domingo, septiembre 27, 2015

CON LA CLARIDAD UNIENDO LO ETÉREO CON LO REAL…


*Obra de Claudio Uzal.
-Abre una exposición el 3 octubre de 2015.
Lugar: espacioDespacio. Bajada de San Martín, 4







MOTIVO BREVE DE MAYFAIR*



¿Por qué esa mujer llevará cuatro flores
marchitas
entre sus cabellos rubios? De elegante
chaqueta,
chalina rosada y pantalones al tono,
aguarda su turno
en la tienda mientras mira nuevamente su
reloj
y no deja de estar atenta a las vendedoras
que sonríen.
Las flores, dos marfileñas y dos amarillas,
dibujan
sobre su blonda cabeza una caída triste y
deslucida.
Su vitalidad gestual, su porte, sin embargo,
contrastan
con esa naturaleza mustia, que no parece
de ella
ni de su aire, cuando ya van a ser las 6
en punto.
Acaso hace algunas horas, sí, cuando esas
pequeñas
orquídeas lucían todo su color y su gracia,
o su dulzura,
entre sus largos mechones dorados, de
cuidado
citadino. En fin, a cada momento todo lo
que respira
va en camino lento a empalidecer su
encanto,
aunque esta elegante mujer, acaso buena
vecina
de Mayfair, sonría seductora y no pueda
presentirlo.



*De Eduardo Dalter. eduardodalter@yahoo.com.ar
Londres, 26 de mayo, 2014






CON LA CLARIDAD UNIENDO LO ETÉREO CON LO REAL…







*

Así
puede ser
todo
tan fugaz,
la vista
asciende
siguiendo
la luz.
Y
los colores
del mundo
se desvanecen
con la claridad
uniendo
lo etéreo
con lo real.


*De Miryam Colombotto Seia. miryamseia@cablenet.com.ar












SONATA DE LA VIDA BUENA*



El espectáculo se desarrollaba en la biblioteca más antigua, más bella y más querida de la ciudad. Un actor y un músico magnífico hacen un viaje sobre la poesía y la vida de un poeta muy querido. Cuando el actor dice, con esa elocuencia y ese rigor actoral, compenetrado casi carnalmente con los textos y con las noticias sobre su vida, en las relaciones que ese poeta niño y luego hombre estableció con su  padre, fue como si estuvieran contándome mi propia vida.
Ese padre “dominante pero gran trabajador”, eran mi abuelo y mi padre, y eran también todos los inmigrantes o hijos de inmigrantes que conocí en mi infancia. ¿Mi infancia no fue cualquier infancia porque como lo de aquel poeta se desarrolló en ese lugar “que era todos los días iguales donde florece el lino” y yo también como él, no cambio mi recuerdo, que fue de pájaro sobre caballo suelto?
No sé como pude ver entre tanto sacrificio sobrehumano de aquellos hombres y aquellas mujeres, captar el vuelo errático de las golondrinas, asistir al ciclo de las cosechas y las pariciones y admirar  aquellas flores breves y amarillas de los aromitos, o sentir en las narices el olor acre del orín de los caballos y traerlos conmigo aquí, al conjuro de esos versos que anoche oí, reviví y fui atravesado nuevamente por esa musicalidad querida que me acompañó hasta acunarme como si mi madre estuviera viva y yo fuera un niño que deambulaba por los campos buscando en los potreros huevos de perdices Y uno piensa entonces qué sucede en verdad con las palabras, qué se produce cuando entran al flujo viajero de la sangre o se meten en los huesos sin hacer un ruido, pero esas palabras de otro pero que hice mías y la mezcla con su experiencia y la mía, hoy me atraviesan entero y mientras tomo estos primeros mates de la mañana, arrimo estas palabras mías, mis propias palabras. ¿Mis propias palabras? Pero no es acaso que uno es un ser poblado por las palabras de otros ¿Acaso muchas  veces cuando uno cree tener una frase feliz está ante la posibilidad de que esa frase ya la hayan escrito otros?
Si se habla de experiencia tampoco sirve porque  poco de andar uno es interpelado por alguna persona que tuvo una experiencia similar, sobre todo si pertenece a nuestra generación y que pueda haber compartido esas vivencias ligadas a los espacios abiertos y el relativo orden de la naturaleza antes de que el hombre destruyera todo.
Pero quiero volver a esa media tarde en que acompañé a mis tías más jóvenes a llevarles el mate cocido a los cosecheros metidos en el trigo a medio cortar, junto a su trilladora y bajo un sol quebrador de cabezas, en una olla grande, con una hogaza grande de pan horneado esa mañana y yo detrás atribulando pájaros con mi honda asustadora de  pájaros, mi perro que espanta las perdices, con su silbido súbito y perdido en el horizonte de fuego.
Yo bien puedo decir con José Pedroni: No cambio mi recuerdo.



*De Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar






*

Mi abuela me contaba,
de pequeña,
que en el centro de la tierra
latía un corazón.

A él nos arraigábamos
árboles y hombres,
y los ríos lo buscaban
al ir hacia el mar.

Siempre busco
al andar entre mis rosas
el latido
eterno de la tierra,
que mi abuela
no mentiría jamás.



*De MARIANA FINOCHIETTO. mares.finochietto@gmail.com








Legado*


Le dejo a su sobrino sus cuadernos por legado. Le llegaron embalados en una caja y atados con hilo de yute. Son cuadernos comunes de hojas rayadas y espiral que vienen con su título en la tapa. El hombre elije abrir el que dice “Amor”.
Son frases sueltas. Según parece muchas eran propias, del propio saber del tío gestado en años de andar por la vida. Otras escuchadas. A veces frases subrayadas con resaltador en un recorte de diario.
Esta todo prolijamente anotado con su letra cursiva grande y clara, que le elogiaban tanto en su empleo de revisor de cuentas.
El hombre va al final del cuaderno. Esa es la última frase. Tiene una aclaración:
“Me dicen en el bar que lo dijo la Rosa Montero en un reportaje. No es textual, la escribo con mi memoria no tan buena…"

Lo verdaderamente heroico es querer al otro tal cual es.

"Tal cual el otro es" -Escribe para dar énfasis a la frase.

Luego sigue una reflexión:

“Cada vez seremos más los viejos solitarios. Hasta que lleguemos a estar sentados en el geriátrico mirando un Potus. Con suerte habrá una ventana para ver el movimiento de la calle.
Y una mañana cualquiera, una viejita se siente al lado nuestro. Nos tome la mano.
Y sea tarde para casi todo, menos para sonreír”




Aullidos*

Es la medianoche. Han apagado las luces del vagón para que la gente duerma.

Afuera hay un cielo estrellado y luna plena que ilumina el interior del vagón, dibuja formas extrañas según ingresan las sombras altas que bordean cada tanto el recorrido. El hombre lee a Saramago gracias a una débil luz individual. Encuentra una frase que lo sacude: "La culpa es un lobo que se come al hijo después de haber devorado al padre".


Piensa en su padre, nacido en un hogar campesino en la Italia de 1923. Ese sueño que lo sacudió ya anciano: los lobos se comían a sus ovejas y él no podía hacer nada para evitarlo. Así se despertó, de esa cara de espanto de su padre, el hombre no se olvida. Piensa en su padre, en él, en sus hijos. En otros padres con sus hijos. Todos acechados y finalmente devorados por la culpa. El espanto no lo deja dormir.



En los sueños de muchos hay aullidos.







Abuelos*


Al hombre le falto la presencia de tres abuelos. El abuelo materno que abandono a su madre y su tío siendo ella y su hermano niños pequeños. Y los abuelos de Italia, Madre y Padre de su Padre que quedaron en su pueblo, atrapados en cartas que se lloraban al leerlas.
Y el después de crecer sin vivencias, sin la remota presencia de los abuelos para acompañar buenos y malos momentos.

Sucedió una tarde, muchos años después, cuando ya ninguno tenía a sus abuelos en vida y ya los padres que quedaban luchaban con achaques, fue entonces cuando el hombre mientras tomaba mate con su amigo de la escuela secundaria le pidió que le prestara un recuerdo.

-¿un recuerdo?

-Si, un recuerdo que fuese la esencia misma de tener abuelos y compartir cosas.

El amigo eligió una abuela, la que vivía en la costa. Casi río, casi mar, allí donde los colores del río y del mar se mezclaban según mareas y la luminosidad del cielo.

Era la abuela que vivía sola, con una sola pierna suya, la otra una pata de palo. Y los recibía a él con su hermano menor, a veces con amigos de la escuela que compartían el gusto por la pesca.
Luego de la pesca, se comía el pescado preparado por las manos de la abuela y se tomaba vino tinto, porque la abuela lo compraba en damajuana.
La abuela de la pata de palo vivía solita, pero no tenía miedo, por si las moscas y por algunos malos vecinos había conseguido una carabina. Por lo que contaba, solo la había usado para disparar al aire si alguien quería robarle los pollos que criaba.

El hombre siguió por sus días agradecido por el recuerdo prestado y cada tanto cuando necesita de tomar distancia de sus propias cuestiones. Cuando busca una tregua, arma la imagen de una abuela con pata de palo, damajuana y carabina esperando a sus nietos… y sonríe con una expresión que se parece a la fragilidad de la dicha.







HLIN*


Cuando vi entrar a la muchacha rubia y alta toda vestida de blanco imagine lo que hubiera dicho el tío: "una diosa"
Enseguida invito a los familiares del "abuelito parlanchin" y a los del "abuelito soñador" a retirarse de la habitación con una formula simpática:

"Al que se queda lo pincho también"

Cuando la vi salir después de su tarea cumplida, le hable con tono de ruego:

"Para mi tío las mujeres eran diosas, por favor decile algo lindo al oído…Quizás revive"

Como pidiendo un soplo de magia, fue un ingenuo último intento para rescatarlo al tío.

Ella sonrió de un modo enigmático.
Sus labios no se movieron, pero pude escuchar su respuesta:

"El ya esta en la luz, donde todos vamos a ir"







El tío en su nube*


Una nube de polvillo expandiéndose por el aire de la habitación. Esa era la imagen más antigua que el hombre que en aquel entonces era un niño tenía de su tío.
El tío había salido de darse una ducha. Había colocado una toalla sobre la cama y se había sentado a llenar de talco sus genitales. Sacudía aquel envase cilíndrico con una energía demencial dejando al aire una nube de polvo que no deja de expandirse en el recuerdo.

La pensión se llamaba "La Esperanza" y su tío estrenaba a los 40 años una nueva soltería. Esa noche iba al club Sportivo Alsina, donde actuaban Sandro y Los de Fuego. No le interesaba la música ni quien estuviera en el escenario, iba porque las mujeres de Lanús “son mucho más que un fuego”. Y luego esa imagen que se niega a olvidarse: apenas dicha su genialidad el tío que no paró de reír con ese estruendo tan suyo para festejarse sus chistes sin esperar una risa ajena sino mas bien contagiándola.

Años después su tío repetirá una y otra vez la historia de como llegó a esa pensión sólo con lo puesto: Al volver de su trabajo en la fábrica encontró a su primera mujer en la cama con un tipo arriba “entrando y saliendo… entrando y saliendo”. No lo vieron, volvió sigiloso sobre sus pasos llevándose el juego de llaves que ella había dejado sobre el bargueño. Entonces dio dos vueltas de llave a la puerta de calle para que se queden allí encerrados para siempre o tengan que saltar el tapial del fondo y salir de manera indecorosa por la casa del vecino.
El tío tenía esa especie de desapego, no le importo nada de lo que había en su casa, si su mujer no sería más su mujer no quiso llevarse ni un par de medias.

A lo largo de los años esa imagen iba a permanecer como un interrogante a descifrar. Un tío despreocupado y alegre, llenando de talco sus testículos para salir a buscar una nueva mujer a pocos días de haber perdido hasta sus ropas.
Como lo demostró obstinadamente una y otra vez en su larga vida, no quería estar solo, su tío necesitaba una mujer o la ilusión de una mujer para vivir.



*Textos de Eduardo Francisco Coiro.











DONDE CORRESPONDE*



Fue caminando con rapidez y decisión, por la calle todavía mojada que llevaba a las afueras del pueblo.
Sus pies grandes pisaban con fuerza el suelo, mezcla de arena y tierra, donde podían verse aún las huellas de los animales que lo habían surcado el día anterior.
Era la madrugada. Apenas si el sol desplegaba unos tímidos rayos y los pájaros no habían empezado a cantar.
El padre Domingo se había levantado cuando  aún estaba oscuro para rezar laudes, cuando descubrió la ausencia.
¡Otra vez! Pensó entre furioso y molesto. Apagó la pava que había empezado a chirriar y salió de la casa para cerciorarse.
Fue hasta la ermita, oscura y fresca por el recuerdo de la noche y la encontró vacía.
La estatua de San Antonio. “el santito”, como lo llamaban los mocovíes, había sido nuevamente robada por los indígenas.
El jesuita caminaba con determinación y enojo.
No había forma de hacerles entender.
“Robada” le parecía una palabra exagerada para el hecho, pero el disgusto no encontraba una expresión amable.
Los aborígenes decían que el santo se sentía solo en la ermita. Ellos lo habían modelado, años antes, siguiendo las indicaciones de otro cura, y se resistían a dejarlo en ese pequeño templito.
Varias veces se lo habían llevado a las tolderías, que quedaba en las afueras del pueblo. En las afueras, realmente era una forma de decir, ya que el pequeño caserio, casi a fines del siglo XIX, contaba con apenas 5 cuadras a la redonda.
Ahí había llegado, en 1860 el hermano Antonio, a fundar una iglesia en honor a Santa Rosa de Lima, la patrona de América.
El lugar era como un nuevo Paraíso. Árboles altos, araucarias, pinos, muchos pájaros, el río ondulante al borde, donde los indígenas pescaban y la tierra fértil, dulce, fresca, que se sentía como un alivio bajo los pies en esos calurosos días de diciembre.
Los mocovíes colaboraron plenamente en la construcción del templo, que llevó 3 años y luego siguieron con la estatua.
El padre Domingo recordó como, el año anterior, los indígenas  la  llevaron  con devoción en la procesión alrededor de la plaza de Calchines, acompañándolo con el violín de una cuerda y los cantos en su lengua.
El sacerdote fue descendiendo la velocidad a medida que decrecía su irritación.
Aunque deseaba ponerse furioso con ellos no podía.
A veces planeaba retarlos con  tanta firmeza que los asustara, pero ya  lo había hecho y sólo consiguió prolongar un poco más el tiempo hasta una nueva desaparición.
Cuando los miraba con fiereza se desarmaba ante esos ojos avergonzados e inocentes, que soportaban el reto.
“El santito se siente solo”, decían.
El padre Domingo ya había sacado anteriormente la estatua de adentro de alguna choza pobre y llena de tierra.
No era eso lo que él pretendía para San Antonio.
En España se había puesto bajo su tutela. Acudía a él antes de cada examen del Seminario, ante cada tentación o desánimo, cuando flaqueaban sus fuerzas o su voluntad o no estaba seguro de lo que Dios quería de él.
Al embarcarse  para la Argentina, esa tierra casi virgen .siguiendo las directivas del ministro, llevó una estampita suya dentro de la Biblia que lo acompañó día y noche en el viaje. Entre sus manos, junto a su pecho, él se sentía protegido por el santo.
Cuando llegó a Calchines la estatua de San Antonio estaba ya terminada, y el cura se quedó asombrado por el respeto y la veneración de los mocovíes, sin imaginar que ellos sentían como a uno de los suyos a esa figura construida con barro del río por sus propias manos.
Iban a verlo a la ermita y le hablaban en un idioma incomprensible. A veces le traían peces, que Domingo debía tirar sin que lo vieran antes de que empiecen a largar mal olor. Otras veces dejaban a sus pies flores del paraíso y azahares, que llenaban de perfume la grutita.
Cuando, a las pocas semanas de construido el santuario la estatua desapareció, el sacerdote se enojó mucho con ellos y reunió a toda la tribu para hablarles.
“Esto es una falta de respeto hacia el santo”.”El es su amigo, quiere ayudarlos, pero debe estar aquí, donde corresponde”, les dijo.
No hubo respuesta. Sólo el grito de los pájaros que volvían a sus nidos al atardecer.
En esa ocasión Domingo se había sentido un poco injusto, pero creyó que sería suficiente para evitar problemas en el futuro.
“Los santos deben estar en los altares, como corresponde”.
Los ojos de los indígenas volvían a su mente ahora. Oscuros, grandes y temerosos, como los de un niño descubierto en una travesura.
Ya llegaba a la toldería cuando un niño se le adelantó.
“Donde está?”, preguntó el sacerdote. El pequeño señaló una tienda bajo un sauce.
Domingo se arrimó despacio. Había barro a la entrada de la choza. El sol ya estaba fuerte y los loros gritaban entre los eucaliptos.
Corrió la tela que tapaba la entrada y pasó.
Estaba oscuro. El cura tuvo que esperar unos segundos para que sus ojos pudieran distinguir algo.
Había cuatro, cinco personas adentro.
El sacerdote logró descubrir al santito en un rincón de la carpa. Estaba parado sobre una piedra y a sus pies se encontraban algunas mantas arropadas.
Domingo volvió a sentir un poco de rabia. Estaba cansado por la caminata. Cansado también de estos aborígenes que no lo respetaban, ni  a él ni a su santo.
No entendían sus palabras, ni sus enseñanzas. Vaya a saber qué pensaban de todo lo que él les contaba: las parábolas, los evangelios, la resurrección…
Sin decir palabra y con firmeza se adelantó a rescatar la estatua, cuando advirtió que todos los habitantes de la choza tenían la cabeza gacha.
Un poco sorprendido, pero decidido, estiró el brazo y agarró al santo.
Entonces reparó en el bulto de ropa, en el suelo.
Era una niña, de unos tres años, sin vida.
Los mocovíes hablaban de un insecto maligno que cuando los picaba los enfermaba para siempre. Negro y pequeñito, les “ensuciaba la sangre”.
La pequeña no había tenido suficiente defensas dentro de su cuerpo para resistir.
Domingo vaciló. Quedó tan tieso como la estatua y no supo qué hacer.
Agachó la cabeza como los demás y dejó la estatua sobre la piedra.
En silencio, salió de la tienda y emprendió el regreso a la parroquia.
En unos días, seguramente, los mocovíes volverían a dejar al santito en la ermita.
“Donde corresponde”, pensó Domingo, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.


*De Cecilia Zanelli. ceciliaines_zanelli@yahoo.com.ar
-De su libro “Cuentos cortos, y no tanto”







*


Un dolor inenarrable que se escapa a cualquier intento de donarle un sentido, tan opaco, tan mudo, tan cerrado, tan intenso como una tortura. Macizo y duro, sin tiempo, casi como la representación de la muerte, peor, porque la muerte es piadosa en su anestesia. No puede durar mucho porque es imposible soportarlo... Se va casi lentamente y se descubre la vida no una abstracción, haberlo perdido todo y recobrarlo, el placer de la voz que suena, y el cuarto propio se habita y hay un libro, un café, la calma de acostarnos a leer fuera del frío....


*De Cristina Villanueva. libera@arnet.com.ar




***

INVENTREN



(De la Estación Herrera Vegas - Ferrocarril Midland)


La crisis del chocolate*


*Por Hugo Iván cruz-rosas. quetzal.hi@gmail.com
& Eduardo Francisco Coiro. inventivasocial@hotmail.com



-1-


¿Por qué íbamos a preveer errores, si avanzábamos sobre teorías sólidas?... La crisis del chocolate se extendía a nivel mundial. Parecía que las plantas de cacao se hubiesen puesto en huelga hasta que las especies transgénicas, introducidas a cada país con tratados de libre comercio, renunciaran a sus patentes en el mercado.

Eran esos tiempos futuros, o arcaicos (nadie lo sabe bien), en que el chocolate era valorado más que el oro u el cobre en estos días. El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional se vieron obligados a intervenir para rescatar al país de lo que los expertos ya llamaban "La Crisis del Chocolate", elaborando un oportuno plan, como en casos similares suelen ser elaborados.
Las ya tradicionales opciones fueron consideradas: instaurar una dictadura militar, despidos masivos, privatizaciones, permitir que una potencia invada al país para rescatarlo, incrementar la deuda externa... Incluso la opción de dejar al mercado nacional sin protección del Estado, para que por un milagro del mercado mundial se estabilizara el país y lo sacara de esta terrible crisis; algo así como cuando los extraterrestres secuestran a las personas (principalmente mujeres, aunque luego suele haber equivocaciones), y usando técnicas de inseminación artificial les dejan preñadas, solo que en este caso: usando dinero y países para los experimentos.

La crisis avanzaba rápidamente, y el plan debía ser definido; pero la experiencia histórica frenaba cada opción al recordar que ninguna de ellas, ni todas implementadas al mismo tiempo, resolvían crisis alguna y sólo protegía los intereses de los grandes capitalistas. Fue entonces que la respuesta que se buscaba, aquella que aportaría la evidencia rotunda de lo acertado de las doctrinas neoliberales, apareció para salvar al país: se adoptarían todas las opciones tradicionales, pero además, y ésta fue la gran respuesta, se construiría una fábrica de chocolate.

Y así fue: la construcción se inició un par de horas después de consumado el golpe militar. La localidad elegida fue el pueblito de Herrera Vegas, junto a la vieja estación abandonada del ferrocarril. Su construcción traería desarrollo y empleos a la localidad, además de chocolate a la nación.

Lo que causó la primera sorpresa fue el gran letrero a la entrada de la fábrica, que anunciaba el nombre: "Alfonso Luis Herrera"; que hacía recordar esos tiempos de la revolución mexicana de 1910, donde el tercer mundo había intentado definir una ciencia que se distinguiera del resto por haberse originado en un país llamado "subdesarrollado", y por haber intentado unificar la experiencia y expectativas del pueblo con las explicaciones naturales del Universo:


FÁBRICA DE CHOCOLATE "ALFONSO LUIS HERRERA"

Auspiciada por el Banco Mundial.

Herrera Vegas, Buenos Aires. República Argentina.

"El patriotismo tiene una base química, pues nuestras cenizas irán a formar parte de nuestros descendientes; estamos formados con detritus de nuestros antecesores y otros seres y minerales de nuestra patria. Después de una guerra, las sales de los muertos, por medio de los vegetales, el trigo, el pan, etc., nutrirán los futuros pobladores de la región en que se dieron las batallas, lo que significa una reconciliación química profunda de las razas combatientes" (Alfonso L. Herrera)




-2-


A poco de andar, nos dimos cuenta con Astrid que el proyecto real no iba a ser aceptado ni entendido. Aún en ese mismo Centro de Investigación Avanzada, donde se desarrollaban ideas muy audaces.

¿Cómo podíamos aceptar ser auditados por los organismos que financiaran las obras y el equipamiento? Tuvimos que fabricar chocolate -el oro de la época- para poder sostener la investigación básica.

¿Como explicar que el proyecto contaba con la colaboración de una civilización extraterrena?

¿O que nuestras creaciones genéticas estaban poblando el planeta incubadora Gl 581 C?




-3-


Al poco tiempo, las cosas marchaban como era de esperarse: la crisis poco o nada se había resuelto, las medidas adoptadas sólo habían logrado dar estabilidad a los grandes capitalistas, los pobres trabajaban más y comían menos, y la deuda externa se había incrementado en algunos millones de dólares. Todos llegaban a la estación Herrera Vegas con la curiosidad de saber qué se hacía en la fábrica, pero quienes lograban entrar salían siendo personas completamente distintas, aún cuando seguían siendo los mismos (algo por demás extraño de explicar).

Los rumores comenzaron a causar desconfianza, pues nadie había visto por la región algún chocolate de los producidos por la fábrica, y regularmente eran observados cargamentos que llegaban al ferrocarril, transportando equipos de laboratorio, secuenciadores de genes, sustancias químicas y demás cosas que pasarían inadvertidas, si a donde eran llevadas no fuera una fábrica de chocolate.

Y es que dentro de ésta, colocado inmediatamente en la entrada, se encontraba un espejo que tenía la curiosa propiedad de invertir la simetría de las moléculas en todo aquello que se reflejara en él. Este espejo era utilizado con el fin de invertir la simetría quiral en los seres vivos, pues una propiedad de todos ellos es que los elementos moleculares que los constituyen, en cuanto a los aminoácidos que forman parte de las proteínas y los azúcares que componen el material genético (ADN y ARN), se orientan a un lado en particular: los aminoácidos en los sistemas biológicos son izquierdos (levógiros), y los azúcares son derechos (dextrógiros). Bien, el espejo invertía esta simetría (esta quiralidad), en todo ser vivo que se reflejaba en él.



-4-

Nosotros trabajábamos en la inversión y/o modificación genética de la vida. No imaginábamos que nuestros procedimientos alteraran la ideología de los sujetos. El marco teórico nos llevaba a suponer que la ideología de los sujetos es más dura e inmutable que su genética.

Así pensábamos hasta poco tiempo atrás, cuando en el marco de la visita de un economista, jefe del Banco Mundial, ocurrió un acontecimiento imprevisto: Mientras el hombre recorría la línea de producción de monedas de chocolate -las cuales pueden ser consumidas o utilizadas como medio de pago hasta la fecha de vencimiento, pues vale aclarar que en nuestra época, el dinero es comestible y tiene fecha de vencimiento en su utilización- fue entonces cuando notamos que el espejo inversor había quedado descubierto por una esquina, y sin poder evitarlo, el economista se reflejó en él. Cruzamos miradas de pánico pero no ocurrió nada, todo siguió aparentemente igual.

Al final de la visita, Astrid acompañó al hombre hasta la estación. Para el horario de llegada del tren faltaban unos 20 minutos. Al rato de llegar, el hombre se disculpó un momento para ir al baño de la estación. Caminó hasta el muro lateral -pintado impecablemente de color arena- y allí, a la vista de muchos pasajeros que aguardaban el tren al igual que él. Extrajo de sus ropas un aerosol de pintura. ¿Lo había robado de nuestra fábrica, en la sección donde rotulan la producción embalada en cajones?

Astrid saco fotos con la cámara de su teléfono celular mientras el tipo pintaba el muro, y al graffiti finalizado:


"La burguesía ha despojado de su aureola a todas las profesiones que hasta entonces se tenían por venerables y dignas de piadoso respeto. Al médico, al jurisconsulto, al sacerdote, al poeta, al hombre de ciencia, los ha convertido en sus servidores asalariados"

-Marx y Engels-


"El capitalismo es una mafia"

"Lea El Capital y El Manifiesto Comunista".


Ha pasado algún tiempo y todavía no tenemos una explicación confiable a este suceso.



***

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JUAN ATUCHA.   JUAN TRONCONI.    CARLOS BEGUERIE.
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ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.   LOMA VERDE.
 ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.   GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO.   ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.
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ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.  LISANDRO OLMOS.  INGENIERO VILLANUEVA.
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***

Próxima estación para escribir por Ferrocarril Midland:

PARADA KM 79

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KM. 55.   ELÍAS ROMERO.  KM. 38.
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KM 12.  LA SALADA.  INGENIERO BUDGE.
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