envuelve completa
me encanta
el murmullo de la lluvia hace mi caminar
un vuelo entre el follaje
pronto estaré empapada
pronto voy a temblar
pero ahora
justo ahora
es perfecto.


Quién sabe por qué me acordé
si hoy
no llueve.


Esto es el olvido, el hilo rojo que guardo.





-Karina Macció (Buenos Aires, 1974) es escritora, editora, docente apasionada por la traducción. Dirige Siempre de Viaje, talleres de lectura y escritura, y Viajera Editorial, dedicada a la literatura contemporánea, especialmente a la poesía. Es profesora de Semiología en el Carlos Pellegrini y egresada del colegio Nacional Buenos Aires. Le gusta organizar encuentros donde la poesía brille y sea una experiencia inolvidable.

Ha publicado Ocre, Amarillo vol1 (Textos Intrusos); Mis Peores Poemas de Amor/My love worst poems (traducido por Annie McDermott, Viajera), Diario de la Transformación (Viajera), La Pérdida o La Pérdida (Viajera), impresos en rojo (Gog y Magog), Ferina (La Bohemia), Lestrygonia (Aurelia Rivera), Pupilas Estrelladas (Siesta).














*



Recuerdo vagamente tu cuerpo:
una ola desaforada en la penumbra.
No sé si el murmullo venía de vibraciones musculares
o de palabras dichas en voz baja.
No sé cómo me tocabas.
Quizá era doloroso el tacto
dedos hundidos en la cintura
un puño tirando del pelo
todo eso junto
pero me falla la memoria.
No me acuerdo qué te di
(en esa época no recordaba ni mi nombre).
Hubiera querido
ofrecerte algo más digno
una resistencia loca a los orgasmos
condiciones extremas.
Tu despliegue era tan digno.
Afuera
en los árboles
hasta dejaron de cantar los pájaros.



*De  Mercedes Álvarez. alvamercedes@gmail.com


-Mercedes Álvarez nació en Tandil, provincia de Buenos Aires, en 1979. Vivió en Mar del Plata hasta los diecinueve años. Entre 1998 y 2006 residió en España, donde se licenció en Sociología por la Universidad Pública de Navarra. Realizó un máster en Gestión Cultural. Publicó los libros Vecinos (Baile del Sol, España, 2010), Historia de un ladrón (Caballo de Troya, España, 2010), Imitación de los pájaros (Zindo & Gafuri, Buenos Aires, 2013), Ficciones súbitas (comp., Eds De aquí a la vuelta, Buenos Aires, 2013) y Saigón (Zindo & Gafuri, Buenos Aires, 2015). En 2013 ganó el premio Edmundo Valadés de cuento latinoamericano con el relato Grow a lover.














La obstinada guerra del amor*



En aquella lejana noche del verano argentino Esteban le leyó a Kalman el título del reportaje a Hawking: "En el futuro habrá súper humanos genéticamente modificados".

Cenaron en casa de Esteban con su mujer Leticia, Kalman estaba por unos días en Buenos Aires para visitar a su última tía paterna que vivía en Llavallol. Los hijos de la pareja no estaban. Hablaron mucho sobre las consecuencias de las técnicas de modificación genética.

De esa noche Kalman se llevo la foto de la hostilidad que demostraba Leticia hacia Esteban. Parecía que era algo muy naturalizado por ambos de tal manera que ella no sentía pudor ni inhibición alguna por actuar delante de un antiguo amigo común que los visitaba después de algunos años desde California.
Esteban fingía ignorar el enojo de su mujer, hasta que bien bajito –casi un susurro- para que no lo escuche Leticia dijo: "esta mujer es terrible".

Más tarde hubo un brindis con sidra helada en el jardín. La noche estaba bien abierta al universo visible de pequeñas luces brillantes que titilaban.

Hubo otras quejas de Leticia porque su marido se dedicaba a sus cosas en vez de hacer lo necesario para la casa como por ejemplo cuidar el jardín.

Kalman intento descomprimir con una ironía:

-Te casaste con un filósofo no con un jardinero...

Pero no resultó.

-¡Pero de que filosofo me hablas... es un vivo!!!! –Respondió Leticia con tono indignado.


Pasaron años. Esteban esta muerto. Leticia es viuda.

Kalman llegó con lo justo al cementerio para ver como ingresaba el ataúd a la fosa.
De un modo doloroso y seguramente equívoco pensó que las placas que se pisaban por doquier deberían tener alguna dedicatoria.
Él, que solo tuvo fotos aisladas separadas en años. Que no vio esa película interna en la que cada pareja es un mundo.
Se dijo: habría que poner en el granito "A una victima en la obstinada guerra del amor"


*De Eduardo Francisco Coiro.














*



dos veces vi morir
primero a Pablo y después
a papá

si tuviera que contar lo que sentí
no sabría cómo
solo supe que se habían ido
a algún lugar distinto
otro aire otro viento los movía y ya
no pertenecían a este mundo
de pájaros y de plazas
de peras y panes
este mundo de palabras
de plumas y plomo
de piedritas
de puentes

no era la piel fría o la blancura
que de a poco se vuelve morada
como uvas

o quizás si

se fueron
recuerdo ahora la ventana en el cuarto de papá
el vidrio helado
y me gusta imaginar que por allí
salió volando su alma cansada
y dulce

y recuerdo
la puerta entreabierta que enmarcaba
la cara de Pablo
seguro que por ahí salió
como una piedra que se desprende y rueda
y rueda
y se pierde

toqué su pecho
las dos veces
toqué la falta de latidos
toqué como los ruidos se hunden
en un río oscuro y denso
alejado de los días
y las noches

dos veces vi el silencio
entrando a un cuerpo
y haciendo de los ecos
nada



*De Celina Feuerstein. celinafeuerstein1@gmail.com


-Celina Feuerstein nació en Buenos Aires. Es Licenciada en Psicología y trabaja como psicoanalista. Algunos de sus poemas fueron publicados en revistas literarias y en la Antología del rayo Verde 2015. En breve saldrá “La casa vacía”, su primer libro de poemas, por editorial Caleta Olivia.















CLARIVIDENCIA*




*Por Miriam Cairo. cairo367@yahoo.com.ar



1


Tengo secretos. Concentrada en la penúltima hechicería del año, veo a la cosmonauta parada, inmóvil, en mitad de la calle, con la minifalda negra y un lucero encendido entre los dedos. Está de pie en su centro anti gravitacional. Para algunos está viva. Para otros está loca. Para muchos no está, o se niega a estar, pero está en su negación.




2


El portal abierto en mitad de la calle. El portal no existe. Observo que sólo la cosmonauta ve el portal que no existe. Oigo sus estados psíquicos, las corrientes telepáticas que le llegan de todo cuanto la rodea, los vaivenes de pensamientos que piensan otros pensamientos. Espero el impulso para detener la lluvia de meteoritos que se mezclarán con sus estremecimientos hasta no poder distinguirlos.




3


Hace vibrar la luz. Va a terminar diciembre y la realidad de la cosmonauta atraviesa el planeta de derecha a izquierda y luego, de izquierda a derecha. Necesita la bienaventuranza de mi adivinación. La gente se va a dar cuenta de que te adivino, le dije.
Primero me vas a adivinar en el lugar en que se acaba, se acabó, quizás acabe el color abismal que no tiene fondo, me dijo.
Después me vas a adivinar donde vos quieras.
La realidad no te pertenece, le dije, o no le pertenecés, y te despertás inmediatamente de esta pesadilla, le ordené, sin pensar que inmediatamente es un adverbio de tiempo que a la cosmonauta no le hace ni fu ni fa.



4


Los astros se unen a los astros, uno a uno, y una noche, de pronto, forman una constelación, un montoncito imposible de constelaciones.  Me ahondo en el sinfín de polvo estelar que me sale por los ojos y por la boca. Tan pronto como quiero dejar de captar algo, aparece la puerta falsa en un muro del cosmos, un portal de tres metros de diámetro. Lo abro, lo abrí, lo abriré, 777 mil veces. Es un talismán fosforescente. Un arcoiris redondo y tremolante.  A este biombo extra dimensional en otros tiempos he soñado, estoy soñando, soñaré. No es mi cuerpo el que sale de mi cuerpo. No estoy sola. No estaba sola. Casi vaticinaría que otro día, lo importante será abrir por primera vez la mirada para que se nos acerque más la metáfora, o la víspera, o la cosmonauta.




5


Cuánto hay que presentir para llegar a lo presentido. Es extraño el coraje de leer las manos, la borra de café, la flor de jacarandá, los granos de arena, los poemas de Nostradamus. Se presiente porque hay que presentirlo. ¿Quién no sabe tirar las cartas, y las hojas de sauce, y los residuos patológicos? No se puede juzgar a la ligera. Shine alone, shine nakedly, shine like bronze, y preparar filtros de amor y coser muñecas para alejar malos espíritus. Y curar a distancia los que enferman a distancia.
De tanto querer ver un oasis, el oasis y la cosmonauta aparecen.



6


Un sorbo de tiempo dulce saldrá por la garganta de quien diga una lámina fina de lenguaje, un punto de partida desde el que se ve que, de tanto ver, se alarga el día. En fila india marcha la flotilla de palabras, las naves transportadoras del gran zumbido de las letras, para irse lejos del mundo a remendar el desierto del Sahara lleno de pasos anunnakis, huellas largas de pasos extraterrestres y naves de alburas en viajes de rumor que despiertan mundos guturales.




7


La cosmonauta anda sola por París, unida a todos por el nacimiento. Sería preferible vaticinarla en el valle silencioso, en el cerro Uritorco, en la página 196, en el bar de la esquina, inmutable por el paso de los días y las noches, acortando el tiempo del espejismo. Parece una recién llegada invisible, por el simple gusto de frecuentar otros seres invisibles, convivir y colaborar con ellos. Hay muy pocas cosmonautas que saben por qué un vaticinio hace esto y no aquello, en general, acusan de Creador del Mundo al que adivina.




8


Parte del todo. Punto de origen no. Punto de partida tampoco. Tengo la certeza de que no es mi imaginación. Cuando la veo y me acerco, una crepitación de glóbulos me sube de los pies al cerebro a la velocidad de la luz. El punto de inflexión es, fue, será el gesto de hablar cuando calla, callaba, callará. Todo esto lo digo para presentar un milagro que se repite como la duración del aire.



9


Le pregunto si esta noche no debería ser llamada con la palabra noche, "noche, noche, venga, noche" porque esta palabra impone muchos verbos cuánticos de conjugación levitante que humedecen el lenguaje hasta hacerlo gemir. Calculo si es previsible la frecuencia imprevisible, mientras admiro el resplandor del atardecer. ¿Ves cómo en cada una de las letras de la palabra noche se refleja la luz?, pregunto. Y la cosmonauta de ojos invisibles dice que soy clarividente desde antes del principio de mi vida. Yo le digo que simplemente reordeno los hechos para que sean más interesantes y, a veces, más significativos. Una palabra es dos palabras y tres y cuatro y todas. Por aquí y por allá la cosmonauta me pide palabras peregrinas para confirmar su paso por esta vida.














*


Nosotros, que encontramos la medida sagrada de los cuerpos, descubrimos que una palabra en el lugar correcto, alcanza una visión tan poderosa, que es capaz de encender una estrella bajo la cual cantar.


*De Valeria Pariso.

-Valeria Pariso nació en 1970 en la provincia de Buenos Aires. Publicó los libros de poesía: "Cero sobre el nivel del mar" Ediciones AqL (2012), "Paula levanta la persiana", Ediciones AqL (2013); "Donde termina esta casa", Ediciones de la Eterna (2015), "Del otro lado de la noche" (2015) Editorial El Mono Armado,
"Triza" (2017) Editorial Detodoslosmares.
-Tiene inéditos los libros "Uva negra" y "Mascarón de proa".
Varios de sus poemas fueron traducidos al portugués y al italiano.

En el año 2014 crea, en Bella Vista, un ciclo de poesía destinado a la lectura de poesía contemporánea entre vecinos que continúa coordinando en la actualidad, incluyendo fotografía a cargo de Karina Giglio y música a cargo de César Jorge.

Coordina talleres de poesía.

Sus blogs:








Inventren







ESA GRAN PATADA AL FUTURO...*



El tío abuelo de Kalman bajó de "El pampeano" en Polvaredas a las 0.35 del viernes 26 de septiembre de 1947. Al día siguiente era su cumpleaños número 58.
Unos minutos antes el tren había salido de la estación Atucha. El tío no podía conciliar el sueño. Miraba por la ventanilla ese cielo tremendo tan diáfanamente estrellado. Tan derramado en estrellas sobre un campo que se parecía al infinito.
El tío tenía como objetivo ver loteos pasando la estación 9 de julio. Había sacado pasaje hasta Mirapampa pero pensaba bajarse donde viera anuncios de lotes en venta. Como en un parpadeo se borró la continuidad del paisaje de cielo a campo que venía admirando. Cuando abrió la ventanilla recibió en el rostro el golpe de una densa nube de polvo.

Era polvo con brillos -como de luciérnagas- que se encendían y apagaban velozmente. Quizás era polvo de estrellas que impactaban en una velocidad incalculable en relación a la marcha del tren.
El tío se atemorizó. Cerró la ventanilla. Pensó que quedaría ciego pero tras unos instantes su vista se volvió normal. Afuera la nube oscura con brillos siguió unos instantes más, y  de nuevo la noche estrellada, ni rastros de esa polvareda. Fuese lo que fuese lo que había rodeado al tren había desaparecido.

Miró al interior del vagón, los pasajeros no habían notado nada anormal en ese transcurrir del tren.

Algo que no supo explicar bien le dijo que tenía que salir de ese tren lo antes posible. En la primera estación en que se detuvo el tren tomó su pequeña valija y bajó. Casi al pie de los peldaños vio dos hombres que se aprestaban a subir. "No suban. Este tren esta maldito" les dijo con ojos seguramente desorbitados por el miedo.
No sabe si les hablo en un español que no manejaba bien o en su lengua madre polaca.
La cuestión es que los tipos lo miraron como si fuese un borracho trasnochado y subieron por los mismos peldaños que el tío había pisado segundos antes para sentir la solidez del andén.

El asombro del tío siguió cuando al verse en el espejo de la sala de espera vio su cabellera tiznada de polvillo. Se sacudió pero al quitar la polvareda descubrió sus pelos poblados por canas que no tenía al subir en La Plata.

Lo asombroso -según Kalman- es la flexibilidad demencial con la cual su tío abuelo se adapto a una situación totalmente impensable.
Se quedo un tiempo en Polvaredas, busco trabajo en un campo cercano. Decidió no decir ni palabra de lo ocurrido en ese tren.
Más o menos dos años después de bajar en Polvaredas el tío reencontró a su hermana menor con marido e hijos recién instalados en la Argentina. Hartos de guerras y miserias humanas arribaron a Ensenada, última referencia que tenían por una antigua carta donde el tío les dejaba un domicilio. No esperaban encontrarlo con vida. A ese tío abuelo además de llegarle familia le llovieron lágrimas, abrazos y reproches.
Las lágrimas se secaron con el paso de los meses, los abrazos se aflojaron por costumbre, pero los reproches de su hermana siguieron y hasta se hicieron encarnizados. El tío escuchaba todo sin enojarse ni justificarse.

-¿Por qué no contestaste las cartas? -Papá y mamá murieron sin tener noticia tuya, pensaron que habías muerto o lo que es peor que no te interesaba saber nada de tu familia.

Un día, quizás cansado de visitar a su hermana en la casita de Ensenada para recibir ese clima tenso de reproche hasta en los silencios. De no poder ni sostenerle la mirada. El tío abuelo de Kalman habló. Llevó una valijita de cuero rígido - la misma con la que había subido al tren aquella noche en la terminal de La Plata y la abrió.
Primero puso sobre la mesa un pasaje de tren: que decía La Plata - Mirapampa fechado claramente el 24 de septiembre de 1917.
Ese día fue un Lunes -se extendió en un detalle al que nadie le dio importancia-
Luego puso un ejemplar del diario La Nación sobre la mesa con la misma fecha.

-¡Que me queres decir, le dijo su hermana con una mirada que pasó de ser severa a echar chispas de indignación... que desde que subiste a ese tren decidiste olvidarnos. No contestar cartas o irte a vivir a otro planeta...!

-Estuve viajando adentro de ese tren 30 años. Seguí con mi vida como pude o mejor aún -aclaró-: agradecido de no seguir allí adentro vaya a saber por cuantos siglos más. No le creyeron. Era como decirles que las hojas alguna vez fueron plumas. Que lo trataran como un mentiroso absurdo generó una pelea familiar que duro un tiempo.

Muchos años después Kalman recibió de manos de su tío las únicas pruebas de no haber faltado a la verdad aquel día con su familia. El pasaje del tren y ese diario donde se leía entre las noticias destacadas que el ministro de defensa Elpidio González solicitaba el estado de excepción para enfrentar la huelga ferroviaria de 1917.

La madre de Kalman, sobrina menor del tío, siempre le creyó. El misterio de los 30 años fue algo que Kalman reconoció como fuente iniciática de dos vocaciones: tanto de investigador científico como de escritor vocacional. Si hubiese sido una verdad comprobable  la experiencia del tío merecía un libro similar al de "Física de lo imposible". Si era una mentira urdida para encubrir su desamor o el desapego a su gente era un portal a literatura pura.
En sus indagaciones Kalman encontró unos pocos elementos a favor de la historia tal como la relataba el tío: No había ningún rastro de su permanencia en esas tres décadas previas a establecerse en Polvaredas, de 1917 a 1947 no había nada de nada. A pesar de estar encanecido era inusualmente joven por tener los años que tenía. Los que lo conocieron en esa época posterior a su viaje en tren no le daban no mucho más de 30 y pico de años.


De tanto ir a visitar a su hermana conoció a una muchacha llamada Haydee y se casó. Se los veía felices, se prodigaban en arrumacos con palabras de amor. Después unos meses surgió algo que el tío se había esmerado por negar: había una secuela o una rareza más atribuible a su viaje en el tren. La mujer le decía cariñosamente "mi bichito de luz".  En confianza le dijo a su cuñada que en la intimidad de la noche, cuando se emocionaba o excitaba el tío se encendía como una luciérnaga.

El tío se instalo con su mujer en Ensenada pero cerca del río pues amaba pescar. Hizo amigos raros como él con los cuales compartía noche de pesca con charla hasta amanecer. Ellos le aceptaban su historia, cada tanto, si el tío se emocionaba con algún recuerdo fuerte se encendía e iluminaba como un foquito hacia la lejana oscuridad del río. Sus amigos le decían señor de la luz o el iluminado según la ocasión.


Ya ostensiblemente viejo, hablaba mucho de su infancia en aquel pueblo de Europa central del cual partió antes de llegar a la edad necesaria para ser convocado al servicio militar. Su padre era carpintero pero quería un futuro militar en la familia. Más aun siendo el hijo mayor. Una vez, caminando con su padre por el bosque mientras iban a elegir un roble para hacerlo madera de mueble. Su padre lo obligo a marchar delante de él como lo hacen los soldados. El tío era apenas un muchacho de 14 años que intentó cumplir pero de mala gana. Esa falta de vocación enfureció a su padre que comenzó a patearle los talones cuando no marchaba correctamente llevando la punta del pie bien alto. Así. A pataditas correctoras tuvo que marchar hasta retornar a las afueras del pueblo donde seguramente por vergüenza su padre suspendió la instrucción de marcha para su futuro militar al servicio del imperio.
Desde aquella tarde detestó para siempre a su padre, a los militares, al imperio austrohúngaro. Ese día empezó a gestarse su idea de irse bien lejos donde no hubiera ni imperio ni guerras ni un padre que esperara tener un buen hijo militar en la familia. Así fue. Dos años antes del comienzo de la primera gran guerra dejó una nota "me voy, ya escribiré cuando este establecido"

Según parece trabajo embarcado apenas un año hasta que llego a un puerto argentino. Se radicó.


***


Kalman siguió pensando en lo sucedido con su tío abuelo hasta que él mismo cumplió sus 58 años. Ese día se dijo que ya era el momento para aceptar lo inexplicable en esta historia de su tío.

Era muy pobre como explicación decir que había sucedido una anomalía en el espacio-tiempo. Que su tío abuelo había sido un testigo privilegiado cuya mayor maravilla era haber desplegado una enorme fuerza psíquica para adaptarse, como el mismo decía a "esa gran patada al futuro" que había recibido.

En esos 30 años en el tren evitó enterarse del final de la primera guerra. De la guerra civil española. De la segunda gran guerra. De tremendas e increíbles matanzas. El siglo XX se desplegaba en horrores. Su pueblo natal fue devastado. Hijos y nietos de sus vecinos fueron enviados a campos de exterminio por los nazis.

De última, cuanta gente que vivió realmente día por día todos esos años que el tío abuelo pasó por alto adentro de un tren dirán si les preguntan que todo paso muy rápido. Que  30 años de vida fueron parpadeos.  Unos pocos suspiros. Kalman mismo sintió eso al cumplir sus 58 años cuando decidió abandonar las investigaciones teóricas que había intentado construir obstinada e inútilmente por años. Hasta una vez -ridículamente- llevó un diente de su tío a un científico colega para hacer una prueba con isótopos de estroncio y así rastrear las geografías por donde transcurrió la vida del tío en esas décadas adentro del limbo.

Lo que Kalman pudo comprender daría sus frutos de ahí en más en su escritura. Ejercitar ficción contra lo real que va muy adelante sorprendiendo con su implacable soberanía del acontecimiento.

Le quedó una imagen grabada por otras tantas que irán al olvido.  Era fin de año. Cuando todos estuvieron de acuerdo con el reloj en que indudablemente comenzaba un año nuevo.
El tío -que ya era un ancianito sin dientes- levantó la copa de sidra  y mientras la chocaba en el aire con otras copas pidió con su voz por encima de otras voces
“paz y felicidad para el mundo”.



*De Eduardo Francisco Coiro.











-Próximas estaciones de escritura:

PLOMER    
-Por Ferrocarril Midland-

JUAN ATUCHA.  
–Por Ferrocarril Provincial-


***
El recorrido por venir del tren literario en el Ferrocarril Provincial:

JUAN TRONCONI.    CARLOS BEGUERIE.   FUNKE.   LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.   LOMA VERDE.  
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY. GOBERNADOR OBLIGADO.  
ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.    D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.   
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.   LISANDRO OLMOS.  INGENIERO VILLANUEVA.  ARANA.  GOBERNADOR GARCIA. 
LA PLATA.

***

El recorrido por venir del tren literario en el Ferrocarril Midland:

KM. 55.    ELÍAS ROMERO.    KM. 38.   MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.   LIBERTAD.  
MERLO GÓMEZ.   RAFAEL CASTILLO.    ISIDRO CASANOVA.  JUSTO VILLEGAS. 
JOSÉ INGENIEROS.   MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.  ALDO BONZI.   KM 12.   LA SALADA.   
INGENIERO BUDGE.  VILLA FIORITO.  VILLA CARAZA.   VILLA DIAMANTE.
 PUENTE ALSINA.  INTERCAMBIO MIDLAND.



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