sábado, marzo 14, 2015

¿QUIÉN SE ABISMA EN LA PALABRA GRIETA?



*Obra de Claudio Uzal. ©
Gijón.






*

Para ejercer
el oficio
del equilibrio
es necesario
saber
cuánto espanto
encierran
los abismos.
Es preciso
temer,
con sagrado horror,
el paso en falso.

¿Para qué forzar,
si no,
la precaria vertical?


*De MARIANA FINOCHIETTO. mares.finochietto@gmail.com











¿QUIÉN SE ABISMA EN LA PALABRA GRIETA?









LA CATERVA*



*Por Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com


Sigo en una extraña recuperación del tiempo perdido, ese paisaje del ayer que es más una sensación, un dibujo en sepia y carbonilla armado con retazos de objetos y materiales que traen el perfume de los años irremediablemente desleídos.
Los malvones con su aroma salvaje y áspero al paladar, el hierro, con su sabor a sangre en la lengua, la madera siempre confiable pese a las amenazadoras astillas, los maravillosos vidrios traslúcidos, las motas de polvo danzando en un rayo oblicuo de sol ingresando por una ventana de vidrios repartidos. Escaleras de metal, fondo con gallinero, tierra mojada, lluvia en los cristales.
Recupero lo que tuve y lo que me hubiese deseado tener, con esa clase de posesión que es un pedir permiso a los objetos para compartir su estancia de placidez.
Lo viejo tiene eso que espanta a tanta gente, tiene pasado, vidas, años. Mi casa ensamblada con remanentes de destrucciones, cosas que aquí y allá pertenecieron a otras casas, mi casa testigo. Mi casa suma y apego, ventanas y puertas por la que otros miraron la luna, abrieron o clausuraron caminos. Puertas que alguien cerró por última vez, platitos de porcelana que alguna viejita muerta tuvo atesorados sin usar en algún aparador de esos que se abren para la visita.
Mi casa contiene viajes en el tiempo y en el espacio. Mármoles que vinieron desde Italia, vajilla inglesa, postes de quebracho de aquí nomás pero de tan lejos, cuando los ferrocarriles ponían poesía viva en el paisaje.
La casa es mi casa con blasones heráldicos inventados, un dios lar de pacotilla, muebles franceses y también reverdeceres del álamo que en invierno muere y luego resucita.
Es un mapa de mis recuerdos, un vago anhelo que aparece mientras se va creando. Es un decidido desaire a lo adocenado, a lo que carece de espíritu. Es una afirmación de lo único e individual aunque tenga rajaduras y partes despintadas. Cada objeto está porque antes fue deseado y acariciado, como si se fuesen formando de la nada y del elusivo humo de los recuerdos lejanos.
Y está hecha para compartirla con los que quiero, con la gente buena, con mis queridos amigos de ahora y los que también espero ir creando de a poco pero firmemente. Como si ellos también, con un pasado, con materiales nobles, con experiencias y desazones viniesen a adornar un espacio melancólico y feliz.
Y ondoloin les digo, porque la vida es sueño y trabajamos para que no acontezcan las pesadillas. Ondoloin y cada uno a construir su sueño reparador. Sabemos que los sueños no tienen tiempo real, son desordenados, parecen no decir nada, pero estamos. Estamos en ellos.







Pausa circular*


Un trino se suelta de la rama
desata nudos en la garganta y cree
que es dueño invulnerable de la tarde.
No.
No es así.
Yo he pulsado mi sirena de alertas,
yo te he convocado.
Se ahuecan las manos y te esperan.
Se ríen de mí los campanarios.
Fabulan historias las penitentes ideas.
Tarde Lluvia Sola Acecho Límite...
Preguntas.
No hay respuestas. Ni topes
para esta seducción de hogueras.

Y todo por un trino que se soltó de una rama.


*De Miryam Colombotto de Seia. miryamseia@cablenet.com.ar












La palabra grieta*




*Por Miriam Cairo. cairo367@yahoo.com.ar


Toda realidad es onírica.
Cada célula de la realidad es una sugestión hipnótica, nos hace ver árbol donde hay árbol, nos hace sentir frío cuando hace frío, nos hace caer al fondo cuando abre un abismo.
Y nosotros la seguimos.
Hechizadamente.
Obedientemente.
Satinadamente.
Toda realidad se abrirá camino por entre la sintaxis de las cosas hasta hundir los muslos en el pantano untuoso de las flores.
Es, sin duda, una falla en el riguroso imperio de la certeza.
La realidad es una falla.
Y se está dentro de esa grieta.
Por fuera de la grieta, la realidad no alcanza su plenitud.
No falla.
Afuera de la grieta hay ciudades, movimiento continuo, árbol cuando hay árbol, frío cuando hace frío, caída cuando hay abismo.
Dentro de la grieta, hay cosas que la realidad no había planeado nunca.
Adentro de la grieta, la realidad me propone decir cosas que jamás habría podido decir fuera de la grieta.
Cada célula de la grieta me sueña conscientemente, me pide que diga dragones retozando en el fango con las estrellas lucíferamente.
Desde la plena consciencia molecular de la grieta digo ángel y aparece la palabra ángel, digo pez y aparece la palabra pez,
digo la palabra hombre y aparece una criatura bípeda de sombras apiladas, digo mujer y aparece la palabra.
La aparecida.
No importa lo afuera que esté de la grieta, la realidad necesita a la aparecida para desatarse el nudo que tiene en la garganta.
Sin la palabra, (esa aparecida desde la grieta) la realidad sería el imperio de la evidencia.
Alguien de afuera siempre propone denunciar el caos de la grieta.
Movimientos de tierra.
Consejos consultivos.
Concursos literarios.
Poetas en huelga.
Libros famélicos.
Entonces, alguien de afuera, propone poner en la entrada de la grieta un cartel de advertencia: que caiga el que quiera caer.
¿Y quién cae?
¿Quién se abisma en la palabra grieta?
Bajo campanas muertas la realidad pide altura.
Llega la noche y pide lo mismo.
Se hace el día y pide lo mismo.
Y allí hay una.
Una grieta.
La palabra grieta se abre esperándola.
Todas las letras de la palabra grieta lo dicen más de una vez:
te estamos esperando te estamos esperando.
Y la realidad se pregunta ¿lo hago todo?
Los perros de la realidad ladran y le muerden el ruedo de la pollera negra.
Un apuro.
Una urgencia.
Un sucesivo descarrilar de infinitivos, un exceso de constatación y de datos que se precisan por miedo a caer en el centro de la palabra noche que está en el centro de la palabra yo que está en el centro de la palabra grieta.
Dentro de la palabra grieta una se siente tentada de negar la palabra realidad, pero la abarca, la abraza y la consuela.
Explicar la palabra grieta sería como explicar la poesía.
Explicar la palabra noche sería como explicar la palabra yo.
Explicar la palabra.
Nada más satinado y anochecedor que la palabra grieta rasgada sobre la palabra yo que se nutre de la palabra noche para crear la otra realidad de la palabra.
















HEREDADES*


“Entra una nueva pena y las viejas penas de la casa las reciben calladas, no muertas”
ANTONIO PORCHIA



Se abren las puertas del silencio.
Cada ojo atestigua el devenir de un icono de cera.
La casa es un temblor al borde del abismo.
Solo tú, amor mío, bajo los párpados.
Una palpitación. Un espasmo me dicen que no estoy.
Solo hay lugar para tu pequeñez inmensa.
Me cubro con la piel de escalofrío. Desde allí te contemplo.
Son heredades de una epifanía en el desierto.
De un dolor gozoso, antiguo como el mundo.
Aguijones clavados en mi lengua. No digas nada.
Sé. Escribes en mi cuerpo con la mano de dios.
Has dado vuelta los espejos, en vano.
Un estallido. Una estampida. Soy.
Y cuando la savia besa el desconsuelo.
Puedo sentir mi salvaje inocencia. Mi delirio.

Mi amada muerte, mirar, en tus pupilas.
En tu iris desnudo, mirar.
-Dime madre quien era cuando no era él-


*De Amelia Arellano. amelia.arellano01@yahoo.com.ar










VENUS SOBRE MIRLOS*



La muchacha con largos ojos de Venus nórdica
me besó como desatinada adolescente
que a mano armada roba
su primer beso
a una boca comprometida.
Y con los nervios ahogando mis palabras
guardé silencio, era más prudente
fingir ser tonto
que cazador de piernas cortas
a plena luz del día.
Ella no aceptó la sorpresa. Sin menoscabo
rehusó entender que el miedo
es mucho más promiscuo
que los deseos mundanos.
La muchacha con ojos más largos que el día
besó mi noche con la frugalidad
espartana
de quien demanda hacer la guerra
para saciar la sed de paz
en cada célula del cuerpo.


*De Daniel Montoly. danielmontoly@yahoo.es










Y se hicieron humanos*



La lengua de fuego en el  cruce, en la frontera, pequeña chispa originada en el espacio oscuro de las estrellas muertas.
Tanto brillo apagado guardaba la semilla de un incendio. Ella se escondía en cavernas. Él loco por encontrarla, se decía  de una forma imprecisa,  porque el lenguaje no estaba inaugurado,"la voy a hacer hablar".Ella  rodeada de bisontes salidos de su mano, él rodeado de dragones, hacía restallar un bastón luminoso, la galaxia era excesiva para los dos,  luceros perdidos que  podían alumbrar respuestas a preguntas no formuladas. Las nubes se detuvieron ante la caverna que reunía un espacio extraño. Alguien, agazapado en la penumbra de una idea se deslizó oscuro como un presagio. Tendió un mantel de hojas, estrujó las frutas para hacer pintura  del jugo rojo, se volvió a esconder. Ellos mojaban los dedos en esa pasta, los pasaban por las paredes de la cueva, se hacían humanos. Luego, el arte fue a los cuerpos. Como en un sueño hipnótico, él desvanecía el blanco del cuerpo de ella con fuertes soles. Ella se animaba apenas, le tuvo cierto miedo, por el resplandor con que se presentó y esas armas de la cacería que el portaba, pero empezó a tatuarlo y se encontró con el alma, la embebió de colores. El alma luz, sombra,  pozo, cumbre, ella lo palpó con perfumes, él ejecutaba  música sobre ella, con ella,  la hizo  su instrumento, su concierto, su partitura, le arrancaba notas, por fin palabras, era el encuentro de todas las citas. Inocentes, perversos se hundieron en el abismo, cuando se despertaron, comprendieron  que ese abrazo   profundo, era un  pequeño cielo .Perdieron el terror a ser  puntitos en el mar de las galaxias.
Mientras tanto el perverso, salió del escondite buscó  su  inventada  tinta y con lo que quedaba escribió prohibido, prohibido, prohibido, incesante, rabioso, perdido.

Pero era tarde


*De Cristina Villanueva. cristinavillanueva.villanueva@gmail.com











Altri tempi *



*Por Héctor Cepol hectorcepol@gmail.com



¿Cómo no recordar con ternura aquel lirismo de los 14? Claro, de mis 14 allá lejos. Se despertaban tantas cosas, y las que dormían dormían tan plácidamente.

Yo, salvo que justamente me quedara dormido, tomaba el mismo 205 a la misma hora para ir a mi laburito de pinche. El bondi pasaba lleno y las caras se repetían. En uno de esos viajes, el de la mañana –porque al mediodía y a la tarde no la vi nunca–, en uno de esos viajes nos enamoramos. A primera vista. Y después a segunda, y tercera… y siempre a la vista porque nunca le hablé.

Debía venir de lejos, venía siempre sentada, venía del lado izquierdo, el de los asientos dobles, y yo siempre parado y bamboleándome porque el bulevar Avellaneda entonces estaba empedrado y las piedras ondulaban. Una dulzura. Morocha, ojos grandes, mirada que demoraba un poquito en desviarse cuando nos cruzábamos.

La macana era el horario porque yo no podía seguir viaje y ella bajaba después. Pero empecé a tratar de acercarme lo que no era fácil apiñado. Para colmo, a veces se sentaba del lado de la ventanilla y ya no quedaba a tiro para inclinarme y decir, que se yo, algo. Pero el romance marchaba, y era solo cosa de tiempo.

Hasta que una de esas mañanas, cuando el 205 tomaba el Túnel, y adentro y afuera del bondi todo se hacía más íntimo mientras no volvíamos a emerger –hablo del viejo Túnel Escalada con vereditas en los costados para algún raro caminador y alguna bici–, hasta que una maldita mañana, digo, nos cruzamos las miradas al entrar al Túnel, las mantuvimos unos segunditos y ahí las soltamos con la elegancia de un pas de deux para llevarlas hasta la ventanilla que para nosotros era como el paisaje bucólico de los enamorados.

Mejor no haberlo hecho. En la veredita y en la mitad del túnel, un croto cagaba de espaldas, a culo descubierto y en el momento culminante. No volvimos a mirarnos. En realidad, el bondi, el Túnel, el croto, todo fundió a negro. Y cuando volvió era otro bondi, otro Túnel, yo era otro y algo se quedó para siempre del otro lado.

Me escurrí entre la gente y gané el final cerca de la puerta.  Y a partir de entonces, seguí viajando de pie en el 205 y colgado pero del otro lado, el de los asientos simples.

Bien, pero lo que quería comentar (porque si esto termina así van a creer que es un cuento y a mí el estrés postraumático casi que me dura), lo que yo digo es ¡caray, cómo cambió todo! ¡Cómo se hace para leer hoy Romeo y Julieta…? ¿Cómo entender a Margarita Gautier o al joven Werther…? Se lo conté a mi nieto, y el muy delincuente puso cara de no creer en mi reacción, y se largó a reír.

–¡Pero es que se destruyó todo…! –quise explicarle.

–¡Andá, deja de joder!

–¿Y vos qué hubieras hecho? –le dije mosqueado.

–Me la ganaba.

–¿Qué…?

–Claro, me la ganaba.

–¿Y qué le decías…?

–¡Uy pobre tipo! ¿Tendrá papel higiénico?

(¿…No es un animal?).






***
INVENTREN
http://inventren.blogspot.com/



El último tren*


(De la Estación Blas Durañona – Ferrocarril Provincial)



*Por Victoria Mora. mvictoriamora@yahoo.com.ar


El tren no llega. Odio esperar. Este andén parece un cráter que se abre a mis pies y no paro de caer. Quiero irme ya ¿para que habré aceptado venir a este pueblo de mierda?, siguiendo un amor ¡que ingenuidad! Tendría que haberme quedado en mi ciudad, no sé si sería feliz, pero al menos no tendría esta grieta enorme que me atraviesa el corazón y llega hasta el andén para que me caiga. Encima de noche; con lo que odio caminar de noche estas calles, donde aún en la oscuridad los ojos siempre miran y juzgan. En cambio en Buenos Aires lo mejor es la noche, el anonimato, sus luces, su música, sus bares.
No te voy a negar que quisiera estar volviendo con vos. El rencor no me alcanza para mentir. Te odio y te amo tanto a la vez ¿Cómo es posible? −Dale vamos a vivir a provincia, necesito el aire limpio, el verde, la paz, Buenos Aires me agobia, me enferma ¿Cuántas veces me enfermé el último año? mis bronquios no dan más.
Sabías muy bien que no podía ir contra tal argumento, tu salud es lo primero. ¡Que imbécil! La primera vez cuando bajé del tren tuve que apoyarme en tu hombro porque casi me caigo del espectáculo que tenía en frente. Un puñado de negocios que no sumaban más que diez y un bar ocupando toda una esquina, algunas casas y el campo ¿Qué hago acá? Pensé, pero no te lo dije, y cuando te miré, esa sonrisa que me derrite el alma; entonces sonreí, y te dije que me gustaba que acá ibas a respirar mejor, que fue una buena decisión, que íbamos a ser felices.
Me esforcé ¡y como! Nunca me escuchaste quejarme, viajé cada día dos horas de ida y dos de vuelta a mi laburo, me fui cada mañana dándote un beso y sonriendo y volví cada día con otra sonrisa para vos.
La gente no me caía nada bien, chusmas todos viejas chusmas, hombres, mujeres, jóvenes o niños. Los primeros tiempos fuimos los extranjeros, hasta que empezaron a saludarnos por el nombre. Mostraban más afinidad con vos, te les metiste bajo la piel, se notaba que te adoraban. Siempre te hablaban amigablemente, a mi apenas un saludo con la mano o una inclinación de cabeza. Claro, yo nunca estaba y vos siempre pendiente de ayudar a los vecinos y adentro del club organizando una cosa y otra. Además, estaba tu enfermedad. Te encargaste de contarles los terribles tratamientos que habías pasado, que habías elegido el pueblo para recuperarte, lo importante  que era para vos quedarte en casa y disfrutar de una vida apacible. Notaban que necesitabas todos los cuidados que yo te daba.
A pesar de todo, estos últimos meses empecé a acostumbrarme, y hasta un poco el gusto le tomé a esta tranquilidad avasallante. Incluso ansiaba la hora de volver a casa. Hasta que un día me dolió una muela.
Ya me molestaba cuando tomé el tren seis y media de la mañana, intenté no darle bola, un analgésico y listo. Bajé en La Plata, compré un agua y me tomé una pastilla esperando el alivio que nunca llegó. Para el medio día ya no aguantaba más, no podía ni pensar. Le pedí permiso a mi jefe y me fui. Llamé a mi dentista y conseguí que me atienda de urgencia. Terminé todavía con dolor esperando el tren dos horas antes de lo habitual. Bajé del tren en  nuestra estación sintiéndome un poco mejor y hasta con cierta alegría de disfrutar un par de horas más de ese día juntos. Caminé las cuatro cuadras que separan nuestra casa de la estación, abrí el portón, la perra me saltaba y me movía la cola, fui por la puerta de atrás, cuando estoy a punto de agarrar el picaporte levanté la vista, a través del vidrio partido de la puerta, los vi:  los dos desnudos bailando un tango, y te miro y se te ve feliz, como pocas veces te vi conmigo, siento que la cabeza me va a explotar quedo inmóvil ahí mano en el picaporte y pies estaqueados al piso por unos segundos que se hacen eternos, hasta que reacciono.
Me di media vuelta y me fui, le pegué una patada a tu perra pesada que pegó un grito que espero hayas escuchado.  Volví a la estación como por inercia ¿A dónde iba a ir? Esperé el siguiente tren a La Plata, finalmente después de media hora lo tomé. A la tercera estación me bajé y me crucé a un bar a tomar un café y hacer tiempo. La cabeza me daba vueltas, no sabía que pensar, y tus palabras para convencerme de mudarnos no paraban de resonarme como un eco eterno, ¿habrá sido antes o después? ¿Cuándo empezaste a engañarme? No sé si quiero saberlo alguna vez. Calculé la hora y tomé el tren que me correspondía.

Llegué a casa y te encontré pintando como si nada. Yo igual, como si nunca me hubiese encontrado esa misma tarde con la imagen de la traición.
Cenamos como todos los días, te dije que me dolía la muela y me fui a dormir temprano, en realidad no pude pegar un ojo. Cuando me aseguré que dormías, me levanté y en silencio junté un par de cosas indispensables y me fui para no volver.
Acá estoy, esperando el último tren, no vuelvo más, no sé a donde ir, no tengo a donde ir sin vos, caigo finalmente en la cuenta que no tengo a nadie en el mundo más que a vos, sin embargo no quiero simular. Las luces del tren que se acerca se hacen cada vez más grandes, de repente tienen tu rostro y tu cuerpo desnudo,  parpadeo. No es posible, y aun así, ahí estás, en esas luces, entonces, salto a tu encuentro.





***

Próxima estación para escribir por Ferrocarril Midland:

 INGENIERO WILLIAMS.

GONZÁLEZ RISOS.  PARADA KM 79.  ENRIQUE FYNN.
PLOMER.   KM. 55.   ELÍAS ROMERO. 
KM. 38. MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.
LIBERTAD.  MERLO GÓMEZ.   RAFAEL CASTILLO.
ISIDRO CASANOVA.  JUSTO VILLEGAS.  JOSÉ INGENIEROS.
MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.  ALDO BONZI.
KM 12.  LA SALADA.  INGENIERO BUDGE.
 VILLA FIORITO. VILLA CARAZA.  VILLA DIAMANTE.
 PUENTE ALSINA.  INTERCAMBIO MIDLAND.

***

Próxima estación para escribir por Ferrocarril Provincial:

 GOBERNADOR ORTIZ DE ROZAS

 JOSE RAMÓN SOJO.  ÁLVAREZ DE TOLEDO.    POLVAREDAS.
JUAN ATUCHA.   JUAN TRONCONI.    CARLOS BEGUERIE.
FUNKE.   LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.   LOMA VERDE.
 ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.   GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO.   ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.
 D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.  LISANDRO OLMOS.  INGENIERO VILLANUEVA.
ARANA. GOBERNADOR GARCIA.  LA PLATA.




InventivaSocial
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Para compartir escritos escribir a: inventivasocial@yahoo.com.ar

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