jueves, marzo 24, 2016

COMO SI LO QUE TOCA EL FONDO FUERA LO REAL…


*”Agua de vida”  Óleo/ Lienzo de Claudio Uzal. (c) UZAL

 






MUJER DEL FRIO FRENTE AL FUEGO*




Hay una mujer del frío que mira el fuego,
una mujer del cuadro de Brueghel que se imagina real
mientras los pájaros del invierno salen disparados
como proyectiles. Nadie duda existencias.
El ansia le deja huellas: el ansia del calor como si eso fuera real
y el frío, un sueño rígido y sin vida, una blancura de fantasmas.
Algo cae en el fondo del fuego para quemarse
mientras el viento le tuerce los sueños a la mujer. Ya no sabe que ansía.
si es el calor,
si es ese fondo que recibe lo arrojado
como si el fondo,
como si lo que toca el fondo
fuera lo real.



*De Liliana Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com
 (De mi libro "Cazadores en la nieve", pronto a ser reeditado en edición bilingüe en Reflet de Lettres, París)










COMO SI LO QUE TOCA EL FONDO FUERA LO REAL…









ARRIBO*




Venía con diez jazmines en la mano.

¿Adonde vas?

-Toda la sequía del mundo en mi mirada-

Al mar. Me espera el mar. El mar irremediable.

¿Cómo lo sabes?

-Páramo salobre en mis entrañas-

Una sombra ha cruzado los cardales.

Me espera una geometría de cosas y de nombres.


Vuelve en marejadas.

Patria misteriosa de los hondos secretos.


Una hembra latiendo en maduro fruto.

Un macho con corceles negros en los ojos.

Una alondra y un toro.

Gritos de cobre. De violeta. De clavel ausente.

Una pradera quieta y un halcón.

El niño duerme, envuelto en pañales de viento.

Laberintos. Estrellas. Delfines. Arrecifes.


Huésped de un arcano laberinto de agua.

Arribo.

Puerto de mar o páramo.

Puerto que florece en algas y cardales.

Puerto de un enero de amor.


Un hombre con los brazos extendidos.

Una mujer con diez jazmines en la mano.



*De Amelia Arellano. amelia.arellano01@yahoo.com.ar














JAZMINES Y FUTBOL*




Aquel verano fue en verdad un poco más distinto que los otros
Es lo que conversamos muy de vez en cuando muy de vez en cuando nos reunimos alrededor de unas brasas que hacen dorar una carne apetitosa, regada con el consiguiente vino tinto que empuja hacia nuestro interior tamaña exquisitez.
En realidad debo aclarar que no es un tema excluyente, sino que ralea en la maraña de recuerdos, de medias memorias corridas de un hormiguero que empuja hacia la luz del entendimiento que va buscando un aire de agradable bienestar.
Fue el verano en que fue trasegado por la presencia entre tímida y sobradora de esos dos chicos que venían de la ciudad, nos sentimos un poco extraños en nuestro propio terreno por decirlo con el modo metafórico y aun literal.
Eran dos hermanos que venían de la ciudad, a pasar las vacaciones a la casa de sus abuelos que justamente vivían a la vuelta de nuestra casa, en pleno barrio El Jazmín. Porque en la casa en que vivió don Clemente Gerlo con su familia, anteriormente vivió un italiano que se llamó Giovanni Di Tomasso y que había plantado jazmines por todo ese gran terreno donde una higuera centenaria resiste al implacable paso del tiempo. Es lo que siempre oí de mis mayores, porque yo en cuerpo presente a este señor tan dispendioso con los olores agradable y el blanco de un blanco impoluto no lo conocí y no sólo eso ni siquiera vi una foto miserable nunca puesta ante mis ojos.
El Barrio el Jazmín se hizo famoso por otras razones que nada tienen que ver con la floricultura y la cuento aquí. Cuando el famoso Cholo Belluschi puso sobre sus hombros la difícil tarea de armar los grupos de fútbol infantil por el barrio, se le vino a la mente reflotar los albos jazmines de don Di Tomasso y tal el nombre que inventó sin consultar con nadie. Roberto Escudero eligió los colores blanco y rojo, tal la camiseta. Pero los pibes del barrio comenzaron a alzarse con todas las copas de todos los campeonatos del pueblo y aún del vecino. Esto produjo envidias y recelos y un aura de energía vital para los que vivimos en sus calles más bien alejadas y escondidas entre plátanos, paraísos y fresnos y casuarinas, que hacen al mito de origen del barrio, humilde de por sí.
La anécdota a rescatar o el motivo de estas palabras desmañadas es que estos chicos de la ciudad, silenciosos y atildados eran excelentes jugadores en el manejo de la pelota y en los picados y partiditos nos hacían morder el polvo a todos. No con mucha torpeza tratábamos de frenarlos, pero no queríamos quebrarles alguna pierna, de ningún modo. En los córneres tratábamos de encimarlos, al irlos a marcar le dejábamos una cepilladita suave o una zancadilla, pero nada. Inútil, siempre nos sorteaban con elegancia y por más que hiciéramos para fastidiarles nunca lo lográbamos.
Hasta que a uno de nosotros se le ocurrió una idea, para darles una lección. Desafiamos al equipo del Barrio de las Ranas, que tenías un dos golpeador por furor y alegría. Y allá fuimos nosotros con los dos pibes de refuerzo. Ellos ignorando la pequeña trampa que en verdad no era sino una venganza un poco cobarde.
El partido se planteó desmañado desde el principio y ellos, elegantes, duchos, esperaban los guadañazos del zaguero y los saltaban. Todo iba bien y ganábamos uno a cero, con ellos como compañeros era un paseo.
Hasta que aquel energúmeno alto, grandote y bastante malintencionado se dio cuenta que iba perdiendo respeto y prestigio y su fama de pesado se diluía que actuó: a uno le pegó de atrás con mala leche y al otro le dio un cabezazo en el pecho. Los sacó, digamos, de circulación
Se suspendió el partido, perdimos los puntos y al bruto lo suspendieron para siempre. No jugó más en los equipos del pueblo. Salvo algún picadito inocente.
Terminó el verano, los pájaros se iban volando hacia el ocaso, las garzas y los flamencos volvían a sus lagunas un poco de tristeza se nos aposentaba en nosotros, porque se aproximaba el tiempo de las clases, de las órdenes, de la pelota que se debía dejar por los deberes.
De los dos chicos nunca más se supo, sus abuelos se fueron de este mundo, por lo tanto ellos también fueron olvidados y somos muy pocos los que nos acordamos de esos pibes rubios y de buenos modales.
Fue todo muy breve.
Como una breve brizna de una gramillita que el viento tira bajo una alcantarilla seca.



*De JORGE ISAÍAS. jisaias46@yahoo.com.ar











*



¿Ves afuera,
el sol afuera,
la leve
circunstancia de la luz
derrotando a la sombra?
Así
también es la felicidad.


*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com












Mirada en fuga*




Quisiera atravesar el resplandor lunar del campo

y llevar mi cansancio a la orilla de un río,

quedarme mirando

la tranquila frescura del agua,

que a esa hora tendría

el color adamascado de un abril lejano.

Imaginar el sonido de un oboe llegando

con su hilo de música hasta el centro mismo

de ese tono impalpable.

Oboe y cielo.

Atardecer y río

juntando su sed bajo los puentes.

Ya no tengo mirada, se ha ido.

Soy mujer que mira su mirar.

Espectadora de mí,

y se va

como si fuera la última vez.

--Creo que no que hallaré la forma

de volver a recuperarla—

………………


Sólo puedo anclar en el silencio,

en la oscura intimidad de la casa...



*De Miryam Colombotto de Seia. miryamseia@cablenet.com.ar










*



Duele contemplar
con este amor de madre
a esa nena
que anduvo tan sola.

Duele
con este amor de madre
no poder,
abrazarla,
advertirle
que estoy acá,
que sobrevivimos,
que pudimos
conocer la felicidad.

Las leyes del tiempo
son inexorables.
Ella nada sabe de mí,
no puede atravesar esta frontera
donde hay hijos y soles
y hombres para amar.

Yo,
que me recuerdo tanto
de cuando era un grito en la oscuridad.



*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com












Pesca deportiva*




Hay pescadores
que lanzan sus redes
buscando el pez más exótico
otros en sus redes atrapan
cardúmenes de ingenuidad.

Los peces vuelven al río o al mar
mareados, confundidos, asfixiados
llevan mensajes de alerta
las aguas quedan indiferentes
los peces tienen memoria breve

Hay pescadores que usan anzuelos
con luces de colores
moscas vivas
artificios de seducción
Nunca muerdas ese anzuelo
van a atravesarte
van a exhibirte
y luego tirarán tu cuerpo sin cuidado
infinitamente dolido
a flotar sobre el agua indiferente.

Boqueando,
como yo
inútiles advertencias
y deseando,
locamente
una última caricia de veneno.



*De Alejandra Inés. elmomoeditor@gmail.com













Agua*




*Por Antonio Dal Masetto.



Basta ir a la cocina y en un día soleado abrir la canilla y llenar un vaso con agua y después mirar esa misma agua en la luz de la ventana para que la imaginación se dispare y emprenda una carrera demencial y nada sea igual que un minuto antes, porque ahora se está pensando que el agua del vaso viene de ese mismo río al que se puede descubrir cada mañana más allá de los mástiles de los barcos amarrados en las dársenas, desde aquella masa uniforme y monótona que casi no sufre cambios con las variaciones del cielo y las estaciones, y se medita acerca del largo y complejo proceso de depuración y de qué manera el agua, a través de innumerables e insospechadas cañerías, en el vientre de la ciudad, llega finalmente hasta ahí, a ese departamento, a la cocina de ese departamento, a la canilla que se acaba de abrir para saciar la sed, agua venida desde aquel río profundo y oscuro, agua cristalina ahora, límpida, transparente, agua pura a menos que una mente afiebrada, una memoria afiebrada, aun en la calma de un mediodía como éste, quiera cargarla de imágenes de horror, enturbiándola, ensuciándola, volviéndola súbitamente intolerable, imágenes, aspas que no son de molinos girando en la noche negra, hélices arrastrando pájaros de muerte en el aire del río, bultos arrojados al vacío, cosas vivas cayendo cayendo y después hundiéndose en el agua revuelta, hacia el fondo, hacia la oscuridad absoluta, hasta mezclarse abajo con el barro milenario, con desechos milenarios, lejos para siempre de la luz y las respuestas y la posibilidad de cordura, allá en el agua del río, esa misma que ahora uno se dispone a beber para saciar la sed en la cocina de un departamento invadido por la tibieza de un día soleado y la música de la radio, agua clara, purificada, desinfectada, con su justa proporción de cloro, que llega con la misma facilidad y eficiencia a otras canillas, en edificios céntricos, en los suburbios, en casas, oficinas, conventillos, mansiones, hoteles, cárceles, hospitales, cementerios, canillas de plástico, canillas de oro, la misma que llena la pila bautismal de las iglesias, las piscinas para el deporte o el placer, la que lava la piel de los recién nacidos igual que la arrugada piel de los ancianos, la que acaricia a la adolescente detenida ante el espejo del baño orgullosa de su cuerpo en flor, la misma agua que acude a los miles de picos de las máquinas de café en todos los bares de la ciudad, la que alimenta macetas en ventanas y balcones y también algún nostálgico huerto de un inmigrante europeo en un barrio cualquiera, la misma que sirve para la cocción de los alimentos y para borrar la sangre de los asesinatos, tinieblas, zumbidos en la noche, bultos arrojados, cosas vivas cayendo, silencio, agua venida desde los misterios de las profundidades trayendo noticias de muerte, agua de múltiples usos, agua que sirve para lavar otros muertos en ciertas ceremonias fúnebres, agua limpia, agua incolora, insípida, inodora, uno de oxígeno y dos de hidrógeno, agua transparente, óptima e insustituible para la higiene, agua que alberga espantos, bultos, cosas vivas, cayendo cayendo, hundiéndose en el líquido oscuro, bajando bajando, perdidas, confundidas en el barro milenario, lejos para siempre de la luz y las respuestas y la cordura, agua que brota en chorros triunfales en las fuentes de las plazas y es aprovechada a veces para conciertos acuáticos al anochecer, agua donde se bañan los gorriones, agua transparente, agua para las manos del cirujano, de la partera, del mecánico, de la maestra, del jugador de fútbol, del político, del policía, del comerciante, del artista, agua para lavar todas las manos, agua que ha perdido la inocencia, aspas que no son de molinos girando en la noche negra, hélices de anchas palas impulsando pájaros de muerte, bultos arrojados, cosas vivas cayendo y cayendo y hundiéndose, lejos para siempre de la luz y las respuestas y la posibilidad de cordura, agua que trae nombres, agua mansa útil indispensable a la civilización, agua llegada hasta este vaso a través de complicados procesos de purificación y que ninguna purificación podrá jamás purificar del todo.













*


¿Y cómo andar sin presumir que pronunciamos una palabra que no sabíamos qué significaba hasta volverla agua, boca, manos, en la mitad de la sed?


*De Valeria Pariso.










InvenTREN
http://inventren.blogspot.com/



Estación Riachuelo*


A Martín Rébora


La madrugada, fría y ventosa, se hacía sentir inexpugnable dentro de los sucios talleres ferroviarios. Marcos Reed, camarógrafo free-lance, sabía que aquella misteriosa incursión que planeara este singular productor televisivo, quien ya le consiguiera varias "changuitas", sería algo inusual (filmar las villas miseria cercanas al Dock Sud, ¿a quién se le pudo haber ocurrido?). Pero nada le hacía prever lo que se avecinaba, más allá de la vetusta locomotora diesel, con un potente faro que horadaba la noche. El productor se llamaba Luis Quintana, sus amigos le decían "Droopy" (aquel personaje animado que solían proyectar junto con Tom & Jerry), porque siempre aparecía en todos lados, y era un loco de la guerra. Mucho más que Marcos, lo cual ya era mucho decir. Había conseguido recién un par de días antes -y vaya a saber dónde- el contacto para realizar aquella travesía, únicamente de noche, a fin de realizar las tomas iniciales para una serie de documentales referidos a la marginalidad urbana. El asunto olía un tanto turbio, ya que tampoco quedaba claro a nombre de quién operaba tal ramal, escondido y casi clandestino; pero Marcos no se acobardó por eso. Muy por el contrario, el detalle le daba la incursión un sabor muy excitante. Gastón Robles era el nombre del maquinista, quien puso un par de ineludibles condiciones al momento de partir: que jamás lo enfocaran con la cámara, y que su identidad nunca fuese revelada. "Me juego el laburo, ¿viste?", fue su único y monolítico argumento. Eran pasadas las dos cuando la locomotora se puso en marcha, rumbo a las antiguas refinerías del Dock, rechinando aguda sobre los rieles, cuyo mantenimiento se adivinaba casi nulo. Remolcaba tres vagones, uno cargado y dos vacíos. Marcos y Droopy no quisieron preguntar nada al respecto. Pero al acercarse a los cambios de vías cercanos al Riachuelo, Robles les pidió que se agacharan dentro de la cabina de la locomotora, no fuera cosa que alguien los viera. "¿Quién, a esta hora y con tan poca luz, en este lugar de mierda?", pensó Marcos, pero no emitió opinión. En la semipenumbra, Quintana y Reed alcanzaron a divisar los irregulares emplazamientos del caserío, levantado a la vera misma de la vía, con apenas unos centímetros de distancia entre las precarias paredes de cartón y chapa y el paso de la locomotora, que aunque disminuyese la velocidad, atravesaba aquel corredor conteniendo el aliento. -¿Cómo pueden vivir así? -, llegó a decir Droopy, incapaz de comprender dónde se encontraban. -¿Cómo quiere que vivan? -, respondió Robles, como si la respuesta fuese obvia. -Han ido llegando en oleadas, sin preocuparse por si había lugar para ellos acá o no. Y fueron levantando estas casuchas donde pudieron. Mire, a veces las ponen tan cerca de la vía, que cuando vuelvo cargado, y los vagones se bambolean, más de una vez me llevé puesta una pared y arrastré todo lo que venía atrás.-¿Gente también? -, exclamó Marcos, ahogado por la impresión.-No. Cuando arrastro casillas no. Pero también me ha pasado que de pronto se abra una puerta que da a la vía, y aparezca delante de mí alguna persona. Imaginesé: un viejo, un anciano, que ya no puede orientarse ni siquiera dentro de su propia casa, se levanta de noche, necesita ir al baño, tantea a oscuras las paredes, llega hasta la puerta, abre. Pero resulta que se equivocó. Que la puerta que daba a la letrina común era la otra. Y sale a la vía, a ese pasillito que se forma ahí al costado, en el momento justo en que paso yo. Entonces las luces lo encandilan, y la sorpresa es tan grande que no puede reaccionar, ni amaga a tirarse dentro de la casilla. Y "me lo llevo puesto".-No me joda. -, sonrió Marcos, sin poder creer lo que le cuentan.-Es la pura verdad -, afirmó Robles, mirándolo de costado, un tanto ofendido. -Si quiere le cuento pelotudeces que se cuentan por acá para que pongan en el programa, pero me parece más justo que les diga lo que vivo cada vez que vengo, ¿no?-Seguro, amigazo, seguro -, terció Droopy, palmeándole el hombro a Marcos para que se calle y escuche, sin arruinarle semejante fuente de información. La visión del pasillo a través del parabrisas de la locomotora, encajonando la vía, parecía de película; de terror, por supuesto. La sola posibilidad de que se abriese alguna puerta y alguien apareciera delante de ellos de improviso, a Marcos lo llenaba de espanto. Supuso que podría sentir algo de adrenalina al estar inmerso dentro de algo "clandestino", pero esto superaba cualquier clase de expectativa. De pronto, le pareció que aquel tren nocturno aparecía en medio de la noche como una irrupción infernal, casi de otro mundo, que quizá sirviera como "cuento del Cuco" para asustar a los críos que vivían en aquel lugar y mandarlos a la cama, impregnados por el temor de levantarse en medio de la noche. La idea le hizo sentir escalofríos, pero no por eso dejó de filmar algunas escenas de aquella vía encajonada, quizá para ilustrar los títulos del documental. Una vez que traspusieron aquel villorrio, continuaron la marcha hacia el Dock. Los contraluces de la madrugada resultaban siniestros. Y el viento, cada vez más helado, no ayudaba a que pudiesen sentirse a resguardo del paisaje. El silencio se abatió sobre ellos sin piedad, apenas fragmentado por los sorbidos sobre la bombilla del mate, que circulaba de mano en mano; amargo, por supuesto, y cebado con inusual destreza por Robles, mientras continuaba operando la palanca del acelerador de la locomotora. Finalmente, luego de atravesar un ralo descampado, y oliendo el característico aroma putrefacto del Riachuelo, ingresaron en un ámbito mucho más pesadillesco que el anterior. Las construcciones ya no eran desiguales, sino que parecían armadas por opacos bloques de material, aunque éstos no parecieran ser muy sólidos. Apenas se recortaba alguna torre, último vestigio de las refinerías que solía haber desperdigadas por la zona, antiguo reducto industrial. Las borrosas siluetas estremecían gradualmente a Marcos -imposibilitado de filmar a causa de la escasa luz reinante-, aunque ninguno de los dos se animase a decir nada. -¿Dónde estamos? -, consiguió decir Droopy, venciendo sus recientes temores.-Supongo que para los planos de la Municipalidad esta zona ni siquiera está urbanizada -, comentó Robles. -Los vecinos la llaman "Villa Batería", porque la construyeron como todas, con materiales en desuso. Y como acá hubo una fábrica de baterías eléctricas, los bloques de las casillas son baterías en desuso. Marcos y Droopy se miraron con espanto. -¿Y la contaminación? -, preguntaron al unísono. -¿Qué contaminación? -, repreguntó el maquinista. -Los que viven en este lugar ni siquiera saben que esa palabra existe."¿Sabrán que ellos mismos existen?", se estremeció Marcos. Y la sola idea de imaginar la clase de gente que pudiese vivir en un lugar así, expuesta a los venenos y las radiaciones, desarrollando quizá hasta mutaciones inconcebibles, le generó náuseas. "¿Se sentirán desahuciados, o tampoco sabrán lo que ese concepto signifique?". El panorama resultaba casi dantesco, aunque quizá se mostrase potenciado por la desbordante imaginación de aquellos dos hombres, temerosos de ver aparecer entre los montones apilados de baterías corroídas cualquier silueta que pareciese deformada, hasta incluso teñida de verde y con algún ojo de más. Robles avanzó un centenar de metros más y detuvo la formación, haciendo chirriar los frenos. Delante de ellos se extendían las oscuras y aceitosas aguas del Riachuelo, abundantes en petróleo, carentes de vida alguna. Se hallaban cercanos a la desembocadura en el Río de la Plata; aquella zona era custodiada por la Prefectura Naval. Aquel era el destino final de Robles.-Pueden bajar y trabajar tranquilos -, les informó. -Yo tengo que esperar a que dentro de un rato arribe un cargamento, hacemos el intercambio de mercadería, y nos volvemos por donde vinimos.- ¿Cómo lo traen? -, preguntó Marcos, aunque al terminar la frase sabía que había preguntado una obviedad. -En barco -, masculló el maquinista, mirándolo de costado, casi apenado ante su ignorancia. Indagar acerca de la legalidad de aquel cargamento resultaba casi una broma de mal gusto. Droopy le hizo una seña, y ambos descendieron de la cabina, transportando el equipo portátil de filmación, mientras Robles encendía un Particulares. -Estamos en pedo si pensamos hacer alguna toma en este lugar -, le advirtió. -Y más en pedo estamos por haber venido sin chequear en detalle las características del lugar. -Ese es tu trabajo -, se atajó Marcos. -Ya lo sé, pero el Gordo me tenía repodrido con que tenía que traerle algo pronto para elaborar el programa piloto. Ni se me ocurrió que nos íbamos a encontrar con esto. -¿Y por qué no se lo vendemos a alguno de estos tipos que hacen periodismo de investigación? -Porque necesitamos algo más que esto para hacer una denuncia, boludo. Y porque con esa VHS no vamos muy lejos con el anonimato. Marcos miró la cámara que transportaba en la diestra y volvió a preguntarse qué clase de tomas podrían hacer con esa luz, sin quitarle "naturalidad" al paisaje cuando proyectaran los flashes de los focos que cargaba en la mochila. "¿Qué estarán contrabandeando?", se preguntó. Aunque la respuesta tenía el mismo grado de certeza que preguntarse acerca del origen y el destino final del alma humana: cualquier opinión era válida. Hicieron un breve rodeo, sin alejarse demasiado de la locomotora. El lugar les generaba bastante aprensión, casi como si hubiesen penetrado en una casa abandonada, famosa en el discurso de los vecinos por encontrarse embrujada. Utilizaron la escasa luz de un foco de alumbrado para filmar apenas un rincón de esa lúgubre villa, sintiéndose vigilados por ocultos e insomnes ojos. Sabían que cualquier material que llevasen sería descartado de plano en la "isla de edición", pero preferían mantenerse ocupados antes que reconocerse transitando por aquel lugar. Y menos aún pensar que los acechaban los cuatreros. La barcaza arribó a la media hora, piloteada por un marinero hosco y extranjero. Descendieron cuatro hombres, gruesos e inexpresivos, que los miraron con recelo. Marcos apagó la cámara de inmediato, intimidado por aquellas miradas. Pasaron junto a ellos y abrieron las puertas del único vagón cargado. Las cajas en su interior carecían de sellados o carteles, al igual que las que comenzaron a bajar de la barcaza. Robles se sumó a la tarea; quizá también recibiese un porcentaje, aventuró Marcos. Y de pronto, la idea lo asaltó con tal claridad que le resultó la mayor obviedad que pudiese habérsele ocurrido en toda la noche. Sólo faltaba que los misteriosos habitantes de aquel lugar les armaran un piquete con las ruinas de antiguos chasis de automóviles sobre los rieles, para que la escena completa fuese el fiel reflejo de la cruel pauperización a la que los sucesivos gobiernos habían llevado al país. Un sistema carcomido por la corrupción, una población indigente y al borde de la muerte, un horizonte oscuro y sin atisbo alguno de futuro. La sensación de náuseas regresó casi con mayor énfasis. Entonces volvió a encender la cámara, sin que nadie lo notase -ni siquiera Droopy, absorto en el monótono ir y venir de los changarines-, y filmó como al descuido, sin llevarse la cámara al hombro, apenas enfocando desde la cadera, ignorando a ciencia cierta si alguna imagen podría llegar a tomar la película, pero con el corazón desbordante de indignación. Deseoso de testimoniar algo, aunque supiera que no sirviese para nada, salvo para llegar a dormir tranquilo el resto de las noches por venir.







***

Próxima estación para escribir por Ferrocarril Provincial:

 JOSE RAMÓN SOJO.

ÁLVAREZ DE TOLEDO.    POLVAREDAS.
JUAN ATUCHA.   JUAN TRONCONI.    CARLOS BEGUERIE.
FUNKE.   LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.   LOMA VERDE.
 ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.   GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO.   ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.
 D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.  LISANDRO OLMOS.  INGENIERO VILLANUEVA.
ARANA. GOBERNADOR GARCIA.  LA PLATA.

***

Próxima estación para escribir por Ferrocarril Midland:

PARADA KM 79

ENRIQUE FYNN.  PLOMER.  
KM. 55.   ELÍAS ROMERO.  KM. 38.
MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.
LIBERTAD.  MERLO GÓMEZ.   RAFAEL CASTILLO.
ISIDRO CASANOVA.  JUSTO VILLEGAS.  JOSÉ INGENIEROS.
MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.  ALDO BONZI.
KM 12.  LA SALADA.  INGENIERO BUDGE.
 VILLA FIORITO. VILLA CARAZA.  VILLA DIAMANTE.
 PUENTE ALSINA.  INTERCAMBIO MIDLAND.



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