sábado, mayo 29, 2010

ESTACIÓN CORONEL MARCELINO FREIRE.



*ILUSTRACIÓN DE WALKALA: http://www.walkala.eu/

InvenTren.




TIEMBLAN LAS FOTOS*



“...Quedan los rostros como sombras
las voces como ausencias
la memoria de un último día...”
ANA MARÍA CUE



Tiemblan las fotos amarillas.
Trepan en infancias con rodillas de greda.
Algo duro me golpea la frente.
Un martillo. Un tambor. Un tormento.
Abren compuertas. Vasijas. Preguntas sin respuestas.
¿Por qué la aurora boreal yace trizada?
¿Por qué la telaraña no sostiene la noche?
¿Por qué la piedra quiere ser arcilla, y la arcilla piedra?
¿Por qué la semilla no ha germinado en pájaro?
¿Por qué canta la alondra cuándo la noche llora?


Fotos amarillas. Si las toco, se disuelven.
Como una blasfema. Una burbuja. Un beso.
Y me tiemblan y me hablan y me observan.
Colgados los mandatos en viejos almanaques.
Señales: No doblar. Frenar. No avanzar. Peligro.
Ceden las vértebras que sostienen mi silla.
Cede el hueco del ojo de la aguja.
Bengalas apagadas. Astrágalos.
Apunarse en el llano.
Largar las bridas en caminos de cornisa.
Tropezar. Una y otra vez. Y otra vez.
Cuerpo arqueado por el amor, el odio y el espanto.


Olor a madreselvas amarillas.


Y un temblor de fotos que acarician mis manos.
Mis manos extendidas... abiertas, elevadas.
Tembladeral de soles.
Mis manos, peregrinas del viento.


*de Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar






AUSENCIAS*



Otra Virginia escapó nuevamente.
Le pidió a Pandora que le guarde sus vituallas y trepó al ferrocarril. Otra vez, otra Virginia puso por delante su vocación.
Una se conchabó de azafata del tren fantasma y creo que anda noviando con el motorman.
La otra, tiempo atrás se voló la azotea en la cocina de casa.
No dejan de parirse y de huir.
Una me dejó a dos estaciones de ser padre, la otra a mil años de ser hijo.
Plantígrado resignado y triste; absurdamente canto y bailo mientras camino por las vías pensando en las madres y en las progenies.
Juego a la rayuela en los durmientes, desde el cementerio de Morón al Atlántico.
Espero que ningún puto tren me pase por encima pues debo llegar hasta aquel andén.
Seguro Virginia me aguarda.
Para no besarme y seguir escapando.



*De Beto Casquero. beto_casquero@hotmail.com





ESTACIÓN CORONEL MARCELINO FREIRE




Una ausencia rodeada de escombros*



Helado era aquel amanecer de invierno, allá por el ‘77, cuando las siluetas de los tanques aparecieron en el horizonte. Pocos fueron los vecinos que ignoraron lo que ocurriría a partir de entonces. La mayor parte del pueblo había aguardado aquel instante montando guardia durante toda la noche, calentándose debajo de gruesas frazadas y mateando hasta el hartazgo, iluminados los torvos semblantes por el resplandor de los Primus, gauchitos por siempre, compañeros en las casillas y en la vía.
La noticia había llegado hacía ya varios días, aunque el clima de desasosiego se perfilaba desde hacía meses. El ramal ferroviario que otrora pertenecía al Midland iba a dejar de cumplir su servicio habitual. La ley de Martínez de Hoz decretaba que "los ramales que presentaran baja densidad de tráfico ferroviario serán levantados antes del fin de septiembre del año 1977". Aquellas palabras habían resonado en los oídos de los habitantes de los pueblos interconectados por el ramal como una filosa caída de guillotina. Su principal fuente de comunicación y transporte desaparecería para siempre. Y entonces, ¿qué sería de ellos?

Coronel Marcelino Freire era un típico pueblo de campo, constituido por los Cornero, los Boeri y los Martello, entre otras familias. Todas ellas oteaban el horizonte a través de las pequeñas ventanas de sus cocinas aquella infausta mañana en que llegó el Ejército. Y todos, a paso lento y amargado, resignados ante el peso implacable de la ley dictada por las autoridades, salieron de a uno al frío de la mañana, a ponerle el pecho al destino que los aguardaba, implacable, a pocas horas de distancia.
La amenazante silueta de los tanques ya rodaba a la entrada del pueblo cuando sus habitantes pisaron las calles de ripio. Los motores ronroneaban y tosían al acercarse, desplazando unas moles blindadas que no daban señales alguna de vida aparente. Como si los emisarios del corte del servicio no fuesen hombres sino máquinas, insensibles engranajes de una cruel estructura de poder. Al frente de ellos, un jeep con la cabina cerrada por una sucia lona verde lideraba la lenta marcha.
Sólo al detenerse la formación sobre la calle Ayacucho, cuando las puertas se abrieron, los pobladores consiguieron identificar a las fuerzas del orden. El oficial a cargo, con la gorra encasquetada en la cabeza hasta las cejas y las solapas del abrigo levantadas, bajó del jeep, hizo sonar un silbato que alertó a todos los presentes, estremeciendo a las mujeres, y gritó hacia la improvisada muchedumbre:
-¡Soy el Mayor Oscar Tomeo, y busco al Señor Jefe de Estación! ¡¿Saben Uds. dónde se encuentra?!
Hacía ya varios días que por allí había circulado el último tren, llevándose consigo las ilusiones de todos. Con él, transido por la inapelable noticia de su despido, se había marchado Don Agustín Camardón, histórico Jefe de Estación, munido por sus pocos enseres, incapaz de hablar y despedirse, demolido por la angustia. Ya nadie se haría cargo del funcionamiento de su otrora prestigioso lugar de trabajo. Desde entonces, la estación quedaría en pie como absurdo monumento a la ineficiencia política.
Aunque la cadena de absurdos no hubiese hecho más que comenzar…
-Se fue hace rato –respondió José Martello, dando un paso al frente, un tanto atemorizado por el uniforme y los galones. –No hay autoridad ferroviaria en Coronel Marcelino Freire. Parece que ya no la necesitamos…
-¡Entonces –continuó el Mayor Tomeo a los gritos –se retiran todos de las inmediaciones de la estación! ¡En nombre del Gobierno de la Provincia vamos a dar comienzo a las tareas de saneamiento y demolición!
Demolición… La sola idea estremeció a los presentes. Un débil sollozo femenino, consciente de la imposibilidad de sostener una ilusión que negara aquella equivocación, se dejó oír entre la variedad de apagados murmullos. Alguien quiso protestar cuando el Mayor Tomeo se volvió hacia los tanques, pero otro vecino lo llamó a silencio de un empujón.
Las puertas superiores de los blindados se fueron abriendo con chasquidos metálicos. Varios cascos verdes se asomaron y contemplaron el perfil del edificio que se elevaba hacia su izquierda. Amplios ventanales y gruesos muros les devolvieron la mirada.
Con espartana precisión pero sin apuro, los uniformados comenzaron a desarrollar sus tareas, bajo la asustada mirada de los pobladores, que a poco de permanecer allí, calados de frío hasta los huesos, dedujeron que la aparente amenaza de la caballería blindada podía llegar a resultar simplemente eso.
Los soldados derribaron la puerta de la boletería, de la oficina principal y de la sala de espera, además de abrir con varios culatazos de máuser los pesados postigos de los ventanales. Luego, ataron unos gruesos cables de acero a las estructuras metálicas de sus tanques, mediante sólidos ganchos de amarre, y tendieron el otro extremo hacia los mudos ventanales, perforando con taladros sobre las paredes a fin de colocar las gubias donde amarrarían el cabo restante de los cables. Una vez realizada la maniobra, avanzada la mañana, entibiados rostros y manos por el tímido sol invernal, volvieron a trepar a los tanques y encendieron los motores.
-¿Qué van a hacer? –preguntó por lo bajo Raimundo Boeri, a medio camino entre la resignación y la curiosidad, incapaz de comprender la efectividad de la operación.
-Una gran cagada –sentenció a su lado Eustaquio Cornero, deseoso de unos mates, pero temeroso de perder algún detalle del espectáculo que ya había congregado hasta al último de sus vecinos frente a la tradicional estación, tumultuoso centro de reuniones a la hora en que solían llegar los expresos de pasajeros, mucho tiempo atrás.
-Mejor así –masculló José Martello, atesorando una débil sonrisa de esperanza. –Que les cueste derribar el esfuerzo de quienes vinieron antes que nosotros a levantar nuestro humilde medio de vida.
Los blindados giraron sobre sus orugas hasta ponerse de espaldas a la estación. Una vez alineados, aguardaron la orden de salida. El Mayor Tomeo, trepado al estribo de su jeep, supervisó la disposición de las máquinas y pitó con su silbato. Los tanques aceleraron, haciendo rodar en falso las orugas, tensando los cables hasta su máxima expresión, levantando densas nubes de polvo y ripio.
Varias respiraciones se contuvieron. Manos crispadas se taparon la boca, evitando soltar un grito de angustia. Alguien sintió que se le derrumbaba la presión…
Los poderosos motores bufaban y chillaban, hasta que de pronto la mañana se estremeció con el latigazo del primer cable cortado. Uno de los tanques se precipitó a toda velocidad sobre la casa emplazada frente a la estación, derribando la cerca de alambre y torciendo un limonero contra la medianera, mientras se oían estridentes alaridos de sorpresa. El segundo cable se cortó antes de que los vecinos se repusieran de la anterior conmoción, originando estampidas y chillidos. El segundo tanque, con menor fortuna que su predecesor, colisionó contra la camioneta Ika de Raimundo Boeri, reduciéndola a chatarra.
-¡Pero qué hacen, manga de ignorantes! –chilló Boeri, agitando las manos delante de su antiguo vehículo, aplastado bajo las orugas. -¡Voy a demandar al Estado por lo que acaban de hacer! ¡Esta es su responsabilidad! –increpó al Mayor Tomeo, apuntándolo con el índice.
-¡Cállese la boca, ciudadano! –exclamó el oficial a cargo, rojo de furia ante la ineptitud de sus subordinados, quienes contemplaban azorados el desastre ocurrido. -¡Sol-daaaaaaa-dos!!! ¡Repetir la maniobra!
El silbatazo los puso en movimiento otra vez, como si allí no hubiese pasado nada. Los vecinos alzaban sus quejas por encima del sonido de los tanques, protestando en vano ante la indiferencia uniformada. La señora Irma Respinghi, dueña del limonero vencido bajo el peso de la oruga, protestaba y lloraba al mismo tiempo. Eustaquio Cornero parecía mantenerse ajeno a la conmoción general, observando la escena a distancia, a la manera de un cronista periodístico, registrando en detalle el segundo intento de la caballería por apostar un nuevo juego de cables contra las paredes.
El esfuerzo les demandó un tiempo mayor al empleado la vez anterior, supervisando cada uno de los detalles. Finalmente, pasado el mediodía, con los vecinos acalorados por el sol y la indignación generalizada, los tanques volvieron a apostarse de espaldas a la estación, listos para el silbato de largada.
El Mayor Tomeo trepó nuevamente a su jeep y dio la orden. Los motores aceleraron, la nube de ripio y polvo se elevó en el aire otra vez, y los cables se tensaron, tal como ya lo habían hecho.
Y la escena volvió a repetirse.
El primer tanque casi arrolla a José Martello y Raimundo Boeri, quienes se arrojaron hacia un costado, salvando sus vidas milagrosamente, ya prestos a desempolvar sus escopetas de caza para echar a los tiros a los militares incapaces. El segundo tanque volvió a arrollar la Ika de Boeri, pero además torció el rumbo y derribó de una vez el limonera de Doña Irma, quien se desvaneció ante la impotencia en brazos de Eustaquio Cornero.
El Mayor Tomeo, irascible, pitaba su silbato a diestra y siniestra.
-¡Media vuelta! –vociferaba, gesticulando como loco. -¡Arremetan contra esa estación! ¡Que no quede una sola pared en pie!!!
Los blindados giraron sobre sus orugas y embistieron las macizas paredes, teniendo la precaución de calcular que el extremo de sus cañones ingresara al edificio a través del hueco de los ventanales. Pero ni aún así, a pesar del sacudón que sufrió la estructura, de las tejas que cayeron o los baldosones que se partieron bajo el peso blindado, consiguieron derribar un solo ladrillo.
-Ya no se hacen estas paredes, Mayor –se animó a aclarar Eustaquio Cornero. –Las construyó un Estado diferente al actual…
-¡Cállese la boca!!! –lo increpó Tomeo a la distancia. -¡O lo hago arrestar por obstrucción de tareas militares!
-¿Qué tareas? –murmuró Martello, manteniéndose alejado.
Los tanques arremetieron varias veces contra la estación, y el pueblo, aunque ofuscado, iba y volvía de la escena, yéndose a almorzar o a dormir una siesta. Lo que parecía irremediable, al final terminaba aburriendo.
Atardecía cuando se oyó por última vez el silbatazo del Mayor Tomeo, indicando la retirada. No hubo discursos pertinentes, ni tampoco nadie bajó de los vehículos a recoger los fragmentos de cable seccionado. Los blindados se retiraron, cerrando la marcha el jeep, insultado por los vecinos, quienes esgrimían sus puños en alto, maldiciendo y festejando a la vez.
-¡Los echamos, los echamos! –exclamaba José Martello, exultante.
-Yo no estaría muy seguro –observó Eustaquio Cornero.
Y no se equivocaba. Tres días más tarde, liderados por un parco teniente llamado Funes, dos camiones del Ejército arribaron a la estación con las primeras luces del día. Algunos vecinos se agolparon suponiendo que habría una nueva escena de humillación para las Fuerzas Armadas. Sin embargo, los soldados que bajaron de la caja, con los máuseres cruzados contra el pecho, los retiraron hasta media cuadra de distancia. Desde allí vieron cómo trabajaba un reducido equipo de hombres, técnicos en apariencia, quienes no dieron mayores precisiones al respecto, y se retiraron a resguardo antes de llegar la media mañana.
La implosión conmocionó al pueblo y sus alrededores. Los cartuchos de dinamita colocados en los cimientos del edificio arrasaron con las vigas y derribaron las paredes como si fuesen de arena seca, cayendo hacia dentro y causando una enorme montaña de polvo que se expandió rápidamente sobre las calles aledañas. El paisaje se desdibujó durante unos instantes, y cuando el polvo en suspensión terminó de caer, la realidad del pueblo había dejado de ser la que conocieran durante tantos años.
Cornero, Martello y Boeri, azorados, tosiendo y lagrimeando, a causa del polvo y la emoción, por fin veían materializarse su mayor temor. El monumento al trabajo de toda una vida se había transformado en una ausencia rodeada de escombros. Y la oscura silueta de la tropa se recortaba en el horizonte, mientras recogía sus últimas cosas, antes de marcharse definitivamente de allí.
Doña Irma Respinghi, cubriéndose la boca con una mano, volvió a desvanecerse. Y los tres mosqueteros del riel, Cornero, Martello y Boeri, sin ponerse previamente de acuerdo, llevaron su mano derecha junto al corazón y comenzaron a entonar, entre la furia y la congoja, nuestro Himno Nacional.



*de Aldima. licaldima@yahoo.com.ar





*


Largo el horizonte agrupa en la distancia
el sueño de todo niño, y el pasar aireado a caballo sin rebenque.
Largo el horizonte para una sola mano, para alambrar el cosmos
de metales y pactos.
Los caminos sin la geometría, son los que nos ponen alegres,
y los que, como en mi pueblo, bajan todos al río.
Largo el horizonte, templo y rezo.
Los vuelos inevitables del ardor del verano,
cuando a las tres de la tarde dormita en la estación,
el último tren.
Cuando gravitan los otoños, y dejan un manto de guitarras en la noche,
cuando duermen los acordes.
Queda luego, lo que el silbido de la vida se lleva,
no son los llantos por un rato, ni las cajas con recuerdos,
ni las piedras, ni las partituras, no . . .
Son los espacios de aire que el cuerpo deleitó
delante del inacabable horizonte.
Porque eso sí, es diferente . . .



*de ricardo d. mastrizzo.







La fuerza del destino*



Noche cerrada. Una hermosa luna llena cubre con su brillo indiferente la totalidad de la pampa. El intenso frío congela la escena en la retina del posible testigo ocular, quien temblaría sin remedio ante la presencia de este viento implacable.
Sólo que no hay un alma por estos parajes, junto al cruce ferroviario y la Cruz de San Andrés, que testifique respecto de lo que está a punto de ocurrir.
Allá en el horizonte surge un par de faros, acercándose solitarios y morosos, brillando tenues sobre los pulidos rieles del tendido vial. El apagado rumor del motor de la estanciera se deja oír hasta que el vehículo se detiene, a escasos centímetros de los erosionados durmientes de quebracho. Dentro, un hombre mayor se recuesta contra la butaca, cansado de conducir, quizá hasta fatigado de su propia existencia. Enciende un cigarrillo con extrema cautela, más por agotamiento que con prudencia. La llama del encendedor ilumina durante un segundo aquel semblante duro, de líneas firmes, aunque dueño de una expresión funesta. Apenas baja un poco la ventanilla al exhalar el humo, mirando hacia el frente, sin fijar la vista en nada concreto. Fuma con movimientos ausentes y pausados.
Y espera.
Sus ojos se pierden entre los recuerdos de las horas pasadas. Los momentos vividos durante aquella noche lo confunden. ¿Cómo puede ser que haya ocurrido algo así? Si hasta esta misma tarde había estado mateando con ella… La imagen de Norma, imperecedera en su cotidianeidad, irrumpe dolorosa por encima del volante. Y el tiempo parece retroceder.
¿Cómo empezó? Algo lo confunde. Sólo sabe que le entregó el amargo, ya medio lavado y se llevó una torta frita a la boca cuando ella le comentó algo y lo alteró. Fue algo acerca de… ¿Qué había sido? Una estupidez, de seguro; nada importante. Norma no es de hacer comentarios trascendentes. Si por eso le gustó tanto cuando la conoció, y esa misma cualidad fue la que lo decidió para casarse, “allá lejos y hace tiempo”, como rezaba G. E. Hudson en aquel clásico literario de otras épocas. Esa virtud de saber callar a tiempo, Norma la traía de la cuna; o la había desarrollado a su lado, quién sabe. Sólo que esta noche, por única vez, había hablado de más…
Trata de recordar el diálogo mantenido, mientras exhala el humo y arroja la colilla por la ventana, pero es inútil. Las palabras se han alejado, huyendo hacia el olvido, ocultándose detrás del muro… Mierda, otra vez aparece esa maldita imagen, y esta noche más intensa que nunca. Un muro que separa dos propiedades, que mantiene alejados a sus propietarios. Una barrera imposible de cruzar, salvo en determinadas ocasiones, cuando la furia lo enceguece, el mundo se oculta bajo una densa cortina roja, y entonces…
¡No! ¿En qué está pensando? No pasa nada. Está todo tranquilo. Y si algo raro pudiera salirse de cauce lo resolverá enseguida. No hay nada que temer. Mira distraído su reloj. Ya no falta mucho. Enciende otro cigarrillo. Tiene que estar calmo. Lo hecho, hecho está. Nada de locuras.
Pero los recuerdos regresan, muy a su pesar. Norma cebaba mate, aunque estuviese lavado, y le comentaba… Acerca de una vecina… ¿O era sobre el marido? Se habían mudado hacía poco, ¿no? Muy lentamente, como en sueños, las palabras y las imágenes regresan. Una pareja de mediana edad, sin hijos, que alquilaban una casita en las afueras. Y Norma había hablado con la mujer, varias veces. Le había contado que venían de Buenos Aires, de haber tenido una mejor posición, de sostener un pasado intelectual, y que luego de la crisis se habían conformado con lo poco que pudieron encontrar. Pero lo que más le llamó la atención a Norma fue cuando le confesó, ya entradas en confianza, acerca de la huída…
Le tiembla la mano que sostiene el cigarrillo, y no precisamente a causa del chiflete helado que se filtra desde afuera. Él había juramentado no hablar al respecto, ni siquiera pensarlo; que nadie supiese lo que hacía durante sus horas extras en el trabajo, algunos años atrás. Y sin embargo, el pasado vuelve, infatigable, una y otra vez.
Huyeron escapando de sus perseguidores, le informó Norma, de hombres dadores de odio que los buscaban desde hacía tiempo con la única sed que conocían: sed de sangre y de venganza. Una búsqueda mortal, que los obligaba a usar identidades diferentes cada vez que se instalaban en un pueblo, intentando en vano despistarlos. Pero, tarde o temprano, los sabuesos siempre llegaban. Y la cacería se reiniciaba sin cesar…
¿Qué había pasado con Norma? ¿Por qué le había hablado de cosas que no entendía, cuando ella siempre guardaba silencio, no preguntaba nada, nunca se salía de su rol? ¿Por qué, después de tantos años, había insistido con algo que a él lo había irritado casi de inmediato, sobre todo al conocer los nombres de los nuevos vecinos, esos que se habían desvanecido de la noche a la mañana un par de semanas atrás? ¿Por qué lo había hecho enojar de esa manera?
No sabe cómo comenzó. Sólo recuerda que tenía el mate en la mano, y un instante después la calabacita volaba por encima de la mesa hacia las hornallas. Que Norma le dijo algo, entre indignada y asustada. Y que él, sin poder evitarlo, se había puesto de pie. ¿Él? ¿O había sido otro? Muy de vez en cuando sentía que no era él quien actuaba, sino otro, un personaje ajeno y siniestro que aparecía muy a su pesar, sobre todo durante las tareas realizadas en esas malditas horas extras. Y que aunque este otro personaje fuera tan distinto a él en su accionar, a la vez se le parecía demasiado…
Aunque la furia lo encandilaba, irritándolo ante su aparición, pudo notar que Norma abría los ojos con sumo pavor, incapaz de creer que aquél excedido que tenía delante y la insultaba sin piedad fuera Marcelino, su marido. El mismo Coronel Marcelino Freire, militar retirado, para más datos, con quien convivía desde hacía tantos años. Un hombre de carrera, recto, virtuoso, y por sobre todo, en extremo honorable. Alguien que jamás renunciaría a dejar de pensar como pensaba. Que sostendría sus convicciones hasta la muerte. Pasara lo que pasase.
¿Por qué Norma no se quedó callada, como siempre? ¿Por qué le removió tantos recuerdos, retrotrayéndolo varias semanas atrás, cuando sus antiguos colegas le pidieron que colaborase localmente en una acción tardía, para “despuntar el vicio”? Justamente él, que había sido comandante de Grupos de Tareas, y sabía hacerse cargo de las “horas extras” de manera tan eficaz…
El Coronel y el otro, Marcelino y el otro… ¿Quién era ese otro? ¿Tendría identidad…, un alias acaso? ¿O sería siempre el mismo, desquiciado y desbocado? El otro, ese salvaje… cuyo puño cayó sobre Norma, cerrándole esos ojos desmesurados, rompiéndole la nariz, abriéndole un surco de sangre en la boca… El otro… Marcelino sería incapaz de cometer semejante atrocidad…, ¿o no?
El puño cayó una y otra vez, y otra, y una vez más sobre la mujer, causando chillidos y hematomas, súplicas y heridas, intentando borrar a los golpes los comentarios desafortunados, esa irrupción de chusmerío y curiosidad. Y a la vez negando la misma aparición del otro, negando los hechos ocurridos, negando la desaparición de los intelectuales porteños recién llegados al pueblo, los eternos perseguidos por los sabuesos. No; él no era un sabueso. Y su mujer no tenía por qué recordárselo mientras tomaban mate, muy tranquilos en su casa.
Para cuando la furia consiguió extinguirse y le permitió ver, jadeaba inclinado sobre el cuerpo exánime de Norma, los brazos agarrotados y en posición de ataque, dispuestos a golpear por enésima vez. Pero su mujer ya no se movería más, amoratada contra las baldosas de la cocina. ¡Norma! ¿Qué carajo pasó? ¡Norma, por Dios, contestame!!!
A pesar del dolor, del pueril y tardío arrepentimiento, del cruel impacto de la acción consumada, un hombre de honor y de carrera como él sabría muy bien qué hacer, aunque no fuese una metodología muy pulcra que digamos, aunque sus afectos se interpusiesen, y aunque tuviese que cubrir las huellas de un desconocido criminal.
Suspira muy hondo al distinguir el potente farol del expreso de medianoche, acercándose por el horizonte. Abre la puerta de la cabina, sale de la estanciera al frío nocturno, y camina hacia el portón rebatible de la caja. Extrae lentamente el cuerpo envuelto en una manta oscura y lo carga en brazos, con notable esfuerzo, hasta depositarlo sobre la vía, cerca de la Cruz de San Andrés. El silbato del tren anuncia su llegada. Sus filosas ruedas de metal extinguirán su peor equivocación. Y la impredecible irrupción de furia quedará sepultada… ¿para siempre?
El Coronel Marcelino Freire, se aparta unos metros de los rieles, sin desviar la mirada de aquel cuerpo inmóvil, con ambas manos en los bolsillos del camperón gris, aguardando que la fuerza del destino cumpla con lo que le corresponde, echando un piadoso bálsamo sobre su alma torturada…



*de Aldima. licaldima@yahoo.com.ar






Antes*


Se poblaba el patio con olor a ropa colgada en la mañana
A jazmin, a limón a sombras frescas.
Se inundaban de musgos las paredes
Con secretos de hadas y princesas.
Siempre había siempres con dos abuelos y una tarde sentada allá afuera
Tierra mojada, baldosas flojas y blancas
Malvones, paraísos y universos sin tiempo.
Había manos, cumpleaños con guirnaldas de vide s y de higueras.
Había cielo
Mucho cielo
Arriba de todos los malvones
De todos los sueños
De todos los miedos.
Eramos niños sin encierros
De cortas penitencias
Con fantasmas derribados por los rezos.
Y después, los espectros de la noche
Barrían los charcos y el silencio
Y a la mañana otra vez
Al patio…
Le nacían mariposas.



*de María Manetti. dulcemariam6@hotmail.com





La luz mala*


Al paso cansino, el Coronel Marcelino Freire deambulaba a lo largo de la Pampa sin demasiado interés, casi sin sentido. Sus pensamientos vagaban sin rumbo, desconcertado ante su nueva situación. ¿Qué podría hacer, ahora que ya no pertenecía al valeroso ejército del Ministro de guerra Adolfo Alsina? No se le ocurría otra cosa que vagar montado en su vapuleado matungo. Errático merodeo que sin percatarse lo ha ido conduciendo hacia los terrenos que alguna vez le entregaran. Campos familiares que se habían formado dentro de una gruesa línea de fortines que el gobierno de Avellaneda había mandado emplazar para detener el avance de los malones. Sin embargo, nada de ello parecía haberse mantenido en pie. Con el correr de los años, los fortines habían desaparecido, y lo que alcanzaba a divisar el coronel desde su cabalgadura eran apenas unas pálidas ruinas de lo que otrora fuera la gran casa familiar.
Se acercó al tranco lento en las últimas horas de la tarde, intentando encontrar alguna familiaridad en el terreno; sin embargo, las construcciones que aún quedaban en pie distaban mucho de parecerse a lo que él alguna vez hubiera conocido. El casco de estancia se había desintegrado en el aire, llevándose consigo los recuerdos de toda una familia, y apenas algunos ranchitos de la servidumbre parecían haberse mantenido en pie, para que con el tiempo el gobierno de la provincia los apropiara para cederlos al ferrocarril. A pesar de cierta indignación que intentaba a duras penas mantener a raya, el Coronel sintió henchirse el pecho al comprobar que aquello se había convertido en una estación ferroviaria, aparentemente desierta, y que el cartel blanco y negro que indicaba su paradero ostentaba su nombre.

No fue lo único que divisó en el horizonte, cada vez más oscuro. También llegó a distinguir la oscilante silueta de un jinete, acercándose a los tumbos hacia la estación, con paso inexperto. El teniente Juan Sosa no tenía mucho más que hacer, por lo que aguardó, movido por la curiosidad, hasta que el jinete se acercara.
El jinete resultó ser una mujer, que consiguió dominar al caballo como pudo, antes de saludarlo en medio de una nube de polvo, despeinada y con expresión afligida.
-¡Buenas tardes! –saludó ella, a lo que el Coronel Marcelino Freire respondió con una inclinación de cabeza. -¿Conoce por dónde queda la escuela rural?
-No le sé decir. Yo también parezco un extraño por estos lugares. Y eso que durante buena parte de mi vida anduve por estas tierras.
-Soy la nueva maestra rural –informó ella, -y vengo a hacerme cargo del único grado que existe en esta zona. Si le soy sincera, nunca me tocó trabajar en un lugar así, pero los cargos últimamente no abundan y la vocación tira bastante como para no hacer un sacrificio…
Como el Coronel Marcelino Freire se limitaba a mirarla sin comprender demasiado, ella preguntó:
-¿No sabe dónde podría encontrar a alguien que me informe?
-Lamento no poder ayudarla –se excusó él.
Y estaba a punto de continuar su camino cuando la expresión de ella se transfiguró, oteando por encima del hombro del soldado.
-¿Qué es esa luz? –chilló ella.
El Coronel volvió la cabeza y divisó a través de los árboles de un monte cercano un resplandor brillante, que parecía acercarse a gran velocidad. Sin pensarlo siquiera, experimentando una nueva sensación de extrañeza en los campos de su familia, respondió alarmado:
-¡La luz mala!
Y espoleó a su matungo, atemorizado de ser alcanzado por lo desconocido. La nueva maestra rural, asustada ante lo novedoso de la situación, azuzó a su caballo y se dispuso a seguirlo, siempre peleando con su cabalgadura para que con sus corcoveos no la dejara de a pie.
No alcanzaron a llegar muy lejos. La imponente luz los cercó muy pronto, causando la sensación de indefensión más poderosa que hubiera podido experimentar, mucho más terrorífica que la de enfrentarse a un desatado malón de la indiada, con sus lanzas al viento y sus aullidos infernales. Aunque no fueron aullidos lo que escucharon a sus espaldas, cada vez más cercano, sino el fragor de un continuo traqueteo y una súbita sirena que chilló en la noche recién llegada.
-¡Hágase a un costado! –le gritó la nueva maestra rural, al tiempo que reparaba en el terreno irregular sobre el que cabalgaban sus monturas y se criticaba a sí misma por haber sido tan ingenua.
Ambos jinetes se apartaron del camino que venían sosteniendo por encima de unos ajados durmientes de madera, rodeados de cantos rodados, para darle paso a una briosa locomotora que los azotó con sus ardientes ventisqueros de vapor, a punto de atropellarlos. La estridente sirena se dejó escuchar durante bastante tiempo, mientras la formación ferroviaria se alejaba presurosa rumbo al horizonte nocturno, sin detenerse junto a la deteriorada silueta de la estación.
Ambos jinetes recuperaron gradualmente el aliento luego de semejante susto, sintiéndose inquietos y extrañados, uno por el desconocimiento, la otra por su falta de percepción ante los espacios abiertos. Jadeantes y azorados, se inclinaron sobre las pringosas crines de los animales y suspiraron aliviados.
-Dígame –comenzó ella, reparando por primera vez en el desgastado uniforme del soldado. -¿Cómo es posible que Ud., que parece del campo, se asuste con una situación así? Debería estar curtido ya.
-Es cierto –acotó él, pensativo. –Es que no termino de acostumbrarme a los cambios. Pasa todo tan rápido, y nada parece tener mucha explicación. Es muy fuerte para mí…
-¿De dónde viene? ¿Acaso el uniforme que Ud. lleva puesto……es de verdad?
-Claro, señora. Y este sable cubierto de sangre seca, que me ha acompañado en varias batallas, también. Propiedad del Ejército Argentino.
-Disculpe la ignorancia –comenzó ella, como si tratara de hacerse a la idea de lo que ocurría a medida que lo iba diciendo. -¿Ud. participó de alguna campaña militar de importancia…?
-Por supuesto, señora , mis tropas atacaron a Manuel Namuncurá provocándole más de 200 muertos–exclamó el Coronel Freire, con orgullo.
-Y si ha estado en el frente –intentó comprender ella, razonando como lo haría en presencia de uno de sus alumnos de nivel inicial o de un lunático irrecuperable, como le parecía éste: -¿Cómo puede ser que, teniendo experiencia de batalla, Ud. se asuste ante la presencia de una locomotora?

-Estas cosas me pasan recién ahora, señora –agregó él, como disculpándose...

–Cuando estaba vivo, no.



*de Aldima. licaldima@yahoo.com.ar





*



cuando vengas,
tráeme en el labio de tu piel
esa rosa dormida con su lágrima
de lluvia esperanzada

llégate en el zumo de esa zamba
al borde mismo del cielo de tu enagua

tráeme un ábaco interminable de pájaros
mariposas
y hojas sembradas de tu aire

dos peldaños menos
de mi muerte no muerte

una calandria libre entre tus manos
un bastón para la huerta
(una rueda triangular quedará de tutor en la arboleda)

recuerda
cuando vengas
no separes almohadas
pues mi cabeza queda huérfana de luna y sueño

cuando me llames,
habla con la sonrisa que me piensas
y al otro día
indefectivamente
no dejes de sacar boleto
de esos azules
o blancos
o esos color pastel habitando números errados
esos que ruedan tardanza de tren y multitud
a nuestra paciencia en volvernos y vernos
cada vez más pensantes
para quedamos en el andén
como dos pájaros en la vida.



*de ricardo d. mastrizzo.




*


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viernes, mayo 28, 2010

DEL CONTARSE A SÍ MISMO...


*ILUSTRACIÓN DE RAY RESPALL ROJAS.
LA HABANA. CUBA



EN OCASIÓN patriotica*




Escribiendo de corrido
dejo que las palabras fluyan
nombrando, señalando, cantando.


Y en ese fluir vienen imágenes
fuertes
y claras
del patio de infancia y los barriletes
de los troperos arriando ganado
del paso de los trenes
de la voz de mamá llamándome a merendar
de mi padre, con su victrola
sus discos de pasta
y el inglés a distancia.
Hablaba y leía inglés, mi padre.


Y viene ese vocear de los piamonteses
a
los gritos
para hablarse de campo a campo
en
un idioma mezclado
enriquecido
por la cotidiania
y vienen sus manos callosas
haciéndome
caricias en la memoria.


El camino a la escuela, terroso, se dibuja en
mi memoria;
lo
hacia bajo la sombra de los eucaliptos
el
cotorreo de los loros
el
mugido de los animales en el brete
el
paso del tren;
y
se dibujan:
la
vocinglería de los recreos
la
primera pelea, nena de por medio,
a puño limpio con mi amigo
el
aljibe del florido patio central donde acudíamos sedientos.


Esa enorme sensación de estar lejos
sumidos en la inmensidad
de
un horizonte que se prolonga
y
sigue, y sigue
y
que me habita desde siempre.


Y la otra escuela, la del pueblo vecino, hoy
ciudad de Ceres
ferrocarrilero
con su enorme patio, el huerto, el jardín
y
nosotros, laboreando en ellos
aprendiendo el idioma de la pacha.



La patria se me cuelga en la bici
en
la matinée de los domingos
en
los picados de fubol
en
los juegos nocturnos, bajo el farol,
el
de la esquina y en verano.



La patria se me filtra en el glostora tango
club,
en
el partido de los domingos,
allá
en Buenos Aires,
prendidos
a la radio,
en
los personajes de Sandrini.



Y, sí. Se ensombrecía en el rostro de mi
padre
seguidor
de Irigoyen
ante
cada golpe militar.



Y volvía ella, toda oriunda, elevándose
frente
a casa
en
el globo aerostático
inmenso
que, al soltar amarras,
se
perdía de nuestras miradas
en
la vastedad cielar.
Porque la patria era esa vastedad
de
cielo y pampa sinfín.
Todo lo demás era una lejanía difusa
inabordable
cercana sólo con sus nombres de ciudades
de
ciudades tragahombres
vigorosas
enormes…



De todo ese amplio patio de infancia
donde
se dibujo la patria
quedaron
nombres:
Mataco,
Don Cárdenas, Galeano
El
Loco Díaz, don Jakich…
peones de laboreo, carreros, ferroviarios,
campesinos.



Es el lugar donde aprendí a mirar el mundo
a tocar la tierra,
a oír sus cantos
“…y
retumba, retumba un bombo en mi corazón”
a disfrutar los bailes –folclore, tarantela,
tango-
a saber que la muerte nos visita a diario
y que la vida se renueva otro tanto
a entender que el trabajo dignifica y saber que
hubo,
además,
gente que lucho por ello.



Hablar de patria es hablar de matria.
Aquello que en su cuenco nos engendró
nos dio un lugar en el mundo,
nos alimentó y creyó en cada uno.



La que nos dio nombres como identidad
incipiente
nombres que hicieron surgir con el primer
golpe de cincel,
en la piedra a pulir, el perfil de su rostro.
Y hablo de Belgrano, San Martín, Castelli,
Moreno,
French, Berutti, Saavedra, Laprida,
Rivadavia,
y sus ideas encontradas en el filo del primer
golpe.
Pero allí están.



Hablar de matria es, también, hablar de
dolor,
de ausencia puras y brutales.
Fue cuando ella me mostró el otro rostro
como el dios hindú, Krishna, lo hizo
al
príncipe Shidarta
y éste suplicando que vuelva al que él
conocía.



No hay retorno.
No hay retorno de los Dorregos fusilados.
¿Por
cuántas Ligas Patrióticas?
¿Por
cuántas triples A?
Y uno anota en su impávida memoria:
Campaña
del desierto
Patagonia
Rebelde
Forestal
Talleres
Vasena
Plaza
de Mayo
Trelew
Treinta
mil…
y
siguen.



Y uno espera que ese rostro no vuelva
Y
sabe que no es así
que
hoy es paco, bolsita aspirada
marginado
laburo
a destajo…



Y se vuelve al patio de infancia
donde
la matria se dibujó
y cual loco del aire, uno la muestra,
dice que es posible, que otra matria es
posible
con sólo estirar los brazos y las manos
abiertas
como el globo aerostático
elevándose
en otro cielo.



*De Oscar Cacho Agú. cachoagu@yahoo.com.ar
-Escrito entre el 24 al 27 de mayo.






DEL CONTARSE A SÍ MISMO...







ADICTO*


Fernandos, Charlies, Diegos, Marías; coincidimos radicalmente en el asunto de considerarlos con total tranquilidad en llamarlos fenicios o, mejor aun, delincuentes con entelequias gramaticales y la construcción de las sanatas.
Pero falta de honestidad intelectual es lo que más calienta del asunto, porque si pensamos en todas las desgracias que rodean al tema, definitivamente habría que confeccionarles una linda herida y no pijotear en chimichurri bien picante.
El mercado de la psicología se ha inventado la etimología de una palabra, como para que se ganen el puchero sus licenciados.
Aterrizaron con el cuento desfachatado de que la palabra "adicto" viene de la composición de "a", que sería "sin" en latín, y "dictus", que sería "palabra", en griego, o viceversa (no da ganas revisar estupideces) resultas de la cual, el adicto es un tipo, así como un mudo, uno que no habla.
No se en que enjuague mezclaron a griegos chamullado en romano, pero estos inconscientes lo han hecho, aún concientes de sus bolicheros propósitos, que es aspirarle la guita a los pobres parientes de los drogones.
La verdad es que "adicto", viene del termino romano "adicttus", que eran unos tipos a quienes el imperio repartía entre sus buenos guerreros, como para que tengan algunos esclavos, y en compensación por sus servicios conquistadores.
Un adicto, es un esclavo, con berretines de libertad. Pero un esclavo. Locos que aborrecemos a la sociedad de consumo y terminamos siendo su ícono más destacado.
Y tomen nota de que hasta el Sedronar compró el verso, con eslogan incluido: "las adicciones te dejan sin palabras".
Mátense, que las adicciones te dejan sin cerebro, sin familia, sin laburo, sin amigos, sin un carajo. Menos sin palabras.
El cocainómano, si se larga a hablar te vende la estatua de la libertad. El curda te harta contando historias hasta que te pudre. El que le da al porro se ríe y divaga con las palabras.
Pero. Es un garrón tanto paco y tolueno de paseo por las plazas, tanta benzodiacepina genérica tragada sin receta, tanto tinto en caja acompañar soledades, tanta cocaína competir con ventaja contra el éxito, tanto porro fumar en el furgón del Sarmiento, tanto laboratorio sintetizar extasiado la sed de las pendejas.
Y hay jueces, dirigentes político y sociales, diputados, intendentes, intelectuales y una bella clase media que se calla, sólo acusan y aconsejan desde debajo de una baldosa
Lo nuestro es reversible, lo de ellos no se.
La verdad es que asusta más tanto chanta con pipa y divancito, tanta separada frustrada sin mejor idea que estudiar psicología y tanto Subsecretario de Prevención en Adicciones, comprando y garpando caro los buzones con la guita de la gente.



*De Beto Casquero. beto_casquero@hotmail.com







Autorretrato de artista*




*Por Juan Forn


Un tren está por salir de la estación de Frankfurt hacia París. El año es 1933. No es un guarda sino un oficial de la Gestapo el que revisa los boletos y documentos de los pasajeros. Cuando le llega el turno a la joven Gisèle Freund, el de la Gestapo inquiere de mala manera: “¿Judía?”. Con asombrosa sangre fría, la jovencita contesta: “¿Conoce alguna judía que se llame Gisèle?”. Así fue como zafó de los nazis y llegó a París. Su propósito era terminar allá la carrera de Sociología que en Alemania le habían prohibido continuar, pero una segunda casualidad volvió a redefinir su destino. Su pasatiempo era sacar fotos con una Leica que le había regalado su padre y, con el último rollo que había traído consigo de Alemania, retrató en sus primeros días en París el rescate del cuerpo de una suicida que se había arrojado al Sena. Un diario vespertino le compró la foto por lo impúdica que era. “Sólo un aficionado pudo ser capaz de lograr una instantánea así”, fue el despectivo comentario del editor que le compró la foto. La segunda instantánea que vendió era una escena febril de la Bolsa de París. La imagen apareció en la misma semana en dos diarios diferentes, uno belga y otro alemán. En el diario belga con la leyenda: “Las acciones en la Bolsa francesa alcanzan un precio fabuloso”. El alemán, en cambio, decía: “Pánico en la Bolsa de París, consecuencia de la especulación judía”.
Si la autobiografía de un fotógrafo está en sus imágenes, la vida de Gisèle Freund está signada por esta clase de equívocos y casualidades. Sus fotos más conocidas son retratos de escritores y artistas pero, vistos hoy, casi todos ellos son asombrosamente poco expresivos si se los compara con los que realizaron en la misma época sus colegas Cartier-Bresson y Brassai. Se la considera una pionera del rubro porque fue la primera en hacer retratos en color, pero para hacerlo debía utilizar materiales Agfa venidos de Alemania, en una época en que dedicaba sus mayores desvelos a denunciar y combatir el régimen del que había huido. En 1939 viajó a los Vosgos con el encargo de demostrar que los habitantes de la región querían que Francia se alzase contra Alemania e impidiese la invasión. Sus imágenes en cambio mostraban las consecuencias de la Primera Guerra más de veinte años después: los bosques arrasados por los obuses en 1918 seguían sin recuperar su aspecto normal y alzaban sus raquíticas ramas hacia el cielo con muda desesperanza, las infinitas cruces de madera blanca en los cementerios que, con su uniformidad, eran la contracara flagrante de la manera en que se van acomodando de a uno los muertos en los camposantos en tiempos de paz.
No fueron estas fotos sino sus retratos de escritores los que llamaron la atención de Victoria Ocampo, quien la invitó a la Argentina pocas semanas antes de que los nazis llegaran a París. Su llegada al puerto de Buenos Aires produjo el primer equívoco. Cuando el funcionario de Aduana le preguntó nacionalidad y profesión, ella contestó “artista francesa” (por temor a ser rechazada si decía que era alemana) y el funcionario la registró como prostituta, porque así (“artista francesa”) se definían todas las profesionales del sexo que venían a probar suerte a nuestro país. El propósito inicial de su viaje era registrar a los miembros del grupo Sur, y agotó pronto esa tarea. Así que se fue a recorrer la Patagonia, Tierra del Fuego y el sur chileno, y a la vuelta aceptó un encargo de la revista Life para fotografiar a la flamante Primera Dama argentina, que tanto daba que hablar al mundo con su cruzada en defensa de los desposeídos. A pesar de la desconfianza de Perón, Evita aceptó que la Freund la fotografiara en la residencia presidencial antes de partir a una velada de gala. En sus memorias, Freund cuenta que le dijo: “Quisiera ver sus vestidos. Me han hablado tanto de ellos” (y uno no puede evitar imaginar a Victoria Ocampo detrás de esa frase porque páginas antes, al referirse al Río de la Plata, Freund dice que sus aguas eran marrones en La Boca y Avellaneda y plateadas en las Barrancas de San Isidro, donde se alza hasta el día de hoy Villa Ocampo).
La cuestión es que Freund logra despertar la complicidad femenina con Evita, quien la lleva a su guardarropa y se deja fotografiar junto a su colección de abrigos de piel, su gabinete con más de cien sombreros y frente a la enorme caja fuerte que hacía de alhajero. Sospechando que tiene en sus manos un material inflamable, Freund vuela a Nueva York al día siguiente de hacer las fotos. Su pálpito era correcto: cuando la revista Life publica las fotos (intercalando escenas de Evita trabajando en la Fundación y recorriendo barrios pobres, con imágenes de su fastuoso vestuario), Freund es declarada persona non grata, no sólo en la Argentina sino también para el Departamento de Estado norteamericano. De hecho, ése es el verdadero motivo de su expulsión de Estados Unidos, aunque la leyenda dice que fue la caza de brujas macartista. Para entonces, Freund era la única mujer de la agencia fotográfica Magnum, fundada poco antes por Robert Capa y Cartier-Bresson. La leyenda dice que, cuando la echaron de EE.UU. por roja, Capa le pidió la renuncia para salvar a la agencia. Pero el siguiente trabajo que aceptó Freund, en aquellos tiempos de Guerra Fría, fue un encargo de la Fuerza Aérea Canadiense para una campaña de captación de voluntarios (el lema era: “Enrólese y conozca el mundo”), cuyas fotos debían hacerse en una base canadiense en la Alemania ocupada.
Era la primera vez que Freund pisaba su país natal en veinticuatro años. Estuvo una semana sacando bobas instantáneas de soldados sonrientes y después se fue a Berlín. Era el año 1957: los trabajos de reconstrucción de la ciudad ya estaban avanzados, pero convivían con las consecuencias todavía visibles de los bombardeos. En las alucinantes imágenes de Freund se ven los escombros de los bombardeos mezclados con los escombros de las obras en construcción, el nuevo neón en las calles iluminando el cruce de ancianos, que parecen salidos de otra época con mujeres jóvenes que empujan modernos cochecitos de bebés. La extrañeza que le produce a un berlinés actual esa ciudad fugaz, posterior a la guerra pero pronta a ser drásticamente redefinida por la construcción del Muro, y por el Milagro Económico posterior, y por la caída del Muro después, es la que sentía Freund cuando superponía lo que veía por el visor de su máquina al Berlín que había conocido. De todos los retratos de artistas que hizo Gisèle Freund en su vida, ése me parece de lejos el mejor. Es un autorretrato, uno de los mejores autorretratos que conozco.


*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-146489-2010-05-28.html







BOCETOS*


I

Rescatando las miradas encandiladas
Por los ojos abandonados del artista
Animados paisajes se descubren
En un poemario de imágenes.


II

Inquietas palabras dispersas en el aire,
Proyecto de las voces que tropiezan por las calles.


III

Reloj que se escucha a lo lejos,
Zumbido de tiempo,
Enseñanzas de la vida.


IV

Inseminaron los deseos
Fecundados por la vida.
Retazos del aire,
Sueños de un día.


*de Claudia Ramona Aguirre. cabi_leon@hotmail.com








La araña entreteje la tela*



Busca diseñar una escarapela
Sostenida entre las hojas verdes
De la caprichosa enredadera
Con sus anteojos de sol
Trenza, cruza, entrelaza
El suave pero firme hilo de seda
De él surge el color blanco
De la nieve permanente
Y en su trama singular e inteligente
Con el viento acariciando su figura
Va tejiendo y destejiendo la estructura
Reflejando el celeste de un cielo transparente.-



*de Azul. azulaki@hotmail.com






Contarse a sí mismo*


El autor afirma que la narrativa, entendida como una de las dos modalidades posibles del pensamiento, es sostén de la identidad personal, y cuando un evento no puede ser asimilado en la historia que cada uno se narra a sí mismo, surge un síntoma psicopatológico.




Por Alfredo Ruiz *



La narrativa es uno de los temas emergentes más fascinantes de la psicología contemporánea. El interés que la narrativa ha despertado en los teóricos proviene, creo, del hecho de que, al adoptar la psicología una perspectiva no empirista, constructivista o posmodernista, la comprensión de cómo la experiencia humana influye en nuestro percibir el mundo que vivimos a cada instante pasa a ser uno de sus problemas fundamentales.
Uno de los maestros teóricos del movimiento narrativo en psicología, el psicólogo cognitivo Jerome Bruner -en sus dos libros fundamentales, Realidad mental y Mundos posibles y actos de significado- resuelve, en forma sencilla y exhaustiva, un problema teórico fundamental con respecto al funcionamiento de la mente humana: la propuesta de Bruner es que hay dos maneras diferentes de conocer; dos modalidades de funcionamiento cognitivo, de pensamiento, y cada una de ellas nos entrega modos característicos de construir la realidad. Estas dos modalidades de pensamiento no se pueden reducir una a la otra sin el riesgo evidente de pérdida de la riqueza que encierra su diversidad. Aun más, estas dos maneras de conocer son autónomas, tanto en sus principios de funcionamiento como en los criterios de verificación del conocimiento que alcanzan.
Las modalidades de pensamiento que Bruner distingue son el modo de pensamiento paradigmático y el modo narrativo. La modalidad paradigmática o lógico-científica, como la define Bruner, intenta ser un sistema matemático formal de descripción y explicación. La metáfora para entender este pensamiento es la computadora. Actualmente sabemos mucho de este pensamiento paradigmático y de su función, tanto en los adultos como en los niños. Con este pensamiento es que resolvemos la mayoría de los problemas prácticos de la vida diaria. Para la mayoría de las personas es el único tipo de pensamiento que hay. Y hasta hace 10 a 15 años los psicólogos también creían lo mismo.
El modo de pensamiento narrativo -nótese que Bruner también lo describe como pensamiento- es por cierto menos conocido. Sin embargo, es el tipo de pensamiento más antiguo en la historia humana. Probablemente preexistió al pensamiento paradigmático. El pensamiento narrativo consiste en contarse
historias de uno a uno mismo y a los otros; al narrar estas historias vamos construyendo un significado con el cual nuestras experiencias adquieren sentido. La construcción del significado surge de la narración, del continuo actualizar nuestra historia, de nuestra trama narrativa. Es una actividad
humana fundamental. Todos lo hacemos.
Humberto Maturana, en su último libro, Origen de lo humano en la biología de la intimidad (en prensa), y en comunicaciones personales con el autor de este artículo, también ha descrito estas dos modalidades de pensamiento.
Desde su Teoría Biológica del Conocer, los llama razonar lineal y razonar sistémico.
A cada modo de pensamiento corresponde un tipo de abstracción. Mientras que el pensamiento paradigmático llega a ser abstracto debido a que está interesado en los aspectos conceptuales más universales o generales, la capacidad abstractiva del pensamiento narrativo surge de su interés por lo
particular. Como lo señala Bruner, este pensamiento "se ocupa de las intenciones y acciones humanas y de las vicisitudes y consecuencias que marcan su transcurso". Para el escritor James Joyce, "las particularidades del relato son epifanías de lo ordinario". El contar historias es un procedimiento opuesto al pensamiento paradigmático, ya que la historia surge de lo que es absolutamente particular, de lo que es sorpresivo, inesperado, anómalo, irregular o anormal. Cosas que no deberían pasar y pasan. Eventos que se apartan totalmente de lo establecido.
La abstracción del pensamiento narrativo surge de las imágenes. El pensamiento narrativo es un pensamiento de imágenes que no sigue una lógica lineal, sino analógica: funciona por analogía, por semejanzas. Las imágenes se juntan unas con la otra y se ponen en secuencias por semejanzas de
contenido, por similitud de tonalidades emotivas. Nicanor Parra, en su poema "El hombre imaginario" (ver recuadro), muestra lo que es esta abstracción narrativa. Las imágenes que contiene evocan inmediatamente la historia de toda una vida.

Sí mismo es otro
En el enfoque cognitivo posracionalista del psicoterapeuta y teórico italiano Vittorio Guidano estaba implícita la modalidad narrativa, tanto en la conceptualización de la psicopatología como también en la psicoterapia.
En su libro Desarrollo de la terapia cognitiva posracionalista, intenta introducir formalmente el tema de la trama narrativa en su modelo terapéutico y se enfrenta al problema de relacionar el cambio humano, la identidad personal y la narrativa personal.
Para un mejor entendimiento de lo que es la identidad personal tenemos que hacer referencia a lo que es un sistema que se autoorganiza, un sistema determinado en su estructura, como diría Maturana, que organiza su experiencia de realidad. Guidano sostiene que un sistema de este tipo mantiene, por todo el ciclo de vida, la unidad de sí mismo como sistema, es decir: el sistema mantiene lo que se llama su identidad. Para este autor, la identidad no es estática; la identidad es precisamente una construcción y no una representación, como lo plantean los enfoques racionalistas. Para Guidano, la construcción de la identidad personal significa la tarea de individualizarse y de diferenciarse respecto de un mundo, lo que siempre implica una manera de ver el mundo y, lo que es más importante, una manera de sentirse en él. Guidano señala que desde el primer momento cada acto de identidad, cada acto de individualizarse respecto de lo otro implica siempre la elaboración y construcción de un significado personal. ¿Cómo ocurre esto? Guidano señala que "la construcción de un significado personal es una actividad que, desde el inicio del desarrollo humano, corresponde a un proceso de secuencialización de eventos significativos", es decir, juntar secuencias de conjuntos de eventos prototípicos que son significativos desde el punto de vista de la activación emotiva del sujeto. Al poner en secuencia estos conjuntos de eventos -las imágenes, combinadas y recombinadas entre ellas- se llega a desarrollar una configuración unitaria, y a través de ella es que se puede ver un mundo y sentirse en él.
Este autor advierte que "la manera como se ve la construcción de una visión del mundo no es algo puramente intelectual: cada secuencialización de eventos y escenas comporta también una activación del mundo emocional, y el reverberar de eventos prototípicos corresponde al reverberar de modulaciones
emotivas específicas. Esta configuración unitaria de conjuntos de eventos, imágenes, etcétera, desde un comienzo empieza a transcribir todas las características que podemos decir de una historia. Secuencializar los eventos es interpretarlos. Secuencializar los eventos en imágenes y escenas significa interpretarlos, significa darles nuevos términos, darles una trama narrativa".
Alasdair MacIntyre, en su libro Tras la virtud, usa la expresión "unidad narrativa de la vida" cuando se refiere a esta trama narrativa que es la continuidad unitaria del sentido de uno mismo. La secuencia de imágenes que la constituye no es algo más que el mantenimiento de la coherencia y la continuidad de la propia historia de vida. Para Guidano, el sentido de uno mismo coincide con la coherencia interna de esta historia de vida única, de la cual uno es el personaje principal, que uno interpreta y vive cada día.
Guidano sostiene que este personaje va cambiando de acuerdo con lo que va ocurriendo en su historia; el personaje tiene que modularse con los acontecimientos que caracterizan su vida. En la vida de cualquier persona es inevitable que ocurran eventos impredecibles, en cada día, en cada momento.
Cualquiera de ellos cambia nuestro modo de vida, cambia nuestras expectativas, y ese evento continuará siendo perturbador hasta que logre integrarlo en la historia de mi vida. Así ocurrirá lo que señala Paul
Ricoeur en su libro Sí mismo como otro: "Lo casual se vuelve destino". Para Guidano, lo casual se ha involucrado en la secuencia de eventos de la historia y, al mismo tiempo, el sentido perturbador que se ha experimentado cuando el evento impredecible se produjo se ha transformado en un matiz más del cual se puede experimentar el sentido de continuidad y de unicidad de mi historia de vida.

Textos quebrados
Puede ocurrir que, en la vida de una persona, un evento o una serie de eventos no pueden ser asimilados en su historia de vida. Ese evento que no ha sido procesado ni elaborado es lo que se va a transformar en un síntoma psicopatológico. Por ejemplo, la no asimilación de una experiencia de haberse decepcionado del padre por parte de una adolescente puede disparar en ella un episodio anoréxico agudo. O bien, experiencias de rechazo no reconocidas en un hombre de mediana edad gatillan una reacción depresiva
severa.
Desde este enfoque, la psicopatología se plantea en términos de perturbaciones en la continuidad de la trama narrativa: eventos que gatillan perturbaciones emocionales permanecen sin ser integrados a la historia de vida del sujeto.
Desde una perspectiva posracionalista, la psicopatología no se ve en términos de contenido. Si compartimos la idea de que el sistema humano es un sistema que se autoorganiza, no podemos ver entonces lo normal, neurótico o psicótico en relación con categorías que hagan referencia a una realidad
externa objetiva. Desde la posición constructivista y posracionalista, se ve lo normal como la capacidad que tienen las personas de adaptarse en función de su flexibilidad en las diferentes situaciones de vida. Los neuróticos serían aquellas personas donde la flexibilidad está disminuida y que, por lo tanto, mantienen puntos de vista rígidos y no generan teorías que les permitan integrar los eventos perturbadores a su trama narrativa. En la psicosis se ve una interrupción absoluta del proceso de continuidad de la trama narrativa.
La psicoterapia tendría que ser visualizada como un proceso en que la persona, a través de repetidas reconstrucciones, pueda ir integrando esos eventos que son vividos como extraños a sí misma, como es el caso del neurótico, o que han interrumpido totalmente la continuidad de la trama narrativa, como es el caso de los psicóticos. De esta manera se facilita la reorganización que la persona pueda hacer de la historia de su vida. Este trabajo terapéutico se realiza en sesiones en las que el paciente trabaja y
colabora activamente en la reconstrucción de la secuencia de eventos y situaciones perturbadoras. Pero, por sobre todo, la terapia no incluye los psicofármacos, ya que éstos no aportan nada a la reorganización de la manera como la persona está construyendo su significado personal. Por el contrario, su uso, casi en la totalidad de los pacientes, es incompatible con la psicoterapia. Incluidos los psicóticos.


* Director del Instituto de Terapia Cognitiva (Inteco), de Santiago de Chile. Texto extractado del artículo "La narrativa en la terapia cognitiva posracionalista".




El hombre imaginario*


El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario
De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios
Todas las tardes tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios
Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario
Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario



*Nicanor Parra.

*Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-146404-2010-05-27.html







Cuando admiro*



Estando con uno que
como yo tiene 20
años, estoy apenas con
uno como yo

Estando con otro que tiene 60 años
estoy también, obviamente
con quien ya ha tenido 50 años
ha tenido 40
ha tenido 30

y así
potenciados
todos ellos
me tienen.


*De Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar





Correo:

CENTRO CULTURAL BERNARDINO RIVADAVIA
San Martin 1080 –Plaza Montenegro- 2000 Rosario

CICLO: "Del derecho y del reves del Terror, la justicia y el perdon”
Junio

Programa inscripto en el marco de las actividades Pre-congreso del III Congreso Argentino-Latinoamericano de DDHH, organizado por la Subsecretaria de DDHH de la UNR, a realizarse desde el 4 al 7 de mayo de 2011.


Debemos luchar para que la humanidad
no quede desmoralizada para siempre por los terribles
acontecimientos del presente, para que la fe en un
futuro feliz de la sociedad, en un futuro de paz y digno del hombre,
no desaparezca de la tierra.
Max Horkheimer, La funcion social de la filosofia.


Martes 01/ 20:00
“La filosofia ante la experiencia del Terror. El Instituto de Investigación Social de Frankfurt en el contexto del marxismo occidental”.
Lic. Carina Mengo profesora y licenciada en Filosofia. Docente en la catedra de Epistemologia de la Facultad de Psicologia (UNR), en la Escuela Normal Superior Nº 33 de la ciudad de Armstrong y en la Escuela Normal Superior Nº 37 de la ciudad de Alcorta. Es autora de diversos trabajos sobre filosofia, etica y epistemologia de las ciencias sociales.
La expositora desplegará la siguiente temática: El desafío de caracterizar el terror fascista. La filosofía cuestionada. Y las prolongaciones actuales de las temáticas frankfurtianas.


Martes 08/ 20:00
“Atrocidad, memoria, justicia (pena), reconocimiento, perdon, reconciliacion y venganza” (I).
David Fuks, psicologo, docente, escritor, editor.
Comentarios a las tesis de Derrida (Perdon y arrepentimiento en el orden juridico politico), Jankelevitch (Un crímen contra la humanidad no es un asunto personal), Levinas ( El fundamento del pacto social,de la instauración social justa, es una exigencia de justicia para el otro ).


Martes 15/ 20:00
“Atrocidad, memoria, justicia (pena), reconocimiento, perdón, reconciliación y venganza” (II).
David Fuks, psicologo, docente, escritor, editor.
Comentarios a las tesis de Morin (Un imperativo etico: las víctimas no deben transformarse en opresores. ¿El no castigo significa olvido?), Reyes Mate (El desprecio hermenéutico y la in-significacion e invisibilidad de las víctimas), Ricoeur (El difícil perdon exige la memoria, se opone al olvido. y demanda enfrentar el problema de la representacion del pasado en el plano de la historia). y Wiesenthal (La incapacidad humana para perdonar).

Martes 22/ 20:00
“Justicia transicional y justicia restaurativa a la luz de las transformaciones en sociedades profundamente afectadas en sus DDHH”.
David Fuks, psicologo, docente, escritor, editor.
Algunas consideraciones acerca de los conceptos de justicia restaurativa (El crimen es un daño en contra de una víctima concreta y de las relaciones interpersonales, que pueden beneficiarse de una forma de reparación a cargo del ofensor, a diferencia de la justicia penal convencional de carácter retributiva, que plantea que el delito lesiona una norma juridica, en donde la víctima es el Estado)y justicia transicional (Enfoque de estudios que confrontan los abusos y violaciones a los derechos humanos de sociedades fracturadas como componente estrategico de una politica de transformacion para la restauracion de la justicia, la reconciliacion y el mantenimiento de la paz. Por ejemplo mediante comisiones de la verdad, la reparación a las victimas y la preservacion de sus memorias y la reforma de instituciones represivas )

Martes 29/ 20:00
“Los juzga un tribunal, los condenamos todos”
Disertará un integrante del Espacio Juicio y Castigo, integrado por sobrevivientes de la última dictadura, querellantes y testigos en las causas contra los responsables del terrorismo de estado, organismos de DDHH y organizaciones sociales, gremiales y estudiantiles. http://espaciojuicioycastigo.blogspot.com/

Creacion y coordinacion del ciclo: Ps. Laura Capella, psicoanalista
Martes 20 hs. Sala “C”
Entrada libre y gratuita/ Se entregan certificados con el 75% de asistencia
Consultas: delderechoreves@yahoo.com.ar
Auspician:
· Facultad de Psicologia, UNR
· Colegio de Psicologos de la Prov. de Santa Fe, 2da Circ. y su Foro en Defensa de los Derechos Humanos (FODEHUPSI)
· CEIDH (Centro de Estudios e Investigacion en Derechos Humanos-Facultad de Derecho. UNR)
· IPF (Instituto de Investigaciones en Cs. Sociales, Etica y Practicas alternativas "Paulo Freire" - Facultad de Derecho. UNR.)


*Laura Capella. elecapella@yahoo.com.ar







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domingo, mayo 23, 2010

SUEÑO CON ESTÍOS QUE NO TERMINEN JAMÁS...



*ILUSTRACIÓN DE RAY RESPALL ROJAS.
LA HABANA . CUBA.


TIEMPO Y MAGIA*



Cada paso
es un minuto en los relojes.
Voy a prisa
sin saber qué buscar.
¿Más sueños?
Demasiados he engendrado,
ya no importa
si mueren al nacer.
Tengo hambre
de un hombro para llora.
Tengo frío
aunque dentro hay fuego para fluir.
Cada paso
me acerca al horizonte.
El viento
pasa y me dice adiós.



*de Emilse Zorzut. zurmy@yahoo.com.ar





SUEÑO CON ESTÍOS QUE NO TERMINEN JAMÁS...





PRIMER AMOR*


“Estamos bajo un árbol enorme, nos da sombra y frutos; pero carece de raíces…”

Querido Platón
Celima Bernal García



La amó desde el primer día. Adoraba la forma en que bajaba las pestañas, dejando entrever las finas venas de los párpados… su elegancia al caminar, el oro de sus cabellos, el metal de su voz, sus ojos marinos.

Aquella tarde en que la sorprendió llorando sintió que moriría de dolor junto a ella. Sabía que nada podía hacer, la pérdida acabada de sufrir era demasiado grande; solo pudo ocultarse y ver como una amiga intentaba consolarla.

Días después, le hizo la propuesta. No esperaba que una confesión tan intensa fuera recibida con una sonrisa de condescendencia. “¿Por qué no?”, preguntó. Escuchó la frase que no comprendió y, al ver que le regresaba la tristeza, optó por marcharse, sin atreverse de nuevo a cruzar su mirada azul, tan azul…

Solo al día siguiente, cuando fue presentado el niño nuevo, y se sumergió en sus ojos verdes, verdes, comprendió la diferencia que marcaba el latido del corazón: El amor que sentía por su maestra era inabarcable, pero de otra índole, nada se comparaba al incesante golpeteo que le provocaba la visión de Neftalí. Entonces entendió aquel “Te quiero mucho, Raissa, pero nadie podrá ocupar el lugar de mi hija”.



*De Marié Rojas.
(basado en un hecho real)







INVENTARIO*


"Yo también me creo un genio
Pero cinco minutos y una sola vez al día"

Los siete locos.
Roberto Arlt.


Le rajo a los balances, no de esgunfiado, pasa que los saldos son tremendamente rojos, no obstante hago navidad en abril, cierro el ejercicio contable y me avergüenzo de mi voracidad por acumular.
Un amor en el cementerio de Santa Fe por desinteligencias entre ella y el colectivo que la aplastó.
Cuatro jugadores menos.
Un duende que toca el bajo y una hechicera baterista que padecen mi apellido.
Una madre muerta rápido para risa del diván.
Un libro de la buena memoria que, a veces, no recuerdo dónde lo dejé. Media vida en Haedo. Una guitarra ciclópea que me mira con rencor.
Ocho molares, cuatro caninos, siete incisivos, una prótesis.
Quince fracturas, un menisco izquierdo, cuatro ingresos al quirófano, dos sobrestúpidas sobredosis, veintiún me cago en jesucristo, demasiados días en el manicomio.
Cincuenta por ciento de responsabilidad por el desmadre, un montón de amor, un perro negro que ladra en la conciencia asombrado y confundido.
Mil Huidas, mil batallas, una guerra borracha y absurda.
Diez pelotas en los postes, tres en el travesaño, mil pedazos de vidrios estallando y a correr, un gol hecho con la mano. Un carné de socio activo del Deportivo Morón, mil cuotas impagas.
Setecientos treinta y seis mil doscientos dos defectos. Una virtud.
Un arco iris de media noche, una linterna solar. Cincuenta mil búsquedas a tientas. Un encuentro causal. Un amor tuyo imposible.
Un ojo destrozado con la aguja del pajar ajeno. Una viga maestra de la escalera al cielo, en el otro. Un par de lentes para ver de cerca. Un árbol. Un bosque.
Una máquina de hacer pájaros. Un aeroblues. Un zeppelín. Una nave de fibra. Un vuelo gallináceo por donde está la verdad. Treinta mil penas sin olvido. Una sola traición y un tiro del final que tampoco a mi me salió. Y los botines que le robé a Aureliano Buendía el día que lo fusilaron.
Nada más.
Definitivamente, no soy un fenicio, debería dedicarme más a ser que a tener.
Me voy arrojar primero que nadie esta piedra que ya no necesito.

Agachate... ¿Si?
No quiero tu cabeza rajada en mi próximo inventario.



*De Beto Casquero. beto_casquero@hotmail.com







La espera*



El cielo esta tenue, menudo
Gris y sin canciones
Hay un ser extraordinario
Que duerme en un silencio
Atormentado de herramientas
Sin musicalidad,
Exclusivo
Con un sonido de metal
No es la guitarra que afina
No es la voz su instrumento
Es la agonía entre el tiempo
Y la espera.
Te conocí en tus baladas
En tus ojos de celeste profundo
Con tu voz, maquillaje de promesas
Y tu porte de argentinidad
De tu figura trascendente
Y tu expresión tan clara y vital
Me nutro a la esperanza
Que puedas estar de nuevo
Entre nosotros los mortales.



*de Azul. azulaki@hotmail.com

Para Gustavo Cerati , 20/5/10








El borde de las cosas*




*Por Gary Vila Ortiz


Todas las cosas tienen sus bordes. Hasta los sueños y las lluvias, el caminar silencioso de un gato que sin dejar huellas las deja y con sus bordes. Un solo de Bix nunca registrado en algún disco, Stravinsky apuntando en una partitura un fragmento de la "Historia de un soldado", fragmento que luego no utilizará, el bandoneón de Piazzolla tocando en la alta madrugada algún conmovido adiós, tienen, en su desconocida existencia, sus bordes. Me gusta que la palabra borde tenga varios significados en el diccionario.
Extremo u orilla de una cosa. En un recipiente, contorno o línea que forma su abertura. Al borde de: muy cerca de lo que se expresa. Pero también borde es una persona de trato difícil y mala idea o alguien tosco y basto. Además, borde se aplica a las plantas no injertadas ni cultivadas. Me agrada también
que bordear signifique estar una serie o fila de cosas en el borde u orilla de otra. No neguemos a esta palabra un alto sentido poético. Sobre todo eso de estar siempre muy cerca de lo que se expresa.
Los bordes de la angustia, de la tristeza, del amor, de la inquietud, sobre todo los tan imprecisos bordes de la felicidad, son como cosas de las que el lenguaje puede estar cerca, pero no más allá. Es posible que la felicidad física tenga algunos bordes que podamos distinguir con mayor facilidad, que podamos palpar con alguna certeza. En el momento del amor (tengo memorias) pueden encontrarse esos bordes donde el placer se extiende más allá de sus posibles límites. La ternura que se expresa en la caricia es un juego de las manos sobre los bordes (ciertos bordes) de la mujer que en ese momento amamos. A veces son los labios los que recorren esos bordes del placer, aún cuando se trate de la caricia más profunda. En todo caso Cortázar hace el mapa de esos bordes, los desliza para los posteriores juegos de la memoria.
Los bordes en el amor de Borges por Beatriz Viterbo parecen invisibles, pueden aparecer fantasmalmente. En Bioy Casares suelen ser tan obvios que desaparecen, se esfuman en el exhibicionismo. Pero si los bordes del amor nos interesan tanto, no por eso dejan de obsesionarnos otros bordes, como el de la soledad, el de las nostalgias, el de esa lentitud tan misteriosa que tiene el tiempo perdido en Proust, los bordes en un relato de Faulkner, en un cuento de Hemingway, en tantas y tantas líneas de Camus. ¿Tiene bordes la muerte? En el cuerpo físico de la muerte los bordes desaparecen de manera
absoluta. Creo que reaparecen (en ese plano de lo físico) cuando los huesos despojados de todo adquieren ese ardor blanquecino. Pero en la muerte no hay solamente un cuerpo físico cuyos bordes se borran. Pero hay otros bordes de la muerte, o el ya no estar más, del ser amado: son los bordes de la
tenacidad con la cual la memoria va haciendo los bordes, quizá los únicos perfectos, del ser amado. Son bordes que abarcan el pasado integralmente (aun suponiendo que haya un futuro) y que va dejando los bordes de cada acto de aquella persona que fue indispensable para nuestro propio vivir.
El borde. Los bordes. Sin darnos cuenta los vamos haciendo y los vamos registrando. Cada gesto, cada ademán, que no es lo mismo, cada mirada, cada cerrar de ojos o cada abrirlos en la desmesura del orgasmo, vamos construyendo ese universo de bordes que es probable pueda definirnos. Están,
lamentablemente, los bordes de nuestras impotencias, de aquellos que nos supera y sólo nos provoca indignación o dolor (que tienen sus bordes) y debemos habitarlos sin remedio. Por ejemplo, nada más que un ejemplo, la sensación de distancia que nos entristece cuando por algo, un hecho político ajeno a nosotros, nos separan hondamente de alguien que queremos. Nuestra concepción no contempla la posibilidad alguna de fanatismo, de hecho lo que sentimos en ese aspecto es algo parecido a la autodestrucción. ¿Tiene bordes esa autodestrucción? Filosos, como el borde de una navaja. La palabra
inglesa por borde implica el filo, tal cual lo usa Somerset Maugham en su obra "El filo de la navaja" ("The Razor`s Edge").
Me interesan los bordes de todas las cosas del mundo y del mundo mismo. No me interesan, cuando esos bordes parecen corresponden a las fronteras. Si bien no me gusta viajar, pocas veces he pasado de nuestras fronteras, en realidad pocas veces he pasado las "fronteras" de mi ciudad, detesto las fronteras. Hay por cierto otras fronteras, otros bordes, que me inquietan.
Los bordes del delirio de la lucidez, por ejemplo. En el sentido que le daba Goya a los monstruos creados por la razón, ¿puede la lucidez engendrar monstruos? Si es así, ¿cuáles serían esos bordes, en este caso sus límites? ¿Ejemplos? Pero ¿para qué? No lo sé. Heidegger tenía sin duda una lucidez formidable, ¿fue un delirio lo que lo llevó a su aproximación al mayor monstruo de la historia, el nazismo? Hanna Arendt tenía una lucidez estremecedora que la hacían tan querible. ¿Qué fue lo la llevó a sentir amor
por el monstruo? ¿El amor? Puede ser, si es que aceptamos que el amor es una de las formas más terribles del delirio. Louis Althusser fue uno de los pensadores más lúcidos del siglo veinte. Asesinó a su mujer, la ley sostuvo que en un momento de locura. Pasados los años Elisabeth Roudinesco analiza,
en un trabajo sencillamente estremecedor, el libro autobiográfico de Althusser en donde este reconstruye la escena del crimen detalle por detalle, como si se tratara de una narración y él no fuese el protagonista.
Hay una penosa lucidez en esa narración ¿el delirio de esa lucidez?. Ezra Pound fue alguien más que lúcido, fue un poeta, ¿cómo un poeta puede haber llegado a su adhesión al fascismo y expresar conceptos de un fuerte antisemitismo? ¿Delirio de su grandeza como poeta? De ninguna manera, me equivoco. Tal vez no se trate un problema de la lucidez sino tan sólo de la inteligencia. Los bordes de la lucidez y la inteligencia se tocan. Pero de ninguna manera son lo mismo.
Hay aquí una necesidad de plantearme los bordes de mi propia lucidez, de mi propia inteligencia. Tal vez al no existir no tengan bordes. Pero algunas cosas voy entendiendo. Ignoro si algunos de los grandes maestros de la humanidad, fueron lúcidos e inteligentes al mismo tiempo o si hablar de lucidez o inteligencia con respecto a ellos no tiene mayor sentido.
H.G.Welles nos dice que el siglo VI antes de Cristo fue uno de los más notables de la historia. Buda enseñaba a sus discípulos a orillas del Benarés, Isaías profetiza a los judíos en Babilonia, Heráclito se consagraba en Efeso a sus investigaciones especulativas sobre la naturaleza de las cosas.
El reloj de arena de la historia, ese en el cual el tiempo se hace mucho más patente en su fugacidad, en la velocidad de su pasar. "Cada instante dentro del instante es fugaz, cada minúsculo grano de arena es la vida y es la muerte, ni los grandes vientos, ni nada puede detenerlo, así está dispuesto, así debemos aceptarlo, aún cuando se nos tolera, en esa fugacidad, muchas cosas". El tiempo en el reloj de arena sigue su marcha. Por los mismos tiempos surgen en la China Confucio y Lao Tsé. Y luego vendrán las enseñanzas del Eclesiastés, el amor de los salmos, la presencia de Cristo. Y hasta nuestro tiempo, el Zen, sigue provocando nuestro apasionamiento. Para nosotros, occidentales, eso es inalcanzable. En todo caso tenemos cosas parecidas, como las epifanías, las iluminaciones (sobre todo en la poesía) que corresponderían al satori del Zen. Para estos nombres, para estas expresiones de la espiritualidad ¿podemos hablar de inteligencia o de lucidez? No lo sé, pero creo que no, que otros eran los caminos que esos siguieron.
A esta altura de lo escrito me pregunto ¿de dónde sale esta obsesión por el borde de las cosas? ¿Qué me quiero decir a mí mismo con esto de los bordes?
Algunas palabras suelen enamorarnos y no nos ofrecen explicación alguna. Por otra parte esto tiene cierta lógica, si se nos enamora no se nos explica por qué se nos ha enamorado. Uno se puede enamorar, que de ninguna manera es lo mismo que amar, de una sombra, de la sombra de una sombra, de un fantasma que ha adquirido presencia. No, de eso no. Los fantasmas ¿tienen bordes? No tengo ningún amigo fantasma, por lo menos eso es lo que creo, y no puedo preguntarle. Pero suponiendo que los tengan deben ser bordes cambiantes, contornos que se modifican continuamente, por lo menos para nuestros hábitos
de tiempo.
No me resulta difícil suponer que Bartleby había adquirido esos bordes del preferiría no hacerlo. El los había elegido. Funes el memorioso tenía los bordes que cambiaban cada vez que Borges lo entrevía cuando hablaba con él.
Borges en realidad hablaba con una memoria, y no conozco los bordes de la memoria, no quisiera que los tuviera. Kafka tenía razón (siempre la tenía, pero no nos damos cuenta cabalmente) cuando no quería dibujo alguno, nada de representaciones para su Gregorio Samsa transformado. No podía tener bordes.
Este texto que escribo ¿tiene bordes? Una vez publicado los tendrá, claro, pero esos bordes ¿son en rigor los mismos bordes que tiene el texto mientras lo voy escribiendo? Prefiero no saberlo, de ninguna manera.



*Fuente: Rosdario-12

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-23685-2010-05-23.html







NUDO GORDIANO*



“Aquí abajo, todos las lilas mueren, y los trinos de los pájaros,
son breves. Yo sueño con estíos que no terminen jamás...”
SULLY PRUDHOMME


Amor, tengo un nudo en el pecho.
Tengo un nudo en el pecho que no me deja tregua.
Busco en las manos que brotan desde el suelo y que me llaman.
Busco en la mirada del búho.
Desnudez de silencios.
Busco en amatistas, sílices, turmalinas.
Y solo encuentro profundas hullas, en mis ojos.
En tus ojos, hullas. Apagados, con un vino de luto.
Y no basta la procesión de álamos.
Ni los perros que cantan a la luna.
Ni el perfil de las azules piedras de tu nombre
Y no basta el temblor. Ni tu voz.
Ni mi carne, ni tu risa de oro, ni tus negados vientos.
Tengo un nudo. Atado por las manos de Gordias.
Trabado. Irresoluble. Encadenado.
Sin embargo yo espero, corazón, espero.
Espero la espada, el tajo y la rosa menguante.
El agua bautismal de tu frente .Los estíos.
Tu bestial galope sin jinete.
Y mis manos...anudando mi pecho.



*de Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar








LA ÚLTIMA SERENATA*



Caía torrencial la lluvia; tan fuerte era que, cómplice con el viento, hamacaban los añosos árboles que rodeaban mi pequeña casa. Cuando de repente, entre truenos y ruidos, una canción se dejó escuchar. Casi como un golpe, el recuerdo me sacó del letargo; la música venía de mi radio. Del hecho ya me había olvidado, no así de Agustín.
Mi nombre es Eliseo Godoy, estoy viviendo acá en Campo Grande Misiones, al reparo de la selva, hace
veinte años que dejé Rosario, donde ocurrió el hecho.
Manos y garganta prontas, tenía el Nacho Aguilera, para los golpes y el canto. Para lo primero se lo alquilaba por algunos pesos, para cobrar alguna vieja deuda, para asustar a alguien y cosas por el estilo. Para lo segundo, era barato, por algún vino, o tomando partido de alguna mujer a la que en algún momento, gracias a su voz había seducido o robado a otro. Era increíble, cuando su canto llegaba a
oídos de ellas, simplemente las cautivaba. Por eso cuando salía de serenatas con sus amigos, iba por puro gusto nomás.
Pasaron los años y ya no hacía "trabajitos raros", eso sí, seguía soltereando porque nadie había
despertado nada en su dormido corazón. Les comentaba a todos que no tenía suerte en el amor. A pesar de todo él seguía "ayudando" a conquistar mujeres y, como siempre, de mediador.
Se llamaba Ignacio, como su abuelo, igual que su abuelo paterno, pero más mujeriego y mejor cantor que él, según decían. Valiente y casi sin miedo. No había salido a su padre, que se lo tildaba, como hombre
huidizo y aprovechador, no era querido por la gente y, también se comentaba, era "prestador de dinero"
Así fue la cosa, al Nacho lo conocí en un bar cerca del puerto. Hombre de ojos profundos pero lo
extraño era que su mirada no combinaba con su lengua ágil, sobre todo para chistes cortos y para volcar conceptos a diestra y siniestra, por todo o toda que pasaba frente a él. De esa forma, con matices de voz y gesticulaciones atrapaba a la gente.
Por eso y otras cosas, traté, a partir de un tiempo de tener su amistad, de actuar yo de "Celestino" entre él y una cuarentona, que aún esperaba que su vida tenga buenos sobresaltos y tenga más sentido. Ella, Victoria, hermosa, ahora sola, había pasado lo mejor de su vida cuidando lo que ya no tenía, sus padres. Lo que su boca negaba, su corazón pedía a gritos, amor.
Un día, después de unos vinos, le comenté al cantor sobre una serenata y, como yo lo esperaba, aceptó sin preguntar nada. Al otro día nomás puse en marcha el plan.
Nunca le dije que la jugada era para él, la sorpresa iba a ser total. De esa forma y sin contratiempos, llegó la esperada noche.
El escenario era bueno, las estrellas, a pesar de su palidez, reinaban la noche, prevaleciendo ellas sobre las amarillentas luces de las esquinas. Llegamos y nos situamos debajo del altillo, allí dormía Victoria,
estaba seguro. Ligeramente revisamos "las herramientas", él si su guitarra estaba en condiciones e igual que yo, tanteó igual que yo, si no había olvidado el cuchillo, por las dudas, no era un barrio de suburbio pero era peligroso.
Ahora sí estábamos listos.
Empezaron los primeros acordes de su "enamorada" guitarra, a la canción la había elegido yo,
era un vals.
Su canto se confundía con el instrumento, de su boca salieron los más hermosos cantos de pájaros y fue entonces que la alta ventana dejó salir una tímida luz. Yo extasiado entrecerré los ojos y dejé que el vals me llevara a otro tiempo, posé mi mano sobre el hombro del Nacho, la misma con la que antes marcara los compases de esa bella canción que me llevaba hacia Agustín, mi amigo, que tan joven se había quitado la vida por una mujer. Entonces cerré del todo los ojos, ya estaba terminando el valsecito, luego, antes de que se abriera del todo la ventana, busqué en la parte de atrás de mi cintura, y allí estaba, como siempre. Con un movimiento rápido, clavé el recuerdo de mi amigo junto con el cuchillo y la traición, palanquié hacia arriba dos veces dejando entrar aire en un riñón del Nacho.
No gritó, apenas se conmovió, mi mano izquierda tapaba su boca por las dudas, mientras que la otra
se calentaba con sangre. Abrí los ojos, miré hacia el ahora oscuro cielo y casi rezando, le murmuré a Agustín, que el hombre que alguna vez le había arrebatado su amor. Había muerto.



*De DANIEL CORIA
Santo Tomé. Santa Fé.

-Enviado para compartir por Oscar A. Agú. cachoagu@yahoo.com.ar








Por esas ciertas libertades*



Por esas ciertas libertades
que no supimos conseguir
será preciso estar atentos
a las cadenas que no están rotas
a las mordazas que se ciñen
ahogando el grito sagrado
de este pueblo doliente y despojado.


Por esas ciertas libertades
que faltan conseguir
habrá que desenmascarar sin tregua
la conspiración de los fantasmas.


Por las libertades que nos niegan
es urgente desarticular las armaduras
a los urbanitas temerosos
solitarios vagabundos de la jungla
que aceleran el paso esquivando encuentros.
en vertiginosa carrera hacia ninguna parte.


De esta contemporánea maldición tantálica
hace falta liberarnos
de las mutantes caricaturas monstruosas
arrebatadoras de la risas, los encuentros,
la música, los sueños y la palabra
hace falta liberarnos.



*de Marta Goddio. martagt46@yahoo.com.ar
16 de Mayo de 2010







Por contrato*



Bien sé, claro
esto desde siempre sucede:
no todos los contratos se respetan


Sepa el público que
por contrato, yo
este personaje protagónico
absoluto
no debería morir sino
en la toma final.



*De Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar








*


Queridas amigas, apreciados amigos:


Este domingo 23 de mayo del 2010 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg (107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música del compositor uruguayo Daniel Stefani. Las poesías que leeremos pertenecen a Gabriel Ruiz Arbeláez (Colombia) y la música de fondo será de la Surazo (Andes). ¡Les
deseamos una feliz audición!



ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at (Link: MP3 Live-Stream).
Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!! (Recomendamos usar http://24timezones.com/ para conocer las diferencias horarias).


REPETICIÓN: La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!

Freundliche Grüße / Cordial saludo!


YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com

Schießstattstr. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel.: 0043 662 825067




*


Inventren Próxima estación: CORONEL MARCELINO FREYRE.



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