*
El fin de
semana estuve en mi pueblo. Una de esas tardes fui a la casa de Lolo Bertone,
que antes fue la casa de José Bertoni (los dos hermanos, pero registrados con
una vocal distinta en su apellido), los dos solterones, duros, tipos de otros
tiempos, tíos de mi madre, adorados personajes de mi vida. Los dos han muerto.
Primero José.
Unos cuantos
años después, Lolo. Cuando empecé a escribir Ladrilleros, Lolo aún estaba vivo,
pero murió cuando la novela llevaba apenas unas 40 páginas. El mismo día que mi
mamá me llamó para darme la tristísima noticia, fui al archivo y escribí la
dedicatoria en la primera página: "Para Lolo Bertone, ladrillero, hermoso
espíritu libre"... siempre que leo esta frase se me llenan los ojos de
lágrimas. La otra tarde cuando fui a su casa vacía para siempre de él y también
de José, a ver la huerta que mi padre hizo allí y unos gatitos que había parido
su gata, lo eché tanto de menos. Recién me tocaron el timbre y me dejaron unos
ejemplares de la novela. Allí está la dedicatoria. Aquí yo con los ojos
húmedos. A Lolo, que apenas sabía leer, le hubiese gustado que su nombre,
alguna vez, estuviese en un libro que contara de gente como él que, entre
cosas, hace ladrillos.
UNA TERNURA QUE ENTURBIA LOS OJOS…
*
eras vos o era
yo
quien dejaba
a un costado
del mundo
las manos
cansadas
de tocar el
día?
por tener esta
noche tu mano
tendida en mi
azar o en mi espera
te daría aquel
costado del mundo
con todos sus
ríos
y estepas
y hondonadas
aunque más no
fuera
el leve peso de
tu sombra en mi ventana
KAYAKS EN EL RÍO*
No parece pero
al fin llega el tiempo. Siempre le pasó a otros pero de pronto se va instalando
esto de que la vejez es más que una línea tenue en el futuro. Insensiblemente
el cabello de los amigos ralea, se blanquea, las espaldas no son rectas y los
comentarios tienden a repetirse. Se habla más de lo que fue que de lo que será,
los hijos dejan de ser adorables para ser hombres y mujeres arrojados, como
nosotros, a las inclemencias de la existencia. Algún nieto agita las manecitas
y dice abelo o abela a esos amigos que eran tan jóvenes como nosotros y ahora,
ahora, leen cuentitos y compran caramelos, y no nos causan risa sino que no
solamente los comprendemos sino que nos inspiran una ternura que enturbia los
ojos.
Hay operaciones
y dolores, hay pastillas de las redondas, de las alargadas y de las de por
vida. Hay la aceptación de lo que ya no ocurrirá. Está la renuncia uno por uno
en las reuniones primero a la cerveza, después al vino, y entre acideces y
migrañas, el grupo vira a la naranja y el agüita de la canilla que es tan sana.
Vamos siendo
propietarios, charlamos de roturas de cañería y compra de heladeras. Hablamos
de pago de impuestos, y cuando discutimos de política intentamos acordar más
que disentir.
Escuchamos la
misma música de hace veinte años, y ya no nos conmueve lo novedoso sino lo que
fue amasado con vida y destino. Hasta el uso del lenguaje es bastante
anticuado, un muestrario arqueológico de las épocas que dejaron su sedimento.
Ya no nos avergüenza
la panza ni los pelos alborotados, no nos hacen falta los afeites para
escondernos; no hace falta maquillaje y podemos ver los rostros, tan queridos,
con la piel tal cual es, manchada y con arrugas, encontrándolos hermosos.
Seguimos siendo
nosotros por fortuna. Y cada tanto entre la vorágine, entre este río que nos
arrastra y nos deja llenos de hojas marchitas y barro, en medio del caos de
trabajar y ordenar el pequeño mundo, y sobrevivir a las decepciones y sucesos
desgraciados. En medio de lo tedioso del cada día y de la cada noche, entre
medio, así, cada tanto, suspendiendo las angustias de muertes y derrotas y
partidas, entre todo lo que nos va desgastando y nos demora el paso, en medio
de todo surge o se materializa un encuentro afortunado.
Y a pesar de la
vejez que se nos cuelga nos permitimos unas horas de belleza intacta, cantamos
los viejos temas, compartimos la comida, nos reencontramos.
La otra vez nos
adentramos en el río, y en dos kayaks y un gomón desordenamos el paisaje. Hubo
garzas blancas, reflejos enceguecedores en el agua, árboles con enredaderas,
camalotes con su vara florecida, enormes platos de irupé, hubo olas de lanchas
veloces que imitaron el mar, hubo una gran felicidad y dos perros locos que
nadaban y cuando se cansaban de nadar arreaban vacas por gusto de ladrar y de
hacer que el mundo se ponga a correr por los pastizales.
Y no éramos
niños, no, ni jóvenes irresponsables. Éramos nosotros con toda nuestra historia
en las manos y en los espíritus desaliñados. Riéndonos de los sombreros y las
maniobras desafortunadas, robando el sol para cuando se venga el ocaso.
Cada tanto es
eso. Cada tanto es la alegría y recordar que estamos flotando en la vida. Y
serán kayaks amarillos con chaleco salvavidas rojo, será un estofado de pollo
al disco, será la saludable tradición del fuego naranja logrado a pura ramita
de álamo. Será la charla y compartir los desalientos, que compartidos se hacen
soportables.
Será la vejez,
entonces, que va llegando y se va quedando. Pero como sea y con lo que tenemos
no podemos permitir que nos quite, aunque sólo sea eso, la felicidad de ser
felices por un rato.
*De Mónica
Russomanno. russomannomonica@hotmail.com
Mensaje*
La llovizna se
deslizó suave en la madrugada, como un soplo de gracia en su ventana. La
pequeña humedad le buscaba los sueños o las manos. La luna, un encaje de
oscuridad y luz. A la orilla del tiempo había un mensaje, llegó
desde un punto del universo, con espejos donde se reflejaban
todas las posibles mujeres que hubiera querido ser, sabias e
inocentes a la vez, las infinitas mujeres sin estrenar
y sin memoria. Se asomó más, flores amarillas caían en racimos
como abrazos que la amparaban de la pequeña tersura de la lluvia. Leyó, sin
saber de dónde llegaba el escrito.
"Te voy a
dar palabras, que van a andar adentro tuyo, se van a enriquecer con lo que les
agregues y me vas a alimentar de vos."
¿Le pedía
que fuera una nodriza de sueños? una hilandera de historias.
Sintió miedo, miedo
de quedar encerrada en la torre, con luna y llovizna. Miedo que ella
fuera obligada a tejer la trama. Miedo a que, cuando el
quisiera, y para no caer en la tristeza, escalando la torre, le pidiera
que se asome por la ventana para beber de ella la vida.
BERSAGLIERE*
Para Liliana,
Rosa, Edgardo y Jorge, primos
Para mi hermano
Osvaldo
Se allega a mi
memoria
el tierno
dialecto que nunca le oí
a mi abuelo
Antonio, el del ademán
bonachón,
muerto en estas pampas
con veintinueve
años y una esperanza sutil.
¡Un hombre que
combate
el trono de los
Habsburgo en la Primera Guerra,
y sufre las
prisiones austrohúngaras
por años, se
muere en feraz llanura
donde sobra el
canto de los tordos
y el Otoño
ensucia con sus hojas
la pulcritud
del patio!
Antonio Di
Rado, un bersagliere
Con medallas en
el pecho.
El mismo que me
mira hace treinta
y cuatro años
desde una
fotografía amarillenta,
como no
pudiendo creer en esta muerte
metiendo su
tristeza en la ranura
de mis versos.
1981, Invierno.
-“LA MEMORIA
MÁS ANTIGUA”. Editorial Ciudad Gótica. Rosario. 2011.
La Casa*
Era la casa de
atrás, una casa cuadrada y blanca, recientemente pintada. Nada excepcional,
pero tenía un largo jardín.
Los ambientes
estaban aún muy vacíos. Algunas cajas sin abrir, una heladera indolente, y un
colchón dónde tirarme hasta empezar de nuevo.
Todo el lugar
olía a plastificado, a cemento fresco y a cal. Todavía no triunfaba el
invierno, pero ya se sentía ese frío que trae la soledad.
Con Valeria
habíamos finalizado en muy buenos términos. Ella se quedó con todo, y yo solo
quise partir.
Sin embargo la
estaba esperando. Siempre me costó comenzar a ordenar mis cosas. No sabía por
dónde empezar. Y me fastidiaba la repetición constante, de esa suma de
avatares, de que se trata la vida.
Sonó el
teléfono. Apoyé el tubo gastado contra mi oreja y contesté. Era ella, no podía
venir.
Del exterior me
llegó un soplo de aire. Al abrir más las ventanas para ventilar, vi un sapo
deambulando por el comedor deshabitado.
Me pareció un
batracio muy simpático, que corría igual que un perro y figuraba reconocerme.
De tal modo, que chasqueando mis dedos y produciendo un silbido, comencé a
llamarlo.
Para mi
sorpresa vino enseguida. No sé si estaba sonriéndome, o me amenazaba con sus
dientes puntiagudos. Me corrí de su alcance intranquilo, por las dudas. Quizás
no era un sapo, sino un escuerzo.
Era muy grande.
Pero tenía un cuerpo demasiado atlético para ser un escuerzo. Me detuve en su
piel amarillenta, con manchas pardas. Parecía la epidermis de una víbora
constrictora.
De la nada
entró una gata. Y el anfibio escapó por la puerta, hacia el jardín y la noche.
La cazadora se
me acercó satisfecha. Ronroneando se restregó contra mi pierna, y yo agradecí
su presencia. Era gris arratonada, con formidables ojos verdes.
-Gracias-, le
dije. Mientras rascaba su cabeza. Ella bostezó abriendo una boca enorme. Se
podía ver hasta su estomago. Había tragado objetos sin masticarlos. Y allí
estaban. Tenía cosas que eran mías en su vientre: El celular, los anteojos de
sol, una libreta, los cigarros... Quise recobrarlos pero no pude, enseguida
huyó al advertir un zumbido de alas. Era una garza blanca que se posó en la
lumbrera del techo. Y miraba hacia adentro con sus ojos de obsidiana. El aire
olía a gardenias y a tormenta. Desde el jardín se escuchaban los grillos. O
quizás no eran grillos. Pero todos ellos sabían, que yo estaba en la casa.
*De Mauricio
Escribano. mauricioescri@gmail.com
*
Lloran mis ojos
de espanto
de boca sin
labios
sin lenguas
enteras.
Mis ojos
abiertos de agua
vacíos de
huesos
como una hostia
negra en las tantas carnes.
Llorar y
untarme de muerte
como una raíz
de ceniza
bautizada de
barro
y en la piel
del pie, una lágrima desalambrada.
Lloran todavía
mis ojos de espanto
de castigo
de quietos
de mojados
nomás.
*De María
Manetti. dulcemariam6@hotmail.com
08/04/2013
* * *
Inventren Próximas estaciones:
EMITA.
-Por Ferrocarril Midland-
LUCAS
MONTEVERDE.
-Por Ferrocarril Provincial-
-Colaboraciones a inventivasocial@yahoo.com.ar
http://inventren.blogspot.com/
http://inventren.blogspot.com/
InventivaSocial
Plaza virtual de escritura
Para compartir escritos dirigirse a : inventivasocial(arroba)yahoo.com.ar
-por favor enviar en texto sin formato dentro del cuerpo del mail-
Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco Coiro.
Blog: http://inventivasocial.blogspot.com/
Plaza virtual de escritura
Para compartir escritos dirigirse a : inventivasocial(arroba)yahoo.com.ar
-por favor enviar en texto sin formato dentro del cuerpo del mail-
Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco Coiro.
Blog: http://inventivasocial.blogspot.com/
Edición Mensual de Inventiva.
Para recibir mes a mes esta edición gratuita como boletín despachado por
Yahoo, enviar un correo en blanco a:
inventivaedicionmensual-subscribe@gruposyahoo.com.ar
INVENTREN
Un viaje por vías y estaciones abandonadas de Argentina.
Para viajar gratuitamente enviar un mail en blanco a:
inventren-subscribe@gruposyahoo.com.ar
Inventiva Social publica colaboraciones bajo un
principio de intercambio: la libertad de escribir y leer a cambio de la
libertad de publicar o no cada escrito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario