*Foto de Mercedes Araujo.
https://www.instagram.com/meraraujoletrasyfotos/
Poesía en el lado oscuro
de la luna*
Cuando llegué a la luna, abrí mi valija y
saqué las pocas cosas
que necesitaba para pasar esos días
creyendo que podían convertirse
en
una buena oportunidad para hacer cosas postergadas:
el
libro de Chéjov sin terminar
el álbum de fotos que no miraba hace tiempo
el avioncito para armar que mi padre me
había traído
de
uno de sus viajes y yo dejé sin tocar desde mi niñez, el cubo de Rubik
para intentar resolverlo y un cuaderno para
escribir poesía.
Ahora que volví a la tierra veo a todos
estos objetos
junto a mí, en el banco de siempre en la plaza
el libro de Chéjov, el álbum de fotos, el
avioncito armado
y el cubo de Rubik sin resolver.
Estaban todos, salvo el cuaderno que olvidé
en su única página escrita hay un poema
que ahora gravita sobre un cráter
en
el lado oscuro de la luna.
*De Andrés Bohoslavsky.
(Cipolletti 1960)
Fuente: https://otrascriaturas.blogspot.com/2016/05/andres-bohoslavsky-cipolletti-1960_13.html
Al
rescoldo*
*Por Jorge
Isaías. jisaias4646@gmail.com
En aquellos tiempos en que los sueños eran
modestos es cuando sucedían las más grandes alegrías con que nos íbamos a
dormir todas las noches o la mayoría de ellas.
Que nuestro barrilete volara más alto que
los otros en esa media tarde que uno rogó eterna pero al final era el pasado,
quién no había podido hacer un gol en ese picado que entraba en el recuerdo.
Daba lo justo para irse a la cama con una sonrisa y hasta incluso apechugar con
un reto tardío de padre incomprensivo, porque tal vez pensábamos que era el
precio que le debíamos a la felicidad que emanaba del cielo o de Dios o de
quién sabe. Pero en definitiva era que todo estaba bien porque en la mesa había
un plato de comida caliente y una cama que nos esperaba con las frazadas con
que me arropaba la madre amorosa y dirigente. La madre que hemos perdido para
siempre en la inclemencia de los tiempos reales.
Muchas veces pienso que aquella infancia
lejana, pletórica de sol y generosa de cielos y de aire libre que eran el marco
de nuestros juegos sin juguetes, pero grandes de ilusiones y de acumulación de
todo ese recuerdo para compartir con los que caminaron la infancia al lado
nuestro, aunque hoy estemos todos dispersos por el resto del país y del mundo,
pero que son el espacio común que nos convoca cuando están todos juntos o
algunos con quienes nos vemos más a menudo, y uno sabe entonces que hay un
magma íntimo, una historia, una travesura, una cosa secreta, pequeñísima, pero
es como una soga fuerte que nos tiene amarrados y nos identifica para siempre.
No diré que el tiempo no haya hecho mella
en nosotros, en los costurones de impiedad que nos recuerdan que somos hombres
adultos y tal vez demasiado experimentados, pero orgullosos de ese espacio que
compartimos al principio de los tiempos, esa zona íntima y que hoy es la excusa
para querer seguir hablándonos, juntándonos, bebiendo y comiendo un asado de
tira bajo los árboles muy verdes que no son los nuestros pero están en el suelo
donde estuvieron los otros y nuestros pies de infantes hicieron sus primeros
pasos sobre la costra dura del planeta bajo soles que calcinaban el hirviente
polvo, soportaban los temporales con su barro donde las huellas enllantadas de
los carros producían esas heridas hondas donde luego se formaban charcos, y al
salir el sol convocaba abejas y mariposas que venían de los verdes alfalfares
donde nos tirábamos de espaldas a mirar el cielo límpido que cruzaban las
cigüeñas y las garzas y aún alguna golondrina perdida de la bandada que migraba
en ese otoño para cruzar el mar en busca de alguna tierra más cálida que ésta,
que con su pronta inclemencia hostigaría la endeblez de su cuerpito que era en
el aire todo vuelo como un carbón con alas que se volvía cada vez más y más
pequeño.
DEJA VU*
“De donde llega ese
ruido tan fuerte.
Sin embargo la llave
no quedó puesta”
ANDRÉ BRETON
Ha llegado con pasos vacilante.
Ciudad dormida. Credo extranjero.
Zurcidos a su piel, uno a uno los colores
de la calle.
No sabe describirlos. Busca. No sabe lo que
busca.
A quien busca. Porqué. Sobre todo porqué
Tiene amor, lumbre, palmeras y fulgores.
¿Qué habría de buscar?
Arrastra piernas de tristeza flaca. La
soledad es víbora que silva.
Desamparo. Orfandad hermana. Partidas.
No conoce esta comarca extraña. Pero está
seguro, ya estado allí.
Recuerda las bocas de sus calles. Sus ojos
somnolientos. Sus pasos.
Sus pobrezas. Las frígidas mentiras. El
hambre y el sudor del hombre.
Un olor desconocido lo estremece.
Remueve sus entrañas. Sacude, agita. Vibra.
Es un olor frutal, a hembra. A duraznero en
flor.
Se reconocen al instante Son parte de una
leyenda arcana.
Penetran en las profundas grietas.
Rómulo es Remo.
Temor. Tormenta en vez de lluvia.
La lluvia tiene piel de mujer.
En
espera infinita
Lo
lame, lo acuna, lo adormece en su pelaje oscuro.
El niño se prende de los pechos duraznos.
Se hace pájaro. Liba, muerde, muere.
Cierra los ojos, paladea, goza, orina.
Ah, huerto de los frutales. Refugio,
acertijo improvisado.
Ha llegado a su puerto.
Ya ha estado ahí
No importa si el hoy es solo ahora.
*De Amelia
Arellano. amelia.arellano01@gmail.com
LA
ERRADA, OBSCENA, SUPERSTICIOSA CREENCIA EN DIOS Y MENTIRAS SIMILARES*
Planeta habitable, mandarina dulce, cuerpo
sin garras:
todo equivale a lo que fuera nuestro aquel
día.
Si pudiera regresar por el sendero que arde
expulsado de tu nariz
en el lejano pan con azúcar de nuestra
primigenia tarde:
en él te levantaste para fijar tu mirada
sobre la flor marchita
que subía por la corriente traslúcida de
las otras flores: nunca lo entendí.
Yo quería echar a andar nuevamente, con
estos mis pies mutilados,
quería volver a mirar el chocolate caliente
pero esa ironía
contenida en la actual diversidad de los
tipos de leche
hizo imposible la elección… Yo quería…
Borrar la mente, vaciarte de recuerdos,
provocar
la ausencia de los genitales rojos en los
helechos:
tal parece que era yo quien ya traía el
desvanecimiento de todo:
me empeciné en llenar con sonidos tu
crecimiento apical sin entender
que en el aire de una habitación se nutre
muy rápido cualquier sombra.
Me dio miedo escribirte una despedida: tan
solo un salto al vacío
como la sonrisa que lo inició todo y que
nos abandonó aquí,
a la belleza del mundo.
*De hugo
ivan cruz-rosas. quetzal.hi@gmail.com
Coyoacán. Ciudad de México.
La
monjita ermitaña*
Esta es una historia pequeña. Muy pequeña.
Porque era pequeña la monjita que venía a comprar productos pequeños a nuestro
local. Grande era su bicicleta antigua, un par de rodados mayores de los que
necesitaba su cuerpo menudo. Pedía que dejáramos que la entrara al local para
que no se la roben. Era seguramente su única posesión y no quería dejar en
manos de la providencia semejante responsabilidad.
También era grande mi curiosidad por saber
de su vida y qué pensaba hacer con los imanes de neodimio y con los motores
paso a paso, que decía necesitar. Generalmente los compran los estudiantes de
robótica o algunos artesanos para ganarse la vida. Los imanes provienen de los discos
rígidos que desarmamos y son mucho más poderosos que los que se venden para
armar imanes decorativos. Los motores
–cuanto más antiguos mejor– son un
subproducto del desarme de las impresoras matriciales que, como tales, ya no
tienen utilidad. Son de buena calidad y rara vez se deterioran.
No le pregunté su nombre, pero sí de dónde
venía en bicicleta. En esa época no había aún bicisendas en la ciudad de Buenos
Aires. Me dijo que viajaba en el vagón de carga del tren Sarmiento, la línea de
tren de la que cada habitante del oeste se siente cautivo.
Era una monja ermitaña, vivía sola, no en
un convento como tantas otras. No disponía de ningún servicio de energía. Sus
días y sus noches pasaban en soledad. Su pesada sotana marrón la cubría por
completo. Su rostro angelical era lo único visible de su cuerpo juvenil. Así
quedó grabada en mi memoria. El resto había que adivinarlo. Me explicó que su
hogar era casi en una cueva. Conjeturé que sería por la zona de Cascallares que
es la única que conocí, en el oeste, capaz de albergar algo así cerca de la
ciudad. Ignoro a qué orden pertenecía porque no sé distinguir las diferentes
vestimentas. Pero la imagino de una orden franciscana por su voto de pobreza.
Tengo debilidad por las personas devotas, aunque yo mismo esté ajeno a toda
liturgia. Una monja ermitaña en estas épocas despertó en mí todo tipo de
preguntas. La principal fue por qué se había sometido a semejante soledad, a mi
gusto innecesaria y difícil de sobrellevar.
La prueba es que estaba comprando imanes y motores con la esperanza de hacer un dínamo que le diera energía para iluminar su humilde refugio en las horas de la noche. Buscando un tema de conversación le conté que era judío, no practicante ni creyente. Me gusta aclararlo cuando converso con algún religioso. Como pasa a menudo con los católicos, dijo: “Qué bien, somos primos en la fe”. Ella sonrió con su natural inocencia.
Mientras elegía imanes y motores que le
sirvieran para su proyecto, imaginé cómo serían sus jóvenes piernas –pálidas,
teniendo en cuenta que no veían el sol bajo la túnica oscura. Le prometí
devolverle el dinero si fracasaba en su intento, lo que era muy probable porque
no es fácil hacer que estas cosas funcionen. Ella solo tenía un plano como
recurso para construirlo. Quizás de algún grupo de ermitaños que compartían
trucos para soportar tanta austeridad. Consideré que no le sería fácil obtener
dinero así que insistí en que aceptara la propuesta. Tenía la esperanza de que
volviera para seguir conversando.
Vale aclarar que le deseo que su intento no
haya sido en vano ya que no es fácil conocer una monja que viva con tanta
intensidad su devoción. Me estimula recordar su rostro feliz y no me interesa
averiguar qué incidente ocurrió en su vida que la llevara a ocultarse.
Ella dijo que rezaría por mí y yo le creo.
Si supiera hacerlo y conociera su nombre, también lo haría sin dudarlo.
*De Jorge Santkovsky.
jsantkovsky@go.org.ar
*Incluido en “Diario de un cuentenik” de la editorial Leviatán 2020.
http://otrascriaturas.blogspot.com.ar/
*
Todo
sucede afuera.
Las lluvias,
el viento entre las hojas,
los pasos de los hombres
en la tierra.
Hay un mar,
dicen,
un rastro de eternidad
entre lo efímero.
Como un guiño de dios
irónico y certero
para nosotros,
los fugaces.
Todo
se mueve afuera.
Dentro,
en el corazón
donde me habito,
una niña inmóvil
observa.
*De Mariana
Finochietto. mares.finochietto@gmail.com
- Mariana nació en General Belgrano,
Provincia de Buenos Aires. Actualmente vive en City Bell. Publicó: Cuadernos de la breve ceguera (La
Magdalena 2014). Jardines, en
coautoría con Raúl Feroglio (El Mensú, 2015) La hija del pescador (La Magdalena, 2016). Piedras
de colores (Proyecto Hybris 2018) Su último libro publicado es El orden del agua, GPU Ediciones (2019)
-Coordina Microversos, talleres de
exploración literaria.
la
hora del mate*
Al hombre la conocí en casa de Fernando y
Clelia.
Era uno de los tomadores de mate, o amigos
de la hora del mate que se aparecían cualquier día a la hora señalada: 17. 00
horas, ni antes al costo de interrumpir la siesta sagrada de mis suegros. ni
mucho después cuando los ánimos y el mate se lavaban inevitablemente. Era, el
flaco o el flaco Corwin, como todos le llamaban. Un vecino del barrio cuya
amistad con Don Fernando se limitaba a 30 minutos en visitas de una o dos veces
a la semana. Era un misterio el hombre. Un hombre que se mostraba como tempranamente
envejecido y que no llegaba a los 70 años pero si los aparentaba. Flaco,
flaquísimo, la espalda encorvada. La mirada algo torcida con ojos claros muy
hundidos en el rostro. lo cierto es que
el flaco estaba absolutamente solo en el mundo, sin familia, ni mujer ni nadie
que se ocupe ni le dé sentido a su existencia.
Entonces el flaco aplicaba -según sus
propias palabras- la política de parches a la soledad, que significaba que en
diferentes casas del barrio lo bancaran un rato cada una en la semana.
Al flaco le causaban gracia los nombres de
sus gatos de la primera y feliz infancia: Mussolini, Hitler y Stalin, incluso
tenía un perro "el mariscal Rommel" que convivía pacíficamente con
los gatos.
El flaco Corwin acompañaba las charlas de
la hora del mate con frases absurdas o desopilantes que muchas veces no tenían
relación evidente con lo que se hablaba en ese momento. Yo grababa mentalmente
algunas y luego las transcribía en mis cuadernos de ramos generales donde
convivían frases, con detalles de gastos y tareas previstas para la semana.
Me preguntaba que hacia allí a esa hora
escuchando a dos o más viejos para los que el mundo se había detenido hace
rato. Me lo preguntaba y no tenía respuesta salvo por Rita -mi ex mujer- la
hija de Fernando y Clelia su mujer Pintora. Lo cierto es que cuando llegábamos
de visita, Rita me dejaba sentado en la mesa de la cocina a punto de tomar mate
y a los pocos minutos se iba. Volvía bastante después de la hora del mate, a
veces con bolsas que revelaban compras de ropa y a veces sin nada. Rita era -y
es- un enigma para mí, salvo por el hecho de que yo quería una mujer rubia y de
ojos celestes y ella cumplía con creces la condición. Era tan hermética como su
madre a la que recuerdo siempre ida de todo y todos. Pasando horas a unos pocos
metros de la mesa de la cocina, en el living con esos ventanales siempre
estaban abiertos al norte y al paso de la luz solar. Allí ella ejercía el
silencio, y la pintura con música clásica de fondo. Ignoraba o fingía ignorar
las conversaciones que se desprendían de la mesa.
Lo cierto es que yo me convertí en testigo
involuntario de muchas frases condenadas a la nada.
MI suegro y el flaco compartían un profundo
escepticismo sobre la condición humana, sus conversaciones iban y venían
flotando sobre la idea básica de la decadencia irremediable de los valores
necesarios para la convivencia social.
Eran Discepolianos, veían un mundo de lodo
donde todos debían embarrarse para sobrevivir. Un mundo cambalache casi copiado
literalmente de la letra del tango.
"El hombre con la mujer es como un
perro con el hueso, cuando más revolcadas tiene, más le gusta" decía Don
Fernando. Y me miraba como si yo tuviera que darme como aludido por las idas y
vueltas de la relación con su hija.
Rita es Psicóloga. No había con ella
posibilidad de discusiones, cerraba todos los caminos con interpretaciones y
silencios. Su frase preferida que clausuraba era "Esa es la sabiduría de
lo inconsciente".
Pero a mí me llamaban más la atención las
frases del pobre flaco Corwin. allí se mostraba su absoluta desesperanza con el
mundo, su renuncia a entender sus reglas, a aceptarlo en lo más mínimo. Era
también su manera de aceptar su derrota temprana a la funcionalidad de las
cosas.
Cómo "no existe la felicidad ni nada
que se le aparente".
Su obstinación por definir las cosas en
códigos propios y frases que solo los entendidos podían descifrar, por ejemplo:
"Los puros (por putos) de espíritu" era su manera invariable de
definir a los políticos.
Nada tenía sentido, ni superficial ni
oculto. Nada podía conmover su radical desilusión. Había clausurado cualquier
esperanza sobre la humanidad. Él -al igual que mi suegro- solo creía en la
fidelidad de su mascota.
Nunca pude saber como se llamaba el gato
que vivía en la casa de Corwin, lo llamaba de siempre con nombres diferentes
surgidos en el momento. Esa era su resistencia y rebeldía máxima ante el mundo:
No llamar a nadie por su verdadero y formal nombre. y no asignarle a nadie un
nombre definitivo.
A Don Fernando lo llamaba José, Josecito si
le quería trasmitir cariño, u otros innumerables modos alegóricos como "El
padre de Soriano" "El nieto de Perón y Eva", el capitán veneno,
John Silver, Contramaestre Conrad, Fidel en la sierra, y otros que seguramente
olvidé de anotar.
Mi suegro le tenía una infinita paciencia,
creo que también sentía lástima por él, su desamparo y su obstinación para
vivir como Robinson Crusoe, pero en una ciudad suburbana. Su casa y sus pocos
amigos vecinos eran parte de la isla en la que transcurrían sus días.
El hombre había decidido demostrar en su
propia existencia algo que yo temía extender al conjunto de los seres que
sobrevivimos a esta sociedad de riesgos calculados y crueldades cotidianas poco
mensurables. En la sociedad de vértigos y desafíos de consumos y novedades
tecnológicas, cada uno de nosotros está condenado o potencialmente condenado a
ser un engranaje de relojería sin uso a partir de cualquier momento de su vida.
Más exactamente cuando la capacidad de
adquirir consumo tecnológico y conocimiento operativo de ciertos objetos
confirme la marginación, los vuelva obsoletos, piezas vivas de un mundo que no
deja de producir museos de época en cada barrio, en cada casa.
Don Fernando era una institución y un
espíritu conservador aparentemente afín al flaco.
Para ellos nada nuevo valía la pena.
Tenía un juego de sillones del living de
comienzos de los sesenta y decía con razón que los muebles modernos eran una
porquería, especialmente desde el invento de la madera aglomerada y la
fabricación automatizada en gran escala de muebles.
El flaco completaba diciendo que ni en
autos ni en mujeres se había producido nada valioso después de la década del
50. De las mujeres que surgían como tema de conversación decía cosas poco
amigables como "tiene un Bush (por agujero) en el cerebro".
Su auto -en rigor los restos de un auto
heredado de su familia- un Plymouth Fury modelo 1958. Era " el mejor auto
del mundo" y prometía que cuando consiguiera los repuestos que le faltaban
saldría con él y no se detendría hasta conocer el océano Pacífico. "Hasta
la costa de Chile y si puedo más allá..."
Esta sociedad no está preparada para dejar
crecer a la gente, anotaba mentalmente mientras veía escenas dignas de "God bye Lenin".
La historia sobre la rotura -y virtual
inutilidad- del auto del flaco, era -y sigue siendo para mí- tan increíble que
un día fuimos con mi suegro a comprobarla en una visita que le realizamos con
la excusa de devolverle un libro que Corwin la había prestado a Fernando unos
cuantos meses atrás.
Su auto reposaba cubierto de tierra en un
garaje enorme que también era el cementerio de todos los objetos heredados a su
familia. Herramientas de su padre, los restos del auto que no funciona desde
muchos años atrás y objetos patéticamente inútiles, conviven en ese espacio
generoso al que el flaco bautizo colgando un cartel pintado a mano con grandes
letras rojas, legible desde la vereda de enfrente que dice "Sede igualdad
de oportunidades".
Nosotros siempre sospechamos que la
historia era una mentira flagrante y ponerla al descubierto era solo cuestión
de mirar.
El auto tenía todos los signos de haber
sido afectado por un derrumbe desde el capot hasta el techo sobre el asiento
del conductor y acompañante.
Lo que se cayó podría haber sido un piano o
un elefante, pero el flaco siempre contó una y otra vez que había sido un toro
caído desde un camión jaula que pasaba por la calle donde el -afortunadamente-
había dejado estacionado su auto. Afortunadamente, porque el estaba en la cola
de Rentas, sino no la contaba.
El parabrisas no existía y se veía un
rosario colgando del espejito retrovisor.
Justo aquí, -y el flaco señaló al rosario-,
me encontré colgadas las bolas sangrantes del toro...
Y realmente, reímos todos con esa imagen
hasta quedarnos sin aire.
También pudimos comprobar algo más de esa
fantástica historia. En el techo se ven dos agujeros enormes, que según Corwin,
dejaron las astas del toro que perforaron el techo y llegaron a clavar el
asiento de pana del conductor.
-Me salve porque Dios es grande, decía.
Nosotros nos rendimos a la evidencia y a partir de ese día creímos esa y muchas
otras historias aparentemente disparatadas del flaco.
El escenario fue así, parecido a lo que les
cuento, durante años.
Las visitas del flaco. Los monólogos de Don
Fernando. Mi presencia como testigo - observador silencioso.
Rita que llegaba conmigo de la mano y a los
pocos minutos fugaba a la calle.
Hasta que un día. La costumbre de renombrar
al mundo, sus habitantes y seres vivos o muertos, le significó al flaco un
traspié definitivo.
Corwin llamó de otra manera a Shirley -la
perra bóxer de Don Fernando, a quien seguro mi suegro amaba más que a su mujer
e hija juntas.
El pobre flaco la llamó "Ramona".
Probó una y otra vez, esperando que le festejaran la ocurrencia.
Se produjo un gran silencio y un clima de
tensión en el aire, de esos que se cortan con tijera.
MI suegro entro en un hueco de silencio, de
esos que como estelares agujeros negros no dejan de crecer y tragarse toda luz,
palabra y gesto que tengan a mano.
Al poco tiempo, el flaco comprendió que ya
no era bienvenido en esa casa y no fue más. A los pocos meses me separé de Rita
y dejé de frecuentar la casa de Don Fernando.
Por lo que puedo suponer, mi ex suegro por
el resto de su vida no lo perdono al flaco.
*De Eduardo
Francisco Coiro.
https://www.facebook.com/CansadoDeTriunfar
A Marco Polo*
Mi gato está muy
enfermo
renuevo su vendaje
para evitar que se agusane,
los tumores crecen en
su espalda
mientras él se
evapora.
A mí que siempre temo
lo peor
su temple me
estremece,
cuidarlo me recuerda
que debo pensar con mi
verdadera cabeza.
No creo que muera
nunca
porque mi gato es
permanente,
así va seguir
cada día con más tumor
y menos cuerpo.
Al salir de casa se
vuelve ave
tan pequeño que cabe
entre mis manos
conserva su vendaje
un vendaje de pájaro
su humildad no
descansa
desde sus ojos pequeños me mira
ya no ronronea solo
pía.
Hay gente que teme a
los gatos
pero las aves son
bienvenidas,
una promesa, una ilusión.
Mi gato alado se
siente libre
y yo me siento pleno.
Pero el pájaro se
escapa
sin intención, voló porque se sintió liviano
libre de la atadura de
su cuerpo magro.
O quizás decidió no
volver a su cuerpo felino.
Allá arriba, quizás el
vendaje sea un signo de nobleza.
*De Jorge
Santkovsky. jsantkovsky@go.org.ar
http://otrascriaturas.blogspot.com.ar/
VIAJERO*
VOLVER
Tanto pensar “cómo quisiera que mi viejo
estuviera aquí, aunque sea por unas horas”, que justo ese día mi Padre volvió.
Era el día en que cumplía sus años cuando
lo vi doblar desde la esquina con su bastón artesanal, el mismo que armo con
sus propias manos con un mango de paraguas y una caña a la que le dio
terminación con un regatón de goma.
Me vio desde su paso lento cosechando las
nueces altas con un largo palo armado para la ocasión. Cosechar nueces en el
día del cumpleaños de mi padre es una ceremonia que mantengo con mis hijos.
Esta vez, el retorno de mi padre me
sorprendió en la puerta de calle con las yemas de los dedos bien manchadas por
la tinta que liberan las nueces al separarlas del tegumento verde que las recubre.
Mi Padre estaba feliz en el regreso. Venía
de visitar al santuario Della Madonna di
Viggiano.
Nos dimos el doble beso de mejilla a la
usanza italiana. Mezclamos lágrimas con risas.
LLEGAR
La voz de mi padre sigue viajando. Partió
con él, un Giugno 30 del puerto de Nápoles. Atrás hay un viaje en un pequeño tren
al que llamaba "la letorina".
No lo dijo nunca, pero en su voz lleva un
eco, una cadencia de las lágrimas de toda su familia italiana que lo despide en
el puerto antes del mar como horizonte. Mi padre lleva la promesa de vivir en
Argentina.
El pasaporte con aquella expresión en la
foto tan parecida a Paul Newman dice que llegó el Luglio 21 de 1952.
Sin embargo, siento que sigue viajando.
Que ese barco, el Sebastiano Caboto todavía
no hizo su escala en Río de Janeiro.
"La voz del padre llega muchos, pero
muchos años después" - Oigo decir al amigo cuando le hablo de mi espera.
Será por eso que el otro día la voz de mi
padre llegó.
Su voz. Su voz y un golpe duro de aire para
que no me haga el distraído.
En su voz venían sus ojos celestes en los
que todavía reflejaba al mar inabarcable de la travesía.
A veces uno no sabe oír ni recordar.
En la voz viajaban palabras de mi padre que
no era de ironías ni de evadir una verdad.
Pude
oír bien fuerte: “Ora devi essere tuo
proprio padre”
*De Eduardo
Francisco Coiro.
https://www.facebook.com/CansadoDeTriunfar
*
Hay que estar atentos: hay un momento en el día en que
todo recobra su naturaleza fantástica y su resplandor oculto.
*De Liliana
Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com
Inventren
https://inventren.blogspot.com.ar/
LAS
AGUAS Y LOS DIOSES*
En este lugar, aquí, en este hermoso lugar
hay verde. Aquí, en este sitio existe el verdor. Aquí es bello, aquí hay
plantas. Eso decíamos.
Nosotros, los mapuches, nosotros, los
salvajes ignaros decíamos Carhué y era decir nuestra casa, era decir la tierra,
era decir mi familia, mi ancestro más remoto, mi vida. Decíamos Carhué y
decíamos amo la tierra verde.
Y el lago Epecuén nuestro lago Epecuén era
salado. Salado como el mar más reconcentrado, tan salado como si el océano
hubiese sido puesto al fuego en una olla de barro y hubiese hervido despacito
hasta que el agua fuese casi sal. Así era el lago, así lo extendieron los
dioses oscuros sobre la tierra verde. Y era el límite del verde. Más allá venía
la pradera que se tornaba páramo, hasta allí las pasturas y la facilidad. Hasta
allí lo cálido y amable, a partir de allí ese límite, ese exterior, esa
felicidad que se consigue con mayor dolor. Porque, debo decirlo, también esa
era nuestra casa, y así como se ama al hijo obediente, se ama inevitable y
dolorosamente al hijo que se eriza en espinas y baldío.
Era Carhué y era el lago de sal. Y fueron
los hombres que ya estaban pero estaban todavía lejos. Eran los hombres del
color de la blanca muerte, que nos habían dejado tranquilos hasta que su
codicia los forzó a extender los brazos más lejos que el corazón. La codicia
les dio hierros en los brazos y les dio hierros en los pies, y Carhué que era mi
hogar fue mi tumba, y mis lugares tomaron nombres que nunca les casaron,
nombres que se resbalan porque no los pertenecen. Pueblo Adolfo Alsina, lago
San Lucas, nombres extranjeros, nombres que se desvanecen bajo el cielo de la
América y que mi boca no puede pronunciar sin hacerse violencia.
Llegaron los hombres de hierro. Se quedaron
los hombres de hierro.
Vinieron en su propia bestia humeante como
quien llega montado en una pesadilla. Le dicen ferrocarril a la bestia de
fuego, a ese monstruo negro y temible. En tres grandes bestias llegaban los
hombres blancos y seguían trabajando para su codicia.
No les bastaba la laguna de sal. Ya no
estábamos nosotros, yo era ya polvo de huesos bajo mi tierra verde cuando los
intrusos que vendían baratijas y habitaciones y bañadores a rayas quisieron
obligar a la tierra a dar más de sí. No les bastó ver nuestra tierra, se la
apropiaron; no les bastó apropiarse de la tierra, la quisieron doblegar con sus
canales y sus terraplenes. No era suficiente con el nuestro lago, no. Hicieron
un lago ellos, un lago dulce, trajeron el agua desde otros lados que no son
este lado, que no pertenecen a este lado, y con esa agua extranjera hicieron
ese nuevo lago y cambiaron la historia de la nuestra tierra.
Y el diez de noviembre uno de los dioses
oscuros miró la tierra que era verde, abominó el lago dulce, tomó una palabra,
pronunció una nube de ceniza, y el terraplén cedió, y la ciudad conoció el
olvido del agua silenciosa. Y el agua avanzó como un ejército en marcha, y las
puertas se hincharon en sus marcos, y el inexorable pasado se acumuló sobre los
ladrillos de la ignominia. No tañe la campana bajo el agua, no acuden los niños
a las escuelas, diez metros de agua se comprimen sobre las plazas y los
tejados.
Me duermo en mi tumba ahora. Mientras me
adormezco canto quedo una melodía que ya no encuentra cuerdas para sonar.
Siento la luz de la luna quebrada sobre el pueblo sumergido. Descanso ahora.
Los dioses juegan sus juegos, un pez desprende silenciosa, lentamente, una
escama de madera de una silla que se pudre.
*De Mónica
Russomanno. russomannomonica@hotmail.com
-Próxima estación.
En el recorrido del tren literario por el Ferrocarril
Provincial:
CARLOS
BEGUERIE.
FUNKE. LOS
EUCALIPTOS. FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN
GOYENECHE. GOBERNADOR UDAONDO.
LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.
GOBERNADOR DE SAN JUAN
RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO.
ESTACIÓN
DOYHENARD. ESTACIÓN GÓMEZ DE LA
VEGA.
D. SÁEZ.
J. R. MORENO. EMPALME
ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL
ETCHEVERRY. LISANDRO OLMOS.
INGENIERO VILLANUEVA. ARANA.
GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.
*
-Siguiente estación.
En el recorrido del tren literario por el
Ferrocarril Midland:
KM. 38.
MARINOS DEL CRUCERO
GENERAL BELGRANO. LIBERTAD.
MERLO GÓMEZ. RAFAEL CASTILLO. ISIDRO CASANOVA.
JUSTO VILLEGAS.
JOSÉ INGENIEROS. MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.
ALDO BONZI.
KM 12.
LA SALADA. INGENIERO BUDGE. VILLA FIORITO.
VILLA CARAZA.
VILLA DIAMANTE. PUENTE ALSINA. INTERCAMBIO MIDLAND.
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