sábado, enero 19, 2013

SE NOS CAYERON LAS PALABRAS DE LAS MANOS...


*Obra de Cecilia Aguado.
Villa Gesell. Argentina.
 
 
 
 
 
 
 
*
 
 
La palabra arrugada en la boca
no dice nada
una cama recibiendo el peso
de mi cuerpo no dice nada
No está bueno esto de andar
con un nudo sucio atravesado en la garganta
fuera de esta piel el mundo es un rompecabezas
cada árbol
cada vereda
me atraviesa la carne como una aguja 
y me toca los puntos cardinales
y soy viento que de pronto cierra las ventanas
y soy aire apoyándose en todos los objetos
y el amor no dice
ni salva nada
no me redime de ser y sentir
esta tristeza.
 
 
*De Vanesa Álvarez.  vanesui@hotmail.com
 
 
 
 
 
 
SE NOS CAYERON LAS PALABRAS DE LAS MANOS…

 
 
 
 
 
MAÑANA, EL HOY MEJORARÁ*
 
 
 
Como a tantas generaciones, se nos cayeron las palabras de las manos y quedaron irremediablemente maculadas.
Ya no hubo forma de recomponer el héroe quebrado en fragmentos, de repintar la deslucida felicidad, de recuperar la honestidad así sin sentirse un tonto, esa palabra honestidad que rodó debajo de una pila de papeles sucios y cáscaras de naranja.
No hemos tenido desde entonces más que recuerdos de bellos conceptos que fueron hecho y vida en el pasado, pero son hoy, para nosotros, nostalgia y recuerdo. Nada es lo que fue, las frutas se nos pudren en los árboles.
Cuántas veces he leído “somos enanos en hombros de gigantes”, gigantes los antepasados, gigantes aquellos hombres y mujeres de proporciones épicas, gloriosos en un ayer iluminado como un cielo que tiene la llama viva del atardecer glorioso y a la vez es ocaso de tiernos, intimistas dorados.
Cuántas veces, al través de los libros y las épocas, hemos escrito la decepción de ver a una juventud sumida en la desintegración y la desidia, mientras que nos enorgullecemos de las indudables virtudes de nuestros abuelos. Nuestros abuelos trabajaron de sol a sol, se esforzaron, sacaron adelante a sus hijos, construyeron y sembraron, no como estos jóvenes que tienen todo servido pero son débiles, inconstantes, desagradecidos.
Pero quien añora un pasado feliz e impoluto añora lo que visto de lejos, engaña. El río Paraná en un día de sol y desde el puente, es celeste, brillante, reluciente de reflejos cristalinos. Espeja el cielo. Desde la orilla, sin embargo, es marrón como todo río que transita pesado y meandroso por la llanura. Y el río es siempre el mismo río, pero no obtenemos la misma impresión desde distintos observatorios.
Así, no vemos en nuestros días más que la corrupción y el desorden, mientras que suponemos que hubo un pasado, alguna vez, en el que las cosas eran justas y razonables. El río espeja el cielo, hacemos que el reflejo de ese pasado nos muestre lo que deseamos, lo que necesitamos ver.
Recuerdo un extenso panegírico de la primera mitad del siglo veinte, de la vida simple, los fuertes valores, la seguridad de los niños jugando en la calle, de la luz en los hogares que no expulsaban a sus viejos ni se desintegraban en divorcios, la comida saludable en cocinas llenas de frascos de vidrio, los juguetes de trapo, la blanca mesa enharinada para amasar, los patios con malvones, la solidez de las maderas macizas en los muebles hechos para durar varias generaciones. En fin, que uno acuerda y se solaza en una visión de la vida como fue y como debería ser. Por debajo, sin embargo, de tanta maravilla, por debajo del reflejo del cielo, del celeste prestado por el cielo, esto es, por la pátina que pone la evocación sobre los hechos concretos, podríamos referirnos a esa primera mitad del siglo con dos guerras mundiales, hornos crematorios, las mujeres sometidas, los pobres analfabetos, los judíos y negros denigrados, despreciados los inmigrantes, miles de niños trabajando en los campos y las fábricas, comunidades aborígenes pereciendo, padres de familia tiranos y violentos con su esposa y su prole. Todo estuvo allí, también, junto a las navidades con cintas y las alegres comparsas.
El pasado fue, el presente es, el futuro será, y la gente sigue cometiendo abominaciones y actos de una majestad redentora. Siempre estamos al final de los tiempos, siempre estamos en la disolución de la sociedad, en el trastocamiento generalizado de las costumbres. Porque el mundo muta y se recompone como las fantásticas composiciones aleatorias de los caleidoscopios, y nosotros, subidos al filo del hoy, queremos que la máquina deje de girar, que la escena se fije en un único instante que corresponde a la brevedad de nuestras pobres vidas.
Y somos tan héroes, tan cobardes, tan traidores, tan generosos y tan humanos como siempre, enanos sobre enanos o gigantes sobre gigantes, qué más da, depende de quién mire y desde cuál atalaya.
 
 
*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com
 
 
 
 
 
 
 
 
UN PAYASO*
 
 
“Las colinas piamontesas son pardas, amarillas y polvorientas, a veces verdes” le escribe en un perfecto inglés Cesare Pavese nada menos que al otro grande, Ernest Hemingway y luego pasa a relatarle su conclusión del mito que siempre marca a un escritor en la infancia, según siempre repitiera.
Y ahora he vuelto a él, para quien el estío es la  estación más esplendente, de hecho tiene un libro que tituló “El hermoso verano”.
Con respecto a un paisaje (que iba a escribir mi tierra, pero me pareció excesivo) no podría suscribir sus palabras porque en este caso es siempre verde, con distintas tonalidades con que el sol lo viste. Pero es indudablemente siempre verde,
ni un poquitín pardusco aunque se podría  compartir aquellos caminos polvorientos de mis pagos.
En aquellos tiempos yo podrá haber suscripto la pasión pavesiana por el verano, que visto a la distancia fue una estación hermosa porque era el momento en que cesaban un poco las órdenes, no estaba la responsabilidad de la escuela.
Y vivíamos, por así decirlo, en un puro abandono inicial. Descalzos casi todo el tiempo, con un pantaloncito corto, un solo bolsillo posterior, como para un pañuelito, que era cosido por la diligencia de nuestras propias madres. Bolsillito que también protegían algunas bolitas, que regábamos al correr a menos que lo tomáramos con la mano derecha (tal la posición de dicho bolsillo) que nos hacía llevar de una manera incómoda esa presurosa carrera.
Vestidos así, a veces sin camisa y con un precario sombrerito de trapo iniciábamos las más inocentes travesuras que vieron aquellos tiempos llenos de incomodidades que no veíamos, carencia que no sentíamos porque todo era ilusión y ganas de correr detrás de los pájaros y las mariposas, tan libres pero tan tontas o tan ciegas. Oros animalitos inseguros, que en esos tiempos abundaban y que eran presa nuestra, como los  sapos y los cuises y en lo posible la caza de una liebre esquiva.
Las reuniones sociales se hacía inevitablemente al aire libre, en especial en los días de carnaval que no puedo dejar de recordar con una especie de nostalgia como su fuese un bien perdido. Desde el juego con agua durante las tórridas siestas en que nos perseguíamos a baldazo limpio, hasta el corso y el desfile de carrozas en el atardecer y los bailes que duraban hasta la madrugada, donde los mayores usaban antifaces y se tiraban agua perfumada, papel picado y serpentinas.
En nuestro club estos bailes se hacían en la cancha descubiertas de básket y como aún no estaba el salón grande del cine y teatro, gran parte de estos bailes se veían desde un portón que  daba (y da porque todavía existe, no así la cancha de básket) a la esquina de la Escuela Nacional donde hice la primaria.
Muchas veces las mujeres de mi barrio, mi madre incluida, iban con sus críos a mirar desde ese portón de tejido cómo se divertía la gente. Y por lo que recuerdo no eran pocas las que iban a pispiar como gustaba decir ella.
Y una noche en que las mujeres comentaban las alternativas del baile y miraban cómo se divertían y cómo los disfrazados hacían contorsiones, uno de ellos, con vestido de payaso y con una gran careta se acercó a nosotros.
Y empezó a conversar con ellas, mejor dicho se dirigía en un tono de reconvención como si entre esas mujeres hubiera alguna culpable. Enumeró sus desgracias, dijo que se había tenido que ir del pueblo y  se identificó, y que esa huida se debió a que le habían hecho fama de prostituta a su madre. Aunque yo era muy chico, se me hacía evidente que lo hacía con rencor, con un resentimiento oscuro. Habló un largo rato Nadie se acordaba de él y sólo una mujer comentó (al parecer conocía a la madre) que no estaba enterada, pero ahora gracias a la confesión briosa de este disfrazado (su hijo) se enteraba.
Muchas veces consideré de adulto esta anécdota y las notificaciones oscuras de este personaje que tal vez no lo habría pensado, pero que tal vez un trago de cerveza lo motivó a hacer ese descargo que, salvo a él, a nadie interesaba. Y hoy, no sé de que brasa tapada de ceniza aparece esta anécdota y aunque recuerdo perfectamente el apellido del personaje, no lo diré, por una elemental delicadeza que él no tuvo hace sesenta años y necesitó emigrar y volver disfrazado para tirar su propio resentimiento a un grupo de mujeres que estaban con sus hijos y sus hijas allí inocente y serenamente mirando como se divertían los otros y esa noche, con seguridad, estaría invadida de luciérnagas y los cascarudos se apiñarían debajo de la lucecita de la esquina con gran peligro de pasar la fría garganta de los sapos cuyo croar se cruzaría con el violín certero de todos los grillos del verano.
 
 
*De Jorge Isaías. Jisaias46@yahoo.com.ar
 
 
 
 
 
 
 

Proyecto de vida*

 

 
 
Una flor, respirando por un tubo 
¡A cirugía! No la dejen morir 
 
 Cemento, ladrillo y bambú 
Metal y paja 
 
 ¡Ese hombre, el me disparo! 
Corran… no lo dejen escapar 
 
 Soy la estrella, soy el primer hombre 
Que existió en el primer planeta 
 
 Árbol comiendo rejas
 
 El primer planeta, que existió en el universo 
El creador 
 
 Padre nuestro que estás en los cielos… 
Ese soy yo. 
 
 Hombre con clavos, hombre talando aire 
Hombre matando hombre, matando vida 
 
 Nací, el primer día que existió la vida 
Por que yo, soy la existencia 
 
Trasportes contra el tiempo
 Tiempo: invento del hombre que mata hombre 
 
 Punto cero. Utilidad cero. 
Ningún hijo mío, supero al maestro 
 
 Muertes por hambre 
Hombre matando hombre 
 
 Utilidad cero. Punto cero. 
Ese soy yo…
 
 
*De Florencia Mayra Gargiulo. florgargiulo@gmail.com
 
 
 
 
 
 
 
 
La larga batalla de la Diosa*
 
 
El crepúsculo se esfuma en el viento, parece una batalla perdida, disuelta en la noche. En la sombra semioculta  se intuye el  perfil de una diosa peinando su melena roja, dispuesta a resistir,  a volver,  con la bravura de las mujeres que desafiaron a Creonte.
 
La sombra teje sus filigranas, el sueño le alcanza tercos animales de pelos y ojos abiertos a lo sagrado.
 
Ella se renueva, carga en canastos todos los rojos frutos de la tierra y el mar, la sangre de lo no fecundado, la sangre de la herida, las uñas como un poema  extenso para tocar, el roce de los labios recién untados Las estrellas rojas de los pechos dadoras de  vida, vía  de banderas  cubriendo las avenidas del mundo pidiendo justicia. Se pone una ancha pollera  con bolsillos con libros  y pinturas: Andre Bretón, Picassos y el no pasarán en letras rojas en español intraducible.
 
Se mira en el espejo de un paraíso de fuegos naturales  y vuelve, siempre vuelve, desde Lilith, desde Antígona, siempre volverá a derramar otra vez la flor roja del crepúsculo para desarmar lo gris.
 
 
*De Cristina Villanueva. Cristinavillanueva.villanueva@gmail.com
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Apropiación indebida …*
 
 
 
*Un cuento de Carlos Alberto Parodíz Marquez. parodizlaunion@gmail.com
 
 
 
Apropiación indebida ..   de poemas - recitó, monocorde, el oficial ( le pareció); esa es la motivación  del crimen..-, agregó, con mirada escrutadora derramada impiadosamente, sobre el hombre de  anteojos, barba entrecana, cabello ligeramente desordenado y movimientos inquietos.
 
- Me parece que se excede oficial, yo soy ese que dice que era el poeta .. -, rezongó en tono poco convicente; quizás porque no se sentía seguro del todo, en cuanto a su propia explicación; supuso que sonaría confusa o, por lo menos, disparatada; es que luchaba contra la evidencia intangible que, el otro, parecía tener, celosamente,  atrapada; casi resignaba de la posibilidad. Buscó un pañuelo en su bolsillo para repasar los anteojos, algo empañados;-..  vapor tensado ..- , se explicó.
 
- Sucede que en usted la impotencia ha ganado .. mi amigo ... - le disparó el uniformado
 
-¿De que impotencia me habla ..?-  Balbuceó el hombre, cada vez más nervioso e incómodo; advertía que el tiempo se estiraba, laxo, entre ellos y cada acotación sucedía, inevitablemente, luego de un lapso demasiado prolongado, según su juicio. Pensó en su mujer, suave, bella,  aparentemente vulnerable, aguardándolo en esas horas inciertas, donde los tonos de la noche parecen cristalizar grises sobre negro anticipando  mutaciones; es que había sido arrancado, intempestivamente, de su casa y arrojado a ese interrogatorio surrealista en un lugar de curiosas formas; por lo lo menos así la había parecido, de lo poco que alcanzó a ver.
 
-Usted no resistió la tentación; no vaciló ante la magnitud del daño... mi amigo.. -; prosiguió el invaluable propietario declarado, de un rango superior.
-¿Se puede saber a que se refiere ...? ¿ ... Por qué no acepta que él soy yo; que yo, era él ..?- ; enfatizó, trémulo; no podía entender como el otro se quedaba afuera de la posibilidad.
 
-Se supone que usted lo ignora, pero se agravaron las causales para un hecho semejante, no sólo por lo irreparable, de lo que no parece darse cuenta, sino que, además, la ininputabilidad, por excusas obviables, como las suyas, según la reforma del código procesal de protección a la poesía, ha profundizado las penas
y usted alegremente.. perdón es una forma de decir .. supone que yo debo suponer.. mi amigo .. - ; el latiguillo .. mi amigo .. ya era como un láser en sus oidos aturdidos; algo dentro suyo se insinuaba con sonidos ominosos, resquebrajados, pareciendo preanunciar derrumbes insondables.
 
- ¿Cómo puedo hacer para lograr que me entienda ..?-  Persistió, a su pesar, -.. no hay dos personas..¿..comprende? .. yo soy ese mismo que usted dice que no soy .. debe haber una forma de probárselo para que esta estúpida interrogación concluya ...rezongó, mirando a su destino que, se le ocurría, nunca había sido tán indescifrable...
 
-Mire, o mejor, piense, pero si confiesa, además de hacerlo sentir aliviado, va a mejorar sin dudas, su situación.. no se puede salir indemne de esto ..¿comprende .. mi amigo ..?-;  sonaba persuasivo y convincente, casi amigable, el oficial; pero él sospechaba de su empecinamiento
 
- Repasó, con su mirada el lugar, pero desistió rápidamente, fuera de la pantalla que abrigaba una lámpara impiadosa de alto wataje, le era imposible distinguir nada preciso, en esas paredes desnudas, oscuras e implacables; sentía que su desmoralización avanzaba a medida que la delirante secuencia, según su juicio, se prolongaba; la voz del otro lo volvió a la realidad de una absurda controversia de aparentes insalvables oposiciones.
 
- Hemos preparado esta confesión, siguiendo el orden de los hechos.. se la resumo;  - ... el occiso de profesión conocida, poeta, por su obra publicada y divulgada, fue muerto la noche del 24, previa a una fiesta religiosa, lo que agrava el episodio .. se lo ha considerado casi ritual .. el acusado, usted, era quien se encontraba en la escena del crimen, aunque cuando llegamos, sólo escuchamos sus sollozos entrecortados mirando la ventana abierta por donde, suponemos, arrojó el cuerpo, siguiendo el rastro de las manchas de tinta que hasta allí conducían y la confirmación de sus primeros balbuceos cuando musitara ..¡ por fin terminé con él! ...-
 
- El hombre se tomó la cabeza con ambas manos tratando de, al parecer, ahogar su confusión o su emoción, tal vez su desazón lo cierto es que la actitud de negar, moviendo su cabeza, permitía cualquier interpretación, intentaba pensar, velozmente en como salir de esa situación, aunque su conciencia se abría a una perspectiva inquietante; sintió vértigo repentino,  un alud interno que no podía encauzar,  aceptó que algo muy grave se derramaba y requería de oxigeno que no tenía y desesperadamente, ahora, casi como develándose, lo envolvía, confrontándolo; no era lo que el otro reclamaba, sino el peso abrumador de una decisión que no había revisado. En silencio tomó las hojas de papel que le extendían, escribió un párrafo antes de firmar y entregarselo. El otro leyó sosteniendo el mutismo, asintió, aguardando antes de hacer desaparecer la blanca extensión de su conciencia; el uniformado, casi con curiosidad suavizada, visto el logro obtenido, le consultó
 
- ¿usted, Julio Parissi, según dice, acepta en algo, conforme la corrección, su responsabilidad?; siguió impávido removiendo las cenizas de aquella casa, donde él habitara junto a sueños dejados atrás..
 
-  Parissi, o como se llame, usted dice aquí, que nunca terminó de aclarar con el otro (Quintana), cual era cual; que cuando aquel se expresaba, atreviendose a reflejar en una cuarteta todo un tratado de observación, usted le recriminaba malversando su condición de mecenas, porque aquel, a lo largo de su vida breve, según se mire, no prestó, como se espera de cualquier poeta, la menor atención a las cuestiones materiales, que según usted los hubiera puesto a salvo a ambos, motivo suficiente según su especulativo juicio, para que pudiese vivir un poco más, porque seguro sus reclamos y ambiciones crecerían en la medida de sus evoluciones; usted, Parissi, no reparó que Quintana debía seguir diciendo y haciendo lo suyo, porque alguien en algún lugar lo estaba necesitando; ¡claro!, a usted que le importaba o que le importa si el mensaje de Quintana le servía a uno, sin pensar en muchos, porque es evidente que, según surge de su admisión, el futuro, juntos no estaba contemplado; ¿ sabe una cosa Parissi?, a veces a uno, en algún momento especial, cuando se hace de noche en el alma, una palabra, sólo una, tiene la calidez y el valor de la más ampulosa amistad declamada por hombres como usted, ¿me entiende... amigo.. Parissi ..?-
 
- El asintió, cabizbajo, levantó su cabeza y se arrancó de golpe la duda..
 
- ¿ cual ha sido su interés, en este asunto?
 
-..mi amigo ... mi amigo... sabe una cosa ... debió preguntarlo antes ... Federico Quintana, ... mi amigo...
era mi amigo ...¿ lo entiende ahora? ...
 
 
 
 
 
 
 
 
 
*
 
 
Ganas de gritar
con la voz
con la piel
con los pies
con las manos
con el cráneo
con los ojos
con el estomago
gritar el aliento
gritar hasta vomitar
desintoxicarse de grito
de voces, de dolores
gritar con los pulmones
con el clítoris
gritar el silencio
gritar hasta vaciarse
desplomarse
y respirar, por fin respirar.
 
 
 
*De Vanesa Álvarez.  vanesui@hotmail.com
 
 
 
 
 
 
***


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