miércoles, enero 11, 2023

Y DE LA SOMBRA DE SU SOMBRA

 


*Dibujo de Erika Kuhn.

https://obraerikakuhn.blogspot.com

 

 

 

 




 

 

 

MIRADA ESCONDIDA DESDE LO ALTO DE LA IGLESIA*

 

 

Hay un ojo que mira la cintura del bosque, el sonido del agua

subterránea,

puede quedarse ciego

entre las hojas de un libro.

Hay un ojo que mira los mensajes del otro lado de la pared: maldecir la

sencillez de una higuera o jugar con el revés de los pensamientos.

O esas fiestas de muertos que beben vino bajo tierra,

o los suspiros de los tigres cuando duermen, o las resurrecciones de

Lázaros mal dormidos,

o los niños que se divierten crucificando gatos o matando pájaros,

o el delirio de ecuaciones mal hechas y de cielos arrojados a la basura

Cualquiera tiene un ojo que puede recordar hacia delante

que puede correr mientras esté detenido

que puede beber en galletitas secas.

Cualquiera es el Rey Rojo o Blanco

del lugar de los sueños.

 

 

*De Liliana Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com

(Del poemario "Cazadores en la nieve", Letra Eme, Buenos Aires, 2014)

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

Recuerdo*

 

 

Atardecía. Se asomó por la ventana y observó a un niño cruzar el parque y dirigirse a la fuente. Recordó una tarde muy parecida, muchos años atrás, en ese mismo parque, cuando era niño y jugaba hasta el anochecer. Siguió observando al niño y encontró algo familiar en él: quizás la gorra, la playera roja, los tenis. El niño se volvió y dirigió la mirada a la ventana desde donde era observado. En ese instante ambos desaparecieron.

          

 

*De Alejandro Badillo. badillo.alejandro@gmail.com

 

-Texto incluido en “El caso Max Power y otros cuentos”

 

 

-Alejandro Badillo. (Ciudad de México, 1977)

-Es autor de los libros de cuento Ella sigue dormida (Tierra Adentro), La herrumbre y las huellas (Eeyc), Vidas volátiles (BUAP), Tolvaneras (SC Puebla), El clan de los estetas (Universidad Veracruzana. Premio Nacional de Narrativa Mariano Azuela) y las novelas La mujer de los macacos (Libros Magenta) y Por una cabeza (Premio Nacional de Novela Breve Amado Nervo).

Recientemente ha publicado:

 “La Habitación Amarilla” (cuentos) por Editorial BUAP. -2021-

“Reconstrucción” (novela) Ediciones EyC. -2021-

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

SOBRE MI CORAZÓN SE HA POSADO EL VIENTO*

 

 

Amor, sobre mi corazón se ha posado el viento.

Infancia aletargada. Matuasto al sol.

Valle de umbrío lecho. La luna está tan lejos.

Ya no están las rocas solitarias.

Aquellas, las amadas.

Yacen, cubiertas de ceniza.

O vuelan, ahogadas por las rosas mosquetas.

El viento borra todo. Todo.

El valle se ha marchado. Los álamos, tan altos.

La lluvia ha cerrado los ojos y el alba no despierta.

Está tan frío. Gotea, lentamente la sangre del dragón.

Oscuros féretros calientan el hogar.

El jinete, tan callado, cabalga.

Pasa de largo. No detiene su paso. Se va.

Amor, sobre mi corazón se ha posado el viento.

 

 

*De Amelia Arellano. amelia.arellano01@gmail.com

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

Soledades*

 

 

* Osvaldo Soriano

 

Una tarde, mientras íbamos río abajo en un bote de pescadores, mi padre cerró con furia los puños alrededor de la caña y de golpe se echó a llorar.

Llevábamos un largo rato en silencio. Yo tenía los remos y trataba de que la corriente no nos alejara demasiado de la orilla. Hasta entonces su pena me había pasado desapercibida porque para mí él era fuerte y sin fallas. Me demoré un largo rato antes de preguntarle qué le pasaba. Confusamente me dijo que había perdido a alguien a quien quería mucho y aunque era muy católico empezó a cagarse soberanamente en Dios. En ese momento no me importaron nada Dios ni los seres queridos. Me irritaba verlo así, aferrado a la caña, con la cabeza hundida en el pecho y el pelo blanco sacudido por el viento.

Hasta entonces su vida había sido ordenada, mediocre, patriotera. Fluía mansa y previsible como el agua que nos llevaba entre islotes y troncos flotadores. Dios era una inteligencia inasible e inapelable que aparecía cada vez que nos faltaba una explicación. Yo creía en El: todavía me veo rezando a oscuras, pequeño y pecador, pidiendo que fueran eternas las cosas que me hacían dichoso. Era tan joven que sólo pensaba en la muerte como algo lejano que quizás tuviera solución. Lo que pesaba era la soledad. No la soledad de estar solo sino esa otra por la que han escrito los mejores libros y cantares del universo. Ese paréntesis que atrapa una palabra para darle entonación subterránea. El agujero negro, infinitamente vacío, en el que aquella tarde había caído mi padre.

En Tierra de sombras un estudiante de letras dice que leemos para saber que no estamos solos. En Bleu, la protagonista intenta ocultar lo evidente bajo una máscara de fortaleza e indiferencia, hasta que algo se rompe. Por fin, en la edad de la inocencia, el hombre que acepta una vida prejuiciosa y previsible se hunde en las contradicciones de una clase incapaz de dar a la soledad otra respuesta que el orden cerrado y la complacencia hedonista.

Miré esas películas el fin de semana y al ver llorar a Anthony Hopkins abrazado al hijo de su esposa muerta, me puse a llorar yo también y me vino a la cabeza esa imagen de hace tantos años en el río Limay. Sin duda, también contaba la culpa, pero eso lo comprendí más tarde. Culpa de estar ahí y ser más joven que él. De no tener todavía nada que amortizar o de estar pagando por anticipado.

Durante un paseo por el campo, el profesor enamorado de una mujer agonizante confiesa su dicha efímera y ella le responde: "La felicidad de hoy anticipa el dolor de mañana." Tierra de sombras habla de Dios y del alivio que ofrece la fe para insinuar que no hay tal. Que Dios es el sufrimiento mismo y no su consuelo. Durante siglos el Creador jugó a ser imprevisible, fuente de amor y verdad, juez supremo incomprobable. Desde que lo inventaron, los hombres han tratado de explicarse para qué les sirve. Y como lo suyo es, a los ojos de la mayoría temerosa, sólo castigo, tampoco él sobrevivió a la oferta y la demanda. Mi padre no podía saber que dios iba a morir tan pronto y yo mismo nunca lo imaginé. En esos días lo habían intimado a dejar el cigarrillo.

Rechazó las pamplinas de los médicos y apostó a algo superior. Al Ser Supremo que estaba por encima del bien y del mal.

Naturalmente, perdió. Pero eso iba a ocurrir años después. Entre tanto está llorando mientras un bagre tira de su línea y yo no me animo a acercarme para consolarlo. Me digo que en una de ésas el bote se da vuelta y tenemos que volver nadando.

¿Qué tiene que ver el cigarrillo con el Reino de los Cielos? Mucho, me parece: al placer corresponde un castigo de espantosa agonía. Así pasa con todo lo bueno en la tradición de judíos y cristianos. Más allá, el goce y la dicha no prefiguran el paraíso sino el infierno. Eso parece decir Richard Attenborough. El amor, si podemos darlo, nos devolverá lágrimas y castigo.

Palabras más, palabras menos, Scorsese sugiere lo mismo. Sólo que no hay amor en La edad de la inocencia. No lo hubo en la vida de Edith Wharton, no podía haberlo en su novela y no es intención de Scorsese mostrar otra cosa.

La película, situada en 1857, habla de hoy y de una aristocracia con códigos propios: ocio, manjares, hipocresías, hasta que el amor aparece como una amenaza. Evitarlo preserva el orden social. Eso sugiere, me parece, el impenetrable mayordomo de Lo que queda del día. La autoridad de míster Stevens es proporcional a la negación de sus sentimientos. El dolor, la alegría, la humillación, resbalan en su alma como gotas de rocío. Todo pasa pero queda la soledad. Para Baruch Spinoza, en su Ética, el control de los sentimientos es la mayor virtud del alma: "A la impotencia humana para gobernar y reprimir los afectos la llamo servidumbre; porque el hombre sometido a los afectos no depende de él, sino de la fortuna." Con Spinoza se pone en claro, desde 1677, que el poder, para ser tal, excluye el amor en cualquiera de sus expresiones. Y que la gente vulgar al mostrar sus afectos los expone a la manipulación y la demagogia.

En sus Diarios, el narrador John Cheever apunta en 1979: "Puedo saborear la soledad. La silla que ocupo, el cuarto, la casa, a todo le falta sustancia (...) Creo que la soledad no es un absoluto, pero su sabor es el más fuerte." El libro comienza con una reflexión bella y perturbadora para mí porque sospecho que así sentía la vida mi padre aquella tarde que salimos de pesca: "En la madurez hay misterio, hay confusión. Lo que más hallo en este momento es una suerte de soledad. La belleza misma del mundo visible parece derrumbarse, sí, incluso el amor. Creo que ha habido un paso en falso, un viraje equivocado, pero no sé cuándo sucedió ni tengo esperanza de encontrarlo."

Y bien, mi padre era más que eso, o ni siquiera eso: "Nada más obsceno y vano que intentar contener la vida y la obra de un hombre en un puñado de líneas invocadas en el tiempo y la distancia", escribe Rodrigo Fresán en Trabajos manuales. Y agrega: "Cuando un hombre se transforma en el único paisaje posible de sí mismo es cuando alcanza la forma de la soledad. La soledad como territorio. La soledad como forma alternativa de la geografía y de lo biográfico."

Estoy tratando de decir, con imágenes y palabras de otros, que lo esencial de una vida brota en el momento en que nos enfrentamos a las formas más puras de la verdad. Amor, dolor, soledad. Ahí estamos solos, sin Dios, sin patria ni sustento. Un paso atrás, un movimiento en falso y todo está perdido. En la serenidad del bote que bajaba por el Limay, mi padre percibió de golpe su tierra de sombras. Nada de este mundo le resultaba ajeno, pero él no era más que una brizna de polen arrastrada por el viento. Cuando tuvo fuerzas para admitirlo dejó de llorar, recogió la línea y devolvió el bagre a la correntada.

 

 

*De "Piratas, fantasmas y dinosaurios"

 

-Recordando a Osvaldo Soriano.

(Mar del Plata, 6 de enero de 1943 – Buenos Aires, 29 de enero de 1997)

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

Mar abierto*

 

 

soñamos con habitar el mar abierto

lo más alejados posible

de la supuesta tierra firme

pero el pesimismo, la apatía

y las vanas disputas

no dejan espacio disponible

para un mar irrepetible

 

navegamos en medio de una correntada

sin brújula ni banderas

que nos traigan vivos a la orilla

 

el sueño acaba, la ilusión nos abandona

tan fugazmente como llego a nuestro puerto

 

lo vivimos como algo habitual

destellos fugaces del mundo conocido

 

no hay nada nuevo acerca del mar

solemos repetirnos

 

ciegos al murmullo de las olas

ignorantes del previsible naufragio

 

 

*De Jorge Santkovsky. jsantkovsky@go.org.ar

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

ENCUENTROS*

 

“Esa sonrisa me ha salvado de llantos y dolores”

Salvatore Quasimodo

 

 

Mi señor. Mi niño. Mi inmortal amado.

Puedo descansar ahora, en la cornisa de tus manos.

En los ojos de sapos. En las langostas.

Puedo acostarme sin miedo- en llaga viva-Aguas vivas.

Lechos de sal y ortigas. Bendecida agüita de tu cielo.

Hay una puerta única que me lleva hacia vos. Si.

Yo sé, de largas lápidas. Borradas. Escondidas.

Agrios vientos y médanos oscuros.

Infancia de soledad y espinos y cirios encendidos.

Un puñal clavado en el olvido. Sementera de sangre.

Una niña, un niño. Malezas y tigres y serpientes.

Revolcarse, solos, con una conocida angustia en la garganta.

Había que perder para encontrarse. Ay, llagas en las rodillas.

Resucitar espejos oxidados y retratos casi muertos.

 

Había que transitar territorios de miedo.

Al final, mirando la llovizna, vos.

Y peces y frutos colorados y azulados sabores.

Briosos ángeles de la guardia. Una urgencia.

Una glorificada urgencia de la sangre subiendo en marejadas.

Perderte para hallarte, mi señor mi niño, mi inmortal amado.

 

 

*De Amelia Arellano. amelia.arellano01@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

*

 

(…)

 

cuídate de mí amor mío

cuídate de la silenciosa en el desierto

de la viajera con el vaso vacío

y de la sombra de su sombra

 

*De Alejandra Pizarnik.

-de ÁRBOL DE DIANA (1962)

 

 

 

 

 

Inventren

https://inventren.blogspot.com.ar/

 

 

 

 


 

Perdidos*

 

“estos hilos aprisionan a las sombras

y las obligan a rendir cuentas del silencio

estos hilos unen la mirada al sollozo”

 

Alejandra Pizarnik

 

 

 

1

 

Mi abuela mientras pudo resistió aceptar al presente.

Lo sencillo y posiblemente equivocado sería decir que fue perdiendo la memoria por etapas hasta que el “aquí y ahora” la abandonó por completo.

Mi abuela materna –la única que conocí- se perdió más de una vez llevándome de la mano por el barrio. Por ese entonces con dos años o tres a lo sumo no podía guiarla.

En 1960 el barrio era un suburbio pequeño, los vecinos se conocían.

Mi abuela era terca en sus convicciones. Según la prodigiosa memoria de mi madre, la abuela relataba que caminaba por la ribera del D’ Orba con su hijo pequeño buscando el sendero que conducía al pueblo. Su casa quedaba muy cerca de la iglesia.

De pronto había perdido la referencia del río y allí estaba en otro pueblo que por supuesto le era desconocido.

Aun en la puerta de casa -que aún pequeño reconocía- mi abuela seguía porfiando ahora en su dialecto mitad francés e italiano que se había perdido lejos de su pueblo, que yo no era su nieto sino su hijo Nicolás. Cuando mi abuela estaba por morir me llevaron a verla, ella veía en mí a su hijo. Lo llamaba con la voz que le quedaba.

No llore aquella vez. Creo que no pude llorar nunca más con el llanto profundo que merecen las pérdidas.

 

 

 

 

2

  

A lo largo de años recorriendo vías del tren que ya no existe, fui cosechando frases. Una viene al caso “el pasado es otra persona”. A veces creo que es parcialmente cierto y otras que para nada. Que somos siempre los mismos buscando algo inasible o intentando reparar lo remoto. Incluso una historia ajena que no nos pertenece. Dicen que las historias familiares no nos pertenecen, pero dejan cicatrices profundas.

Cuando subí al tren del presente desde Marinos del Crucero General Belgrano, me pregunté por dónde había estado mi propia vida durante tantos años.

Era una pregunta imposible, se mezclaba cierto rumbo ecléctico, por no usar la palabra desvarío con esa obstinación demencial por seguir el recorrido por el trazado de vías que en algunos sectores dejaron de tener huellas reconocibles. Por suerte el recorrido original del Midland no murió del todo, quedan pueblos pequeños pero vitales ya sin otras vías que las de letras. Esa formación del ahora Belgrano sur, ya no volverá al tren a vapor que alguna vez manejó desde Carhué Don Galileo con un tender repleto de carbón con el buenazo de Mario como foguista.

Osvaldo Soriano escribió certero "Los trenes tienen algo que ver con el principio y con el final".

 

 

 

 

 

3

 

Los trenes reales tienen acontecimientos que la literatura suele desprender por intolerables.

Entre Marinos del Crucero General Belgrano y Libertad todavía hay vía única. El tren marcha a paso de hombre por los trabajos de colocación de la segunda vía. Hasta ahora si un tren no entra a los andenes de Libertad no podría salir el que va hacia Marinos.

Cuando el tren se detuvo inesperadamente en el paso nivel que antecede a la entrada de Libertad entendimos que algo había ocurrido.

El maquinista era un muchacho joven que se lamentaba. Vio al perrito blanco cruzando por el paso a nivel lindero a la calle, accionó la bocina para asustarlo, el perrito en vez de correrse se quedó paralizado.

“Pude detener al tren. Pensé que se había salvado.”

 Delante del tren, vimos a una mujer joven tendida atravesando la trocha métrica del ferrocarril.

La mujer se arrojó literalmente sobre las vías para abrazar a su perrita pensando que estaba lastimada, pero su perrita había muerto. Cada tanto la joven le recriminaba “porque me seguiste”.

La perrita la seguía a todas partes. La rescató de la calle. Había saltado el tapial, la siguió a distancia para evitar un reto y un volver a la casa hasta el cruce fatal en las vías.

La perrita blanca como nieve se llamaba Bruna. Cada tanto entre ahogo y ahogo la mujer la nombraba como si pudiera devolverla a la vida.

Alguien llamo a una ambulancia. Se escuchaba la sirena acercándose.

Esa joven desconocida con su llanto que paralizó al mundo había puesto en conmoción mi coraza.

 

 

 

 

 4

 

Éramos mi abuela y yo perdidos en algún limbo.

Quien no se hubiera sacudido. Inevitable traer una y otra vez a la abuela Bruna al escuchar su nombre.

No, no parecía solamente eso. Ese golpe a la perrita desde un tren del presente lo sentí en la profundidad del cuerpo memoria. Soy quien ahora tiene la edad de mi abuela en aquel entonces.

No hay nieto para perderse de la mano por calles o estaciones. Soy el niño viejo que sin excusas ni otras manos sigue jugando a estar perdido en trenes imaginarios mientras el mundo sigue andando.

 

*De Eduardo Francisco Coiro.

https://www.facebook.com/CansadoDeTriunfar

 

 

 

-Continuidad literaria por el Ferrocarril Provincial.

-Próxima estación:

 

FUNKE.

 

LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.

ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO. 

LOMA VERDE.    ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.

GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.

GOBERNADOR OBLIGADO.

ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA. 

D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.

ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.   LISANDRO OLMOS.

 INGENIERO VILLANUEVA.  ARANA. GOBERNADOR GARCIA.

 

LA PLATA.

 

 

 

 

 

InventivaSocial

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-Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco Coiro.

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