martes, julio 17, 2007

HASTA LO HÚMEDO DE TU CORAZÓN


*


La hiedra de tus ojos invade de rocío mi cuerpo
Siento fresco menta y citronella
Tus pétalos se deshojan en mis labios uno a uno
Desprendiendo un perfume que me llena
El de tu aroma
Las rosas envidian
Las ciruelas quieren ser mordidas
Y los azahares se desvanecen
Cavo profundo con mis manos en tu tierra
Voy hasta lo húmedo de tu corazón donde echo mis raíces
Y me nutro
Reverdezco
Y descanso



*de Iván Silvero untalivan2001@yahoo.com.ar






Hasta lo húmedo de tu corazón...









EL TIGRE DE AGUA*



Una extensa ciudad de calles de agua. Ciudad abierta, casas rodeadas de jardines agrestes, islas, puentes sutiles que unen las manzanas trazadas por el capricho de los arroyos.
Los juncos de las orillas danzando al paso de las embarcaciones, en oleadas vegetales que cambian el tono de verde al inclinarse bellamente, dulce, acompasadamente acompañando el hincharse del agua. Aguas marrones, se diría espesas, con el trazado complejo de los flujos y reflujos que le tejen una superficie de dibujo perfecto y móvil.
Las casas sobre pilotes, subidas a sus largas patas de garza. Casas con cenefas de latón, casas con tejados, casas de chapa y madera. Ricos y pobres, con correspondientes embarcaderos: embarcaderos de bancos lustrosos, embarcaderos de palitos atados con soga y clavos. Todos compartiendo el paisaje.
La lancha colectivo, el autobús que se desliza atracando donde la gente parada en la escalerita reclama transporte. Los perros que despiden o saludan con alegría canina, desbordante en saltitos, ladridos y corridas alrededor del dueño que retorna y camina con una mano que revolea una oreja o la indiferencia de la costumbre.
El conductor de la lancha que lleva una garrafa al lado del timón, y la pava siempre caliente para el mate imprescindible. La mujer y la hija al lado, los pasajeros en sus cosas, la maestra corrigiendo cuadernos mientras por las ventanillas se pierde el paisaje maravilloso. Pero ellos tienen los ojos llenos de agua, ya no necesitan mirar para verla. Son los habitantes de este extraño mundo donde todo ocurre en torno y sobre los ríos que ajedrezan la llanura.
Pasa la lancha almacén con las bolsas de papas y cebollas, las garrafas de gas, el aceite y la harina. Pasa la lancha ambulancia a todo correr, pasa la lancha basurera con sus bultos negros, pasa la prefectura, policía del camino que él también, el camino, pasa.
Las casitas con sus ropas tendidas y los patos en su corral. El cielo blanco donde el encaje de las ramas desnudas dibuja nubes difusas.
Y de pronto el Paraná. La enorme infinitud de un horizonte que se abre, y allá lejos un barco transatlántico. Da miedo la sensación de pequeñez que nos invade. Y, como hemos quedado sólo nosotros y el piloto con su familia, mi mamá manejando el barquito entre carcajadas. “Más a la derecha, ahora, mueva el timón más a la derecha”. La fotografía para capturar la magia, como si fuese necesario.
Y la vuelta mientras la luz se pierde, y el reflector sobre la cabina ilumina los muelles buscando pasajeros que retornen. Las casas con sus cuadraditos de luz en las ventanas. La lancha que llega a buscar a los obreros de una construcción. El día que se va como las aguas bautizadas con nombres para reconocer los cauces, aunque el río, los arroyos, el agua es la misma agua de tierra y juncos y relieve de melaza. Carapachay diremos, Guayraca, Reyes, Capitán. Le daremos nombres al agua para creer que es ella la que pasa y no nosotros los que nos vamos.
Volvemos en el tren, otra magia. Si existe magia en los transportes, cómo dudar de que trenes y barcos son los hechiceros de la imaginación y quienes se aferran a los recuerdos.
Hemos estado en una ciudad de agua. El Tigre le dicen. Cuando miro el mapa veo el espinazo del Paraná, y las rayas de los cauces surcando el lomo de la pampa.



*de Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com






Novios*



Temblequean las sillas, roñosísimos y quemados los mantelitos, las paredes, rugosas y coherentemente húmedas, así como el techo, con ondas. El olor ambiente casi se oye. Sobre el mostrador campean sándwiches de pan francés envueltos en un plástico transparente, aunque no lo bastante, y en otro envoltorio de idéntico material e inconfundible aspecto, se exhiben facturas apelmazadas. En la mesita aquella, fumando, mientras aguarda el comienzo del show, mi novio lee el capítulo onceavo de “Las Alas de la Paloma”. Soy una de las potras en bikini maquillándose en un cuartucho con insignificantes pretensiones de camarín.




*de Rolando Revagliatti revadans@yahoo.com.ar







Martes, 17 de Julio de 2007
La Protesta*



*Por Carlos A. Solero casolero_1@hotmail.com



Fundado en 1897, por dos proletarios Gregorio Inglán Lafargue y Antonio Pellicer Paraire, el periódico anarquista La Protesta siempre fue mucho más que una publicación. Fue un ámbito de iniciativas de organización para la lucha, un frente de confluencia de escritores, periodistas y una incandescente llama productora de ideas a la que nadie pudo ni puede detener.
Nacido como La Protesta Humana, el médico irlandés Juan Creaghe, antiguo editor de El Perseguido, compró nuevas máquinas que permitieron ampliar la tirada y le cambió el nombre para tornarlo más fácil al pregón de los canillitas, más de una vez efectuaba la distribución personalmente en su mateo para evitar las requisas de "orden social".
En la huelga de inquilinos de 1907, La Protesta fue el vocero de los desheredados, maltratados por las clases dominantes y sus lacayos de sotana y uniforme.
Los talleres de La Protesta padecieron múltiples atentados en las cruentas jornadas de huelga. A pesar de esto siempre salía puntualmente publicado por la valiente e ingeniosa labor de sus editores.
En la huelga de 1909, recordada por la masacre de obreros llevada adelante por la soldadesca de Figueroa Alcorta, su sala sirvió para el velatorio del marítimo Juan Ocampo, asesinado por las fuerzas policiales al mando del Coronel Ramón Falcón.
Escribieron en las páginas de La Protesta: Eduardo Gilimón, Alberto Ghiraldo, Florencio Sánchez, Rodolfo González Pacheco, Virginia Volten, entre otros.
La Protesta tuvo diversas etapas quizás la más prolífica fue bajo la dirección de Emilio López Arango y Diego Abad de Santillán, con dos ediciones diarias, de mañana La Protesta y por la tarde el vespertino La Batalla. Un suplemento semanal y otro quincenal con notas sobre anarquismo y sus tendencias, literatura latinoamericana y universal, sociología, filosofía y psicología. Además una editorial que publicaba libros y folletos de Bakunin, Proudhon, Malatesta, Luiggi Fabbri, etc.
La Protesta polemizaba con el periódico Cúlmine de Di Giovanni, sobre cuestiones tácticas de la lucha social, medios y fines. El uso de la violencia en las luchas de masas, los atentados, etc.
Desde La Protesta se denunciaron las matanzas de la semana de enero de 1919, las huelgas contra La Forestal, La Patagonia Trágica y los fusilamientos de 1500 obreros a manos de los esbirros de Varela y Anaya, enviados por Yrigoyen. Propulsaba la campaña pro liberación de Sacco y Vanzzetti.
Con el advenimiento en 1930 de la dictadura uriburista, en primer término y luego la década infame y la andanada fascistoide del 43, las dificultades de edición crecieron las persecuciones a los militantes ácratas, espaciaban las salidas del periódico.
El gobierno peronista con su férrea censura atacó a la prensa revolucionaria y La Protesta no fue la excepción. Luego la heroica huelga de los obreros navales, hallará a La Protesta junto a los trabajadores enfrentando a capitalistas y dictadores.
La década del 60, fue un renacer de polémicas ideológicas y acciones. Por aquel tiempo escribían en las columnas de La Protesta: Angel Cappelletti, Oscar y César Milstein, Eduardo Colombo, Herbert Marcuse.
Al finalizar al década del 70 un grupo de jóvenes extasiados con la lucha armada promueve un debate al interior de la publicación anarquista, pero el Grupo Editor marca con claridad la línea anarquista en desacuerdo con la vía del foco guevarista y la confluencia con las tendencias autoritarias del socialismo.
La Protesta denuncia las maniobras de la dictadura de Lanusse y alerta sobre la masacre en ciernes de la mano de la maquinaria estatal, los burócratas sindicales y las fuerzas armadas.
Un editorial de La Protesta de junio de 1976, titulado "Nosotros acusamos" elabora un certero y dramático análisis de coyuntura, denuncia la represión militar, los secuestros, torturas y desapariciones.
La noche negra se abate sobre la región con secuela de horror y espanto.
En junio de 1982, reaparece La Protesta, denunciando los asesinatos de Cambiasso y Pereyra Rossi, sigue hasta nuestros días la lucha y la prédica el insobornable paladín libertario, del vocero de los oprimidos que hace historia con sus páginas rojinegras, sin concesiones ni medias tintas con debates e ideas polémicas y reflexión en pro de una sociedad anarquista, sin explotación ni injusticias: socialista y libertaria.

* Miembro de la Biblioteca y Archivo Histórico Social "Alberto Ghiraldo".
-Fuente: Rosario-12







HAGAMOS COMO QUE EXCLUIMOS*




Excluyamos a los que se casan con alguien
por más o menos la única razón
de que los calienta
o de que los calienta advertir al contrayente
apetecido rabiosamente por otros

Excluyamos a los que se casan con alguien
por más o menos la única razón
de que el contrayente es "lindo" o "simpático"
o "trabajador"
o "presentable"
o "dispone de un buen pasar"
en fin, etcétera

Excluyamos a los que se casan con alguien
por más o menos la única razón
de que "no toleran la soledad", es decir, quedarse
en la horrorosa compañía que ellos
son para sí mismos

Si a todos éstos excluimos:
¿cuántos quedan?




*de Rolando Revagliatti revadans@yahoo.com.ar








Ecología | 17.07.2007
Bichos en la ciudad*

Großansicht des Bildes mit der Bildunterschrift: "Porcellio scaber isopod", conocida como cochinilla o chanchito de suelo.



Las bondades del trabajo de los insectos que pueblan las ciudades despierta el interés de los zoólogos. El valor ecológico de los habitantes de los suelos de ciudad es más importante de lo hasta ahora se ha creído.
Tan pronto como sale el sol no sólo los humanos queremos salir a pasear por los parques y alamedas de la ciudad. Mientras los citadinos hacen deporte, preparan un almuerzo o simplemente descansan al aire libre, hay armadas de animales que trabajan febrilmente debajo del césped que nos sirve de
almohada.
Según la bióloga Silvia Pieper, "en un metro cuadrado de una profundidad de 20 centímetros viven decenas de miles de animales cuyo hábitat es el suelo".
Cierto es que "la mayoría de pobladores del suelo y subsuelo son conocidos por nombre por los científicos, más no tanto su trabajo y, sobre todo, los bondadosos efectos que éste genera", continúa la zoóloga Pieper, en la página virtual de la Universidad Libre de Berlín.
En cooperación con el profesor Gerd Weigmann, director de Zoología de Suelos y Ecología, de la Universidad libre de Berlín, Silvia Pieper ha desarrollado el proyecto investigativo "Fauna" de la Sociedad de Investigaciones (DFG).

Pequeños grandes colaboradores de las plantas

Cochinillas, ácaros y gusanos cortan, recortan y digieren hojas de árboles que caen, aran los suelos con sus movimientos y le proporcionan alimento a bacterias y hongos. Estos organismos, a su vez, concentran los materiales orgánicos de tal manera que le facilitan a las raíces de las plantas la absorción de sustancias alimenticias.
Pero también para los insectos la vida puede ser dura en las grandes ciudades. La contaminación ambiental es mayor, por lo que las consecuencias de la polución también llegan hasta los más pequeños pobladores de los suelos. El agua además, está mal distribuida en las ciudades, por la profusión de las superficies construidas y pavimentadas.

La misión ecológica de las cochinillas

A mayor urbanismo, mayor contaminación y mayor "parcelación" de los hábitat de los insectos. El uso de los lugares públicos o privados para el ocio es también más frecuente en las ciudades. Una sola tarde de picnic y asado al aire libre interfiere enormemente en el trabajo de miles de insectos que favorecen, a su vez, el crecimiento de los árboles que ayudan a limpiar el aire en las ciudades. ¿Puede hoy una cochinilla de ciudad cumplir a cabalidad con su misión ecológica?, es por ello la pregunta de los
científicos, así la interrogante parezca lo más banal del mundo.
Seis años consecutivos investigó el grupo de zoólogos el acontecer en los suelos de Berlín, tanto en la realidad como en laboratorios. "Nos hemos sorprendido del grado de influencia de la fauna de los suelos", reconoce Silvia Pieper. Camas de paja o desechos orgánicos con presencia de insectos
se reducen dos veces más rápido. Los mismos insectos ayudan a producir 30% del nitrógeno que necesitan las plantas como fertilizante.

A menos asfalto, más aire puro

En laboratorio, por su lado, se demostró que son suficientes unos cuantos insectos para elevar en 40% el contenido de calcio en los sistemas ecológicos más pequeños. La fauna trae otra ventaja a los suelos: el agua permanece por más tiempo en la tierra, ofreciendo mejor y mayor irrigación.
Así se podrían superar etapas de sequía que, al parecer, son cada vez más frecuentes en los tiempos del cambio climático.
La fauna de los suelos es pues un factor no desdeñable de conservación de la naturaleza. No en vano algunas ciudades quieren reducir poco a poco las superficies cubiertas con cemento y asfalto. Un metro menos de vía asfaltada es un metro que no pierde la naturaleza para su proceso de autoreparación,
del cual nos beneficiamos todos.



*José Ospina Valencia.
-Fuente: http://www.dw-world.de/dw/article/0,,2695427,00.html?maca=spa-Titulares-640-html








Nota II y última
Viaje al punto más bajo de la línea de pobreza*

La familia que vive en las vías visitó Tucumán, su provincia


SAN MIGUEL DE TUCUMAN.– “Todo es más lindo en los recuerdos”, dice Elvira Robles, que llega a esa conclusión mientras recorre las empobrecidas calles del barrio El Colmenar, donde creció, en las afueras de la capital provincial.

Después de estar un mes junto con ella y su familia en el asentamiento de la curva que hace el ferrocarril San Martín entre Paternal y Chacarita, en Buenos Aires, LA NACION los acompañó en un viaje a la tierra de sus orígenes. Quizás, andar en sus zapatos un trecho ayudaría a comprender por qué, para ella, vivir al margen de una vía y con la muerte como vecina es mejor que volver a los pagos en los que están familiares y amigos.

El viaje se hizo en tren, con Elvira y Luis, su marido, y Kevin, de cinco años, que era el más ansioso por conocer Tucumán, aquella tierra de la que partieron sus padres en busca de una vida mejor. Tanto, que la adrenalina no lo dejó dormir.

Durante las 25 horas que duró el trayecto, el tren pasó por varios asentamientos junto a las vías. "Mirá, acá están peor que nosotros, más pegados a la vía", dijo Luis, cuando el tren pasó por Villa Constitución, cerca de Rosario.

La última vez que Elvira y Luis hicieron ese camino, Ivana, que hoy tiene once años, y Carolina, de nueve, eran bebas. Por eso, el regreso fue todo un acontecimiento para el barrio. Allí esperaban el padre de Elvira, Miguel Angel Robles, y Elvecia Dioque, su mujer.

También "Flopi", la hija de Elvira y Luis, que tiene tres años. Cuando era beba, Elvira enfermó de tuberculosis y quedó internada. "Flopi" se quedó con la bisabuela, que estaba de visita en Buenos Aires, y después se la llevó a Tucumán.

El reencuentro fue difícil. Elvira corrió a abrazarla; la nena se asustó y lloró. Sólo varias horas más tarde pudo alzarla y darle un beso. "Flopi" miraba con ojos de no comprender mucho. Pero fue sólo un breve contacto; después, regresó con la bisabuela a su hogar, en Alderetes, donde no sólo es la reina de la casa, sino la razón de vivir que tienen su bisabuela y el marido.

Desde que bajó del tren, Kevin miraba con el entrecejo fruncido. "¡Mentira! Esto no es Tucumán", dijo enojado. Evidentemente, la ciudad que tenía ante los ojos era distinta de la que había imaginado. Recorrer los barrios en los que Elvira y Luis nacieron y crecieron fue elocuente. Aunque cueste imaginarlo, existe un escalón más bajo en la línea de la pobreza que aquel en el que Luis y Elvira viven junto a las vías, en la Capital.

Margarita Poma es media hermana de Elvira y subsiste a orillas de un canal, en una casa de cuatro chapas. Hace tres años, tuvo a su último hijo, que no sobrevivió al parto. Lo tuvo en la Maternidad Nuestra Señora de las Mercedes, la principal de la provincia. Estuvo internada en la misma cama que otra mujer. Parada junto al canal, cuenta: "Hace un tiempo, vino ayuda del gobierno. Cuando fuimos a anotarnos, nos dijeron que era para gente más necesitada". Y pregunta: "¿Quiénes vendrían a ser gente más necesitada?"

Aquí, la falta de perspectivas parece escrita en la frente de los habitantes. A los 14 años, Lorenzo, el hermano menor de Elvira, ya no estudia. En cambio, trabaja pesando y embolsando carbón, y es el principal sustento de la casa. El padre es beneficiario de un plan social y la madre cobra una pensión por viudez, de su primer marido.

Cuando Elvira y Luis eran chicos, aquellas tierras eran parte de una finca. Hoy, el casco de estancia está en ruinas y adentro se instalaron varias familias, aunque el techo está a punto de caerse. Aquellas tierras en que crecían limoneros, había un tambo y se fabricaba ladrillo se convirtieron en barriada. Allí, la línea de pobreza desciende aún más, hasta niveles impensados.

En una casilla desvencijada, sin puerta, viven Jorgito, de 5 años y Lourdes, de 3. Están al cuidado de su tío. Dos veces por mes, el hombre viaja a Bolivia para pasar ropa en balsa y burlar controles aduaneros. El sujeto relata las peripecias del viaje por el que, según dice, le pagan 45 pesos. Mientras, los chicos comen arroz aguado, de una misma bandeja y con una sola cuchara.

Elvira y Luis parecen, en ese contexto, gente de otra clase, ubicada mucho más adelante en la escala social. Por eso sienten que, a pesar de todo, ellos progresaron. Y que Tucumán no es un lugar para volver. Ese fue su punto de partida. Ahora quieren hacer algo para que sus hijos puedan vencer esa falta de perspectivas que sume a la gente cada vez más abajo de la indigencia.

"Hija, ustedes tampoco pueden vivir así, junto a las vías. Tienen que salir, tienen que cambiar", les dijo el padre de Elvira. "Estuvimos hablando con Luis. Quiero que deje de cartonear. Porque el cartón da plata pero eso es estar en la basura y trae enfermedades", confiesa. Cuando regresen a Buenos Aires quiere buscar un trabajo en blanco. Una amiga le dijo que en Jumbo, de Soldati, estaban tomando gente para limpieza.

Ahora es el anhelo que tiene. El camino que cree posible para empezar a salir de la marginalidad. "Quiero cambiar de clase. Tengo que hacerlo por mis hijos, porque ellos preguntan, necesitan cosas y nosotros tenemos que darles el ejemplo de que se puede salir".


* * *

BUENOS AIRES.- Dos semanas después, el panorama es otro. Elvira tiene una tristeza muy grande. Se seca las lágrimas pero no puede contenerse. Del traslado que prometió el gobierno de la ciudad no hay noticias. Pero es otra cosa lo que la tira abajo.

Luis se fue de casa. En realidad, nunca volvió de Tucumán. El último día, antes de regresar, le dijo que no iba a volver. Elvira piensa que se fue con una ex novia. "Nos dejó que volviéramos solos", cuenta en un sollozo, y se abraza a esta cronista. No es el único que falta en la casa. Kevin se quedó con el papá. "Luis me prometió que iba a venir a buscar sus cosas y que lo iba a traer", dice, dolorida por tener lejos otro hijo más. En el fondo, Elvira piensa que Kevin presentía algo y que por eso no le gustó Tucumán, y que Luis no quería cambiar de vida, salir de la condición en la que viven para buscar una mejor.

El día anterior, Talía había cumplido años. Como Luis no está, en la casa no hay dinero y apenas algo de comida. "Hoy cumplo años, mami", le dijo la nena. "Sí, ya sé, pero no tengo nada para hacerte...", lamentó Elvira. "No importa, ya sé, pero igual es mi cumpleaños", respondió Talía.

A Elvira le duele la tristeza de sus hijas. "Quiero irme de acá porque tengo miedo de hacer una locura. Ayer estaba mirando el tren y pensé: «¿Y si me tiro? Voy a sufrir menos, pero los que van a sufrir son mis hijos». Entonces, tengo que juntar fuerzas para salir adelante yo sola y para irme de acá", cuenta. Esa noche, antes de acostar a las hijas más grandes, Elvira se sentó con ellas y les contó que su papá no iba a volver. Les dijo que a partir de ahora ella iba a salir por las noches con el carro a buscar cartones, que se iban a quedar solas en la casa y que se tenían que portar bien y no salir a las vías.

"Mami, no te preocupes. Vamos a salir adelante, vas a ver. Yo te voy a ayudar; voy a cuidar a mis hermanos", le dijo Ivana. Tiene 11 años y desde el martes pasado, por las noches, está a cargo de su familia.

Para el próximo sábado está planeando ir con la abuela a la feria del Retiro. Quiere vender algunos de los juguetes y cadenitas que su mamá encuentre en la basura. "Vas a ver, entre las dos vamos a salir adelante", promete.



*Por Evangelina Himitian
Enviada especial

-Fuente: La Nación.
http://www.lanacion.com.ar/EdicionImpresa/informaciongeneral/nota.asp?nota_id=926396





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Reescribiendo noticias. Una invitación permanente y abierta a rastrear noticias y reescribirlas en clave poética y literaria. Cuando menciono noticias, me refiero a aquellas que nos estrujan el corazón. Que nos parten el alma en pedacitos. A las que expresan mejor y más claramente la injusticia social. El mecanismo de participación es relativamente simple. Primero seleccionar la noticia con texto completo y fuente. (indispensable) y luego reescribirla literariamente en un texto -en lo posible- ultra breve (alrededor de 2000 caracteres).

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