sábado, enero 30, 2010
COSAS TAN INOCENTES COMO VIVA LA VIDA...
*Ilustración de Ray Respall Rojas. (Cuba)
ROSA DE EBANO*
Pampa con cicatrices de destierro.
Flores de sal.
Espejo trizado por hielos de silencio.
Agua quieta dormida.
Agazapada, una rosa de ébano.
Sagrario oscuro semiabierto.
En la puerta, al acecho, la indefensión aguarda.
La indefensión es un lagarto negro que devora los pájaros sin sueño.
Paisaje duro.
Sábanas blandas de alhucemas fragantes.
Anidan las preguntas, la lluvia y el tintero.
Siete años de respuestas ausentes.
Una respuesta ausente es un collar de zarzas incendiadas.
Una zarza incendiada electrocuta las preguntas
Las preguntas cortan los hilos de acero de la noche.
La niña, una mitad salvaje, otra, jazmín de lluvia.
Obstinadamente se balancea en el topacio de los ríos de enero.
*de Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar
-San Luis- Argentina.
COSAS TAN INOCENTES COMO VIVA LA VIDA...
LA MARTITA*
¡¡¡Allá va la Martita!!! Dijo Raúl, señalando con el dedo…y todos miramos a la misma dirección y cada uno de nosotros hizo un gesto de susto y cerramos las manos hasta en convertirlas en puños apretados.
La veíamos pasar cada mañana, no tenía hora fija, ni sendero programado, a veces aparecía por la vereda de enfrente como viniendo del supermercado, otras, era como si apareciera de golpe caminando por la vereda nuestra y cruzaba justo enfrente de nosotros que mirábamos detrás de la ventana.
Caminaba rápido, con un ritmo monótono, marcado por pisadas iguales y enérgicas y miraba en dirección a nuestra ventana y nosotros rápidamente ocultábamos el rostro detrás de las cortinas para no dejarnos ver, nunca supe si alguna vez nos vio o nos presintió, pero el hecho de escondernos nos hacía invisibles o eso creíamos y todo esto nos producía un indescriptible nerviosismo, temblores y risitas constantes, además sudábamos un poco…
¡¡¡ya pasó, ya pasó!!!, decía el menor de mis primos, el más travieso y salíamos afuera corriendo a tropezones para ver que dirección tomaba o verla desaparecer a la vuelta de la esquina de la panadería.
Le decían La Martita pero nadie sabía bien su nombre, escuchábamos a mamá y a las otras tías hablar de todo y de todos en el barrio, pero cuando hablaban de ella, el tono de voz cambiaba, los silencios eran mas marcados, las exclamaciones mas profundas, las miradas más acentuadas y había cosas que no decían y solo hablaban con los gestos y las manos y nosotros tratábamos de adivinar ese parco lenguaje matizado.
Nunca supimos muy bien donde vivía, qué hacía, y adonde iba, nunca nadie se tomó el trabajo de dirigirle la palabra o de dedicarle u n saludo displicente.
. Era extremadamente delgada, su cuerpo no marcaba ninguna forma, la planicie de su pecho no coincidía con la curvatura de su espalda y claro los vestidos le colgaban lacios sobre sus hombros en caída vertical hacia abajo en colgajos de enaguas superpuestas, grises, eran los trapos que vestía o marrones según el antojo de ese día.
Un rostro magro y anguloso daba lugar a las marcadas y profundas ojeras, marco de negrísimos ojos de mirada recta, precoz, en cada giro veloz de su cabeza.
En la marcha y a cada instante se encogía de hombros y giraba la cabeza para un lado o para el otro con rapidez sorpresiva y de estar cerca te clavaba la mirada penetrante como puntas de lanzas disparadas.
Infundía temor la pobre Marta, y nosotros, corríamos como locos a nuestra casa para verla pasar muy cerca nuestro, pero separados por el cristal de la ventana y susurrando o clamando nos apretábamos unos contra otros o casi encimados para ver o percibir su firme paso, al toque virtual de nuestras manos.
Ella fue protagonista de mis pesadillas, adivinando el lugar donde vivía, los numerosos gatos que tendría, las sombrías habitaciones, y aún el lugar donde dormía, imaginado en lúgubres y mugrientas sábanas, y polvo por doquiera…
Esa mañana, nos habían despedido antes de la escuela, (reunión de maestros…creo), venía pensando lo que haría al llegar a casa.
La calma que traía se vio interrumpida de inmediato, es más, sucedió en forma abrupta y sorpresiva ya que vi a Martita delante de mí, la vi enorme, su delgadez hacía que pareciera mas alta, su cabeza inclinada hacia mi, dejaba caer a los costados del rostro un cabello largísimo, fino, desaliñado y negro que enmarcaba en forma macabra la mirada fija ahora concentrada en mi persona y su boca, sonreía en una mueca desdentada por donde pude ver brillar las encías con saliva.
Sentí terror mezclado con un profundo asco incontrolado y me fue imposible moverme del lugar en donde estaba, quedé fijada como un insecto clavado en alfileres de un coleccionista o como los conejos bajo el potente ojo de luz de un faro momentos antes del feroz disparo que lo llevará definitivamente a la muerte.
Ignoro el tiempo transcurrido, sentí mis lágrimas calientes sobre el rostro y el copioso temblor de mis mandíbulas.
La Martita estiró una de sus enormes manos sentí su calor en mi mejilla, me secó las lagrimas vertidas, acarició suavemente mis cabellos, ella también lloró con suaves contracciones y sentí a la mujer adentro de ella, sentí su sensible espíritu amarrado, su soledad, su hastío, su angustia acumulada, lloró en silencio y guardaré por siempre ese momento en mi memoria.
Ella lloró, lloró en nuestro encuentro, luego partió alejándose más lenta, y yo, al girar pude ver como llevaba sus manos hacia el rostro y a sacudidas movía sus hombros y su espalda.
Ahora soy yo, la que la espera cada día.
Ahora soy yo, que prepara una palabra, un gesto, una flor una melodía.
Para entregarle y poco a poco ser su amiga, demostrarle que ahora dejó de estar perdida y sola para siempre.
Ahora yo, le doy los buenos días y le muestro mi colección de figuritas.
*de Mirta Gaziano. mirtagaziano@arnet.com.ar
Julio 2009
La historia en bicicleta*
*Por Martín Caparrós
28.01.2010
La historia es esa bicicleta para dos, el hombre y la mujer que pedalean, un viento suave lamiéndoles las caras. A mediados de 1936 la guerra estallaba en España, en Alemania el partido nazi se deshacía de sus enemigos, en la Unión Soviética empezaban las grandes purgas del camarada Stalin, aquí mismo gobernaba el general Justo y se renovaba el pacto Roca-Runciman -por el que la Argentina se sometió al imperio de Inglaterra.
En Francia, mientras tanto, un Frente Popular integrado por socialistas y comunistas -sí, es cierto, sucedió- acababa de ganar las elecciones: la izquierda llegaba al poder por vía electoral.
El Frente liderado por el socialista -y judío, se encargaban de recordar sus enemigos- Léon Blum ganó las elecciones del 3 de mayo con el 57 por ciento de los votos: era apenas uno por ciento más que la suma de los resultados de todos sus integrantes cuatro años antes -cuando se presentaron separados y no ganaron nada. A fines de mayo, mientras Blum preparaba su gobierno, cientos de huelgas estallaron en todo el país -y, por primera vez, la mayoría de los huelguistas ocuparon sus lugares de trabajo. Muchos testigos las describieron como "huelgas de la alegría": bailes, festejos, obras de teatro, debates, amoríos amenizaban las ocupaciones. El país estaba paralizado. Tanto los militantes obreros como los patrones imaginaban que la propiedad de los medios de producción -y, más en general, el poder político-
estaba en juego; muchos hablaban -con esperanza, con miedo- de revolución.
Pero los comunistas obedecieron al padrecito Stalin -que les ordenó respetar el orden burgués- y, ya antes de asumir, el Frente Popular empezó a buscar el modo de acabar con las huelgas.
El 8 de junio de 1936 la CGT y las asociaciones patronales firmaron, bajo la garantía del flamante gobierno, los acuerdos de Matignon. El convenio incluía un aumento general del 12 por ciento, la creación de la figura del delegado sindical y la obligatoriedad de las paritarias, pero sus puntos más destacados eran dos reivindicaciones por las que los trabajadores habían peleado tanto: la semana de trabajo pasaría de 48 a 40 horas y todos tendrían derecho a quince días de vacaciones a costa del patrón.
"Largas caravanas de trabajadores caminaban hacia las estaciones ferroviarias de París", escribió entonces Simone Weil. "Me recordaban una boda de pueblo: lloraban de alegría, cantaban, gritaban cosas tan inocentes como viva la vida". Se abría, para muchos, una vida nueva -y lo celebraban con una euforia rara. De pronto, millones de personas que siempre habían sabido que el ocio era cosa de otros, de los ricos, tuvieron unos días para sí; millones de personas que nunca habían salido de sus ciudades se lanzaron al campo; millones de personas que habían oído hablar del mar y creían que nunca lo conocerían llegaron hasta ese lugar tan inimaginable y lo vieron por primera vez, y lo tocaron, y hundieron las patas en la arena. Era igualdad en acto: lo que siempre había sido para pocos pasaba a ser para todos. Las escenas, cuentan, eran conmovedoras; la más reproducida fue esa imagen donde aquella pareja joven, viento suave, pedalea sobre una bicicleta para dos como si el mundo les perteneciera: la historia en una foto. Tres años después vendrían la guerra y sus desastres, los millones de muertos, pero la conquista de las vacaciones pagas se mantendría -y empezaría a difundirse por el mundo: todos las reclamaban. En la Argentina un secretario de Trabajo, el teniente coronel Perón, firmó en 1945 un decreto que aseguraba ese derecho a todos los trabajadores: fue el principio del turismo social, los recreos sindicales, Córdoba, Mar del Plata, los patitos de goma.
Poco después, en 1948, las vacaciones fueron incorporadas a la Declaración Universal de Derechos Humanos -y pasaron a ser una de esas cosas que ya nadie discute.
Por eso ahora vivimos esa extraña parte del año totalmente distinta a todo el resto: cuando tantas personas recuperan, por unos días, el control de su tiempo. Hemos aprendido a considerar normal este negocio en que entregamos muchas horas por día para recibir, a cambio, cierto sustento: que otros
manejen -que hayan comprado- nuestro tiempo no nos parece extraño. Salvo en estos días en que, a cambio de esa entrega constante, obtenemos una menguada autonomía. Las vacaciones pagas se convirtieron en una costumbre que ya no se cuestiona. Más que un derecho adquirido: una de esas cosas de la vida que parecen haber estado siempre allí, que ya creemos naturales. Es muy fácil olvidar que empezaron, que surgieron de una larga pelea, que durante siglos nadie habría creído posible que los trabajadores hicieran esas cosas, que cualquiera que lo hubiera propuesto en -digamos- 1810 o 1500 o 1860 habría despertado, si acaso, carcajadas y, al final, una mirada de desprecio.
Es un ejemplo, uno entre tantos. Me impresiona lo fácil que nos ha resultado, en los últimos años, vivir afuera de la historia: alejados de la conciencia de que las cosas cambian, convencidos de que esto es lo que hay y que esto es lo que habrá: tan resignados. Y me impresiona cómo hemos conseguido incluso que algunas cosas cambien para volver a ser lo que ya era pasado. En la Argentina actual casi la mitad de los trabajadores está empleada en negro: sus vacaciones dependen de su situación individual, de su capacidad de presión, de la buena voluntad de sus patrones; más de medio siglo después de que se convirtieran en un bien para todos, volvieron a ser -en los hechos, no en la teoría- privilegio de algunos. Y eso sin contar a ese otro tercio de argentinos que -1810, 1500, ahora- no puede ni imaginar la posibilidad de vacaciones. Sólo porque nos convencimos de que no hay historia, porque vivimos resignados.
*Fuente: Crítica digital
http://criticadigital.com/index.php?secc=nota&nid=36737
*
Al ver mi sombra,
tu mirada llovizna
copitos de luz.
*
Desgrané tierra...
He tocado el vientre
que me contendrá.
*Haikus de Oscar A. Agú. cachoagu@yahoo.com.ar
JUAN*
A “Balazo” Renzi
*Por Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar
En aquel tiempo era un muchacho delgado, tímido y desgarbado que pretendía –sin éxito-pasar desapercibido.
En las reuniones estaba siempre en silencio, como si fuera mudo, pero apenas abría la boca para insertar una broma a guisa de bocadillo, ésta se convertía en un misil que daba en el blanco, porque aún la más inocente de sus intervenciones adquiría un carácter de crítica que la hacia aguda, frente a las conversaciones romas e insulsas del resto.
En el curso de una reunión danzante –como eufemísticamente se nombraba a los bailes- podía pasar invisible, ya que se negaba a bailar, sistemáticamente, aduciendo que no sabía. Pero quienes lo conocían bien aseguraban que tomaba esta actitud para estudiar las reacciones que los demás ofrecían a la sociedad cuando se soltaban al ritmo más que relajado de la música de moda. En su mesa del bar del club, donde lo más chicos nos arrimábamos tan sólo para festejar sus chuscadas, sus ironías filosas dichas con esa cara simple de chacarero (que era lo que había sido hasta hacia muy poco) es decir una cara como de asombro, pero de un asombro que ya era un rictus de costumbre en é, nunca estaba sólo.
Cuando tenía público (en especial un público entusiasta, que era casi como su cohorte personal) se ponía más fino y más lúcido, allí desgranaba sus humoradas ácidas para que esa media docena de adolescentes incondicionales le festejáramos todo, hasta los gestos cómicos que armaba casi sin mover las cejas, frunciéndolas en una levedad que sólo nosotros éramos capaces de interpretar y que dejaba más al descubierto al blanco de ese día, quien sería algún atribulado y arrepentido que lo habría querido contradecir o –lo que es peor- tomándole un poco el pelo, intentar revertir ese papel de tonto que hacía desde mucho tiempo, horas a veces, sometido a la inplacabilidad de su saña.
Y cuando entraba a la cancha, con las medias caídas, la camiseta afuera, el pantalón descolorido y su caminar cansino, con la impresión que un pie no podía moverse si el otro no lo autorizaba, todos sonreíamos felices.
El solamente corría en los clásicos –me asegura Osvaldo Gago- pero no estoy seguro que él, Juan, alguna vez corriera, que se dignara tomar velocidad con ese cuerpo bastante flaco, por otra parte, donde los huesos parecían navegar en un pequeño arroyo de aguas revueltas, como tratando de reacomodarse entre esas piedras gastadas por la corriente de todos sus años. Hasta que no tocara una pelota podría parecer que su puesto estaba cubierto allí por una convención, ya que el equipo se debe completar de cualquier modo. Pero cuando la tenía dominada, muerta y enamorada sobre su empeine, el mundo cambiaba de forma, todas las estrellas se cambiaban de lugar y los ríos detenían su curso.
Era como una sinfonía que no había sido escrita, pero ante sus desplantes hecho a los adversarios sonaba como una orquesta cuya partitura leía sin cesar en el aire.
A partir de allí, se jugaba el partido donde él estaba, lo demás (es decir todo el equipo adversario) dejaba de tener sentido aunque luego el partido se perdiera por alguna contingencia. Ese día los astros habían brillado ante su sola constelación y su única batuta. Con el tiempo su fama se fue extendiendo y podía jugar en los cinco puestos de la delantera de entonces, pero mi memoria lo planta en su número ocho en la espalda, haciendo de nexo, jugando un poco retrasado, no porque se lo imponía la responsabilidad de su puesto sino su propia pereza.
Con el tiempo hasta los adversarios empezaron a encariñarse con su delicada gambetas primero y luego ese muchacho de apariencia simple, de gestos humildes que de vez en cuando podía exhibir un inesperado gesto que lo acercaba a una acción despiadada. Pero no siempre era así.
Y tal vez todo dependiera de su humor cambiante de depresivo crónico, o de la inspiración del momento y allí sí, uno que lo conocía un poco sabía que podía estirar el límite de la habilidad hasta la humillación de los pobres desdichados que se le pusieran enfrente y hubiesen pretendido golpearlo, a cometer alguna mala intervención con ese cuerpo desgarbado y cansino, esas piernas que los dioses habían dotado de una coordinación con su mente que lo podía convertir en alguien parecido al genio que siempre admiramos en otro.
Algunas muchachas (la expresión es anacrónica) casaderas gustaron de él y hasta es plausible suponer que tuvieron cierto grado de enamoramiento. Pero él no dio un paso para entrar a esas fortalezas con las puertas bien bajas.
El lo sabrá a estas alturas, no sé.
Y un día se fue.
Un día gris, de llovizna, sin decir nada a nadie sin equipaje, se fue con lo puesto. No saludó a nadie tal vez para no prometer volver.
Cosa que no hizo hasta hoy, Se resistió a todos los acercamientos que han hecho sus amigos para traerlo al pueblo.
Cada uno sabrá sus cosas, allá él.
Pero sería bueno que los pibes que se criaron oyendo sus anécdotas antes de empezar a ser leyenda lo conocieran.
Y comprendieran por fin que Juan es de carne y hueso, que un día nos hizo muy, pero muy felices.
Como cuando dirigía con una de sus piernas imbatibles la pelota contra ese ángulo esquivo y la clavaba directamente en la red, que se quedaba temblando en el fondo de nuestras retinas.
Y allí están para siempre “esas muchas veces” que batió la valla del adversario casual, que ese día ponía su pobre humanidad bajo el implacable golpe de genio de Juan.
El mismo que se quedó sin volver.
Así en la tierra...*
*de Rodolfo Costa. bonirodo@hotmail.com
Lunes o Domingo el día
qué importa
el predicador
no toma en cuenta
días en rojo y menguantes cuartos
cuenta la sed cuenta la lágrima.
Viaja por la sal el aura
lo transporta de Canaan a Barracas
¿Mateo 26 o los policiales de Clarín?
¿quién oscurece y quién alumbra?
Muestra la otra mejilla su rostro,
hermano del silencio a media asta,
ojos color cielo en la Tierra,
Tierra de los come-tierra
Así en la Tierra pagan precio,
quienes buscan la tierra
sin Juan y sin Pedro
y la muñeca rota en el baldío
carasucia ojos de vidrio
lluvia cortina opaca
brazos abiertos cuatro locos pelos,
carasucias:
¿no viene hoy el Padre?
trompos de madera lanzados
esperan
giran esperando giran cabezas
¿no viene hoy el Padre?
Quienes lo mataron
¿contaban con su muerte?
Duelo de los pobres
¿por qué sangra de más?
-Dedicado al Padre Carlos Mugica
-Enviado para compartir por Verónica Capellino. veroaleph@hotmail.com
Al HERMANO HAITIANO*
*De Miguel Crispín Sotomayor. arcomar@cubarte.cult.cu
Hoy te lloro.
Debí llorar ayer
o llorar siempre.
Nunca te faltó el hambre
ni la muerte.
Paseaste tu miseria
y voltearon el rostro.
No hubo en el Caribe cafetales ni cañaverales
en que tus brazos
no estuvieran.
No hubo riqueza en que tu sudor y tu sangre
no estuvieran.
Y regresaste siempre al fango y el adobe
con tu hambre.
No importaba tu historia libertaria
ni cuanto diste de libertad a otros.
¡Pregúntenle a Bolivar!
Sobrevivir apenas fue un milagro.
Sobrevivir en un mundo de racismo.
Invadido siempre por el odio
a aquellos negros libres
cuando aún
hasta el imperio era colonia.
¿Qué otra cosa podían saquear
que no fuera tu orgullo?
Hoy sangras más que nunca.
El futuro es tu hambre.
Hoy están junto a ti
abeles y caínes.
¡Cuidado hermano!
Los unos son palomas.
Los otros, los conoces,
son los buitres de siempre
Página*
*Por Miriam Cairo. cairo367@hotmail.com
Satén, no
No. Esta página no es de satén. No imita las manos de un hombre. No talla el cuerpo de una mujer ni su ligado latido, pero uno sospecha que si esta página no fuera leída, alguien se vería obligado a correr con gesto suplicante hasta el sacerdote que regentea los abismos. Por simple principio de incertidumbre, esta página parece ignorar su efímero destino transparente, pero insiste, desnuda, rasgada, momentánea. Y así como la observación de un fenómeno modifica su naturaleza, la lectura de esta página la induce a su existencia.
Precio, no
No. No tiene precio. Lo que se va a saber luego de leer esta página no tiene precio. Bajo todas las formas perdidas, el lector se encuentra y se rehace. La sola lectura de lo que no tiene precio transforma a un simple bañista de ocasión en un animal azorado y exquisito. Así como el viento se ciñe a las frentes más ciegas, esta página se estrecha a su lector para despegar hacia arriba la voraz irregularidad de la llama. El lector de esta página se confunde con todo lo que lo rodea pero la fosforescencia es la clave de sus ojos.
Pétalos, no
No. Estas páginas no son pétalos, pero al tocarlas dejan en los dedos un imperceptible olor de flores. Si sus lectores, simplemente, se resignaran a las multas de la noche, no habría dama que se sentara a la grupa de un hombre, precipitada por la elevada alameda con rosas untadas de manteca y rodajas de sandías en el aire. Todo lo supuestamente voluptuoso quedaría reducido a una rutina de horarios, a un pobre juego de entradas y salidas. Los hombres quedarían reducidos a bañistas. Las lectoras no tendrían siquiera un gemido donde doblarse.
Mundo, no
No. El mundo no nace en esta página impresa. El mundo gira a la perfección sobre sus bisagras, indolente como una bestia atroz que se lame bajo el ala. En su mórbida superficie, desde diciembre hasta enero, el espectáculo del mundo está a cargo de fakires que se tragan antorchas con la boca llena de nafta mientras las sirenas empetroladas de purpurina los aplauden con el latido de sus gruesas pestañas. La bestia que es mundo no nace en esta página donde suspirar no es vivir y donde es dado presentir palabras que nos vivan.
Altura, no
No, esta página no declina como puro don de la altura. No aparece como todas las páginas de los diarios de la mañana. No está hecha para los simples bañistas de ocasión que se pavonean con su leitmotiv de turistas e imponen su enorme influencia de personas reales. Esta página no describe con lujo de detalles el color de la arena, ni el tránsito aéreo, ni los aterrizajes de emergencia. Esta página habla de la belleza de los intervalos de ciertas letras. De la gran pausa, del hombre, de la mujer, de los intersticios. Los otros diarios de la mañana hablan de los que gustan pasearse por la mórbida superficie del mundo como animales encadenados a su costado terrestre.
Tan bajo, no
No. Para que no llueva siempre tan bajo que las alas de las mariposas no puedan mojarse esta página no se escribe. No puede escribirse aunque lo quisiera. Pero a veces funciona como una débil balanza para calcular suspiros. A veces ilumina los tiernos pliegues del cuerpo en los que el animal humano se transparenta. Esta página también puede ser arrojada al mar en una botella o dentro de su sombra exacta, con su doble pliegue de tiniebla. Pero esta página no alcanza para hacer de un bañista un hombre ni para lograr que la palabra se salve de su temible destino de ser poesía.
Espejo, no
No. Esta página no es un espejo pero es un espejo imperfecto donde sólo se reflejan los brazos articulados de un cuerpo hecho para el acto. Su organismo escrito trata de vivir en el matorral desencantado de las noticias donde la dominante especie cazadora apunta con su fusil terrestre al animal palabra. Fruto de carne y letra, esta página, en el fondo se siente un cruzar único. La especie dominante quisiera borrarla pero su torpe mano no llega hasta los suspiros de la noche minúscula, invisible, donde está página se agiganta.
Rivalidad, no
No. Esta página no supone la rivalidad entre el libro y el diario. El titular no ofrece una primicia ni un best seller, pero tiene su peligro, corre su riesgo. Cosas que nadie quisiera saber, se dicen. Preguntas que nadie se hace, encuentran respuesta. Las columnas de esta página están secretamente retorcidas para la fuga. Todo su silencio significa. Las palabras de esta página, significan. Si este fuera un diario como cualquier diario de la mañana, sus palabras sonarían como todas las demás, pero en esta página, las palabras suenan como brazos extendidos y ofrecen su luz con sencillez de pájaro que vive.
*Fuente: Rosario-12
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-22113-2010-01-30.html
*
Queridas amigas, apreciados amigos:
Este domingo 31 de enero del 2010 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg (107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música de los compositores mexicanos Gonzalo Macías, Ignacio Baca-Lobera y Javier Álvarez. Las poesías que leeremos pertenecen a Luisa Futoransky (Argentina) y la
música de fondo será de Machu Picchu (Andes).
¡Les deseamos una feliz audición!
ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at
(Link MP3 Live-Stream. Se requiere el programa Winamp, el cual se puede bajar gratis de internet)!!!! Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!! (Recomendamos usar
http://24timezones.com/ para conocer las diferencias horarias).
REPETICIÓN: La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!
Freundliche Grüße / Cordial saludo!
YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.org
Schießstattstr. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel.: 0043 662 825067
*
Inventren Próxima estación: EDUARDO CASEY.
Colaboraciones a inventivasocial@yahoo.com.ar
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Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco Coiro.
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