miércoles, noviembre 23, 2016

LO ERÓTICO ES LA VIDA…


*Obra de Griselda Roces. -De la serie “Los Nudos"-









*



Qué tal si tu tetera fuera

un mar,

tu taza un barco

y este poco de tiempo

que hemos atrapado

un pez

que en nuestras quietas aguas,

libre y olvidado,

nada.



*De Gerardo Lewin. gerardo.lewin@gmail.com








LO ERÓTICO ES LA VIDA…









MI ABUELA HABLA DE LOS HOMBRES CASADOS*



*De Irma Verolín. irmaverolin@hotmail.com


La locura le había dado a mi abuela una notable agudeza para profundizar en las cuestiones de la vida. Ella, que siempre había hablado de la vida con la jactancia de los que presumían haberla recorrido de cabo a rabo, pero con la frente  bien alta y los ojos muy abiertos, ahora daba la impresión de estar preparada para husmear en los vericuetos, nadar en los pliegues ocultos, desafiar los abismos chiquitos y ruinosos de la vida. Así fue cómo, entre su extravío mental y su agudeza, empezó a hablar de los hombres casados. Y lo hacía partiendo de la base que los hombres formaban una raza aparte relacionada con un aspecto del mundo merecedor de nuestra atención y de nuestro implacable estudio.
Hay hombres casados por todas partes.  Van  aquí, allá, se alejan de sus casas incluso muchos kilómetros, parecen sueltos, pero sin embargo todos están unidos por lazos invisibles que los reúnen en una cofradía poderosa y secreta. Por la época en la que mi abuela se dedicó exclusivamente a hablar de los hombres casados hubo que aguantarle sus delirios y exageraciones. Según ella misma lo aseguraba estaba  adiestrándome a mí  en el oficio de vivir en el que ni los accidentes callejeros, ni los traficantes de drogas ni los gérmenes patógenos y ni siquiera los comunistas constituían un peligro mayor que los hombres casados. Un hombre casado era algo más que un simple ser humano, al que una apetencia puramente carnal había conducido a una oficina pública a firmar un papel que lo autorizaba, e incluso obligaba, a vivir bajo el mismo techo con una mujer. Un hombre casado constituía una especie aparte, había evolucionado en línea directa del mono con mayor rapidez y, por lo tanto, ponía en peligro de extinción a las otras especies. Un hombre casado podía confundirse a simple vista con otro, podía jugar póquer con sus amigos o ir a pescar o comportarse correctamente en situaciones inusuales, pero en el fondo bajo la mirada iniciada de una mujer inteligente tal confusión desaparecía. Mi abuela quiso volverme experta en este asunto de identificar a simple vista hombres casados y yo traté de contentarla, admitiendo que al empezar a practicar en esta clase de reconocimiento, sin querer me estaba entrenando para un futuro poco prometedor.
Con la intención de informarme, la mejor manera que mi abuela halló fue su típico método de contar historias. Claro que aunque del único hombre casado del que se encontraba en condiciones de hablar a ciencia cierta era de mi abuelo, ella consideró que sería mucho más ilustrativo hablar de los casados con otras mujeres. De esta forma conocí los pormenores, la vida y milagro del vecindario presente y pasado. La galería de personajes masculinos que una vez en su existencia habían firmado una libreta en el registro civil, amenazaba con ser inacabable. Las historias se parecían entre sí por las mentiras, el ocultamiento y el famoso triángulo. De todas las formas geométricas existentes, la triangular le hacía a mi pobre abuela brillar los ojos. Una de las historias más repetidas que, por supuesto, mi abuela contaba una y otra vez fue la del repartidor de leche. Era un triángulo cuadrangular  debido a que la mujer en cuestión también estaba casada. El repartidor de leche, de tanto andar oliendo las intimidades hogareñas al entrar en la cocina y dejar su producto, se había vuelto insaciable. A mi abuela le encantaba repetir la palabra “insaciable”. No llegué a saber los nombres de las mujeres que ocuparon los dos vértices del triángulo  y no quise averiguarlo, porque era muy posible que mi abuela, en su avanzado estado de locura, confundiera los nombres y las circunstancias y, según ella insistía, lo verdaderamente importante era lo ejemplar del asunto. Por desgracia no en todos los casos el desenlace de las historias encerraba alguna lección o moraleja. Mi abuela citó innumerables ejemplos: el casado que se apaña con la vecina, el que hace gimnasia en el parque y mira mucho, el que dice que se marea y se apoya sobre el cuerpo descuidado de la mujer ajena, el que ronda las salidas de los colegios secundarios, el que no disimula su traición, el que la disimula hasta sus últimas consecuencias, etcétera. En fin, una gama variada y completa que ella gustaba condimentar con refranes más o menos mal aprendidos, tales como: “El casado, casa ajena pretende”, “Más vale viuda en casa, que casado en el bar”, “El buey bien acompañado, mal se lame” y otros por el estilo. En muchas oportunidades, las historias se interrumpían sin razón, entonces yo me quedaba confusa y la cabeza no dejaba de buscar un final adecuado. Sucedía lo mismo en el teleteatro de la tarde que tía Margarita veía de lunes a viernes y que le dejaba un feo malestar durante el fin de semana. A manera de aprendizaje yo tomé la precaución de no inquietarme demasiado por el final de esas historias. La vida no era más prolija que la manera de contar de mi abuela. Y, por lo supuesto, tampoco lo eran las telenovelas de la televisión.
Hombres casados –murmuraba mi abuela -mascullando y reflexionando al mismo tiempo- hombres que se marchan amablemente de las casas de mujeres que viven solas o a las que ellos mismos conducen a la soledad dándoles a entender, con ese farsante aire metafísico que han aprendido a simular, que su mujer no los comprende y que aseguran que están a punto de separarse, que se encuentran en un tris de ver hundirse su hogar en las Tinieblas. Hombres de bigotitos absurdos que vaya a saber por qué deciden dejarse crecer alguna vez, bigotitos  que llevan con cierta devoción o resignación,  como si estuvieran cumpliendo una promesa, pero que están allí para ocultar alguna cicatriz, algún rasgo desagradable o un lunar velludo. Bigotitos que ocultan y que son el emblema de su carácter, la metáfora de su personalidad. Es imposible imaginar qué sería de sus caras sin esos bigotitos. Hombres a secas con actitudes dañinas y uñas con barniz suavecito, fanáticos del deporte, deseosos de que su esposa haga cursos de manualidades o visite a los parientes lejanos para conseguir sus escapadas. Viven inquietos, sus vidas están llenas de frunces y dobleces y hasta hay que creer que se apasionan más por el peligro que por la mujer que contribuye a hacer desapacibles sus vidas. Eligieron la infidelidad porque ser agentes de contraespionaje les quedaba grande. Hombres cobardes que sufren mirando el reloj, con un pie aquí y una bragueta allá, hombres de buena memoria, amantes de un peligro pichulero en el que no se arriesga el pellejo sino el statu quo. Añoradores del tiempo del noviazgo eternizado fraudulentamente. Traidores del hogar, apátridas del fuego de la hornalla, mentirosos de entre sábanas, desamoríos muertos. ¡Desgraciados!
El tema de los hombres casados obsesionó a mi abuela. Al principio doña Pepa supuso que no estaba del todo mal, ya que era un modo de reflexión que le estimulaba el funcionamiento de la sesera y lucía bien ya que mi abuela hablaba enfervorizadamente, lo que estaba a tono con los tiempos políticos que corrían, Claro que tanto a mi abuela como a tía Margarita y a mí, semejante obsesión con  un solo tema nos parecía un poco exagerado, y por demás rencoroso, tratándose de una reflexión bastante oscura que, al fin de cuentas, rondaba  una cuestión que no la afectaba a ella directamente. Cuando mi abuela empezó a despotricar y discursear sobre este asunto lo hizo con relativa discreción. Su voz se apagaba y se irritaba a medida que el rezongo se prolongaba en el tiempo,  aunque manteniendo siempre un ritmo parejo. Después, cuando su voz se alzaba junto con su dedo admonitorio para realzar lo que sus palabras indicaban, es decir, cuando pretendía convencernos de que los hombres casados eran la peor plaga que azotaba al planeta y la maldición primordial del mundo, nos preocupamos sinceramente. Doña Pepa descartó sus ilusiones de una mejoría y predijo lo contrario. Entonces tratamos de explicarle a mi abuela que un hombre casado también era un ser humano, que había nacido de un vientre de madre, que era padre de sus hijos, por lo tanto merecía como cualquiera una segunda oportunidad, algún perdón o una actitud piadosa. No sólo fueron inútiles nuestros pedidos de clemencia sino que recrudecieron su furia. Quisimos darle a entender que casarse o descasarse podía ser un percance, un error en la vida de cualquiera y tanto era así de no tan grave que en muchos países, sin ir más lejos en el Uruguay, existía el divorcio. A mi abuela, escuchar la palabra “divorcio” la trastornó del todo. Sin otro remedio, al final optamos por ignorarla de una buena vez y dejar que anduviera si quería con su tema de hombres casados a cuestas de un lado a otro del patio. Sí a ella le gustaba, sí le hacía bien, si...digamos, no la escuchaba ningún vecino con la conciencia sucia. ¡Allá ella!



-Blogs de Irma Verolín










La Dama Verde*



Desde hace días
arde en mí
la Dama Verde.

Desde hace dos días
quiero escribir un poema
sobre ella.

Pero ¿qué podría decir?

Es alta y hermosa.

Un resplandor la ilumina
y también a todo cuanto le rodea.

El camino, la banquina,
los arbustos y las ramas
que cuelgan por encima,
están todos bañados
por una luz verde
cuando camina
desde la Casa Alta
a la gruta.

¿Quién es?

¿Qué significa?

Afuera,
en el jardín
el pasto y los árboles
recuperan su verdor.


*De Robert Gurney, Poemas para Dylan












ESTACIÓN DE LA PASIÓN*



“Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se peinan, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son”.
Julio Cortázar


Solo es un permanecer. Una caída. Un desprendimiento de enero.
No creen en Dios. Ni en dioses. Solo, adioses.
Sin embargo, todos los días, todos, suben al Gólgota.
Fascinación y rechazo. Amor y odio. Fidelidad y traición.



ESTACIÓN DEL ESTUPOR

Y porque están cerca y es la hora.
Conjugar la ceremonia de la vida. En segunda persona.
Pasión y goce. Dolor en frutal incandescencia. Estupor.
Ah, viejas lagunas embrujadas. Ha llegado el sediento.



ESTACIÓN DEL ESPEJO

Un gemido les llama. Un temblor. Una llaga abierta.
No hay mejor espejo que la piel encrespada, las olas y los vientos.
Vestidos de soledad, se acercan.
Son los mismos de siempre. Diferentes.


ESTACIÓN DEL ENCUENTRO

Todos los días, todos, bajan del Gólgota.
Los cuerpos se adivinan. Torpemente se encuentran.
Desde el lago sublunar de la patria. Vuelven.
Blanca sábana lino. Abren los brazos. Y allí quedan.


*De Amelia Arellano. amelia.arellano01@hotmail.com












EL REGALO*



Lo dejó aparte. Justo encima de la mesa del pasillo. En la entrada.

No quiso manifestar, mostrando el pequeño paquete, sus Sentimientos y con éste gesto escondió tanto el paquetito como el miedo a mostrar lo que sentía.

Ella le oyó entrar y reconoció sus pisadas sobre el suelo de madera que se quejaba a cada paso y que denunciaba al agresor mediante quejidos antiguos y graves. A medida que avanzaba por el escueto pasillo, dejando tras de si la puerta de una cocina diminuta y de una habitación llena de estanterías con figuritas de cerámica, notaba el tenue olor de la mujer que ocupaba la habitación del fondo. Almendras.

Atravesó el dintel de la puerta y la vio entre aquella penumbra veraniega que producían los rayos del sol colándose entre las lamas de la persiana de madera a medio enrollar y la encontró preciosa. Estaba recostada a medias en un enorme sillón de terciopelo verde, que sin duda había tenido mejores tiempos, pero que era cómodo y acogedor con aquel respaldo alto y las orejas enmarcadas en madera. Se había incorporado un poco al oírle entrar y asomaba una sonrisa de sus labios finos y ligeramente pálidos dándole una apariencia de total serenidad y tranquilidad.

Su mano agarró automáticamente el bastón blanco que tenía apoyado en el reposabrazos del sillón y miró con él, el camino hacia el hombre, mientras se levantaba para salir a su encuentro.

Se encontraron en el centro del saloncito y se abrazaron suavemente, con un cariño que se traslucía en cada uno de sus movimientos. El tiempo había dejado de existir. Ella recostó su cara entre el pecho y el hombro con gran cariño, y después, separándose un poco, susurró muy suavemente, mientras le apretaba una mano entre las suyas y le miraba a los ojos sin verle:

- ¿Hoy tampoco te atreves a dármelo?


*De Joan Mateu. joan@zarca.es







*

Ahora que hay sol,
ahora,
que sobre la pared azul crecen, salvajes,
las enredaderas
y huele a selva el patio;
ahora,
que las pequeñas bestias asoman al verano
con la ciega avidez del instinto,
mi cuerpo
reconoce la sed.

*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com














Adiós*




Y vendrá el invierno, y será el frío y la garúa tenue siempre tan tenue siempre tan triste como todas las cosas que no terminan de decidirse, como todas las cosas sin definición, sin contornos, que ya no son lo que fueron, lo que solían ser, lo que debiesen seguir siendo.
Y vendrá el empañarse de los vidrios opacando el mundo, dejándonos del lado de adentro para siempre, tan lejos del afuera ya no luminoso, tan inhóspito, tan avaro de hospedajes de tibieza, tan rencoroso tan sin posibilidad de perdón.
Vendrá, sin duda, el invierno. Es algo que ocurre frecuentemente con la tozuda recurrencia de lo periódico, lo inevitable. Aunque parezca que esta vez no, que los días siguen tibios, que esta estación vas a ver que va a ser benigna, mirá cómo siguen los días lindos cómo todavía andamos de remera y a esta fecha y todavía, mirá vos, en este avanzado lugar del calendario. A pesar de que parezca que esta vez no, llegará el invierno.
De pronto soplará el viento desde el sur, lo helado, lo inhóspito que se adivinaba en la tierra contagiará los objetos y las respiraciones. Nos miraremos desde lejos. Habrá llegado, una vez más, el invierno.
Voy a perder tu piel debajo de los pulóveres y las frazadas. Nuestros abrazos sufrirán alejamiento de lanas y tejidos interpuestos. Aunque parezca y aunque trate, mis brazos no rodearán tu cuerpo no tendrán ya más la gracia de abarcarte todo entero.
Y me vas a decir que es lo normal, lo establecido, que siempre ocurre, que la naturaleza la tradición el destino lo decretan, me vas a decir lo que ya se pero no quiero. No quiero entenderlo aunque lo sepa.
Y voy a preguntarte a preguntarme a preguntar por qué a nosotros, por qué también a nosotros. No me voy a rendir a la evidencia de que hace meses que venimos deshojándonos, voy a florecer extemporáneamente, me voy a obligar a fabricar flores minúsculas y trabajosas para mentirte una primavera forzada. Voy a agotar calefacciones.
En vano, en vacío, en nada.
Te vas a ir igual.
-Me llevo lo que es mío -dirás al marcharte. Mentira. A mí no me vas a llevar.



*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com













EL REY DESNUDO*



El rey está desnudo, grité. Es inevitable, el amor por la verdad se paga caro, pensé cuando vi que los guardias se acercaban.
Me dejaron a solas con él. Me preguntó si me animaba a refrendar lo dicho. Temblando por lo que podía pasarme, repetí: Está desnudo. ¿Qué podía hacer si lo único que lo vestía era la corona?, ¡y le queda tan bien!. Por una vez me equivoqué, mi denuncia no me ocasionó problemas Todo lo contrario, me trató como a una reina.


*De Cristina Villanueva. libera@arnet.com.ar














Bésame como sabes una de estas noches. *


Ya conoces
que me disloca
me descoloca
y que me sumerjo
en tu saliva ambar
como un pez.

Bésame .

Si has aprendido a despertar
la somnolencia sobre huecos de la piel .

A cantar sobre mi cuerpo.
melodías sigilosas.


Cardúmenes húmedos
tus besos.

Cúbreme
con sabores rústicos que traen ellos.

Si fueron quienes conocieron
la ruta del temblor
hasta mis huesos .


Bésame

Una de estas noches de noviembre
como si todo
volviese a renacer bésame.



*De Adriana Saliche. adrianasaliche@hotmail.com
Chivilcoy.







InvenTREN





 Corbett*



La vida me permitió acceder al fantástico mundo del arquitecto Jerome Ricardo Klepka.

Antes de partir a Corbett, su gran obra, había recibido de su amiga Irene una caja con planos, dibujos de esculturas y cuadernos donde Jerome anotaba frases o explicaba el significado de sus obras.

Mientras viajaba en el tren me daba cuenta que el arquitecto Klepka tenia lúdica creatividad que le permitió colocar sus esculturas "Como los 109 trofeos que debía cazar un Maharajá". En su cuaderno explicaba: “esta es una cacería de recuerdos propios a los que debo darles una materialidad”.

**

El hotel se llama "Edward James Corbett Resort" y queda a metros de la estación de tren. Es un hotel de tres estrellas con baño privado. Pedí una habitación sin saber cuanto tiempo necesitaría para recorrer el parque natural y las obras de arte que Jerome había dejado allí plantadas para que sean vistas e interpretadas por los visitantes.
Ni bien entré pude escuchar del conserje una historia que habla de la personalidad del arquitecto. Durante la obra del reciclado del hotel, el hombre había tenido una fuerte discusión con el contratista que colocaba el parquet. La discusión había llegado al punto de la furia y los hombres iban a arreglar sus diferencias a trompadas. Hasta que el parquetista lo insulto en ruso y Klepka le contesto con otro insulto similar también en idioma ruso. -Irene me había contado que Jerome había aprendido ruso porque su padre lo hablaba como segundo idioma; ya en su adolescencia había decidido estudiarlo bien para leer a Gorki en su idioma madre.-
La cosa es que el conocimiento común de un idioma y de cultura eslava los amigó. El contratista y el arquitecto comenzaron a cantar juntos canciones tradicionales. Para festejar el descubrimiento, Jerome fue hasta su auto, trajo una botella de Grappa Chizzotti y brindaron con los obreros presentes en la obra.

-Como Ud. mismo podrá observar, el parquet de pinotea ha quedado impecable. -Remató el conserje.


**

Me di cuenta durante un buen rato antes de lograr dormir en una cama desconocida que la idea de escribir sobre un hombre y su obra no es tarea sencilla -al menos con Klepka- . Una segunda idea que había tenido durante el viaje en tren estaba en cuestión, ¿Podría escribir algo más que una crónica sobre lo visto en Corbett? No quería -como muchas otras veces- plantearme objetivos demasiados alejados, tenía certeza sobre las limitaciones de mi escritura. Sin respuesta, lo mejor fue dormirme y esperar que el día siguiente aclarara con su luz las cosas.

Desayune mirando al verde del parque un cielo amplio y celeste hasta el horizonte. El día se mostraba como una promesa esplendida. Como muchas otras veces sentía incomodidad con la soledad. Casi siempre mi trabajo me llevaba a llegar y permanecer solo en diferentes hoteles, la soledad me convertía en un observador o en un cazador de imágenes más precisamente. Me llamó la atención la leyenda impresa en la remera que del hombre de la cabeza afeitada. Tenía menos de cuarenta años, un cuerpo trabajado en horas de gimnasio. Parecía estar en gira de negocios desayunando con socios o clientes. La remera decía en letra enorme: "Y si la mujer del prójimo me desea a mí".

**

No quise distraerme más. Llevaba en mi bolso un par de cuadernos donde Jerome Klepka describía el origen de las obras que iba a ver ni bien me animara a salir al afuera del hotel.

En el pequeño parque lindero al que miran los ventanales del comedor esta el monumento a Edward J. Corbett. Es una escultura de hierro negro. Teriántropos en lucha: Cuerpo humano con cabeza de Tigre. Arriba de la cabeza lleva el sombrero clásico que hemos visto en las películas llevar a los cazadores. Esa figura lucha con una enorme víbora que se enrosca por su cuerpo desde su pie izquierdo. La serpiente termina en una cabeza humana que mantenía colmillos y lengua de serpiente.

La estatua tiene el subtítulo de "Metamorfosis". Se lee en su enorme base de cemento la inscripción de autoría: JEROME RICARDO KLEPKA. ESTATUARIO. ARQUITECTO. CLONADOR PAISAJISTA.


En el cuaderno dice -textual- : "Metamorfosis". Fue con la infección del colmillo izquierdo. Tenía la mitad del rostro con aspecto felino. Sentía que la fiebre era una enorme serpiente que se enroscaba. Deliraba. Lo más lógico es que la serpiente tuviera en su rostro el aspecto de la serpiente a la que llamamos, afiebrados de autoengaño, "ser humano".



Alejándose de la estación y el hotel hacia el norte esta la entrada al Parque Natural, situado en las tierras de la antigua estancia de los Corbett. Allí quedaron al aire libre las obras de arte de Klepka. La primera obra que pude observar se titula: "El rollo del tiempo".

Escribe: "Después de la salud, el tiempo es lo más valioso que posee una persona. (...) Pensé en las manos de mi padre, en los objetos que había dejado abandonados en el galpón de la casa. Había dos lavarropas oxidados, una heladera Siam. Los alambres que sostenían la antigua parra habían quedado formando un rollo, una nebulosa galaxia que ya no podría volver a extenderse. Fue mi hijo quien lo bautizó como rollo del tiempo"

Me gusto mucho la obra dedicada a Kurt Vonnegut. "Insectos atrapados en ámbar" Son piedras traslucidas apiladas como un muro adentro hay cuerpos de insectos con cabeza humana. Arriba del muro desfila un soldado con un uniforme alemán de la segunda guerra.

Jerome anotó: están mi padre y mi tío en la guerra, nunca saldrán del todo. En el oído les quedara el zumbido de los proyectiles que reventaban el tímpano. Por instantes puedo volver a ver los ojos vivaces de mi padre cuando recordaba la noche iluminada por los proyectiles en la batalla de Montecassino.


**


Cuando retorné del parque estaba bastante cansado, era de noche, había comido algo en un pequeño restaurante ubicado en la antigua residencia del comisionado inglés. Volví a la habitación, me bañe con una ducha que no logre regular bien, con el agua casi fría afloje el cansancio y me dispuse a dormir. La cercanía al campo convertía al hotel en un espacio de resonancia de lo lejano y lo inmediato a la vez. En la habitación contigua –que daba a la cabecera de mi cama- una pareja había comenzado a hacer el amor. Se escuchaba como la mujer jadeaba. Mi primera idea no fue nada romántica: este Jerome, ha sido un gran artista, pero como puede ser que haya construido estas paredes con paneles de yeso que no aíslan nada.

Desde el campo empezó a ganar espacio un tren acercándose con el inconfundible sonido de las vaporeras. ¿Será una North British o una Vulcan Iron Works?
Por momentos la furia del vapor de la locomotora se mezclaba con los jadeos de la pareja.

En cualquier lugar una locomotora atraviesa la noche. Otra mujer se enciende, hecha vapor, jadea. Hay viajes que crean la vida y otros que la llevan desde un sitio a otro. Antes de conciliar con el sueño se imponía una y otra vez una frase que había leído en mi recorrida. Pensé en lo apropiado que era el título de aquella obra de Klepka: "Lo erótico es la vida".


*De Eduardo Francisco Coiro.






***
Próxima estación para escribir por Ferrocarril Provincial:

ÁLVAREZ DE TOLEDO

POLVAREDAS.  JUAN ATUCHA.   JUAN TRONCONI.    CARLOS BEGUERIE.
FUNKE.   LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.   LOMA VERDE.
 ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.   GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO.   ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.
 D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.  LISANDRO OLMOS.  INGENIERO VILLANUEVA.
ARANA. GOBERNADOR GARCIA.  LA PLATA.


***
Próxima estación para escribir por Ferrocarril Midland:

ENRIQUE FYNN.

PLOMER.   KM. 55.   ELÍAS ROMERO.  KM. 38.
MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.
LIBERTAD.  MERLO GÓMEZ.   RAFAEL CASTILLO.
ISIDRO CASANOVA.  JUSTO VILLEGAS.  JOSÉ INGENIEROS.
MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.  ALDO BONZI.
KM 12.  LA SALADA.  INGENIERO BUDGE.
 VILLA FIORITO. VILLA CARAZA.  VILLA DIAMANTE.
 PUENTE ALSINA.  INTERCAMBIO MIDLAND.


InventivaSocial
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