*Obra
de Andrea Piehl andreagpiehl@gmail.com
Muchos emprendieron este viaje*
Muchos emprendieron este viaje
pero llegar
no es sólo una cuestión de fe
o de resistencia,
no es tan sólo el deseo de
arribar
o la esperanza ingenua
de un puerto que finalmente nos
acoja.
La ruta es muy compleja
y los viajes no son lo que
parecen.
Por el camino
vas dejando jirones de tu
esencia
y tras unas etapas ya eres otro.
Y comprendes entonces
que ya no sabrás nunca
si vas a terminar lo que
empezaste,
no sabrás nunca
si allá en el horizonte existen
Ítacas
o fue sólo una ilusión
desdibujada
por las certeras llagas
que adornan tu costado.
Pero la fiera voz de tus
entrañas
exige un nuevo paso, pues no en
vano
hay sangre nómada corriendo por
tus venas.
De Por si mañana no amanece
*De Sergio Borao Llop. sbllop@gmail.com
¿QUÉ VAS A
HACER CON TANTO UNIVERSO?
CIRCULO*
Pisaba sólo las baldosas pares.
Esto le daba un andar concentrado y a veces dubitante, porque las calles no
estaban demasiado cuidadas, existían espacios sin baldosas o con
las baldosas levantadas lo cual le obligaba a mantenerse por momentos como una
cigüeña sobre un solo pie, hasta que encontraba el lugar exacto donde posar el
otro con cuidado.
Esta costumbre no originaba
curiosidad, porque ya nadie sentía curiosidad por el otro. Vivían todos
sumergidos en su propia problemática, su propia baldosa par, su propia
supervivencia.
Llegaba por fin a su núcleo básico, con su pequeña puerta gris con una amarillenta tarjeta insertada en un recuadro, donde aparecían su apellido, su nombre y su número personal. Se apoyaba sobre un solo pie por un momento, colocaba la mano derecha sobre la mano que aparecía impresa en la madera y cuando la puerta se abría estiraba la pierna doblada y traspasaba el umbral con cuidado. En el pequeño receptáculo-nido se sentía protegido. Observaba a su alrededor con cuidado y comprobaba que todo conservaba su orden, el orden de las cosas y su propio orden, La cama estrecha con su cobertor gris estirado prolijamente. La mesa con su pequeña lámpara. El armario para la ropa donde también guardaba algunos objetos valiosos que no estaban prohibidos por el momento, una Biblia que perteneció a su madre, muy gastada porque él la leía repetidamente como una novela, interesándose en las anécdotas que se relataban, en cada personaje; una cartulina pequeña con un paisaje azul que iba volviéndose gris porque los colores se iban desvaneciendo, lo había dibujado cuando comenzó la escuela, cuando éstas todavía existían; una esfera de vidrio con un paisaje nevado en su interior, que era su posesión favorita. A veces pasaba toda una tarde sentado en la cama, moviendo suavemente la esfera provocando movimientos muy pequeños, para tener más posibilidades de cambio. Esto realmente le provocaba un estado de satisfacción que lo separaba de su repetición y de los cambios producidos en las últimas décadas.
Llegaba por fin a su núcleo básico, con su pequeña puerta gris con una amarillenta tarjeta insertada en un recuadro, donde aparecían su apellido, su nombre y su número personal. Se apoyaba sobre un solo pie por un momento, colocaba la mano derecha sobre la mano que aparecía impresa en la madera y cuando la puerta se abría estiraba la pierna doblada y traspasaba el umbral con cuidado. En el pequeño receptáculo-nido se sentía protegido. Observaba a su alrededor con cuidado y comprobaba que todo conservaba su orden, el orden de las cosas y su propio orden, La cama estrecha con su cobertor gris estirado prolijamente. La mesa con su pequeña lámpara. El armario para la ropa donde también guardaba algunos objetos valiosos que no estaban prohibidos por el momento, una Biblia que perteneció a su madre, muy gastada porque él la leía repetidamente como una novela, interesándose en las anécdotas que se relataban, en cada personaje; una cartulina pequeña con un paisaje azul que iba volviéndose gris porque los colores se iban desvaneciendo, lo había dibujado cuando comenzó la escuela, cuando éstas todavía existían; una esfera de vidrio con un paisaje nevado en su interior, que era su posesión favorita. A veces pasaba toda una tarde sentado en la cama, moviendo suavemente la esfera provocando movimientos muy pequeños, para tener más posibilidades de cambio. Esto realmente le provocaba un estado de satisfacción que lo separaba de su repetición y de los cambios producidos en las últimas décadas.
También tenía una mesa para
comer, adosada a la pared de la cocina. Allí había una ventana, redonda
como un ojo de buey, desde donde se podía contemplar el cielo.
Su soledad no le producía
tristeza. Se sentía contenido en su pequeño huevo-casa, casi como en un útero,
donde no existían necesidades., donde todo estaba previsto sin que él
necesitara anhelarlo ni esforzarse por conseguirlo, Si quería escuchar los
comunicados oficiales podía apretar un botón en la pared que iluminaba un
aparato con pantalla. Si aparecía una cara de mujer era Ara. Si era un hombre
era Holm. Ara mostraba unos dientes muy grandes cuando saludaba antes de
comenzar a leer las noticias. Holm tenía una mirada fija, como si viera más
lejos de donde él se encontraba escuchando. De alguna manera eran sus amigos.
Podía tenerlos en su casa sin sentirse invadido. Estaban ahí pero no
interferían.
Pocas veces se sentía algún
ruido desde los núcleos que lo rodeaban. Una vez había escuchado en la noche
ruido de pisadas muy fuertes y rápidas, que se detuvieron en el receptáculo
pegado al de él. Sintió el crujido de la puerta que se rompía, gritos de mujer,
pisadas nuevamente, luego nada.
Se había encogido en ese
momento, cubriéndose la cabeza para separarse de los sonidos. Pensó un
momento en la mujer que vivía allí. La había visto una vez cuando volvía, Era
una mujer madura, con rostro gastado y ojos celestes todavía luminosos. Ella lo
había mirado con más detenimiento que él, como para hablarle, pero él se había
negado a ese reconocimiento. Pensó que quizás si hubieran hablado ese día, él
también habría desaparecido esa noche. Su precaución lo había protegido, pensó
aliviado.
Una tarde, cuando volvió a su
hogar, luego de cenar escuchando a Ara, abrió su armario y sacó la esfera de
cristal. Jugó con ella largo rato, formando paisajes nevados con techos
rojos rojos y pinos verdes. Cuando Ara terminó con las noticias y
le sonrió mostrando sus dientes grandes, se levantó de la silla lentamente,
tomó el cinturón de su uniforme gris y formando una lazada con cuidado, se
colgó del ojo de buey.
*De Sonia Arismendi. soniaris@adinet.com.uy
-LAS PEQUEÑAS VIDAS.
TANTO UNIVERSO,
DANTE*
Crónicas del Hombre Alto (n° 81)
“ese bebé / niño / frasquito de
posibilidades”
Leonardo Pez
¿Te diste cuenta, Dante?
Espléndido, múltiple y contradictorio, el universo entero fluye a tu alrededor.
Aquí y ahora mismo, delante de cada uno de tus pasos, todo late, novedoso, al
alcance de tus sentidos y tu curiosidad: números, colores, fragancias, objetos,
formas, sonidos, sabores, palabras, animales y personas, partículas y océanos,
contundencias y abstracciones.
Es una cosa muy grande el
universo, Dante, no te das una idea. Todo gira y gira en una perpetua danza
cósmica cuya partitura nadie conoce, una danza que -aunque todavía no lo sepas-
también a vos te envuelve, te atraviesa, te concierne. Es algo tan enorme, el
universo… ¿Por dónde vas a empezar a estrenarlo? ¿Cuál de sus infinitos
costados atraerá tu atención? ¿Cuál de sus incontables regiones te interesará
recorrer? ¿Detrás de qué puertas querrás husmear para asomarte al mundo? ¿A
caballo de qué entusiasmos lo abordarás? ¿Querrás medirlo, pesarlo y contarlo,
o te esforzarás por poner en él cierto orden? ¿Te obsesionarás por comprender
las leyes que lo rigen, o te dedicarás sólo a alimentar el disfrute de
explorarlo? ¿Lo aceptarás tal cual es, o necesitarás reinventarlo sobre lienzos
o pentagramas? ¿Qué barajas sacarás del mazo inconmensurable? ¿Tendrás
predilección por lo dulce? ¿Te gustarán más las melodías compuestas en tono
menor? ¿Preferirás los colores fuertes?
Varias de las respuestas están
ya grabadas en tus genes; lo sé aunque no las conozca. Pero a las otras, Dante,
las que no dependen del azar o la biología, ¿qué y quién habrá de sembrarlas en
vos? Sos arcilla fresca, todavía. ¿Qué brisa, qué aroma, qué azul te moldearán
con huella irrevocable? ¿Qué mimo, qué abrazo, qué tono de voz se volverán
refugio vitalicio, oculto para siempre en un recuerdo sumergido? ¿Qué momento
de entre tus momentos se erigirá en remanso al cual acudirás, sin saberlo, en
la adultez?
Sentado junto a vos en el suelo,
te miro jugar, escucho tu parloteo de vocablos no siempre inteligibles, espío
la inocencia con que empezás a palpar lo inabarcable. Pienso en la vastedad de
lo que tenés por descubrir y tamaña inmensidad, te lo aseguro, me marea.
Decime, Dante, ¿qué vas a hacer con tanto universo?
*De Alfredo Di Bernardo. alfdibernardo@fibertel.com.ar
DERECHO PROPIO*
Hembra
soy, y diosa y loba. Por derecho propio.
Soy
gacela y ocelote. Mariposa, ceniza de madera.
Puedo
amamantar un limo seco.
Nutrir
un árbol desmembrado.
Puedo
ser néctar o mandrágora .Desesperada sed. Agua.
Yacer en
arpilleras de enero, en andenes de julio.
Puedo
ser, y soy. Machorra y madre.
Mantis
religiosa y pulpo hembra.
Santateresa
o Santa Rita, parra virgen.
Enamorada
del muro enredada a tus riscos.
Saciedad
de tu hambre, avena venenosa del oeste.
Meditación
de hojas. Andamios de deseos somnolientos.
Intensos
jadeos derramados en lluvia.
Y se
postra la noche entre cuchillos.
Y la
loba. Ah, la loba. Loba de tierra.
Loba
alfa. Y aúlla y delimita el universo de su goce.
Y lame.
Lame, amorosamente.
Desnuda
vida. Savia. Subsistencia.
*De
Amelia Arellano.
amelia.arellano01@yahoo.com.ar
Una redonda
moneda de un rublo*
*Por Juan Forn
Viktor Shklovski siempre quiso
saber qué había dentro de las palabras. Es famoso por haber inventado en
Leningrado, con una pandilla de mentes tan brillantes como la suya, una secta
llamada Opoiaz (o Conjura para la Develación de lo Poético), que hasta el día
de hoy se estudia en las universidades del mundo con la plúmbea etiqueta de
Formalismo Ruso. Pero para mí es el hombre que escribió para siempre estas
líneas, en un breve texto llamado Escribo sobre besos: “Ella me amaba y yo
también. Nos besábamos y no sabíamos hacerlo. Detente aquí, frase, y vigila las
cosas mientras yo traigo otras palabras”. Antes de la Revolución, los abuelos
de Shklovski vivían en las habitaciones de servicio del Instituto Smolni. El
abuelo era jardinero y la abuela, sirvienta. El abuelo era un alemán de Letonia
que raptó a la abuela cuando ella tenía catorce años. El hablaba mal el ruso y
ella no hablaba nada de alemán, así pasaron cuarenta años juntos (la abuela
decía que el abuelo escribía en latín; quería decir letón, pero no lo sabía).
Cuando el abuelo murió, la abuela siguió viviendo sin pretensiones. Vivir sin
pretensiones significaba levantarse antes del alba, no tener tiempo libre ni
rincón propio, limpiar, lavar, fregar, cortar leña, no responder cuando la
sermoneaban.
Fue un invierno terrible el del
año en que la abuela murió. “Siempre tratábamos de detener el otoño y el otoño
siempre se iba, pero ese año ni siquiera llegó”, escribe Shklovski. Su amigo y
compañero de Opoiaz, Boris Eichenbaum, “leal como el eco”, consiguió una estufa
de trinchera, llevó una pila de revistas y libros, se sentó delante de la
estufa hojeándolos uno por uno. Arrancaba las páginas que consideraba
absolutamente vitales y el resto lo echaba al fuego. No podía quemar nada sin
haberlo leído antes. Shklovski, que creía amar los libros igual que su amigo,
dice que él habría quemado todo: “Y de haber tenido un brazo o una pierna de
madera, también la habría echado al fuego”. Pero Boris Eichenbaum no podía,
sencillamente.
La abuela de Shklovski murió en
silencio, como se va de noche el último tren por los andenes vacíos, envuelto
en humo. Todo estaba preparado hacía tiempo para el entierro: la mortaja, las
zapatillas blancas, la coronita de papel con la plegaria escrita en ella, todo
estaba amarillento hacía tiempo. Vino el médico que la revisaba siempre, le
tomó el pulso, le alzó los párpados, vio las pupilas inmóviles, dijo que
volvería en una hora con el certificado de defunción y que podrían pagarle
entonces sus honorarios. Cada vez que la abuela enfermaba, la rutina con aquel
médico era siempre la misma: al oír la campanilla de entrada, por dolorida que
estuviera, era ella quien le abría la puerta y le depositaba un rublo en la
mano. En otros barrios de la ciudad, la visita del médico podía costar tres o
cinco rublos, pero para la abuela de Shklovski el doctor y la redonda moneda de
un rublo iban juntos, y abrirle la puerta ella misma también.
El médico fue a hacer sus
asuntos, volvió una hora después y tocó la campanilla. La abuela yacía sola,
todos los miembros de la familia Shklovski habían salido a hacer las
diligencias funerarias. La abuela estaba con la barbilla atada para que no se
le bajara la mandíbula y con monedas de cinco kopeks sobre los ojos, para que
los párpados se le endurecieran cerrados. La campanilla sonaba y sonaba, y
nadie abría, hasta que algo atávico en el interior de la abuela respondió como
un reflejo. Se levantó del ataúd, caminó arrastrando los pies en su mortaja,
abrió la puerta con el redondo rublo en la mano. El doctor, al ver a la muerta,
se desplomó, tenía el corazón enfermo. La abuela trató de hacerlo volver en sí.
En cuanto el médico recobraba el sentido, volvía a perderlo al ver a la difunta
inclinada sobre él. Es leyenda que los judíos rusos, un día al año, se paraban
al lado de la mesa con un bastón, en señal de que estaban listos para partir,
pero el médico de la abuela ignoraba esta costumbre.
Cuando Shklovski le contó la
historia a Serguei Eisenstein, éste la usó en la película que estaba haciendo,
sólo que el buen Iván de Eisenstein resucitaba como Iván el Terrible, con las
consecuencias por todos conocidas, mientras que la abuela de Shklovski resucitó
sin haber cambiado. Vivió seis años más, siguió limpiando, lavando, fregando y
cortando leña, convencida de que nada extraordinario le había pasado en la
vida: “Ustedes dicen que el tiempo pasa. Mentira: son ustedes los que pasan”,
repetía a quien quisiera oírla. También el médico siguió viviendo. Shklovski se
lo cruzaba por las calles de Leningrado o haciendo cola en los almacenes, en
los tiempos en que escribía sus hermosísimas memorias (Erase una vez). Cuando,
para su estupor, recibió permiso para publicarlas, en 1964, optó por no
mencionar al médico por el apellido, según él para no estremecerlo de nuevo:
las emociones son nocivas para los ancianos y, como se sabe, las personas
resucitan muy raras veces.
*
Algunas veces algunas
el cuerpo se te vuelve hotel
Para tus lunares turistas
Y Una lluvia se instala
pareciendo no moverse
como si el destino fuese la causa
por la que te arropas con agua
El suenyo en su postura de enemigo
insiste en caminar con habilidad de
equilibrista
sobre el precipicio de tu ultima pastilla.
Lento llega pero llega
cuando un cable se te suelta de la mano
y luego le sigue la otra
y mas tarde un pie,
y el otro,
y la boca,
las costillas,
el cabello
y las muelas,
La triste dosis azul,
de un barco a la deriva,
lejos del ruido letal
de esta cama desprolija
donde ahora solo existe el diluvio que no
cesa, ni comprende
este vacío limpio y absurdo
que desbordo de tu abdomen
*De
Marcela Lokdos. lokdos1@yahoo.com.ar
CINCO
GUERREROS*
*De Gonzalo Salesky. gonzalosalesky@gmail.com
Llegaremos a Brasilia en dos
horas. Nos aprestamos para la gran batalla.
Hace décadas que la opresión
viene forjando nuestro deseo de luchar y de ser libres.
Ajusto mi cinturón y me preparo
para el lanzamiento. Mis cuatro compañeros de cápsula están listos. Alfa 9810
tiene los ojos cerrados, quizá por los nervios, quizá por la emoción. Es su
primer vuelo fuera del continente. El resto de nosotros tiene algo de experiencia,
pero no más valentía.
Mi nombre es Beta 4791. Nací el
día doce del primer mes de 2083 en la base europea Esperança, cerca del país
que antes llamaban España. No tuve la suerte de conocer a mis padres. Tal vez
ellos también estén viajando en alguna de las miles de naves que nuestro Líder
ha enviado hacia el Imperio.
Allí, no nos esperan. No conocen
nuestras nuevas armas. Ni siquiera saben de nosotros, encerrados en sus enormes
burbujas, distraídos por sus pantallas, alienados por sus medios de comunicación…
no imaginan que vamos a invadirlos.
*
En mi infancia escuché una
hermosa leyenda. Relataba la cruzada de grandes hombres, que liberaron Eurasia
de un oscuro tirano.
La comparto para animar a mis
compañeros. Delta 0462 me asegura que la historia es cierta y que ocurrió hace
unos doscientos años. ¡Doscientos años!
¿Será así? Ojalá recuerden esta
gesta durante tanto tiempo.
Por ahora, no sé nada de Gama ni
de Omega. Ni sus números de serie, ni su edad... Pero en sus rostros veo el
mismo maltrato que hemos sufrido como pueblo.
Pese a todo, pudimos adaptarnos.
Siempre lo hicimos. Estamos decididos a ser libres. Acabo de cumplir dieciocho
años y nunca pude decir lo que sentía. Me acostumbré a hablar en voz baja, a no
mirar a los ojos, a callar, a no pensar
distinto.
Con Alfa fuimos compañeros de
escuela-cárcel. Doce años completos levantándonos de noche, picando roca,
limpiando el excremento de nuestros dictadores de América del Sur. Setecientos
metros bajo la superficie, casi sin luz ni agua, con poco aire…
La esclavitud ha moldeado y
templado nuestro espíritu. Así, aprendimos a compartirlo todo. No lo que
sobraba, lo que faltaba y apenas alcanzaba.
Día tras día, creció en nosotros
el sueño de libertad.
*
Pasan los minutos y siento que
mi traje me ajusta bastante. Acostumbrado a la escasez, llevo pocas
provisiones. Sólo guardo dentro de mi ropa una fotomóvil de mi futura esposa,
que una y otra vez me saluda y alienta. Eso me hace más fuerte y me asegura que
esta guerra… esta guerra valdrá la pena.
Seguimos volando, cada vez más
rápido, en una de las naves que la Resistencia ha lanzado rumbo a la capital
del Imperio Suramericano. Aquí, como en las otras, hay cinco guerreros
dispuestos a todo, uno de cada raza europea.
Kilómetros y kilómetros de
orgullo y valor me rodean.
En este momento, en mi
pantalla-facial aparece la imagen de nuestro Líder, que nos repite, con voz
serena pero firme:
VAMOS POR TODO. QUEREMOS SER
LIBRES...
VAMOS POR TODO. QUEREMOS SER
LIBRES...
VAMOS POR TODO. QUEREMOS SER
LIBRES...
Con la tranquilidad del que es
capaz de dar la vida por lo que ama, me recuesto sobre la ventana que muestra
las estrellas y trato de descansar un poco.
*
Sólo faltan cuarenta segundos
para llegar. Me siento feliz. Veo a través de mi casco que la batalla final ha
comenzado. Y estoy seguro… la victoria será nuestra.
¡Viva la Gran Eurasia! ¡Viva!
-Cinco guerreros - Finalista del
II Premio de Relato
“Taller de Escritores”
(Barcelona, España)
Mientras vivas
brilla *
*Por Miriam Cairo. cairo367@hotmail.com
Aristógenes pasa muchas horas
fuera de casa. Apenas recorre el ágora de camino al Partenón. La desnuda se
ocupa desnudamente de sus propios amores. El músico la deja hacer. No hay una
autorización verbal, pero se sobreentiende. El sólo tiene la cabeza dentro de
su obra. Da vueltas alrededor de ésta como un moscardón sobre el azúcar. Ni se
acuerda de la desnuda que ofrece sus senos en la fotografía. Ya ni sabe cómo es
una mujer.
Ella es una desnuda más allá de
la palabra. Más allá de los dátiles y las libaciones. Existe como naturaleza
tal. Antes de tomarse la fotografía se roza el pezón con una ramita de romero y
llena de perfume el cuerpo, la habitación, la calle. Llega el aroma hasta el
templo de Afrodita, rebota allí y se expande en el centro del Partenón.
Aristógenes, serio y callado, no
se entera. Da vueltas alrededor de su teoría musical, alrededor de sí mismo,
alrededor de la tablet donde la fotografía de la desnuda lo aclama y él sigue
sin reacción.
Siendo muy tarde ya, de regreso
a casa, el músico, se detiene a curar con su flauta a un loco que, después de
escuchar una trompeta, tuvo un ataque de ira. Esta anécdota lo acompañará hasta
la eternidad pero no le presta mucha atención porque está ansioso. Espera ser
nombrado director de la escuela de música, ahora que el estagirita ha muerto.
Los dos mil años de vigencia de sus Tratados armónicos son mérito suficiente.
Su teoría empírica lo pone por encima de Teofrasto, su rival.
La desnuda sabe de los devaneos
de su amado, sabe que no hay nada más difícil que distraer a un hombre de su
trabajo, pero insiste. Se fotografía otra vez y le envía por mail un fragmento
rojo de su desnudez. Aristógenes queda absorto. Una vez más absorto. El
fragmento desnudo tiene un nombre imposible de nombrar y un poder de desvío
contra el que debe luchar para no perder el hilo de sus propósitos teórico. El
músico no puede nombrar lo que no tiene nombre, entonces, calla. La desnuda se
vuelve loca. Se desnuda cada vez más. Fotografía dedos que desaparecen en una
zona muy oscura. Fotografía la flecha invisible asestada en el corazón. Se
fotografía por dentro y por fuera. Se pregunta por aquellos ojos ciegos, dónde
estarán.
El músico sigue en la suma y
resta de probabilidades. Sueña con el nombramiento, con los aplausos, con la
nota en Canal à, con la tapa de los diarios. Sobre concéntricas ondas se mueve
el discípulo de la Escuela Peripatética, gira, mira la foto desnuda, vuelve a
girar. Gira y tiene miedo. Nunca lo dirá con su voz en el idioma del miedo.
Pero el desasosiego no lo mata pues sabe que, pase lo que pase, la desnuda
siempre se desnudará.
La desnuda va y viene de un lado
a otro. Abandona las tablillas, se esmera en el jardín. Es absurdo tener sueños
eróticos con un agapanto pero más absurdo es esperar que baje el músico de su
pedestal.
Rojizos contornos convergen en
su mano de trazar pasajes de ella misma, superiores a ella misma. Qué manera de
trazar mientras Aristógenes, imbuido en su filosofar, no ve a la desnuda
montada sobre la mitad del asombro haciendo piruetas en el aire.
El músico tiene los pies metidos
en sus zapatos. La boca metida en un discurso que no pronunciará. Las piernas
metidas en el pantalón. El pecho metido en una camisa. Los ojos apretados
contra el libro. El oído pegado al teléfono. Las manos inútiles.
Ella no sabe qué hacer con su
cuerpo mientras el filósofo profundiza en el carácter melifluo de la música
jónica y cosas por el estilo. El único riesgo que corre Aristógenes, el único
fastidio, es el gastado caparazón de adoraciones que se caen como bombachas en
la escuela de teoría musical.
Nada prueba que su cuerpo haya
muerto, ni que siga vivo. Pero la desnuda tiene fe en su poeta. Amor por su
poeta. Deseo de su poeta y otra vez se desnuda. Pone la cámara sobre una mesa y
abre las piernas. Cubre la fruta con los dedos. Si el músico y poeta no larga
las teorías, si no la llama, la desnuda morirá en sus propias manos.
Arístogenes mantiene durante
horas, en la pantalla de la tablet, las fotos de la desnuda. Va y viene de allí
a su teoría, de su teoría a la demanda sexual. Pone una y otra vez el mismo CD.
El Epitafio de Seikilos suena como lo que es: una canción para beber. Absorto
en ciertos fragmentos de la desnuda, guiado por la música, el poeta, el
compositor, el filósofo, se sobrepasa en sus actividades manuales. Grita el
nombre de la desnuda. Lo grita en un tono fundamental y al otro lado del mundo
o de la noche, ella le responde con el dedo metido en la más untuosa oscuridad.
Semidesnudo, Aristógenes vuelve al libro y escribe aquella idea que perdurará a
través de los siglos: "el alma y el cuerpo se relacionan con la misma
armonía que las partes de un instrumento musical".
Pero, al cabo de varias semanas
de insomnio y silencio, pese a todos los méritos de Aristógenes, Teofrasto es
nombrado director de la escuela aristotélica. El músico se siente desolado.
Deambula como perro herido por las calles de Atenas con el Blackberry en el
bolsillo. Busca en vano algún mail de la desnuda en su teléfono. No recuerda
cuándo fue la última vez que la llamó. La última vez que le hizo el amor por
chat. Se arrepiente de su silencio, de su distracción. Teme que la desnuda haya
lanzado su desnudez al ciberespacio y haya enamorado a otro internauta, algún
troyano quizás. En medio de la noche y la esperanza, manda un SMS desesperado
que llega montado en un carro de nereidas, flotando sobre un aire cercano al
amor.
* Epitafio de Seikilos, canción
del siglo II a.C.
***
Inventren Próximas estaciones:
Inventren Próximas estaciones:
BAUDRIX
-Por Ferrocarril Midland-
BLAS DURAÑONA.
-Por Ferrocarril Provincial-
-Colaboraciones a inventivasocial@yahoo.com.ar
http://inventren.blogspot.com/
http://inventren.blogspot.com/
InventivaSocial
Plaza virtual de escritura
Para compartir escritos dirigirse a : inventivasocial(arroba)yahoo.com.ar
-por favor enviar en texto sin formato dentro del cuerpo del mail-
Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco Coiro.
Blog: http://inventivasocial.blogspot.com/
Plaza virtual de escritura
Para compartir escritos dirigirse a : inventivasocial(arroba)yahoo.com.ar
-por favor enviar en texto sin formato dentro del cuerpo del mail-
Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco Coiro.
Blog: http://inventivasocial.blogspot.com/
Edición Mensual de Inventiva.
Para recibir mes a mes esta edición gratuita como boletín despachado por
Yahoo, enviar un correo en blanco a:
inventivaedicionmensual-subscribe@gruposyahoo.com.ar
INVENTREN
Un viaje por vías y estaciones abandonadas de Argentina.
Para viajar gratuitamente enviar un mail en blanco a:
inventren-subscribe@gruposyahoo.com.ar
Inventiva
Social publica colaboraciones bajo un principio de intercambio: la libertad de
escribir y leer a cambio de la libertad de publicar o no cada escrito. los
escritos recibidos no tienen fecha cierta de publicación, y se editan bajo ejes
temáticos creados por el editor.
Las opiniones
firmadas son responsabilidad de los autores y su publicación en Inventiva
Social no implica refrendar dichos, datos ni juicios de valor emitidos.
La protección
de los derechos de autor, o resguardo del copyrigt de cada obra queda a cargo
de cada autor.
Inventiva
social recopila y edita para su difusión virtual textos literarias que cada
colaborador desea compartir.
Inventiva Social no puede asegurar la originalidad ni autoria de obras recibidas.
Respuesta a preguntas frecuentes
Que es Inventiva Social ?
Una publicación virtual editada con cooperación de escritores y lectores.
Cuales son sus contenidos ?
Inventiva Social relaciona en ediciones cotidianas contenidos literarios y noticias que se publican en los medios de comunicación.
Cuales son los ejes de la propuesta?
Proponer el intercambio sensible desde la literatura.
Sostener la difusión de ideas para pensar sin manipulación.
Es gratuito publicar ?
En inventiva social no se cobra ni se paga por escribir. La publicación de cada escrito es un intercambio de libertades entre escritor y editor. cada escritor envia los trabajos que desea compartir sin limitaciones de estilo ni formato.
Cómo se sostiene la actividad de Inventiva Social ?
Sus socios lectores remuneran con el pago de una cuota anual el tiempo de trabajo del editor.
Cómo ayudar a la tarea de Inventiva Social?
Difundiendo boca a boca (o mail a mail ) este espacio de cooperación y sus propuestas de escritura.
Inventiva Social no puede asegurar la originalidad ni autoria de obras recibidas.
Respuesta a preguntas frecuentes
Que es Inventiva Social ?
Una publicación virtual editada con cooperación de escritores y lectores.
Cuales son sus contenidos ?
Inventiva Social relaciona en ediciones cotidianas contenidos literarios y noticias que se publican en los medios de comunicación.
Cuales son los ejes de la propuesta?
Proponer el intercambio sensible desde la literatura.
Sostener la difusión de ideas para pensar sin manipulación.
Es gratuito publicar ?
En inventiva social no se cobra ni se paga por escribir. La publicación de cada escrito es un intercambio de libertades entre escritor y editor. cada escritor envia los trabajos que desea compartir sin limitaciones de estilo ni formato.
Cómo se sostiene la actividad de Inventiva Social ?
Sus socios lectores remuneran con el pago de una cuota anual el tiempo de trabajo del editor.
Cómo ayudar a la tarea de Inventiva Social?
Difundiendo boca a boca (o mail a mail ) este espacio de cooperación y sus propuestas de escritura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario