viernes, octubre 31, 2008

MURALLAS DE AGUA...


Quimera
Exposición de dibujos

*De Ray Respall Rojas

Unión Francesa de Cuba
A partir del 6 de noviembre






El Agua que se Hizo Lluvia*



Se revisan los anteojos,
Por si algo en ellos falló:
Ayer te vería y no fue así.


Se revisa el calendario
Después del reloj,
Para que la hora y el día coincidan:
Ayer podría verte y no parece ser así.


Quizá fallé en soñar contigo,
O en el intento de no acordarme de ti,
¿O en dónde esta el error?


Al constatar que todo estaba en orden
Lo repetí en voz baja:
Ayer te podría haber visto,
Pero no es así.


Con los mismos lentes en los anteojos,
A la hora y fecha acordadas,
Con los sueños adecuadamente
Robados de tu lado:
No hay error,
Aún cuando todo falló:
El frío,
El calor,
Las intersecciones de conjuntos finitos
Y hasta las ondas transversales y longitudinales.


Falló hasta la muerte,
(pues aquí seguimos)
Y no te vi.



*de hugo ivan cruz-rosas. quetzal.hi@gmail.com






MURALLAS DE AGUA...




La predicción*



El brujo de la tribu, sentado en cuclillas delante de los cinco huesecillos que había echado al aire después de agitarlos en sus manos, los estudiaba atentamente calibrando el lugar de la caída y la posición.

Con voz gutural empezó a susurrar lo que les deparaba el futuro, enumerando con los ojos vidriosos cada una de las cosas que vislumbraba:

"Viviremos en cavernas cuadrangulares amontonadas unas sobre las otras… no importará la noche porque a voluntad iluminaremos con unas cosas mágicas que darán luz cuando queramos… engordaremos mucho porque la caza la encontraremos ya sacrificada y preparada para comer en unas cuevas más grandes… no conoceremos a nuestro jefe que se comunicará con nosotros mediante una pared de agua cristalina de una piedra cuadrada que todos tendremos en la cueva… no tendremos que caminar porque nos llevarán en una plataformas que se deslizarán muy rápidamente sobre el suelo…podremos volar…"

Esta última frase fue el detonante para que toda la tribu se abalanzara sobre él, lo llevara en voladas al precipicio y lo arrojara al vacío, tal como se hacía con todos los que se volvían locos. El brujo no podía ser una excepción.



*De Joan Mateu joan@cimat.es






*


Lo que no dice Sabines
es porque dejó tal
vez un costado en remolino de tanta tinta,
o, calor meridiano que antes de su muerte
afirmó mi poema.
Hasta en las barajas habitan plumas
y un tintero amotinado.
Aquí el viento cambia
sin variar azul en la cena.
Él sabía del vino materializado en alma huella.
No siempre cuando hay dolor
hay buen poema.
Porque no pensar que la hierba duele
por cada paso.
Lo que no dice Sabines
lo digo en voz baja
en lo alto del poema.
Amor mio, yo poeta
Que siembro zanahorias,
tomates y tanto verde que nos alma.
Yo y tú
sin primero ni segundo
poeta vegetal
raiz humana.
Yo con tú
con hijos que míos imparten
polen y abejas.
Con acento en la palabra rápida en la tierra,
Amor mío,
No desvío mi tinta
porque no desvarío mi sangre de poeta
esparcir azul entre dos mundos en uno.
Tu alma mi energía,
mi energía tu boca,
tu enérgico verbo en mi voz.
Si llueve estás.
Si las sombras escriben caballos callados estás.
Si indefinido el horizonte estás.
Si en el barro del dolor, estás.
Si el apego es alma
es porque estás.
Lo que no dice Sabines
es porque él no descubrió tus ojos.



*de ricardo mastrizzo





*


Qué hago en este espejo de agua sino contemplar
tu rostro a la orilla del silencio?
bajo añosa arboladura
siento desperezar los brazos en finas ramas enjambradas
envolviendo un horizonte de naranjas y pájaros…
acerco mis ojos a la garganta circunstancial del espectáculo
cuántos ocres acarician tu palabra?
allí estoy
transparentes tus manos me miran
transparente mi alma te envuelve
y allí estoy
en el fresco verdor que acuarela el paisaje
en la luz que te alumbra
en el tibio otoñal que abriga tu encanto
y orillo tu nombre
en aquelarre de arpegios
en la memoria inevitable que te llama
a ser brisa de viento en mi poema.



*de Ana Lía Gattás. analia_gattasz@speedy.com.ar






*


Llueven lágrimas
Con sabor a caramelo.
La manzana de Eva
Es subastada en una feria
Para magos fraudulentos.


Una página abierta
Del libro de las mutaciones
Me convida a regresar
A ese sublime instante
En que aún no hemos nacido.



*De Marié Rojas.







Epifanía*



Las pupilas se acostumbran a las penumbras
con lenta expectativa, como si fuese mejor
este tenue contacto con la existencia,
que el brusco y horroroso resplandor
impuesto por la cotidiana realidad.
Solas entre cuatro paredes anodinas
alcanzan a ver antes de someterse
a la quimera besando a un ángel dormido.





*de Silvia Berlasso. silvia_1856@yahoo.com.ar







Armar la sociedad*


¿Por qué serán tan nabos? Se creyeron que podían convertir a la Argentina en un país tercermundista sólo para lo que les convenía. La inseguridad es uno de los efectos más demorados y durables de la dictadura militar.


*Por M. Caparrós
31.10.2008



¿Por qué serán tan nabos? Se creyeron que podían convertir a la Argentina en un país realmente tercermundista sólo para lo que les convenía.
Se creyeron que podían construir una sociedad con miseria, un tercio de excluidos, escuelas devastadas, hospitales vacíos, millones de jóvenes sin nada que hacer -y tasas de criminalidad escandinavas. Como casi no había oposición política, se creyeron que podían organizar un verdadero país latinoamericano donde los pobres fueran muy pobres y unos pocos se quedaran con todo, y que la fiesta iba a ser gratis. Pero era otro error de esta banda de inútiles, y ahora se ve claro: la inseguridad que tanto nos
preocupa es uno de los efectos más demorados y durables de la dictadura militar y las democracias que la siguieron y convirtieron a este país en otro país -con la complicidad de muchos de sus ciudadanos.
En los países latinoamericanos la violencia criminal siempre fue -y todavía es- aun mayor que la de aquí y ahora. Pero nos vamos acercando con tesón, día tras día, tiro a tiro. La pobreza ayuda, pero no quiero decir que los pobres sean ladrones ni que los ladrones lo sean porque son pobres. Me parece claro que el aumento de la delincuencia violenta viene sobre todo de la destrucción de las redes sociales, que hace que cada cual se sienta aislado, solo, y tire para su lado -y que no le importe, entonces, robarle
al vecino- y, sobre todo, de la falta de futuro: elegir una vida de delito -y su riesgo de muerte- sólo tiene sentido cuando la alternativa es parecida a nada.
-Todo bien, estimado, podemos hablar un rato largo. Pero el problema son los asesinatos de hoy, de mañana.
-Tiene razón, todo esto importa poco. Salvo, quizá, para orientarse si hay que buscarle soluciones.
La violencia del delito ocupa -según todas las encuestas- el centro de las preocupaciones de los argentinos. Con sobresaltos periódicos cuando hay muertes horribles en barrios más caros. Los sobresaltos son un tributo a la potencia de la clase media. Hay muchas más muertes todos los días por falta de atención médica, pero eso no nos sucede, en general, a los ciudadanos con prepaga, y nunca el desastre de los hospitales públicos ha motivado una manifestación como la del domingo ni tapas de los diarios: allí también hay muertos que buscan asesinos, sólo que no suelen ayudarlos jueces ni policías.
Que sí buscan a los ladrones violentos -y es lógico que lo hagan, y que medios y ciudadanos se preocupen: nos amenazan. Lo interesante, con perdón, de la inseguridad, es que es un síntoma que hace que quienes no sufren directamente la marginalidad le presten atención. Quizá, en ese sentido, la delincuencia sea un resultado -dolorosamente- eficiente de la exclusión: la hace visible para quienes en general eligen no verla, como los piquetes hicieron visible la desocupación a los que habían preferido comprar heladeras.
Son las reglas del juego, y todos lo jugamos: cada sector usa sus recursos para hacerse escuchar. El domingo, en San Isidro, miles cantaban pidiendo protección:
-¿Adónde están, / adónde están, / los que nos tienen que cuidar?
Era, curiosamente, un reclamo al Estado. Muchos de los que quisieron privatizar también la seguridad pública y la reemplazaron -sin éxito- por vigilantes y garitas pedían al Estado que se hiciera cargo del deber de protegerlos. Tienen todo derecho. El problema es que sólo la policía puede ofrecer cierta protección en lo inmediato, y la policía realmente existente es, muchas veces, fuente de lo que debería solucionar. Es muy difícil confiar en esta policía -y darle más poder a esta policía- porque su historia demuestra que no suele hacer buen uso de ese poder. Y lo que pasa con la policía -fuerza de coerción del Estado- es un modelo a escala de lo que pasa con el Estado en general. Ya lo decía el otro día a propósito de las AFJP: estoy totalmente de acuerdo con la idea de que la jubilación vuelva al Estado, el problema es este Estado al que vuelve, manejado por este gobierno. Estoy de acuerdo -en este momento- con que haya más protección policial, el problema es esta policía que debería protegernos, manejada por sus mandos y por este gobierno. Y así de seguido: en este momento necesitamos más Estado, pero el problema es el estado del Estado.
-Estimado, pare con la cháchara. Mucho diagnóstico, pero no hay tratamiento.
-Y sí, así somos, vio, los izquierdistas.
En estos días miles de ciudadanos preguntan quién nos cuida, y los políticos contestan que ellos se encargan. Está claro que no se encargan -de la seguridad como tampoco de las escuelas, hospitales, jubilaciones, ideas de sociedad, proyectos de país: sólo se encargan del poder. Pero si están ahí
es porque los seguimos votando y, mientras sigamos, seguirán sin encargarse.
En última instancia, los que nos tienen que cuidar somos -para bien y para mal- nosotros mismos. Para que haya un Estado que cumpla sus funciones, manejado por políticos que cumplan sus funciones, tiene que haber ciudadanos que cumplan sus funciones y se preocupen por ese funcionamiento un poco más a menudo, no sólo cuando los asaltan.
La única solución a largo plazo es armar la sociedad desarmada: recuperar el tejido social, deshacer diferencias ofensivas, educar y reintegrar a los desintegrados. El problema es el corto plazo, mañana y pasado. A mí tampoco me gustaría que jóvenes muy comprensiblemente iracundos me atacaran. Pero,
la verdad, no veo ningún remedio inmediato -y eso sí que es grave. El mal es estructural; la solución también tiene que serlo. Puede haber -ojalá haya- ciertos remiendos parciales; no va a haber solución si no armamos, entre muchos, una sociedad en serio. Y la ola criminal es, quizás, el precio que tenemos que pagar para entenderlo. Es duro, pero es lo que supimos conseguir, de puro nabos.
(Hay, pese a todo, otra opción, que algunos parecen proponer: militarizar la sociedad para que nada se mueva sin control, la nunca bien ponderada mano dura. Seguramente así se evitaría más de un asalto. Pero cuando un policía receloso confunda a uno de nuestros hijos con un peligroso delincuente y lo
baje de cuatro balazos, ¿a quién le vamos a ir a reclamar? ¿A los que lo pidieron? Y aun si fuese un peligroso delincuente, ¿estaríamos de acuerdo? ¿Nos gustaría vivir en esa sociedad?)



*Fuente: Crítica digital
http://criticadigital.com/index.php?secc=nota&nid=13306





*


Me pregunto ¿porqué los crímenes contra las mujeres no provocan la misma indignación que los crímenes contra ingenieros en San Isidro ?

Crimen pasional dicen los noticiosos y los cuerpos de las mujeres se amontonan heridos por las armas y por los adjetivos. Porque un hombre apasionado no es lo mismo que un asesino. Porque estoy cansada de encontrar todos los días la noticia en los diarios, sin que ninguno o más bien, casi siempre, pocas periodistas, descubran el sentido que esa violencia tiene.
Porque lo que sería terrible si se tratara de crímenes contra fieles de una religión o de crímenes relacionados con una nacionalidad o un grupo étnico, se vuelve casi natural si se trata de mujeres.
Porque muchas veces el chiste y la violación van juntos, al menos en conversaciones privadas. La
sospecha suele acompañar a las víctimas. Hay escasez de preguntas, de indignación y de compromiso con el tema. Si bien hay políticas desde el Estado, éstas no serán nunca suficientes si la sociedad toda no se plantea su responsabilidad.
Casi siempre la inseguridad se relaciona con los desconocidos, pero es común que a las mujeres las maten los más cercanos, novios o maridos. Los vecinos escuchan pero no intervienen. Es fácil advertir detrás de los asesinatos la idea de sentirse "patrones de los cuerpos o las vidas". La iglesia comparte el pensamiento de que las mujeres no son dueñas de su cuerpos, por lo tanto no respetan el deseo de la mujer en relación con la maternidad, entre otros. De esta manera vemos que no se preocupan por la vida de las mujeres ya nacidas y todo su interés está en lo que hipotéticamente podría nacer. Al menos los alegatos y la indignación som casi siempre referidas a impedir la educación sexual, los abortos y los anticoncepción etc. A la iglesia parece que le preocupara más que la violencia contra las mujeres el uso de preservativos que evita enfermedades y embarazos no deseados. Algunos me refutarán con el argumento de que el clima de violencia es general con lo que acuerdo, pero las mujeres son las que más sufren en una sociedad violenta. Se ven afectadas en su libertad que tanto les costó alcanzar. El capitalismo salvaje donde rige la ley del más fuerte no es bueno para nosotras.
Tenemos que reflexionar, encontrar caminos y sobre todo no dejar hilos sueltos. He visto como se toleran apelando al humor tratos denigratorios que no se aceptarían referidos a otros grupos sociales.
La palabra denigratoria, el insulto, son el primer eslabón de la violencia, hagamos visible lo que se naturaliza. El número de mujeres asesinadas es inquietante y parece acrecentarse. La indiferencia también mata.



*de Cristina Villanueva. libera@arnet.com.ar









Correo:


Quimera*

Exposición de dibujos

Ray Respall Rojas

Unión Francesa de Cuba
A partir del 6 de noviembre



La Quimera de Ray Respall Rojas



*Palabras de Mario García Portela
y María de los Ángeles Sánchez


Los pinos nuevos crecen... crecen, en altura y fuerza, están regados con buen abono, por eso reverdecen y oxigenan el ambiente, Ray Respall es uno de esos pinos de los que hablaba Martí, y la muestra de dibujos que nos ofrece en la Unión Francesa de Cuba nos llena de optimismo al ver un muchacho recién graduado, tan joven y con un trabajo tan extenso y serio.

Los dibujos de Ray impresionan por su imaginación, recordándonos en ocasiones al Goya de las pinturas negras, a Dalí y a los surrealistas, pero sobre todo, y lo más importante, es que encontramos mucho más allá de las influencias una obra muy personal, un mundo creado por él en el que habitan todo tipo de seres de una variada fauna imaginativa que luchan, aman y respiran en ese pequeño espacio y a la vez nos hace cómplices de toda esa fantasía, porque al apreciar estas obras de gran fuerza expresiva, inevitablemente nos adentra en su mundo de complejas figuras y en la trama de su argumento.

La obra de Ray queda resuelta mediante el manejo de diferentes técnicas del dibujo, donde líneas, manchas o aguadas unidas a texturas contribuyen a enfatizar y dinamizar la composición en general de grandes contrastes. Están ustedes apreciando en esta exposición una obra que dignifica al dibujo como
manifestación artística y que nos lleva a la reflexión sobre las interioridades, los pensamientos y la actuaciones del ser humano, disfrútenla.


***


Ray Respall Rojas.
Ciudad Habana, Cuba (17 de abril de 1987).
Pintor y grabador, graduado de la Academia de Bellas Artes San Alejandro, especialidad de Grabado. Trabaja como profesor en dicha academia. Miembro de la Asociación Hermanos Saíz de Jóvenes Artistas.

Página web: http://rayrespall.mundoculturalhispano.com

Publicaciones:
“Amigo de las doce de la noche”, ed. Yoescribo.com, Mallorca.
“Un verdadero dolor de cabeza”, ed. cubana Extramuros. (texto e ilustraciones)
"El Potro Indomable", ed. el Salvaje Refinado.

Trabajos de Ilustración:
“Caleidoscopio”, poemario de Emilse Zorzut. ed. Cumacú, Argentina, 2003.
“Tonos de verde”, relatos de Marié Rojas, ed. Yoescribo, España, 2004.
"Imágenes", novela de Santiago Eximeno, editorial Parnaso, España, 2004.
“Antología Poética Arbitraria”, jóvenes poetas chiapanecos, México, 2005.
“Adoptando a Mini”, novela de Marié Rojas, ed. Yoescribo, España. 2005.
“Los Maravilladores” (narrativa y dramaturgia), de Marcela Sabio, Editorial Ciudad Gótiga- Colección de La Abadía- Rosario-Santa Fe- Argentina, 2005.
“Café Guadix”, novela de Luis Asenjo, Publicaciones Comala, España, 2005.
“Antología Ron y Miel”, Publicaciones Comala, España, 2005

Ha obtenido más de 50 reconocimientos nacionales e internacionales en concursos literarios y de artes plásticas. Sus textos aparecen publicados en 15 antologías literarias, sus fotografías e ilustraciones en antologías internacionales, colabora con revistas, periódicos y páginas web del mundo de habla hispana.

Exposiciones personales: “Quimera”, Unión Francesa de Cuba, noviembre de 2008, “Convergencia”, Galería 23 y 12, Ciudad Habana, octubre de 2007. “Alegantropía de un mundo al revés”, Fundación Cabana, Mallorca, septiembre de 2004.

Exposiciones colectivas de pintura y grabado en Cuba: “Muestra del encuentro nacional de grabado”, “Libro Arte Andersen”, Taller de Gráfica de la Habana, “Arte de paz para la comunidad”, La casa del Pastor, “Génesis”, galería del Hotel Raquel, “Exposición de estudiantes de San Alejandro”, Escuela de Artes de Trinidad, 2004, “Exposición de profesores de San Alejandro 2007”,. “Exposición de alumnos de San Alejandro 2003”, galería de la Academia, “Arte+”, Muestra Concurso, Galería de La Madriguera, Asociación HS, 2008.



*


CENTRO CULTURAL BERNARDINO RIVADAVIA
San Martin 1080 –Plaza Montenegro

CICLO: "Del derecho y del reves del hombre y del lobo”
Noviembre


“Madre, a ti/ que decias Wolfsbohne (lobo)
y no: lupino. Ayer vino uno de ellos y/te mató/ otra vez en/ mi poema”
Paul Celan, Wolfsbohne



Lunes 03/20:00

“La licantropia en la lirica. Entre la teologia politica y el devenir animal.

Desde un poema de la Edad Media hasta el desgarro de Paul Celan por el asesinato de sus padres en la madriguera del nazismo. I”
David Fuks, psicólogo, docente, escritor, editor.
El autor se referira a textos literarios que desde la Edad Media hasta la Modernidad expresada por su maximo terror, el nazismo, manifiestan el contraste entre los lobos y los hombres. Explorara el antiguo derecho germanico , anglosajon y romano que expresan la supresion del derecho con el recurso de la excepcionalidad y sus expresiones de lo monstruoso como discurso teologico politico.


Lunes 10/ 20:00
“La licantropia en la lirica. Entre la teologia politica y el devenir animal, II”
David Fuks, psicólogo, docente, escritor, editor.


Lunes 17/ 20:00
“La licantropia en la lirica. Entre la teologia politica y el devenir animal, III”
David Fuks, psicologo, docente, escritor, editor.


Lunes 24/ 20:00
“Escritura colectiva”: Taller con los asistentes y la compaginadora, entrega de certificados, cierre del ciclo anual.

Creacion y compaginacion del ciclo: Ps. Laura Capella, psicoanalista

Lunes 20 hs.
Entrada libre y gratuita
La inscripción se realiza en el lugar y en el momento de la conferencia.
Se entregan certificados con el 75% de asistencia
Consultas: delderechoreves@yahoo.com.ar

Auspician:
· Colegio de Psicologos de la Prov. de Santa Fe, 2da Circ. y su Foro en Defensa de los Derechos Humanos (FODEHUPSI)
· CEIDH (Centro de Estudios e Investigacion en Derechos Humanos-Facultad de Derecho. UNR)
· IPF (Instituto de Investigaciones en Cs. Sociales, Etica y Practicas alternativas "Paulo Freire" - Facultad de Derecho. UNR.)


CENTRO CULTURAL BERNARDINO RIVADAVIA


*Laura Capella. elecapella@yahoo.com.ar
…hacer de la caída un paso de danza, Pessoa




Convocatoria*


El trilingüe Magazín Cultural Latinoamericano XICóATL "Estrella Errante" (impreso y digital), que desde hace 17 años se edita en Salzburgo, Austria, convoca a ensayistas, narradores y poetas a colaborar con el trabajo de difusión cultural que llevamos a cabo.

Las colaboraciones deben tener una extensión máxima 4 páginas para ensayo y cuento. Para poesía se ruega enviar una selección de poemas de un máximo de 10 páginas. Los escritos deben acompañarse de un breve curriculum vitae (que contenga la dirección postal) y una foto digital del escritor a la dirección euroyage@utanet.at
Los textos seleccionados serán traducidos al alemán y publicados de manera digital e impresa.

Más informaciones sobre nuestra labor cultural sin ánimo de lucro en Europa encontrarán en nuestra página de internet www.euroyage.com
Cordial saludo,



*Dr. Luis Alfredo Duarte-Herrera
Director de YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com

Schiessstattstr. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel: ++43 662 825067


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martes, octubre 28, 2008

DEL CONTAR LOS MUNDOS QUE PUDIERON SER...





*ILUSTRACIÓN de Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com







BÚSQUEDA*



No sé donde descansan mis certezas
en el cementerio de las dudas,
supongo que no colocarán la lápida
para que nadie invente vientos
que altere lo estático del misterio.
Quisiera rendirles homenaje
pero nadie sabe indicar la senda
que seguro perdió su norte.
Y ya no me quedan fuerzas,
sólo puedo bucear en barro,
buscar luciérnagas que quizá dormitan
en el jardín de mi morada.




*de Emilse Zorzut. zurmy@yahoo.com.ar







DEL CONTAR LOS MUNDOS QUE PUDIERON SER...






HIJOS DEL SILENCIO*




Callados,
Tristes,
Arremolinados contra el frío,
Llevados y traídos por vientos que no les pertenecen,
Enfermos de un hambre que no se cura con poemas
Ni canciones de alabanza a sus virtudes.



Enarbolan el estandarte de la ira
Aunque no puedan gritar, ni sepan cómo.


No comprenden en qué lugar quedó sepultado
el milagro que no esperan,
Ignoran el placer de recibir un regalo,
Saben de vidrieras y luces encendidas.



Hijos de la calle,
De las sombras,
Hijos de nadie,
Del olvido…


Si algún día – al fin –
Se abren las puertas de la gloria
Pasarán antes que todos.
Ocuparán el sitio de los elegidos.



Pero hasta entonces…
¿Quién los llora?



*De Marié Rojas. tgrafica@cubarte.cult.cu
(indicar "PARA MARIÉ" en el asunto del correo)










Bello mundo:*



Todas las mañanas, cuando salgo a trabajar, entre la modorra y la urgencia de llegar temprano, encuentro un bello mundo.
Allí habitan unos seres, de peligrosa espontaneidad y caritas de caramelos.
En sus juegos- cuando puedo incluirme- comienzan a desplegar las mariposas de cartulinas.
Entre diálogos de chupetines, se abre un sendero radiante.
Los dientes brillantes de leche comienzan a hacerse más tangibles.
Dentro de una bolsa de arpillera habitan personajes de leyendas.
Con el entusiasmo y el asombro, emerge una capa de princesita de tul rosado y una coronita dorada de reina.
Es el cumple de Brisa. En un instante, con el soplo del hada de la flor nomeolvides, ya está vestida de ilusiones para festejar sus 7 añitos. Rápidamente y a las corridas se dirige al espejo para coronarse. Su amiguita la acompaña en su raid. Pero antes, ella ha encontrado unas alas de angelito blancas, con plumas rebozadas de brillantina. ¡Ya se las colocó sobre su espalda!
La alegría de ellas, contagia el entusiasmo de sonreír y de imaginar.
También hay una cara de un conejo de cartón, que es una ventana para embocar las pelotitas. Hay que afinar la puntería. Tiene los dientes muy grandes, les digo: “necesita ortodoncia”… Ellas se ríen de mi ocurrencia y yo me siento una chica más.




*de Azul azulaki@hotmail.com
Para los chicos del Hogar










El hombre miraba fiero*




El hombre miraba fiero bajo el yelmo ennegrecido,
El sol calentaba la armadura dándole calores,
Creía que estaba punto de sufrir un vahído,
Pero esta dispuesto a luchar por sus amores.


En el otro lado del campo, el contrincante
Montado en un corcel de color pardo,
Con armadura muy limpia y muy brillante,
Mostraba de su escudo, el esculpido cardo.
El sudor corría sobre el rostro tenso,
Las gualdrapas rosa ondeaban al viento,
El caballo piafaba, el tiempo era lento
Y estaban a punto para el primer intento.


Suenan los clarines y empieza la justa.
Corren los caballo uno contra el otro,
El del cardo atiza al suyo con la fusta,
Nuestro caballero espolea al noble potro.


Y se encuentran, en el centro de la plaza,
Lanza con lanza, escudo contra escudo,
Y suela un griterío y uno se desplaza
Mientras el otro cae en silencio, mudo.


Y allá en el suelo saliendo de su pecho,
Un manantial rojo brota de su herida,
Y no se arrepiente de lo que ha hecho
Y espera que de recuerde de por vida.


Sólo le preocupa no manchar el cardo
Que ha sido su alma, su blasón, su guía
Porque la armadura la hizo por encargo
Y el caballo pardo lo prestó su tía.


Y su honor ha quedado inmaculado
Con su muerte ha lavado la ignominia
Ahora pueden enterrarlo en cualquier lado
Que sino le dará una lipotimia.


Y poner en su lápida gravado
Aquí yace un caballero cojo, nudo
De cuerda, que jamás a atado
Este canto que nadie cantar pudo.


Y así acaba este episodio y este lance
Con el cardo caído por los suelos
Ojalá su historia y su ejemplo alcance
A primos, hijos, nietos y abuelos.


Esta claro que hoy en día los duelos
Ya no son como eran los de antes
Porque quedan hechos unos buñuelos
Los hijosdalgo, los cardos y los infantes.



*Joan Mateu. joan@cimat.es








Purgatorio*



*Por Tomás Eloy Martínez


Hacía treinta años que Simón Cardoso había muerto cuando Emilia Dupuy, su esposa, lo encontró a la hora del almuerzo en el salón reservado de Trudy Tuesday. Dos desconocidos hablaban con él en uno de los boxes del fondo. Emilia creyó que había entrado a un lugar equivocado y su primer impulso fue retroceder, alejarse, volver a la realidad de la que venía. Se quedó sin aliento, con la garganta seca, y tuvo que apoyarse en la barra del bar. Llevaba toda una vida buscándolo y había imaginado la escena incontables veces, pero ahora que sucedía se daba cuenta de que no estaba preparada. Se le llenaban los ojos de lágrimas, quería gritar su nombre, correr hacia su mesa y abrazarlo. Para lo único que tenía fuerzas, sin embargo, era para no caer redonda en medio del restaurante llamando la atención como una tonta. Apenas pudo caminó hacia el box contiguo al de Simón y se sentó en silencio a esperar que la reconociera. Mientras tanto, tendría que fingir indiferencia y quedarse callada aunque la sangre le batiera las sienes y el corazón se le saliera por la boca. Hizo señas para que le sirvieran un brandy doble. Necesitaba tranquilizarse, no temer que los sentidos se le confundieran como a su madre. Algunos sentidos la traicionaban a veces, perdía el olfato, se desorientaba en calles que conocía de memoria y se acostaba oyendo canciones idiotas que no sabía cómo llegaban a su equipo de música.

Volvió a mirar el box de Simón. Quería asegurarse de que era él. Lo vio entre los desconocidos, de frente, hablándoles con animación. No le quedaban dudas: eran sus ademanes, la curva de su cuello, el lunar oscuro bajo el ojo derecho. No sólo era sorprendente que su marido estuviera vivo. Más inexplicable era que no hubiera envejecido. Seguía clavado en los treinta y tres años y hasta su ropa era la de antes. Llevaba los pantalones pata de elefante que ya nadie se atrevía a usar, una camisa abierta de cuello grande como las de John Travolta en Fiebre de sábado por la noche, las patillas y el pelo largo de otra época. Para Emilia, en cambio, el tiempo había pasado naturalmente y su cuerpo la ponía incómoda. Las ojeras y los músculos de la cara delataban a una mujer de sesenta años, mientras que a él no se le veía una sola arruga. Había imaginado infinitas veces la escena en que volvía a encontrarlo y en ninguna, en ninguna, se le había cruzado la cuestión de la edad. Este desajuste del tiempo la obligaba a revisar lo que tenía previsto. ¿Y si por azar Simón se hubiera vuelto a casar? La sola idea de que viviera con otra mujer la atormentaba. En todos estos años jamás había dudado de que su marido la seguía amando. Podía haber tenido relaciones ocasionales, lo comprendería, pero después del calvario que habían vivido juntos, no concebía que la hubiera reemplazado. La situación no era ya la misma, sin embargo. Ahora él podía ser su hijo.

Volvió a observarlo con más detalle. La espantó lo mucho que él desentonaba con la realidad. Representaba la mitad de los sesenta y tres años que debían declarar sus documentos. Le vino a la memoria una foto de Julio Cortázar tomada en París a fines de 1964, cuando el escritor, nacido al comenzar la Primera Guerra, parecía también su propio hijo. Quizá Simón tenía en la piel, como Cortázar, unas arrugas finas que sólo se notaban de cerca, pero lo que le oía decir en la mesa contigua, a sus espaldas, era de una juventud desafiante, y hasta el timbre de la voz era el de un muchacho, como si el tiempo fuera una cinta sin fin y él hubiera estado corriendo sin adelantar un solo día.

Emilia se resignó a esperar. Abrió la novela de Somerset Maugham que llevaba consigo. Le pasaba algo extraño con el libro. Llegaba al extremo de una línea y tropezaba con una especie de barrera que le impedía avanzar. No porque Maugham le pareciera aburrido. Al contrario, la entretenía muchísimo. Había tenido una experiencia parecida con la versión en DVD de Muerte en Venecia. A poco de haber comenzado la película, cuando Dirk Bogarde contemplaba, turbado, al bello adolescente Tadzio saliendo del mar del Lido, la imagen daba un salto y regresaba a las conversaciones en ruso —¿o era alemán?— de los bañistas y los vendedores de frambuesas en la playa. Emilia supuso por un instante que el director repetía las vulgaridades de los veraneantes para dar otra lección de realismo crítico y trató de pasar a la escena siguiente. Pero la imagen de Tadzio sacudiéndose el agua de mar volvía, obstinada, acompañada por el mismo acorde de la tercera sinfonía de Mahler. Dos noches después, cuando se agotaba el plazo para devolver la película, Emilia la puso otra vez en el DVD y pudo llegar hasta el trágico final. Sabía que la vejez le acentuaba la torpeza, pero confiaba en que con un poco más de atención podría corregirlo.

Las voces de los hombres en el box de al lado la exasperaban. Quería concentrarse sólo en la voz de Simón y todo lo que la apartara de él le resultaba intolerable. En un restaurante donde rara vez se oía otra cosa que el acento arrastrado y nasal de New Jersey, los dos hombres intercalaban en su rústico inglés palabras técnicas e interjecciones escandinavas. Mencionaban los vectores del programa Microstation, que también se usaba en Hammond, donde ella trabajaba. Sin que viniera a cuento, uno de los desconocidos repitió lecciones que se aprenden en las primeras clases de Cartografía. Los mapas, dijo, son copias imperfectas de la realidad, que describen en superficies planas lo que en verdad son volúmenes, cursos de agua en perpetuo movimiento, montañas afectadas por la erosión y los derrumbes. Los mapas son ficciones mal escritas, siguió. Demasiada información y ninguna historia. Mapas eran los de antes: donde había nada creaban mundos. Lo que no se sabía, se imaginaba. El mapa de África que hizo Buonsignori, ¿se acuerdan?, continuó el hombre, con el reino de Canze, de Melinde, de Zaflan, puras invenciones. Del lago de Zaflan nacía el Nilo, y así. En vez de orientar a los caminantes les hacían olvidar el camino. Los desconocidos pasaban de un tema a otro sin detener el torrente. Emilia recordó el mapa de Buonsignori. ¿Lo había soñado, lo había visto en Florencia o en el Vaticano? Las voces la mareaban. No conseguía cazar las palabras completas. Llegaban a sus oídos desgarradas, en hilachas. Una frase que parecía a punto de tener sentido era interrumpida por los camiones de bomberos o por la queja animal de las ambulancias.

El hombre de voz más ronca y gastada dijo que no perdieran el tiempo y discutieran de una vez sobre la expedición a Kaffeklubben. Qué locura, Kaffeklubben, se dijo Emilia. Una islita de nada, al noroeste de Groenlandia, la última Thule donde doblaban hacia la perdición todos los vientos del mundo. Organicemos la expedición cuanto antes, insistió el ronco. En Copenhague creen que hay otro peñasco más al norte. Si no existe, nada nos impide imaginarlo.

Let’s think more about that, let’s think more, los cortó Simón. Emilia se sobresaltó. Reconocía su voz, pero en lo que decía quedaban pocos rasgos del Simón de antes. Este personaje hablaba un inglés fluido, pronunciaba con cuidado las consonantes finales, think, let’s, con una dicción británica inalcanzable para el marido, que jamás había sido capaz de leer ni siquiera los manuales técnicos en otros idiomas.

¿Qué hace que una persona sea quien es? No la música o el ripio de sus palabras, no las líneas del cuerpo, nada que esté a la vista. Se había engañado más de una vez corriendo en la calle detrás de hombres que caminaban como Simón, o que dejaban tras de sí el vapor de un perfume que le evocaba su nuca y cuando los miraba de frente quedaba desolada, ¿por qué no hay dos personas iguales, por qué los muertos ni siquiera se enteran de que han muerto? El Simón que hablaba a tres pasos de su mesa era el de hace treinta años pero no el mismo de diez minutos antes. Algo en él se modificaba demasiado rápido para darle alcance. Se le escapaba otra vez, por Dios, ¿o era más bien ella que lo perdía? No me dejes otra vez, Simón querido. No voy a despegarme de tu lado. No voy a permitir que te vayas solo. La verdadera identidad de las personas son los recuerdos, se tranquilizó. Yo recuerdo todo su ayer como si fuera ya, se dijo, y lo que él recuerde de mí seguirá siendo parte de su ser verdadero. Recuérdalo, tráelo, no lo pierdas.

Emilia se incorporó, se paró frente a él y, resuelta, lo miró a los ojos.

Querido, querido mío, ¿dónde estabas?

Él le devolvió la mirada, le sonrió sin turbación ni sorpresa, y se despidió de los escandinavos. Luego encaró a Emilia como si la hubiera visto el día anterior.

Tenemos que hablar, ¿no es cierto? Salgamos de aquí.

No le dio una sola explicación, no le preguntó cómo estaba, qué le había pasado en todos esos años. Nada que ver con el Simón cortés y atento con el que había vivido. Emilia pagó el brandy, tomó del brazo a su marido y caminó hacia la calle.



*FUENTE: http://adncultura.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1062197&origen=relacionadas







Sólo pequeñas preguntas*



Cuando nos quedamos sin palabras
huyendo a este silencio que hiere
tanto como la verdad?


Cuando dejamos de ser nosotros
para ser cada uno, solitario
en nuestra propia cruz?


Cuando olvidamos apoyarnos
para auto compadecernos
por lo que no tenemos valor de ser?


Cuando dejamos de imaginar
un refugio tibio para nuestros sueños
y recurrimos a odiar esta frágil realidad?


Cuando comenzamos este flagelo
a nuestra conciencia por no aceptar
que nada se puede cambiar?


Cuando dejamos de soñar,
y le dimos la mano al dolor
para que nos acompañe hasta la muerte.



*de Silvia Berlasso. silvia_1856@yahoo.com.ar









Tomás Eloy Martínez

"La identidad de una persona está hecha de recuerdos"*


El autor de Santa Evita publica Purgatorio (Alfaguara), una novela que aborda los años de la última dictadura militar argentina y sus consecuencias. En esta entrevista, el escritor habla de la experiencia
personal desde la que gestó la obra, cuya protagonista se reencuentra con su marido desaparecido tal como era treinta años antes, cuando lo perdió

Sábado 25 de octubre de 2008 | Publicado en la Edición impresa


*Por Héctor M. Guyot
De la Redacción de LA NACION



Entre la realidad y la ficción. En ese territorio de límites imprecisos y sutiles correspondencias, Tomás Eloy Martínez ha desplegado una narrativa en la que los datos históricos y los juegos de la imaginación se encuentran como dos ríos que mezclan sus aguas y forman otro distinto, más caudaloso y profundo. Su nueva novela, Purgatorio (Alfaguara), explora esa zona ambigua desde la misma trama de la historia, que gira alrededor de Emilia Dupuy, una mujer de 60 años que durante tres décadas ha buscado sin descanso a su marido, desaparecido en los días de la última dictadura militar argentina, y que por fin lo encuentra en Nueva Jersey, donde ella vive, tal como era cuando lo perdió. Se trata, según el escritor, de su obra más literaria, en la que sale detrás de aquello que la violencia del régimen dejó trunco para devolverlo a la vida a través del relato y recuperar así, de algún modo, lo que ha sido irreversiblemente arrebatado.



El libro surgió de un vacío, cuenta Martínez durante el encuentro con adncultura en su departamento de la avenida Pueyrredón, frente a una biblioteca que tapiza de libros toda una pared. Y se alimentó del hueco que le dejó la imposibilidad de vivir en la Argentina cuando, en 1975, las amenazas de la Triple A de José López Rega lo empujaron a seguir el camino del exilio, después de haber sido jefe de redacción del mítico semanario Primera Plana, director de la revista Panorama y responsable del suplemento
cultural del diario La Opinión. Nacido en Tucumán en 1934, ya había publicado la novela Sagrado y la investigación periodística La pasión según Trelew.

Durante su exilio en Venezuela, publicó la colección de crónicas Lugar común la muerte; después vendrían libros que lo convirtieron en uno de los escritores latinoamericanos más destacados, como La novela de Perón y Santa Evita, texto en el que invierte el procedimiento de las novelas del género non fiction para tejer un relato al que el uso de elementos propios del periodismo (entrevistas, cartas, documentos) le confiere una gran verosimilitud. "Escribió periodismo con la misma soltura y brillo que se advierten en sus novelas, y trabajó las novelas con la paciencia de un investigador obsesivo para quien la realidad era sólo una de las ramas de la imaginación", afirmó Martínez -autor además de las novelas La mano del amo y El vuelo de la reina - acerca de Norman Mailer. Las mismas palabras podrían aplicarse a su propia obra.

A la par de su trabajo periodístico y literario, Martínez ha desarrollado una carrera académica que lo llevó a ser director del programa de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Rutgers, en Nueva Jersey, donde ha sido nombrado escritor residente. Hoy, el autor de El cantor de tango reparte su tiempo entre esa ciudad y Buenos Aires. Así, a dos puntas, concibió y escribió esta novela que llegará a las librerías dentro de una semana y en la que aborda, por primera vez, los años de la dictadura. "La
idea de Purgatorio nació de la necesidad de dar forma a una melancolía que llevaba dentro desde hacía mucho -cuenta el escritor-. La melancolía de haber sido arrancado de mí mismo y haberme visto forzado a vivir una vida distinta de la que había imaginado. Ya que no pude vivir esa historia, me dije, por lo menos me la voy a contar, voy a tratar de reconstruirla con la imaginación. Fue una manera de cubrir esa ausencia impuesta por terceros a través de la narración y el relato. Además, como me ha sucedido con tantos otros de mis libros, esta historia vino a mí en un sueño."

-¿Cómo fue ese sueño?

-Una noche, mientras estaba escribiendo El cantor de tango, soñé con una mujer que perdía a su marido y que años después lo reencontraba tal cual.
Tuve ese sueño en 2002 o 2003, no sé. Yo estaba viviendo en Buenos Aires y de pronto sentí el peso del tiempo que no había podido vivir aquí, la ausencia, la privación, los huecos de la existencia que no se me permitió tener. Y, como te dije, una noche soñé con la imagen de esta mujer. Anoté el sueño, como siempre hago. Ésa es una de las grandes diferencias en la actitud que se asume ante la literatura y ante el periodismo. En el periodismo, cuando el oficio es asumido como mera rutina, uno trata de desconectarse al final del día de trabajo, pero en la literatura se vive todo el tiempo en función de la historia, obsesionado y llevado como por un viento que te levanta y no te deja en paz. Después de ese sueño estuve dándole vueltas al asunto, porque para mí era un enigma. Y como al principio se me presentó como un enigma, me dije que también debía mantener el enigma para el lector.

-¿Cómo construiste el personaje de Emilia?

-Lo primero que me pregunté fue cuál era el oficio, la profesión de esta mujer. ¿Qué hacían ella y el marido? Descubrí que eran cartógrafos, y allí encontré la forma en que se pierden el uno al otro. En la novela los mapas son también una manera de crear la realidad, el recurso de que se vale Emilia para construir un lugar en el que siente que hay vestigios, algo de lo que perdió. La profesión de cartógrafa derivó de la necesidad de crear una realidad alternativa, que es en definitiva la que proporcionan los
mapas. Mi biblioteca está llena de mapas. Tengo mapas de El Cairo, de Caracas, de Berlín, de todas partes. Y en el derrotero de lo que vamos a llamar, entre comillas, "mi exilio" (aunque en verdad fue un exilio que se prolongó más o menos en los mismos lugares por los que anda esta mujer en busca de su marido, con excepción de México), mi guía ante la ignorancia abismal de las realidades que tenía delante de mí eran los mapas. Los mapas eran el asidero que me permitía reconocer la realidad y, al mismo tiempo, reconocerme.

-Tu exilio se inicia en Caracas...

-Sí, llegué allí por recomendación de Carlos Fuentes y de Gabriel García Márquez. Salí de la Argentina huyendo de López Rega, con la protección de la embajada de México. Fuentes me recibió en la embajada mexicana en París, donde un buen día llegó García Márquez. Entre los tres empezamos a discutir a dónde podría ir. Acepté la sugerencia de García Márquez y partí hacia Caracas con una carta de recomendación para el escritor Miguel Otero Silva.
Ambos lo llamaron para que me diera trabajo. "Que venga cuanto antes, que aquí tiene trabajo", contestó. Y ahí fui, pero lo del trabajo resultó un calvario, porque cuando llegué Otero Silva se había ido al castillo que tenía en Arezzo a escribir una novela. Y ahí estaba yo, en banda y sin plata.

-Es interesante que Emilia viva su dolor y su lucha personal, que tienen origen en la vida política de un país y en los crímenes de una dictadura, desprovista de una visión política.

-Bueno, eso es deliberado. Su rebelión, más que social contra un régimen, es individual. En los tramos finales de la novela, cuando ve al padre en el programa solidario por Malvinas, ella está en la calle, manifestando con el pañuelo blanco de las Madres. Ése es el gesto máximo de rebelión contra su
padre, que representa el símbolo de la complicidad civil con el régimen. El doctor Dupuy es una figura que no existió. Se trata de una creación literaria que manifiesta el pensamiento de la dictadura, no a través del discurso imprecatorio sino desde la puesta en marcha de ese pensamiento. Yo no sé si Emilia se emancipa del todo del padre, pero el encuentro con la felicidad la salva. A mí me atraía la idea de que la novela tuviera un final feliz, aunque al principio no veía la manera de que el final fuera feliz.

-Ella de algún modo cartografía su propia realidad, traza su mapa. ¿Hay allí una suerte de redención?

-Yo lo veía como un acto de liberación, de felicidad y también como el acto de libertad que está implícito en la escritura de toda novela. Cuando una novela trasciende los límites del género y busca más allá, trata de descifrar hacia dónde puede abrirse. Una noche tuve otro sueño emblemático, que está en el libro, en el que un perro lleva dentro de sí todo aquello que no se pudo escribir, lo que no se pudo narrar, la canción que Lennon tenía en la cabeza cuando le pegaron el balazo de la muerte en el edificio Dakota, la idea de lo que se quedó sin existir, aquello que nos han quitado. Y ésa, creo, es una de las misiones mayores del novelista: contar los mundos que pudieron ser y de los cuales hemos sido privados. Es decir, escribir el mapa de lo que no hemos visto.

-La estructura del libro es muy sólida, con un pasado atroz que regresa sin que el progreso de la acción en el presente de la historia quede relegado.
¿Te costó encontrarla?

-Sin una arquitectura adecuada las novelas no avanzan, no funcionan. En este caso el tema encontró su estructura. Yo pensaba: de algún modo hay que desplegar aquello que el personaje no vivió. Y lo que yo no viví. Ésa era la idea madre. Pero la estructura en verdad se fue creando a sí misma. En general, escribir, si no me produce felicidad y plenitud, es un trabajo en el que no me reconozco. Cuando la escritura de ficciones me cuesta esfuerzo, empiezo a desconfiar.

-¿Y qué te pasó con esta novela?

-Sentí felicidad todo el tiempo. Todo el tiempo. La novela avanzaba sola, era llevada por su propia fuerza y yo quería saber cómo seguía. Había una conexión muy profunda con algo que quería escribir desde hacía tiempo y que llevaba dentro de mí. Eso de pronto se soltó, y el personaje me arrastraba
hacia adelante.

-En tu caso, lo no vivido fue la vida que habrías tenido de haberte podido quedar en la Argentina. ¿Qué perdiste al verte obligado a dejar el país?

-Bueno, algo que no está en la novela. En el orden personal, perdí algo muy valioso: no pude acompañar el crecimiento de mis hijos. Y perdí la evolución profesional. En cualquier caso, perdí aquello que era, y tuve que ser otra cosa. Si esa otra cosa que he sido y soy se parecía a lo que yo hubiera sido aquí, no lo sé. De algún modo, esta novela intenta descifrar esto. Para algunos el exilio resulta una forma de privilegio, pero yo no lo creo así.
Es un corte repentino y forzado en tu historia personal. Es como si te cayera un rayo o una enfermedad de golpe, del día a la noche. Te fuerzan a dejar todo lo que sos, todo lo que tenés, todo lo que pensabas ser, y te obligan a ir hacia otro lado. ¿Cómo recuperar la relación con tus hijos y restablecer ese cordón umbilical que se corta? Si además estás en una situación de necesidad extrema, es aún más difícil. Tenés que pasarles dinero para que sobrevivan, pagarte viajes para verlos y arreglar dónde
verlos. Son privaciones y dilemas muy severos en la vida de un hombre. No tan severos ni insolubles como la muerte, pero sí muy dolorosos.

-Y encarnaste ese sentimiento en Emilia, en una operación literaria.

-Emilia, de algún modo, es Antígona. Aquella Antígona que da vueltas tratando de enterrar a su hermano Polinices sin lograr enterrarlo nunca. Si no ves el cuerpo muerto, no creés plenamente en esa muerte, aunque los años pasen y pasen.

-Has contado recién las pérdidas del exilio. ¿Has ganado algo a cambio?

-Una sola cosa, diría, he ganado: no tenerle miedo al mundo. Y confiar en mis propias fuerzas. Sentir que mis flaquezas pueden ser también fortalezas.
Incluso cuando golpeaba puertas para buscar un trabajo que no había.
Recuerdo sobre esto una historia que con los años resulta cómica. Cuando Otero Silva no llegaba de su castillo de Arezzo, les pregunté a las dos o tres personas que conocía en Caracas a qué puertas podía llamar para conseguir trabajo. Uno de ellos era Juan Liscano, un buen poeta que había leído algunos de mis artículos en Primera Plana. Liscano me recomendó al editor general de la Cadena Capriles. "El único puesto que tengo para usted es de jefe de redacción de una revista que se llama Elite. Le ofrezco equis
dinero", me dijo aquel editor. Le respondí que agradecía su generosidad, pero que la suma no me alcanzaba para sobrevivir dignamente, porque tenía hijos en la Argentina a los que debía mantener. "¿Cuánto necesita?", me preguntó. Le pedí algo así como un 40 por ciento más. "Eso es lo que gana el
director de la revista, no puedo pagarle tanto", me dijo. Finalmente accedió, con la condición de que empezara en mis funciones al día siguiente.
Ese mediodía yo estaba invitado a almorzar con varios escritores a un lugar donde corría el alcohol en cantidades siderales. A las dos de la tarde todo el mundo estaba borracho. "¿Pero cómo vas a trabajar en ese lugar?", se alarmaron aquellos amigos, reprochándome que formara parte de una cadena de
revistas con fama de sensacionalista. "Necesito el dinero. Necesito sobrevivir. Y en el orden político, no defiende los regímenes autoritarios, defiende la democracia", respondí. Uno de ellos me preguntó si podía dar cursos en las universidades. Yo había sido profesor en La Plata y tracé el plan de dos o tres cursos: sobre las vanguardias, sobre los nuevos rumbos de la la literatura fantástica, sobre la idea de la alegoría en Walter Benjamin. Entonces unos y otros llamaron a sus amigos en universidades del interior, y acordaron que yo enseñaría durante dos meses por mucho más dinero del que iba a recibir en la revista Elite. Me presentaron a una persona que me pondría en contacto con las universidades, a la que debía
llamar al día siguiente para concertar los detalles. Eso hice: llamé por teléfono a esa persona y le pregunté cuándo debía salir hacia Mérida y Valencia, y cómo se llamaban los decanos que me iban a recibir. Para mi sorpresa, advertí que este hombre no tenía la menor idea del acuerdo. Llamé a las personas que me habían puesto en aquel aprieto, y les sucedía lo mismo. Nadie recordaba nada. ¿Cómo era posible? A todo esto, yo había ido a ver al editor que me había ofrecido un sueldo tan bueno para decirle que no podía aceptar el puesto porque las universidades tales y cuales me habían
ofrecido trabajo. "Está muy bien, yo respeto su decisión, pero cuando usted salga por esa puerta, no quiero que vuelva a entrar nunca más", me despidió.

-Te quedaste sin una cosa y sin la otra.

-Primero, no había clases en esa época del año. Fijate lo incauto que puede ser un tipo que no tiene mapas ni brújulas para orientarse en una cultura desconocida. Y segundo, todos estaban borrachos, tanto los que estaban pidiendo trabajo para mí como los decanos que aceptaban dármelo. Nadie
recordaba nada. Conté más tarde la historia en un diario de Caracas, precisamente el diario de Otero Silva. El título que le puse era "Luces de la ciudad", en alusión a la película de Chaplin. Todos se rieron mucho.
Nadie me compadeció. Desesperado, conseguí trabajo en un periódico opositor donde me pagaban salteado. El personal debía salir corriendo al banco para cobrar las quincenas porque los depósitos eran insuficientes y no alcanzaban a cubrir todos los sueldos. El diario se llamaba Al Cierre. Un nombre
profético, pues cerró muy poco después.

-Escribiste esta novela desde una pulsión muy personal. ¿Has imaginado cómo puede ser leída y recibida, tratándose de un tema cuyas heridas parecen no haber cicatrizado?

-Francamente, ya no me preocupa cómo se me lee. Después de haber sido bien y mal leído, y haber descubierto que tus intenciones no fueron muchas veces claras para la gente, empieza a bastarte con que el libro te proporcione una cierta plenitud. No creo en la literatura excluyente o narcisista del que
escribe para sí mismo, pero en este caso me interesaba cubrir un hueco.
También en La novela de Perón hay una pulsión personal, aunque de signo diferente: Perón cambió la vida de los argentinos durante 40 o 50 años y aún ahora sigue haciéndolo a través de sus herederos. En un momento dado me dije: tengo que contar quién era en verdad este hombre, mi país tiene que saber quién era. Entonces reuní todo el material y la información que conocía de primera mano y eso me dio impulso para escribir.

-¿Tus libros parten siempre de pulsiones que tienen que ver con tu biografía?

-No todos, aunque la biografía se entromete, porque no podés escribir sino con tu sangre, con tus huesos, con tu memoria. Estamos hechos de memoria.
¿Cuál es la identidad de una persona? Los recuerdos, creo. Lo que nos hace distintos es que mis recuerdos no son iguales a los tuyos. Y este hecho introduce, quieras o no, elementos de la propia biografía dentro de las historias que uno escribe.

-¿Ayuda Purgatorio a saldar de algún modo aquello que no pudiste vivir?

-Nunca cubrís esa ausencia. No hay manera de saber cómo hubiera vivido yo en ese momento, de haber estado aquí, o qué habría sido de mí. Muchas veces pensé: ¿habría perdido conciencia yo también? ¿Quizá no habría visto parte de lo que ocurría entonces? Hasta qué punto hubiera sido. no un cómplice,
porque hay una especie de fuerza moral interior que viene de toda tu vida que te impide caer en esa trampa, pero el riesgo está ahí. No sé, ciertas cosas peores que el exilio podrían haberme sucedido, como verme sometido a la más extrema miseria mientras tenía que sostener una familia. Hay gente que eligió caminos de una enorme dignidad. Y en otras profesiones. Rogelio García Lupo, por ejemplo, en esos años trabajó en una empresa de construcción.

-¿Los familiares de desaparecidos siguen esperando? ¿Qué es lo que esperan, en ese caso?

-Como en la tragedia griega: si no ves el cuerpo, no te resignás a la pérdida, no te resignás a la muerte. En las batallas, los griegos respetaban la sepultura de los muertos. Se daban una tregua para que los ejércitos pudieran enterrar o quemar los cuerpos. Eso, que está en la Ilíada, permite el duelo de los que quedan. Aquí este principio no se respetó en nombre de una guerra que no existía, pues se estaba persiguiendo un ejército que tampoco existía. Pero la pérdida es algo irreversible. Como decíamos antes,
aquello de lo que nos privaron, desde los años que no pudimos vivir, los amores que no pudimos tener, hasta las conversaciones de las que no pudimos disfrutar, todo eso es un desgarramiento definitivo, como el desmembramiento de un pie o de un brazo. No regresa, por mucha invocación que haya. El daño
que se le infligió a este país es un daño absoluto, porque incluso aquellos que se salvaron en muchos casos sufrieron un daño moral muy grande.

-El título de la novela, Purgatorio, vale tanto para los desaparecidos como para los que quedan.

-Claro, el Purgatorio es la espera, y Emilia, la que queda, también está en un purgatorio continuo, en continua situación de espera. Y eso también vale de algún modo para la novela, que navega muy lentamente entre la realidad y la irrealidad.

-Ahora se han reabierto los juicios a los militares que han participado de la represión. Pero pareciera que, en lugar de justicia, alrededor de un tema tan sensible ha habido, de parte de los últimos gobiernos, una manipulación por intereses políticos.

-Son dos temas distintos. La necesidad de los juicios responde a que se cometieron delitos de lesa humanidad que no tuvieron condena. Los resultados del Juicio a las Juntas, cuya importancia conviene recordar, fueron borrados por el decreto de indulto; además, las leyes de Punto Final y Obediencia
Debida limitaron el derecho a la justicia. La manipulación que se pueda hacer con esto (que se disimulen así errores políticos, falsías, falta de proyectos, frustraciones de las posibilidades del país) es harina de otro costal. Coincido en que hay que oponerse al uso de algo tan doloroso para la vida colectiva argentina como son los horrores de la dictadura militar, pero me importa que se intente hacer justicia, aunque llegue treinta años tarde.

-Ha vuelto a ventilarse el caso Rucci. Y con él aparece otro lastre antiguo, que es la puja entre dos sectores del peronismo, aunque ahora desprovista de ideología.

-Me parece que ahí hay otra manipulación. Si de una vez por todas se pone en claro que los crímenes de lesa humanidad son los crímenes cometidos por el Estado con el poder del Estado, vemos que el caso Rucci no entra dentro de esa categoría. En fin, me parece bien que se esclarezcan todas las verdades
que se puedan, pero no en nombre de artificios jurídicos que no son válidos.
Es importante que se establezca de una buena vez, y la Corte Suprema es la única que puede hacerlo, que los delitos de lesa humanidad son aquellos cometidos por el Estado con el dinero de los contribuyentes.

-Hay mucha música en Purgatorio. Se menciona a Almendra, a los Beatles, a Keith Jarrett. ¿Qué relación tenés con la música?

-La música me importa mucho. En todas mis novelas está la música. Es como si yo la oyera de fondo mientras escribo. Eso no sucede en la realidad, pero es como si las palabras estuvieran acunadas por una música. En el caso concreto de Almendra, yo fui a ese recital de 1973 en el que Emilia y Simón, su
marido, se conocen. Me dije cuando escribía: ¿qué cosas viví aquí en mi país y quiero recuperar con mi memoria? Aquéllos eran los tiempos de "Muchacha ojos de papel". La música te transporta a la época como ninguna otra cosa.

-Es lindo lo que se dice en la novela de The Köln Concert, de Jarrett: que es una música "fugitiva"

-Me hizo muy feliz cuando descubrí que era una música única, que se produce una sola vez. La grabación rescata ese recital en vivo que ocurre como nunca más va a volver a suceder. Entonces, no es el concierto en sí mismo sino también las toses, los suspiros, el roce de los cuerpos, todo lo que la vida humana aporta e integra a la música. Esto sucede también en la ópera. Yo iba dos o tres veces por semana a la Ópera de Nueva York, donde era abonado. Las toses, los suspiros, los que se levantan y se van, todo eso forma parte de la atmósfera del espectáculo.

-¿Y por qué Jarrett?

-Porque es también muy central en esa época. The Köln Concert es un disco del 1975, y Emilia y Simón lo escuchaban entonces. Después, cuando vuelven a estar juntos escuchan The Melody at Night, with You , una obra lindísima. Les queda Jarrett.

-¿Hay correspondencias entre la música y la escritura?

-Muchas. La escritura aspira a ser música. La música es el cielo o el paraíso de la escritura, que es lo terrenal. Es como su gran amor, aquello que la escritura quiere ser, forma pura que se narra a sí misma. La música se convierte en narración y la narración se convierte en música. En la novela también quise incluir las sinfonías que Mozart no pudo escribir.
Murió a los 35, casi 36 años, imaginemos todo lo que llevaba en su ser y pudo haber sido música. Pero de las músicas que aparecen en el libro, la Misa en Do menor de Mozart es mi obra favorita. Tengo una versión con Kiri Te Kanawa que me parece formidable.

-William Styron contó que Un réquiem alemán de Brahms lo rescató de una depresión feroz.

-Sí, la música es curativa.

-¿Tenés algún método cuando estás enfrascado en la escritura de una novela?

-Soy muy desordenado para escribir, pero trato de mantener cierta disciplina. Me rodeo de calendarios, de almanaques, de relojes, y me fijo todos los días una meta, para alcanzar unas cuantas páginas por semana.
Tengo un pizarrón donde voy anotando los avances y eso me da aliento para seguir adelante. Todavía conservo el pizarrón de Purgatorio. La disciplina es fundamental, esencial. Y, claro, es mucho más gratificante la disciplina que te imponés a vos mismo que la impuesta por el rigor del trabajo.

-¿Escribías todos los días?

-Sí, y me levantaba con gran felicidad para escribir. La escritura no es sólo el acto de transformar la imaginación en lenguaje, sino el descubrimiento de que ese lenguaje desencadena una realidad inesperada y nueva que te rehace, que te permite ser otro, muchos otros. Los días son mucho más ricos si el libro no se te baja de la cabeza, si te impregna de vida todo el tiempo.

-¿Hiciste investigación para esta novela?

-En todos mis libros hay trabajo de investigación y en Purgatorio también.
Cuando escribís sobre la Argentina, el precio de las cosas y las mudanzas del dólar resultan una pesadilla. La realidad se mueve aquí a un ritmo tan vertiginoso que es difícil asir las cosas. Sobre todo esto tengo una montaña de documentos. Me compraba cuanta revista Gente o Somos podía, para recrear
la época, con su patetismo y ridiculez, y para leer las barbaridades que se escribían por entonces. Creo que no se puede imaginar por completo la realidad, y no conozco autor que lo haga. Los lectores tienen una memoria implacable y no perdonan la menor ligereza en los datos. Hasta Cien años de soledad, que teje puras imaginaciones, es un libro con un trabajo de investigación muy riguroso. García Márquez atravesaba Ciudad de México en busca de cierto ejemplar de la Enciclopedia Británica que necesitaba para un dato. El rigor es importante en una novela. Para Purgatorio empecé a preguntar qué se veía por la televisión en esos años, porque la atmósfera está dada por los signos que te caen como una lluvia y te modifican el ser.

-¿Por qué decidiste incluir en la novela un personaje que responde a tus señas de identidad?

-Por necesidad. En un momento dado me dije: si voy a escribir la historia de este personaje, es injusto que no me conozca. Y mezclé la irrealidad novelesca con la realidad. Me dije: tengo que ir a conocer a Emilia. Además, la acción transcurre en el barrio donde viví cuando llegué a Estados Unidos.
Ahí puse la casa de Emilia, que existe: es la casa donde escribí Santa Evita . De hecho, el cuarto donde ella hace gimnasia con la bicicleta fija es el ínfimo estudio donde escribí ese libro.

-¿Dirías que Purgatorio es tu obra más literaria?

-Sin duda. No literaria en el sentido de más cuidadosamente escrita, sino en sentido de que hay creación de personajes y hay la invención de un mundo. A partir del mundo real, se crea un mundo que no existe.

-Bueno, en este caso tenías entre manos una historia que no había podido ser, y no te quedaba más remedio que crearla.

-Claro. Está todo creado, todo imaginado, salvo los desdichados hechos históricos que sirven de escenario.



*Fuente: http://adncultura.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1062190







Convocatoria*



El trilingüe Magazín Cultural Latinoamericano XICóATL "Estrella Errante" (impreso y digital), que desde hace 17 años se edita en Salzburgo, Austria, convoca a ensayistas, narradores y poetas a colaborar con el trabajo de difusión cultural que llevamos a cabo.

Las colaboraciones deben tener una extensión máxima 4 páginas para ensayo y cuento. Para poesía se ruega enviar una selección de poemas de un máximo de 10 páginas. Los escritos deben acompañarse de un breve curriculum vitae (que contenga la dirección postal) y una foto digital del escritor a la dirección euroyage@utanet.at
Los textos seleccionados serán traducidos al alemán y publicados de manera digital e impresa.

Más informaciones sobre nuestra labor cultural sin ánimo de lucro en Europa encontrarán en nuestra página de internet www.euroyage.com
Cordial saludo,



*Dr. Luis Alfredo Duarte-Herrera
Director de YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com

Schiessstattstr. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel: ++43 662 825067


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lunes, octubre 27, 2008

VUELVEN LOS CABALLOS DEL OLVIDO...






*Ilustración: Ray Respall Rojas tgrafica@cubarte.cult.cu
-Indicar "Para Ray", en el asunto del correo.


VUELVEN LOS CABALLLOS DEL OLVIDO...




CABALLOS*



¿Oyes el oscuro clamor de la piedra arrojada al vacío?.
¿Oyes el misterio de las hojas muertas cuando caen?
¿Oyes el incendio de tu bosque de sándalo?
¿Oyes el polen y la sed?
¿Oyes la amarga boca de la noche?
¿Crees acaso que vuelven las antiguas mareas de amapolas?
¿Crees que vuelve el corcel galopando el jinete de la sangre?
¿Crees que el puñal corta el espejo de agua?


Ah, mi amor. Mi amor pradera rosa toro negro.
Que lejano está el niño, la calandria y el canto.
Que lejana la desnudez de sal y los pies descalzos.
Ah, mi amor. Mi amor lluvia dormida tierra. No regreses
Vuelven los caballos del olvido
Partir es solamente una forma extraña de volver



*de Amelia Arellano arellano.amelia@yahoo.com.ar





La cuerda rota*




En aquel barrio siempre había sido difícil vivir. Apartado del centro, lleno de suciedad y escaso en servicios municipales, se había ido degradando con el paso de los años y convirtiéndose en un ghetto. Llegó un momento en que la policía no patrullaba y solamente aparecía para retirar los restos de las reyertas, cerrando los ojos a los motivos e ignorando a los causantes.

Dentro de esta ciudad sin ley era imperativo cuidarse solo y la situación que se había creado era muy complicada porque la unión de dos bandas aterrorizaba al vecindario. Los dos grupos más numerosas habían firmado un pacto de "no agresión" entre ellos y parecía que habían firmado otro de "si agresión" contra el resto del mundo.

La amenaza de muerte que pendía sobre mi era real y ser uno contra más de cuarenta, un problema difícil de resolver. No quería irme del barrio, allí había nacido, vivido y es allí donde quería morir por lo que me preparé para resistir el ataque que presumiblemente me harían en tres días, plazo máximo de su amenaza y de mi vida.

Recordé que cuando una cuerda se rompe se transforma en dos cuerdas, que al romperse lo hace en cuatro y así sucesivamente. Una sola podía generar muchísimas. Debía adoptar la solución de la cuerda y partirme para formar un ejercito. Cuando el día fijado me rodearon tiré de la bomba que tenía atada al cuerpo, dividiéndome en múltiples fragmentos, creando un ejercito que despedazó a todos mis enemigos.



*Joan Mateu. joan@cimat.es






De Casta le viene al galgo. Una curiosidad histórica*




*Miguel Crispín Sotomayor. arcomar@cubarte.cult.cu



La adicción a los libros, como cualquier adicción, hace que al adicto le resulte imposible estar cerca del lugar donde se encuentre alguno de ellos, sin intentar ojearlo y si le resulta interesante tomarlo prestado o "prestado".
Recientemente, estuve de visita en casa de un amigo y en su biblioteca personal "encontré" dos tomos, de los siete, que forman parte de una obra publicada en 1990, por el periodista cubano Enrique de la Osa, en la que recoge las crónicas más significativas que fueron publicadas en la Sección
"En Cuba" de la revista Bohemia. Sección que apareció el 4 de julio de 1943 y se mantuvo hasta el triunfo de la Revolución Cubana, en 1959. Debo agregar, que la revista Bohemia fue fundada en 1908, en La Habana, y se ha mantenido saliendo semanalmente hasta la actualidad.
Esas crónicas denunciaban, con lujo de detalles, hechos de corrupción y asesinatos políticos que ocurrían cotidianamente bajo la protección de los gobernantes de turno, muchos de esos asuntos eran evadidos por la "gran prensa local". También comentaban sucesos políticos nacionales e internacionales y acontecimientos culturales y económicos.
Nunca he podido impedir que me resulten más confiables las historias que cuentan quienes estuvieron cerca o en lugar de los hechos, que las valoraciones de los estudiosos de ellos. Por lo que pedí a mi amigo que me prestara los dos tomos y luego de hacerle muchas promesas y con no poco recelo de su parte, decidió prestármelos. Al regresar a casa comencé a leerlos y es muy probable que me los "preste".
De esas crónicas, quiero compartir una que trata acerca de una protesta popular, ocurrida el 28 de julio de 1945, que alcanzó trascendencia nacional e internacional. Sé que los amigos españoles, latinoamericanos y algunos otros, agradecerán este regalo histórico y no requerirán de mucha imaginación para comprender el por qué: "De casta le viene al galgo".

El artículo, publicado el 5 de agosto de 1945, dice textualmente:

Protestas

ATACAN LA EMBAJADA DE FRANCO

Al mediodía del sábado 28, una enorme multitud, formada por estudiantes universitarios, obreros y militantes de la Juventud Socialista, atacaron el edificio de la Embajada de Franco en La Habana, ubicado en las calles de Oficios e Inquisidor. Piedras y huevos llovieron sobre la casa oficial de
Falange, destruyendo cristales, mamparas y ventanas. La enardecida muchedumbre volcó dos automóviles situados frente al local y pertenecientes a dos secretarios de la Embajada y arrancó el pabellón de la España Azul, izado en el balcón de la misma.
Ampliamente, la prensa capitalina relató los motivos del hecho y los detalles que lo caracterizaron: se trataba de una protesta popular contra el periodista Manuel Aznar, sempiterno vocero del gobierno franquista, desde que éste usurpara el poder de la República, quien arribaba a Cuba, en tránsito hacia Washington, en donde actuará como ministro consejero del "generalísimo".
El incidente que se desarrolló fue violento. Los manifestantes, congregados antes de las siete de la mañana frente al muelle de San Francisco, lugar por donde se anunció que atracaría el vapor hispano
"Marqués de Comillas", portaban cartelones suscritos por la Federación Estudiantil Universitaria, la Juventud Socialista y el Comité pro República Española, que expresaban: "¡Fuera el fascista Aznar!" "¡Pedimos el rompimiento con Franco!" "!Aznar es el Goebbels de Franco!", etc. asimismo, llevaban un automóvil con magnavoces, desde el cual explicaban al público la razón del mitin y exponían quién era la figura que pretendía pisar el suelo cubano.
Según informan los reporteros, el asalto a la Embajada se inició al saberse que Aznar no desembarcaría, con vista de la demostración que le esperaba. Fue entonces cuando los oficiales de Franco entre ellos, el tristemente famoso Pelayo García Olay, presas de terror, avisaron a la Policía.
A pesar de ello, no pudieron evitar lo ocurrido y el pueblo, indignado exteriorizó su protesta en la única forma posible en ese momento con piedras y huevos.
La víspera de la demostración, en la Universidad, en círculos políticos democráticos y en los lugares aledaños a la Embajada española, circularon numerosas proclamas en que se invitaba al público habanero a concurrir al muelle de San Francisco y manifestarse contra Aznar. Una de dichas proclamas decía:
_ Goebbels en Cuba. Ningún cubano digno, que honre la memoria de los libertadores, tolerará que manche el territorio nacional con su presencia, desembarcando del "Marqués de Comilla", el Goebbels falangista Manuel Aznar, amanuense de Weiler, autor de Mi mando en Cuba y mercenario de Machado.
Había en Europa tres grandes criminales de guerra: Hitler, Mussolini y Franco. Había tres grandes jefes de propaganda del fascismo: Goebbels, Gayda y Aznar. Goebbels y Gayda han sido ejecutados; sólo queda Aznar. Si hoy lo dejamos desembarcar, mañana dejaremos entrar a Franco. ¡Muera el Goebbels falangista! ¡ Muera Franco ¡ ¡Viva la República! Firman: Federación Estudiantil Universitaria, Comité Universitario pro República Española.
La otra, del Comité Ejecutivo Nacional de la Juventud Socialista, anotaba que "este servidor del régimen criminal que ensangrienta a España fue también cómplice y fiel colaborador de la dictadura machadista, que asesinó a Mella, a Trejo y otros jóvenes cubanos." Terminaba con estas palabras: "Por el recuerdo de Mella y de Pablo de la Torriente Brau. ¡Fuera de Cuba el representante falangista! ¡Exijamos el rompimiento de relaciones con el asesino de Franco!"
Los periodistas y los políticos demócratas de Cuba conocen perfectamente la trayectoria pública de Manuel Aznar. Dos días antes de que naciera la República Española, siendo director del diario habanero El País-Excelsior, fue llamado por el capitalista monárquico, conde de Barbate, para que se hiciera cargo de la regencia del rotativo reaccionario El Sol, de Madrid. Aznar embarcó preparado para defender la decadente monarquía, pero al llegar a la Península, la empresa había virado hacia la República, ya triunfante, por lo que ocupó su puesto enarbolando el pensamiento que íntimamente repudiaba. Los periódicos republicanos, frente a su descaro, reprodujeron artículos suyos publicados en nuestro país, en donde rompía lanzas, calurosamente, por Alfonso XIII y sus secuaces.
Gran requeté, Aznar se comprometió en la frustrada sublevación que encabezaba el general Sanjurjo, encaminada a la restauración de los Borbones. Se supo, no obstante, que esperanzado con el triunfo del viejo espadón había preparado artículos favorables a la monarquía, que luego sustituyó con otros que condenaban el movimiento y que fueron redactados a última hora.
Con posterioridad, desempeñó el cargo de consejero delegado de la
Compañía Tranviaria de Madrid donde se sostuvo hasta casi dos meses después de haberse iniciado la agresión nazifascista contra el gobierno de España, sin que nadie le molestara, pese a que se conocían sus simpatías por los traidores.
Nadie sabe como, un día, Aznar logró conseguir un pasaporte republicano para ir a Francia. De allí volvió a tierra española, pero a la zona franquista.
Más, como había dirigido un periódico considerado liberal lo aprehendieron y poco faltó para que lo fusilaran. Se salvó gracias a que pudo garantizar su filiación antidemocrática. Entonces, no sólo alcanzó la libertad, sino también el cargo de Director de Propaganda de Falange, por lo que se le empezó a llamar "el señor Goebbels" o "don Virginio", pues desempeñaba tareas similares a las de los jefes de propaganda del Tercer Reich e Italia.
Para nadie es un secreto, además, que Aznar, ni aún en la época en que regía el mimético El Sol dejó de relacionarse con los enemigos de la República. Entre los periodistas, por ejemplo, que incorporó a la redacción de ese órgano de publicidad se hallaban Rafael Sánchez Maza, que fue ministro bajo Franco, Pedro Mourlane Michelena, de Arriba, Eugenio Montes, Francisco Casares, etc., todos ellos adscritos a la Falange.
En los círculos republicanos de esta ciudad se estima que su viaje a los Estados Unidos forma parte de una misión política secreta. Por otro lado, se agrega que Aznar está procurando hurtar un poco el cuerpo al peligro de una transformación que ya parece avecinarse para la península.
En los mismos centros se comenta con sorpresa el hecho de que ciertos elementos censuren con tanta acritud los acontecimientos desarrollados frente al edificio de la Embajada, sin recordar que en febrero de 1943 las turbas falangistas arrancaron el escudo cubano de nuestro consulado en Toledo, según publicara el diario El País a través de un reportaje del compañero Marcelino Blanco. Se mencionan también los innumerables ataques a las legaciones y oficinas consulares de países democráticos, radicados en España, sin que los mismos que hoy ponen el grito en el cielo dijeran una
sola palabra.
Como es de suponer, los sucesos del sábado 28 provocaron una nota de protesta del Encargado de Negocios de Franco. Al cerrarse esta Edición de Bohemia se desconocía aún la respuesta del Gobierno.

Agosto 5 de 1945.

-Fuente: Enrique de la Osa, 1990.
En Cuba. Primer tiempo. 1943-1945. Págs. 137-139.
Editorial Ciencias Sociales, 2002. Cuba.




*Miguel Crispín Sotomayor. Cuba. Reside en La Habana. Graduado de Ingeniero Agrónomo Pecuario en la Universidad de La Habana. Ha escrito los poemarios: "En la Distancia" (África 1978-80), "Fantasmas de Quijote" (2006) y "En la redondez del tiempo" (2008). También ha escrito cuentos, testimonios y en la actualidad escribe una novela histórica.
Colabora habitualmente con las revistas literarias digitales "Inventiva Social", "Poemas en Añil", "Misioletras", "La Buhardilla", "Territorio de Encuentros", "Con Voz Propia", "La Máquina de escribir", "La Iguana", "Mapuche". "Revista Poeta" y otras, editadas desde Argentina, así como en las revistas Artesanía Literaria (Israel), Isla Negra (Italia) y en "Rincón de Poesía" (España). Poemas suyos han sido publicados en "La Jiribilla" de Cuba y en otras revistas y blogs de Brasil, México, Colombia, Venezuela, España y EE.UU.
Sus poemas han sido y son leídos ocasionalmente en programas radiales de dos emisoras argentinas, una de Perú, una de EE.UU. y otra de Francia.
Es Miembro de la Red Mundial de Escritores en Español (REMES) , de Poetas del Mundo y de la Sociedad Mundial de Poetas. Poeta Fundador del Primer Museo de la Poesía Manuscrita, San Luís, Argentina. Director del Movimiento Cultural del Proyecto de Contra información ArgosIs-Internacional en la Red.








Despedida*



Estoy perdiendo tu rostro
entre calles que bajan
a ninguna parte.


Tu voz
en palabras que sin gritarse
mueren frente al viento.


Tu presencia
en esta postal sin sentido
que se desdibuja en el tiempo.


Tal vez la noche
todo lo muda en su vuelo,
o la memoria juega rondas con el olvido.


Hoy sólo puedo mirarte en un recuerdo,
pero las palabras
no retornan sin sonido



*de Silvia Berlasso. silvia_1856@yahoo.com.ar











SOY UN MUERTO PARA EL DÍA DE AYER*



Soy un muerto para el día de ayer,
soy el muerto quien espió por la mirilla,
la noche aquella cual me pareció medio fallecer.
Soñé con unicornios descarnados
y huesos de arcángeles profanados,
desperté a media luz y
a contraluz me desangré,
no vivo, ya no respiro, sólo duermo tranquilo
en medio de esta abismal soledad.


Tengo el frío clavado entre mi vientre y la pared;
de negro se reviste el amanecer,
locura, hambre, sed y enfermedad
son jinetes que dialogan con esta insana pesadilla
con la que me ha tocado copular.


La muerte reviste el despertar del pasado,
pues el ayer está muerto y sepultado
en medio de la ironía y mis lágrimas.
La muerte cabalga triunfante arrastrando un cadáver
quien llevó por nombre vida;
se entrevera con el viento, y con él grita,
gime, sonríe acarreando su presa;
bendita sea la hora que la muerte
de este pútrido ser se acuerda.



La muerte viene, entra, me observa,
respira muy de cerca mi aliento...
huele a paz, aunque aspira miedo al unísono,
toma mis fríos, pegajosos dedos,
roza con sus amarillentos dientes mis labios,
suelta su fétido aliento, mis pulmones se deleitan
con esta danza del arte moribundo y nauseabundo
que la vida me ha otorgado sin misericordia,
pero ya no más clemencia, ya no más piedad,
esta noche, yo y la muerte, haciéndonos el amor,
jura y perjura la agonía que el dolor por fin ya culminó.
La muerte entra en mi alma, en mi pecho, en mi mente,
bebe muy de cerca mi saliva, devora mis pupilas,
sonriendo ahora coloca un beso gélido a mi frente,
sonríe una vez más…
Ya luego se marchará.



*De Jesus Brilanti Torres lugburtian@hotmail.com







Memoria, verdad y ficción

El vuelo en la oscuridad*



El investigador inglés John Stape ha logrado, en Las vidas de Joseph Conrad, una biografía minuciosa y veloz del autor de Lord Jim. El único detalle ausente en la narración es la literatura. Sin embargo, ese retrato exhaustivo permite observar la alquimia que convierte una peripecia real en el oro de una obra memorable.
Sábado 25 de octubre de 2008 | Publicado en la Edición impresa



*Por Vlady Kociancich
Para LA NACION

En un rincón del norte de Inglaterra cuando aún no era Inglaterra sino un caleidoscopio de aldeas con nombres de invasores germanos, en un palacio del seiscientos de nuestra era, una noche de viento y nieve, el monarca y sus nobles, en círculo alrededor del fuego, escuchan una historia. La cuenta un mensajero que ha cruzado el mar, el hielo, las tormentas, para traer al rey esa historia junto con un reclamo que exige una respuesta.

El mensajero, que habla a guerreros cansados en cuarteles de invierno, a jefes que en los últimos veranos han perdido sus mejores cartas en el juego sangriento del poder, hecho de saqueos y de matanzas, dice que su historia trata de una verdad, la de un dios único y victorioso en todas las batallas, las de la tierra y las del cielo. Narra, confiado, extrañas aventuras de ese dios en países aún más extraños que están del otro lado del océano. Finalmente enumera los bienes concedidos a quienes dejaron atrás las creencias paganas, los falsos ídolos que se derrumban cuando los toca el infortunio. Nombra reyes y cortes cercanas que veneran a este joven dios muerto, resucitado y todopoderoso, su señor, que hoy gozan de paz y de prosperidad, de riqueza y de fama, porque han aceptado jurar la nueva fe. El mensajero es modesto y elocuente.

El rey duda. Ya ha escuchado esa historia, de lejos, como golpes de remos en el agua, de naves avanzando en la niebla, pero ahora le piden que se suba a una de ellas y la comande. Que cambie el rumbo, que traicione a las deidades de Asgard y el Valhalla, héroes de un cósmico tablero de ajedrez del que rodarán las piezas el día final, en la mitad de un juego, como fue prometido. Duda mientras piensa en su gente, todos iguales, él también, bajo la autoridad de los antiguos dioses, iguales a ellos salvo en la eficacia de la magia, que en estos días declina y consiente las derrotas. Entonces consulta a su viejo sacerdote, que está presente y no ha dicho una palabra. ¿Debe o no entregarse a esta nueva religión? "Sí –responde el sacerdote–, quizás el mensajero esté diciendo la verdad, quizás ese joven dios sea más poderoso que los nuestros, porque no tenemos certeza de la vida más allá de este mundo. Somos –dice el anciano– como un pájaro que vuela en la oscuridad y el frío de la noche, que entra por una de las ventanas del palacio, que durante un momento atraviesa la luz y el calor, y luego sale por otra ventana, de regreso a la oscuridad y al frío." El rey se convierte al cristianismo.

Recordé esta crónica medieval inesperadamente, mientras cerraba un libro que había terminado de leer y que no guarda la menor relación con historias de santos o de religiones. Es una nueva biografía de Joseph Conrad escrita por un profesor e investigador inglés, John Stape. El título, Las vidas de Joseph Conrad, ya promete al lector una curiosa vuelta de tuerca al mecanismo biográfico tradicional: el autor de Lord Jim no tuvo una sola vida sino varias. Para documentar esta tesis, se utilizará un flamante tesoro de correspondencia y de diarios privados que se han ido abriendo en los últimos años, con datos no accesibles en décadas anteriores. El prólogo advierte que toda biografía de un gran escritor contiene ficciones creadas por el testimonio poco confiable de quienes lo trataron, omisiones y fantasías circunstanciales a las que se suma el aporte imaginativo del escritor cuando debe contarse a sí mismo, como lo hizo Conrad en su Crónica personal, inexacta en fechas, lugares y viajes. Ahora, gracias al reciente aluvión de documentos e investigaciones, se podrá separar la ficción de la realidad, bajar a tierra al Conrad mítico y obtener un retrato fiel de esa personalidad reticente y esquiva que ha eludido a sus admiradores.

En términos de una biografía tan ambiciosa, la de John Stape es breve. Menos de 600 páginas en un volumen de tamaño mediano que incluye fotos, bibliografía, notas y mapas. Y, sobre todo, veloz. La vida de Conrad, singular, aventurera y romántica en comparación con el modelo del escritor clavado a un escritorio, pasa como un tren bala desbordante de datos: toda la infancia, adolescencia y juventud del marino Jósef Teodor Konrad Korzeniowski, aristócrata nacido en Polonia en 1857, que adoptará en Inglaterra el nombre de Joseph Conrad; todo sobre el capitán Korzeniowski y los viajes en los mares del Sur que darán ambientes y personajes para su obra; todo el Conrad escritor, casado, con dos hijos, y el círculo de sus amigos y colegas; todos los detalles de un Conrad ya prestigioso pero no popular. Por último, todos los pasos de Conrad y la fama.

Aun para quienes hemos leído las biografías más conocidas, la clásica de Zdzislaw Najder, la de Jocelyn Baines, entre otras, o las memorias caseras de Jessie Conrad, la de Stape resulta fascinante por un arte menor: la concisión. Una suerte de milagro periodístico que resume una vida entera sin dejar suelto un solo cabo. Salvo, ay, la literatura de Conrad, que flota a la deriva, siguiendo sólo el curso de los hechos. Un lastre que el biógrafo ha soltado deliberadamente de su narración, para aligerarla y dotarla de esa velocidad asombrosa con que recorre años, países, mares, idiomas, guerras, aventuras, enfermedades, amigos, enemigos. A la mitad del libro, me pregunté dónde estaban la imaginación, la humanidad, la íntima grandeza de Conrad, que han dejado una marca indeleble en quienes lo leyeron. Apenas retenía una escena que, por insólita, me divirtió mucho: Conrad en un encuentro con J. M. Barrie, el autor de Peter Pan; había hablado tan exaltado, los ojos negros centelleantes, "como un terrible pirata a punto de abordar un barco", escribió Barrie, que le inspiró el personaje del Capitán Garfio.

Pero el impacto de una lectura nunca es aparente ni inmediato en su totalidad. Cada libro leído, bueno o malo, es único en el presente pero a medida que transcurre el tiempo se une al cuerpo de la memoria, que acumula y mezcla impresiones y juicios, lecturas vulnerables, como nosotros mismos, a la idolatría o la injusticia. Y sin embargo, leer construye en la inestabilidad del recuerdo un mundo propio de asociaciones independientes de nuestra voluntad, como un castillo en el fondo del mar, misterioso y sin dueño, que guarda verdades no percibidas en la superficie, que las revela cuando uno menos lo espera, cuando uno cae en esas aguas profundas por accidente o por azar. En mi caso, por una biografía de Conrad que excluye su literatura, que se refiere a la escritura como un oficio en que las lides habituales, el trato con editores y agentes literarios, las fechas de publicación, las ganancias detalladas hasta la última libra tienen más relevancia que la obra.

Terminé el libro, lo cerré y me sorprendí pensando qué hubiera dicho Conrad de aseveraciones como ésta: "Escribir no debió carecer de aventura para él", frase que rebaja una intención artística que le costó años de indiferencia pública a un crucero de turismo. O sobre el terrible viaje al Congo en 1889, que dio uno de los relatos más extraordinarios en lengua inglesa, El corazón de las tinieblas, donde efectivamente y documentado en registros oficiales, Conrad estuvo a punto de morir, perdió la salud y, para siempre, la carrera de marino con que se ganaba la vida: "No fue la pesadilla que cuenta". ¿Qué hubiera dicho? Cómo saberlo.

No creo en fantasmas, así que Conrad no se me apareció, ni indignado ni escéptico ni complaciente, a darme una respuesta. Pero sí creo que la literatura es el fantasma de una memoria universal, fantasma de recuerdos de recuerdos anudados en el hilo del tiempo, que se muestra y habla a poetas, lectores y escritores en distintas formas y lenguajes pero sin perder su identidad, su sentido de pertenencia a todo lo humano, lo fugaz, lo inasible de nuestra existencia en este mundo. Y ese fantasma, salido de un antiguo texto eclesiástico, tomó la voz de Conrad y dijo con el tono de sus mejores libros: "Somos como un pájaro que vuela en la oscuridad y el frío de la noche, que entra por una de las ventanas del palacio, que durante un momento atraviesa la luz y el calor, y luego sale por otra ventana, de regreso a la oscuridad y al frío".

Durante el resto del día, esas palabras escritas hace unos mil trescientos años me siguieron obstinadamente, como campanadas lejanas que repicaban en el nombre de Conrad. Ya era de noche cuando entendí la conexión entre el relato medieval y una biografía de este siglo. Del primer texto, nos llega la visión de un mundo hostil, aislado en el invierno, en que la soledad, la tristeza y la incertidumbre se expresan en la espléndida metáfora del pájaro que vuela a oscuras en el frío, sin pasar más que brevemente por la luz y el calor. Del segundo, el propósito de mostrar al escritor separado de la obra, como si vida y obra pudieran cortarse de un tajo, que da un retrato en que el escritor es irreconocible y el hombre, si aceptamos la dualidad, una caricatura hecha de manías, de nervios, de caprichos. Pero paradójicamente, la detallada información de cada uno de sus movimientos, la transcripción minuciosa de viajes, cartas, opiniones y críticas, las erráticas interpretaciones sobre su carácter revelan, sin querer, por ausencia, una conmovedora pintura de Joseph Conrad y de los temas de sus libros. Una vida de lucha en un mundo que siempre le es hostil, una conciencia de su soledad en la vida y en el arte, el vuelo a oscuras en busca de una luz, la digna aceptación de la incertidumbre como uno de nuestros rasgos invariables.

"A lo largo de su vida había comprobado que muchos hombres buenos (marinos y de los otros) se hundían bajo el peso de la pura mala suerte, y había aprendido a reconocer los síntomas fatales", piensa el protagonista de La soga al cuello. Conrad también ha adquirido esa experiencia. "Con tanta regularidad el pobre diablo se atascaba en un recoveco de la costa que hubiera sido injusto achacar esa perpetua encalladura a su atolondramiento", escribe. Las peripecias de una vida se translucen en este fragmento. Mala suerte que desequilibraba la buena tuvo Conrad, y en cantidades asombrosas.

Con una infancia desdichada en una Polonia sometida a la tiranía rusa, arrastrado de un sitio a otro por las ideas revolucionarias de su padre; compartiendo, a los cuatro años, la prisión de sus progenitores en una suerte de campo de concentración donde la temperatura invernal llegaba a los 45° bajo cero; huérfano a los once, criado por una abuela, luego protegido por un tutor, embarcado en la carrera de marino a los quince, emprende un viaje incesante. Viaje que encalla regularmente en distintos tipos de fracaso, ya sea en las playas más remotas del mundo o, cuando se ha instalado en Inglaterra, en las casas que alquila y abandona en una constante mudanza, en las idas y venidas de Europa en busca de un clima tibio que lo mantenga sano y en el que pueda escribir. Porque si de niño era frágil, a los cuarenta la enfermedad lo sigue como su propia sombra: gota, reumatismo, fiebres, malaria y la melancolía que acompaña a la invalidez. Su pésima salud y la imposibilidad de encontrar un puesto en un barco lo deciden a ganarse el pan escribiendo. No es una decisión atolondrada. La buena suerte llega en la demanda de nuevos autores para la ficción por entregas y Conrad ya había escrito el borrador de una novela, La locura de Almayer. Publica y la crítica es estimulante. Pero la mala suerte reaparece, imprevista. Conrad es un escritor lento. "Se toma demasiado tiempo –rezonga un crítico de entonces– para tapar la acción bajo una montaña de palabras."

El terror de la página en blanco lo entienden fácilmente incluso quienes no escriben. Pero la angustia de la lentitud nunca aparece sin una broma o un sarcasmo sobre el escritor que la sufre, aunque las lentas páginas logradas sean maravillosas. En el caso de Conrad, esa lentitud, que de hecho no era más que coherencia con su estética, la de no someterse a las exigencias de un mercado que pedía historias entretenidas y sin vueltas, la de encontrar la forma y el tono justos para cada narración, consistía en alargar capítulos, en no respetar las fechas de entrega porque se le había ocurrido un argumento nuevo, otro punto de vista. Para un escritor cuyo único ingreso de dinero provenía de sus ficciones, ser lento no era un defecto cualquiera, era una circunstancia trágica; y la tensión de no poder cumplir con un contrato, una revista o una editorial le amargó la vida. Anclado a su escritorio, veía con horror de sí mismo cómo sus colegas y amigos, H. G. Wells, John Galsworthy, Henry James, pasaban de un libro a otro con mágica velocidad, entre las distracciones de la vida social, las cenas, los amores, los divorcios, mientras él encallaba en una página o lo inmovilizaba la fiebre o un ataque de gota. En el mejor momento de Lord Jim, cuando el dolor en la muñeca le impedía sostener la pluma, se colgó un peso de la mano para afirmarla y continuar. No es extraño que sus cartas rezumen una inseguridad que raya en el pánico. "Desde el pasado junio he estado bastante bien. Sólo cabe contar la falta de agilidad. El sentimiento de que el juego ya no vale la pena. Condenado a jugar, persisto como una araña desilusionada tejiendo en medio de un vendaval." "En el curso de un día laborable de ocho horas escribo tres frases, que borro antes de levantarme de la mesa, desesperado." Y sin embargo, de esta desesperación surgen, en poco más de un año, entregas de Lord Jim que está por completarse, cuentos como "Juventud" y el magistral "relato africano" El corazón de las tinieblas.

La buena suerte, empujada por el genio y la voluntad, es para Conrad tan excepcional como la mala. Extranjero, de profesión marino, sin contactos en Inglaterra, encuentra en el primer paso al agente literario ideal, el que soñamos todos los escritores: Edward Garnett, un joven culto, sensible, de paciencia infinita, que cree en su talento, que no sólo se ocupa de estimularlo sino que a lo largo de años pagará las deudas de Conrad y los interminables adelantos, un amigo que siempre interviene para salvarlo de las permanentes catástrofes, que escucha y entiende, sin quejarse. Otra racha increíble de suerte es el aplauso inmediato, el reconocimiento de escritores ya consagrados como Wells y James, de Edmund Gosse y de la crítica más prestigiosa, de filósofos como Bertrand Russell y otros intelectuales. Sabemos que los círculos literarios no son precisamente generosos, menos con un recién llegado, para colmo polaco y sin antecedentes académicos, y emociona la admiración, el apoyo público y privado que recibió Conrad de los autores más importantes de Inglaterra. Este mundo difícil y siempre esquivo le abrió los brazos desde el primer momento; los lectores, en cambio, miraban hacia otro lado. Los libros de Conrad se vendían muy poco. No gustaba el estilo, la prosa, la sutileza del lenguaje, las reflexiones sobre la vida, la muerte, el azar, la complejidad de la existencia. "Demasiado literario –se diría hoy– para un contador de historias." Sin el soporte del leal agente, de editores con visión de futuro, de la admiración nunca menguada de sus brillantes colegas, quizá Conrad no hubiera sobrevivido a la oscuridad. Le iba tan mal que buscó un puesto en algún barco. Por buena suerte, esta vez para nosotros, sus lectores, no lo consiguió: había envejecido junto con los barcos que sabía tripular, los elegantes clippers de vela reemplazados por el barco de vapor, y se pedían jóvenes expertos en estas nuevas máquinas.

La fama le llegó desmesuradamente, trayendo consigo también una desmesurada fortuna (notas sueltas y manuscritos de Conrad eran comprados por coleccionistas al precio de caras joyas), cuando la imaginación del escritor se había vaciado del todo y su cuerpo perdía las últimas fuerzas con una novela menor en cuyo título parece resumirse el destino de Conrad: Azar. Murió repentinamente, de un infarto, solo en su dormitorio, en agosto de 1924. Tenía 67 años.

A un siglo y medio de los días en que el capitán polaco Jósef Teodor Konrad Korzeniowski hizo virar el rumbo de su vida marina a la del escritor en lengua inglesa con el nombre de Joseph Conrad, su obra, que siguió la ruta invariable de las grandes obras literarias en el curso del tiempo, costeando el olvido, esquivando modas y desdenes, refugiándose en pequeñas islas de lectores, bella y dúctil en la tormenta como uno de los barcos de vela de sus libros, reaparece en triunfo, multiplicándose en nuevas ediciones, nuevas antologías. Los relatos de Conrad han dado al cine films inolvidables: de denuncia sobre el horror del imperialismo en Apocalypse Now, de Francis Ford Coppola, o de ironía trágica en Los duelistas, de Ridley Scott, tan conradiano que llamó Nostromo a la nave espacial de su película Alien y usó el recuerdo, uno de los valores más significativos para Conrad, como prueba de la humanidad del androide de Blade Runner.

Del personaje que vieron sus contemporáneos en el hombre, el extranjero, el marino, el recluso, el noble de exquisitos modales o el manojo de nervios y de achaques, no quedan más que cartas, diarios y fotos; de la intriga de sus aventuras en un mundo casi desconocido entonces, sólo la impresión de que han sido superadas por muchos otros y con creces. Es en sus libros donde Joseph Conrad cobra vida, en la mirada centelleante y apasionada con que aborda el mundo y su gente, en la alta montaña de palabras que levantó del vuelo a oscuras de todo escritor, de la soledad, de la incertidumbre del futuro, en el breve cruce de una ventana a otra.



*Fuente: ADN.cultura
http://adncultura.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1062623




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Queridas amigas, apreciados amigos:

El domingo 26 de octubre del 2008 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg (107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música del compositor argentino Santiago Diez-Fischer. Las poesías que leeremos pertenecen a Lina Zerón (México) y la música de fondo será de Takillakta (Andes). ¡Les
deseamos una feliz audición!


ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at
(Link MP3 Live-Stream. Se requiere el programa Winamp, el cual se puede bajar gratis de internet)!!!! Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!!


REPETICIÓN: La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!

Cordial saludo!


YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com

Schießstattstr. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel. + Fax: 0043 662 825067



Convocatoria*



El trilingüe Magazín Cultural Latinoamericano XICóATL "Estrella Errante" (impreso y digital), que desde hace 17 años se edita en Salzburgo, Austria, convoca a ensayistas, narradores y poetas a colaborar con el trabajo de difusión cultural que llevamos a cabo.

Las colaboraciones deben tener una extensión máxima 4 páginas para ensayo y cuento. Para poesía se ruega enviar una selección de poemas de un máximo de 10 páginas. Los escritos deben acompañarse de un breve curriculum vitae (que contenga la dirección postal) y una foto digital del escritor a la dirección euroyage@utanet.at
Los textos seleccionados serán traducidos al alemán y publicados de manera digital e impresa.

Más informaciones sobre nuestra labor cultural sin ánimo de lucro en Europa encontrarán en nuestra página de internet www.euroyage.com
Cordial saludo,



*Dr. Luis Alfredo Duarte-Herrera
Director de YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com

Schiessstattstr. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel: ++43 662 825067


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