martes, febrero 14, 2017

LOS SUEÑOS DE AGUA CON AGUA…


*Foto: Mary Pickford Circa 1920 by Alfred Cheney Johnston







La gracia*



A veces, muy raramente, un encuentro nos conmueve
de una forma que no puede ser atenuada por el pensamiento
o el lenguaje. Es que trae una memoria
de lo que fue íntimamente conocido y deseado, pero ha sido
desplazado a un lugar inalcanzable, de donde no sabría volver
a menos que una persona -entre todas- lo llamara. Somos
criaturas tímidas que no han hallado, en respuesta
a su curiosidad, a su pasión por todas las cosas, más que daño
o rechazo. Como animales que han luchado demasiado por su vida,
no sabemos qué hacer con la alegría, y si llega,
seguimos huyendo para salvarnos. Si lográramos vencer el terror,
si nos quedáramos, podríamos recuperar algo
perdido hace tiempo. La dicha más plena es una dicha física
y debería producirse sólo una vez,
antes de que conozcamos las palabras. Su regreso es siempre
un instante de gracia que nos devuelve el amor con que un día
la materialidad del mundo nos ha tocado.


*De Claudia Masin.









LOS SUEÑOS DE AGUA CON AGUA…










*


Que la última hormiga del planeta transporte la última hoja
hasta llegar al último montículo de tierra
nosotros
antes de la implosión
uterinos seres del planeta tierra
blastocitos y después
de la belleza del cuerpo
camino de animales astronómicos
una constelación
y vos
parado en el último planeta
a punto de saltar hacia otra galaxia
y yo orbitando
por el universo oscuro hasta alcanzar
pupilas de animal diminuto
profundidad de ojos libélula
vos
que ves mi mirada impregnada de luces de noche
y el pelo desastre feliz
por mi modo de caminar y de hablar
de reír y de hacerlo juntos
me ves increíble decís
pero yo me siento
caracol deshabitada
sin lugar entre los animales del camino astronómico
que tengo que abrir la cajita de insectos encantadores
para recordar
recordarme
los filamentos plateados
la iridiscencia de pelitos
caricias en la cara
alas rozándome los hombros
ojito insecto mirándome de frente.
Avanza
mi eclipse
siento que sos
mi sueño
libélula azul
arco del sol
movimiento aparente de estrella
y yo quieta.
Quizá pueda
recobrar la noche
lo que es de la noche
qué será de mí cuando
el sol haya finalizado su arco
mañana
por dónde saldrá
y otro intento
de ser yo quien
salga a volar
pienso entonces
en el planeta errante
habitado por mis días
y un final
de tarde con marea viva
arrancándome los sueños de agua con agua
y yo recostada en la arena
y las alas chiquitas
mojadas
al aire.


*De Lorena Suez. lorenarsuez@gmail.com


 -Lorena Suez es Lic. en Ciencias de la Comunicación y Psicóloga Social. Participa en los talleres de Siempre de Viaje y en los eventos de Viajera Editorial desde el año 2012. Forma parte de la Antología compilada por Virginia Janza, Tetas. Historias de Pecho,  con su relato “Desde el Mandarino” (Textos Intrusos 2015).
-Publicó recientemente  Intemperie.  Por Viajera Editorial. -2016-











Mujer en el Balcón*



Asomándose a la ventana, hacia la izquierda, más allá de cables y ramas, el hombre alcanza a divisar el balcón de una vieja construcción de tres pisos, tal vez un hotel de cuarta categoría, tal vez una pensión. En el balcón hay macetas y ropa tendida. A veces, a través de la puerta que da al interior, en la penumbra de la habitación, se adivina el temblor de una llama: un calentador, la hornalla de una cocina. Todos los días, hacia el atardecer, aproximadamente a la misma hora, en el balcón aparece una muchacha embarazada. Mira el cielo y la ciudad como si acabara de descubrirlos. Es muy flaca, morena, de cara aindiada. Debe andar por los nueve meses de embarazo y se desplaza trabajosamente de un lado al otro, lenta, cuidadosa, la espalda echada hacia atrás, contrarrestando el peso de su gran panza. Recorre el balcón de un extremo al otro igual que si estuviera inventariando una vasta propiedad. Con la mano derecha roza la ropa tendida, las plantas de las macetas, el parapeto del balcón. Esta ceremonia, este reconocimiento o saludo diarios, le llevan largos minutos. Después la muchacha desaparece en la habitación y regresa arrastrando una silla. Entonces se sienta. El hombre sabe que ya no se moverá y permanecerá ahí, la vista fija, las manos abandonadas sobre el regazo, hasta que se haya hecho de noche. En algún momento comenzará a hablar sola. Al hombre le gusta imaginarse el largo discurso de la muchacha. Le pone palabras, inflexiones, fantasías, proyectos. Deja la ventana y vuelve a sus cosas. De tanto en tanto se acuerda, se asoma y comprueba que ella sigue allá, hablando y hablando. Es placentero espiarla discurrir con el aire. Es como usurpar un secreto, como cometer un robo. Alrededor, la ciudad hierve de calor, de motores y bocinas. La muchacha habla. A veces, una de sus manos vence la inercia, se eleva y dibuja en el aire un gesto breve y definitorio. Se iluminan algunas ventanas. La calle se tranquiliza. Ella sigue sentada en la oscuridad. Seguramente hablando. Por fin alguien llega: el compañero de la muchacha embarazada. Se saludan, entran, encienden la luz. Eso es todo. Esa es la historia de cada día.Esta tarde ocurre algo. Desde un techo, desde una rama, aleteando torpemente, cae un pájaro y aterriza en el balcón. El hombre piensa que se trata de un pichón en su primer intento de vuelo. Después se dice que quizá no sea época de pichones. Lo cierto es que ahora en el balcón se encuentran la muchacha embarazada y el pájaro que acaba de caer. Igualmente asombrados, igualmente torpes. La muchacha levanta el pájaro, desaparece y vuelve con un vaso de agua y un pan. Se sienta. Mete un dedo en el agua y colocándolo sobre el pájaro intenta dejarle caer algunas gotas en el pico. Después le ofrece migas de pan. Finalmente apoya el pájaro sobre su vientre prominente y maduro, y lo acaricia. Y comienza a hablar. El hombre, desde su ventana permanece atento. Comienza a oscurecer. La figura se desdibuja y es como si llegara de otras épocas, de días lejanos en el pasado, de días por venir: una muchacha intemporal acariciando un pichón de pájaro o un pájaro herido o un pájaro distraído. Hay rubores en el aire cálido de la ciudad. A la memoria del hombre que espía acuden, sin buscarlos, los versos de viejo poeta peninsular (a los que, hace muchos años, el trovador oriental Taco Muñoz le pusiera música). Los recita mentalmente mientras observa el pausado y mecánico movimiento de la mano de la muchacha que acaricia el pájaro: “La dulzura/ el aire duro de esta nueva primavera/ tu presencia que ronda mi vida como un soplo/ ahora que en vos/ inocente/ inexorable como el destino de los mundos/ alienta subterránea/ la vida”. La última luz del día envuelve el balcón, luz lenta, dulce, silenciosa, luz que indudablemente conoce su camino, luz todavía suficiente para revelar y homenajear, luz que busca a la muchacha, la acaricia y la viste con el ropaje más adecuado. Y pasan los minutos. Y se hace noche. Y después llega el compañero de la mujer que espera un hijo y habla sola.


-De “Gente del Bajo”


 *De Antonio Dal Masetto.
(Intra, 14 de febrero de 1938 - Buenos Aires, 2 de noviembre de 2015)












23.*


Agua y piedra pueden ser la combinación perfecta. El alma del río está guardada allí, entre las dos. Donde el sonido de una sobre otra invade todo y se lleva las voces de quienes amamos.



*De Valeria Cervero. valecervero@hotmail.com











No me viste venir*



No me viste venir
ahora decís que sí, ahora después
del rayo que cayó en tu cabeza y te iluminó
por completo
No me viste venir porque llegué antes
antes del resplandor, antes del estruendo, antes del agua
llegué mucho antes y me divertí observándote
estabas desganado
esperabas algo no sabías qué
andabas atrapado en tu cuerpo
puro humano desconocido, pura idea incompleta
te vi excavando el suelo con tus pies
en el mismo lugar
de un lado a otro
en el mismo lugar
me divertí no por esto
(esto me dolía en el plexo solar, me nublaba la boca)
me divertí porque era necesario
por lo invisible que se activaría ni bien te tocara
degusté
el momento ínfimo antes del cambio
radical en vos
en el cielo que estalla, se parte y hace agua
te miré
casi hundirte, atravesar la madera,
rumiar oraciones inconclusas, devastantes
te vi vaciarte de sentido y ya
no pude más
No me viste venir pero sentiste
mi roce
los pelitos de tu brazo
erizados
un escalofrío delicioso recorrió tu espalda
la electricidad te invadió
"Parece que se larga", decían preocupados a tu alrededor
"Cerrá estas ventanas, trabá la puerta" pero vos ocupado
en nacer otra vez
los músculos trabados, la sangre correntosa, el corazón veloz, la lengua humectada
remolino de voces y pasos a tu alrededor pero vos
salías del pozo, te estirabas
olías agua
olías luz
caminaste seguro, trabaste postigos, puerta de entrada, pero vos
quedaste del otro lado
la casa afuera
vos adentro de vos
a la intemperie
conmigo.


Te mojé por completo, te reías como un niño en carnaval
cortinas y cortinas de agua, agua fresca
tormenta clara, impetuosa de verano
era una fiesta el cielo
en el anochecer amoratado se amancebaban los colores
acuarelaban las primeras estrellas o eran tus ojos
de pronto tan negros como si te hubieras robado la noche
rayos
resplandores titilaban esa túnica tornasolada y luego
explosión
o era el percutir de tu corazón amplificado
el fuego de dónde salía
destellante
el agua alumbrando un verdor nuevo
brotes tiernos, frescos
tanto perfume ebrio de verde
manzanilla que destila pizcas dulces
hierba salvaje, crecida, envolvente
lluvia de hojas desprendidas que se mueven enloquecidas en el aire
ese vendaval que arrastró tu ropa como vendas
en carne viva quedaste, vivísima, sensacionada por entero
y te reías
pude oírte aún entre tanto artificio de agua
te reías y abrías la boca
te dejabas mojar por dentro
te volvías poco a poco
transparente
y en lo invisible me veías como si fuera un sueño o una pintura abstracta animada
hicimos que nuestras manos coincidieran
el espacio estaba roto
la rendija abierta
no me viste venir
pero me tomaste en la tormenta
en la tempestad del verano vertido en agua.


Silencio
quietud
bajo la pátina brillante de la lluvia pasada
todo parece
inmóvil.


Eso que arde
nosotros.



*De Karina Macció.

karina@siempredeviaje.com.ar


- Km. 2017 -












CADA PRIMERA VEZ*




Me resigno a que sea ésta la última vez en que el milagro se de, en que la maravilla acontezca. Buscaré tus ojos, y será tu mirada, será la primera vez en que sea mirada, será la constatación de la correspondencia, y tu voz dirá las palabras, y tus manos me acariciarán con la perfecta seguridad del deseo. Todo lo guardaré como acto inicial, como justificación de mi existencia. Me buscaré en tu cuerpo, me encontraré en vos completa y feliz, imagen minúscula de camafeo, miniatura atesorada de mi reflejo en tus ojos.
Seremos felices recontando para el otro los saldos de nuestras vidas, evocando niñeces y sucesos olvidados. Te hablaré de aquella vez que, y de aquella otra en que, y me escucharás ávidamente, agradeciendo mi confidencia.
La vida en común será la exploración de una selva virgen, entre los dos cortaremos las lianas que cierren los caminos, desmontaremos el lugar de la edificación de nuestro hogar. Levantaremos paredes contra la intemperie, crearemos bromas y palabras sólo para nosotros, nos asiremos con un lenguaje compartido y prescindiremos de las explicaciones.
En lo cotidiano llegará la dulzura del abrazo, la confortable costumbre del cuerpo recién descubierto y casi ajeno pero milagrosamente próximo. Dibujaré mis brazos en torno a tu figura, serán mis brazos nuevos.
Después la costumbre será costumbre. Ya no estaré en tus ojos, será el fastidio de oir otra vez la misma conocida historia, la broma repetida que ya no causa gracia.
Después vendrá la inútil repetición, la furiosa búsqueda de lo que fue y no puede volver. Noche tras noche agotaremos las ansias de aprehender la felicidad, retorceremos la cuerda, mentiremos instantes que no son el instante, pero fingiremos creer que creemos.
Cuando ya no sea posible, cuando el engaño sea tan evidente que las repeticiones se vuelvan vergüenza y traición, será el momento de encontrar de nuevo la mirada la caricia el completo ser en otros ojos, otras manos, otra voz.



*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com












Los espejos se apagan...*



...consumen instantes que ya fueron.

Ante el hecho irrefutable
se me aturden los ojos de mirar presentes
deseados
                             que no son.


Entonces
huye de mi pecho un color despavorido.
Sopla el viento su flauta de sal
- igual a hoy-

En el transcurso de cada día
justo en la hora del ocaso y la soledad

es
cuando
dejo
de
pertenecerme

salgo de los espejos...

y los recuerdos me dividen.



*De Miryam Colombotto Seia. miryamseia@cablenet.com.ar














Lumumba*




*Por Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar



Seguramente en aquellos años los tiempos avanzaran más lentos.

Era el año 1960 y el mundo asistía, impávido, a un desatinado desafío: un joven abogado negro de 30 años en el Congo Belga, Patrice Lumumba, de él escribo, había logrado la increíble hazaña de que hombres y mujeres de su raza votaran por primera vez en elecciones libres, y que además las ganaran. Los belgas, que nada tienen que envidiar en ferocidad a otros imperialistas, aceptaron en principio el veredicto popular. Había nacido la República Democrática del Congo. Pero el mismo día de la asunción del nuevo gobierno, empezaron los problemas. Kasabuvu, el presidente que asumía llevando a Lumumba como primer ministro, dirigió un discurso al Parlamento consensuado con los belgas que no movieron sus ejércitos, donde agradecía la posibilidad de que los que nunca habían votado lo hicieran.

Lumumba, que por protocolo no debía hablar, cuando el presidente terminó, se levantó de su asiento y dio una encendida arenga y remarcó que ellos, los negros, nada le debían a nadie, porque se lo habían ganado con los mártires que quedaron en el camino y esa sangre no se negociaba. Y allí mismo selló su destino.

Este joven, brillante abogado, pertenecía al movimiento panafricano y era un gran lector del psicoanalista y escritor caribeño Frantz Fanon, quien escribió un libro titulado Los condenados de la tierra, biblia de aquella generación y también de la mía. Lumumba había fundado el Movimiento Nacionalista Congoleño, como llamaba a su partido.

Fieles a las simplificaciones de la Guerra Fría, el mundo empresario y político lo encasilló como mefistofélico (que se le nota en los ojos, decían los diarios) y lo tildaron de comunista. Él insistía en que era un nacionalista que luchaba por imponer una política más justa en su país. Para probarlo, apenas elegido viajó a Estados Unidos en busca de ayuda: ni siquiera lo atendieron. Mientras, hicieron el movimiento típico, el poder belga, que conservaba el control absoluto del ejército, uno de los más siniestros de todos los tiempos, "otorgó" la independencia a dos provincias que no respondían al gobierno de Lumumba. Entonces, hizo una visita a la Unión Soviética.

Todo esto sucedía cuando yo tenía 14 años, asombrado sobre la parsimonia y la paz bucólica de mi pueblo. Curiosamente, me viene a la memoria esta experiencia. Yo era el único que defendía al joven abogado en mi pueblo.

En ese tiempo, ayudaba en la sodería del inefable Mono Boccolini que noviaba con mi prima Gladys, luego su esposa y madre de sus hijos. Yo lo quería tanto que para mí siempre fue mi primo, así lo recuerdo. El verano se extendía como un saurio entredormido y nosotros no dábamos abasto ante tanta demanda.

El fenómeno Lumumba atravesaba todas las conversaciones y discusiones políticas donde yo atrevidamente "metía la cuchara", como me advertían los mayores. Y cuando entrábamos a un bar a dejar soda, donde solo había muchos hombres no haciendo nada, mi primo advertía en tono de broma: "ojo, que aquí traigo a Lumumba". Y allí iba yo con mi módica fama de contestatario y ya jugado en lo que admiraba en un hombre: el abogado congoleño había estado preso por defender sus ideas y eso me parecía fascinante. Aunque yo ya leía libros, apenas serían las novelas de Salgari y de Verne, y mis convicciones partirían tal vez de las charlas con mi padre quien se refería irónicamente a Estados Unidos como "el país de la democracia".

La fábrica de soda estaba en la vereda del colegio secundario y del Club Social, a veces yo me quedaba a llenar sifones y mi primo hacía el reparto. Una de mis funciones era levantar el pedido del club.

Una mañana entré y el conserje, un buen tipo llamado Trentini, me saludó jocoso.

--¿Qué hacés, Lumumba? -me dijo.

--Venía a ver cuántos sifones necesita hoy -y mientras él se escurría bajo el mostrador para contar los vacíos, yo vi el diario abierto sobre una mesa circular que se usaba para jugar a los naipes.

Había en primera plana una gran foto de Lumumba y escrito el título catástrofe: mataron a Lumumba. Y en un costado de la foto, en un borde blanco y visible, una mano anónima había dibujado un gran cuchillo dirigido a la foto y la frase macabra: "Al fin muerto".

Muchas veces pensé qué mente llena de odio racista pudo ser capaz de tal felonía. Eso que yo viví en el Club Social de mi pueblo, por desgracia, no ha desaparecido. Y de vez en cuando revive retorciéndose como una víbora en el aire y se cierne siniestro sobre todos nosotros.














*



Amor; exiliada de tu estación

me doy cuenta

que hay en mi costado

un vacío

que duele.



*De Miryam Colombotto de Seia. miryamseia@cablenet.com.ar










*


Todo brilla en el mundo mientras se pierde el significado en la misma medida en que crece el resplandor.


*De Liliana Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com







InvenTREN








LA REPARACIÓN*



He soñado una y otra vez en tantos años con el tren que debía tomar y no tome a mediados de 1978.
No tenía un buen minuto. Hacía una semana que me habían liberado de un campo de concentración de la dictadura. Caminaba aterrado de que me volvieran a meter adentro.
Sabía de memoria que tenía que tomar el tren en La Plata y el nombre de la estación en la que debía bajar. En un bollo de papel tenía la dirección de la casa de los viejos de Eleonora. No tenía un buen minuto, si me paraban en la estación los milicos solo por la cara de miedo o preguntaban porque iba a ir a un lugar en medio del campo llamado Álvarez de Toledo no sabía ni que decirles. Mi casi novia esta secuestrada y voy a avisarles a los padres que sigue adentro en tal campo no era muy acorde a la época.
Sólo tenía decidido tirar el bollo de papel si veía tipos de uniformes pidiendo documentos, el resto era la mente en blanco o peor aún: llevar las imágenes y el olor de la mazmorra que seguía impregnado en mi cuerpo.
Pero no fui. Apenas vi el edificio de la terminal del Provincial con un Falcón verde estacionado pegue la vuelta. Me quede en casa encerrado durante meses. Como un buen niño de casi 18 años obedecí el ruego de mis padres de estar bajo su mirada protectora.
Después pasó la universidad; la beca para irme a Estados Unidos. Allá estoy. Establecido en Bonita un pequeño pueblo de California y con un buen trabajo.
Supe años más adelante que Eleonora estaba viva, que había egresado de su carrera. También se había ido del país. Trabajaba para un organismo internacional para un programa para el rescate y protección del orangután en Tailandia.

Pero es como si el tiempo no hubiera pasado. Es Eleonora y su rostro de niña riéndose de cualquier pavada incluso de mis chistes malos.
Un día, -de la nada- me dijo: -vos sos pasto para las histéricas.
No hubo otra explicación de ella ni preguntas de mi parte -solo un pequeño silencio- luego seguimos leyendo el texto de Pitirim Sorokin cuyo nombre y apellido nos generaba risueños malentendidos.
Pero lo de "pasto para las histéricas" quedo inamovible, tantas otras cosas fueron a parar al abismo o al olvido, pero aquella frase no. Como un gran enigma sin solución o una profecía que se corroboro con los años en mi propia vida.
Una vez, ya instalado en el centro de investigación y desarrollo genético, propuse la idea de modificar el pasto para lograr una leche vacuna con propiedades para cambiar o suavizar la histeria tanto de hombres como de mujeres.
Mis colegas se rieron largamente, estaban acostumbrados a mis chistes, ni consideraron la posibilidad de que sea un delirio.
-No hay conexión entre perfiles genéticos e histeria.
Además con tantos desafíos por delante quien iba a respaldar que se incluyera un tema como la histeria que parece bien claro de la psicología.

Sin embargo cada tanto y contra casi toda la evidencia disponible vuelvo a insistir con trabajar esa línea. Por esa fe que me quedo en Eleonora a quien le otorgo una lucidez maravillosa o porque creo en las ocurrencias imaginativas y delirantes como fuente de inspiración del conocimiento científico.

Ahora voy a intentar reparar esa parte de mi historia que sigue clavada como una astilla de dolorosa culpa en mi cuerpo. Y verla a Eleonora, dando una charla sobre su experiencia en la preservación del orangután. Sucederá en la ciudad cabecera cercana a su pueblo natal.
Tengo una disculpa para darle y -si puedo- le preguntare por lo de "pasto para las histéricas".
Ya saque el ticket, el tren sale en 30 minutos de la terminal del Provincial en La Plata con el curioso nombre de "El amante ingenuo y sentimental"



*De Eduardo Francisco Coiro. inventivasocial@hotmail.com



***
Próxima estación para escribir por Ferrocarril Midland:

ENRIQUE FYNN.

PLOMER.   KM. 55.   ELÍAS ROMERO.  KM. 38.  MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.
LIBERTAD.  MERLO GÓMEZ.   RAFAEL CASTILLO. ISIDRO CASANOVA.  JUSTO VILLEGAS.  JOSÉ INGENIEROS.
MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.  ALDO BONZI.   KM 12.  LA SALADA.  INGENIERO BUDGE.
 VILLA FIORITO. VILLA CARAZA.  VILLA DIAMANTE.
 PUENTE ALSINA.  INTERCAMBIO MIDLAND.


***

Próxima estación para escribir por Ferrocarril Provincial:

POLVAREDAS. 

JUAN ATUCHA.   JUAN TRONCONI.    CARLOS BEGUERIE.  FUNKE.   LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.   LOMA VERDE.  ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.  
GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY. GOBERNADOR OBLIGADO.   ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.
 D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY. ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.  LISANDRO OLMOS.  INGENIERO VILLANUEVA.
ARANA. GOBERNADOR GARCIA.  LA PLATA.



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