*Obra de Walkala.
Dr. Luis Alfredo
Duarte Herrera
(1958-2010).
-En Aurora
Boreal. Walkala: un homenaje in
memoriam
http://www.auroraboreal.net/index.php?option=com_content&view=article&id=1367%3Awalkala&catid=94%3Apintura&Itemid=160
El
hombre que viene del futuro. *
Mi amado
niño del sol y el polvo
La Madre Tierra
Tómate un momento
y escuchar al pájaro llorando
dentro de tu corazón
Escucha el viento baja
desde las montañas más altas
advirtiéndote de los días más oscuros
cuando el amor será desterrado.
Mi amado
hijo e hija de la música
de todos los idiomas hermosos
Escuchen a este viejo ciego
que viene del futuro
para advertirte
de odio y ceguera
porque ambas son las fuentes
de la miseria humana.
Mi amado
Escucha al pájaro llorando
Escucha el viento baja
desde las montañas más altas
Escucha, escucha, escucha
Mi amado!
*De Daniel
Montoly.
PROTOCOLO DE PROGRESO*
La llegada a ese planeta fue como siempre,
primero la observación desde lejos, la preparación del informe, la espera de
las evaluaciones, toda la burocracia que se pone en marcha en cada ocasión en
que contactamos un ambiente propicio para la vida.
Hemos descubierto bastantes planetas
habitados a lo largo de los siglos, pocos con vida y un escasísimo número de
civilizaciones. Por esto es que no fue indiferente la noticia de que en éste no
solamente hay vida inteligente sino organizada.
La primera observación fue que los seres
inteligentes se encontraban en todo el planeta en el mismo estadio de
evolución, compartían una cultura común y no se observaban conflictos en
ninguna de las regiones. La homogeneidad era lo más destacado y sorprendente,
algo que hasta ahora no tiene paralelo en ningún otro de los planetas
conocidos.
Antes de realizar contacto y siguiendo el
protocolo se fue elaborando un informe completo en todos los aspectos, desde la
conformación mineral y geológica del planeta a una detallada y enciclopédica
descripción de fauna y vegetación, dejando para la culminación el estudio de
los seres inteligentes con su lenguaje, arte, historia, saberes de todo tipo.
Es en esta etapa final en la que fui
enviado para hacer contacto.
Estuve orbitando un largo tiempo mientras
me familiarizaba con vocablos, pronunciación y gestos. Fui escogido entre otras
causas debido a que mi raza es la más parecida a esta. Soy un poco más oscuro y
la distancia entre los ojos es diferente, pero en general puedo pasar por uno
de ellos que hubiese tenido alguna deformación de nacimiento.
Cuando bajé a la superficie escogí una zona
que para ellos es fría pero que para mi percepción de la temperatura es la más
benigna, y con suplementos médicos logré compensar el oxígeno.
A los primeros días los pasé en una zona
rural, aclimatándome y acostumbrando mis músculos a la gravedad. Ya conocía
bastante bien sus costumbres y llevo por supuesto un sistema de ordenador
incorporado que me proporciona la información que pueda requerir.
El primer contacto en la campiña fue con un
hombre que pasó llevando leña y me miró con el rabillo del ojo, como se observa
disimuladamente a los minusválidos o a los seres de otra raza. Nos saludamos
cortésmente y me dirigí al poblado.
La evolución de estas gentes se encontraba
en el estadio de vida campesina, con granjas y pequeños pueblos donde se
agrupaban los artesanos y se realizaba la actividad política. No había ciudades
ni un centro mundial, sólo poblados rodeados de establecimientos rurales, y la
misma extendida cultura. Lo más inexplicable es que esta etapa de su
civilización abarcase todo el planeta, y durase milenios.
Nuestras investigaciones previas habían
demostrado que la cultura única se había formado hacía miles de años (tiempo
terrestre) y desde entonces no había sufrido ningún cambio significativo. Esto
era intrigante, ya que no habíamos hallado algo similar en ninguna galaxia.
Me presenté en el pueblo en un comercio de
insumos, saludé al dueño en la forma ceremonial y le pregunté si había trabajo
para un hombre saludable. Se conmocionó visiblemente, y con muestras de respeto
inquirió el porqué de mi necesidad de trabajo, el porqué de mi soledad, como
quien sabe que responder será doloroso, y ya excusándose con el gesto.
Le mentí un incendio en la granja de mis
padres y expuse la historia ya preparada para integrarme en la comunidad.
La enorme pena que le provocó el que yo
hubiese quedado solo me conmovió. Son unos seres muy emotivos y para ellos,
profundamente gregarios, la desgracia que se había abatido sobre mí era
inimaginable.
Me mostré afectado. Atento a mis
sentimientos, no me interrogó más y me indicó una granja donde podrían
adoptarme.
Puede parecer inútil, pero estas
observaciones de campo son parte del protocolo de acercamiento a las
civilizaciones descubiertas. Es posible que este paso se obvie en el futuro,
pues algunos sociólogos han muerto o sufrido violencia en algunas misiones, y
los científicos últimamente no tienen demasiado en cuenta nuestros relatos,
pero yo disfruté de ser el primero en pisar suelo virgen.
Después de llegar a la granja y llamar a la
puerta hube de esperar a ser atendido por el padre. La organización es familiar
con una cabeza masculina que funciona como consejero, patrón, educador y
sacerdote de dioses lares. A veces conviven dos o más familias, pero el varón
principal es el mayor en edad y toma a su cargo a los hermanos con sus hembras
y sus hijos.
En esta granja había solamente un grupo
familiar, por lo que contaban con habitaciones vacías y la posibilidad de
acoger otro integrante.
Desde el primer momento me trataron como
uno más. Tuve mi lugar en la mesa, me proporcionaron algunos vestidos
evidentemente confeccionados por ellos mismos, pusieron elementos de limpieza a
mi alcance.
La vida era perfectamente planificada desde
el amanecer al anochecer según las necesidades del trabajo, que estaba
distribuido con justicia entre todos los integrantes de la familia. No había
peleas, nadie se quejaba, los niños aprendían de los mayores todo lo necesario
para la vida cotidiana. Mi personalidad me ha hecho participar de algunas riñas
en mi juventud, pero el mecanismo vital de estos seres limaba cualquier
aspereza que pudiese dar lugar a una disputa.
No habían tenido guerras desde miles de
años atrás, la misma palabra “guerra” no existe aunque puede evocarse el
significado al referirse a la quita de malezas, a la limpieza de ciertos
parásitos que anidan en los techos y circunstancias de ese tipo.
Anoté las peculiaridades de su cultura, que
se van revelando en la convivencia. En líneas generales todo era conocido por
el estudio previo, pero mi visión proporcionaba un registro para el futuro de
situaciones vitales aún sin influencia de otra cultura como la nuestra.
Estos seres eran vegetarianos, aunque
poseen colmillos que evidencian un remoto pasado en el que fueron carnívoros.
Buena señal, pues tenemos mucha existencia de ganado pasible de ser
comercializada. Su medicina es muy rudimentaria, y nosotros somos productores
de un amplio abanico de medicamentos. Utilizan metal pero los yacimientos son
casi vírgenes. En suma, era un mercado inexplorado con gran potencial de
intercambio.
Yo pertenezco al planeta tierra, donde mi
especie inteligente en pleno estadio de formación logró exterminar a otros
homínidos que pudiesen presentar batalla por territorio o alimentos. Poseemos
una violencia que logró acortar considerablemente las etapas evolutivas, de
sociedades primitivas como la de este planeta a una economía feroz de aprovechamiento
extenso de recursos. Como en otros planetas, hubo un apocalipsis de guerras
internas que acabó con la mayoría de las especies animales y vegetales, dejando
relativamente pocos habitantes, un gran nivel tecnológico y la puerta abierta a
ser contactados por otra especie inteligente para iniciar el comercio interestelar.
Mientras compartía la mesa de la granja con
individuos serenos y afectuosos, imaginaba mi próximo trabajo, consistente en
sembrar la semilla de la evolución social. Sería relativamente sencillo pero
dadas las condiciones la germinación seguramente tomará más tiempo del
estándar.
Según las características de cada especie
tenemos diversos protocolos. Aquí la estabilidad se encuentra fundada en la
homogeneidad de la cultura, la inexistencia de una religión dependiente de
poderes centrales, la atomización de las sociedades en aldeas regidas por una
democracia real, la naturaleza pacífica de los individuos. En suma, la absoluta
falta de competencia que actúe de movilizador de la historia. Como en algunas
antiguas sociedades de mi planeta, carecían de la noción de progreso adhiriendo
a un pensamiento cíclico y circular ligado a las estaciones y las cosechas.
Tuve unos días de trabajo quitando malezas,
algunas pequeñas felicidades en charlas breves e inocentes con criaturas
atávicas, me distraje observando horizontes limpios y un cielo carente de
tóxicos, puro y dilatado.
Uno se ablanda un poco y se suele sentir el
impulso de dejar el planeta intocado y testigo de una era de la ingenuidad,
pero tengo detrás toda una organización de la cual soy apenas una minúscula
partícula, y mi plan de acción fue prefigurado de antemano.
Podía introducir la cápsula de veneno de
muchas formas. En un equilibrio aparentemente tan firme un solo cambio inclina
el plano y todo comienza a rodar y a entrechocarse.
Habría que provocar ese desequilibrio, y
ello era posible introduciendo el concepto de progreso, avance con respecto a
otros, superación de otras comunidades, recelo por estos otros, envidia de las
condiciones distintas y mejores de esos otros, lucha por la consecución de esos
bienes o forma de vida envidiable.
Tomé la comunidad que me acogió, les revelé
que yo soy de otro planeta y les aseguré que mejoraría su existencia con
conocimientos insospechados. En poco tiempo los convencí con algunos prototipos
para encantar ingenuos, para lo cual debieron aprender a utilizar algunas
herramientas, y para hacer esas herramientas debieron buscar materiales en
otras regiones. Esos materiales, como minerales, se encontraban debajo de los
cultivos de otras comunidades, por lo que debieron comerciar con ellos, compartir
saberes, especializarse.
Sé que pronto surgirán las disputas por el
precio de materiales, cosechas, saberes. Habrá escaramuzas, luego guerras, y en
unos cuantos siglos el paisaje estará devastado, y las condiciones serán las
adecuadas para entrar en el comercio intergaláctico. Los que queden ya no serán
ingenuos y tendrán el anhelo de progresar infinitamente.
Miro el campo que ondula en pastizales,
respiro el aire puro. Me llevo una imagen preapocalíptica, suspiro y vuelvo a
mi nave.
*De Mónica
Russomanno. russomannomonica@hotmail.com
LA
LUNA EN EL ESPEJO*
No borres nuestros rostros de la heredad
terrestre.
Están. Estarán, grabados en la piedra.
Arraigados, en un ceibal, un camalote, un
sauce.
Y te nutren, Y te nombran. Y te llaman.
No necesitas buscar en espejo de aguas.
Busca el camaleón, las algas, la bruma
ardiente.
Sabes por ellos que tu huerto huele a mar.
No necesitas saber quién es el hombre que
te llama.
Búscalo en el gemido del viento.
En los cartones y en los basurales.
Y te duele la puerta cerrada.
Tapiada de cerrazón y adioses.
De mujeres solas y niños tristes.
Y el pecho se desgarra y el miedo.
Solo tú has de abrirla.
La llave está oxidada y tus manos tiemblan.
Y buscas una señal, una bengala un beso.
Todo se deshace, como un sueño,
La miga del pan. El deseo, Las bridas.
Y cruzas ciegamente el vacío y el abismo.
Y la bestia te persigue con sus fauces
abiertas.
Un terror del que ignoras su nombre.
Y te ahogas una y otra vez y otra.
Hasta que abres la puerta de tus miedos.
Y vuelves a la hormiga y la cigarra,
Y encuentras
la cuna y el milagro.
La rosa de los vientos y el molino.
Y entiendes.
Hay que mirar el revés de la luna en el
espejo.
La luna en el espejo, al revés.
*De Amelia
Arellano. amelia.arellano01@gmail.com
Desde las profundidades de
la noche*
Desde las
profundidades de la noche
surgimos como un sueño
sin banderas.
Resucitados y
anhelantes
resolvimos prendernos
en el viento
y atravesar las nubes
tormentosas
que amenazaban,
negras, nuestro sueño.
A un horizonte inmenso
nuestros ojos volaron;
como locas gaviotas
errantes planeábamos,
pero eran nuestros
títeres los que se arracimaban
en la alegre cubierta
de un barco que zarpaba.
Toda costa escondía
una sorda presencia.
Siempre creímos que el
mar nos salvaría
pero el mar resultó
una pantomima,
una niebla poblada de
fantasmas
que a nadie revelaron
su secreto.
Y llegaremos, si
llegamos algún día,
a ese horizonte que
nos prometieron,
sólo para descubrir,
horrorizados,
una tierra en
tinieblas, una vasta penumbra,
un hostil territorio
que a nadie da cobijo,
una noche terrible sin
velas ni azucenas,
un pábilo extinguido
sin ventanas ni estrellas.
*De Sergio
Borao Llop. sbllop@gmail.com
-De Destierro
EL
CAMINO INEVITABLE*
Puede ser que sea ésta una situación
injusta, probablemente seamos todos humanos y debiésemos tener todos las mismas
oportunidades, pero ya es tarde, definitiva e irremediablemente tarde.
Consideramos que el tiempo y la evolución
condujeron a esta situación, que la cadena de acontecimientos era un destino,
que con la modernidad se disparó una fatal aceleración histórica que cumplió
etapas que vistas desde aquí se presentan como inevitables. Algunos piensan que
todo estaba prefigurado desde mucho antes, que quizás e inclusive nuestra
propia genética no permitía otra cosa que este desenlace. No lo sé, y las
disquisiciones al respecto son totalmente inútiles.
A lo largo de las centurias se fue creando
una notoria división entre privilegiados y plebe. Esta separación no era tan
clara cuando existían diferentes países, distintas etnias. Muchos siglos hubo
de convivencia donde ricos y pobres se mezclaban, fluctuaban, eran
culturalmente distintos pero de alguna forma intercambiables.
Fue después de la irrupción de la
descontrolada tecnología cuando empezamos a diferir de forma tan radical que
físicamente no somos ya la misma raza. Existió mucho tiempo el error de
considerar como razas de seres humanos a la gente agrupándolos según el color
de piel; la amarilla, negra, la blanca. Claro está que el ser humano es una
sola raza, o lo era.
Sólo los ricos pudieron manejar la genética
de sus hijos, y acabamos siendo todos perfectos. Todos los ricos, que no
solamente fuimos incrementando nuestra inteligencia sino nuestra excelencia
física, y con estas invaluables ventajas la brecha entre nosotros y ellos se
fue haciendo desmedida e infranqueable. Luego vino la conexión entre nosotros a
través de un sistema intracorporal, con la constante posibilidad de recurrir a
la red instalada en nuestros cerebros. Todos los saberes aquí, cada cuerpo
bello y sano parte de un saber totalizado.
Hubo que organizar grandes purgas en los
últimos años de la convivencia. Sé que fue muy discutido y que algunos de
nosotros no estuvieron de acuerdo, pero finalmente se hizo. Las guerras
impulsadas con el solo fin de reducir poblaciones, algunas enfermedades que se
cebaron en las barriadas miserables, y finalmente la esterilización para dejar
un número manejable y útil de sirvientes. No los llamamos así, eso sería
despectivo. Les decimos ayudantes o trabajadores.
En este momento ya hemos recuperado el
ecosistema del planeta casi a niveles prehumanos, y la población se reduce cada
vez más pues no tenemos necesidad de grandes comunidades. La tecnologización de
todas las actividades no requiere de demasiados trabajadores. No alentamos
entonces tampoco la natalidad de los ayudantes.
Yo vivo en mi propio espacio desde hace
cien años. Me mantengo en contacto con otros humanos a través de la red, pero
contando con toda la música, toda la literatura y toda la ciencia en la propia
cabeza, no utilizo demasiado la comunicación con otras personas, sino la
interconexión de datos.
Me da miedo la muerte, todavía puedo vivir
un buen número de años pero morir es inevitable. Creo que ese pensamiento se me
ha ido instalando últimamente, y me ha producido el extraño deseo de
encontrarme con otro ser humano. Reunirme con otra persona, realmente qué
extraño deseo ya que puedo contactar a cualquiera instantáneamente. Pero algo
me insta a moverme físicamente a través del espacio natural en una especie de
aventura.
Mi perfección física será puesta a prueba
nuevamente. Recuerdo que antes nadaba en mi piscina, trotaba por los extensos
jardines, danzaba con la música que sonaba clara y gozosa en mi cerebro. Hace
mucho, hace cuánto.
Ahora que lo pienso, las últimas décadas
fui cayendo en una introspección y reduje todas mis actividades a lo virtual.
Me dediqué bastante a la filosofía y la música, recostado en este lecho donde
vivo alimentado por fluidos. Hace mucho que no como con mis dientes, saboreando
con mi lengua y oliendo con mi nariz. He recreado sabores y olores
virtualmente, gustando todo lo almacenado en la red. Hace cuánto que no toco
con mis dedos reales un trozo de comida. Hace mucho, pero cuánto.
Me fui confinando a la virtualidad, transcurriendo mis jornadas dentro de mi propio cerebro, viajando por las conexiones etéreas de una red invisible de datos.
Abro los ojos. Veo el cuarto donde me
encuentro y es igual al que veo con las cámaras de la red en mi mente. Me tranquilizo.
No puedo levantarme.
He perdido toda a musculatura, me duele
cualquier intento de movimiento. He sido descuidado. Me espera una larga
recuperación.
Llamo por la red un ayudante. Destrabo las
cerraduras. Tengo todos los conocimientos médicos necesarios para
rehabilitarme, pero necesito un trabajador que realice algunas acciones por mí.
Lo veo entrar por el parque, es un hombre
joven vestido de azul. Escucho sus pasos que se acercan por la casa hasta el
cuarto donde me encuentro. Llega junto a mí, me mira y ya puedo seguirlo con
mis propios ojos. Es tan extraño sentir cómo huele a animal, a humedad, a algo
como grasa o aceite.
No puedo usar la garganta aún, mis labios
se han pegado, así que uso los altavoces conectados a la red y le doy las
primeras órdenes. Le digo que me desconecte de la máquina de alimentación y se
prepare para llevarme a la habitación médica.
Olvido la estupidez de estos seres. El
trabajador me mira sin comprender mis órdenes. Ha desconectado la máquina de alimentación,
pero allí se queda, mirándome yacente en mi lecho.
Le hablo desde el equipo sonoro con
paciencia, utilizando palabras sencillas y con lentitud. Lo veo desde abajo,
con mis ojos, pero a la vez lo veo de atrás parado frente a mí y la imagen de
mí mismo acostado utilizando la camarita del techo.
Me comunico con el resto de las personas
perfectas, de los reales humanos que estamos en nuestras casas distribuidos por
el mundo. Todos yacen en sus lechos, todos han pasado los últimos años en la
somnolienta vida de la red.
El trabajador, lo veo por la camarita del
techo, sostiene un tubo de hierro con las manos en la espalda. Alcanzo a pensar
que quizás estamos cumpliendo el destino humano y que es tarde,
irremediablemente tarde.
*De Mónica Russomanno.
russomannomonica@hotmail.com
Poesía en el lado oscuro
de la luna*
Cuando llegué a la
luna, abrí mi valija y saqué las pocas cosas
que necesitaba para
pasar esos días
creyendo que podían
convertirse
en una buena
oportunidad para hacer cosas postergadas:
el libro de Chéjov sin
terminar
el álbum de fotos que
no miraba hace tiempo
el avioncito para armar
que mi padre me había traído
de uno de sus viajes
y yo dejé sin tocar
desde mi niñez, el cubo de Rubik
para intentar
resolverlo y un cuaderno para escribir poesía.
Ahora que volví a la
tierra veo a todos estos objetos
junto a mí, en el
banco de siempre en la plaza
el libro de Chéjov, el
álbum de fotos, el avioncito armado
y el cubo de Rubik sin
resolver.
Estaban todos, salvo
el cuaderno que olvidé
en su única página
escrita hay un poema
que ahora gravita
sobre un cráter
en el lado oscuro de
la luna.
*De Andrés
Bohoslavsky. vladimirbeat@yahoo.com.ar
-Medianoche
en la plaza de los sueños y otros poemas, Buenos Aires, Leviatán, 2021.
UNA
INTEMPERIE REGADA DE ESTRELLAS*
“No saber de uno
mismo; eso es vivir. Saber mal de uno mismo, eso es pensar.”
Fernando Pessoa
-Del Libro del desasosiego. -
Caminábamos de la mano por la calle
peatonal de su ciudad, hoy lejana para mí. Era invierno y de madrugada, íbamos
como suspendidos en el aire. La noche estaba estrellada y limpia, por momentos
parecía que el cielo se derrumbaba y las estrellas estaban ahí nomás, como al
alcance de una mano extendida.
Estábamos solos en la calle o al menos
sentíamos que éramos los únicos seres presentes en ese momento tan único y tan
frágil a la vez. Una pareja que buscaba una casa, para resguardarse de un frío
polar.
Y ahí aparecieron las preguntas sin
respuesta sencilla. ¿Qué hacía allí lejos de mi pueblo con ella? ¿Qué era
aquello tan fuerte que nos unía? ¿Era el amor o la devastación de la vida
antigua la que nos dejaba unidos en esa intemperie regada de estrellas?
Pensé en la intemperie como algo primitivo:
una pareja se refugia de temores y amenazas bien reales. Buscar una caverna.
Encender el fuego. Abrazarse. Cubrirse con pieles. El mundo era ese ínfimo
presente, la idea de la presencia del pasado en sus vidas no tenía sentido. El
futuro por definición no existía. Solo ese presente.
Después llegaron trabajosamente los
descubrimientos. Los seres que viven su realidad en un escenario interno que
llevan consigo, en una neurosis que los protege y limita a la vez. Su propia
caverna con el rugido de sus ancestros dinosaurios por si no alcanzara con los
miedos reales de la jungla social.
En eso estaba, bien perdido en pensamientos
sin solución, cuando llegamos a su casa.
Y antes o después del cariño físico, Laura
trajo las pantuflas de su ex marido para que no se enfriaran mis pies en el
camino al baño.
*De Eduardo
Francisco Coiro.
https://www.facebook.com/CansadoDeTriunfar
*
“Esperando que un
mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma
el silencio”.
*Alejandra
Pizarnik.
Inventren
https://inventren.blogspot.com.ar/
El
Reynoso*
El arquitecto Jerome Klepka es un hombre
viejo. Ha dirigido muchas obras. Ha visto desfilar delante de su mirada a
verdaderos personajes entre los albañiles y gremios que trabajaban en sus
obras.
Mira el recorrido del ferrocarril
Provincial, buscando el principio del hilo del cual tira la memoria para
recuperar lo remoto. Se detiene en la Estación Emiliano Reynoso.
“El Reynoso”. Reynoso era el apellido del peón que se convirtió en una leyenda que circuló por años en las obras. Cada tanto cuando le tocaba compartir un almuerzo con los obreros, alguien contaba la historia, modificada con el suspenso que les imprimen los Cuentacuentos a sus narraciones.
Los albañiles son excelentes narradores de historias propias y ajenas.
“Fuimos un pueblo alegre” –se dice sin profundizar.
Aquella obra era una casa de campo que
quedaba en el medio del campo y no era una metáfora. El campito quedaba a un
par de kilómetros de la ruta y a unos 300 metros del apeadero del ferrocarril,
se llegaba por una huella que se hacía intransitable con una lluvia copiosa.
Unas pocas casas perdidas. Un solo vecino con el que se compartía el alambrado
y una línea de eucaliptos altos a los fondos.
Para comprar cigarrillos o comida había que
ir hasta la ruta. Un solo corralón de materiales “El cóndor” atendido por
hermanos del apellido inolvidable, los “Cucurulo”.
Costó encontrar un equipo de albañiles que
estuvieran dispuestos a viajar horas en tren para llegar hasta el fin del
mundo.
Los albañiles trajeron al Reynoso, un correntino fuerte que además de peonar en la jornada laboral acepto quedarse como sereno en el medio de la nada.
Armamos un obrador con chapas bastante grande, una parte se dividió para que sea el dormitorio del Reynoso. Además del catre, ropa y unas pocas cosas el hombre había traído un pequeño altar caserito del gauchito Gil.
El Reynoso hacía las compras para el asado.
Llevaba los pedidos de materiales al corralón donde teníamos cuenta corriente.
En esa época no existían los teléfonos celulares. Un día, Reynoso avisó que le
regalaron una mascota.
-Le puse “Tingui” dijo. Del gato de Reynoso
nos olvidamos enseguida, al hombre se lo vio comprar botellas de leche, juntar
los huesos del asado o comprar hueso con carne para el animalito. La mascota se
quedaba dentro de un sector bien alambrado pero agreste que ni siquiera fue
desmalezado. La única entrada era la puerta del fondo del obrador – casa del
sereno.
Esa zona del campito en la que no
trabajábamos era de unas tres hectáreas. El proyecto contemplaba más adelante
construir allí una amplia pileta de natación, un quincho, parquizar.
En esa mañana de enero había un calor
demencial. Era una visita de rutina a una obra que ya estaba en etapa de
terminación, estaban los pintores, los albañiles y el Reynoso que recién había
vuelto de comprar las provisiones para el mediodía en los comercios de la ruta.
Fue todo muy rápido, como suele ser con los hechos que marcan la memoria para siempre. Escuchamos tiros. Algunos nos silbaron por encima de nuestras cabezas. Uno de los pintores se tiró desde la escalera al piso. Se escuchó un lamento de animal grande, un ronquido doloroso desde el pastizal. Luego escuchamos el grito que pretendía emular al del Tarzán de Johnny Weissmüller. Ahí ubicamos al tipo trepado al eucalipto blandiendo una carabina con gesto triunfal. No habíamos salido de la sorpresa cuando vimos al Reynoso trepar como un gato al árbol. Sujetó al hombre, lo bajó. Desde el piso con el Reynoso golpeándolo ese hombre ya no gritaba como Tarzán sino que pedía auxilio, perdón…
Los albañiles salieron disparados, cruzaron
el alambrado, lograron sacarle al Reynoso el cuchillo antes que lo sacara del
cinto, creo que lo iba a degollar como a un cordero.
Fue por esto que supimos que ese vecino era
el cuatrero furtivo que asolaba varios campos de Saladillo. La noticia podría
haber salido en los diarios, pero no fue así: el dueño del campo que construía
su casa era un empresario exportador de lana que compró un acuerdo de silencio:
nadie diría ni una palabra, no habría denuncias policiales. Supe que el acuerdo
incluía comprarle la chacra al imitador de Tarzán un precio increíble con tal
de no tener a un delincuente chiflado cerca. Reynoso iría a una obra recién empezada
que teníamos en Barracas.
A la mascota la enterramos en los fondos
del terreno. Reynoso que era un hombre grande lloraba como un niño. Se había puesto
las mejores ropas con un pañuelo colorado anudado al cuello. Le habían matado a
la única compañía que había tenido durante casi dos años en la soledad de ese
paraje perdido en la pampa. Ahí nos enteramos de una habilidad de su mascota:
como un perrito amaestrado traía en su boca una piedra que colocaba sobre su
alpargata, El Reynoso daba la patada con fuerza, Tingui atrapaba la piedra en
el aire o la buscaba entre los pastos hasta traerla de vuelta a los pies del
hombre.
20 años después en una obra ubicada en el
barrio de Núñez. Cuando todavía existía el asado. En una sobremesa, el capataz
santiagueño volvió a contar una historia del Reynoso que había escuchado tiempo
atrás en otra obra. Esta versión era diferente que aquellos hechos de los que
fue testigo en su obra. El vecino –ya no era cuatrero sino un drogadicto- había
ahorcado al gato del sereno. El Reynoso trenzado en lucha lo había degollado
sin piedad.
No dijo nada. Se limitó a escuchar.
Lo del tigre de Bengala jamás lo hubieran
creído.
-Continuidad literaria
por el Ferrocarril Provincial.
-Próxima estación:
FUNKE.
LOS EUCALIPTOS.
FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE.
GOBERNADOR UDAONDO.
LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.
GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO.
ESTACIÓN DOYHENARD.
ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.
D. SÁEZ. J. R.
MORENO. EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY. LISANDRO OLMOS.
INGENIERO
VILLANUEVA. ARANA. GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.
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escritura
-Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco Coiro.
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