domingo, junio 30, 2013

EN MEDIO DE LOS BESOS PENSABA EN LOS NAUFRAGIOS...




*Obra de Walkala. Luis Alfredo Duarte Herrera (1958-2010).
-En Aurora Boreal. Walkala: un homenaje in memoriam
 
 
 
 
 
Mi corazón ha hablado…*
 
 
 
Mi corazón ha dicho que soy noche y mujer en un caballo alado.
Que mis pechos se prodigan en magnolias blancas.
Que desenredo de tus cabellos los piojos y las liendres del miedo.
Que quiebro en tu cristal el grito moribundo del cuervo.
 
 
Mi corazón ha hablado y quizá me ha engañado.
Pero, he sentido en el pecho la resurrección de la paloma.
He conjugado en sangre el temblor de tu cuerpo.
La mujer que habla por mi estómago está hecha de sudor y grito.
Y besa con las piernas y duerme con la boca.
Entreabre la brecha por donde escapa la turbación y la cordura.
Te ha hecho un lugar en su manto de ausencia.
Y has dormido con ella, aun en lechos vacíos.
 
 
Mi corazón me ha dicho, que en el espejo de tu copa, la has visto
Que tus ojos no caben en la inmensidad de su fiebre
Que en un vino empecinado, la desnudas… y bebes.
Que la consumes en resacas y la ejecutas en el mar infinito, de tu cuerpo.
Que la has liberado pero vuelve en constelación boreal.
Mi corazón me ha dicho que la mujer ha elegido ser jinete de la noche.
Y se acopla a ti en un caballo rojo. En vid. En llamarada.
 
 
Tu corazón es una garganta de perros degollada.
Me ha dicho que sigue en ti, esa certeza tuya, tan desmesurada.
Que solo cabe en ti, tu insoportable amor, aullido a solas.
Mi corazón me ha dicho que la mujer huye, de la noche.
Inadvertidamente. Tan despacio, como una gota de agua en el desierto.
Dejándote la duda y la ilusión, tristísima ilusión.
Un sueño, un ladrido. Noches de fiebre, un delirio, un deseo.
Un deseo.
 
 
*De Amelia Arellano. amelia.arellano01@yahoo.com.ar
 
 
 
 
 
 
 
EN MEDIO DE LOS BESOS PENSABA EN LOS NAUFRAGIOS…
 
 
 
 
 
 
Fragmento del capítulo "Eros y literatura" *
 
 
 
*Por Liliana Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com
 
 
 
La poesía muestra la desnudez, lo que revela el cuerpo desnudo: estoy aquí, soy esto. Toda desnudez produce una sensación crispante, un malestar. Pero la desnudez también incita a la unión por lo que muestra de la debilidad y la incompletad. Unión es nuevo orden. Se ordena ficcionalmente en la poesía, se une ficcionalmente en el amor. Dos formas de erotismo.
El erotismo es un refinamiento ornamental de la sexualidad. Metáfora de la sexualidad, explicaría Octavio Paz. Muestra una tendencia general al goce, de oposición a la muerte, al caos, a la descomposición. Dijimos que la revelación del cuerpo desnudo produce un primer malestar, un anticipo de la posible muerte, una sensación paradojal de goce-destrucción: este goce aplicado a la poesía, a su revelación del caos, es en sí el agregado estético. Como si se asegurara: ahora verás la descomposición, la carroña, pero la verás de tal modo que la podredumbre se asemejará a la belleza, la mentira a la verdad, o si se prefiere, al revés.
Lo que el judeo-cristianismo ataca no es exactamente una sexualidad animal responsable de multiplicar lo estúpido y lo incesante. Lo maldito es el erotismo y el lenguaje en su mayor cima que es el lenguaje literario. No se trata sólo de controles de poder de un patriarcado: también se ataca la masturbación como auto erotismo sin fines útiles o peor aún la homosexualidad. El lenguaje maldito de por sí, llega a su plenitud en el pecado: la literatura, un revolcarse en la maldición, un erotismo sin fines pragmáticos. La maldición borgesiana es una maldición al lenguaje que esconde su ambigüedad y se cree tan útil como el sexo reproductor. Te quedarás con los días y las noches, con la cordura, con los hábitos, con el mundo. Pero esto no es pecado o es menos pecado, porque pecado es todo: el mismo hábito de vivir y hablar, pretender una verdad dicha.
Volviendo a Octavio Paz, el erotismo resulta sexualidad transfigurada. Así nos movemos entre una poética corporal o una erótica verbal. Si la poesía no ordena sino revela la maldición en su magnitud precisa, descompone, (en primer lugar el lenguaje y por tanto el pensamiento y por tanto el orden del mundo, sugeriría Wittgenstein), es necesario que se suavice la crispación de una situación abismática de lo que es pero no es, o por el contrario se violente su belleza. Ese agujero en una trama que se espera única, necesita un nuevo orden que admita la cuchillada paradojal a través de la metáfora. Metáfora, comparación tácita, unión de lo distinto: ni más ni menos que la analogía universal que proponen los misticismos. Todo está unido con todo y éste es el aporte de Eros al Caos y a la materia (Gaia), los tres seres primarios de la cosmogonía de Hesíodo.
 
 
-Fragmento del capítulo "Eros y literatura" del ensayo de Liliana Díaz Mindurry "La maldición de la literatura".
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Las holladuras de los anónimos*
 
 
 
 
*De Jesús Brilanti. lugburtian@hotmail.com
 
 
Tendremos que navegar a la deriva para despertar al día siguiente y mirar, que el cauce del río ha inundado la aleación entre mi karma y tu sensibilidad.
Tendremos que volar por entre los rayos del sol para dormir a la noche siguiente, y soñar que las raíces de mi pasado han menguado el desdoblamiento de las almas y los orgasmos.
Caminando llegaremos a recoger las holladuras de los anónimos, allá en aquel lugar donde el humo penetraba en los anaqueles de mi tórax; allá donde la brisa emborrachaba la razón y las risas ondulaban por debajo del líquido seminal.
Tendremos que recordar como los laberintos de aquel paraje mostraban siempre ansiedad y manifestaban con llanto su deseo de ser cuestionados por algún mortal, pero los seres humanos se habían hastiado de la muerte cual topaban por las callejuelas de los laberintos, ahora la muerte ha muerto y las entradas permanecen clausuradas; la memoria perdida, dilapidada allá en los collados del vapor y éste perdido y encontrado en las lágrimas del ateo.
Lloremos entonces las ausencias, las ausencias de las divinidades, la omisión de los esplendorosos, la de los arcángeles y el no estar más aquí de esos tus labios desbordantes.
Lloremos por las contracciones cerebrales que abofeteaban las veladoras en los altares, y que propagaban la esperanza de que el Juicio Final alimentara mortalmente nuestra incredibilidad.
Tendremos que encontrar las cadenas que dejaron los elfos escondidas entre la arena del camino, el sendero que podría perderse en el tenue andar de un viejo trozo de pared arcaica.
Tendremos que naufragar en las montañas de la vaciedad para percatarnos que del otro lado del sol se ocultan las penumbras verdaderas.
 
 
 
 
 
 
 
Etimología*
 
 
 
Mucha gente opina que no es importante conocer la etimología de las palabras. Saber porque al huevo se le llama "huevo", a la tortilla, "tortilla" y a Don José "Don Pepe", es imprescindible en estos tiempos.
 
Stefen Plumkier que dedicó toda su vida al estudio del origen de las palabras, la razón de su existencia, su significado y su gramática, ejemplarizaba con su léxico, depurado y generoso, al público que asistía a una de sus innumerables conferencias.
 
En la lección magistral que impartió en el Colegio de Astrónomos, cautivó al público con las aclaraciones que aportaba a un sin fin de preguntas relacionadas con la jerga científica del espacio. La mayoría tenían origen en las leyendas basadas en deidades, por eso sorprendió tanto que les hablara del Ogro.
 
Su voz resonaba en el claustro: "En Çatalhöyük, una ciudad que data del período neolítico, fue encontrado lo que se considera el comienzo de la historia de Anatolia. Se trataba de un fresco mural del año 6200 ADC, que presentaba en primer plano, las casas de la localidad, y al fondo, un volcán humeante en erupción; se cree que el volcán era el Hasanda. Otro fresco, actualmente expuesto en Ankara, representa pictográficamente el mismo pueblo con sus ciudadanos atemorizados por la visita de un ser tan grande, que les tapaba la luz del sol."
 
"El estudio conjunto de ambos frescos nos identifica el pueblo, nos da el censo de sus habitantes y nos descubre el nombre del Ogro" - Siguió Plumkier - "Este Ogro, que sumía al pueblo en la oscuridad, se llamaba Eclipse y es quien ha dado nombre al fenómeno que se produce al interponerse un objeto sólido entre un punto y un foco de luz"
 
La Comunidad de Astronomía, desde aquel momento, incluyó un Ogro en su el escudo como principal símbolo heráldico. El escudo se oscureció automáticamente.
 
 
 
*De Joan Mateu. joan@cimat.es
 
 
 
 
 
 
 
 
Demonios*
 
 
 
 *Por Miriam Cairo. cairo367@hotmail.com
 
 
 
Recuerdo que lo escuché hablar, pero no recuerdo una sola palabra de lo que dijo. Bueno, una o dos, sí: estoy cascado. Era obvio que ya no tenía sentido escuchar nada más, entonces, mientras él hablaba, me dediqué a pensarlo. Lo pensaba lento, que es uno de mis modos de pensar, alternando con corrientes atroces, endemoniadas. Ni siquiera se me dio por decir que yo también estaba cascada, porque lo remediable a veces se parece mucho a lo irremediable.
 
Una palabra.
 
Dos.
 
Mientras lo pensaba, llevaba la vista desde el borde de la copa hasta sus manos, de las manos a los hombros, de los hombros a las sienes, de las sienes a los ojos, de los ojos al filo de la copa, de la copa a sus manos, de las manos a los hombros, de los hombros a las sienes. De vez en cuando el recorrido era interrumpido por el movimiento de sus párpados que se derrumbaban y se restablecían al modo de un cataclismo. De un pestañeo.
 
Al modo de los mares.
 
Del no-mar.
 
De los desvanecimientos.
 
Al hombre le importaba mucho decir lo que decía. Las palabras salían de su boca en línea recta, luego se bifurcaban y me entraban por los dos oídos a la vez. Ya en el conducto auditivo, las palabras se desperdigaban por distintos rumbos.
 
Grutas.
 
Anillos.
 
Remolinos.
 
Mi organismo es hábil en el procesamiento de palabras. Las propaga hacia arriba, hacia los cabellos, las esparce por los senos, las extiende hacia una pierna primero, hacia la otra después, luego las levanta en ángulo hasta insertarlas una por una en los latidos.
 
Virgen de Caacupé ruega por nosotros.
 
Mientras el hombre hablaba, yo iba deshaciendo los nudos y sin perder de vista sus gestos, los solté. El hombre no los notó, porque mis demonios son sutiles, "etéreos", según el juicio malicioso de mis mejores amigas. Sin hacer bullicio se acodaron sobre el plato para verlo comer. No hay cosa más dulce que la contemplación de mis demonios. Nada más admirable que su quietud y su pereza. Lo único, verdaderamente aterrador son sus silencios, pero el hombre cascado, por el solo hecho de no conocerlos, estaba totalmente fuera del alcance de ellos.
 
Los nudos.
 
El organismo.
 
La palabra.
 
El hombre hizo preguntas y las respuestas llegaron a buen puerto. Luego, llevó a la boca el último bocado y se dedicó a mirarme como si yo también fuese su alimento. Mientras me masticaba se le humedecieron los ojos.
 
Virgen de Caacupé líbranos del pensamiento.
 
Antes de que nos trajeran el café, ya estaba sentado a mi lado estampándome un beso que llegó oblicuo, acaso por la sorpresa, acaso por los demonios que nos miraban de reojo, acaso porque estaba de perfil.
 
Acaso por misterio.
 
Recuerdo bien mis silencios. Uno por uno. Demonio por demonio. El hombre tenía algo encantador. Creía en la naturaleza de sus labios. Creía en la fertilización in vitro, en Miles Davis y en Eva Perón. Creía que los aviones podían llevarlo a otra parte y creía en Houellebecq aunque nunca lo hubiera leído.
 
Virgen de Caacupé ten piedad del viento.
 
En medio de los besos yo pensaba en los naufragios, en los peces que nos nadaban alrededor, en mis demonios desatados, en el monumento, en los cañones Libertad e Independencia, en Vilcapugio y Ayohuma, en las mariposas de la oscuridad. Pensaba en la ciudad que se hundía y se levantaba como un monstruo fluvial, pesado y monótono. Pensaba en la Virgen de Caacupé bañándose desnuda en el lago de Ypacaraí.
 
Pensaba en los espejismos.
 
En lo de allá.
 
En lo de acá.
 
En las tempestades.
 
En las roturas.
 
En la Osa Mayor y su carro celeste.
 
En el pequeño bar donde me escondo del mundo.
 
Pensaba porque todo lo que siempre hago es pensar. Pero no recuerdo lo que el hombre decía. Tampoco recuerdo ni una sola palabra de las que dije yo, aunque sí recuerdo que hubo un modo de atravesar la noche que se parecía al viento.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Sueño de León Trotsky*
 
 
Profeta y desterrado
 
El 20 de agosto de 1940 mientras espera al visitante que le va a leer sus escritos políticos, en el estudio de la casa de Coyoacán, tuvo este sueño.
Diego Rivera escribe con flores oblicuas sobre la mesa de su cumpleaños. Él toca las flores que resbalan, dejando un espacio como un anticipo del cuerpo de Frida. Ella se desapega del dolor y alza las piernas en un vuelo exorbitante. La pollera bordada queda como un abanico borde que orilla la desmesura de un país que puede inventarlo todo, hasta el refugio.
Conejos liberados intentan distraer a la muerte que hace tiempo lo busca y que, ahora, se indicia más cercana en los murales de Siqueiros que lo apuntan como blanco, nieve, hielo, piqueta, para destruir su pensamiento.
Su cabeza es un Himalaya inaccesible. Certezas grises y descalificadas lo atacan; él pelea en rojo, asalta los inviernos. Al menos ha vivido como un hombre.
El tren se desblinda. Su amigo Bretón le alcanza una bandera de palabras. Las bolsas grises intentan abrocharle ojos en la espalda. No se deja, mira hacia adelante. La excesiva luz de México es un resplandor sobre sus libros.
 
 
*De Cristina Villanueva. Cristinavillanueva.villanueva@gmail.com
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Semilla de la tarde*
 
 
 
I.
 
 
Es esa semilla de la tarde
la que teje un pañuelo
sin tu sombra
para decir adiós
desde el silencio
 
 
 
II.
 
 
La sombra sin tu sombra
atardeciendo
 
Ala de ser pañuelo
semillado
por la urdimbre de sol
que me desteje
 
 
 
III.
 
 
Pañuelito de luz
Ala sin sombra
Semilla de la tarde
Despedida
 
 
*De María Silvia Paschetta. mariasilviapaschetta@yahoo.com.ar
 
 
 
 
 
 
* * *
 
 
 
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viernes, junio 28, 2013

DE AMOR Y NO DE ABISMO...

 
 
 
*Obra de Walkala. Luis Alfredo Duarte Herrera (1958-2010).
-En Aurora Boreal. Walkala: un homenaje in memoriam
 
 
 
 
 
MORIR DE AMOR Y NO DE ABISMO*
 
 
 
Y otra vez la luna y el espejo…
Me mira, me arrulla, me desea...
El sexo me acaricia la espalda.
Relámpagos. Cerezos. Mi amado.
Mi caballo negro que se aleja.
Cibeles o Rea o la Pacha…
Cubren la luna en morados crespones.
Los espectros andan en la calle.
Hijos contingentes de la fatalidad.
Por la calle hay frío, mucho frío.
Narciso se refleja en los charcos.
Una mujer flaca abre las piernas.
El hombre deambula por su carne.
Y se buscan, singulares, extraños.
Y se encuentran, se lamen, se nostalgian.
Se lloran. Gimen. Mueren de amor y soledad.
El hombre hunde su cara en los pechos colgantes.
Saben a uvas maduras, a preñez, a madre.
La mujer se entrega a la daga, por completo.
Sabe a madera de arrayanes. A pan. A leche.
Hay olor a moho, a pobreza, a rancio.
El hombre huele la desnudez de hembra.
Hay olor a tomillo y zarzamora.
Y mana la gruta y florece el páramo.
Es mejor morir de pobreza y no de angustia.
Y cabalgan, jadeantes, la utopía.
Y otra vez la luna y el espejo.
Principio de realidad, le llaman.
O vergüenza…temor… o cobardía.
Secretísimo dolor. Me languidece. Me postra.
Entrego mis monedas a Caronte.
Y mis ojos flotan en el lago.
Ángeles caídos danzan en mi vientre.
La muerte amamanta las babosas.
Un leproso me acaricia la boca.
Y los sátiros. Ah los sátiros.
Me tallan. Me reinscriben. Me cincelan.
Me muerden los pezones.
Me poseen, me seducen, me embrujan.
Morir de amor y no de abismo.
 
 
*De Amelia Arellano. amelia.arellano01@yahoo.com.ar
 
 
 
 
 
 
DE AMOR Y NO DE ABISMO…
 
 
 
 
 
 
LOS SUEÑOS INMOLADOS*
 
 
 
 
Entre torpes espasmos fronterizos,
una centuria ciega de fogatas
se exilia por los pómulos del pubis,
emboscando cadencias
en la húmeda raíz de los guijarros.
Entonces,
desde lejos,
desde el seco esqueleto de sus náuseas,
sobrevienen aullidos polvorientos,
gritos espiralados
y una conflagración agonizante
que desvalida espinas y jadeos,
que desnuca pezones de amapolas
con puños oxidados,
que insurrecciona efímeras mareas,
que conmueve racimos seminales
sobre harapos de orgasmo.
Después,
sólo las fauces,
sólo fauces azules mordiendo las espaldas,
y ráfagas de venas extinguidas
hilvanando pestillos soñolientos
con nieblas de tabaco.
Tal vez,
por un instante,
el amor fue una tregua en el vacío,
tal vez fueron posibles los relámpagos...
 
pero eran tan profundos sus silencios,
tan despiadado el filo de su sangre,
que apenas vislumbraron,
en quebrados azogues,
huellas de otras ausencias
naufragando en la orilla de los párpados.
 
 
 
*De NORMA SEGADES-MANIAS.
 
 
 
 
 
 
SIN CIELO*
 
 
 
Ángeles más cerca del infierno que del cielo, infierno en la terrible muerte, en el cuerpo tirado a la basura y en ser suplantada como víctima por el criminal que la asesinó. Un abogado famoso dispuesto a defenderlo por nada, manifestaciones a su favor y una cierta  DISIMULADA simpatía,  en algunos periodistas, para un crimen tan atroz. Por suerte la intencionada búsqueda de la desaparición del cuerpo fracasó y ella guardó en su dedo la acusación. En sus manos pequeñas de niña dulce. Así se espera que sean las mujeres y así se las educa. ¿Habría que capacitarlas en defensa personal, boxeo, artes marciales? O habría que luchar con más  energía para cambiar este sistema patriarcal en el que vivimos. Inventar un mundo donde se aliente la dulzura de hombres y mujeres, donde se les permita la sensibilidad, la afirmación, la solidaridad, el enojo y los placeres de la vida. Un mundo en el que  el mejor no sea el que más cabezas pisó. ¿Será posible ese espacio donde las mujeres sean libres, sin pensar si van a encontrar en las calles o en sus  casas, un hombre que  las pueda someter? Un mundo donde las mujeres tengan voz y no tome la palabra lo que guardó  una niña debajo de su uña para defenderse, porque ella ya está callada para siempre.
Tarda más de lo que pensábamos ese mundo donde ningún hombre piense que es natural adueñarse de una mujer.
 
Cuerpos negados  desde las religiones, abusados, mostrados como carne en un negocio, gozados en la prostitución como una mercadería. Desafiados por estéticas casi imposibles de cumplir. Cuerpos que tienen que funcionar de acuerdo al deseo de otros. Religiones que consideran que las mujeres no pueden elegir tener un hijo o no de acuerdo a su deseo. Este asesino no expresa sólo su perversión individual, se inserta en  una matriz patriarcal de siglos en la sociedad. Pone en evidencia la violencia de los medios que ganan con el cuerpo de una niña muerta, con los avisos de la prostitución que se resisten a perder. Con la exposición de cuerpos femeninos como objetos.
 
El liberalismo salvaje que empezamos a desandar es un modelo violento donde las cualidades angelicales no son redituables.
Es verdad que hay importantes cambios en la situación de la mujer, pero eso justamente trae, muchas veces,  consecuencias de rabiosas respuestas.
 
Mientras un equipo de abogados famosos trata de encontrar las mejores posibilidades  para que el asesino  pague barato su crimen detestable,
Ángeles  ha pagado el precio más caro
 
 
*De Cristina Villanueva. Cristinavillanueva.villanueva@gmail.com
 
 
 
 
 
 
 
 
Acaso Fénix*
 
 
 
En la mañana verde
plumoncito que asoma
sobre el alón desnudo
 
 
No sé si pueda el vuelo
 
 
Me basta este aletear
recién nacido
entre tanta ceniza
 
 
 
*De María Silvia Paschetta. mariasilviapaschetta@yahoo.com.ar
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Pegaso*
 
 
 
 
*Por Víctor Maini. victormaini_@hotmail.com
 
 
 
En las verdaderas salas de espera de la muerte, que comúnmente llamamos geriátricos, tuve que visitar a mi madre sumergida en una niebla cada vez más espesa durante cuatro años. Nadie está preparado para dicha experiencia, ser visitante en una sociedad cerrada en la que ninguno de sus habitantes desea quedarse. En un sitio donde es frecuente encontrar mujeres de noventa años llamar a su padre que está trabajando, pedir permiso para ir a buscar a su hija a la escuela o llamar a la modista que tarda en traerle el vestido de novia, bueno es buscar cabezas que coordinen mínimamente como quien busca pisar piedras sobre el río Aqueronte para no caer en el Tártaro. Don Alfredo era mi preferido, siempre empujando su silla de ruedas, nunca sentado en ella, chueco de tanto andar a caballo y no por estar operado de cadera, según sus propias declaraciones. En la mesa de mi madre, donde se tomaba mate en continuado, decían que estaba más loco que una cabra, pero era prudente saber que dichos comentarios no venían desde un cuerpo colegiado de la cordura precisamente y además estaban infestados de celos. Siempre me gustaron los caballos y nunca supe demasiado, el viejo me enseñó de razas, costumbres, cuidados y caracteres de los equinos con una precisión asombrosa. Siempre terminaba sus clases hablando de Pegaso, un tordillo rápido como el viento, con el cual se había cansado de ganar cuadreras. El se encargaba de florearlo medio frenado de la rienda izquierda, a la hora de la competencia, lo jineteaba su hermano cinco kilos más liviano quien lo soltaba hasta hacerlo volar. Una vez en Sancti Spíritu, cerca de Amenábar, su pueblo natal, llenaron dos sombreros con plata grande. Antes de irme siempre me decía algo sobre el clima, me adelantaba si iba a llover, o si iba a entrar una ola de frío. Lo increíble era que casi siempre acertaba con el pronóstico. El día que le pregunté si leía el diario o miraba mucho televisión para estar tan bien informado en el parte meteorológico, me dejó helado con la respuesta, "No, hablo directamente con Hermes, un mensajero alado que me trae información directamente de los dioses y de los cambios de clima". En el acto me di cuenta lo corto que se había quedado las materas en su diagnóstico. Sabía y creía más sobre los dioses griegos que de caballos. Me aseguró que no habían muerto, sino más bien se habían retirado del Olimpo para esperar agazapados en las constelaciones. Me miró fijo cuando me dijo: "El hombre es lo que se cree y si dejamos de creer en el rayo de Zeus o en el tridente de Poseidón, seguro que van a perder su fuerza, pero de allí a de decir que no existen hay un largo trecho, mi amigo".
De lo único de lo que se arrepentía en haber cambiado el campo por la ciudad era de la noche perdida, decía que los ciudadanos no sabían de cielos, más bien de cielorrasos. Que andaban encandilados como liebres en época de caza, por culpa de las luces de neón y el alumbrado público. Que desconocían de estrellas, de lunas, y lo peor de todo es que ya no les interesaba saberlo. La tarde que vinieron unos familiares desde Humbolt a visitarlo, me invitó a la reunión. Mariana, una bisnieta a la que no conocía, sacó de su mochila un dibujo, un garabato que puso sobre la mesa como regalo. "Qué lindo dibujo", dijo el bisabuelo, "¿Quién es?", preguntó. La nena con la transparencia que da la inocencia, tocando tres veces con su manito el papel, contestó: "Zeus, el dioz de los diozez, quien va a zer zinó?". Me levanté para dejarle la exclusividad del llanto al anciano, mientras me juraba ponerlo cara a cara con sus dioses. Fredy, el enfermero nochero del residencial, es oriundo de Loreto, plena selva amazónica. Las revistas que les llevé de regalo, junto con el pato para que lo hiciera guisado o el corazón de vaca para sus anticuchos, no fueron suficientes para quebrar su voluntad. Como buen peruano no aceptó el soborno y me dijo: "Deje de traerme obsequios, se lo voy a entregar al viejo, pero por convicción, aquí adentro la única sorpresa que existe es quien se va a morir primero y si le llega pasar algo me voy a sentir con culpa". Lo pasé a buscar a las dos de la mañana, no habló una palabra, sólo tenía una sonrisa dibujada en su rostro que no se la había visto antes. Tomé la ruta 33 y a la altura de Firmat, me desvié por un camino lateral de tierra y me detuve en pleno campo cerca de un monte de eucaliptos. Lo dejé sólo con su mundo de estrellas. Lo vi llorar, reírse, hablarles, dar vueltas en círculos, levantar las manos hacia el cielo como si fuera a levitar durante casi una hora. Al regresar sólo me dijo: "nunca se lo voy a terminar de pagar". Volvimos cantando Luna tucumana y Zamba de mi esperanza. Lo que nunca voy a saber es a quien se refirió en realidad, si a su parejero, al caballo alado o a la misma constelación, cuando sacó la cabeza peligrosamente por la ventanilla y con toda la sangre en el rostro y sus cabellos blancos como rayos, mirando hacia arriba gritó: "¡Pegaso!, ¡Pegaso!, Cuidámela a Marianita por favor, te lo pido por el amor de Zeus".
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
NUDOS*
 
 
 
 
Raro letargo amor, raro letargo.
Remotas lejanías desnudas, llaman desde la piel dormida.
Amordazan, anudan.
Loco acróbata loco, mi corazón,
Intenta desasir lo imposible.
 
 
Los nudos. Allí están. Acechantes. Alertas.
Rama de mimbre, cadena, cordón umbilical.
La piel oscura de mi padre
y la penumbra- intacta- de mi madre.
Lágrimas de piedra, bebe sediento el clavel del aire.
 
 
Raro letargo amor, raro letargo.
El agua al alcance de la mano,
El árbol genuflexo, con los brazos cruzados.
A su sombra, descansa, rendida, la muñeca de trapo.
Cabalga la distancia, en sus trenzas de humo
En sus piernitas flacas, gime, anudada
Una pena de nácar.
 
 
Raro letargo amor, raro letargo.
Nudos de nácar, nudos, desnudos.
 
 
 
*De Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar
 
 
 
 
 
 
* * *
 
 
 
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