lunes, abril 19, 2021

EDICIÓN ABRIL 2021

 


*Foto de Mercedes Araujo.

https://www.instagram.com/meraraujoletrasyfotos/

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Poesía en el lado oscuro de la luna*

 

 

 Cuando llegué a la luna, abrí mi valija y saqué las pocas cosas

 

que necesitaba para pasar esos días

 

creyendo que podían convertirse

 

 en una buena oportunidad para hacer cosas postergadas:

 

 el libro de Chéjov sin terminar

 

el álbum de fotos que no miraba hace tiempo

 

el avioncito para armar que mi padre me había traído

 

 de uno de sus viajes y yo dejé sin tocar desde mi niñez, el cubo de Rubik

 

para intentar resolverlo y un cuaderno para escribir poesía.

 

 

 

Ahora que volví a la tierra veo a todos estos objetos

 

 junto a mí, en el banco de siempre en la plaza

 

el libro de Chéjov, el álbum de fotos, el avioncito armado

 

y el cubo de Rubik sin resolver.

 

 

 

 Estaban todos, salvo el cuaderno que olvidé

 

en su única página escrita hay un poema

 

que ahora gravita sobre un cráter

 

 en el lado oscuro de la luna.

 

 

*De Andrés Bohoslavsky.

(Cipolletti 1960)

Fuente: https://otrascriaturas.blogspot.com/2016/05/andres-bohoslavsky-cipolletti-1960_13.html

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Al rescoldo*

 


*Por Jorge Isaías. jisaias4646@gmail.com

 


En aquellos tiempos en que los sueños eran modestos es cuando sucedían las más grandes alegrías con que nos íbamos a dormir todas las noches o la mayoría de ellas.

Que nuestro barrilete volara más alto que los otros en esa media tarde que uno rogó eterna pero al final era el pasado, quién no había podido hacer un gol en ese picado que entraba en el recuerdo. Daba lo justo para irse a la cama con una sonrisa y hasta incluso apechugar con un reto tardío de padre incomprensivo, porque tal vez pensábamos que era el precio que le debíamos a la felicidad que emanaba del cielo o de Dios o de quién sabe. Pero en definitiva era que todo estaba bien porque en la mesa había un plato de comida caliente y una cama que nos esperaba con las frazadas con que me arropaba la madre amorosa y dirigente. La madre que hemos perdido para siempre en la inclemencia de los tiempos reales.

Muchas veces pienso que aquella infancia lejana, pletórica de sol y generosa de cielos y de aire libre que eran el marco de nuestros juegos sin juguetes, pero grandes de ilusiones y de acumulación de todo ese recuerdo para compartir con los que caminaron la infancia al lado nuestro, aunque hoy estemos todos dispersos por el resto del país y del mundo, pero que son el espacio común que nos convoca cuando están todos juntos o algunos con quienes nos vemos más a menudo, y uno sabe entonces que hay un magma íntimo, una historia, una travesura, una cosa secreta, pequeñísima, pero es como una soga fuerte que nos tiene amarrados y nos identifica para siempre.

No diré que el tiempo no haya hecho mella en nosotros, en los costurones de impiedad que nos recuerdan que somos hombres adultos y tal vez demasiado experimentados, pero orgullosos de ese espacio que compartimos al principio de los tiempos, esa zona íntima y que hoy es la excusa para querer seguir hablándonos, juntándonos, bebiendo y comiendo un asado de tira bajo los árboles muy verdes que no son los nuestros pero están en el suelo donde estuvieron los otros y nuestros pies de infantes hicieron sus primeros pasos sobre la costra dura del planeta bajo soles que calcinaban el hirviente polvo, soportaban los temporales con su barro donde las huellas enllantadas de los carros producían esas heridas hondas donde luego se formaban charcos, y al salir el sol convocaba abejas y mariposas que venían de los verdes alfalfares donde nos tirábamos de espaldas a mirar el cielo límpido que cruzaban las cigüeñas y las garzas y aún alguna golondrina perdida de la bandada que migraba en ese otoño para cruzar el mar en busca de alguna tierra más cálida que ésta, que con su pronta inclemencia hostigaría la endeblez de su cuerpito que era en el aire todo vuelo como un carbón con alas que se volvía cada vez más y más pequeño.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

DEJA VU*

 

 

“De donde llega ese ruido tan fuerte.

Sin embargo la llave no quedó puesta”

ANDRÉ BRETON

 

 

Ha llegado con pasos vacilante.

Ciudad dormida. Credo extranjero.

Zurcidos a su piel, uno a uno los colores de la calle.

No sabe describirlos. Busca. No sabe lo que busca.

A quien busca. Porqué. Sobre todo porqué

Tiene amor, lumbre, palmeras y fulgores. ¿Qué habría de buscar?

Arrastra piernas de tristeza flaca. La soledad es víbora que silva.

Desamparo. Orfandad hermana. Partidas.

No conoce esta comarca extraña. Pero está seguro, ya estado allí.

Recuerda las bocas de sus calles. Sus ojos somnolientos. Sus pasos.

Sus pobrezas. Las frígidas mentiras. El hambre y el sudor del hombre.

Un olor desconocido lo estremece.

Remueve sus entrañas. Sacude, agita. Vibra.

Es un olor frutal, a hembra. A duraznero en flor.

Se reconocen al instante Son parte de una leyenda arcana.

Penetran en las profundas grietas.

Rómulo es Remo.

Temor. Tormenta en vez de lluvia.

La lluvia tiene piel de mujer.

 En espera infinita

 Lo lame, lo acuna, lo adormece en su pelaje oscuro.

El niño se prende de los pechos duraznos.

Se hace pájaro. Liba, muerde, muere.

Cierra los ojos, paladea, goza, orina.

Ah, huerto de los frutales. Refugio, acertijo improvisado.

Ha llegado a su puerto.

Ya ha estado ahí

No importa si el hoy es solo ahora.

 

 

*De Amelia Arellano. amelia.arellano01@gmail.com

 

 






 

 

LA ERRADA, OBSCENA, SUPERSTICIOSA CREENCIA EN DIOS Y MENTIRAS SIMILARES*

 

 

 

Planeta habitable, mandarina dulce, cuerpo sin garras:

todo equivale a lo que fuera nuestro aquel día.

 

Si pudiera regresar por el sendero que arde expulsado de tu nariz

en el lejano pan con azúcar de nuestra primigenia tarde:

en él te levantaste para fijar tu mirada sobre la flor marchita

que subía por la corriente traslúcida de las otras flores: nunca lo entendí.

 

Yo quería echar a andar nuevamente, con estos mis pies mutilados,

quería volver a mirar el chocolate caliente pero esa ironía

contenida en la actual diversidad de los tipos de leche

hizo imposible la elección… Yo quería…

 

Borrar la mente, vaciarte de recuerdos, provocar

la ausencia de los genitales rojos en los helechos:

tal parece que era yo quien ya traía el desvanecimiento de todo:

me empeciné en llenar con sonidos tu crecimiento apical sin entender

que en el aire de una habitación se nutre muy rápido cualquier sombra.

 

Me dio miedo escribirte una despedida: tan solo un salto al vacío

como la sonrisa que lo inició todo y que nos abandonó aquí,

a la belleza del mundo.

 

 

 

*De hugo ivan cruz-rosas. quetzal.hi@gmail.com

Coyoacán. Ciudad de México.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La monjita ermitaña*

 

 

Esta es una historia pequeña. Muy pequeña. Porque era pequeña la monjita que venía a comprar productos pequeños a nuestro local. Grande era su bicicleta antigua, un par de rodados mayores de los que necesitaba su cuerpo menudo. Pedía que dejáramos que la entrara al local para que no se la roben. Era seguramente su única posesión y no quería dejar en manos de la providencia semejante responsabilidad.

También era grande mi curiosidad por saber de su vida y qué pensaba hacer con los imanes de neodimio y con los motores paso a paso, que decía necesitar. Generalmente los compran los estudiantes de robótica o algunos artesanos para ganarse la vida. Los imanes provienen de los discos rígidos que desarmamos y son mucho más poderosos que los que se venden para armar imanes decorativos. Los motores

–cuanto más antiguos mejor– son un subproducto del desarme de las impresoras matriciales que, como tales, ya no tienen utilidad. Son de buena calidad y rara vez se deterioran.

No le pregunté su nombre, pero sí de dónde venía en bicicleta. En esa época no había aún bicisendas en la ciudad de Buenos Aires. Me dijo que viajaba en el vagón de carga del tren Sarmiento, la línea de tren de la que cada habitante del oeste se siente cautivo.

Era una monja ermitaña, vivía sola, no en un convento como tantas otras. No disponía de ningún servicio de energía. Sus días y sus noches pasaban en soledad. Su pesada sotana marrón la cubría por completo. Su rostro angelical era lo único visible de su cuerpo juvenil. Así quedó grabada en mi memoria. El resto había que adivinarlo. Me explicó que su hogar era casi en una cueva. Conjeturé que sería por la zona de Cascallares que es la única que conocí, en el oeste, capaz de albergar algo así cerca de la ciudad. Ignoro a qué orden pertenecía porque no sé distinguir las diferentes vestimentas. Pero la imagino de una orden franciscana por su voto de pobreza. Tengo debilidad por las personas devotas, aunque yo mismo esté ajeno a toda liturgia. Una monja ermitaña en estas épocas despertó en mí todo tipo de preguntas. La principal fue por qué se había sometido a semejante soledad, a mi gusto innecesaria y difícil de sobrellevar.

La prueba es que estaba comprando imanes y motores con la esperanza de hacer un dínamo que le diera energía para iluminar su humilde refugio en las horas de la noche. Buscando un tema de conversación le conté que era judío, no practicante ni creyente. Me gusta aclararlo cuando converso con algún religioso. Como pasa a menudo con los católicos, dijo: “Qué bien, somos primos en la fe”. Ella sonrió con su natural inocencia.

Mientras elegía imanes y motores que le sirvieran para su proyecto, imaginé cómo serían sus jóvenes piernas –pálidas, teniendo en cuenta que no veían el sol bajo la túnica oscura. Le prometí devolverle el dinero si fracasaba en su intento, lo que era muy probable porque no es fácil hacer que estas cosas funcionen. Ella solo tenía un plano como recurso para construirlo. Quizás de algún grupo de ermitaños que compartían trucos para soportar tanta austeridad. Consideré que no le sería fácil obtener dinero así que insistí en que aceptara la propuesta. Tenía la esperanza de que volviera para seguir conversando.

Vale aclarar que le deseo que su intento no haya sido en vano ya que no es fácil conocer una monja que viva con tanta intensidad su devoción. Me estimula recordar su rostro feliz y no me interesa averiguar qué incidente ocurrió en su vida que la llevara a ocultarse.

Ella dijo que rezaría por mí y yo le creo. Si supiera hacerlo y conociera su nombre, también lo haría sin dudarlo.

 

 

 

*De Jorge Santkovsky. jsantkovsky@go.org.ar

*Incluido en “Diario de un cuentenik” de la editorial Leviatán 2020.

http://otrascriaturas.blogspot.com.ar/

 

 

 

 

 

 

 

 

 

*

 

Todo

sucede afuera.

Las lluvias,

el viento entre las hojas,

los pasos de los hombres

en la tierra.

Hay un mar,

dicen,

un rastro de eternidad

entre lo efímero.

Como un guiño de dios

irónico y certero

para nosotros,

los fugaces.

Todo

se mueve afuera.

Dentro,

en el corazón

donde me habito,

una niña inmóvil

observa.

 

 

 

*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com

 

 

 - Mariana nació en General Belgrano, Provincia de Buenos Aires. Actualmente vive en City Bell. Publicó: Cuadernos de la breve ceguera (La Magdalena 2014). Jardines, en coautoría con Raúl Feroglio (El Mensú, 2015) La hija del pescador (La Magdalena, 2016).  Piedras de colores (Proyecto Hybris 2018) Su último libro publicado es El orden del agua, GPU Ediciones (2019)

-Coordina Microversos, talleres de exploración literaria.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

la hora del mate*

 

 

Al hombre la conocí en casa de Fernando y Clelia.

Era uno de los tomadores de mate, o amigos de la hora del mate que se aparecían cualquier día a la hora señalada: 17. 00 horas, ni antes al costo de interrumpir la siesta sagrada de mis suegros. ni mucho después cuando los ánimos y el mate se lavaban inevitablemente. Era, el flaco o el flaco Corwin, como todos le llamaban. Un vecino del barrio cuya amistad con Don Fernando se limitaba a 30 minutos en visitas de una o dos veces a la semana. Era un misterio el hombre. Un hombre que se mostraba como tempranamente envejecido y que no llegaba a los 70 años pero si los aparentaba. Flaco, flaquísimo, la espalda encorvada. La mirada algo torcida con ojos claros muy hundidos en el rostro.  lo cierto es que el flaco estaba absolutamente solo en el mundo, sin familia, ni mujer ni nadie que se ocupe ni le dé sentido a su existencia.

Entonces el flaco aplicaba -según sus propias palabras- la política de parches a la soledad, que significaba que en diferentes casas del barrio lo bancaran un rato cada una en la semana.

Al flaco le causaban gracia los nombres de sus gatos de la primera y feliz infancia: Mussolini, Hitler y Stalin, incluso tenía un perro "el mariscal Rommel" que convivía pacíficamente con los gatos.

El flaco Corwin acompañaba las charlas de la hora del mate con frases absurdas o desopilantes que muchas veces no tenían relación evidente con lo que se hablaba en ese momento. Yo grababa mentalmente algunas y luego las transcribía en mis cuadernos de ramos generales donde convivían frases, con detalles de gastos y tareas previstas para la semana.

Me preguntaba que hacia allí a esa hora escuchando a dos o más viejos para los que el mundo se había detenido hace rato. Me lo preguntaba y no tenía respuesta salvo por Rita -mi ex mujer- la hija de Fernando y Clelia su mujer Pintora. Lo cierto es que cuando llegábamos de visita, Rita me dejaba sentado en la mesa de la cocina a punto de tomar mate y a los pocos minutos se iba. Volvía bastante después de la hora del mate, a veces con bolsas que revelaban compras de ropa y a veces sin nada. Rita era -y es- un enigma para mí, salvo por el hecho de que yo quería una mujer rubia y de ojos celestes y ella cumplía con creces la condición. Era tan hermética como su madre a la que recuerdo siempre ida de todo y todos. Pasando horas a unos pocos metros de la mesa de la cocina, en el living con esos ventanales siempre estaban abiertos al norte y al paso de la luz solar. Allí ella ejercía el silencio, y la pintura con música clásica de fondo. Ignoraba o fingía ignorar las conversaciones que se desprendían de la mesa.

Lo cierto es que yo me convertí en testigo involuntario de muchas frases condenadas a la nada.

MI suegro y el flaco compartían un profundo escepticismo sobre la condición humana, sus conversaciones iban y venían flotando sobre la idea básica de la decadencia irremediable de los valores necesarios para la convivencia social.

Eran Discepolianos, veían un mundo de lodo donde todos debían embarrarse para sobrevivir. Un mundo cambalache casi copiado literalmente de la letra del tango.

"El hombre con la mujer es como un perro con el hueso, cuando más revolcadas tiene, más le gusta" decía Don Fernando. Y me miraba como si yo tuviera que darme como aludido por las idas y vueltas de la relación con su hija.

Rita es Psicóloga. No había con ella posibilidad de discusiones, cerraba todos los caminos con interpretaciones y silencios. Su frase preferida que clausuraba era "Esa es la sabiduría de lo inconsciente".

Pero a mí me llamaban más la atención las frases del pobre flaco Corwin. allí se mostraba su absoluta desesperanza con el mundo, su renuncia a entender sus reglas, a aceptarlo en lo más mínimo. Era también su manera de aceptar su derrota temprana a la funcionalidad de las cosas.

Cómo "no existe la felicidad ni nada que se le aparente".

Su obstinación por definir las cosas en códigos propios y frases que solo los entendidos podían descifrar, por ejemplo: "Los puros (por putos) de espíritu" era su manera invariable de definir a los políticos.

Nada tenía sentido, ni superficial ni oculto. Nada podía conmover su radical desilusión. Había clausurado cualquier esperanza sobre la humanidad. Él -al igual que mi suegro- solo creía en la fidelidad de su mascota.

Nunca pude saber como se llamaba el gato que vivía en la casa de Corwin, lo llamaba de siempre con nombres diferentes surgidos en el momento. Esa era su resistencia y rebeldía máxima ante el mundo: No llamar a nadie por su verdadero y formal nombre. y no asignarle a nadie un nombre definitivo.

A Don Fernando lo llamaba José, Josecito si le quería trasmitir cariño, u otros innumerables modos alegóricos como "El padre de Soriano" "El nieto de Perón y Eva", el capitán veneno, John Silver, Contramaestre Conrad, Fidel en la sierra, y otros que seguramente olvidé de anotar.

Mi suegro le tenía una infinita paciencia, creo que también sentía lástima por él, su desamparo y su obstinación para vivir como Robinson Crusoe, pero en una ciudad suburbana. Su casa y sus pocos amigos vecinos eran parte de la isla en la que transcurrían sus días.

El hombre había decidido demostrar en su propia existencia algo que yo temía extender al conjunto de los seres que sobrevivimos a esta sociedad de riesgos calculados y crueldades cotidianas poco mensurables. En la sociedad de vértigos y desafíos de consumos y novedades tecnológicas, cada uno de nosotros está condenado o potencialmente condenado a ser un engranaje de relojería sin uso a partir de cualquier momento de su vida.

Más exactamente cuando la capacidad de adquirir consumo tecnológico y conocimiento operativo de ciertos objetos confirme la marginación, los vuelva obsoletos, piezas vivas de un mundo que no deja de producir museos de época en cada barrio, en cada casa.

Don Fernando era una institución y un espíritu conservador aparentemente afín al flaco.

Para ellos nada nuevo valía la pena.

Tenía un juego de sillones del living de comienzos de los sesenta y decía con razón que los muebles modernos eran una porquería, especialmente desde el invento de la madera aglomerada y la fabricación automatizada en gran escala de muebles.

El flaco completaba diciendo que ni en autos ni en mujeres se había producido nada valioso después de la década del 50. De las mujeres que surgían como tema de conversación decía cosas poco amigables como "tiene un Bush (por agujero) en el cerebro".

Su auto -en rigor los restos de un auto heredado de su familia- un Plymouth Fury modelo 1958. Era " el mejor auto del mundo" y prometía que cuando consiguiera los repuestos que le faltaban saldría con él y no se detendría hasta conocer el océano Pacífico. "Hasta la costa de Chile y si puedo más allá..."

Esta sociedad no está preparada para dejar crecer a la gente, anotaba mentalmente mientras veía escenas dignas de "God bye Lenin".

La historia sobre la rotura -y virtual inutilidad- del auto del flaco, era -y sigue siendo para mí- tan increíble que un día fuimos con mi suegro a comprobarla en una visita que le realizamos con la excusa de devolverle un libro que Corwin la había prestado a Fernando unos cuantos meses atrás.

Su auto reposaba cubierto de tierra en un garaje enorme que también era el cementerio de todos los objetos heredados a su familia. Herramientas de su padre, los restos del auto que no funciona desde muchos años atrás y objetos patéticamente inútiles, conviven en ese espacio generoso al que el flaco bautizo colgando un cartel pintado a mano con grandes letras rojas, legible desde la vereda de enfrente que dice "Sede igualdad de oportunidades".

Nosotros siempre sospechamos que la historia era una mentira flagrante y ponerla al descubierto era solo cuestión de mirar.

El auto tenía todos los signos de haber sido afectado por un derrumbe desde el capot hasta el techo sobre el asiento del conductor y acompañante.

Lo que se cayó podría haber sido un piano o un elefante, pero el flaco siempre contó una y otra vez que había sido un toro caído desde un camión jaula que pasaba por la calle donde el -afortunadamente- había dejado estacionado su auto. Afortunadamente, porque el estaba en la cola de Rentas, sino no la contaba.

El parabrisas no existía y se veía un rosario colgando del espejito retrovisor.

Justo aquí, -y el flaco señaló al rosario-, me encontré colgadas las bolas sangrantes del toro...

Y realmente, reímos todos con esa imagen hasta quedarnos sin aire.

También pudimos comprobar algo más de esa fantástica historia. En el techo se ven dos agujeros enormes, que según Corwin, dejaron las astas del toro que perforaron el techo y llegaron a clavar el asiento de pana del conductor.

-Me salve porque Dios es grande, decía. Nosotros nos rendimos a la evidencia y a partir de ese día creímos esa y muchas otras historias aparentemente disparatadas del flaco.

El escenario fue así, parecido a lo que les cuento, durante años.

Las visitas del flaco. Los monólogos de Don Fernando. Mi presencia como testigo - observador silencioso.

Rita que llegaba conmigo de la mano y a los pocos minutos fugaba a la calle.

Hasta que un día. La costumbre de renombrar al mundo, sus habitantes y seres vivos o muertos, le significó al flaco un traspié definitivo.

Corwin llamó de otra manera a Shirley -la perra bóxer de Don Fernando, a quien seguro mi suegro amaba más que a su mujer e hija juntas.

El pobre flaco la llamó "Ramona". Probó una y otra vez, esperando que le festejaran la ocurrencia.

Se produjo un gran silencio y un clima de tensión en el aire, de esos que se cortan con tijera.

MI suegro entro en un hueco de silencio, de esos que como estelares agujeros negros no dejan de crecer y tragarse toda luz, palabra y gesto que tengan a mano.

Al poco tiempo, el flaco comprendió que ya no era bienvenido en esa casa y no fue más. A los pocos meses me separé de Rita y dejé de frecuentar la casa de Don Fernando.

Por lo que puedo suponer, mi ex suegro por el resto de su vida no lo perdono al flaco.

 

 

*De Eduardo Francisco Coiro.

https://www.facebook.com/CansadoDeTriunfar

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A Marco Polo*

 

 

Mi gato está muy enfermo

                                                             

renuevo su vendaje para evitar que se agusane,

los tumores crecen en su espalda

mientras él se evapora.

A mí que siempre temo lo peor

su temple me estremece,

cuidarlo me recuerda

que debo pensar con mi verdadera cabeza.

 

No creo que muera nunca

porque mi gato es permanente,

así va seguir

cada día con más tumor y menos cuerpo.

 

Al salir de casa se vuelve ave

tan pequeño que cabe entre mis manos

 conserva su vendaje

un vendaje de pájaro

su humildad no descansa

 desde sus ojos pequeños me mira

ya no ronronea solo pía.

 

Hay gente que teme a los gatos

pero las aves son bienvenidas,

 una promesa, una ilusión.

 

Mi gato alado se siente libre 

y yo me siento pleno.

 

Pero el pájaro se escapa

 sin intención, voló porque se sintió liviano

libre de la atadura de su cuerpo magro.

 

O quizás decidió no volver a su cuerpo felino.

Allá arriba, quizás el vendaje sea un signo de nobleza.

 

 

 

*De Jorge Santkovsky. jsantkovsky@go.org.ar

http://otrascriaturas.blogspot.com.ar/

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

VIAJERO*

 

 

 

VOLVER

 

Tanto pensar “cómo quisiera que mi viejo estuviera aquí, aunque sea por unas horas”, que justo ese día mi Padre volvió.

Era el día en que cumplía sus años cuando lo vi doblar desde la esquina con su bastón artesanal, el mismo que armo con sus propias manos con un mango de paraguas y una caña a la que le dio terminación con un regatón de goma.

Me vio desde su paso lento cosechando las nueces altas con un largo palo armado para la ocasión. Cosechar nueces en el día del cumpleaños de mi padre es una ceremonia que mantengo con mis hijos.

Esta vez, el retorno de mi padre me sorprendió en la puerta de calle con las yemas de los dedos bien manchadas por la tinta que liberan las nueces al separarlas del tegumento verde que las recubre.

Mi Padre estaba feliz en el regreso. Venía de visitar al santuario Della Madonna di Viggiano.

Nos dimos el doble beso de mejilla a la usanza italiana. Mezclamos lágrimas con risas.

 

 

 

LLEGAR

 

La voz de mi padre sigue viajando. Partió con él, un Giugno 30 del puerto de Nápoles. Atrás hay un viaje en un pequeño tren al que llamaba "la letorina".

No lo dijo nunca, pero en su voz lleva un eco, una cadencia de las lágrimas de toda su familia italiana que lo despide en el puerto antes del mar como horizonte. Mi padre lleva la promesa de vivir en Argentina.

El pasaporte con aquella expresión en la foto tan parecida a Paul Newman dice que llegó el Luglio 21 de 1952.

Sin embargo, siento que sigue viajando.

Que ese barco, el Sebastiano Caboto todavía no hizo su escala en Río de Janeiro.

"La voz del padre llega muchos, pero muchos años después" - Oigo decir al amigo cuando le hablo de mi espera.

Será por eso que el otro día la voz de mi padre llegó.

Su voz. Su voz y un golpe duro de aire para que no me haga el distraído.

En su voz venían sus ojos celestes en los que todavía reflejaba al mar inabarcable de la travesía.

A veces uno no sabe oír ni recordar.

En la voz viajaban palabras de mi padre que no era de ironías ni de evadir una verdad.

 Pude oír bien fuerte: “Ora devi essere tuo proprio padre”

 

 

*De Eduardo Francisco Coiro.

https://www.facebook.com/CansadoDeTriunfar

 

 

 

 

 

 

 

 

 

*

 

 

Hay que estar atentos: hay un momento en el día en que todo recobra su naturaleza fantástica y su resplandor oculto.

 

 

*De Liliana Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com

 

 

 

 

 

 

Inventren

https://inventren.blogspot.com.ar/

 

 

 

 

 

 

 

 

LAS AGUAS Y LOS DIOSES*

 

 

 

En este lugar, aquí, en este hermoso lugar hay verde. Aquí, en este sitio existe el verdor. Aquí es bello, aquí hay plantas. Eso decíamos.

Nosotros, los mapuches, nosotros, los salvajes ignaros decíamos Carhué y era decir nuestra casa, era decir la tierra, era decir mi familia, mi ancestro más remoto, mi vida. Decíamos Carhué y decíamos amo la tierra verde.

Y el lago Epecuén nuestro lago Epecuén era salado. Salado como el mar más reconcentrado, tan salado como si el océano hubiese sido puesto al fuego en una olla de barro y hubiese hervido despacito hasta que el agua fuese casi sal. Así era el lago, así lo extendieron los dioses oscuros sobre la tierra verde. Y era el límite del verde. Más allá venía la pradera que se tornaba páramo, hasta allí las pasturas y la facilidad. Hasta allí lo cálido y amable, a partir de allí ese límite, ese exterior, esa felicidad que se consigue con mayor dolor. Porque, debo decirlo, también esa era nuestra casa, y así como se ama al hijo obediente, se ama inevitable y dolorosamente al hijo que se eriza en espinas y baldío.

 

Era Carhué y era el lago de sal. Y fueron los hombres que ya estaban pero estaban todavía lejos. Eran los hombres del color de la blanca muerte, que nos habían dejado tranquilos hasta que su codicia los forzó a extender los brazos más lejos que el corazón. La codicia les dio hierros en los brazos y les dio hierros en los pies, y Carhué que era mi hogar fue mi tumba, y mis lugares tomaron nombres que nunca les casaron, nombres que se resbalan porque no los pertenecen. Pueblo Adolfo Alsina, lago San Lucas, nombres extranjeros, nombres que se desvanecen bajo el cielo de la América y que mi boca no puede pronunciar sin hacerse violencia.

 

Llegaron los hombres de hierro. Se quedaron los hombres de hierro.

Vinieron en su propia bestia humeante como quien llega montado en una pesadilla. Le dicen ferrocarril a la bestia de fuego, a ese monstruo negro y temible. En tres grandes bestias llegaban los hombres blancos y seguían trabajando para su codicia.

No les bastaba la laguna de sal. Ya no estábamos nosotros, yo era ya polvo de huesos bajo mi tierra verde cuando los intrusos que vendían baratijas y habitaciones y bañadores a rayas quisieron obligar a la tierra a dar más de sí. No les bastó ver nuestra tierra, se la apropiaron; no les bastó apropiarse de la tierra, la quisieron doblegar con sus canales y sus terraplenes. No era suficiente con el nuestro lago, no. Hicieron un lago ellos, un lago dulce, trajeron el agua desde otros lados que no son este lado, que no pertenecen a este lado, y con esa agua extranjera hicieron ese nuevo lago y cambiaron la historia de la nuestra tierra.

 

Y el diez de noviembre uno de los dioses oscuros miró la tierra que era verde, abominó el lago dulce, tomó una palabra, pronunció una nube de ceniza, y el terraplén cedió, y la ciudad conoció el olvido del agua silenciosa. Y el agua avanzó como un ejército en marcha, y las puertas se hincharon en sus marcos, y el inexorable pasado se acumuló sobre los ladrillos de la ignominia. No tañe la campana bajo el agua, no acuden los niños a las escuelas, diez metros de agua se comprimen sobre las plazas y los tejados.

Me duermo en mi tumba ahora. Mientras me adormezco canto quedo una melodía que ya no encuentra cuerdas para sonar. Siento la luz de la luna quebrada sobre el pueblo sumergido. Descanso ahora. Los dioses juegan sus juegos, un pez desprende silenciosa, lentamente, una escama de madera de una silla que se pudre.

 

 

*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com

 

 

 

 

-Próxima estación.

 

En el recorrido del tren literario por el Ferrocarril Provincial:

 

 

 

CARLOS BEGUERIE. 

 

 

 

FUNKE.   LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.

 

ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.  

 

LOMA VERDE.

 

ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.

 

GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.

 

GOBERNADOR OBLIGADO.

 

ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.  

 

 D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.

 

ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.   LISANDRO OLMOS.

 

 INGENIERO VILLANUEVA.  ARANA. 

 

GOBERNADOR GARCIA.

 

LA PLATA.

 

 

 

 

*

 

-Siguiente estación.

 

 

 En el recorrido del tren literario por el Ferrocarril Midland:

 

KM. 38.  

 

 

MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.   LIBERTAD.

 

MERLO GÓMEZ.   RAFAEL CASTILLO.    ISIDRO CASANOVA. 

 

JUSTO VILLEGAS.

 

JOSÉ INGENIEROS.   MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.

 

 ALDO BONZI.   KM 12.

 

LA SALADA.  INGENIERO BUDGE.  VILLA FIORITO.

 

 VILLA CARAZA.

 

VILLA DIAMANTE.  PUENTE ALSINA.  INTERCAMBIO MIDLAND.

 

 

 

 

 

 

InventivaSocial

Plaza virtual de escritura

 

-Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco Coiro.

 

https://twitter.com/INVENTIVASOCIAL