miércoles, agosto 31, 2011

TRAS PAN, TRAS AIRE O TRAS ESPUMA...



*Ilustración: Walkala. -Luis Alfredo Duarte Herrera- http://galeria.walkala.eu



Espejo retrovisor*



Mañana de ciudad. Bulle el trabajo.
Coches y gente: hormigas.
En imprevista esquina, fulgurante
avanza tu figura detenida.


Mi mano te saluda, con medida sonrisa.
La tuya me responde en breve gesto
que borra las hormigas
hace estallar silencio
y suspende la brisa.


Aspiro todo el aire de la calle.
Mi mirada furtiva
captura en el espejo
tu espalda que se aleja detenida.


Parpadeo.
Cuando doblo la esquina
-por prudencia esta vez-
miro el espejo.
Pero está descompuesto: tu aura lo trabó.
Un disco fotográfico rayado
me destella tu imagen
en la ciudad vacía.


*De María Amelia Schaller. masch@arnet.com.ar










DE NINGÚN CAMINO…*


para Amelia



De ningún camino
se regresa,
y todo retorno
es otro tramo,
otro viaje de ida,
otra búsqueda.
Todo es un ir, un
revelarse,
en la sinuosa y
entrecortada
travesía, que baja
y sube
(y tantas veces
cae),
tras pan, tras
aire
o tras espuma
o nube,
en busca de la
orilla.


*De Eduardo Dalter. eduardodalter@yahoo.com.ar





La señora denfrente*




*De Lucía Cinquepalmi luciaguionbajo@gmail.com



La señora denfrente era muy gorda. O ancha, no sé. O el cuerpo le había ido creciendo desparejo por los esfuerzos de agacharse, levantar cosas pesadas, y dormir poco. Saludaba siempre y hablaba mucho y muy fuerte, con una voz aguda muy sudada que le marcaba las líneas del cuello y se sumaba a la obligación de abandonar su italiano precario y sustituirlo por un argentino bonaerense más precario aún.
Por la noche, tarde, yo volvía de estudiar o de noviar y veía la luz siempre encendida de la cocina.
Algo me hacía saber que ella estaba despierta y, no, que necesitaba iluminación para dormir.
No era de esas mujeres que tengan miedo alguno.
A la mañana temprano, yo tomaba el tren de las seis y diez para ir al trabajo y a la facultad.
Para ganarle a las doce cuadras que me separaban de la estación, salía de casa apenitas pasadas las cinco y media.
La luz de la cocina de la señora denfrente ya estaba encendida.
Alguna vez decidí demorarme sólo para no perderme ese pedazo de vida que todavía quedaba vivo y la escuché: ma, pero vení acá gayinnitta remolona ¿o te tenco que dar de comer alla bocca?
¿Vos no te mestarás poniendo tristona, no?, le decía a la rosa de un color que nunca pude saber exactamente cuál era, porque sólo ella lo tenía y nunca más volví a verlo.
Tomaba la flor desde el cáliz como cuando uno acaricia un hijo desde debajo de las orejas para que sienta todas las cosquillas y el estremecimiento que sube recorriendo toda la belleza y el calor, y le fabrica una sonrisa.
Desde en frente parecía sentirse el aroma de sus ensaladas y salsas con albahaca y oliva o el dulce de frutas que dedicaba a ese hijo, un poco mayor que yo, que se había encontrado con la epidemia de polio justo en el momento en que su cuerpecito salía a levantar un pie para darle impulso al otro. Y caminar.
No pudo hasta muy entraditos sus años.
Pero pudo gracias a una madre, la señora denfrente, que le puso vida a sus huesos, su mielina y su deseo.
Él, Juan Carlos, empezó a andar y a animarse, sin miedo, hijo propio de esa mujer.
A la nochecita, a esa hora de los bichitos de luz y las escondidas, yo la había escuchado: mirá cuanqui, ¡que se no te decá de codderr te cjuro que ti agarro e ti colgo!

Con mi hermana, que salía a fumar a escondidas convencida de adulterar el olor a pucho con Siete Brujas o Charlie de Revlon, nos reíamos, más cerca de la ternura que de la burla.
La señora denfrente contaba con todos los elementos que se requieren para que uno pueda burlarse, pero con ella era imposible.
La primavera emanaba música y colores en esa casa, pero no música envasada sino esa que nace de los acordes de los paraísos y los ciruelos, las gallinas y los pájaros que iban a comer a su patio.
Colores de la vida misma.
Del verano salía una sombra fresca que restituía la dignidad de las siestas e invitaba a despertar las madrugadas con olor a frutillas maduras y caca de gallina que se mezclaba con el arte hiperrealista en ese escenario incomparable.
El invierno de esa esquina inconmensurable rompía la pereza de cuando mami me pedía: ¿vas a buscar un par de huevos a lo de Nélida?
Yo, que estaba desparramada entre mis fantasías acompasada por Génesis o Pink Floyd, devanándome entre la culpa y el deber, con Los Miserables o Crimen y Castigo, y atizando los leños de la estufa de nonno, salía rauda hacia la casa de la señora denfrente, para empaparme de esa energía que le daba a la vida su verdadero significado.

-Vení que ti mostro ¿viste lo pimpoyyitto nuevo que le salieron al conejitto? Con este frío, è incredibbile. La culecca se me quiere ir, pero yo no la decco, mirála poveretta, mà pero eyya è l’allegría desta casa, no la puedo deccar ir así nomás.

Yo miraba como distraída hacia la mandarina y ella me llenaba una bolsa al instante.
Alguna vez me he olvidado los huevos y tuve que volver a ir, con timidez y torpeza, porque mi trofeo era volver con ese olor impregnado y esa bolsa que guardaba el enigma de la fuerza de vivir, y no con los mandados mandados.
Juan Carlos, el cuanqui, era todavía muy tímido pero se acercaba a veces, creo, a disfrutar de mi sonrisa llena de lágrimas que nunca pude aprender a evitar.



Había un marido allí. Un hombre taciturno y abnegado.
Conformaban una de esas parejas a las que uno no puede atribuirles sensualidad alguna, pero se los veía fuertes en eso de llevar una casa y la familia adelante.
El señor, el marido de la señora denfrente, le había dicho a mi madre una tarde, siendo yo muy pequeña: Lucy es muy noble, no conozco otra persona así.
Lucy era yo, en ese entonces, y me llenó de desconcierto esa expresión que no comprendía. Como un día de la fiesta de la primavera que me eligieron reina por unanimidad, y tampoco comprendí qué quería decir.
Asimilé con los años que la decisión había sido por una nimiedad, algo sin demasiada importancia que era difícil definir.
Mi autoestima nunca fue mi fuerte.


Transcurrieron años.
Yo me fui de allí, como se van todos los que creen que, para crecer, deben partir, parir, plantar y seguir partiendo.
Me fui.
Volví a volver cada vez que algún aniversario, vacación o festividad me acercaba a la cocina de mi madre y a ese mundo pulpo del que había necesitado desprenderme.

Miré de nuevo el patio de mi madre. Había también allí mucha vida que yo había distraído buscando originales sensaciones.
Qué cosa esa que la comida siempre parece más rica en la casa de otros… y uno queda, ante los anfitriones, como un subalimentado que se desenfrena por una milanesa como si hiciera meses que no come…

¿Será ese el origen de la envidia? ¿O será su consecuencia?

Cuando volví con otros años de sensaciones más encima que adentro, fue urgente buscar el aroma de la casa de la señora denfrente, pero no olía.
No olía a nada.
Los paraísos y los ciruelos seguían tañendo un ritmo cadencioso que abrazaba una ausencia inexplicable.
Mi madre, ocultada detrás de un puñado inefable de prejuicios tuvo que contármelo: La dejó ese pelotudo del marido y está trabajando en una parrilla como cocinera. Viene a la casa solamente un ratito a la siesta.
Mi pregunta, también pacata y retrógrada: ¿a esta edad? obtuvo la respuesta acorde: y… se le cruzó una porquería de mierda, una atorranta que le está sacando toda la plata… ese viejo verde…
Aquel que había tenido alguna vez el parámetro para calificar la nobleza se transformaba repentinamente en un pusilánime.
Mi ánimo perezoso concluyó repentinamente que esa sensualidad inexistente que me había parecido percibir de niña, lo había llevado a ese marido detrás de unas caderas ardientes y un cuerpo que no estaba deformado de agacharse y hacer fuerza.
Tal vez tuve flojera de pensar que en realidad los maridos siempre se van con otra y necesité encontrar una mirada aldeana que contrarrestara todas las contradicciones de la monogamia inventada por un sistema.
O, tal vez, vaya uno a saber qué mierda pasó, la cuestión es que la tristeza y el abandono habían inundado esa inmensa esquina sin gallinas culecas, sin pimpollos acariciados, y repleta de mandarinas caídas a la buena o a la mala de algún dios.

Aún así transcurrido el mal tiempo, y gracias a que la jubilación en esta perversa sistematización de nuestro deseo, llega, no por júbilo sino por vejez y desgaste, el patio volvió a habitar la vida de la señora denfrente.
Me llamaba, al veme llegar con mi prole, de visita a los nonnos, para regalarme ropita tejida por ella con rezagos que heredaba de sobrantes del mismo perverso sistema. Me narraba las peripecias de una batita o una mañanita que tejía para una especie de asilo al que, también, iba a cocinar solidariamente cuatro veces por semana.
Las mandarinas y los conejitos resucitaron al compás de las rosas y los capullos de gusano, las gatas peludas y los bichos canasto.
Todo convivía en ese pequeño atolón que no había sido alcanzado por la perversión a pesar de su tanta presencia.

Me llamó mi madre un día, desde toda la distancia que yo había generado al partir de allí, para contarme que, además de los sudores omnipresentes de la señora denfrente, un color amarillo rancio y un olor penetrante se habían puesto a vivir en su ancho y extenso cuerpo, y la habían internado.
A la mañana siguiente, ya estaba muriéndose, sin más explicaciones y consuelos que la vida es así.
Había sido la única amiga de mi madre, esta madre, mujer, que había dejado a sus amigas hacía cincuenta años del otro lado del océano de la guerra y las mezquinas disputas de poder.

Los hijos de la señora denfrente, miserables, como la mayor parte del género humano, que es el único capaz de alambicar tanta miseria y desidia, debatieron sobre su cadáver fresco, pero nadie recordó regar las flores ni dar de comer a las gallinas y a los pájaros.
Yo, hace mucho que no ando por allí, pero practico cada mañana el saludo a la vida en su nombre y su recuerdo.


Ya hay un pájaro que come de mi mano y no me teme.
Tal vez he aprendido algo.


- 16 de septiembre 2009.




Pájaro en una tormenta*



Ese día, ese primer día de la naciente primavera
la embriagadora música amaneció sobre los montes.
La risa azul que irradiaba el firmamento
reverdecía las laderas y ensalzaba
los contrastes verdirojos de los prados.

Ese día florecieron los años de destierro
reconstruyendo la antigua cúpula dorada
con columnas de esperanza y miradores
que se abrían sobre el valle de la dicha.

Así, ciego, con la daga de tu nombre entre mis labios,
creí haber escapado a las fauces del destino,
pero hoy las sombras cenicientas de twin peaks
nuevamente han descendido sobre mí
y no hay una hondonada sin fisuras
donde poder respirar un minuto de sosiego.

¿Qué despiadada venganza de los dioses
me condena al arbitrio de las nubes
inquietantes, plomizas, que me cubren?

¿Qué oscuro designio ha desencadenado
el furor del vendaval sobre mis alas rotas?

Dondequiera que el atardecer me lleve
la faz del firmamento está cerrada.

Un granizo triste azota las esquinas
de esta ciudad vencida, saqueada y moribunda
donde hasta los perros vagabundos se estremecen
cuando sus ojos caen en la oquedad del cielo
tapiado por un muro de silencio perpetuo.

No hay luna que brille en esta noche aciaga
y hasta el bosque resuena con un murmullo de amenaza
que confunde la vigilia de los buhos
y acalla las canciones de los árboles
como una divinidad incontestable.

Los ángeles blanden un estandarte de inclemencia
y el horror se va extendiendo en los zaguanes
como un torrente negro que va desdibujando
las huellas que dejaron nuestros pasos
en la alfombra de asfalto, en las baldosas
blanquinegras que adornan el recuerdo.

Todo es una sombra impenetrable,
todo un trueno aterrador que nunca cesa,
un relámpago atroz que incendia la cordura.

Y entre el caos volar, volar toda la noche,
toda la infinita noche atravesar los cielos
sabiendo que las tormentas nunca cesan
y que el amanecer es tan sólo una utopía
urdida con los frágiles cristales
del evasivo espejo que jamás se detiene.



*De Sergio Borao Llop. sbllop@gmail.com
http://sergioborao2011.blogspot.com/








El patriarca de los pájaros*



*Por Víctor Maini


En toda barra había un gordo, y todos los gordos eran buenos. Si este mito se basaba en que nunca se enojaban, se reían fácilmente con lindos hoyuelos en los cachetes, al formar la montaña rusa iban siempre abajo y uno se podía tirar como si estuviera frente a un colchón o jugando al siete vidas se
podía chumbar que se iba aguantar todos los pelotazos sin chistar, entonces el nuestro era el más bueno de todos. A tal punto que se había puesto su propio sobrenombre, su nombre era Gabriel Barril. pero nosotros nunca lo llamamos por el apellido, siempre le dijimos barril, desafiando a la señorita Zunilda quien sostenía que las mayúsculas en nombres propios o al inicio de una oración se podían escribir pero no pronunciar.
Para completar el personaje, barril hablaba con la "z", trayéndole este problema un sólo beneficio, ser el único en pronunciar correctamente el nombre de la maestra, pero por otro lado no podía pedir zilenzio por temor a conseguir todo lo contrario.
A la hora de jugar a la pelota, en la cruel ceremonia del pan y queso, siempre quedaba último para ser elegido, con el agravante de que no lo quería ninguno de los dos equipos, la tarde que salí a mediar por él, Mario me gritó "llevátelo vos que tanto lo defendés, no ves que este gordo no sirve para nada, ni de arquero puede jugar, lo pongas donde lo pongas se queda mirando los pajaritos".
Dicen que la crueldad no deja de ser verdad, y en este caso era literalmente cierta la acusación, a barril lo único que le interesaba cuando estaba en la calle eran los pájaros, conocía la nueva camada de pichones de los horneros que habían hecho el nido en el frente de la comisaría, cuantas calandrias
había en tal árbol, colgaba tachos en los plátanos para ayudar a los gorriones, llevaba mijo en los bolsillos del guardapolvos para las palomas que bajaban al patio de la Zeballos, y al volver de la escuela siempre tratábamos de acompañarlo por miedo a que cruzara Cafferata mirando para arriba, siguiendo el vuelo de alguna tacuarita.
El patio de su casa estaba lleno de jaulas, cada una con un pajarito, jaulones, tramperas, y redes que lo ponían de muy mal humor a Adrián, el loco, el poeta del grupo, el que se paraba siempre en un lugar distinto para hacer su comentario en su propio lugar, acción que lo llevaba a chocar con todos, pero especialmente contra el gordo por una cuestión de principios, las aves para el soñador representaban sueños y nadie tenía derechos a encerrarlos, ni siquiera un amigo. Para hacerlo enojar, solía cantarle un
tema de Guarany que decía algo así como "qué tristeza tendrán, los que enjaulan los pájaros, que amargura tendrán, para encerrar su canto...", canción que ponía muy nervioso a Gabriel quién siempre le pedía lo mismo: "No empezé Adrián, no empezé eh..."
Pero el artista así como sabía apretar, sabía aflojar también : "No te enojés, rey del bosque, cambiate que vamos a tomar un helado y de paso miramos algunas canarias".
A nadie sorprendió, entonces, que barril, después de trabajar unos años en una fábrica de bolsas de polietileno, se hiciera echar y con la indemnización abriera una forrajera con ventas de pájaros incluida en Lavalle y Mendoza, lugar que para nosotros fue el último refugio en donde poder vernos de vez en cuando. Cuando pasaba Adrián por el comercio, todo empezaba de nuevo "¿Aquel cabezita negra está preso por causas políticas?, ¿Aquellos chilenitos y paraguayitos están detenidos por indocumentados? ¿Ese tordo chaqueño está procesado por ejercer la medicina ilegal en Resistencia?
Por lo menos soltá el cardenal, adonde viste un cura preso, gordo chanta".
"No empezé Adrián, no empezé, eh, que ahora que me junté con la turca y sus dos pibes tengo que vender zien pájaros por día".
--No te enojés, benteveo, y poné la pava que te cebo unos amargos, --aflojaba el irónico.
El tiempo fue cambiando las casas y la mentalidad de quienes las habitan, las nuevas leyes y decretos prohibieron la venta de pájaros nacionales y las multas y clausuras fueron creciendo sin pausa ayudadas por la intransigencia de su dueño.
Una mañana, al volver de hacer unos trámites, al doblar Lavalle vio lo que nunca imagino ver, un jeep parecido al de Daktari, parado frente a su negocio, unos chicos disfrazados de Rambo cargándolo con jaulas llenas de pájaros que sacaban de su local, incluyendo a Carusso, un cardenal amarillo que no estaba en venta por ser un regalo de su cumpleaños número diez. Su madre vencida en la vereda alcanzó a decirle al verlo llegar "perdoname hijo, no pude hacer nada".
El que no ahorca cuando aprieta es Dios, pero la realidad suele ser atea y en ocasiones no afloja, aprieta hasta el final. Antes de llegar a ese final barril explotó. Lo hizo ante un inocente, un pibe que trabajaba ad honorem, y creía que estaba construyendo un mundo mejor largando pajaritos, un adolescente que nada sabía de la acumulación de penas, rencores, impotencias, de ese desconocido que ahora lo estaba tomando del cuello con sus manos transformadas en garras y mordiéndole la cara hasta arrancarle un
pedazo.
Se cree que lo hubiera matado de no haber sido por la participación de un compañero de la víctima, quien clavó un dardo tranquilizante para pumas en la nalga del gordo.
Por intento de homicidio y desfiguración de rostro estuvo un tiempo en Coronda, donde se negó a recibir visitas, cuando lo trasladaron a la sexta tomé fuerzas y fui a visitarlo.
Para evitar de tocar temas como el de la reciente muerte de su madre, o la fuga de su mujer con un policía le compré un libro enciclopédico sobre pájaros nacionales, que ojeó sin mucho interés y que terminó mojándolo con sus lágrimas, cuando después de hablar unos minutos de pavadas, rompió en
llanto como un chico.
Después de llorarse todo, insultó, blasfemó, descargó su ira contra el encierro, la cárcel, las rejas, confesó que hubiera preferido estar muerto todo este tiempo antes que encerrado, que sentía pánico al saber que afuera pasaban cosas y que él no podía hacer nada. Me tranquilicé recién cuando lo escuché ponerle unas fichas al futuro, cuando dijo que a pesar de todo no veía la hora de salir para ir a comprar pájaros. Me alegró por un lado, pero me sorprendió por otro, y se lo hice saber "barril, vos vas a seguir en este negocio después de todo el kilombo que se armó". Me contestó rápidamente:
"Ni loco zigo, voy a comprar pájaros para zoltarlos, flaco, para zoltarlos".


*Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-30223-2011-08-31.html







La caída de las hojas*



Los pasillos de la biblioteca aparecieron llenos de hojas esparcidas por el suelo. A medida que pasaban los días, el grosor de las hojas iba en aumento, y solo faltó que alguien abriera las ventanas para que se crearan remolinos de hojas que al final se acumularon en los pasillos de la Z y la V.

El sustituto del bibliotecario titular estaba obnubilado por el suceso y no sabía como reaccionar. Se resistía a tirar las hojas, ya que de hacerlo dejaría ejemplares incompletos, pero por otra parte tenía que hacer algo porque, de seguir así, en una semana sería imposible pasar entre las estanterías.

Se resistió hasta donde pudo porque quería que se reconociera su capacidad para llevar la biblioteca pero llegó el momento en que no tuvo más remedio que llamar al viejo bibliotecario oficial.

No esperaba que el anciano no se sorprendiera y aun resuena la carcajada en sus oídos y aquella respuesta "¿Pero, acaso no te has dado cuenta de que estamos en otoño?




*De Joan Mateu. joan@cimat.es







Homo Cosmos*



*Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona



UNO Rodríguez sigue mirando fijo. Sin pausa. Tal vez la culpa sea del calor bestial: mejor no desperdiciar energías bajando párpados o moviendo pupilas.
Mira a quemarropa, sin que se le mueva un pelo de sus pestañas. Y si la semana pasada Rodríguez contemplaba una patata frita devenida hostia milagrosa, lo que observa ahora es una foto de la Tierra. Una de esas postales que nos muestran el sitio donde nos pusieron. Pero esta es una foto diferente. No es la típica vista de azules y blancos y marrones celestiales y armónicos. No, esta foto -enviada por el satélite GOCE de la Agencia Europea del Espacio- revela un paisaje diferente del mismo lugar de siempre.
Colores más histéricos y cercanos a las inflamables tonalidades del cómic. Y lo más inquietante de todo: la tranquilizadora forma esférica ha sido suplantada por algo que parece abollado a patadas, curtido por batallas contra sus parásitos habitantes o, tal vez, en el acto mismo de desinflarse. Algo, sí, deforme.


DOS Y si el rostro es el espejo del alma -piensa Rodríguez-, entonces, teniendo en cuenta lo que muestra y demuestra la foto en cuestión, la cosa no anda bien. Y es que Rodríguez -más allá de que la carrera espacial parezca ya no tener meta a la vista y que se hayan retirado de circulación los transbordadores espaciales- pertenece a una generación que creció pensando mucho en el universo, el infinito y más allá. Ya saben: el hijo único de Kriptón; la paranoia y el afecto especial por aquellas películas con efectos especiales baratos pero sentidos estrenadas durante la Guerra Fría y repuestas en televisores blanco y negro; Spock & Kirk, Los invasores y sus inflexibles meñiques; el satori definitivo de 2001: odisea del espacio; los delirios de Erich von Däniken y las epifanías de Carl Sagan; Steven Spielberg como supuesto agente de prensa de extraterrestres; el desprecio por el infantilismo space-opera de George Lucas; y, ahora, la ocasional pero cada vez más frecuente sospecha de que su hija mayor (pero eternamente adolescente) y su atemporal señora esposa bien pueden ser body-snatchers. Con su hijo menor -diez años-, Rodríguez todavía siente alguna conexión espacio-temporal. Y es con él que Rodríguez parte. En busca de aire acondicionado y, de paso, ver Super 8 de J. J. Abrams. Rodríguez la pasa bien. Aunque le perturbe un poco la ínfima distancia que separa a un homenaje sentido a sus siempre veneradas Encuentro cercanos del tercer tipo y ET de una imitación cínica y aduladora, calculada al milímetro. Y suspira aliviado: este nuevo producto marca Abrams -tal vez porque Spielberg lo vigiló de muy cerca- tiene, por una vez, algo parecido a un final. Porque, por lo general, las creaciones de Abrams suelen ser como la vida misma: formidable nacimiento Big-Bang, intensos primeros tramos en la infancia, múltiples enigmas durante la adolescencia, madurez con demasiadas opciones y, de pronto, todo comienza a caerse y degradarse hasta ese extenuado y extenuante pfff... Pero lo de antes: Rodríguez sale contento. Le han dado una nueva dosis de optimismo cósmico. Es decir: le han contado una historia en la que los extraterrestres todavía parecen interesados en conocer nuestra dimensión desconocida.


TRES Ya en casa, Rodríguez regresa a los recortes de periódicos que va guardando en una carpeta en cuya portada escribió, Expediente X. Allí, noticias estelares. Las incorporaciones recientes tienen que ver con lo del ADN en meteoritos; las jupiterinas lunas Io y Europa y Calisto como posibles acuarios siderales a los que mudarnos en cuanto se pueda; los cada vez más numerosos exoplanetas; los reportes de Cassini y las fotos del Hubble...
Pero lo que más le interesa a Rodríguez es la búsqueda de pruebas irrefutables de vida inteligente en otros planetas. Las nuevas teorías que pasan no tanto por su inexistencia, sino por nuestra incapacidad para percibirla. O el que tal vez ellos ya no puedan registrarnos; porque nuestro paso a las débiles ondas digitales se encuentra hoy bajo un escudo de poderosas ondas analógicas flotando entre estrellas y produciendo el equívoco de que, como ya no transmitimos así, nos hemos extinguido. O el que no entiendan esa cartita del Voyager. O -teniendo en cuenta que si todo el tiempo del universo hasta la fecha ocupara un año, la humanidad apareció recién en los últimos dos segundos del 31 de diciembre- el pensar más en el cuándo que en el dónde. A pesar de todo, los especialistas aseguran que en diez años sabremos algo. Mientras tanto, Stephen Hawking declaró, días atrás, que mejor seguir así y no conocer a parientes lejanos. Para Hawking, hacer contacto sería algo demasiado parecido a Colón desembarcando en el Nuevo Mundo. Nosotros seríamos los aborígenes devorados por los de afuera, claro. Por el momento -lee Rodríguez- la única señal captada allende los océanos siderales, en medio siglo de parar la oreja, fue aquella recogida el 15 de agosto de 1977 que, al ser decodificada, nos ofreció el siguiente
mensaje: "Wow!".


CUATRO Y "Uy!" vibra Rodríguez cuando se entera de que Ridley Scott prepara nueva aproximación al universo de su Alien y confirma que volverá a los callejones replicantes de Blade Runner. No serán, parece, ni remakes ni sequels ni prequels sino, más bien, variaciones sobre la criatura en el medio de mi pecho y la palomita del androide lírico que vio tantas cosas. Y la noticia en principio excita a Rodríguez. Se imagina yendo a verlas con su hijo antes de que éste sea abducido para siempre -las redes sociales como el más interior de los espacios- por la especie que capturó a su hermana. Pero enseguida se preocupa. Los últimos films de Scott no son lo que se dice maravillas y, además, a Rodríguez no le gusta que le toquen su pasado futurista. Suficiente ha sido lo de Super 8 retro-reflejando su pubertad en
tiempos donde los invasores aún venían de tan lejos, en las primeras líneas del Libro de Jobs y su tentadora manzana, cuando los fotógrafos amateurs de la NASA daban vueltas en el aire y le pedían a la Tierra que dijese "Whisky" y no "Crisis" para arrancarle la, todavía, más redonda de las sonrisas.
Tiempos en los que no estábamos solos y en el espacio nadie podía oírte gritar.
Hoy le toca preparar la cena a Rodríguez. Canelones à la microonda. Avisa desde la cocina. A comer. Silencio. Rodríguez camina por las habitaciones.
Luces encendidas, ninguna señal de vida. Como si esposa/hija/hijo hubiesen sido teletransportados por un rayo misterioso que hizo nido en sus pelos.
Rodríguez se sienta en la mesa del comedor. Triste como perro en órbita, perdido como lágrimas en la lluvia. Los canelones saben a pasta astronauta.
Rodríguez enciende la tele e intenta descifrar lo que hablan Zapatero y Rajoy justificando alteraciones artificiales -obligados por poderes superiores, rapidito, sin referéndum- en el organismo radiactivo de la Constitución. Rodríguez no entiende nada. Preferiría un "ET phone home", un "Klaatu barada nikto". Cualquier cosa menos el incomprensible idioma de estos dos marcianos alienadores. La verdad no está ahí afuera. La mentira, sí. En todas partes. Y -Rodríguez está verdaderamente solo y abre la boca y suena fuerte- en esta Tierra casi enterrada sí pueden oírte gritar. Pero nadie te oye porque cada cual, cada cual, atiende su grito.
Wow!

*Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-175639-2011-08-30.html




*

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lunes, agosto 29, 2011

ESTE PRESENTE AÚN NO TIENE FUTURO...



*Ilustración: Walkala. -Luis Alfredo Duarte Herrera- http://galeria.walkala.eu




JUNTO A LA VENTANA*



A Eduardo Francisco, que también miraba


Estaba junto a la ventana del bar, tomando café con un amigo, cuando de pronto, en medio de la charla, surgió el tema del futuro, que es, hoy por hoy, un tema del que nadie dice mucho.
Por otra parte, nadie da fe de lo que escucha cuando se trata el tema. Es como si la cuestión de la que se habla derivara en bueyes perdidos o en imaginerías sujetas con piolín.
Más: acerca del futuro, los jóvenes creen estar escuchando frases de clisé, y no es extraño que bostecen, se distraigan, o sientan otra vez que se está abusando de sus años.
Y tienen razón, porque el futuro ya pasó, o está terminando de pasar. Aquel pasado de entreguerra, y de la larga guerra fría, tenía un futuro, por cierto, que ya se concretó.
Hace 50 años, recuerdo, el futuro eran los robots, la computadora, los viajes al espacio, y una tecnología que iba a hacer posible que cada hombre trabajara sólo unas pocas horas al día.
Eso se decía, se escuchaba. Y la gente que podía ahorraba pensando en su futuro, aunque fueran monedas o sueños, porque había que estar preparado para esos tiempos anunciados.
Pero este presente aún no tiene futuro; hay que crearlo o no, aunque, por ser tan precaria su base, y estar tan desacreditado, no ofrece alguna posibilidad que se vislumbre.
Por otra parte, el mundo, la humanidad, no pueden hoy creer que el descaro tenga algún futuro a favor que no sea él mismo en su precariedad y en su pozo.
Además, la geopolítica, con sus misiles, y la economía, con su rapiña, no ofrecen otro horizonte, como para extender un crédito que no tenga las horas contadas y el aire escaso.
Lo que conocemos hoy son los restos y el reflejo de un futuro que ya se consumó, de un presente que alguna vez supo creer, e imaginar, acaso con alguna ligereza.
Este presente, le dije a mi amigo, así como se ve, aún no tiene futuro; sólo tiene semana que viene, o mes que viene, y techo bajo, muy bajo, piso incierto, y no se sabe bien adónde va.
Al futuro de este presente, o del que venga, hay que inventarlo; y no sé, no puedo saber, dadas las cosas, si será posible, o será creíble, en medio de este viento oscuro.

Queda por inventar primero un presente, hoy o mañana, que pueda sostener en sus horas una confianza, un brote, algún espejo. Mientras tanto, “es lo que hay”, dicen algunos, y ya sin más.



*De Eduardo Dalter. eduardodalter@yahoo.com.ar
Temperley, agosto, 2011











AQUEL TIEMPO*



*Por Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar


En ese tiempo traslúcido yo me iba silbando con mi perro y mis tramperas, mis boleadoras de plomo y mi honda matadora de pájaros.
Cuando escribo “en ese tiempo”, es como si no hubiese existido o estuviera allí, esperándome, como una película detenida que espera el accionar de la manivela para que todo vuelva a andar. Si bien los medios de locomoción eran más primitivos con respecto al presente, y la vida más sacrificada, y tal vez gracias a eso había más movimiento y más gente en los negocios y en las calles, que, si no fabulo con el paso de los años, la población era más numerosa. Pero no, no fabulo porque están los censos para atestiguar el lento desgranamiento de numerosas familias que comenzaron a migrar hace setenta años y hoy lo hacen con mayor premura, aunque no se van las enteras familias sino la parte más joven y dinámicamente expectante del pueblo. No obstante, a veces, se me van cruzando algunos nombres, fechas, situaciones que hoy son el olvido y que resultaron interesantes en su momento.
Sé que no conmuevo a nadie si escribo algunos nombres, pero alguien debe hacerse cargo de ejercer una justicia melancólica, o un gesto reparador, pese a los vientos de olvido y desolvido.
¿Quién se acuerda de Adrian Oscare, a quien apodaban “El Juez”, siendo que no era sino un oscuro hombreador de bolsas de la Casa Arregui? ¿Y los hermanos Aróstegui?, Vicente y Ricardo, eran “el Vasco grande” y “el Vasco chico”, respectivamente.¿Y Faustino Brochero, apodado “Pancita”? ¿Y Cipriano Carmen Herrera, el popular “Chocolate”? ¿Y Rosalino Mansilla, Raúl Cornelio Arias, apodado “El Manco”, y su hermano Albino, negro como la noche, no hacía honor a su nombre?. ¿Y Juan Amalio Herrera a quien todos llamaban “El Chino”, y don Horacio Vega, y el “turco” Abraham Salí, a quien llamaban “El turco sucio”, o a Francisco Alí, a quien decían “El turco Francisco”?
¿Y don Esteban Echeverría casado con doña Dolores Fino que vendía chocolatines y helados en la puerta de la cancha?
Toda esta gente vivía en el pueblo antiguo y sus gestos estaban nimbados como por una luz tan clara que casi siempre enceguecía, como el sol si se mira muy de frente.
Los primeros diecisiete años de mi vida estuvieron absolutamente tiranizados por una sola pasión excluyente: el fútbol. En el primer equipo que yo vi, el primer equipo al que mi viejo me llevó a mirar como jugaban estaban aquellos ídolos que hoy permanecen intactos en la memoria de los veteranos: Tin Morón, arquerito heroico: en defensa Quique Moreno, Anselmo Vera, a que llamábamos “Verita”, Juicho Becerro,”Tit” Gardella, Capobianco, “Tuto” Vega.
Y adelante: Morenito, Carbonin, Parabatti: Remigio Gramajo, el “Loco” Moreno que se vendió en un clásico y como era ferroviario llamó ese domingo a la 11 de la mañana al club diciendo que había atropellado una vaca y estaba detenido.
¡Las pasiones que producían en ese entonces los clásicos! Empezaban las ansiedades y los pronósticos quince días antes y se comentaba una semana después el terror de la circunstancia de una derrota o las mieles de un triunfo. Todo el barrio “El Jazmín” participaba de los preparativos aunque la emoción ese día tenía que ser agasajada. Doña Emilia Latini de Peralta era nuestra vecina y consultaba a sus amistades, nobles señoras que se fanatizaban por la camiseta roja y entre ellas hacían una cadena de oraciones y en esos días el “Ramos Generales” del Cholo Belluschi incrementaba la venta de velas y se concurría más a la Iglesia para reforzar “in situ” las oraciones.
El reducido, el cuasi recoleto, pero visto a la distancia, el inmenso tiempo de entonces era amplio como el mismo universo, en esas primeras emociones en que todo se daba por amor a una camiseta, no importa si del barrio, o del Club, a esas protoremeras a la cual le colgábamos unas chapas de gaseosas de entonces a modo de distintivo o esas blancas, muy usadas que osábamos pintarle una inscripción o un distintivo porque entre los agujeros que ostentaba su uso auguraba un pronto pase al indecoroso destino del trapo de piso o siquiera repasador que limpiaba la plancha de las cocinas económicas ahítas de marlo o de leña seca esa que no hacía llorar los ojos de las señoras de entonces. Sus lagrimales se preparaban para ser usados oyendo las radionovelas ingenuas: “El paisano mala suerte” con Federico Fábrega y su compañía que recorría los polvorientos caminos de entonces, donde los pueblitos se colgaban en ese bordado asequible y lloroso en el hilo sentimental y cuasi ingenuo a prueba de corazones sensibles.
Nosotros, en ese tiempo, habíamos armado un equipito aguerrido con el cual competíamos en partidos de hacha y tiza con otros barrios de entonces.
Sin embargo, por más que recorro mi memoria quienes eran esos otros pibes que con entusiasmo armaban sus propios cuadros para jugarnos un desafío, han sido olvidados.
Sólo recuerdo como entusiasta “armador” de otros cuadros rivales al buenazo de “Nenucho” Faravelli, a quien todavía suelo ver por las calles de esta ciudad donde transcurrimos nuestro exilio de años. Sin embargo, hace poco le hice esta misma pregunta.¿quienes jugaba con vos contra la barrita dura del barrio “El Jazmín”?. Yo sólo recuerdo a Edgardo Tossini, le digo. Y él siempre amable me dio alguna respuesta que no me satisfizo porque los que me nombró eran muy chicos con respecto a nosotros. Hubo, lo digo amablemente, un desacuerdo o un desacople entre su recuerdo y el mío, que al ser dos subjetividades persiguiendo el retazo percudido de la memoria, es factible que se pierdan en los vericuetos insomnes de la nada.







CHIMBOTE CANTA SOBRE RUINAS*
(1977)



Chimbote llora sobre su propia tumba.
Caos. Destrucción. Lamentos.
Nada está en su lugar.Nada.
Un dolor expectante. En las piedras, en el cielo,en el mar.
Han callado los niños y las voces.
El guanaco y el cedro. Las lunas y los soles.
Es hora de silencio bajo la tenue lámpara de niebla.
Chimbote llora, más no cae. Es de cholos la lucha.
Otras, más cruentas ha ganado.
Y recorre, las calles, las llanuras, los valles.
Las profundas quebradas de Santa Ana.
Nada ha cambiado . Nada.
He vencido otras muertes, otros exterminios.
Ha aprendido a hablar con las antiguas voces.
Voces de totorales, de garzas.
Las mismas rosas de algodón y cobre.
El Río Santa, fluye en sangre de seibo.
Alimenta la Cordillera blanca.
Ay de mí. Ya no puedo dudar.
Algo me dice que esta es otra prueba.
No cabe indecisión. Es el mismo mar. El mismo cielo.
Laten. Indoblegables látigos.
Mi corazón chimbote.
La paloma en su nido,
El delfín en el mar y en la cumbre el cóndor.
Y los hombres de América. Ah, los hombres.
Árbol americano, dicen. Árbol soy y soy ichu. Inextinguible
Inadvertido gigante canta en las roncas raíces de la tierra.
Roncas raíces que lloran y que cantan.
Chimbote llora y canta sobre su propia tumba.



*De Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar








POBRE DEL CANTOR*



“…Yo me muero como viví”.
“El necio”, Silvio Rodríguez.


Pobre del cantor
que cantó a la verdad
y se arrepiente y miente.

Pobre del cantor
que se arrodilla y llora,
que se arrastra y lame.

Pobre del cantor
que se enriqueció
y volteó la espalda.

Pobre del ingrato
que olvida la historia
y olvida su origen.


*De Miguel Crispín Sotomayor. arcomar@cubarte.cult.cu
-Para La Jiribilla. 29 de agosto 2011.







JOSÉ MARTÍ*



*Por Luis Alfredo Duarte Herrera.
-FUENTE: XICóATL No 62


El 28 de enero del presente año se cumplen 150 años del nacimiento del cubano José Martí. YAGE y XICóATL dedican este número a exaltar la memoria de uno de los más grandes hijos de América, quien a pesar de su corta existencia - truncada en uno de los episodios de la guerra por la independencia de Cuba del dominio español - dejara uno de los más grandiosos legados líricos, políticos y periodísticos de toda la historia hispanoamericana.

Al echar una mirada general a las 12.500 páginas que componen los 27 tomos de las obras completas de José Martí lo primero que reluce en sus escritos es su profunda sensibilidad y humanismo, su febril inteligencia e imaginación productoras de una interminable sucesión de conceptos, imágenes
y metáforas, expresados a veces con una simplicidad desbordante, a veces con una complejidad exigente, pero en todo caso con una lucidez, un refinamiento y una honestidad sin par en las letras americanas. En cada línea Martí va dejando testimonio de su gran cultura y conocimiento en diversas áreas de la
ciencia y de la vida, de su gran admiración por los adelantos tecnológicos de su época, de su respeto y fervor por los grandes hombres de la humanidad, de su amor por la naturaleza.

Su discurso político o periodístico está siempre liado a un enaltecimiento preponderante de la vida y de los grandes fines individuales y sociales, a una preocupación constante por la educación y el bienestar de su pueblo, por la libertad del hombre y de América. Sus versos son principalmente la exaltación cultivada y sensible de todo el amor que un ser humano puede tener por sí mismo, por sus semejantes y por todo cuanto lo rodea.

Tan fecunda es la obra de Martí que ningún hijo de América puede serlo de verdad, sin haber bebido del límpido manantial de sus pensamientos y sin haber ardido en el fuego purificador de sus ideales; porque a él le fue dada la gracia tan esquiva de guardar y transmitir el gran espíritu libre que
vaga en las cumbres, las aguas, los bosques, los llanos y las selvas de América; a él, el gran enamorado de la libertad y la justicia, de la honestidad y el trabajo, del ser humano y de los pueblos americanos de habla española.



MARTÍ, EL POLÍTICO

Es doloroso constatar que las condiciones políticas actuales de los territorios americanos de habla española continuan mostrando esencialmente las mismas características que en los tiempos de Martí. Nuestra América no ha superado su condición servil como colonia, a la que fue relegada desde su
descubrimiento por parte de los europeos. Hoy la América Latina no es más la criada del rey de España pero sí la sirvienta de Estados Unidos, estado que mediante el uso de todo tipo de artimañas políticas e intervenciones militares directas o indirectas, desde la primera mitad del siglo XIX comenzó a manejar a su antojo el continente. Ya en 1835 promovió la independencia de Texas del dominio español para luego anexársela. En 1847 invadió y desató una brutal guerra contra México, mediante la cual, al año
siguiente, logró apoderarse del 55% de su territorio(1).
El 20 de junio de 1898, cuando los cubanos estaban a punto ya de alcanzar su independencia de España, las tropas estadounidenses invaden la isla durante un período de cuatro años, lapso en el cual disuelve el partido creado por Martí y el ejercito libertador, deja implantada una neocolonia e impone una enmienda a la Constitución que le daba derecho a intervenir militarmente en el país cuando le viniese en gana. Puerto Rico fue convertida en colonia.
Haití, República Dominicana, Guatemala, Nicaragua y otras naciones de Centroamérica, inclusive México, fueron más de una vez intervenidas militarmente por Estados Unidos. Igualmente propugnó la independencia de Panamá de Colombia, con el propósito de apoderarse del canal interoceánico el cual manejó y explotó económicamente hasta hace poco tiempo.
Mediante grandes inversiones, falaces democracias, golpes de estado, gobiernos militares oprobiosos y serviles y mediante una creciente injerencia política, económica, ideológica y cultural, Estados Unidos ha manejado la América Latina a su antojo, especialmente después de la segunda guerra mundial.
Los 200 millones de pobres forjados con la transplantación de sistemas de valores, de propiedad, de educación, de dominio, de estratificación social y económica ajenos a Indoamérica - un continente tan inmensamente rico - son una horrenda herida que contradice cualquier modernidad y humanismo, una
forma derivada de esclavitud que maltrata la condición humana y se está constituyendo en factor esencial de la ignominia moral reinante, la falta de valores propios y la destrucción de la naturaleza y el medio ambiente, mediante esa interacción estrecha e intensiva que existe entre los esclavistas y los esclavos de intereses preponderantemente económicos.

La libertad no puede ser fecunda para los pueblos que tienen la frente manchada de sangre (2), sentaba como premisa Martí; también que No ha de ser respetada voluntad que comprime otra voluntad (3) ... Patria es algo más que opresión, algo más que pedazos de terreno sin libertad y sin vida, algo más
que derecho de posesión a la fuerza. Patria es comunidad de intereses, unidad de tradiciones, unidad de fines, fusión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas ... Imponerse es de tiranos. Oprimir es de infames (4), escribía Martí con motivo de la proclamación de la primera República Española.

Muchos y muy profundos son los legados del pensamiento político de José Martí para los hijos de América: el alimenta a cada instante el concepto de libertad como supremo valor ético, como premisa de vida individual y social imprescindible, como eje de la práctica cotidiana; alimenta el concepto de igualdad entre los hombres y se identifica con las luchas de los trabajadores; propugna por una sociedad libre de cualquier esclavitud, sin odios de razas. Martí nos enseña que el problema de la independencia no es el cambio de formas sino el cambio de espíritu, Martí nos reclama y nos recalca una educación en el espíritu de nuestros pueblos (5), Martí nos regala su comprensión profunda sobre el gran peligro que Estados Unidos constituye para la libertad y el progreso de las naciones latinoamericanas:
De nuestra sociología se sabe poco, y de esas leyes, tan precisas como esta otra: los pueblos de América son más libres y prósperos a medida que más se apartan de los Estados Unidos (6).

En los tiempos de Martí, Estados Unidos lanzó un convite para la creación de algo similar al ALCA (Alianza de Libre Comercio Americano) que con lujo de prisas intenta imponer hoy en el continente.
Jamas hubo en América, de la independencia acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso, que el convite que los Estados Unidos potentes, repletos de productos invendibles y determinados a extender sus dominios en América, hacen a las naciones americanas de menos poder, ligadas por el comercio libre y útil con los pueblos europeos, para ajustar una liga contra Europa, y cerrar tratos con el resto del mundo (7).
Los peligros no se han de ver cuando se les tiene encima, sino cuando se los puede evitar. Lo primero en política, es aclarar y prever. Sólo una respuesta unánime y viril ... puede libertar de una vez a los pueblos españoles de América de la inquietud y perturbación, fatales en su hora de desarrollo ... (de) la política secular y confesa de predominio de un vecino pujante y ambicioso, que no los ha querido fomentar jamás, ni se ha dirigido a ellos sino para impedir su extensión, como en Panamá, o apoderarse de su territorio, como en México, Nicaragua, Santo Domingo, Haití y Cuba, o para cortar por la intimidación sus tratos con el resto del universo, como en Colombia, o para obligarlos, como ahora, a comprar lo que no puede vender, y confederarse para su dominio ... un pueblo que comienza a mirar como privilegio suyo la libertad, que es aspiración universal y perenne del hombre, y a invocarla para privar a los pueblos de ella (8).



MARTÍ, EL POETA

A muy pocos políticos en América les ha sido concedida una pluma tan poética, emocionante, apasionada, brillante y profunda; a su vez, pocos poetas han poseído la capacidad política y de convencimiento, la lucidez de Martí, tanto en la expresión como en la acción. El secreto de su talento tanto político como literario, así lo creo yo, fue la exploración del amor y la verdad en sus más elevadas dimensiones posibles. En Martí el discurso político y periodístico posee un tono que enardece y convence y la clave de su magia es un tono lírico, natural, sencillo y magistral, cargado de unos niveles de espiritualidad tan altos que eleva las mentes - desde las más burdas hasta las más exquisitas - a grados inexplorados de reflexión y gozo intelectual.
De otro lado sus versos son una elevada articulación de la mejor sensibilidad, la poesía de Martí nace del ser humano y vuelve a él cargada de meditaciones y verdades, es una expresión depurada de los sentimientos y anhelos humanos más profundos. La poesía de Martí parte de la naturaleza y retorna a ella, sus versos se adentran en sus misterios, en su sabiduría, en sus olores, sabores y colores. Martí reclama y proclama la emancipación latinoamericana, no sólo política sino también cultural; para ello aporta una de las obras poéticas mas valiosas y ejemplares para todo aquel que se sienta vibrar en su alma esa conjunción compleja que brota del suelo americano y de los múltiples apareamientos humanos y culturales que en él se han producido. El arte por el arte no es para Martí, para él arte es una mezcla justa de contenido profundo y refinamiento, una amalgama de amor, belleza y sentimiento expresado mediante una estética iluminada.



EPÍLOGO

Creo que Gabriela Mistral no exageraba al decir que José Martí era el hombre más puro de la raza. Y tal afirmación vale tanto para sus virtudes como para sus defectos. Sus virtudes se destilan como un torrente límpido a través de toda su obra literaria, de su vida ejemplar entregada a alcanzar la libertad de Cuba y defender la libertad de la América Latina. Su mayor defecto, en mi concepto, haber sido también marcado por la savia violenta que mancha toda la historia de occidente sin haberla podido superar, lo cual lo llevó a perder su vida en la guerra cuando apenas tenía 42 años de edad. A Martí, a
pesar de su conocimiento profundo de todo lo mejor que brota de en nuestra tierra americana, no le fue concedida la gracia de poder experimentar y practicar la espiritualidad pacifista de muchas de nuestras antiguas comunidades indígenas, acosado como estuvo por circunstancias históricas de una terrible violencia e injusticia. A veces al leer cualquier uno de los escritos de Martí, tan cargados como están de una profunda espiritualidad, me entra la inquietud sobre cuáles reflexiones le hubiesen inspirado las enseñanzas políticas, éticas y religiosas de Mahatma Gandhi, ese gran lider cuyo pensamiento está tan ligado a un algo que presiento también como profundamente nuestro. Entonces recuerdo aquella sentencia iluminadora de Martí La libertad no puede ser fecunda para los pueblos que tienen la frente manchada de sangre la cual me confirma la comunión existente entre estos dos
grandes maestros.



Notas: (1) Datos tomados del discurso pronunciado con motivo del Día Internacional de los Trabajadores por el presidente Fidel Castro el 1. de mayo del 2001, publicado en la Revista Casa de las Américas # 223, abril-junio 2001, La Habana, Cuba, pág. 23 y ss.
(2) En La República Española ante la Revolución Cubana, publicado en 1873 en forma de folletín en Madrid. Todas las citas textuales de este trabajo han sido tomadas de la "Edición Digital de las Obras Completas de José Martí", publicado por el Centro de Estudios Martianos, Calzada 807 esq. A 4, Vedado, CP 10400 La Habana, e-mail: amarti@cubarte.cult.cu Tel. (++537) 55 22 97
Fax: (++537) 33 37 21.
(3) Ibidem.
(4) Ibidem.
(5) Conocer el país, y gobernarlo conforme al conocimiento, es el único modo de librarlo de tiranías. La universidad europea ha de ceder a la universidad americana. La historia de América, de los incas acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. Los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos. Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras
repúblicas. En Nuestra América, publicado en El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891.
(6) En Las Guerras Civiles en Sudamérica, publicado en Patria, Nueva York, 22 de septiembre de 1884, ob. cit.
(7) En CONGRESO INTERNACIONAL DE WASHINGTON, su historia, sus elementos y sus tendencias, publicado en La Nación de Buenos Aires el 19 y 20 de diciembre de 1889. Ob. cit.
(8) En CONGRESO INTERNACIONAL DE WASHINGTON, su historia, sus elementos y sus tendencias, publicado en La Nación de Buenos Aires el 19 y 20 de diciembre de 1889. Ob. cit.



*Luis Alfredo DUARTE HERRERA.
(1 noviembre de 1958 - 27 agosto de 2010)

-Más textos en http://www.euroyage.org/es/luis-alfredo-duarte-herrera








Capturar la obra*



Desmalezo el arte cuando encuentro sus silencios,
cuando me acerco a sus límites,
cuando arribo al extremo de esa frontera
donde la materia se transmuta.

Sigue estando
aunque cambiada,
si pudiera conocer el cómo y el por qué,
alguna finalidad,
el sentido,
su dirección.

Algo en la obra se resiste a comunicarme
su significado,
ver lo uno en lo otro,
lo extranjero,
me acerco en puntas de pié y cuando más me acerco, mayor confución,
son sólo manchas,
el objeto resbala.

Cercano a los desbordes infranqueables de sus límites
el fuerte tiza de su color hispano,
el derrumbre herrumbre del espesor
se propasa,
la obra escapa a la clandestinidad.
¿Cómo representar lo irreal...
cuando lo que se ve no es exactamente lo que se ve?
Invisible subversión.


*De Juan Disante. disante.juan@gmail.com
www.juandisante.blogspot.com



*

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sábado, agosto 27, 2011

COMO UN PUÑADO DE FUEGO...



*Ilustración: Walkala. -Luis Alfredo Duarte Herrera- http://galeria.walkala.eu




ALLI LEJOS Y HACE TIEMPO*


W.H. Hudson i.m


*Por Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar


Alberto Compañy me escribe diciéndome que el recuerdo más antiguo que tiene de los arroperos es su acampe mientras estaban en el pueblo. Lo hacían en la calle Pacto Federal, que comienza en la ruta detrás de la casa de Hugo Ruiz y atraviesa baldíos, las vías del ferrocarril y el barrio Evita, que es el
primero de casitas sociales y que se sorteó en 1973. Esa calle sale por el galpón de Albanessi donde hubo una fábrica de arados en los años 60, pasa por el caserío de los Villarreal, la carpintería del "Pelado" Bellini y muere en la antigua chacrita de Indelángelo.
Esa calle limita con el campo que en ese tiempo era de la familia Terré y hoy es de la familia Compañy.
"En ese tiempo -me escribe- nosotros no sabíamos que esa calle tenía nombre". Sí, le digo, además estaban esas palmeras centenarias y el chalé que había sido de los Terré y era el viejo Dispensario donde doña Bianco de Broglia nos ponía unas inmensas inyecciones que guardaba
celosamente en una cajita de acero inoxidable.
A mi me traían de la mano- prosigue- mi abuelo Compañy y mi hermano mayor, es decir, Miguel. Mi madre me había peinado a la gomina, yo venía del campo, de la chacra, y mi entrada triunfal era por esa calle".
Cuánta razón tiene Alberto, en ese tiempo remoto nosotros ignorábamos casi todo, yo tampoco sabía el nombre de las calles. Cuando con mi madre arrancábamos por la Juan de Garay doblábamos por la calle de los Terré, como se le decía en ese tiempo a la Pacto Federal, y justo en la casa con galería de Hugo Ruiz enfilábamos hasta la vía y tomábamos el camino que iba hacia Cañada del Ucle, para ir a la casa de mi abuela y mis tíos todavía solteros. Tenía una entrada por esa calle y otra por la que
habitaban los Zinni, los Spizzo y el inefable gringo Félix Maestri, a quien todo el mundo llamaba "Felichón". Tenía un camioncito desvencijado con el cual recorría las chacras comprando gallinas y huevos. En un paso a nivel oscuro un tren lo arrolló en un descuido. Era tan bueno, tan generoso que
todos lo querían. Su esposa usaba unos gruesos lentes y a su nombre se lo llevó el olvido, como al de su único hijo, que después se fue del pueblo.
Si yo seguía por ese camino llegaba a un centenar de metros al Matadero Comunal a cuya inauguración me llevaron mis viejos. Recuerdo un mar de gente, seguramente todo el pueblo, estaba hecho todo de ladrillos, pintadas las aberturas de un rojo violento que contrastaba con el blanco opaco de las paredes. Tenía un gran arcada en la entrada y escrito en letras hechas de material y pintadas de rojo: Matadero Comunal, 1950, año del Libertador General San Martín.
Era el presidente de la Comisión de Fomento, don Cruz Roca, quien había clavado un cartel cerca de la entrada que era imposible no ver: Perón cumple.
El Matadero antes había estado en el paso a nivel alto, en la otra punta del pueblo, enfrente del "Mingo" Giuliano. Allí había dos altos palos de quebracho con otro que los cruzaba horizontal, estaba lleno de moscas y sangre por doquier. Varias roldanas donde se colgaban las redes y el que cuidaba el lugar desde un ranchito. Siempre tomando mate con su mujer, los dos muy ancianos o así los ve mi memoria. No era otro que el chino Bruno, hermano de don Agripino, vecino nuestro.
Pero si yo vuelvo hasta la calle que hoy se llama Pacto Federal, y que nosotros le decíamos la calle del "Zurdo" Peralta, un viejecito que veíamos pasar por la calle con su bolsito de las compras y ese ungido respeto nos venía de la leyenda que lo precedía en el pueblo. Había sido muy guapo y muy ligero con el cuchillo en el barrio Villa Regules de Firmat, digo que si vuelvo es para recordar.
Cuando nosotros nos acercábamos con las tramperas en busca de una bandada de mistos o amarillitos o vistosos paraguayitos, que se zambullían en el trigal de Terré, donde el horizonte giraba en los crepúsculos detrás de la chacra de Rogelio Compañy, en el tiempo remoto donde estallaba el ruido de
los abejorros y los horneros fabricaban sus ingeniosas casitas sobre el palo de la luz de don Arturo Miranda, quien impasiblemente recorría el pueblo con su carrito tirado por un caballo bichoco vendiendo marlos o carbón o zapallo o no sé qué. Su figura atraviesa la tarde con su cara morena, su
sombrero muy negro y su infaltable pañuelo al cuello mientras la brisa lo agita suavemente como si fuera una pequeña bandada de brasita de fuego. Y si nosotros nos acercábamos era simplemente para ser felices.
Mientras que enfrente en el campo Terré, donde ondeaba un trigal amarillo bajo el leve viento de octubre, los pechirrojos caían en bandada como un puñado de fuego.
Y yo también como William H. Hudson podría decir sin equivocarme al recodar que: "mantendré hasta el inexorable final la imagen de una belleza ya desaparecida por la tierra".










Río amigo*



El cielo parece más cercano.
De un azulnegro sin brumas.
Las estrellas se multiplican,
apretujándose en torno
a las de más brillo.
Los árboles pierden su contorno,
son solo manchas oscuras
y el río, apenas en movimiento,
se ve porque refleja las estrellas,
como si también ellas estuvieran allí,
meciéndose.
Estoy acompañando tu sueño río amigo,
llenando mi pecho con tu paz,
calmando mis angustias con tu música.


*De Elsa Hufschmid. elsahuf@yahoo.com.ar






Qué es el miedo?


En un laberinto de cristales helados
El señor de los mutismos
Se convierte en una red
De espejos que persiguen los pensamientos
En las vidrieras del horizonte
Reside acechando y juzgando el transitar

Los miles de ojos persecutorios y alarmantes
Observan las acciones y los intercambios
Ellos están a la mira con una burla adusta
Arriba, delante, detrás y a los costados
De la silueta que ante las amenazas
Distancia la singularidad e imperfección.-


*De Azul. azulaki@hotmail.com






LA ECONOMÍA SOCIAL COMIENZA EN CASA*



*Luis Alfredo Duarte Herrera.
-FUENTE: XICóATL No 69


Estamos de acuerdo: en la actual coyuntura política yo también tomo partido por la llamada economía social, a pesar de que el concepto constituye una verdadera Torre de Babel, en contra de la economía de mercado neoliberal que tan nefastas consecuencias está teniendo para la gran mayoría de la población mundial y el medio ambiente. Por eso, en materia económica, quiero recordarles la existencia de un viejo conflicto que precisa ser colocado en el puesto prioritario que ha ocupado siempre en la historia del capitalismo y que hoy en día es ignorado inocente o descaradamente: este conflicto es el del trabajo con el capital.

En el mundo occidental, tanto en las sociedades ricas como en las sociedades pobres, los partidos políticos de derecha, de centro y de izquierda, experimentan la más pueril deificación del capital que el planeta haya conocido en toda su historia, a costa de la explotación y la sangre de trabajadores y desposeídos del mundo, a costa de la continuación de relaciones humanas degradadas y a costa muy especialmente de la salud y el habitat natural del hombre y de millones de especies que también tienen derecho a la existencia. No sé que tiene que ver con una la construcción de una nueva sociedad y un nuevo mundo, el hecho de que cada ser humano tenga “su precio” (en dólares), que cada niño que llega al mundo en los países pobres tenga una deuda de mas de 3.000 dólares como bienvenida al planeta, o que las personas, en todas las sociedades “occidentalizadas”, sean valoradas y respetadas por lo que tienen materialmente.

Esta deificación del capital, o en términos más precisos del dólar americano, mantiene intactas las viejas relaciones serviles en las sociedades que han logrado su riqueza con base en la guerra, el bandidaje y la explotación. Esta deificación del capital tiene un carácter destructivo de primer orden para el planeta, acrecentado y sutilizado por los recursos tecnológicos, no sólo en lo económico, sino también en lo ambiental, cultural y psicológico, en lo individual y lo social, para los distintos pueblos de todas las latitudes. En tal sentido, hoy como ayer, los pueblos, a través de sus gobiernos, siguen de rodillas frente al todopoderoso capital, mientras quienes sólo tienen su fuerza de trabajo siguen siendo tratados con desprecio o con desdén.

Son muchos los puntos importantes en el camino de construir una sociedad regida por la paz, el bienestar y la solidaridad entre sus componentes, pero definitivamente el factor primordial lo constituye el individuo: las transformaciones deben comenzar en cada uno de nosotros, en una interacción permanente y acorde con las políticas sociales que pensamos y promovemos.

Gracias a la tecnología vivimos una globalización en un grado tan acelerado y diverso como nunca jamás la humanidad experimentó en toda su historia. Y hoy en día, la decisión de a dónde debe conducir este proceso, está en las manos de todos y cada uno de nosotros, esté es el primer grado de conciencia que cada individuo debe tener muy claro si quiere vivir en una verdadera democracia. Quienes aplican las políticas neoliberales privilegian esencialmente la libre circulación de bienes materiales como factor esencial de lo que ellos entienden por „progreso“ para los pueblos del mundo. De tal modo nos vemos enfrentados hoy en día a un llamado „crecimiento“ totalmente absurdo y brutal, que va dejando a su paso grandiosos problemas ambientales generados por el transporte de mercancias, por las grandes cantidades de contaminación física y mental para los individuos y de basura para la sociedad, por la expansión de multinacionales que nada tiene que ver con la salud o el bienestar de la humanidad como las multinacionales petroleras, las grandes industrias cerveceras y de licores, los grandes carteles productores de tabaco y otras tantas nefastas industrias como cocacola, macdonalds, redbull, etc., los carteles productores de alimentos reelaborados de baja o mala calidad, o de productos de primera necesidad tales como vestidos, materiales de construcción, etc. que son elaborados con base en la explotación de los trabajadores. Todo esto sin entrar a tocar un tema bastante delicado que nunca jamás se menciona en estos foros, como si careciera de importancia: las industrias de la muerte tales como las fábricas de armamentos, los ejércitos y las industrias de animales para el consumo humano.

Política, economía, ética y moral no pueden estar ni siquiera por un momento desligadas entre sí a la hora del pensamiento y de la acción, en ese asunto que esencialmente a todos nos preocupa: la felicidad y el bienestar del mundo, del hombre y de la sociedad. Economía política, ética y moral no pueden estar desligados en ninguna forma, porque la ausencia de uno de estos factores, de inmediato repercute negativamente en los otros.

Estoy firmemente convencido de que el problema primordial del mundo en el actual momento lo constituye la salud humana: tanto la salud física, como la salud mental y la salud espiritual de cada uno de nosotros. Es imposible desde todo punto de vista que pueda generarse un pensamiento lúcido, tanto individual como social, en el actual estado de intoxicación física y psicológica en la cual está sumergida la mayor parte de la humanidad. Estoy seguro de que un cuerpo intoxicado mediante el consumo de cadáveres de animales, mediante el consumo de alcohol, de cofeína, de teína, de nicotina, ésto solamente para hablar de los estimulantes permitidos oficialmente de los cuales el Estado y los particulares derivan grandes ganancias económicas, un cuerpo intoxicado por exceso de consumo o por carencia de los más mínimos nutrientes, un cuerpo en tales condiciones no puede producir pensamientos y prácticas acordes con metas más elevadas, tanto individuales como sociales.

Frente a la disyuntiva que nos ofrecen quienes han sido incapaces de crear un mundo en paz ofreciéndonos a cambio una humanidad que, a pesar de poseer una inmensa cantidad de recursos tecnológicos, en su gran mayoría vive aún la guerra de la supervivencia y junto a ella la miseria material y moral más desconcertante, ¿que podemos hacer nosotros? Ante todo no podemos quedarnos atrás en el proceso de globalización, no de las mercancías que proponen nuestros adversarios ideológicos y políticos, sino de los valores y prácticas que cada cultura del mundo aporta en la construcción de sociedades sanas y felices, no sólo para los hombres, sino también para las demás especies tanto animales, vegetales y minerales del planeta. Sólo una relación amorosa y cuidadosa para con nosotros mismos y con el medio en que vivimos, puede constituir la primera piedra de una sociedad mejor.

Un par de ejemplos: respecto al consumo de animales existe una pregunta esencial: ¿puede exigir paz material y espiritual una humanidad que en el mundo mata diariamente más de cien millones de mamíferos domésticos y aves de corral para devorarlos, esto sin contar los peces y los animales productos de la caza? Ya decía Pitágoras: „Aquellos que matan animales para comer su carne, tienden a masacrarse entre sí“. Pero el asunto no es sólo ético y de salud espiritual. Los países industriales gastan en la alimentación del ganado el 90% de los cereales y legumbres que producen y parte del producido por países pobres. Por cada 16 kg de cereales y legumbres dados al ganado, sólo se obtiene un kilo de carne. La contaminación de la tierra y las fuentes subterráneas de agua mediante los excrementos y muy especialmente la contaminación de los arroyos y las aguas corrientes por medio de la sangre y los residuos de los mataderos y las granjas industriales es alarmante. En un mundo donde el agua es un recurso cada vez más escaso y valioso, se requieren solamente 60 litros para producir un kilo de trigo, mientras que para producir un kilo de carne se requieren de 2500 a 6000 litros. Toda la vida de un animal de engorde es innatural: amamantamiento artificial, castración, cadenas, jaulas, hormonas, tranquilizantes, antibióticos y otras tantas drogas, dieta anormal para engordarlo, interminables e incómodos viajes y finalmente una horrible muerte. No existe ni podrá existir el matadero „humanitario“ y los mataderos industriales parecen visiones del infierno.

Entonces es seguro que el problema está no en cúal carne consumir, sino mismo en ponernos en camino de una relación pacífica e inteligente con los animales y demás seres de la naturaleza. Este paso que no cuesta más que autoconciencia, provocaría en el mundo grandes, verdaderas y felices transformaciones.

Otro ejemplo: la economía cafetera. El problema de la economía cafetera no es pagar mejor o peor a los productores, el problema es que tal economía no conviene ni a los países ricos ni a los países pobres. En los países pobres ha estimulado el monocultivo de un producto totalmente supérfluo que de ninguna manera es un alimento, a la vez que ha hecho sus economías controlables, manipulables y dependientes. En contraprestación, un enorme número de habitantes de los países ricos sufren de adicción a un estimulante poco saludable para el cuerpo y la psiquis humana. Y en los llamados tiempos posmodernos, la fundación de negocios verdaderamente maquiavélicos y dañinos como es el caso de redbull, fábrica que intoxica millones de jóvenes en el mundo para obtener sus fabulosas ganancias, en medio de la admiración y beneplácito general y con la complicidad de las autoridades y los ciudadanos.
Con todo el respeto que Ustedes y los demás seres humanos merecen, debo confesar que en sus sociedades me siento como entre niños maleducados, empecinados en no crecer para así, justificados en su ignorancia, poder seguir cometiendo los tradicionales errores que mantienen la humanidad y el planeta en tan deplorables condiciones.


*Luis Alfredo DUARTE HERRERA.
(1 noviembre de 1958 - 27 agosto de 2010)
-Más textos en http://www.euroyage.org/es/luis-alfredo-duarte-herrera






TU CUERPO NOCHE CLARA*


Cuba , nos une en extranjero suelo,
Auras de Cuba nuestro amor desea:
Cuba es tu corazón, Cuba es mi cielo,
Cuba en tu libro mi palabra sea.
JOSÉ MARTÍ



Cubanascnan.(*) Tu cuerpo noche clara.
Tu cuerpo, mi morada y mi cielo.
Y mi deseo y mi vida y mis salvajes zumos.
Inevitable huella de Cienfuegos,
Sangre vertida y consagrada en soles de otros soles.
Epílogo del pórtico negado de una raza.
Carne de madera noble.
De porfía, revolución y grito.
Que me aúlla y me empuja y me vive.
Cuerpo de bahía. De mujer. De pájaro.
Esculpido a puñal. Mapa de especie de titanes.
Me ungen.
Pinares frescos en mis fiebres de Ébola.
Coronan mi cabeza de ébano, lágrimas de Caoba.
Garzas blancas en las palmas de las manos
Inquietas. Imparables.
Besos de cebú en mi americana boca.
Me invisten.
Me otorgan la potestad de ser palabra. Códice. Libro.
Huellas digitales que vuelan por mi pulso.
Manos de hermano, de café, tabaco.
Orografía porfiadamente briosa.
Prólogo de eternidad.
Tu cuerpo noche clara, tu cuerpo.


(*) Cuba : Variante de su nombre aborígen.


*De Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar






A Kawabata por La casa de las Bellas durmientes*

de
Una bella ensoñada


Quisiera dormirme en el palacio de tu imaginación y que me mires tanto que funden un jardín, tus ojos de brillos enjoyados y tu mano apenas roce mi piel y saborees con tu boca mi sueño.. Vos hombre, me atravesás con la flecha de tu pelo de nieve. No me das un beso de príncipe para despertarme, estoy despierta para vos tras el velo del sueño que me finge dormida...


*De Cristina Villanueva. cristinavillanueva.villanueva@gmail.com






Franki, por Sinatra.*


*Cuento, por Eduardo Pérsico. epersico@telecentro.com.ar



La odontóloga Lucía bien le explicó la nueva situación a su inquilina Beatriz. ‘Es sencillo Bety, yo me instalaré con mi socio en la costa y vos sin trabajo podrías mudarte con mi vieja; se harían compañía, la cuidarías un poco y por la guita no tendrás problema’. Y Beatriz aceptó ahí mismo diciendo ‘con tu mamá nos apreciamos y con buena voluntad todo es posible’, y a otra cosa.

En las primeras semanas de vivir en la misma casa Ofelia y Beatriz buscaron ser amigas. Desde preguntarse qué comida o televisión preferían, al ‘me veo gorda’ de Ofelia; cuarenta y cinco, adoradora de Frank Sinatra’ y madre de Lucía a los veinte, y Beatriz siete años menor, dos veces separada que le respondiera ‘estás regia pero yo me ocuparé’. Además convinieron desde minucias al hábito de besarse en la mejilla porque sí.

Pasados unos meses Ofelia debía ir al cumpleaños de una amiga, Beatriz entonces le recortó el cabello y esperando que tomara el color le dijo ‘te daré unos masajes milagrosos’. Y sin más le bajó algo el toallón y aplicó sus manos sobre la espalda hombros y brazos; ‘esta crema es muy buena’ repitió y a Ofelia cada caricia en su cuello y sus orejas no le desagradaron. Algo más que placentero pensó y en el rebote del espejo las dos mujeres se descubrieron mirándose a los ojos; y aunque Ofelia forzara cierto silencio por esa distracción Beatriz insistió en mimarle tanto la piel que la otra musitó ‘Bety, por favor’.

Esa noche poco hablaron hasta después de cenar y ya en el sillón donde tomarse el habitual vaso de vino blanco, novedoso ritual, apagaron la tele para retomar la charla. ‘Yo también fui pupila en un colegio religioso, un año, menos que vos’ dijo una y la otra suscribió que ese encierro seguramente las habría avivado de algunas cosas. También Ofelia repitió haber conocido a su marido de jovencita y ‘que al morir él en un accidente me envejeció mucho’ Beatriz la conformó ‘estás muy bien y me ocuparé de cuidarte más’. Una promesa que contenía sin decir un largo discurso que ella conociera y mejor aprendiera al ejercitarlo con otras amigas; ‘lo más natural en nuestra especie es recibir y devolver seducción y ternura con quien uno elija, un mandato de la naturaleza que persiste por más enojos culturales que prediquen lo contrario’. Un discurrir ya propio que incluía su atracción por Ofelia quien por ahí le anunció ‘qué raro Bety, ya nos hemos tomado el vino y seguimos agarradas de la mano’. Y entonces ella no dudó en atenuar la luz y besarle con lentitud las manos y los ojos a Ofelia que atinó a un ‘no seas loca, Bety’ mirándola de nuevo igual que en el espejo y no balbucearía más ante aquel inevitable beso tan suave y cariñoso que le diera Beatriz. Claro, sin la profundidad de lenguas entrelazadas y buscadoras pero pleno de una ternura que ella suponía olvidada, y las dos siguieron entre respiraciones más agitadas besándose sin adentrarse en ningún otro territorio. Pero cuando Beatriz quiso llevarla a su cama Ofelia musitó ‘por favor Bety, estoy confundida’, y luego cada una en su cuarto se desvelaron hasta la madrugada. Menos en aquel momento cuando Ofelia se moviera silenciosa por la casa como si buscara algo y Beatriz disfrutó una buena sonrisa al escucharla.

Entre ellas hubo una tregua sin comentarios y la noche en que Ofelia volvería a salir con sus amigas Beatriz se encargó de su peinado y el maquillaje. Al despedirse Ofelia le mostró los labios recién pintados y lo mismo ella le saludó ‘cuidate Ofe, estás hermosa’ y la otra le sonrió ‘me traerán de vuelta’. Entonces Beatriz comió algo, entró a exiliarse en el baño sin apuro y al sentarse a escuchar música la inquietaba el impreciso ‘me traerán de vuelta’ que dijera Ofelia cuando la escuchó regresar. Volvió antes de medianoche y más la alegró escuchar ‘el marido de Alicia la vino a buscar y me trajeron. En la cena cada uno comiendo y hablando de lo suyo, un aburrimiento’. Fue todo el comentario. Beatriz envuelta en una bata le besó una mejilla al decirle ‘pensé mucho en vos’ y Ofelia casi en el baño la animó ‘esperame, yo también te extrañé mucho’ y se escuchó el abrir de la ducha.

Ofelia salió del baño sonriente y con una audacia inusual entreabrió su toallón casi encima de Beatriz que sin más la abrazó hasta su cuarto. La luz escasa se apropiaba al recorrer cada una el cuerpo de la otra, mezcla de timidez y delicadeza y tensión que decaerían al tiempo que las dos alcanzaran esos íntimos lugares del deseo y el sin retorno en el mandato de su cuerpo. Esa altura que desbarranca hasta los ocultos pudores y remilgos sólo por encontrarse juntas por primera vez; bocas desbocadas que saborean recorren y conmueven y al fin también como al descuido, una muy sabedora mano de Beatriz sobre el preciso sitio del temblor en la entrepierna de Ofelia. Ese inicial acierto que bien pronto fue una gloria mutua en esa fiesta de estar juntas y jugadas a prolongar la noche al infinito.

Hubo sí un descanso esa primera vez, y ya con el vino blanco de cada noche Beatriz preguntó ‘¿Ofe, al fin encontraste algo la otra noche?’ y escuchó ¿vos me escondiste el vibrador, guacha? Lo sospeché’. Ahí las dos se rieron si volverían a necesitar su ayuda y Ofelia redondeó ‘lo llamo Franki, por Sinatra’.


-Eduardo Pérsico nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina.




*

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viernes, agosto 26, 2011

PASEANDO AUSENCIAS...




*Ilustración: Walkala. -Luis Alfredo Duarte Herrera- http://galeria.walkala.eu




SALVACIÓN*


Es tan extraño, amor, es tan extraño.
Tan peregrino. Sutil y doloroso.
Es tan extraño este pensar, dormida.
Este soñar, despierta.
Es la hora de la flor y el insecto.


Y me salen violetas de los ojos.
Y pasan en tropel, los álamos descalzos
Y un toro negro y una yegua blanca.
Y se buscan a ciegas y se encuentran.
Y beben.
Y se beben y tragan el néctar de sus belfos.
Y no es la gloria de la carne.
Ni el corazón del muro.
Ni el semental. Ni el útero.


Es tan imperioso, tan urgente.
Es tan extraño, este salvarse de la muerte.


*De Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar








PASEANDO AUSENCIAS...




Por qué*




Soy lo que no soy cuando me preguntan que miro
Soy la apariencia de los que otros quieren que sea
Por qué soy un ánima en los momentos
En que soy tibia, solo ternura
Y también enérgica como la luna
Será porque tengo dos caras
Como ese hermoso satélite
Y me pierdo en su presencia oculta
En la penumbra del cuarto
En el creciente silencio
En las mareas del tiempo
En los ciclos de metal de lo clandestino
Donde las palabras no dicen
En las letras de lo que no alcanzo a escribir.
Soy un ave muda de poemas
De espirales fingidos
Que encubren mi legítima consonancia.-



*De Azul. azulaki@hotmail.com







El Grifo*


Ya llegó de nuevo la terrible noche. Vuelven los fantasmas del insomnio, vueltas y más vueltas en la cama y el maldito goteo de este grifo que no hay forma de cerrar. Clinc...clinc....clinc... Suena monótono y terrible mientras va horadando mi cerebro agotado por la falta de sueño.

Cada noche me meto en la cama con la esperanza de poder dormir y el grifo sigue con su monocorde goteo, sin detenerse, sin pausa, sin tregua. Empiezo a estar desesperado y cada vez creo menos esas informaciones sobre las inminentes restricciones de agua.


*De Joan Mateu. joan@cimat.es






Suaves entredichos entre el ojo y la voz*



Eran muchos los dioses y las diosas enlazados en las danzas de la creación. Esa palabra en la boca, a punto, caía en gotas. Al principio, no hubo oscuridad, hubo rojo y sus matices. Las diosas desvariaban en telas con forma de almohadones de algún palacio árabe inexistente aún, incrustaciones de espejos pequeños o brillos o sueños con resplandor. Los dioses al besarlas con su poder centrado, daban lugar al movimiento. Ellas y ellos se fusionaron en todos los matices de lo femenino y lo masculino. Surgieron los verdes y azules, las gotas, los círculos, los huevos con sus frágiles cáscaras pintadas, suavidad del círculo dónde la boca se abrocha a la vida.
Todo se nada y saltan las gemas, los rojos, los relieves, ellos y ellas, dioses efímeros, se dejaban hacer por el amor.
Saltan las gemas como burbujas de champagne, sonrisas, plumas en el interior del cuerpo.
Las gemas saltan, se deslizan, abren.
Los botones del cuerpo desabrochados.
Uvas, pezones, ojos ¿Puede la creación no ser colectiva? ¿no ser amante ?
¿Pueden tantas gemas a punto de expandirse ser fruto de una sola cabeza, mano, alma?
En los encuentros se fecunda lo por nacer.
Gemas de vida


*De Cristina Villanueva. cristinavillanueva.villanueva@gmail.com









Desde la estatua*




*De Nechi Dorado. nechi.dorado@gmail.com



El águila calva se asomó por una de las ventanas del gigante de cobre, acero y concreto, donde había establecido su nido. Desplegó sus alas como desperezándose antes de alzar vuelo hasta uno de los picos sobresalientes de la enorme cabeza de la mole.
Miró hacia los cuatro puntos cardinales cuando sintió el llamado, como todas las mañanas, de una hermosa mujer rubia, con rasgos casi perfectos y unos ojos tan celestes que parecen pedacitos de color arrancados al cielo. Todo lo que ella tiene fue arrancado a alguien. No puede negarse su hermosura, tampoco la frialdad que refleja esa mirada despótica.
Ella acostumbra encaramarse en lo más alto de la inmensa estatua, algunas veces puede vérsela sobre el brazo descascarado de un roble añejo al que sin dudas,también hace daño. Son pocas las veces que se la encuentra allí, porque no es amante de la naturaleza sino de lo que esta brinda. Comentan los lugareños que desde su sitial puede ver el punto exacto donde comienza o donde termina el mundo, habilidad que le permite sentirse dueña absoluta de todo.
Viste una túnica blanca sujeta a la cintura por una faja formada por barras rojas apoyadas en la blancura de la gasa que delinea sus formas. En la parte superior derecha, de esa faja, resalta un cuadrado azul oscuro en el que parece agonizar un grupo de estrellas blancas arrebatadas a otro pedacito de cielo dejándolo ensombrecido.
Los investigadores de la vida donde creciera esa mujer, dicen que cada estrella es el botín alcanzado por los rayos de su mirada. Dicen que observándolas detenidamente se puede ver que están salpicadas de sangre humana.
Dicen que en los lugares donde fueran arrancadas, dejaron viudas y huérfanos; que quedaron seres mutilados y un odio incomprensible tronando su victoria pírrica disgregando a los hermanos.
Dicen también que el águila le presta sus ojos para que pueda divisar mucho más allá, trascendiendo en el tiempo y en el espacio. Es agresiva la mujer, no tiene uñas sino garras que lastiman todo lugar donde se apoya. No falta quien la compara con las Harpías mientras ruega por la llegada de algún argonauta para que los libere de su brutalidad.
¿Cómo puede convivir tanta maldad con semejante belleza? Es la pregunta sin respuesta de quienes alguna vez cruzaran su camino con el suyo.
Lleva sueltos sus cabellos del color del trigo y por andar siempre en las alturas con una agilidad asombrosa, el viento los arrebata haciéndolos enroscar en las puntas picudas de la cabeza de la estatua, allí donde se posa el águila cada mañana.
La túnica deja al descubierto la delicadeza de su hombro derecho suavemente redondeado. En su pecho una rosa empalidece frente a la imponencia de la mujer o bien pudiera ser que empalidezca entre tanta frialdad. La rosa necesita ternura que ella no sabe brindarle, dejando un enigma indescifrable que cada quien devela a su manera. Algunos dicen que cuando la rosa se ve humedecida, es porque el rocío la besa suavemente para entibiarla, mientras que otros aseguran que son las propias lágrimas de la flor que corren por sus pétalos donde ahogaron el amor.
Dicen que desde sus clarísimos ojos nacen relámpagos cuando algo la enoja y que tienen la fuerza como para calcinar la vida aunque lata a muchos miles de kilómetros de donde ella se encuentra. Esta mujer no es historia pasada, sino presente. Ella está, dirige, impone, incapaz de condolerse por algo que no le ocurra a ella misma, para cumplir sus más oscuros deseos, utiliza el fuerte impacto de su retórica al que muy pocos pueden resistir y si lo intentan, mucha desdicha cae sobre los atrevidos.
La mujer tiene varias hermanas de rasgos muy diferentes, todas de piel morena tan brillante que el propio sol las usa como espejo para reflejarse. Aunque esas son mucho más tiernas y comprensivas sobre todo con sus hijos. Su desamor provocó que ellas sintieran pena pero también fastidio por tanto engreimiento y despotismo que mucho tiene que ver con la gula desquiciada de la belleza rubia.
No hablan el mismo idioma, aunque ella pueda entenderlas, aún sin esforzarse para comprenderlas. Es tan altiva, se sabe tan deseada por todos, que representa la imagen del sueño anhelado, especialmente por los hijos más pobres de sus hermanas, a los que ella mira con desprecio. Destemplanza que se potencia cuando buscan su amparo ante la desventura. Y por esas paradojas de la vida, esa mujer no podría sobrevivir sin las otras, por eso es fácil que abuse tanto sabiéndolas mucho más frágiles e indefensas.
Algunos dicen que sufre porque el amor no hizo nido en su alma sino que buscó cobijo en las entrañas de las mujeres morenas brindándoles esa calidez que las convierte en ejemplos de la maternidad sufriente.
Incapaz de soportar el derroche de calidez de sus hermanas, comenzó a elaborar una idea a la que se irían sumando otras, cada cual más espantosa. La hermosa mujer con sus propias manos hizo un nido de estiércol y amamantó con leche de veneno a una serpiente de medida Standard en su génesis, pero que con el tiempo habría de tomar dimensión incalculable. Tenía el don del entendimiento y demasiada habilidad para extenderse y llegar al punto que su madre le indicara.
La formó con la dedicación con que el escultor esculpe su obra, la fue fortaleciendo como para que fuera capaz de arrastrarse por suelos pedregosos, áridos, secos, así como entre montes, valles y ciudades, siendo indestructible.
Cuentan los ancianos del lugar que si alguien lograra cortarla en pedazos, éstos volverían a unirse y la serpiente reviviría con mucha más fortaleza.

Una mañana sombría, partió desde su nido en la estatua, en busca de frutas que compartiría con su madre, ambas prefieren los bananos, pero la serpiente no tiene buen olfato para sentir en la distancia, por eso, para encontrarlos fue guiada por la mujer cuyos ojos podían divisar el lugar donde iban naciendo los ramos aglutinados de esa fruta. Bastó sólo una señal de su garra afilada y el cruce de sus miradas, como para que la serpiente emprendiera su camino en búsqueda de esas joyas naturales. De paso, por las largas travesías, cazaba otras cosas de valor que iban a parar a la bolsa de la mujer rubia con ojos que parecían arrancados al cielo y dedos terminados en garras.
Chiquita-bra fue llamado el reptil que partió del nido dentro de una de las ventanas de la cabeza de la estatua. De allí salió, arrastrándose, a través de plantaciones, atravesando ríos de aguas cristalinas donde Chiquita solía triturar lo que encontrara a su paso dejando las aguas teñidas de color rojo sangre. Su rumbo fue siempre hacia el sur por esas cosas extrañas de la vida.
Cuando el ofidio se deslizaba por la falda estática de la estatua hacia donde la mujer bella le ordenara, ésta guardaba su cerebro desde el cual podía hacer llegar su directriz. Dicen que en las noches mientras el áspid repta por donde están las hermanas morenas, la mujer acaricia el cerebro repugnante, nutriéndolo para que su crecimiento se produzca sin interrupciones.
Va depositando sus huevos entre los pliegues de las túnicas de las hermanas que no tienen la fuerza suficiente para espantarla, aunque muchos de sus hijos acudan en su defensa y muchos queden para siempre entre las huellas zigzagueantes que deja como recuerdo de su paso con la muerte. Ella tiene la orden de ir demandando silencio y sumisión, demandando obediencia como mecanismo coercitivo capaz de repeler rebeldías.

Cuando la vida que late dentro de esos cascarones, logra romperlos, reciben las órdenes del cerebro mayor protegido por la hermosa mujer de cabellos claros como los trigales a los que también sofoca, tan suaves como la seda de la que se apropia, tan brillantes como el oro que termina embolsado entre las arrugas de su túnica.
La mujer a la que muchos se niegan a mencionar como tal, ordena y manda, escupe su retórica convertida en fuego. Gusta de los ruidos fuertes, cuánto más fuertes más alegran su existencia, especialmente cuando produce explosiones sobre la tierra gimiente frente al estruendo, entre “ayes” de dolor de almas sobresaltadas y alguna cuna que queda meciéndose vacía de cuerpo, desfigurada de sonrisas y mañanas.
La mujer carga sobre sus espaldas que parecen talladas por las manos de algún artesano del odio, la muerte de sus propios hijos y de los hijos de sus hermanas. Eligió ser como Zeus y los devoró uno a uno, aunque de momento, nadie haya logrado que los regurgite. Dicen que semejante atracón estancado en su estómago, contaminó su sangre envenenándola, y la toxicidad fue corroyendo su cuerpo, su alma se volvió de piedra como la estatua donde se posa para divisar en la distancia todo lo que pueda convertir en oro.
Todos la admiran y la odian, cuando parece a punto de desmoronarse, desde lo alto de la estatua, la serpiente le hace llegar gotas de sudor de los hijos de sus hermanas y es ese el nutriente fundamental como para que su caída no llegue a concretarse nunca. Aunque no falta quien cree que su derrumbe es inevitable y quedará clavada entre las planchas de acero de la historia futura, tan lejana.
Mientras tanto, en el presente, sus hermanas siguen meciéndose entre las ramas de los árboles abrasadas por el sol cálido que impide, como antídoto natural, que el veneno de la mujer y su serpiente logren que el frío hiele sus corazones.
Una mañana espantosa la mujer recibió una agresión que no logró ablandar su corazón, mucho menos produjo conmoción en ese hueco estático de roca imperturbable. Sus hermanas fueron las que más padecieron el espanto. La mujer miraba el fuego desde su sitial perpetuo y una mueca se dibujó en su rostro indiferente, mientras se dedicó a buscar culpables, escondiendo a los culpables verdaderos.
Ese ataque produciría gran beneficio para ella. El hijo de una de las hermanas fue la primera voz alzada, manifestando repudio al horror, solidaridad para los hombres y mujeres que viven a pocas millas de donde se erige la cueva de la mujer bella.
Esa hermana es la única por donde la serpiente no pudo pasar por más que lo intentara durante medio siglo, si bien ella no asume el impedimento y la boa intenta denodadamente ejercer su constricción. Por supuesto, la mujer de ojos del color del cielo que parecen puñales afilados para el desgarre interminable, ignoró la solidaridad de su hermana.
Todas lloraron.
Todas acompañaron lo que pensaron, sería su dolor.
Todas fueron una, como siempre.
Una menos una, la principal, la herida sin registro de dolor, la belleza rubia que viste una túnica que deja al descubierto su hombro derecho. Tan derecho como ella.
Ella, la que empalidece a la rosa manteniéndola clavada en el centro de su escote, la que ve por los ojos de su águila depredadora, la que creó a la que constriñe, aprisiona, desgarra, dejando lagos de lágrimas tras el movimiento enérgico de su afilada garra.
La que continúa enviando a su serpiente a recorrer las entrañas partidas, pero vivas, de sus hermanas morenas donde late el amor cantando canciones de cuna a la vida.
La que envía su veneno por cada recodo de los caminos, desovando para perpetuarse. La que riega aguas de espanto en los suelos contaminados por su paso zigzagueante hacia la nada.
Sigue su ondulante camino hacia el sur la serpiente escamosa, recorriendo las geografías bifurcadas, arrastrando el estigma de las guerras que terminan incrustados en las médulas de los pobres. En la columna vertebral de las hermanas que tras su paso, acuden rápidamente para acariciar cada herida provocada en el cuerpo tibio de las matas.
La mujer bella desde lo alto de la estatua de cobre, acero y concreto, ríe frente al dolor que divisa a lo lejos, acariciando al cerebro, mientras convierte a los bananos en divisas para mantener su poder.
Siguen deslizándose por la pendiente del sur, Chiquita-bra y su infaltable compañía, a la que se sumó otra mujer de rasgos y horizonte diferente, que actúa como apoyo de aquella que desde la estatua, saluda con un guiño cómplice a su cómplice.
Dicen los que saben que los bananos se ven doblados por la fuerza feroz de esa mujer que algunos hasta han visto parecida a las Harpías.
Quedan al paso de las huestes malolientes con corazón de piedra, ejércitos de desplazados a los que siguen silenciosos sus hijos desarrapados. Las hermanas morenas acarician esas cabezas renegridas, secan sudores y besan sus frentes sabiendo que ellos son sus custodios fieles azuzados por el llanto de la tierra, acariciados por las túnicas flameando al ritmo de la brisa suave que algún día será el ventarrón que aleje para siempre tanto horror, tanta vergüenza…








PASEANDO AUSENCIAS*


Los amigos, protagonistas del cuento
Miguelito - perro mestizo al que los amigos ayudan
Sigifredo - el oso de felpa
Negra - la muñeca negra de trapo
Amarillo - recuerdo para el perro de playa Varese
Pierángeli - la muñeca rubia que ya cumplió 49 años
Búho rojo - nacido del corazón en 2003
Lola - la gata del Museo de Parque Lillo

Amigos del recuerdo
Tofy - doberman que decidió el viaje porque su corazón no quiso andar más
Locote: pichón de zorzal criado en la casa grande. Se bañaba en la pileta de la cocina.
Trocho: precioso gato amarillo. Hizo el viaje a la montaña
Lady: dulce y querida pointer que hizo el viaje para encontrarnos
Bujía: gata gris, valiente, perdió un ojo en una pelea, defendiendo a sus hijos
Sofía: gata siamesa, independiente, amante de las cornisas



1 - Los amigos se reúnen

El grupo se formó rápido. Cuando supieron que Miguelito no andaba bien, se ofrecieron para acompañarlo.
Programaron la salida temprano en la mañana: el desierto y su sol gigante no permiten otro horario.
El primero en llegar, Sigifredo. Barullero como siempre, el oso se sentó impaciente en la escalera del edificio a esperar al resto. Su felpa tenían varios zurcidos, sus bigotes algunas hebras blancas.
Cuando llegó la Negra, besó al oso y se sentó a su lado. Se arrepintió casi enseguida. Sigifredo la empujaba, le daba pequeños codazos:

- Así que ganabas siempre a la rayuela. te desafío mientras llega el resto eh?
eh?
- No me molestes oso, no tengo ganas de rayuela ni de nada.
- Dale, quiero la revancha, dale.
- Mirá Sigi, ni mis piernas ni las tuyas sirven ya para una rayuela; contame de vos en tantos días de no vernos.
Sigifredo recordó la oscuridad del cajón en el que había permanecido tanto tiempo
- No, no, mejor hablemos de otra cosa. Vos a qué te dedicaste?
- Después de aquella mudanza anduve por ahí sola. Se extraña al principio, pero después uno se acostumbra.

Sus pies y su pelo, mostraban el tiempo y los soles de tantos veranos. Los dos añoraron los juegos en el quillango.
La tristeza se acercaba para sentarse en los escalones, cuando llegó el perro Amarillo; sonriendo feliz, por haberlos encontrado. Más flaco que en el verano y con signos de larga caminata, se echó en el pasto. Sus ojos tenían azul de mar y vuelo de gaviotas.
- Necesito descansar, un rato al menos. Miguelito debe vernos bien, para sentir que él también puede.
- Sí, dijo la Negra. Todavía faltan Lola, la muñeca rubia y el búho rojo.
Esperemos que el camino les haya resultado fácil.
Sigi estaba serio, pero sólo por un instante.
- Lola no se perdería nunca!!! Dice que tiene capacidades especiales, que diosas egipcias, que graneros. ya verá cuando llegue.
- Callate Sigifredo!!! No cambiás más.
Nuevamente los empujones, los codazos, las risas. Como cuando eran niños. El perro Amarillo descansó largamente aprovechando el fresco de la mañana y el rocío del pasto.

Un zumbido suave y penetrante los hizo mirar el fondo de la calle.
- Perangeli, es Pierangeli!!! Gritaron Negra y Sigifredo
Un enjambre de abejas, con sus alas y patas en sillita de oro, traía a la rubia. Su rulo, despeinado, su pollera verde muy arrugada. Todos aplaudieron cuando las abejas se posaron en la vereda. La muñeca olvidó su rulo, su vestido y, corriendo, besó y abrazó a sus viejos amigos.
Sigifredo - maestro de ceremonias - presentó a La rubia y el amarillo.
Qué linda es!!! Pensó Amarillo.
Sus cachetes se sonrojaron pensando que podían leerle los pensamientos; haciéndose el distraído se puso a silbar bajo el farol del parque.

De pronto el sol se tiñó de rojo. Música de alas, bordadas en añiles y corcheas, fue la alfombra del búho. Descendió majestuoso, posándose en un hombro de Sigifredo, que permaneció tieso por la sorpresa, y un poco de miedo.
Negra abrió el aspersor y todos tomaron agua fresca, mojaron un poco sus flequillos y se sentaron a esperar a Lola que no podía demorar mucho más.

Una fila de hormigas negras en ecos de panderetas, castañuelas y guitarras, acompañaba a Lola, la depositaria de los tesoros del tiempo, la que vive en un patio español, bajo la rueda de carro de 1.800, en un museo cerca del mar.
Todos dejaron los escalones y la recibieron entre besos, risas y ronroneos.
El amarillo se puso alerta; pero cuando Lola se acercó y cruzó sus bigotes con los de él, supo que serían amigos.
Ya estaban todos. Sigifredo, la Negra, el perro amarillo, el búho, Pierangeli y Lola.


2 - Preparativos para el viaje

Se repartieron las actividades. Lola llevaría trocitos de pan por si alguno tenía hambre, Sigi - el más forzudo - el bidón de agua, Pierángeli un vasito pequeño. El búho les señalaría los peligros, Amarillo les daría azul y sol de mar, si aparecían nubes. La negra llevaba una gorra para Miguelito, por si había mucho sol.

Pasaron la rotonda, la fuente de aguas gigantes y divisaron la reja verde.
La casa de Miguelito no quedaba lejos. Tras la reja los esperaba con su sonrisa vieja y cansada.



3 - Miguelito

Hacía mucho que no daba un paseo. Sus dos últimas salidas, más que viajes fueron ausencias. Había caminado por escoriales grises. Arboles añosos y desgarbados señalaban el camino. En algún recodo vio a Toffy lamiéndose las patas, Trocho hacía malabares en una cornisa tras el vuelo de Locote. Lady lo observó como sólo ella sabía, intensa y dulcemente. Bujía lo miró con su único ojo diciendo:
- Cuidate de los autos Miguelito; son feroces, son rayos de destrucción. No te das cuenta cómo y te devoran.
-Sofía, la siamesa, le contó que su último viaje/salida había sido definitivo. Porque estaba cansada, muy cansada. Los paredones le parecían montañas, los gorriones, cóndores, los perros de los vecinos eran como monstruos que arrojaban fuego en cada ladrido. Entonces decidió no volver. Y aquí estaba en el escorial buscando el prado verde que sabía estaba al final del sendero.

Unas manos pequeñas tironearon de Miguelito y lo sacaron del escorial. En las dos ausencias ocurrió lo mismo. Vinieron los mimos y las inyecciones.
Las caricias y las cucharadas de vaselina. La colchoneta mullida y esas pastillas que le hacen dar tanta hambre. Quiere dormir, descansar, pero escucha:
- Arriba Miky, vos podés
- Sí, claro que puedo, pero no quiero, qué tanto.

De pronto Miguelito es viejo. Camina con dificultad, mucha dificultad. Su mano derecha hace ruido como de chancleta arrastrada. Tiene la mirada triste. Extraña el árbol del vecino, que pichaba con placer levantando la pata. Ya no puede, su cuerpo tira hacia abajo. A veces se picha encima y las manos pequeñas le limpian la colchoneta, lo bañan, lo miman. Se siente cansado.
Pero hoy está feliz. Sus amigos vinieron a visitarlo. Harán un pequeño paseo hasta donde den sus fuerzas. Los escucha y sonríe feliz.


4 - El viaje

Las manos pequeñas abren la reja y miguelito se funde en un abrazo con sus amigos. Se siente hermano del Amarillo que le presta su hombro para caminar mejor. Lola lo abraza ronroneando bajito en su oreja derecha:
- Estamos para acompañarte, no tengas miedo al escorial
Sigifredo camina adelante, saltando y tirando hacia arriba el bidoncito de agua.
- Oso, vas a romper el bidón! grita Negra
- Es siempre el mismo alocado, opina la rubia.

El búho los sobrevuela indicando los peligros del camino. A pocos metros entran al desierto. Los coirones tienen sus pelos amarillos muy suaves.
Junto con la ratonera les dan la bienvenida.
Miguelito siente que su pata no pesa. Con un poco de temor intenta correr.
El Amarillo lo alienta:
- Corramos Miky! Vamos hacia aquella vertiente!
Todos corren. El búho desciende y acompaña a los amigos. Se sientan en el pasto tierno, cerca del agua. Miky ve el primer árbol y levanta su pata.
- Hey, mírenme, no me caí, no me caí! Vení Amarillo!
Amarillo se acerca y comparte el pis contra el árbol.

El sol se ha suavizado, la barda también. Están en un prado muy verde, perfumado con flores de manzanillas. Un colibrí bebe el néctar de un árbol multicolor.
La sonrisa de Miky le llega a las orejas. No le duelen sus patas, escucha todos los sonidos del prado y del bosque cercano. Ve bien, hasta las mariposas lejanas.
Sentados en círculo a la entrada del bosque, reparten el pan que lleva Lola. Pierángeli les sirve agua. La negra y Sigi entran al bosque a buscar algunas frutas.
Cada uno cuenta historias. Miguelito también
Recuerda que era muy pequeño cuando Toffy, el perro viejo de la casa decidió hacer su paseo de ausencia.
- Cuánto lloré, cuánto frío tuve en ese invierno.
Evoca cuando venían los chicos de la casa que estudiaban lejos. Qué alegría!
- Me hacían upa, a pesar de que soy grandote!
- Qué linda familia tenés Miguelito. La negra sonreía.
- Fue una linda familia, contestó
Amarillo, sin quitar los ojos de Pierángeli, cuenta sus aventuras en la playa. Su felicidad, que duraba lo que una temporada de verano.
El corazón de cada uno trae imágenes de felicidad, otras de tristeza.
De pronto el búho rojo que había permanecido en silencio dijo:
- Miky, ya anduviste por el sendero gris del escorial. Quisimos acompañarte al prado verde para que no vinieras solo.
- Acá no te va a doler nada, hay frutas, agua fresca, sombra y árboles gigantes para pichar cuando te dé la gana. dijo Amarillo.
- Te dejo el pan que no comimos, le propuso Lola.
Sigifredo y la Negra, abrazados, contemplaban juntos la escena.
- Antes que sea de noche, armemos una rayuela! Dijo Sigi
- Veré - dijo el búho - que se respeten las reglas para llegar al cielo.

Entre amigos, juegos y risas, Miguelito ha empezado su larga ausencia.




*De Iris. iris_neuquen@yahoo.com.ar
2005







Que sea éste*


*Por Juan Forn


Un hombre cualquiera, al que vamos a llamar Emmanuel Carrère, está de vacaciones en un hotel en las playas de Sri Lanka, con su mujer y su hijo, cuando sobreviene el terrible tsunami de 2004. Los tres salen ilesos, pero una joven pareja que se les sentaba a la mesa de al lado en cada comida pierde a su pequeña hija. El hotel y la zona quedan aislados. Todo es atroz.
Hay cientos de muertos y los vivos los tienen en sus caras. La pareja que perdió a su hija es francesa, como Carrère y su mujer; la nena muerta tenía casi la misma edad que el hijo de la mujer de Carrère. Casi sin conocerse, las dos parejas pasan a ser familia, en la aciaga tarea de recuperar el cadáver y dar sostén y acompañar en el dolor. Están tan íntimamente próximas y tan radicalmente distanciadas como es posible estarlo: una pareja salió ilesa, a la otra le pasó lo peor. En determinado momento, en una caótica
sala de hospital, mientras esperan por el cadáver de la niña, asisten al encuentro de una mujer con el esposo que creía muerto. La sala entera queda en silencio contemplando cómo ese hombre y esa mujer se tocan el rostro y se miran atónitos a los ojos y lloran. Incluso la pareja que ha perdido a su hija se queda contemplando la escena, por un instante idos de su terrible realidad. Cuando Carrère y su mujer se echan a descansar por primera vez, horas antes de abordar el avión que los devuelva a Francia, lo único que puede pensar él, como un mantra protector, es un anhelo desesperado: que un día esa mujer a la que abraza sea vieja, y él también, y siga queriéndola.
Que sigan vivos, que sigan juntos, como en esa cama, en ese momento.
Dos meses después, ya en París, la mujer de Carrère recibe la noticia de que su hermana menor tiene cáncer, y es fulminante y sin esperanzas. La hermana tiene 38 años, marido y tres hijas pequeñas. Es jueza en una pequeña ciudad de provincia. Es, además, feliz. A los quince años zafó del primer zarpazo
del cáncer, pero ese zarpazo le llevó una pierna. Eso definió su vida. Se hundió en los libros de Derecho, creyó que no tenía posibilidad de ser feliz hasta que apareció alguien que no la quería porque fuera lisiada ni a pesar de que fuera lisiada: simplemente la quería. El Derecho y ese hombre que le dio tres hijas son la vida de ella. Una vida pequeña, burguesa, de provincia, que acaba de entrar en brutal y acelerada cuenta regresiva. Los médicos le han explicado cómo será. La joven jueza encara su muerte con la parsimonia con que encaró cada juicio que le tocó presidir. Carrère y su mujer asisten a ese rito de despedida: llegan para verla despedirse paso a paso de sus pequeñas hijas y morir abrazada por el hombre que la amó totalmente (a quien ella le pide: "Diles que luché, que hice todo lo que pude para no dejarlas").
Carrère tuvo delante, en breves meses, las dos cosas que más miedo dan en este mundo: la muerte de una hija pequeña para sus padres y la muerte de una mujer joven para su marido y sus hijos. "La vida me hizo testigo de esas desgracias una tras otra y me encomendó, o al menos así lo he entendido, dar testimonio de ello." ¿Por qué dice eso Carrère? Porque, después del entierro de la jueza, conoce a un colega de la difunta, un hombre que es de la edad de ella y es juez como ella, y está felizmente casado y tiene hijos pequeños como ella, y es lisiado y víctima del cáncer como ella: ese hombre convoca a la familia para explicarles qué clase de juez fue la jueza y cómo fue la vida para ella, tal como se la confesó a la única persona en el mundo a quien podía contarle todo sin temer despertar lástima, compasión. La manera
en que ese hombre les habla "no era serenidad, ni sabiduría, ni dominio de sí mismo, sino una forma de apoyarse en su miedo y desplegarlo. Era todo lo que siendo él no era él: lo que lo superaba, lo inspiraba, lo maltrataba y lo salvaba, y a lo que poco a poco había aprendido a dejar actuar".
Hay experiencias que nos enseñan algo inequívocamente. Incluso la vecindad con ciertas experiencias puede enseñarnos algo inequívocamente. Es asombroso que eso pueda ocurrir a través de la palabra. Eso es lo que siente Carrère cuando lo ve ocurrir delante de sus ojos, en las palabras de ese joven juez
lisiado. Porque ese hombre que mira a la muerte de frente habla como debería hablar la literatura, como alguna vez habló. Así intenta Carrère que hable el libro que escribe, un libro que en francés se llamó De otras vidas que la mía (en castellano se llama, más escuetamente, De vidas ajenas). Viene la desgracia y pasa su guadaña y qué queda. Hay una escena en el libro en que la jueza lisiada entra por primera vez en la oficina del juez lisiado. Al verla, éste se sonríe y se alza de su escritorio con sus muletas, para que
las vea la mujer en muletas que tiene enfrente. Carrère dice: "Se reconocieron al instante". Yo creo hace mucho en las hermandades que produce la desgracia: el nivel de comunicación casi absoluta que se da de pronto entre hermanos de desgracia. Carrère encuentra nombre a lo que estuvo asistiendo, a través de las palabras de aquel juez. Se reconoce al instante, como se reconocieron esos dos jueces. Se siente adentro de la escena, como todos aquellos que miraban a la pareja reencontrada en aquel hospital de Sri Lanka, como la familia de su mujer mirando a la jueza decir a su marido, poco antes de partir por última vez al hospital, cuando la hija menor, que es un bebé, pide que la alce la madre: "No tiene que acostumbrarse a mí porque después me echará más en falta".
Hay ciertos libros capaces de producir lo mismo que nos hace la desgracia, la enfermedad, la muerte, cuando nos pasa cerca, cuando nos semblantea. En ambos casos hacen que nos importe más lo que nos asemeja a las demás personas que lo que nos distingue de ellas. Quizá sea imposible vivir ahí siempre, o incluso estar ahí seguido, pero cuando ocurre es estremecedor, nos queda grabado en el adn. Lo que nos asemeja a los demás por encima de lo que nos distingue de ellos. Lo que aprendemos entre todos es lo más valioso que se puede aprender, porque no lo sabemos solos: sabemos que otro lo sabe también. Esa ceremonia logra Carrère que ocurra en su libro. El juez, la jueza, su viudo con tres hijas pequeñas, la pareja que perdió a su hijita, el aleteo de esa mariposa negra que es la desgracia, y nosotros, los demás.
Hay otras vidas que no son la nuestra. Si van a leer un solo libro este año, que sea éste.



*Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-175395-2011-08-26.html







Poema para una flor secreta*



Algunos te nombrarán sin conocerte.
Otros te escucharán sin comprenderte.
Los más
pasarán junto a ti sin detenerse.


Anónima es la tempestad que no se muestra.


Pero yo descifré sin duda alguna
tu sonrisa de lluvia intermitente.


*De Sergio Borao Llop. sbllop@gmail.com
De Por si mañana no amanece






Travesía*



El intrepidísimo navegante solitario, boca abajo sobre una tabla que en absoluto es más que la tabla de una mesa, con brazos y piernas abiertos y extendidos y, sin rigor, usando estos miembros a modo de remos, surca la inmensidad del océano. Se divierte, hace ruidos con la boca, farfulla. Luce tres prendas: gorro para ducha, calzoncillo anatómico con elástico tipo faja y medias de lana.
-¡Una roca!... ¡Cuidad el palo menor! ¡Que no se abolle la eslora!...
¡Aplicaos a una labor intensa y desmesurada!... ¡Subordinación y subordinación!... ¡Nada de tejer ahora!... ¡Proteged la nave! ¡Cuidad de que no encallemos!... ¡No escupáis como gesto de irrefrenable enojo! ¡Os vi, os vi, corbetero de segunda!...
Abandona ese juego. Se moja la cabeza en el agua. Mira a lo lejos.
-Uia... Esa nube no estaba... Si tuviera un arco te tiraba una flecha, te hacía bajar la frente. ¿Qué, no es tu manera de reír, llover?... Vení, llovéme..., que acá hay un pecho...
Es una mañana luminosa. Los tiburones duermen: sueñan con deliciosos navegantes solitarios.
-¡Yo soy bueno!... ¡Soy un buen pibe!... ¡Un buen soldado, capitán! ¡Un buen náufrago, doctor! ¡Un buen ányelus! ¡Un buen orquestador del atardecer!...
¡Un buen marrano que se cagó en su propia boca, se puso en penitencia, se dejó peinar, se arremangó las piernas y está acá!...Brisa fresca. Es martes.
-¡Refrescando, caracho!
Meduloso. Es noviembre.
-Pensemos en un puerto. Y en un fondín. En un viejo poseído por el vino declarándome su corrupción transparente. Me quiere regalar su camisa y jura que me parezco a él, a las rodajas de sus hijos, jura, él jura, dentro de los sándwiches de todos los fondines del puerto.
Se exalta. Ya van a ver: signos de admiración.
-¡Me quiere convertir en una oreja, en una cama! ¡Me quiere abrazar con su aliento! ¡Qué solidario!... ¡Yo apenas puedo conmigo, caballero! ¡Apenas me puedo dejar zarandear y golpear por alguna adversidad que yo elija! ¡¿O se cree que no me conduelo de mí?! ¡Ni una boya, ni una! ¿Usted me entiende?
¡Ni una! ¡Ni una!...
Se pone de pie. Tormenta.
-¡Yo quería ir hacia allá!...
Trata de señalar, pero la tabla se mueve. Chaparrón.
-¡¿Vas a amainar de una vez?! ¿Vas?... ¿Eh?... ¿Sí?... ¡Soberbios!
¡Cenagosos! ¡Una vez barrí mi casa grande con una escoba nueva! ¡Y maté a una hormiga con una cucharita! ¡Y sepulté un juguete de mi amigo! ¡Y le apreté la clavija al guitarrón pero rompí la cuerda! ¡El vino no! ¡Mámese usted, si quiere! ¡Usted es un empedernido condenado!...
Cede la tormenta. El osado navegante solitario se calma, cede. Hace flexiones. Después:
-Confidencialmente, yo pienso en mi saltimbanqui interior. Irrespetuoso, forajido... Soy un escrutador feroz.
Anochece. La luna desciende sobre él: queda a unos cincuenta centímetros.
Media luna. El todavía no se da cuenta.
-Un escrutador como me gustaría que hubiera otro. Uno siempre busca equipararse, aunque no haya una intención aviesa. Son las ganas de uno de resultar imprescindible. ¡Qué capítulo, señor, escribiríamos todos si no tuviéramos que remar!... Es que uno, se obstina en no ser un buen pez. Pero, ya se sabe, pulmones no son branquias, branquias no son pulmones.
Sin mirar directamente a la media luna:
-¿Y a vos quién te conoce? ¿Te mandaron a espiarme? ¿Traés algún mensaje? ¿O querés que te diga un versito?... Sos una desamorada. Te sacaste las plumas pero es inútil. Me pongo veleidoso cuando me persiguen. Supe renunciar a vos, también. ¡Me soy tan obediente ahora! Vos no lo creerías ni en cien
siglos, que ya sé, para vos es nada. ¡Ay, luna, yo te conozco, no me pude olvidar de vos! ¡Entré a tu dormitorio tantas veces! "Sos un seductor..."
¿Yo, un seductor?... Te regué mis vocablos más irreproducibles. Te extorsioné con un fervor diletante. Autorizaste mi impulsividad y toleraste que instalara mi corte deprimida.
Mira a la media luna.
-Pero yo prefiero que te vayas, ahora. Te quiero mucho, sí, te quiero mucho.
Estoy demasiado inmerso en mis propios pozos. Y sucuchos. Un chico se cayó por una de mis grietas. Todavía podría decirte cosas que nunca te dije.
Atorarme con tu luz. Pero yo prefiero que te vayas, ahora.
La media luna asciende con lentitud. Al rato, amanece. El navegante solitario observa el horizonte con un prismático que simula con sus manos.
Playa a la vista. Hacia allí navega. Sin proponérselo. Sin verdaderamente proponérselo. Mujer desnuda en la playa a la vista (con anteojos oscuros y pulseras), que habla, discierne y se unta con protector solar:
-Todas mis tías muy febriles, muy bienhechoras, un nudo al lado de otro nudo. Pero mamita, no es la primera vez. Pero mamita, no es la segunda vez.
¡Pero mamita, no es la última vez, esa vez!... ¡Todos los mil ojos, las mil empastadas rodillas de mis primas, las mil putas absortas trompas de Eustaquio oyéndome desangrar, y nada! ¡Quienquiera puede levantarse la camiseta; yo, no! ¡Burras, burras! ¡Mujeres rellenas de algodón!... La docilidad para esto: una escarapela. Para aquello otro: firmes, escrupulosas, inexpugnables: otra escarapela. ¡Pervertidas! Mamá pervertida, pobre. Tías con el camisón triste. Esponjosas comedoras de chocolate. Bofe
suculento, sí, para el gato que se comió al ratón, que se había comido a la araña, la que se había comido a la mosca. A ver, querida: plisá tus labios menores, que yo lo haré con los míos. Por favor, reprime tu virulenta condición, tus ansias de conocimiento desmesurado. No juguetees, no me alarmes, querida. No me juguetees a mí. No me estimules, no me hagas aparecer. Eso. ¡Eso es un nudo al lado de otro! Que nada se desate. Todas atadas, apenas entornadas, como para no morirse definidamente. ¡Puaaajj!...
El navegante deja de observar con el prismático.
-Encallé..., encallé...
Camina unos pasos por la orilla, perplejo.
-¿Dónde estaba esta costa, esta arena suave?... ¿Qué hago yo conmigo ahora?
¡¿Qué hago yo conmigo ahora?!...
La mujer se saca los anteojos y mira al navegante. Este, intentando quitarse las medias, pierde el equilibrio.



*De Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar





Correo:


Cuadernos y Palabras*



El 2 de septiembre de 2011 – 20 hs. - en el Centro Balear – Santa Fe (4 de Enero 2784)

estaremos presentando cinco cuadernos más de la colección de LuzAzuL: CUADERNOS Y PALABRAS, colección que se realiza en forma cooperativa, autogestionada por los autores.

En esto ocasión serán las siguientes obras y autores:

Nº 12 – “Algo de mi” de Mirta Gaziano
Nº 13 - "Entre claves oxidadas y destiempos" de León Komorovski
Nº 14 – “Mujer que escribe” de María Beatriz Bolsi de Pino
Nº 15 – “De albores y relojes” de Mónica Laurencena Berraz
Nº 16 – “Como un canto…” de Horacio Rossi

Acompañará, esta presentación, el cantante y compositor cubano CLODOALDO PARADA. (Reconocido por el gobierno de Cuba como uno de los fundadores de la “Trova” cubana).

Conduce: Jorge Majull

Agradeceremos la presencia de Uds., compartiendo la palabra poética y la música.

LuzAzuL y los autores

*Enviado para compartir por Oscar Angel Agú. oscarcachoagu@yahoo.com.ar




*

Inventren Próxima estación: DUDIGNAC.

-Colaboraciones a inventivasocial@yahoo.com.ar

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