miércoles, enero 31, 2007

EDICIÓN FEBRERO.

INVENTIVASocial
Edición FEBRERO 2007

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HUESOS*







Entre mis manos,

un mapa de la Edad Media

y dibujada en un pergamino,

una antigua ciudad.



Recorrí la abadía,

visité la biblioteca.

Había una vasija de arcilla.



Yo no buscaba ni piedras ni guijarros.



Como una hechicera que indaga

en la naturaleza,

descubrí en mi cuerpo

las claves.



Hallé los huesos de mis padres.





*de Cristina Pizarro. cristinapizarro@fibertel.com.ar









CERRO LEONES*


Está Cerca de Bariloche el cerro, y más que un león yacente parece un cachorro de San Bernardo, y nunca hubo leones sino pumas, pero el sacerdote que lo descubrió para los que acabarían con los tehuelches vio un león. Así ocurrieron las cosas en esta extensa y bella América, renombrada y transformada por los recién venidos, que daban en descubrir lo que fue ocupado siglos por razas morenas, y en nombrar las cosas según lo que sus europeos ojos podían hallar en semejanza. Fue un cerro entonces una campana, otro una catedral, y las palabras nativas se enterraron debajo de vocablos lejanos, así como en el litoral contó el poeta que los ojos marrones retrocedieron expulsados por el lino, que multiplicaba en flores celestes los ojos azules de los que bajaban de los barcos.
Pero allá arriba, en el cerro donde moran las águilas y sobrevuelan los jotes, podemos asomarnos con el espíritu sobrecogido a las cuevas que fueron taller de fabricación de armas para la caza del guanaco y de los pequeños ciervos que alimentaban a hombres de dos metros de altura, y mujeres de un metro setenta. Envueltos en pieles los tehuelches, con obsidiana tallaban la piedra para sus flechas. Nunca condescendieron a la sedentaria agricultura ni a la cría de ganado. Lo harían los mapuches, llegados porque el hombre blanco los empujaba desde arriba, desde el norte que iban ocupando sin resquicio pese a los inmensos campos vacíos.
Allí arriba están las cuevas, allá desde donde se puede ver el amplio horizonte y el cielo más amplio aún, dos infinitudes inabarcables. Las montañas lejanas, los lagos espejando el alma y calmando el viento en azul.
Podemos admirar las plantitas empeñosas en florecer entre las piedras, esas piedras que se rompen como papel, como hojaldre colorido, con sus vetas rojas de hierro y amarillas de azufre, y ese piso impalpable de polvo volcánico.
Y podemos tratar de hallar las pinturas rupestres, apenas una huella imperceptible, como imperceptible es la huella de los antiguos moradores, muertos ya, desaparecidos de esta Patagonia que los vio retroceder a las sombras de un tiempo que se confunde con el Tiempo, con la Historia, con la vergüenza de las masacres, la sífilis, el alcohol que les destrozó lo sagrado que habitaba en ellos. No entendían lo que propiedad privada significa, y cuando los blancos les mermaron el guanaco, cazaron entonces esos bichitos blancos que también servían para comer. Eran ovejas, no pertenecían a la tierra como todos los animales le pertenecen, tenían dueños de extraña lengua y extraña vestimenta, y más extraña aún concepción de lo que el mundo es y de cómo está ordenado el universo. Los blancos los cazaron a ellos como ladrones.
Podemos entonces mirar las cuevas. Somos intrusos, lo sabemos. No nos llevamos nada. Quizás, con suerte, aprendemos algo.
Y después nos internamos en el volcán. Porque así nació esta elevación, con fuego, con el encrespamiento de la tierra que escribe sin letras pero deja los signos que narran una saga de milenios sobre el lomo del planeta.
Nos metemos en el volcán como quien nace. Volvemos al útero de la madre Tierra por una abertura estrecha que nos obliga a acuclillarnos primero y a reptar después, cuerpo extendido hacia la obscuridad profunda de las profundas entrañas de lo obscuro.
Otra caverna. La luz del guía, un reflector conectado endeblemente a una batería, que recorre las paredes de ángulos geométricos, picos y quebradas, y muestra un lago de agua helada y limpia, absolutamente calmo, ajeno al afuera, ignorante del viento, abrazado a sí mismo; un lago transparente, frío, un ojo de agua que nos devuelve la mirada, indiferente.
Y es la experiencia de lo subterráneo, de la semilla que aguarda, de las raíces, de las ciudades de los muertos. Apagar la luz, sentir la obscuridad y el silencio sin atenuantes. Cada uno de nosotros está solo, es pequeño. Cada uno de nosotros es un punto de frágil sangre, de mínima carne dentro de las entrañas de la tierra que crece a nuestro alrededor con forma de animal yacente.
Estamos solos allí. Cada uno. Por un momento los sentidos nos cortan los puentes con el afuera. Dentro del volcán. Dentro de nuestros cuerpos. Estamos solos allí, como siempre, pero ahora lo notamos.
Cuando bajo sorteando piedras recupero el cielo, veo las águilas, los jotes, siento el viento. Ellos se quedan. Los tehuelches se quedan también. Aunque no los haya visto también se quedan.
Sigue acostado el león, el puma. Sigue dormido el animal yacente. Pero escucho el rugido, todavía escucho el rugido.


*de Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com














EL FIN*



Pon la mano en el corazón,

allí está la respuesta. C .P.





En tus sueños

veías las naves de velas blancas

-recorrían río arriba

cargando especias y oro-

El olor de la pimienta y el azafrán incitaba

los sentidos

y en el deseo

el coral y las ágatas jugaban entre los dedos.

Pisar la arena

y

a lo lejos

vislumbrar al conductor de los camellos

que retornaba entre las borrascas

detenido ante la sombra de un árbol

para sorber un té.





En el caos inconsciente y tenebroso

el desierto se ilumina.





Las cúpulas del Islam

las mujeres veladas

cadáveres y esqueletos

sumidos en la tierra árida

se alzarán en búsqueda de la palabra





Sin arrepentimiento ante el mal

la condena anunció

el Fin.

Entregado y dueño del destino,

te unías al pasaje de la otra vida.





*de Cristina Pizarro. cristinapizarro@fibertel.com.ar










Mosaicos*


*Por Miriam Cairo. cairo367@hotmail.com

* Donaire. Un pensamiento al lado del otro. Un dolor al lado del otro. Un crimen al lado del otro. Yo paseo a menudo por estas cosas, pero sin pisar las rayas. Acomodo el pie en el centro de cada mosaico. Es un modo de caminar que llevo conmigo desde la niñez. No puedo decir que hoy, entre esas cosas y yo haya una confianza definitiva, pero sí que puedo sentirlas con la rara de familiaridad y a su vez, de extrañeza.

* Pez pontífice. El sumergido en el fulgor lunar es como un pez pontífice en su género. Sobre todo porque ha nacido bajo un signo de aire y hace del océano su malquerencia.
Un pez, soluble en su pensamiento, se sumerge en el espíritu y siente lo mismo que aquel que está a punto de morir ahogado: en un minuto repasa los mejores momentos de su vida.
Un pez que se quiere a sí mismo se canta el aleluya. Puede zambullirse en aguas muy seductoras. Puede decirse "este mar es espléndido," para engañarse saludablemente y salir a buscar un poco de compañía en un cuerpito dulce que quiera hacerle burbujitas en el cerebro.
Los orgasmos del pez a veces son tan brillantes como las estrellas del cielo. A veces miente. A veces calla. A veces fertiliza tomates. A veces burbujea en soledad. A veces ríe de sí mismo. Ya lo he dicho: un pez soluble es un pontífice en su género.
Este pez bello y escurridizo tiene una evidente tendencia a la melancolía, pero se adapta a la vida, se sobrepone a su naturaleza y nada con fuerza a favor de la corriente.
Entre los estímulos que se impone un pez, desde el interior del cuerpo, están la esperanza y la locura. En medio de ambas hay una inclinación de afecto y un contenido de ardor. Una promueve a la otra. Por esta capacidad, los otros peces le tienen celos.
El sostiene especulaciones carnales exhaustivas con la aleta derecha y al mismo momento le hace burbujas al amor con la izquierda, sin confundirse ni sobrepasarse. No todos los peces son tan solubles ni tan suaves. Tan hábiles ni tan activos. No todos logran ser pontífices en su género.
Un verdadero pez no considera menos agua el agua de pozo y tiene gran curiosidad por las especies de río, de estanque y de vitrinas.
Un pez pontífice logra el cumplimiento órfico de los sueños: entre sus escamas, amar no causa miedo. Dentro de sus agallas, el amor no es sólo un círculo caliente de necesidades sino también una posibilidad de sosiego. El agua es para él como una línea cuya transgresión designa la esperanza.

* La casa. En una casa la soledad puede ser más veloz que el recuerdo, más hábil que la caída, más desesperada que el correr. La soledad que ennegrece, se ampara largamente del estridente color y los incendios.
A veces se está tan sola en la casa que es posible extraviarse, y una busca retornos en sí misma.
En una casa hay libros que dicen que estamos solos. Hay espejos. Aparecen seres que se presentan cargados con sus cuerpos, con sus corazones que no van a abrirse nunca.
La desesperación de una casa no abandona. Alrededor de las paredes se abraza la soledad y una se pregunta qué es ese silencio, qué está destinado a decir. En cada paso, a toda hora del día, esta soledad se convierte en un cuerpo inviolable. Su sopor se desgrana como una nube rota. Abre abismos en
todos los rincones. Exige cirios encendidos y ramos de mentas.
En la soledad de una casa se adormece el viento. Se adormece el mundo. El desamparo puede recorrerla en toda su extensión. Puede ir y venir como una ráfaga y poner sus dedos en todas las cosas.
Una entra a la soledad de la casa con todo el peso del propio corazón y el cuerpo cae con su única piel.
El día de una casa se mide en una sucesión de rompimientos. Regiones desmoronadas lo conforman. Su silencio es siempre igual y siempre contradictorio. Con el silencio de una casa se pueden llenar las copas del crepúsculo.
El silencio de una casa es una búsqueda y una razón. Una no tiene otro deseo más que estar frente a él, dentro de él. Es un silencio vivo y desnudo como el silencio de un hombre. Una busca caer en su centro con la cabeza vacía y matarlo, matarlo sin dolor todas las noches.

* Horizonte. Escándalo y soledad se manifiestan claramente dentro de esta repetición de mí misma. Si quiero elegir un autor moderno, puede ser Lewis Carroll. Si quiero elegir un autor actual, puede ser Lewis Carroll. Si quiero elegir un autor genial, puede ser Lewis Carroll. Si quiero elegir un
autor cualquiera, puede ser Lewis Carroll.
Quizás, si practicara mejor mis propuestas, si estuviera más atenta a lo que ocultan mis propias apariencias, podría despejar la escritura de la perplejidad.
En verdad, toda esta monotonía aparente de mí misma, está llena de variabilidad y de equivocaciones. Podría bailarlas. Hacerlo aquí mismo no sería algo tan macabro como poner de pie algo que está definitivamente derribado. Además, lo que escribo, suele tener algo terrible, algo que conduce a una ociosidad suicida. Por otra parte, todo lo que tenía que ver con mi escritura ya no existe, y yo, fundamentalmente ya no existo. No, al menos, como existí porque cada vez que abro los ojos nazco de nuevo hacia lo que no sé.
En cualquier terreno la realidad no es siempre una experiencia de intensidad absoluta. El hecho de que me atreva a considerar la literatura como un vínculo, como un instrumento, como un hecho erótico, como una razón, me acerca y me aleja de muchos sitios.
Si pienso en un autor desencadenante, puede ser Lewis Carroll. Un estado particular de mi motilidad mientras escribo, suele ser la causa de lo que no escribo. La cenestesia ayuda a la selección de pensamientos.
A mí no me vienen a encontrar todas las variantes del lenguaje. Yo salgo a buscarlas por el mundo. Esa búsqueda me mueve, me moldea, me instala en un horizonte al que de otra manera no podría llegar. Las palabras viven y no viven fuera de la poesía. Un cazador vive y no vive fuera de la selva. Un escritor vive y no vive fuera de sí. De esta sobresaliente imposibilidad deviene mi tortura. Mi escritura.

* El deseo. Sería saludable para mí no desear que los generosos lectores de estos mosaicos se lanzaran a zumbar y lamer el néctar de sus propias flores, o a burbujear en las peceras de sus emociones con el único propósito de no hacerme fracasar en mis intentos de crear realidad a fuerza de palabras.


*Fuente: Rosario-12
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-7128-2007-01-30.html





El llanto de invierno*


En la soledad del parque
solo se ve un perro
que tiembla de frío
sobre un viejo banco.
En el inmenso cielo gris
se ocultan los sueños
y el sombrío silencio
recorre los caminos.
Los árboles se quejan
con voces doloridas
y huyen los pájaros
arrastrando su pena.
Una fina llovizna cae
y empapa el aire
que penetra en un nido
colmado de ausencias.
El misterio rodea la tarde
y en un suelo desierto
se esparcen las lágrimas
del llanto de invierno.


*de María Griselda García Cuerva. mg_cuerva@yahoo.com.ar






Otoño del 53*



Salimos temprano de Neuquén, en un ómnibus todo destartalado, indigno de la acción patriótica que nos había encomendado el general Perón. Íbamos a jugarles un partido de fútbol a los ingleses de las Falklands y ellos se comprometían a que si les ganábamos, las islas pasarían a llamarse Malvinas para siempre y en todos los mapas del mundo. La nuestra era, creíamos, una misión patriótica que quedaría para siempre en los libros de Historia y allí íbamos, jubilosos y cantando entre montañas y bosques de tarjeta postal.
Era el lejano otoño de 1953 y yo tenía diez años. En los recreos de la escuela jugábamos a la guerra soñando con las batallas de las películas en blanco y negro, donde había buenos y malos, héroes y traidores. La Argentina nunca había peleado contra nadie y no sabíamos cómo era una guerra de verdad. Lo nuestro, lo que nos ocupaba entonces, era la escuela, que yo detestaba, y la Copa Infantil Evita, que nuestro equipo acababa de ganar en una final contra los de Buenos Aires.
A poco de salir pasó exactamente lo que el jorobado Toledo dijo que iba a pasar. El ómnibus era tan viejo que no aguantaba el peso de los veintisiete pasajeros, las valijas y los tanques de combustible que llevábamos de repuesto para atravesar el desierto. El jorobado había dicho que las gomas del Ford se iban a reventar y no bien entramos a vadear el río, explotó la primera.
El profesor Seguetti, que era el director de la escuela, iba en el primer asiento, rodeado de funcionarios de la provincia y la nación. Los chicos habíamos pasado por la peluquería y los mayores iban todos de traje y gomina. En un cajón atado al techo del Ford había agua potable, conservas y carne guardada en sal. Teníamos que atravesar montañas, lagos y desiertos para llegar al Atlántico, donde nos esperaba un barco secreto que nos conduciría a las islas tan añoradas.
Como la rueda de auxilio estaba desinflada tuvimos que llamar a unos paisanos que pasaban a caballo para que nos ayudaran a arrastrar el ómnibus fuera del agua. Uno de los choferes, un italiano de nombre Luigi, le puso un parche sobre otro montón de parches y entre todos bombeamos el inflador hasta que la rueda volvió a ser redonda y nos internamos en las amarillas dunas del Chubut.
Cada tres o cuatro horas se reventaba la misma goma u otra igual y Luigi hacía maravillas al volante para impedir que el Ford, alocado, se cayera al precipicio. El otro chofer, un chileno petiso que decía conocer la región, llevaba un mapa del ejército editado en 1910 y que sólo él podía descifrar. Pero al tercer día, cuando cruzábamos un lago sobre una balsa, nos azotó un temporal de granizo y el mapa se voló con la mayoría de las provisiones. Los ríos que bajaban de la cordillera venían embravecidos y resonaban como si estuviéramos a las puertas del infierno.
Al cuarto día nos alejamos de las montañas y avistamos una estancia abandonada que, según el chileno, estaba en la provincia de Santa Cruz. Luigi prendió unos leños para hacer un asado y se puso a reparar el radiador agujereado por un piedrazo. El profesor Seguetti, para lucirse delante de los funcionarios, nos hizo cantar el Himno Nacional y nos reunió para repasar las lecciones que habíamos aprendido sobre las Malvinas.
Sentados en las dunas, cerca del fuego, escuchamos lo mismo de siempre. En ese tiempo todavía creíamos que entre los pantanos y los pelados cerros de las islas había tesoros enterrados y petróleo para abastecer al mundo entero. Ya no recordábamos por qué las islas nos pertenecían ni cómo las habíamos perdido y lo único que nos importaba era ganarles el partido a los ingleses y que la noticia de nuestro triunfo diera la vuelta al mundo.
-Elemental, las Malvinas son de ustedes porque están más cerca de la Argentina que de Inglaterra -dijo Luigi mientras pasaba los primeros mates.
-No sé -porfió el chofer chileno-, también están cerca del Uruguay.
El profesor Seguetti lo fulminó con la mirada. los chilenos nunca nos tuvieron cariño y nos disputan las fronteras de la Patagonia, donde hay lagos de ensueño y bosques petrificados con ciervos y pájaros gigantes parecidos a los loros que hablan el idioma de los indios.
Sentados en el suelo, en medio del desierto, Seguetti nos recordó al gaucho Rivero, que fue el último valiente que defendió las islas y terminó preso por contrabandista en un calabozo de Londres.
A los chicos todo eso nos emocionaba, y a medida que el profesor hablaba se nos agrandaba el corazón de sólo pensar que el general nos había elegido para ser los primeros argentinos en pisar Puerto Stanley.
El general Perón era sabio, sonreía siempre y tenía ideas geniales. Así nos lo habían enseñado en el colegio y lo decía la radio; ¡qué nos importaban las otras cosas! Cuando ganamos la Copa en Buenos Aires, el general vino a entregarla en persona, vestido de blanco, manejando una Vespa. Nos llamó por el nombre a todos, como si nos conociera de siempre, y nos dio la mano igual que a los mayores. Me acuerdo de que al jorobado Tolosa, que iba de colado por ser hijo del comisario, lo vio tan desvalido, tan poca cosa, que se le acercó y le preguntó: "¿Vos qué vas a ser cuando seas grande, pibe?". Y el jorobado le contestó: "Peronista, mi general". Ahí nomás se ganó el viaje a las Malvinas.
Seguimos a la deriva por caminos en los que no pasaba nadie y cada vez que avistábamos un lago creíamos que por fin llegábamos al mar, donde nos esperaba el barco secreto. Soportamos vientos y tempestades con el último combustible y poca comida, corridos por los pumas y escupidos por los guanacos. El ómnibus había perdido el capó, los paragolpes y todas las valijas que llevaba en el techo. Seguetti y los funcionarios parecían piltrafas. El profesor desvariaba de fiebre y había olvidado la letra del Himno Nacional y el número exacto de islas que forman el archipiélago de Malvinas.
Una mañana, cuando Luigi se durmió al volante, el ómnibus se empantanó en un salitral interminable. Entonces ya nadie supo quién era quién, ni dónde diablos quedaban las gloriosas islas. En plena alucinación, Seguetti se tomó por el mismísimo general Perón y los funcionarios se creyeron ministros, y hasta Luigi dijo ser la reencarnación de Benito Mussolini. desbordado por el horizonte vacío y el sol abrumador, Seguetti se trepó al mediodía al techo del Ford y empezó a gritar que había que pasar lista y contar a los pasajeros para saber cuántos hombres se le habían perdido en el camino.
Fue entonces cuando descubrimos al intruso.
Era un tipo canoso, de traje negro, con un lunar peludo en la frente y un libro de tapas negras bajo el brazo. Estaba en una hondonada y eso lo hacía parecer más petiso. No parecía muy hablador pero antes de que el profesor se recuperara de la sorpresa se presentó solo, con un vozarrón que desafiaba al viento.
-William Jones, de Malvinas -levantó el libro como si fuera un pasaporte-, apóstol del Señor Jesucristo en estos parajes.
Hablaba un castellano dificultoso y escupió un cascote de saliva y arena.
El profesor Seguetti lo miró alelado y saltó al suelo. Los funcionarios se asomaron a las ventanillas del ómnibus.
-¿De dónde? -preguntó el profesor que de a poco se iba animando a acercársele.
-De Port Stanley -respondió el tipo, que hablaba como john Wayne en la frontera mexicana-. Argentino hasta la muerte.
De golpe también los chicos empezamos a interesarnos en él.
-No hay argentinos en las Malvinas -dijo Seguetti y se le arrimó hasta casi rozarle la nariz.
Jones levantó el libro y miró al horizonte manso sobre el que planeaban los chimangos.
-¡Cómo que no, si hasta me hicieron una fiesta cuando llegué!
-dijo. Entonces Seguetti se acordó de que nuestra ley dice que todos los nacidos en las Malvinas son argentinos, hablen lo que hablen y tengan la sangre que tengan.
Jones contó que había subido al ómnibus dos noches atrás en Bajo Caracoles, cuando paramos a cazar guanacos. Si no lo habíamos descubierto antes, dijo, había sido por gracia del Espíritu Santo que lo acompañaba a todas partes. Eso duró toda la noche porque nadie, entre nosotros, sabía inglés y Jones mezclaba los dos idiomas. Cada uno contaba su historia hablando para sí mismo y al final todos nos creíamos héroes de conquistas, capitanes de barcos fantasmas y emperadores aztecas. Luigi, que ahora hablaba en italiano, le preguntó si todavía estábamos muy lejos del Atlántico.
-Oh, very much! -gritó Jones y hasta ahí le entendimos. Luego siguió en inglés y cuando intentó el castellano fue para leernos unos pasajes de la Biblia que hablaban de Simón perdido en el desierto.
Al día siguiente todos caminamos rezando detrás de Jones y llegamos a un lugar de nombre Río Alberdi, o algo así. Enseguida, el general Perón nos mandó dos helicópteros de la gendarmería. Cuando llegaron, los adultos tenían grandes barbas y nosotros habíamos ganado dos partidos contra los chilenos de Puerto Natales, que queda cerca del fin del mundo.
El comandante de gendarmería nos pidió, en nombre del general, que olvidáramos todo, porque si los ingleses se enteraban de nuestra torpeza jamás nos devolverían las Malvinas. Conozco poco de lo que ocurrió después. Jones predicó el Evangelio por toda la Patagonia y más tarde se fue a cultivar tabaco a Corrientes, donde tuvo un hijo con una mujer que hablaba guaraní.
Ahora que ha pasado mucho tiempo y nadie se acuerda de los chicos que pelearon en la guerra, puedo contar esta vieja historia. Si nosotros no nos hubiéramos extraviado en el desierto en aquel otoño memorable, quizá no habría pasado lo que pasó en 1982. Ahora Jones está enterrado en un cementerio británico de Buenos Aires y su hijo, que cayó en Mount Tumbledown, yace en el cementerio argentino de Puerto Stanley.


*de Osvaldo Soriano.
"Cuentos de los años felices" editorial Sudamericana, Buenos Aires, edición de 1993.














Adopción*




Suena el teléfono y el hombre atiende. La voz de Esteban le informa que en un diario de 1927, en la página de policiales, descubrió una noticia fuera de serie. El hombre lo escucha y piensa: "seguro que es todo mentira". Esteban es un apasionado investigador de archivos, bibliotecas, hemerotecas. Es conocido por eso y por ser un gran mentiroso.
Esteban anuncia: "te leo el comienzo de la nota: en el día de ayer se dieron a conocer algunos curiosos detalles relacionados con el luctuoso hecho ocurrido a mediados del mes de marzo último en una mansión del barrio de Belgrano y cuyos protagonistas fueron, como se informara oportunamente, el señor Ramiro Altacerviz y la señora Clara Sáenz de Altacerviz."
"¿me seguís?", pregunta. "te sigo", contesta el hombre. Y piensa: "todo inventado". "resumo un poco -dice Esteban-. Después de la introducción, la nota aclara que estos dos personajes constituían un matrimonio feliz, de mucho dinero, muy conocidos y muy bien conceptuados en las altas esferas de la sociedad de la época. Pero no habían podido tener hijos. Y este es precisamente el punto a partir del cual comienza a desarrollarse la trama de esta tragedia. ¿Me estas siguiendo?" "perfectamente", contesta el hombre. Y piensa: "es un mentiroso".
"Te sigo contando. Resulta que un día esta gente resuelve adoptar un niño. No era una decisión simple y analizaron cuidadosamente otros casos. Consultaron con abogados, con médicos, con sacerdotes. Pero, al parecer, a medida que avanzaban crecían las dudas. ¿Como seria finalmente esa criatura? pese a la privilegiada educación que le impartirían no existía garantía de que con el tiempo el chico no se descarriase arrastrado por alguna tendencia hereditaria e imprevisible. Y así, más avanzaban, más consultaban, más complicado se les volvía el panorama. Por lo tanto, al cabo de unos meses de titubeos, optaron por adoptar un hermoso, joven, fuerte e inteligente chimpancé. ¿Que te parece?". "Fantástico", exclama el hombre. Y piensa: "mentiroso, mentiroso."
"El animal entro a formar parte de la familia. Lo bautizaron con el nombre de Adolfito. Tenía su propio cuarto, andaba por la mansión, compartía almuerzos y cenas, les brindaba afecto. Bastaron pocas semanas para que los esposos Altacerviz se felicitaran mutuamente por la elección. La más entusiasta era la señora. Se encariño de tal manera que ya no quería salir sin el chimpancé y con frecuencia prefería quedarse en casa, antes que concurrir a las periódicas reuniones de la hora del té. El mono adquirió cierta fama. Los amigos de la familia conocían sus hazañas. Cuando se tocaba el tema -cito textualmente del diario-, la señora Altacerviz, sin advertir seguramente la sutileza del juego de palabras, afirmaba invariablemente que Adolfito era una monada." "¿me oís bien?" "bien". Y piensa: "mentiroso". "A partir de ahora leo directamente de la publicación, escucha: una tarde, el señor Altacerviz regreso en un horario no habitual y al entrar al dormitorio encontró a Adolfito y a su esposa sobre la cama en posición inequívoca. Al advertir su presencia, la señora comenzó a sollozar y a quejarse de que la estaban violando. El señor altacerviz abrió un cajón, saco un arma y empezó a los tiros contra el chimpancé. Si bien sus declaraciones posteriores se limitaron a consignar los hechos, es posible suponer que varios factores debieron influir en su actitud. No solamente la evidencia de la violación, sino también de la ingratitud y, quizá más oscuramente, del incesto. Lo cierto es que empezó a los tiros. Pero si algo poseía Adolfito, además de simpatía, era astucia y ligereza. Anduvo a los saltos de pared a pared y en cuanto pudo desapareció por una ventana."
"¿Estas escuchando?" "atentamente." "¿que te parece?" "extraordinario". Y piensa: "todo inventado." "Sigo leyendo del diario, atende: de los seis balazos disparados, cinco se alojaron fatalmente en el pálido cuerpo de clara Sáenz de Altacerviz. Murió inmediatamente. Exasperado, el señor Altacerviz se apoyo el caño en la sien y apretó el gatillo. Pero se había quedado sin balas. Entonces se trepo al techo de la casa y saltó. Trasladado de urgencia a un sanatorio logró salvar la vida, aunque los médicos aseguran que por el resto de sus días no podrá abandonar la cama en que se halla postrado. En esas penosas condiciones, el martes último, balbuceo su declaración ante la presencia del juez, echando así un rayo de claridad sobre estos acontecimientos que habían intrigado a la opinión pública y a las autoridades intervinientes."
"¿Que me decís?", pregunta Esteban. "Una tragedia", contesta el hombre. "Hay un párrafo mas, presta atención: en cuanto al chimpancé, se supo que cruzando campos alcanzo la provincia de Misiones, pasó al Brasil y continuó desplazándose hacia el norte, logrando finalmente adentrarse en la selva amazónica, donde vive actualmente en concubinato con la hija de un cacique." "Sensacional", exclama el hombre. Y piensa: "esta vez se le fue la mano."






*de Antonio Dal Masetto.

"Ni perros ni gatos" Torres Agüero editor, Buenos Aires 1º edición 1987













Luz de escena*



“Desde anoche se anuncia en mi osamenta
este golpe de lluvia resonando…”
JOAQUÍN GIANNUZZI



Extraño esa cosa mágica
de la luz de escena
y leer mis poemas
en la semipenumbra
de un café literario
o de una sencilla reunión
de trasnoche de los
amigos poetas trasnochados.

Y extraño, curiosamente,
la lluvia en Buenos Aires
y mis solitarias caminatas nocturnas
y la voz del silencio en mis oídos…

Extraño todo eso
desde mi plácida torre pueblerina.



*de María Rosa León. mrleon003@yahoo.com.ar


“¡Buenas noches, noche!”
Leo Ediciones Artesanales (2005/2006)





*

Reescribiendo noticias. Una invitación permanente y abierta a rastrear noticias y reescribirlas en clave poética y literaria. Cuando menciono noticias, me refiero a aquellas que nos estrujan el corazón. Que nos parten el alma en pedacitos. A las que expresan mejor y más claramente la injusticia social. El mecanismo de participación es relativamente simple. Primero seleccionar la noticia con texto completo y fuente. (indispensable) y luego reescribirla literariamente en un texto -en lo posible- ultra breve (alrededor de 2000 caracteres).
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martes, enero 30, 2007

EN EL IMPERIO DE LA NEGACIÓN.

Otredad*


Añoro caminar por otras calles
indagar otros rostros, dispersarme;
abrazar otros cuerpos, adaptarme
al ritmo de otras muchedumbres.

No sé si es escapar o renacerse
pero en mis manos hay palomas
que no son de esta plaza

*de Sergio Borao Llop sergiobllop@yahoo.es



El imperio de la negación...




El imperio del consumo*

Los dueños del mundo usan al mundo como si fuera descartable: una mercancía de vida efímera, que se agota...


*por Eduardo Galeano

La explosión del consumo en el mundo actual mete más ruido que todas las guerras y arma más alboroto que todos los carnavales. Como dice un viejo proverbio turco, quien bebe a cuenta, se emborracha el doble. La parranda aturde y nubla la mirada; esta gran borrachera universal parece no tener límites en el tiempo ni en el espacio. Pero la cultura de consumo suena mucho, como el tambor, porque está vacía; y a la hora de la verdad, cuando el estrépito cesa y se acaba la fiesta, el borracho despierta, solo, acompañado por su sombra y por los platos rotos que debe pagar.

La expansión de la demanda choca con las fronteras que le impone el mismo sistema que la genera. El sistema necesita mercados cada vez más abiertos y más amplios, como los pulmones necesitan el aire, y a la vez necesita que anden por los suelos, como andan, los precios de las materias primas y de la fuerza humana de trabajo. El sistema habla en nombre de todos, a todos dirige sus imperiosas órdenes de consumo, entre todos difunde la fiebre compradora; pero ni modo: para casi todos, esta aventura comienza y termina en la pantalla del televisor. La mayoría, que se endeuda para tener cosas, termina teniendo nada más que deudas para pagar deudas que generan nuevas deudas, y acaba consumiendo fantasías que a veces materializa delinquiendo.

El derecho al derroche, privilegio de pocos, dice ser la libertad de todos. Dime cuánto consumes y te diré cuánto vales. Esta civilización no deja dormir a las flores, ni a las gallinas, ni a la gente. En los invernaderos, las flores están sometidas a luz continua, para que crezcan más rápido. En las fábricas de huevos, las gallinas también tienen prohibida la noche. Y la gente está condenada al insomnio, por la ansiedad de comprar y la angustia de pagar.

Este modo de vida no es muy bueno para la gente, pero es muy bueno para la industria farmacéutica. EEUU consume la mitad de los sedantes, ansiolíticos y demás drogas químicas que se venden legalmente en el mundo, y más de la mitad de las drogas prohibidas que se venden ilegalmente, lo que no es moco de pavo si se tiene en cuenta que EEUU apenas suma el cinco por ciento de la población mundial.

«Gente infeliz, la que vive comparándose», lamenta una mujer en el barrio del Buceo, en Montevideo. El dolor de ya no ser, que otrora cantara el tango, ha dejado paso a la vergüenza de no tener. Un hombre pobre es un pobre hombre. «Cuando no tenés nada, pensás que no valés nada», dice un muchacho en el barrio Villa Fiorito, de Buenos Aires. Y otro comprueba, en la ciudad dominicana de San Francisco de Macorís: «Mis hermanos trabajan para las marcas. Viven comprando etiquetas, y viven sudando la gota gorda para pagar las cuotas».

Invisible violencia del mercado: la diversidad es enemiga de la rentabilidad, y la uniformidad manda. La producción en serie, en escala gigantesca, impone en todas partes sus obligatorias pautas de consumo. Esta dictadura de la uniformización obligatoria es más devastadora que cualquier dictadura del partido único: impone, en el mundo entero, un modo de vida que reproduce a los seres humanos como fotocopias del consumidor ejemplar.

El consumidor ejemplar es el hombre quieto. Esta civilización, que confunde la cantidad con la calidad, confunde la gordura con la buena alimentación. Según la revista científica The Lancet, en la última década la «obesidad severa» ha crecido casi un 30% entre la población joven de los países más desarrollados. Entre los niños norteamericanos, la obesidad aumentó en un 40% en los últimos dieciséis años, según la investigación reciente del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Colorado.
El país que inventó las comidas y bebidas light, los diet food y los alimentos fat free, tiene la mayor cantidad de gordos del mundo. El consumidor ejemplar sólo se baja del automóvil para trabajar y para mirar televisión. Sentado ante la pantalla chica, pasa cuatro horas diarias devorando comida de plástico.
Triunfa la basura disfrazada de comida: esta industria está conquistando los paladares del mundo y está haciendo trizas las tradiciones de la cocina local. Las costumbres del buen comer, que vienen de lejos, tienen, en algunos países, miles de años de refinamiento y diversidad, y son un patrimonio colectivo que de alguna manera está en los fogones de todos y no sólo en la mesa de los ricos. Esas tradiciones, esas señas de identidad cultural, esas fiestas de la vida, están siendo apabulladas, de manera fulminante, por la imposición del saber químico y único: la globalización de la hamburguesa, la dictadura de la fast food. La plastificación de la comida en escala mundial, obra de McDonald’s, Burger King y otras fábricas, viola exitosamente el derecho a la autodeterminación de la cocina: sagrado derecho, porque en la boca tiene el alma una de sus puertas.

El campeonato mundial de fútbol del 98 nos confirmó, entre otras cosas, que la tarjeta MasterCard tonifica los músculos, que la Coca-Cola brinda eterna juventud y que el menú de McDonald’s no puede faltar en la barriga de un buen atleta. El inmenso ejército de McDonald’s dispara hamburguesas a las bocas de los niños y de los adultos en el planeta entero. El doble arco de esa M sirvió de estandarte, durante la reciente conquista de los países del Este de Europa. Las colas ante el McDonald’s de Moscú, inaugurado en 1990 con bombos y platillos, simbolizaron la victoria de Occidente con tanta elocuencia como el desmoronamiento del Muro de Berlín.
Un signo de los tiempos: esta empresa, que encarna las virtudes del mundo libre, niega a sus empleados la libertad de afiliarse a ningún sindicato. McDonald’s viola, así, un derecho legalmente consagrado en los muchos países donde opera. En 1997, algunos trabajadores, miembros de eso que la empresa llama la Macfamilia, intentaron sindicalizarse en un restorán de Montreal en Canadá: el restorán cerró. Pero en el 98, otros empleados e McDonald’s, en una pequeña ciudad cercana a Vancouver, lograron esa conquista, digna de la Guía Guinness.

Las masas consumidoras reciben órdenes en un idioma universal: la publicidad ha logrado lo que el esperanto quiso y no pudo. Cualquiera entiende, en cualquier lugar, los mensajes que el televisor transmite. En el último cuarto de siglo, los gastos de publicidad se han duplicado en el mundo. Gracias a ellos, los niños pobres toman cada vez más Coca-Cola y cada vez menos leche, y el tiempo de ocio se va haciendo tiempo de consumo obligatorio.
Tiempo libre, tiempo prisionero: las casas muy pobres no tienen cama, pero tienen televisor, y el televisor tiene la palabra. Comprado a plazos, ese animalito prueba la vocación democrática del progreso: a nadie escucha, pero habla para todos. Pobres y ricos conocen, así, las virtudes de los automóviles último modelo, y pobres y ricos se enteran de las ventajosas tasas de interés que tal o cual banco ofrece.

Los expertos saben convertir a las mercancías en mágicos conjuntos contra la soledad. Las cosas tienen atributos humanos: acarician, acompañan, comprenden, ayudan, el perfume te besa y el auto es el amigo que nunca falla. La cultura del consumo ha hecho de la soledad el más lucrativo de los mercados. Los agujeros del pecho se llenan atiborrándolos de cosas, o soñando con hacerlo. Y las cosas no solamente pueden abrazar: ellas también pueden ser símbolos de ascenso social, salvoconductos para atravesar las aduanas de la sociedad de clases, llaves que abren las puertas prohibidas.

Cuanto más exclusivas, mejor: las cosas te eligen y te salvan del anonimato multitudinario. La publicidad no informa sobre el producto que vende, o rara vez lo hace. Eso es lo de menos. Su función primordial consiste en compensar frustraciones y alimentar fantasías: ¿En quién quiere usted convertirse comprando esta loción de afeitar?
El criminólogo Anthony Platt ha observado que los delitos de la calle no son solamente fruto de la pobreza extrema. También son fruto de la ética individualista. La obsesión social del éxito, dice Platt, incide decisivamente sobre la apropiación ilegal de las cosas. Yo siempre he escuchado decir que el dinero no produce la felicidad; pero cualquier televidente pobre tiene motivos de sobra para creer que el dinero produce algo tan parecido, que la diferencia es asunto de especialistas.
Según el historiador Eric Hobsbawm, el siglo XX puso fin a siete mil años de vida humana centrada en la agricultura desde que aparecieron los primeros cultivos, a fines del paleolítico. La población mundial se urbaniza, los campesinos se hacen ciudadanos. En América Latina tenemos campos sin nadie y enormes hormigueros urbanos: las mayores ciudades del mundo, y las más injustas.
Expulsados por la agricultura moderna de exportación, y por la erosión de sus tierras, los campesinos invaden los suburbios. Ellos creen que Dios está en todas partes, pero por experiencia saben que atienden las grandes urbes. Las ciudades prometen trabajo, prosperidad, un porvenir para los hijos. En los campos, los esperadores miran pasar la vida, y mueren bostezando; en las ciudades, la vida ocurre, y llama. Hacinados en tugurios, lo primero que descubren los recién llegados es que el trabajo falta y los brazos sobran, que nada es gratis y que los más caros artículos de lujo son el aire y el silencio.
Mientras nacía el siglo XIV, fray Giordano da Rivalto pronunció en Florencia un elogio de las ciudades. Dijo que las ciudades crecían «porque la gente tiene el gusto de juntarse». Juntarse, encontrarse. Ahora, ¿quién se encuentra con quién? ¿Se encuentra la esperanza con la realidad? El deseo, ¿se encuentra con el mundo? Y la gente, ¿se encuentra con la gente? Si las relaciones humanas han sido reducidas a relaciones entre cosas, ¿cuánta gente se encuentra con las cosas?

El mundo entero tiende a convertirse en una gran pantalla de televisión, donde las cosas se miran pero no se tocan. Las mercancías en oferta invaden y privatizan los espacios públicos. Las estaciones de autobuses y de trenes, que hasta hace poco eran espacios de encuentro entre personas, se están convirtiendo ahora en espacios de exhibición comercial.
El shopping center, o shopping mall, vidriera de todas las vidrieras, impone su presencia avasallante. Las multitudes acuden, en peregrinación, a este templo mayor de las misas del consumo. La mayoría de los devotos contempla, en éxtasis, las cosas que sus bolsillos no pueden pagar, mientras la minoría compradora se somete al bombardeo de la oferta incesante y extenuante.

El gentío, que sube y baja por las escaleras mecánicas, viaja por el mundo: los maniquíes visten como en Milán o París y las máquinas suenan como en Chicago, y para ver y oír no es preciso pagar pasaje. Los turistas venidos de los pueblos del interior, o de las ciudades que aún no han merecido estas bendiciones de la felicidad moderna, posan para la foto, al pie de las marcas internacionales más famosas, como antes posaban al pie de la estatua del prócer en la plaza.
Beatriz Solano ha observado que los habitantes de los barrios suburbanos acuden al center, al shopping center, como antes acudían al centro. El tradicional paseo del fin de semana al centro de la ciudad, tiende a ser sustituido por la excursión a estos centros urbanos. Lavados y planchados y peinados, vestidos con sus mejores galas, los visitantes vienen a una fiesta donde no son convidados, pero pueden ser mirones. Familias enteras emprenden el viaje en la cápsula espacial que recorre el universo del consumo, donde la estética del mercado ha diseñado un paisaje alucinante de modelos, marcas y etiquetas.
La cultura del consumo, cultura de lo efímero, condena todo al desuso mediático. Todo cambia al ritmo vertiginoso de la moda, puesta al servicio de la necesidad de vender. Las cosas envejecen en un parpadeo, para ser reemplazadas por otras cosas de vida fugaz. Hoy que lo único que permanece es la inseguridad, las mercancías, fabricadas para no durar, resultan tan volátiles como el capital que las financia y el trabajo que las genera. El dinero vuela a la velocidad de la luz: ayer estaba allá, hoy está aquí, mañana quién sabe, y todo trabajador es un desempleado en potencia.
Paradójicamente, los shoppings centers, reinos de la fugacidad, ofrecen la más exitosa ilusión de seguridad. Ellos resisten fuera del tiempo, sin edad y sin raíz, sin noche y sin día y sin memoria, y existen fuera del espacio, más allá de las turbulencias de la peligrosa realidad del mundo.

Los dueños del mundo usan al mundo como si fuera descartable: una mercancía de vida efímera, que se agota como se agotan, a poco de nacer, las imágenes que dispara la ametralladora de la televisión y las modas y los ídolos que la publicidad lanza, sin tregua, al mercado. Pero, ¿a qué otro mundo vamos a mudarnos? ¿Estamos todos obligados a creernos el cuento de que Dios ha vendido el planeta unas cuantas empresas, porque estando de mal humor decidió privatizar el universo?

La sociedad de consumo es una trampa cazabobos. Los que tienen la manija simulan ignorarlo, pero cualquiera que tenga ojos en la cara puede ver que la gran mayoría de la gente consume poco, poquito y nada necesariamente, para garantizar la existencia de la poca naturaleza que nos queda. La injusticia social no es un error a corregir, ni un defecto a superar: es una necesidad esencial. No hay naturaleza capaz de alimentar a un shopping center del tamaño del planeta.

*Fuente: La Ventana.
http://laventana.casa.cult.cu/modules.php?name=News&file=article&sid=3520




CEAMSE*
30/01/07


*Por Sandra Russo

(APE).- Mucho más acá de Gualeguaychú, en La Matanza, el medio ambiente parece ser algo sin valor. Y no es que los vecinos de González Catán no se ocupen de protestar, como los de Entre Ríos. Lo hacen. Todos los lunes se autoconvocan para organizarse y reclamar contra la CEAMSE (Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado), cuyos residuos acumulados contaminan desde 1979 el agua que toman, el aire que respiran y provocan enfermedades concretas: cáncer, leucemia, lupus, afecciones respiratorias.

Pese a que las primeras pericias judiciales les dan la razón, y en consecuencia se habla de personas en riesgo que protestan para defender el elemental derecho a la vida y a la salud, el intendente local los echa a patadas. Los desaloja con la fuerza pública. El motivo esgrimido para la represión es nada menos que la “emergencia ambiental”. El poder político de La Matanza desconoce los efectos de la contaminación, y reprime con el argumento de que la gente en la calle obstaculiza la recolección de más basura.
Un olor agrio se huele en la zona. Hace pesado el aire. Julia Pereyra se abanica con un cuaderno. La mujer tiene los brazos como picados por un montón de mosquitos. Se dirige a la Asamblea de los lunes. Los Vecinos Autoconvocados se reúnen en el cine local para discutir qué hacer con la bla gigantesca de basura putrefacta recibida de siete municipios, entre ellos la Capital Federal. Casi dos mil toneladas diarias de desechos domiciliarios e industriales con los efectos previsibles: la tierra y las napas están contaminadas. Y en el municipio no hay agua de red.
En 2006, a raíz de una denuncia penal sobre las enfermedades que provoca la contaminación de la CEAMSE, el juez Juan Pablo Salas ordenó pericias que demostraron que el agua de pozo de la zona no es apta para consumo humano, y ordenó, en junio, que las autoridades provinciales y municipales proveyeran de agua potable a los vecinos de los tres barrios linderos del basurero: Las Marías, San Enrique y Nicol. Pero hasta ahora, el agua potable no llegó.
El 30 de octubre los vecinos bloquearon la entrada del CEAMSE para pedir su cierre y medidas de saneamiento. Empezaron un lunes y, como tuvieron más adhesión que la esperada, se quedaron el martes y también el miércoles. El jueves ya eran cerca de tres mil personas que la infantería desalojó por la fuerza. Como respuesta, ese mismo día hubo una marcha de repudio de ocho mil manifestantes. ¿Circuló esta noticia? ¿Se habló de esto en las radios? ¿La televisión comentó algo? No. En el verano, la basura se pudre más rápido, pero los medios se ocupan de Nazarena Vélez.

En la Asamblea las víctimas se visibilizan. Ana Carabajal, del barrio San Enrique, perdió el año pasado a uno de sus hijos. Leucemia. “La enfermedad empezó muy rápido, se lo llevó en cinco meses”, dice. En la misma cuadra en la que vive Ana hay otros cuatro casos de cáncer.
Hugo Osores acerca una carpeta con datos técnicos. 'El CEAMSE fue creado en la última dictadura, pero siguió funcionando con todos los gobiernos democráticos. Tiene tres centros de disposición final de residuos, uno de los cuales es el nuestro, el de González Catán. Las empresas del CEAMSE, que está tercerizado, cobran 40 pesos por cada tonelada de basura que traen. El proyecto se impuso con la promesa de que el relleno iba a ser una buena cosa, se suponía que íbamos a tener todo un parque y que no nos iba a contaminar: el verso del famoso cinturón ecológico. El predio debería tener 25 hectáreas pero el Estado les facilitó 50 más. En el área hay cuatro cementerios privados, un negocio de los 90, y un conjunto de barrios sin infraestructura, olvidados del Estado.'
Otra de las vecinas cuenta que, en un colmo de perversión, no tienen dónde atenderse: se inauguró un hospital a veinte cuadras, pero al poco tiempo cerraron los servicios de obstetricia y neonatología. Ahora tampoco hay internaciones. “Es para que no queden registros”.

Entre los autoconvocados hay un alto pocentaje de jóvenes y docentes, muchos de ellos alumnos y maestros de colegios de las zonas afectadas. Se reúnen todos los lunes, a las siete de la tarde, frente a la plaza principal de González Catán. No son víctimas de ninguna empresa finlandesa que opera con desprecio por poblaciones periféricas. Son vecinos de barrios pobres a los que antojadizamente la sociedad les asignó el lugar del que se jode.

Fuente de datos: Agencia de Noticias Argenpress 16-01-07


*FUENTE: AGENCIA PELOTA DE TRAPO
http://www.pelotadetrapo.org.ar/







La religión del automóvil*



*por Eduardo Galeano


I. Liturgia del divino motor

Con el dios de cuatro ruedas ocurre lo que suele ocurrir con los dioses: nacen al servicio de la gente, mágicos conjuros contra el miedo y la soledad, y terminan poniendo a la gente a su servicio. La religión del automóvil, con su Vaticano en Estados Unidos de América, tiene al mundo de rodillas.

Seis, seis, seis

La imagen del Paraíso: cada estadounidense tiene un auto y un arma de fuego. En Estados Unidos se concentra la mayor cantidad de automóviles y también el arsenal más numeroso, los dos negocios básicos de la economía nacional. Seis, seis, seis: de cada seis dólares que gasta el ciudadano medio, uno se consagra al automóvil; de cada seis horas de vida, una se dedica a viajar en auto o a trabajar para pagarlo; y de cada seis empleos, uno está directa o indirectamente relacionado con la violencia y sus industrias. Cuanta más gente asesinan los automóviles y las armas, y cuanta más naturaleza arrasa, más crece el Producto Nacional Bruto.

Como bien dice el investigador alemán Winfried Wolf, en nuestro tiempo las fuerzas productivas se han convertido en fuerzas destructivas.

¿Talismanes contra el desamparo o invitaciones al crimen? La venta de autos es simétrica con la venta de armas, y bien podría decirse que forma parte de ella: los accidentes de tránsito matan y hieren cada año más estadounidenses que todos los estadounidenses muertos y heridos a lo largo de la guerra de Vietnam, y el permiso de conducir es el único documento necesario para que cualquiera pueda comprar una metralleta y con ella cocine a balazos a todo el vecindario.

El permiso de conducir no sólo se usa para estos menesteres, sino que también es imprescindible para pagar con cheques o cobrarlos, para hacer un trámite o firmar un contrato. En Estados Unidos, el permiso de conducir hace las veces de documento de identidad. Los automóviles otorgan identidad a las personas.

Los aliados de la democracia

El país cuenta con la nafta más barata del mundo, gracias a los presidentes corruptos, los jeques de lentes negros y los reyes de opereta que se dedican a malvender petróleo, a violar derechos humanos y a comprar armas estadounidenses.

Arabia Saudita, pongamos por caso, que figura en los primeros lugares de las estadísticas internacionales por la riqueza de sus ricos, la mortalidad de sus niños y las atrocidades de sus verdugos, es el principal cliente de la industria estadounidense de armamentos. Sin la nafta barata que proporcionan estos aliados de la democracia, no sería posible el milagro: en Estados Unidos, cualquiera puede tener auto, y muchos pueden cambiarlos con frecuencia. Y si el dinero no alcanza para el último modelo, ya se venden aerosoles que dan aroma a nuevo al vejestorio comprado hace tres o cuatro años, el autosaurio ése.
Dime qué coche tienes y te diré quién eres, y cuánto vales. Esta civilización que adora los automóviles, tiene pánico de la vejez: el automóvil, promesa de juventud eterna, es el único cuerpo que se puede cambiar.

La jaula

A este cuerpo, el de cuatro ruedas, se consagra la mayor parte de la publicidad en la televisión, la mayor parte de las horas de conversación y la mayor parte del espacio de las ciudades. El automóvil dispone de restoranes, donde se alimenta de nafta y aceite, y a su servicio están las farmacias donde compra remedios, los hospitales donde lo revisan, lo diagnostican y lo curan, los dormitorios donde duerme y los cementerios donde muere.

Él promete libertad a las personas, y por algo las autopistas se llaman freeways, caminos libres, y sin embargo actúa como una jaula ambulante. El tiempo de trabajo humano se ha reducido poco o nada, y en cambio año tras año aumenta el tiempo necesario para ir y venir al trabajo, por los atolladeros del tránsito que obligan a avanzar a duras penas y a los codazos.

Se vive dentro del automóvil, y él no te suelta.

Drive-by shooting: sin salir del auto, a toda velocidad, se puede apretar el gatillo y disparar sin mirar a quién, como se estila ahora en las noches de Los Ángeles. Drive-thru teller, drive-in restaurant, drive-in movies: sin salir del auto se puede sacar dinero del banco, cenar hamburguesas y ver una película.
Y sin salir del auto se puede contraer matrimonio, drive-in marriage: en Reno, Nevada, el automóvil entra bajo los arcos de flores de plástico, por una ventanilla asoma el testigo y por la otra el pastor, que Biblia en mano os declara marido y mujer, y a la salida una funcionaria, provista de alas y de halo, entrega la partida de matrimonio y recibe la propina, que se llama Love donation.

El automóvil, cuerpo renovable, tiene más derechos que el cuerpo humano, condenado a la decrepitud. Estados Unidos de América ha emprendido, en estos últimos años, la guerra santa contra el demonio del tabaco. En las revistas, la publicidad de los cigarrillos está atravesada por obligatorias advertencias a la salud pública. Los anuncios advierten, por ejemplo: "El humo del tabaco contiene monóxido de carbono". Pero ningún anuncio de automóviles advierte que mucho más monóxido de carbono contiene el humo de los coches. La gente no puede fumar. Los autos, sí.

II. El ángel exterminador

En 1992 hubo un plebiscito en Amsterdam. Los habitantes de la ciudad holandesa resolvieron reducir a la mitad el espacio, ya muy limitado, que ocupan los automóviles. Tres años después se prohibió el tránsito de autos privados en todo el centro de la ciudad italiana de Florencia, prohibición que se extenderá a la ciudad entera a medida que se multipliquen los tranvías, las líneas de metro, las vías peatonales y los autobuses. También las ciclovías: pronto se podrá atravesar toda la ciudad sin riesgos, por cualquier parte, pedaleando en un medio de transporte que cuesta poco, no gasta nada, no invade el espacio humano ni envenena el aire, y que fue inventado, hace cinco siglos, por un vecino de Florencia llamado Leonardo da Vinci.
Mientras tanto, un informe oficial confirmaba que los automóviles ocupan un espacio bastante mayor que las personas en la ciudad estadounidense de Los Angeles, pero allí a nadie se le ocurrió cometer el sacrilegio de expulsar a los invasores.

¿A quién pertenecen las ciudades?

Amsterdam y Florencia son excepciones a la regla universal de la usurpación. El mundo se ha motorizado aceleradamente, a medida que han ido creciendo las ciudades y las distancias, y los medios públicos de transporte han cedido paso al coche privado.

El presidente francés Georges Pompidou lo celebraba diciendo que "es la ciudad la que debe adaptarse a los automóviles, y no al revés", pero sus palabras cobraron sentido trágico cuando se reveló que habían aumentado brutalmente los muertos por contaminación en la ciudad de París, durante las huelgas de fines del año pasado: la paralización del metro había multiplicado los viajes en automóvil y había agotado las existencias de mascarillas antiesmog.
En Alemania, en 1950, los trenes, autobuses, metros y tranvías realizaban las tres cuartas partes del transporte de personas; actualmente, suman menos de una quinta parte. El promedio europeo ha caído al 25 por ciento, lo que es todavía mucho si se compara con Estados Unidos, donde el transporte público, virtualmente exterminado en la mayoría de las ciudades, sólo llega al cuatro por ciento del total.

Henry Ford y Harvey Firestone eran íntimos amigos, y ambos se llevaban de lo más bien con la familia Rockefeller. Ese cariño recíproco desembocó en una alianza de influencias que mucho tuvo que ver con el desmantelamiento de los ferrocarriles y la creación de una vasta telaraña de carreteras, luego convertidas en autopistas, en todo el territorio estadounidense. Con el paso de los años se ha hecho cada vez más apabullante, en Estados Unidos y en el mundo entero, el poder de los fabricantes de automóviles, los fabricantes de neumáticos y los industriales del petróleo. De las sesenta mayores empresas del mundo, la mitad pertenece a esta santa alianza o está de alguna manera ligada a la dictadura de las cuatro ruedas.

Datos para un prontuario

Los derechos humanos se detienen al pie de los derechos de las máquinas. Los automóviles emiten impunemente un cóctel de muchas sustancias asesinas. La intoxicación del aire es espectacularmente visible en las ciudades latinoamericanas, pero se nota mucho menos en algunas ciudades del norte del mundo. La diferencia se explica, en gran medida, por el uso obligatorio de los convertidores catalíticos y de la nafta sin plomo, que han reducido la contaminación más notoria de cada vehículo en los países de mayor desarrollo.
Sin embargo, la cantidad tiende a anular la calidad, y estos progresos tecnológicos van reduciendo su impacto positivo ante la proliferación vertiginosa del parque automotor, que se reproduce como si estuviera formado por conejos.
Visibles o disimuladas, reducidas o no, las emisiones venenosas forman una larga lista criminal. Por poner tan sólo tres ejemplos, los técnicos de Greenpeace han denunciado que proviene de los automóviles no menos de la mitad del total del monóxido de carbono, del óxido de nitrógeno y de los hidrocarburos que tan eficazmente están contribuyendo a la demolición del planeta y de la salud humana.
"La salud no es negociable. Basta de medias tintas", declaró el responsable de transportes de Florencia, a principios de este año, mientras anunciaba que ésa será "la primera ciudad europea libre de automóviles". Pero en casi todo el resto del mundo, se parte de la base de que es inevitable que el divino motor sea el eje de la vida humana, en la era urbana.

Copiamos lo peor

El ruido de los motores no deja oír las voces que denuncian el artificio de una civilización que te roba la libertad para después vendértela, y que te corta las piernas para obligarte a comprar automóviles y aparatos de gimnasia. Se impone en el mundo, como único modelo posible de vida, la pesadilla de ciudades donde los autos mandan, devoran las zonas verdes y se apoderan del espacio humano. Respiramos el poco aire que ellos nos dejan; y quien no muere atropellado, sufre gastritis por los embotellamientos.

Las ciudades latinoamericanas no quieren parecerse a Amsterdam o a Florencia, sino a Los Angeles, y están consiguiendo convertirse en la horrorosa caricatura de aquel vértigo. Llevamos cinco siglos de entrenamiento para copiar en lugar de crear. Ya que estamos condenados a la copianditis, podríamos elegir nuestros modelos con un poco más de cuidado. Anestesiados como estamos por la televisión, la publicidad y la cultura de consumo, nos hemos creído el cuento de la llamada modernización, como si ese chiste de mal gusto y humor negro fuera el abracadabra de la felicidad.

III. Los espejos del paraíso

La publicidad habla del automóvil como una bendición al alcance de todos. ¿Un derecho universal, una conquista democrática? Si fuera verdad, y todos los seres humanos pudieran convertirse en felices propietarios de este medio de transporte convertido en talismán, el planeta sufriría muerte súbita por falta de aire. Y antes, dejaría de funcionar por falta de energía. Nos queda petróleo para dos generaciones. Ya hemos quemado en un ratito una gran parte del petróleo que se había formado a lo largo de millones de años. El mundo produce autos al ritmo de los latidos del corazón, más de uno por segundo, y ellos están devorando más de la mitad de todo el petróleo que el mundo produce.
Por supuesto, la publicidad miente. Los numeritos dicen que el automóvil no es un derecho universal, sino un privilegio de pocos. Sólo el 20 por ciento de la humanidad dispone del 80 por ciento de los autos, aunque el cien por ciento de la humanidad tenga que sufrir las consecuencias. Como tantos otros símbolos de la sociedad de consumo, éste es un instrumento que está en manos del norte del mundo y de las minorías que en el sur reproducen las costumbres del norte y creen, y hacen creer, que quien no tiene permiso de conducir no tiene permiso de existir.
El 85 por ciento de la población de la capital de México viaja en el 15 por ciento del total de vehículos. Uno de cada diez habitantes de Bogotá es dueño de nueve de cada diez automóviles. Aunque la mayoría de los latinoamericanos no tiene el derecho de comprar un auto, todos tienen el deber de pagarlo. De cada mil haitianos, sólo cinco están motorizados, pero Haití dedica un tercio de sus importaciones a vehículos, repuestos y nafta. Un tercio dedica, también, El Salvador. Según Ricardo Navarro, especialista en estos temas, el dinero que Colombia gasta cada año para subsidiar la nafta, alcanzaría para regalar dos millones y medio de bicicletas a la población.

El derecho de matar

Un solo país, Alemania, tiene más automóviles que la suma de todos los países de América Latina y África. Sin embargo, en el sur del mundo mueren tres de cada cuatro muertos en los accidentes de tráfico de todo el planeta. Y de los tres que mueren, dos son peatones.
En eso, al menos, no miente la publicidad, que suele comparar al auto con un arma: acelerar es como disparar, proporciona el mismo placer y el mismo poder. La cacería de los caminantes es frecuente en algunas de las grandes ciudades latinoamericanas, donde la coraza de cuatro ruedas estimula la tradicional prepotencia de los que mandan y de los que actúan como si mandaran.
Y en estos últimos tiempos, tiempos de creciente inseguridad, al impune matonismo de siempre se agrega el pánico a los asaltos y a los secuestros. Cada vez hay más gente dispuesta a matar a quien se le ponga delante. Las minorías privilegiadas, condenadas al miedo perpetuo, pisan el acelerador a fondo para aplastar la realidad o para huir de ella, y la realidad es una cosa muy peligrosa que ocurre al otro lado de las ventanillas cerradas del automóvil.

El derecho de invadir

Por las calles latinoamericanas circula una ínfima parte de los automóviles del mundo, pero algunas de las ciudades más contaminadas del mundo están en América Latina.

La imitación servil de los modelos de vida de los grandes centros dominantes, produce catástrofes. Las copias multiplican hasta el delirio los defectos del original. Las estructuras de la injusticia hereditaria y las contradicciones sociales feroces han generado ciudades que crecen fuera de todo posible control, gigantescos frankensteins de la civilización: la importación de la religión del automóvil y la identificación de la democracia con la sociedad de consumo, tienen, en esos reinos del sálvese quien pueda, efectos más devastadores que cualquier bombardeo.
Nunca tantos han sufrido tanto por tan pocos. El transporte público desastroso y la ausencia de ciclovías hace obligatorio el uso del automóvil, pero la inmensa mayoría, que no lo puede comprar, vive acorralada por el tráfico y ahogada por el esmog. Las aceras se reducen, hay cada vez más parkings y cada vez menos barrios, cada vez más autos que se cruzan y cada vez menos personas que se encuentran. Los autobuses no sólo son escasos: para peor, en muchas ciudades el transporte público corre por cuenta de unos destartalados cachivaches que echan mortales humaredas por los caños de escape y multiplican la contaminación en lugar de aliviarla.

El derecho de contaminar

Los automóviles privados están obligados, en las principales ciudades del norte del mundo, a utilizar combustibles menos venenosos y tecnologías menos cochinas, pero en el sur la impunidad del dinero es más asesina que la impunidad de las dictaduras militares. En raros casos, la ley obliga al uso de nafta sin plomo y de convertidores catalíticos, que requieren controles estrictos y son de vida limitada: cuando la ley obliga, se acata pero no se cumple, según quiere la tradición que viene de los tiempos coloniales.

Algunas de las mayores ciudades latinoamericanas viven pendientes de la lluvia y el viento, que no limpian de veneno el aire, pero al menos se lo llevan a otra parte. La ciudad de México vive en estado de perpetua emergencia ambiental, provocada en gran medida por los automóviles, y los consejos del gobierno a la población, ante la devastación de la plaga motorizada, parecen lecciones prácticas para enfrentar una invasión de marcianos: evitar los ejercicios, cerrar herméticamente las casas, no salir, no moverse.
Los bebés nacen con plomo en la sangre y un tercio de los ciudadanos padece dolores crónicos de cabeza.

—O usted deja de fumar, o se muere en un año —advirtió el médico a un amigo mío, habitante de la ciudad de México, que no había fumado ni un solo cigarrillo en toda su vida.

La ciudad de San Pablo respira los domingos y se asfixia los días de semana. Año tras año se va envenenando el aire de Buenos Aires, al mismo ritmo en que crece el parque automotor, que el año pasado aumentó en medio millón de vehículos. Santiago de Chile está separado del cielo por un paraguas de esmog, que en los últimos quince años ha duplicado su densidad, mientras también se duplicaba, casualmente, la cantidad de automóviles.


Tomado de Visiones alternativas

*Fuente:La ventana
http://laventana.casa.cult.cu/modules.php?name=News&file=article&sid=3495




La lección de los sioux*


*por Osvaldo Pepe | SECRETARIO DE REDACCION DE CLARIN
opepe@clarin.com



Un ritual de los indios sioux servía a los adolescentes para determinar su futuro en la vida. Se los mandaba a un bosque, sin armas y sin otra vestimenta que un taparrabos. Buscaban un sueño, una imagen onírica. Al volver, relataban ese sueño a los ancianos de la tribu. Y eran éstos quienes lo interpretaban y orientaban a los jóvenes acerca del porvenir: si podrían ser cazadores, guerreros, sacerdotes o curanderos.
El dato refleja el relevante carácter de los "venerables sociales" en el proceso de formación de las nuevas generaciones. Por cierto, en las sociedades modernas, entre la prisa existencial y el adelanto tecnológico, esos saberes vitales fueron quedando relegados. Y, con ellos, el rol de los ancianos, proceso agravado con la deserción universal de los estados en las cuestiones de contención social del sector.
En la edición de hoy contamos una interesante experiencia con los llamados "adultos mayores", término que relega tanto al peyorativo "viejo" como al burocrático jubilado. Se trata de 300 de ellos que van a enseñar sus oficios a pueblos del interior amenazados por el olvido (Jubilados enseñan sus oficios en pueblos en vías de desaparición). Un hallazgo: unos y otros se necesitan como en las prácticas de los sioux. La integración de los extremos de la vida genera enriquecimiento social, además de preservar saberes necesarios. Recordemos lo que nos pasó en los 90: era más fácil comprar algo nuevo (importado, claro) que llamar al plomero, al electricista o al carpintero. Así nos fue.
El psicólogo alemán Erik Erikson, quien definió las etapas del crecimiento personal a lo largo de la vida, dijo que el gran aporte del ciclo final de la existencia es "saber ver" a las generaciones más jóvenes. Siempre "malos" para la ortodoxa industria de Hollywood, los sioux dejaron una lección sobre sabiduría y creatividad. Supieron valorar talento y años de quienes enseñan
y transmiten a los que vienen detrás.


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EXPERIENCIAS : HAY MAS DE 600 LOCALIDADES AMENAZADAS EN TODO EL PAIS

Jubilados enseñan sus oficios en pueblos en vías de desaparición

Son unos trescientos, de Capital y GBA. La idea es que la gente del interior aprenda una nueva forma de ganarse la vida y no migre a las grandes ciudades. Es un programa de una ONG lanzado en 2006.


*Carlos Galván cgalvan@clarin.com


Tiene nombre de programa de bricolage -"Enseñando Nuestros Oficios"-, pero en realidad se trata de una flamante iniciativa para evitar que pueblos que se encuentran al borde de la extinción consigan sobrevivir. El proyecto básicamente funciona así: jubilados de la Ciudad de Buenos Aires y del
conurbano viajan a esos pueblos para enseñar los secretos de sus oficios a los habitantes desocupados. La idea es que la gente aprenda una nueva forma de ganarse la vida y no migre a las grandes ciudades en busca de trabajo.
En el programa ya hay anotados casi 300 jubilados que quieren enseñar sus oficios: hay carpinteros, maestros mayor de obra, peluqueras, cosmetólogas, reposteros, electricistas, mecánicos, modistas y pintores.
El programa fue puesto en marcha el año pasado por Responde, una ONG que promueve la recuperación de pueblos que se encuentran en riesgo de desaparición o en grave crisis. Grupos de jubilados ya dieron clases en Villa Antigua (Mendoza), Andalhuala (Catamarca) y otros tres pueblos bonaerenses, Comodoro Py, San Francisco de Bellocq y Francisco Madero.
"Por lo general, en las localidades donde se lleva a cabo el programa hay un cierto estancamiento social, y hasta se llega a observar que los habitantes temen no poder salir del mismo. Cuando llegamos a los pueblos es muy lindo ver la reacción: nos esperan con carteles de bienvenida y con asados", cuenta Damipan Hande, responsable de "Enseñando Nuestros Oficios".
En la Argentina hay 602 pueblos con menos de 2.000 habitantes que se encuentran bajo riesgo de desaparecer de los mapas. ¿Razones? Principalmente la finalización de la principal actividad económica del lugar y el levantamiento del servicio de ferrocarril (Ver "Casi la mitad...«)
Ese es el caso, por ejemplo, de San Francisco de Bellocq, un poblado ubicado a 48 kilómetros de Tres Arroyos. Hoy tiene 576 habitantes. "Quince años atrás tenía el doble", dice Hande.
La suerte de Bellocq quedó casi echada a principios de los '90 cuando cerró sus puertas una cooperativa agrícola, principal fuente de empleo del lugar.
El tren había dejado de pasar en los '50. Del ferrocarril hoy no quedan ni vestigios: las vías fueron levantadas y la antigua estación ahora es un jardín de infantes.
Bellocq está lejos del prototipo del pueblo fantasma: cuenta con infraestructura -tiene, por ejemplo, calles asfaltadas, alumbrado público, recolección de residuos, una unidad sanitaria- y con buenos accesos desde la ruta.
En octubre pasado, un grupo de expertos de Responde recorrieron las calles del pueblo y hablaron con los vecinos y con sus autoridades locales. También registraron que allí había una peluquería, una ferretería, una casa de ramos generales, taller mecánico, gomería y un taller de artesanías.
"La idea era detectar cuáles eran las necesidades de trabajo del pueblo. En otras palabras: como ya había una peluquería no tenía sentido que organizáramos un curso de peluquería", explicó Damián Hande. A Bellocq finalmente viajaron ocho jubilados. Estuvieron allí una semana y dieron cursos de capacitación en carpintería, electricidad, fabricación de artesanías y albañilería.
"Acá si no querés que te coman los piojos sí o sí tenés que saber hacer varias cosas: un poco de albañilería, un poco de plomería, un poco de electricidad. Por eso estos cursos le vinieron muy bien a la gente", explica el delegado municipal Gerardo Chedrese.
David Grosso -40 años, casado, un hijo- hizo el curso de carpintería. "En Bellocq siempre me salían changas de carpintería y yo de caradura nomás las agarraba. Ahora, y gracias a que tuve un instructor sensacional, aprendí en serio el oficio", recuerda. Y agrega: "Ya me contrataron para hacer un
taparrollos y un mosquitero y estoy por arreglar un juego de sillas".
Este año "Enseñando Nuestros Oficios" desembarcará en seis localidades del interior. El listado de pueblos que visitarán no es lo único que crece: también está aumentando la cantidad de jubilados que se ofrecen para dar gratuitamente los cursos. Ahora acaba de sumarse un taxista, que pretende adiestrar a la gente en sus técnicas de manejo.



"Enseñar es llenarnos de vida"

Casi la mitad de las localidades rurales se está extinguiendo




La vieja guardia*


*Eduardo San Pedro esanpedro@clarin.com


En un desmesurado afán por exaltar las virtudes -reales o supuestas- de la juventud, la sociedad actual aún intenta minimizar el rol y la importancia social de los mal llamados "viejos", la gente que atraviesa la tercera edad.
Hay múltiples ejemplos en la vida cotidiana, en algunos medios, en ciertas muestras del peor humor. Pero la vieja guardia no se da por vencida. Existen numerosos proyectos en los que la experiencia de los mayores es fundamental para transmitir conocimientos a las generaciones que vienen detrás. Ahora se
suma esta patriada de enseñar sus oficios en pueblos que están en riesgo de desaparecer. No sólo concretan eso: también transmiten esperanza.

http://www.clarin.com/diario/2007/01/29/sociedad/s-02615.htm





EXPERIENCIAS : PROPUESTAS PARA REVERTIR LA TENDENCIA

Casi la mitad de las localidades rurales se está extinguiendo
Esto sucede en 602 lugares con menos de 2.000 habitantes, en toda la Argentina.

*Graciela Gioberchio ggioberchio@clarin.com


Casi la mitad de las localidades rurales del país está desapareciendo. En esta extinción influye la suspensión del tren y la falta de trabajo y de centros educativos. En busca de un futuro mejor, sus habitantes se van a vivir a las ciudades. Y por lo general son partidas sin retorno, que acrecientan la pérdida de las raíces culturales del lugar.
Esto sucede en 602 pueblos con menos de 2.000 habitantes que están en riesgo de desaparecer; además, 124 no crecieron en los últimos diez años y 90 no figuran en el último censo 2001. Reúnen, en total, a 268.920 personas y representan casi el 40% de los poblados rurales del país. Lo aseguran los especialistas de la Asociación Responde (Recuperación Social de Poblados Nacionales que Desaparecen), luego de cruzar y analizar la información de los últimos censos nacionales.
La mayoría de los pueblos en riesgo (el 60%) pertenece a la región pampeana; el 24% al noroeste argentino; el 6% a la Patagonia; otro 6% a Cuyo y el resto (4%) al nordeste.
La fundadora de Responde, Marcela Benítez, geógrafa del Conicet, asegura que hay posibilidades de revertir esta problemática. Así, en distintas regiones del país la ONG trabaja en propuestas que buscan generar trabajo, comunicación, educación, transporte. Y, además, en diciembre lanzaron una convocatoria nacional para que los pueblos participen en su recuperación. "La idea es identificar a los pueblos dispuestos a trabajar por su futuro", dicen. Con el apoyo de auspiciantes, en los pueblos que obtengan los dos primeros lugares (se sabrá el 1º de abril) se construirá un centro con biblioteca, museo y acceso a Internet.
Los pueblos postulantes deberán autoconvocar a sus habitantes y enviar información y fotos de la reunión y del lugar donde se hará el centro.
También deberán definir qué temática abordará el museo del centro y quiénes serán sus autoridades. El resto de los pueblos, en orden de mérito, tendrán también su centro "en la medida de los apoyos que reciba la ONG".
"Es más barato invertir en desarrollo local que intentar apagar los incendios en las ciudades por la llegada de cientos de miles de personas que buscan trabajo, vivienda, salud", señala Benítez.

Además del programa "Enseñemos Nuestros Oficios", Responde impulsa otras propuestas:

"Turismo en Pueblos Rurales": la gente del pueblo brinda servicios. Abarca Andalhuala (Catamarca), Mechita (Bs. As.), Irazusta y Parera (Entre Ríos), Godoy y Morante (Santa Fe).

"@Responde, Comunidad Virtual": para quebrar el aislamiento de los pueblos.
Hace un año se inauguró en Ñorquin-có (Río Negro) y en marzo estará listo en Andalhuala (Catamarca).


"Diploma para Adultos": ofrece Bachillerato para adultos por Internet. A fines de 2006 arrancó en Ñorquin-có (Río Negro).

"El Coletren": ofrece transporte a los pueblos cercanos a estaciones abandonadas de tren que no tienen otro medio alternativo.

"Alerta Inundación": planes de contingencia; en setiembre de 2006 se realizó en Francisco Madero (Buenos Aires).

"Pueblos Autosustentables" (en investigación): propone el autoabastecimiento a partir de los propios recursos naturales.

Contacto
Responde lanzó la convocatoria "Buscando Pueblos que Responden", hasta el 15 de febrero. Más datos: www.responde.org.ar 0800-777-832567; e-mail: convocatoriapueblos@responde.org.ar.


*Fuente: Clarín
http://www.clarin.com/diario/2007/01/29/sociedad/s-02701.htm



*
Apreciadas amigas, queridos amigos,

El número 78 de nuestro Magazín Cultural Latinoamericano XICóATL “Estrella Errante”, edición Enero/Marzo/2007, puede ser ya consultado en nuestra página en internet www.euroyage.com en el link:

http://www.euroyage.com/index.php?i=http://www.euroyage.com/xicoatl/78/e_78.php

CONTENIDO:
Mozart: Walkman Amadeus Mozart: Bitácora de una semana. Marcos Aurelio Arcaya Pizarro
Poemario: Poemas. Matilde Casazola Mendoza
Poemario: O "Boca do inferno". Gregorio de Mattos e Guerra
Narrativa: Cuentos. Marcos Rodríguez Leija
Austria: Poemas. Gerold Schodterer

La edición impresa de XICóATL # 77 puede ser puede ser solicitada a YAGE por e-mail en la dirección euroyage@utanet.at al precio de 7.- Euros (incl. envío postal).

Cordial saludo,

YAGE, Verein für lat. Kunst Wissenschaft und Kultur.
http://www.euroyage.com/
Schießstattstr. 44 A-5020 Salzburg AUSTRIA
TEL + FAX: (++43) 662 82 50 67




*

Reescribiendo noticias. Una invitación permanente y abierta a rastrear noticias y reescribirlas en clave poética y literaria. Cuando menciono noticias, me refiero a aquellas que nos estrujan el corazón. Que nos parten el alma en pedacitos. A las que expresan mejor y más claramente la injusticia social. El mecanismo de participación es relativamente simple. Primero seleccionar la noticia con texto completo y fuente. (indispensable) y luego reescribirla literariamente en un texto -en lo posible- ultra breve (alrededor de 2000 caracteres).

Enviar los escritos al correo: inventivasocial( arroba)yahoo. com.ar



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sábado, enero 13, 2007

ZURCIENDO EL MUNDO.

Travesía*

Los que transitamos
el desierto
y la aridez,
un día,
sabemos de esa sed
que no se sacia
fácilmente…
Afortunadamente,
nos queda
la poesía.


*de María Rosa León. mrleon003(arroba)yahoo.com.ar



Zurciendo el mundo...



ACTUAR Y EXPLICAR-SE*


Trato de arreglar las cosas, pero nunca se arreglan, cambian, empeoran o se diluyen.
Encuentro que las acciones no tienen justificación. No una justificación válida al menos. Hacemos las cosas siempre por el motivo incorrecto. Porque el verdadero motivo de nuestras acciones está más allá de donde podemos ver en el momento, o sea ahora, que es cuando la cosa sucede. La acción sucede ahora, que es pasado. Cuando escribo “ahora” el momento ya pasó. No podemos luchar contra eso, y comprender el entramado de causas es algo inconducente, pues ya fue y nada tiene arreglo. Emparches. Que se notan.
Vivimos zurciendo roturas. Cinta aisladora en el cable. Actuamos sobre lo que sucedió, tratamos de que no vuelva a pasar o de que se repita, luchando contra la forma de ser del universo.
Las cartas en los buzones son irrecuperables. Y entonces escribimos otra carta, también imposible de borrar, y redactamos otra y otra. Al final nos damos por vencidos pero por cansancio. Sigue la sensación de que algo faltó por decir, que una palabra no fue dicha. Lo cual es la peor de las ilusiones. Nada puede decirse para suprimir lo que se entendió o no se entendió en el primer momento.
Como si hubiese un primer momento. No lo hay. Cada vez es posible retroceder más atrás.
El nacimiento es ya una sucesión de acciones de otras gentes. Nada comienza en ningún punto primordial. Nuestra historia es la de nuestros padres, la de ellos la de los suyos, y una nación un territorio, el universo en definitiva. Atrás y atrás, y esos espejos que se reflejan en espejos. Y uno allí desnudo y desvalido, intentando creer que hacer algo es de veras hacer algo y no simplemente girar en una difusa realidad que se engulle a si misma. Encima, con culpas. Y a quién le importa, y qué importa si a alguien le importa.
Lo más saludable es creer, tener fe. Es decir no pensar mucho. Considerarse importante, solvente. Creer que si uno dice algo erróneo se pararán las rotativas de los periódicos. Sacarse muchas fotos para poder recordarse ahora, o sea ayer, o sea el año pasado. Es decir, para tener una imagen del que ya no somos.
Y nada ni nadie tiene peso y sombra. Somos fantasmas que deambulan un rato y usurpan un apellido y desaparecen. Qué otra cosa. Pero no sirve. Hay que creer y actuar y dar y darse explicaciones. De otra forma esto no marcha. Socializar. Sentirse parte.
Entonces uno vuelve a decir que dijo por esto y por lo otro, pero que en realidad… En realidad qué carajo es la realidad ¿no? Cuál realidad. Armar un relato como si las palabras fueran productos naturales, como si mi palabra correspondiese a la tuya, qué lindo sueño.
Y actuar. Moverse. Agitarse un poco para tener la ilusión de que uno se mueve. Ah si, y refugiarse en la protección de la palabra “uno” “uno siente” “uno hace” ¿quién es ese uno que involucra a los demás, que los hace cómplices o partícipes? Uno es uno, o sea “yo”. Pero es más cómodo poner “uno” en el relato para satisfacer la necesidad de ser parte de algo. Y dar consejos, y fingir que la vejez es experiencia, y que uno, o sea yo, sabemos algo fuera de sabernos frágiles y contingentes.
Habrá que peinarse, comer, contestar el teléfono, proferir sonidos para responder a los sonidos que profieran otros. Con cara de estar en eso, cara de atentos. Y seguir con el corcho tapando la botella empezada. Capaz hasta me convenzo de que la realidad es esto, no sería difícil, después de todo tenemos entrenamiento.


*de Mónica Russomanno. russomannomonica(arroba)hotmail.com






Sábado, 13 de Enero de 2007
Un día occidental y cristiano*


*Por Osvaldo Bayer.

Camino por las orillas del Rin en este invierno alemán lleno de flores. Sí, en mi exilio, en enero, estas caminatas las hacía pisando nieves que quedaban dos o tres meses sobre la tierra. Ahora la temperatura de este invierno es de 15 grados y han empezado a florecer los cercos en enero.
Impensable. Dios debe estar practicando ciertas inhalaciones con la nariz para tener esta imaginación actual. O a lo mejor le gusta recibir los gases que producen los terráqueos. Voy pensando en la nueva discusión que se ha iniciado en Alemania, si reinstalar o no las centrales atómicas, cuando en la calle un sacerdote católico me entrega un sobre. Lo abro. Adentro hay una cruz con cadenita para el cuello. Todo muy bien trabajado. La cruz es verde, tal vez por la esperanza. Me siento en uno de los bancos que miran al Rin.
Me sorprendo al leer la carta. Es de la Obra San José de Ayuda a los Indios de Estados Unidos. Indios, sí, está la palabra Indianer, en alemán. Esto sí que nunca me lo había imaginado. ¿Cómo? ¿Ayudar a los indios norteamericanos? El documento dice textualmente: "Nosotros nos dedicamos a ayudar a los pobres niños dolientes de los indios Lakota, en la región de Dakota del Sur, en el centro de Estados Unidos. Le pedimos a usted su ayuda".
Y explica: "Lakota, el nombre de ese pueblo originario, significa en su idioma 'Amigo y aliado'. Esta Obra de la Iglesia Católica se ha creado para ayudar a los indios Lakota-Sioux, donde niños pobres y hambrientos reciben de la Obra San José una posibilidad de poder seguir viviendo gracias a la
Escuela San José para Indios donde se les da educación y formación". Y agrega: "Pero cuesta mucho dinero alimentar, vestir, dar protección médica y escuela" y a continuación piden la ayuda del pueblo alemán para sostener a los niños Lakota-Sioux de Estados Unidos. La comunicación religiosa oficial
informa que "El sufrimiento de la población indígena en Dakota del Sur tiene una tradición. Porque en esa región se sucedieron hechos dramáticos que trajeron al pueblo originario penurias y miserias, expulsión de las tierras en las que habían vivido siempre, el no cumplimiento de tratados y la
esclavitud". Por supuesto -sin decirlo- se refiere a la conquista de los "blancos". Pero más adelante lo hace saber cuando da el nombre "de los legendarios luchadores indígenas de la libertad" como Reed Cloud y Sitting Bull y las masacres de indios de Wounded Knee o Little Big Horn. Pero no sólo eso, el documento también señala que en esos territorios existían enormes manadas de búfalos, que eran el medio de subsistencia de los Lakota-Sioux. "Los búfalos fueron muertos a tiros, miles y miles, por los
cazadores blancos, sin piedad, para comerciar sus cueros. Esos animales fueron exterminados y esa injusticia es hasta hoy una mancha de deshonra en la historia de Estados Unidos, un pecado nunca reconocido ni pagado." Y después en el documento católico hay una frase que sorprende: "En esta época
en que se usa constantemente la palabra globalización, ¿no podría valer también en cuanto a la globalización del amor al prójimo?". Termina el documento: "muchas familias de los Lakota-Sioux se quiebran ante la carga insoportable de una existencia sin esperanzas, caracterizada por la lucha
diaria por el pan y a causa de la desocupación". La Obra católica se despide del lector con la palabra pilamaya, que quiere decir "gracias" en idioma Lakota.
El mismo día en que me entregan la cruz verde de la esperanza en la calle, leo en el diario de Bonn dos cosas que tienen que ver directamente con la moral de la sociedad. Primero, el anuncio de que Bush va a enviar 22.000 soldados más a Irak, lo que va a costar a su país mil millones de dólares.
Mil millones. La pregunta es: ¿por qué, por ejemplo, el Papa no va a Dakota del Sur e inicia allí una huelga de hambre ante la realidad de los "indios" y el hecho de que se va a gastar una cifra no cristiana para matar y bombardear? ¿Por qué Naciones Unidas no comienza una campaña por la paz en el mundo y se van a Somalia todos sus representantes para protestar por el bombardeo que acaban de realizar los norteamericanos y que como resultado dio la muerte de todos los asistentes a una boda? ¿Quién es ahí el terrorista?
Veintidós mil soldados más. Pero la fantasía de la realidad me lleva esa noche a ver el programa principal de Phoenix, televisora alemana de derecho público, donde se pasó la documentación sobre la batalla de Verdun, en la Primera Guerra Mundial, que costó 330.000 bajas al ejército alemán y 316.000 bajas al ejército francés. Todos jóvenes. Muertos horriblemente por la estupidez humana. Jóvenes de 18 años, de 20, de 22. Muertos por la crueldad y la perversidad de sus sociedades y sus políticos. Y después de eso pienso en los mil millones de Bush para la guerra.
Pero sigamos con las "casualidades". Voy a la parte cultural del diario y leo en el Bonner Anzeiger, diario de Bonn, la gran polémica que se ha iniciado no ya por la película histriónica sobre Hitler, sino por el film Apocalyto, del norteamericano Mel Gibson. En este film se denigra a los mayas, pueblo originario que representó una de las más altas culturas del período precolombino. Se los pone como un pueblo sanguinario que mata por placer. El director cinematográfico se deleita con todo lo más cruel que pueda existir: los mayas arrancan el corazón a los vencidos, les cortan la cabeza y otros espantos. El profesor universitario de Bonn, Nicolai Grube, especialista en esa cultura maya, salió en diversos medios a criticar la falsa imagen de la película señalando que "el film presenta una imagen completamente falsa y absurda de la verdadera cultura de ese pueblo". A raíz de ello, los docentes de historia americana y etnografía de esa universidad organizaron un debate en el que se llegó a la conclusión de que "el film
muestra a los mayas como un pueblo sanguinario con una religión de bárbaros, que tendrían que estar agradecidos por la conquista de los españoles cuando la realidad es totalmente otra" y que "para las matanzas masivas realizadas por los mayas como representa el film faltan totalmente los basamentos
históricos" y "el film no es auténtico ni tiene la más mínima asesoría científica". Se explica luego la alta cultura que crearon los mayas. El profesor Grube señala que fueron asesinados más de doscientos mil mayas y más de un millón fueron expulsados de sus tierras". Y agrega que "a través de este film va a adquirir más terreno fértil el racismo antiindigenista que reina en América latina".
Sí, el racismo. Por ejemplo, se ha descubierto que uno de los mayores financistas de los viajes de Colón fue un comerciante dedicado al tráfico de esclavos. Y nosotros, los argentinos, nos llenamos de monumentos a Colón y festejar "el Día de la Raza". Más todavía, hay que leer los discursos oficiales de la inauguración del monumento a Roca durante la Década Infame.
El presidente Justo -al poner la piedra fundamental- comparará a Roca con el general Uriburu, como gran alabanza. Sí, Uriburu el primer golpista y fusilador de obreros. Y Patrón Costas -personaje de la oligarquía salteña a quien se quería, mediante el fraude patriótico, poner como presidente argentino, y que habló como orador oficial en ese acto- dio una interpretación "positivista" del genocidio de los pueblos originarios diciendo que Roca "con certero golpe de vista militar señaló que era necesario llevarle la guerra ofensiva al indio, a sus propias tolderías, vencerlo, someterlo y correrlo más allá del Río Negro. Obtiene un éxito rotundo, que concluye con un problema secular". Y se acabó. Una
interpretación cristiana. Y ese monumento quedó hasta nuestros días. Después nos admiramos del porqué de la violencia argentina que culminó con Videla.
Es que, digan lo que digan, los argentinos nos sentimos un tanto protegidos cuando tenemos en la mano un billete de cien pesos y desde él nos mira el general Roca.
Bush, los Lakota-Sioux, el bombardeo a Somalia, cien mil millones de dólares para la guerra en Irak, los mayas en el cine norteamericano, Roca y Patrón Costas. Bueno, fue demasiado para un día que comenzó con un paseo por el Rin. Por eso, a la noche, me puse a oír el concierto para piano y orquesta de Beethoven. Respiré aire puro. Me encontré de pronto en un paraíso especial. Pero no, no me quedé en eso. Sino que, de inmediato, me puse a escribir esta nota.


*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-79040-2007-01-13.html






Mi pequeño jardín agreste*


Ya pasaron las fiestas de fin de año. Navidad fue un soplo carismático que nos preparó para Año Nuevo. El calor sofocante del 31 fue el epílogo de un año algo difícil que fuimos piloteando intentando llegar a buen puerto. Lo logramos, no fue un milagro, fue el resultado de los esfuerzos que hicimos en familia para sortear cada piedra que se nos ponía en el camino. También pasamos largas tardes en nuestro pequeño Mato Grosso que nos mostró un mundo que habíamos olvidado.
La naturaleza viva que invadía cada lugar fértil del jardín, hizo que moviera el trasero apoltronado y me pusiera en acción. Descubrí entre las alegrías del hogar nuevas plantas que brotaron por nuestra culpa. ¡Esa costumbre de arrojar las semillas en los canteros al comer fruta!.
Un pequeño cítrico y un incipiente duraznero esperan destino definitivo. En una maceta, juguetean alegres plantas de ají, que deberé trasplantar.
A medida que entresacaba yuyos y excesos de follaje, redescubrí que convivían felices, orégano y flor de azúcar, romero y ese pequeño gajo que salvé de las rosas que me regaló mi marido en la última primavera, y que promete ser un rosal.
Una caprichosa planta de zapallo, decidió florecer en el techo y dejó de regalo uno enorme, que sobrepasa los diez kilos y que se convertirá en puré y dulce para compartir.
No tuve ya tiempo de penar por las carencias ni soledades, la vida en movimiento requería agua y pequeños cuidados. Hasta un distraído picaflor, casi tropieza conmigo, buscando el dulzor de la flor del banano, que generoso deshoja dejando los frutos.
Sin darme cuenta, volví a encontrar el placer del jardín huerta y a disfrutar de la tierra que tenaz devolvía frutos y regalos para los ojos, reafirmando la riqueza del suelo, que pese a nosotros, sigue siendo pródigo y generoso.
Mi pequeño y agreste jardín, así sin límites, ni delineado, ni prolijo, casi salvaje, libre para que corran mis nietas y las mascotas, regala una uva blanca y olorosa que disfrutamos con los vecinos y atiborran a los muchísimos pájaros que viven en Ituzaingó.
Cuando termina el día, me siento satisfecha de todo lo realizado y estoy segura que debo estar agradecida, porque deteniéndose unos minutos y ver lo que nos rodea: luchas, guerras, cataclismos y desastres ecológicos, nos damos cuenta que podemos lograr nuestro pequeño paraíso, chiquito, simple, con falencias, pero que es mucho mas de lo que tienen otros y estaba muy cerca, solo había que descubrirlo.


*De Mirta Alicia Gisondi mirtagisondi@hotmail.com






Viganella, el oscuro pueblito de los Alpes italianos que vio la luz gracias a un espejo gigante*


Situado en la región del Piamonte, entre noviembre y febrero no ve el sol porque se lo impide una cadena montañosa. Gracias a un espejo de acero buñido de 14 paneles y una superficie de 40 metros cuadrados, el problema fue solucionado.

Así se ve el espejo situado en una de las laderas del monte Scagiola, a 1050 metros de altura.
( Fotos: http://www.comune.viganella.vb.it )


*Por Carmen Torcellán, de la redacción de Clarín.com
mtorcellan@claringlobal.com.ar


Viganella es un pequeño pueblo de casi 200 habitantes situado en los Alpes italianos. Está ubicado en el Valle Antrona, en la Provincia de Verbano-Cusio-Ossola (en la región de Piamonte), y saltó a la fama luego de que su alcalde, Pier Franco Midali, decidiera acabar con la sombra que cubría a los lugareños durante el invierno, creando el Proyecto Espejo.
Año a año, entre el 11 de noviembre y el 2 de febrero, el pueblo quedaba completamente a oscuras debido a una cadena montañosa situada al sur de Viganella. Eran 83 días lejos del alcance de los rayos solares. Obsesionado con este problema, Midali anunció a su gente en el verano de 1999, que iba a
comenzar la búsqueda de la solución perfecta para darle sol a pueblo. Así, de la mano del arquitecto Giacomo Bonzani, nació la idea de crear un espejo gigante para que el sol arribe a la plaza central del lugar. Este tipo de iluminación artificial, producto del reflejo de los rayos solares a 1050
metros de altura sobre el monte Scagiola, logró que el sol esté presente durante los días despejados, desde las 9am hasta las 15pm, logrando mayor luz artificial a las 11am, cuando el espejo y Viganella están perfectamente alineados.
El espejo es de acero buñido y consta de 14 paneles con una superficie de 40 metros cuadrados. Posee cinco metros de alto por ocho de ancho y está sostenido por una estructura de metal que a su vez está sujeta al suelo gracias a una estructura de cemento. Se maneja a través de una computadora
que permite seguir constantemente el rumbo del astro solar y dirigir en tiempo real el reflejo del rayo en el lugar preestablecido. Su costo aproximado es de 99.900 euros.
Está en actividad desde el 18 de diciembre de 2006. "Es algo muy hermoso tengo 70 años y nunca pensé ver el sol en invierno", cuenta una lugareña. Y Midali sube la apuesta "Viganella es el primer pueblo del mundo en estar iluminado naturalmente durante el verano y tecnológicamente durante el invierno".

En este proyecto se han tenido en cuenta la acción del viento, las posibles vibraciones, las descargas atmosféricas, la solidez del conjunto y las posibles protecciones que se deben adoptar a fin de evitar la producción del reflejo del sol afecten a las inmediaciones (peligro de incendio) y el suministro de la energía eléctrica. También es importante la zona donde se colocó el espejo, un claro del bosque especialmente empinado, situado en una zona frondosa y abrupta, a fin de reducir al mínimo el impacto
medioambiental y la tala de árboles.
Ha quedado demostrado que la luz solar es saludable para el ser humano ya que modifica determinadas sustancias cerebrales (entre ellas la serotonina , que actúa como neurotransmisor) que juegan un papel importantísimo en los trastornos afectivos. La luminosidad mejora en definitiva el estado de ánimo.
Por tanto, la falta de luz solar es un motivo más que suficiente para que la gente evite en la medida de sus posibilidades la presencia en lugares sin luz solar la mayor parte del tiempo.
El espejo ilumina una superficie de 250 metros cuadrados. Sueña Midali: "Ya me imagino a las abuelitas quedarse un rato al sol, o a los niños jugando por fin un poco al aire libre sin tener que estar a oscuras".

*Fuente: Clarín.
http://www.clarin.com/diario/2007/01/10/conexiones/t-01342031.htm





El niño triste*


Sus grandes ojos azules
penetran en la arboleda
y sus grises pensamientos
se enredan en las ramas.
Quiere curar su melancolía
con el canto de los pájaros
y sus oídos se esfuerzan
para escuchar las melodías.
Su rostro opaco y tieso
se parece a las rosas
cuando pierden sus pétalos
y borran su encanto.
Sus manos sucias acarician
la cabeza de un perro
que muestra en su mirada
la aflicción de su dueño.
Llega la oscura noche
y el niño se queda
esperando que las estrellas
cumplan todos sus sueños.


*de María Griselda García Cuerva. mg_cuerva(arroba)yahoo.com.ar




*

De poder contar los ratos vividos
diría que vanos quedaron vacíos
peligroso abismo por donde he caído
sintiendo ese miedo que tienen los niños.

Del altar que otrora coloqué a tu sino
me arrepiento ahora, ya todo perdido
el haberte amado y sentirme herido
arrepentirme de esto, porque sí he querido.

La ultima escena, el gesto furtivo
un adiós postrero me dejó tu olvido
los buenos momentos, los momentos idos
de todo me acuerdo, silencioso amigo.

Si luego el destino cruza en mi camino
al ser que otro día surco mis sentidos
de poder contarle los ratos vividos
callaría ese grito, que aún no he podido.


*de Héctor Rafael Martínez. HMARTINEZ(arroba)edenor.com









Ejercicio de escritura:


10 años sin Osvaldo*

El 29 de enero serán 10 años sin Osvaldo Soriano.

Inventiva Social invita a escribir pensando en su obra y vida con estilo libre (poesía, ensayo, narrativa)
Los escritos deberan enviarse hasta el 28 de enero a la casilla:
inventivasocial(arroba)yahoo.com.ar

-Rogamos a los compañeros y colaboradores una amplia difusión de esta invitación-

*Eduardo F. Coiro inventivasocial(arroba)hotmail.com





*

Reescribiendo noticias. Una invitación permanente y abierta a rastrear noticias y reescribirlas en clave poética y literaria. Cuando menciono noticias, me refiero a aquellas que nos estrujan el corazón. Que nos parten el alma en pedacitos. A las que expresan mejor y más claramente la injusticia social. El mecanismo de participación es relativamente simple. Primero seleccionar la noticia con texto completo y fuente. (indispensable) y luego reescribirla literariamente en un texto -en lo posible- ultra breve (alrededor de 2000 caracteres).
Enviar los escritos al correo: inventivasocial(arroba)yahoo.com.ar




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