*Obra de Mabel
Beninati.
Para Ana María
Broglio*
Hasta siempre
mi querida amiga del alma, Ana de los pájaros, del mar de tu ciudad, con sus
grises y azules, sus flores adornando tu camino de poesías, mi bella Ana por
donde estarás volando, en qué cielos de tu transparente alma se pintará tu
rostro... mis lágrimas hoy pintan tus recuerdos, mis colores eternamente
pintarán tu cielo, te quiero amiga, quizás nos volveremos a encontrar a la
vuelta de una página, en donde los pájaros escriban sobre las letras de tu
esencia...
*De Mabel
Beninati.
(Ana María
Broglio falleció el 21 de diciembre)
El viejo de los
barcos*
Cuando ya todos
nos habíamos olvidado de doblar papel, apareció el viejo. Se sentó a un costado
del universo y comenzó a plegar barcos. Los fue largando, uno a uno, para que
naveguen por las estrellas y nos recuerden la niñez.
*De Ana
María Broglio.
Dolores-Villa
Gesell
LA SIEMPRE ETERNIDAD...
-In memoriam de Ana María Broglio.
PROYECTO EGON*
El equilibrio
perfecto entre la orientación de los paneles de luz solar y el fluido de las
cañerías hidropónicas, hacían que las flores de coloridas, estuvieran en su
máximo esplendor. Un aroma inconfundiblemente fresco, invadía los rincones de
la sala de trabajo
La ciencia
había avanzado. Resuelto el misterio de Dios, ya no había necesidad de ser
bueno, por algún motivo sobrenatural sino por uno mismo y para soportar mejor
la convivencia con los demás humanos o con los otros habitantes del universo.
Sin embargo, la
ciudad no se adaptaba a los nuevos tiempos y se había convertido en un nido de
crímenes y de robos incontenible. La oportuna intervención del proyecto “Ciudad
Segura” que había sido gestado y experimentado, se perfilaba con franco éxito.
Stephen Egon, su genetista e ideólogo, comenzaba a disfrutar del incipiente
prestigio, sobradamente ganado.
Había diseñado
un plan biológico, donde se dotaba de inteligencia a las especies vegetales que
engalanaban las amplias terrazas, también inteligentes. Las mismas rodeaban el
punto de observación y experimentación y contribuían a los resultados
favorables.
Por medio de
complejísimas manipulaciones genéticas, se había conseguido que plantas
carnívoras, fueran capaces de detectar en cuestión de segundos, a cualquiera
que se aventurase, en una edificación privada o pública, con intención de robo
o asesinato. Las exuberantes y novedosas combinaciones químicas, llevadas a
cabo en el laboratorio más, la inclusión de nuevos nutrientes en las cañerías
hidropónicas, que regaban los canteros de turba donde crecían los caprichosos vegetales,
habían logrado convertir sus ya extrañas formas y sus estrategias de pillar
insectos, en eficientes detectores, para distinguir y atrapar a los rebeldes
sociales.
El concepto de
unir la infraestructura física a la tecnología, para anticiparse e influenciar
sobre la situación criminal, previniéndola y así reducir su actuar, había
fracasado, incluso con muchos policías de más. La tasa de crímenes en la
ciudad, crecía en un treinta por ciento, a pesar de la mezcla de aplicaciones
predictivas, sensores de vigilancia y automatización. Cámaras que podían ubicar
una imagen sospechosa, ordenadores que la analizaban y transmitían en segundos,
al pensamiento tecnificado, las señales con coordenadas de posicionamiento. A
pesar de ello, la probabilidad de evitar robos o salvar vidas no disminuía lo
suficiente.
Como parte de
la acción de concretar ciudades futuristas eficientes, se estaba presenciando
un parcial pero inaceptable fracaso tecnológico. Finalmente, el Proyecto Egon,
basado exclusivamente en el desarrollo de la capacidad vegetal, de detectar el
aroma que despiden las hormonas del delincuente, en el momento del acto
delictivo, parecía estar a la altura de los avanzados planes, tendientes a
incluir material de la más sofisticada tecnología.
Se acercaba la
fecha de la presentación en sociedad del novedoso diseño.
Egon y su
equipo no habían descuidado ningún detalle. Se trataba de un simple repaso
final antes de ser evaluados por el mundo. En toda la extensión de la palabra,
para que el proyecto funcionase, sólo se necesitaba un pequeño jardín,
estratégicamente ubicado en cada hogar o espacio comunitario, sembrado de
carnívoras, manipuladas genéticamente.
- La ciudades
del futuro son un floreciente negocio- reflexionó el satisfecho Egon, sabiendo
de las ganancias que obtendría por sus experimentos.
Vio sobre el
fondo del cielo azul, aproximarse el pequeño móvil volador de su esposa que,
como todos los días, luego de dejar a los niños en el moderno establecimiento
espacial donde estudiaban, aterrizaba en la explanada del balcón terraza, para
compartir el café de rutina, admirando las numerosas especies que integraban el
vivero del laboratorio.
El matrimonio
seguía tan enamorado como el primer día.
Se acercaba el
cumpleaños de Egon y los preparativos serían especialmente originales dado el
acrecentamiento económico en que había entrado la familia más, el
agradecimiento que le debía el personal bajo su dirección, por la generosidad
con que el jefe, había sabido compartir el éxito.
Se abrazaron y
besaron con alegría y Egon la llevó de la mano, ubicándola en el sillón frente
al soleado ventanal.
Marcia sirvió
café mientras le comentaba entusiasta sobre los planes acerca de la fiesta:
Le fue difícil
no sonreír al observar la costumbre de su esposa, de comer solamente, las
aceitunas que adornaban los emparedados.
-Vas a tomar el
color de las olivas si sigues comiéndolas de ese modo, no dejas ninguna para
mí- le reprendió tiernamente Egon, antes de continuar diciendo:
-queda en tus
manos, tesoro. Sabes que las fiestas no son mi fuerte y mucho menos cuando son
para homenajearme-
-Stef, cariño,
esta es la oportunidad en que deberías estar más entusiasmado por tus festejos
cumpleañeros. Mandatarios de estado, la comunidad científica, el laboratorio en
pleno, la prensa, tus hijos, toda tu familia merecen que estés feliz, por este
reconocimiento al trabajo y al amor que nos brindas cada día.
-Bien. Sólo por
daros el gusto ¿cómo piensas tú que se hará entonces? -
-Luego de
participar de la fiesta principal donde serás homenajeado por las autoridades
privadas y públicas que se haya previsto, tendremos un ágape aquí mismo, en el
laboratorio, con tus colegas y personal de maestranza-
Acaba de
informarme tu secretaria que, para el festejo público, luego de la presentación
oficial del proyecto –manifestó, dejando la taza vacía sobre la bandeja del
café- se han contratado instalaciones especiales con servicio incluido y ya
sabes, para el privado, organizaremos una reunión informal. He acordado el
mismo catering que adquirimos para nuestras celebraciones familiares.
La fiesta más
importante la tendremos tú, nuestros hijos y yo, durante el crucero sorpresa
que te he preparado pero de eso hablaremos después.
La acompañó
hasta el jardín – plataforma, cortó una bella flor rosada y colocándosela en el
cabello, abrazó nuevamente a su esposa. Abrió la portezuela del móvil y volvió
a besarle la frente, antes de que ella emprendiera vuelo hacia el hogar y él
regresara a sus interesantes experimentos.
Había sido un
año agotador, no le vendría mal el período de descanso que se habría ganado
luego de los festejos en su honor.
Durante la
presentación oficial del proyecto, Egon estuvo brillante. El mundo científico
había aplaudido de pie. La exposición le había surgido con naturalidad y había
sido comprendido con amplitud, a pesar de las dificultades propias de un sector
del público, neófito en cuestiones científicas.
Su esposa lucía
más bella que nunca. Resaltaba su tipo oriental, los ojos rasgados, su nariz
tan fina y la piel semejante a la porcelana.
Sus caderas
pequeñas y su forma de bailar y moverse durante la fiesta. Los brazos y el
talle perfectos y sus miradas, hacían de éste, el mejor día de su vida.
¿Qué más podría
pedir un hombre para la plenitud que sus éxitos científicos, la delicia de sus
hijos y el amor de la mujer más bella del mundo?
La noche avanzó
como si transcurriese en cámara rápida. Primero los discursos, las
felicitaciones oficiales, los aplausos, la despedida. La huída al laboratorio
por la portezuela trasera del imponente salón, donde se realizó la entrevista
periodística internacional.
El festejo
privado sucedió mejor de lo programado: íntimo, cálido, familiar. Los niños de
los empleados y los suyos, se desplazaban divertidos de un lado a otro, entre
las asombrosas flores de coloridos matices.
La comida, como
siempre, exquisita y suficiente. Marcia era una gran anfitriona a pesar de que
su mirada, se cruzaba continuamente con la de Egon buscando aprobación.
Poco a poco los
niños del personal se durmieron en los sillones y sus padres, casi ebrios,
comenzaron a subirlos a los pequeños móviles voladores y a alejarse rumbo a sus
hogares.
La sala
principal del laboratorio se había convertido en un mar de botellas vacías,
platos descartables, servilletas arrugadas.
Los hijos de
Egon dormían en su salita privada y su esposa se ocupaba de prepararse para
regresarlos al hogar familiar. Egon despidió al último de sus colegas.
Agotado y
feliz, se sentó en los sillones de la terraza, a disfrutar del perfume de las
flores del jardín, del aire cálido y del incipiente amanecer.
Al momento
apareció Marcia, el precioso vestido arrugado, los pies hinchados pero
sonriente y con un Dry Martini en cada mano.
Mirándolo a los
ojos, besó a Egon en los labios y cuando él se disponía a beber, con mirada
pícara, se anticipó a robarle la aceituna que adornaba su copa.
Fue cuestión de
un instante. Un latigazo le arrancó la mano y la planta la deglutió.
La frágil
brevedad de todo*
Mesalina es la
forma femenina del nombre Mesala, sin embargo, por mis excesos –afirman - es
sinónimo de lujuria.
¿Qué saben de
mí los que me acusan?
Se han postrado
a mis pies todos los hombres imaginables, sin embargo, he amado a uno solo:
Cayo Apio Junio Silano.
En aquellos
años era una niña, casta y dócil y en nuestras largas caminatas donde no
existía, ni siquiera un roce de manos, escuchaba embelesada a mi amado, recitar
sus poemas. Cuando quise besarlo, Cayo me rechazó…lo demás es anécdota.
Mesalina…Mesalina.
No fue mi
culpa. Tuve que casarme con el cojo, sordo de nacimiento…o -en muchas
oportunidades me lo pregunté - ¿inteligente que prefería no oír? Crispaba mis
nervios. Cuantas veces, desatada mi furia, lo atacaba y descargaba sobre su
cuerpo hasta llegar al éxtasis, mis más bajos instintos sexuales y el bobo
tartamudo… se babeaba de gusto.
Cuantas veces,
a pesar del asco que me producían sus manos pegajosas y el aflautado de su voz,
admiré su inteligencia.
Tras una
conspiración ideada por el comandante de la guardia pretoriana y algunos
senadores opositores, Calígula fue asesinado el 24 de enero de 41. No existe
evidencia de que Claudio hubiese tenido complicidad, sin embargo, (afirman)
antes de que se produjera el crimen, el bobo, abandonó sospechosamente la
escena.
Fue brillante
como estudiante, como gobernante y como estratega militar y fue adorado por su
pueblo.
Entonces, ¿por
qué no pude amarlo? ¿Por qué, a pesar de su deliciosa inteligencia, de su
asombrosa cultura, de su fascinación por mí, no conseguí el embeleso que me
producían aquellas poéticas tardes con mi adorado?
En toda familia
decadente, hay alguien que se prostituye en bien de la prosperidad conjunta. Me
tocó esa perversa suerte y desde entonces, he arrastrado los males de Averna.
Por necesidades económicas, me indujeron a fingir estar enamorada del gigante
retardado, al punto de que su tío, el divino Calígula, convencido, nos alentó a
que contrajéramos enlace. Nunca me pregunté qué oscuras intenciones llevaron a
mi pariente indirecto, el emperador, a semejante persuasión ni tampoco me
importó que Claudio, hubiera pasado por fracasos matrimoniales anteriores.
El “pequeño
monstruo”, como lo llamaba su madre, era alto, delgado, encorvado y de abdomen
prominente y había cumplido sus cincuenta años cuando nos casamos. Yo solo
contaba con dieciséis y era alegre y atrevida como cualquier adolescente.
Los primeros
años de matrimonio fueron tranquilos. A pesar de su alcoholismo y de su
presencia desagradable, tuvimos dos hijos: Británico y Claudia Octavia y aún así,
mi belleza seguía floreciente y mis necesidades insatisfechas.
Muerto
Calígula, los devenires del poder llevaron a mi esposo al trono. Apenas contaba
con diecinueve años y fui nombrada emperatriz. No obstante la repulsión física
que me causaba el nuevo emperador, me deslumbraron las glorias y la
singularidad del poder y a pesar de mi juventud, tuve influencia gravitante en
las decisiones de estado.
Claudio
desconocía mis “desenfrenos”, como llamaban las cortesanas de Roma a mis bien
justificadas incursiones sexuales y seguía enamorado, igual que el primer día,
cuando lo deslumbró mi inocencia. Con tal de verme feliz, complacía de buen
ánimo, cualquiera de mis caprichos. Aún así, ¿cómo pretendían que, en mi
plenitud, pudiese ser fiel a tamaño adefesio?
Disfruté del
poder y de las infidelidades al emperador, tanto con miembros de la nobleza
como con gladiadores, soldados o actores. Fui amante de Marco Vinicio, el
esposo de Julia Livia. Solo me arrepentí de un desamor: jamás de alguno de mis
amores. Poco satisfecha, muy joven aún y más bella, enardecida por el deseo, me
convertí en Lycisca y comencé a frecuentar el barrio de Subura. Me entregué,
quisieran o no, a todos los hombres que me agradaban y sin exigir pago a
cambio, antes de que mi esposo despertara de su confiado sueño, regresaba a mi
hogar.
Estaba tan
orgullosa de mi rendimiento que me atreví a un desafío: Mientras el emperador
sofocaba una rebelión en Bretaña, competí con Escila, la prostituta de más fama
por su resistencia sexual.
Fue una orgía
magistral. Asistieron y participaron encumbrados hombres de la corte y sus
damas. Hay quien piensa que fue por temor a mis represalias pero, Escila,
soportó veinticinco accesos carnales y abatida por el agotamiento se rindió.
Sobrepasé
ampliamente la cifra. Al amanecer había disfrutado de setenta coitos y luego de
superar los doscientos, cerca del mediodía, pedí a Escila que continuara pero,
la derrotada, no tuvo más remedio que rendirse ante mis “entrañas de acero”,
como se atrevió a llamarlas.
Al regresar de
Bretaña, con la intención de que compartiéramos las mieles del éxito y de la
gloria, Claudio requirió mi presencia. Juntos hicimos la entrada triunfal a la
grandiosa Roma.
No supuse que
el emperador sospechara de mis devaneos amorosos pues, luego de los festejos,
insistió en que lo acompañara a Ostia para disfrutar de los baños y relajarse
de la reciente incursión.
Confiada en la
ingenuidad de Claudio y en cuanto lo haría sufrir si se enterase de mis
infidelidades, gozaba mucho más del sexo y encontraba mayor placer en azotar y
herir a mis amantes, parodiando que zahería al emperador.
Aduciendo
compromisos impostergables y malestares físicos, me negué a acompañarlo a la
temporada de baños.
No habría
sucedido si antes, no me hubiese empeñado en reconquistar al amor de mi vida,
al ingrato Cayo Silano.
Después de la
partida del séquito real con rumbo a Ostia, preso de adulaciones y de regalos,
atraje a mi predilecto a palacio y lo colmé de promesas.
No logré
contenerme: el trono de Roma a cambio de que se divorciara de su esposa y se
casara conmigo.
Nuestra boda
fue una bacanal. Volví a ser la adolescente que Cayo rechazara a pesar de los
ruegos y, doblegado por la ambición, en medio de una orgía descomunal, pude
tenerlo entre mis brazos e hicimos el amor. En un lecho de rosas y de uvas,
embriagada de vino y de sexo, lo cabalgué hasta quedar exhausta, frente a todos
los invitados.
Me acusaron de
bígama. Narciso, el esclavo liberto, le hizo conocer a Claudio los
acontecimientos.
Fue devastador.
El emperador regresó de inmediato a Roma. Confiada en mis habilidades de
seducción y de convencimiento, envuelta en sedas y aromas, reuní a las
vestales. Nos apuramos para recibirlo a las puertas de la ciudad, con toda la
magnificencia con que una esposa espera a un esposo. Aún así, Claudio, no
detuvo el carruaje y siguió la marcha sin siquiera mirarme.
Ya en sus
estancias de palacio, el emperador disfruta de un banquete donde el vino es el
invitado de honor. Acaba de decretar la muerte de Silano.
De regreso, en
mis habitaciones, mi madre me ha alcanzado un puñal para que yo misma me
ejecute. Por fin comprendo la frágil brevedad de todo. Prefiero salir a los
jardines a tomar el aire de la noche. Mientras camino entre las flores donde
más que de miedo lloro por amor, espero mi sentencia.
El cruce*
No hay
confines, no hay ecos, no hay sustrato
más que los dos
umbrales de la vida
no menos que la
savia contenida
en el vasto
universo y su mandato.
Provoca a la
cordura el insensato
buscando esa
razón desconocida
con que la
inmensidad viene vestida.
Si nada explica
nada en lo inmediato
lo mismo canta
el pájaro en la rama
y los ríos
descienden de los montes,
las flores dan
color de toda gama
y nosotros,
absurdos polizontes,
vamos como
perdidos en la trama
cruzando los
extensos horizontes.
EL MALDITO
BOTÓN ROJO*
Estoy frente al
ordenador. Marte sigue intrigando a los científicos terrestres. Enviaron
máquinas para que sobrevuelen la órbita y se desplacen por el planeta, en busca
de señales que comprueben si existe algún tipo de vida.
La primera vez
que nuestras naves fueron avistadas por los habitantes de la tierra, fue en
tiempos remotos. La Biblia nos menciona y existen pruebas registradas en
antiguas obras de arte. Por ejemplo, las encontradas por el científico Ruso
Vicheslav Saisev en China. Datan de hace 2000 años. Representan a un ser
extraterrestre y a una nave espacial ascendiendo. En uno de los detalles de la
pintura la "crucifixión" de Visoki Decani, se observa una nave
tripulada.
En la catedral,
Nueva de la Asunción de la Virgen, Salamanca, España, una figura esculpida en
piedra. La figura muestra a un viajero, vestido con un traje similar a los que
utilizan los habitantes de ese planeta, en las excursiones de su incipiente
carrera interestelar. Podríamos sumar innumerables ejemplos.
La noche del
tres de Junio de 1947, medida de tiempo terrestre, en las afueras de Roswell,
en Nuevo México, Estados Unidos, una unidad aviso que se encontraba efectuando
tareas de reconocimiento cayó a tierra.
Fue sometida a
meticulosas investigaciones por los círculos que entienden en el tema OVNI. No
consiguieron develar ningún detalle que hiciera, siquiera suponer, el origen de
la nave. Nació el mito de los “platos voladores”. Desde entonces, buscan probar
la vida extraterrestre. En los cielos aparecen objetos que se desplazan,
aterrizan y dejan huellas. Sucede con regularidad: descendemos a tierra y
establecemos contacto con humanos sin dejar rastros suficientes que delaten
nuestro origen.
En uno de esos
descensos succionamos hacia nuestra rutilante y compleja nave, a aquella mujer.
La adormecimos, le produjimos atonía muscular y falta de voluntad.
Cuando abrió
los ojos, se encontró en la espaciosa sala- estudio, completamente
esterilizada, desmoralizada y sin ropa. Maniatada a un plano horizontal que
modificaba posiciones y giraba suavemente, mientras varios pares de pupilas
inquisitivas la observábamos con detenimiento.
Comenzó a
balbucear la palabra ma-má, ma-má, ma-ma-ma-mamá. Sus labios azulados apenas se
movían.
-Bienvenida a
la nave- transmití, pausado y tranquilizador. La mujer temblaba. Para poder
realizar las incisiones programadas tenía, según lo requiere el protocolo, el
cuerpo aterido.
-Ha pasado a
formar parte de nuestro material de investigación pero no tema, no sufrirá.
Mientras dure el período de estudios y concluyamos las etapas de nuestra
rutina, vivirá un tiempo con nosotros y un tiempo con los suyos.
-¿Cómo podré
hacer eso? ¿Vivir un tiempo con ustedes y un tiempo con los míos?
-No se asuste,
antes de que usted comience su misión, lo solucionaremos. Cierre los ojos.
La inducción a
la falta de voluntad pudo más y la mujer dejó caer los párpados.
Luego de
abduccionarle el cerebro se procedió al reacomodamiento neuronal y a separar el
alma del cuerpo, de modo que quedara suspendida, en el túnel luminoso que media
entre su masa cerebral y los potentes focos que penden del techo del
laboratorio. A continuación, efectuamos un corte en el pecho en forma de “Y”, con
el objeto de examinar y manipular los órganos del cuello, tórax y abdomen y de
instalar adminículos inherentes al cometido.
Resuelta la
tarea, un efectivo rayo láser fundió la incisión. La volvimos a la vida y pasó
a sala de recuperación. Después de algunas horas (tiempo humano) descendió a la
superficie terrestre con la suavidad y la delicadeza, con que en el aire se
mueve una pluma.
Basada en el
temor de un inminente y peligroso conflicto, con una civilización
tecnológicamente más avanzada, la noticia de la amenaza de una infiltración
extraterrestre, evolucionó entre los humanos. Encontró su cenit, en la sospecha
de que ya estábamos, sin que se dieran cuenta, entre ellos, secuestrándoles y
utilizándolos para los más increíbles y extraordinarios experimentos.
La sonda
Mariner 4, según cuenta la medición temporal de los hombres, en 1965, tomó las
primeras fotos de Marte. Imágenes que alentaron las suposiciones sobre la
existencia de agua y vida. Durante los años 70 continuaron las incursiones en
el planeta rojo con las misiones Viking y los vehículos exploradores. Les
siguió el robot Curiosity que recoge fragmentos rocosos y los analiza en sitio.
Curiosity busca signos de habitabilidad. Su potente luz convierte piedras en
bolas de fuego y determina los elementos que las componen.
Misión exitosa,
de hecho, fue tan exacto el cálculo que, efectivamente, en el lugar donde
aterrizó hubo, alguna vez, agua a temperatura adecuada, con niveles de acidez
apropiados para la vida.
Situación que
se modificó hace unos tres mil millones de años cuando el campo magnético de
Marte se desvaneció, perdiéndose gran parte de la atmósfera.
Debajo del
polvo superficial del planeta, la sonda Mars Express, ha descubierto hielo y
encontró algo más peligroso y preocupante: metano. El metano es un hidrocarburo
sencillo, se utiliza como combustible y en la elaboración de productos
químicos. El programa europeo ExoMars lanzó en 2016 un satélite para examinar
este gas. Próximamente, un robot se enviará a nuestro planeta. Será la primera
misión que busque puntuales evidencias de vida. Nuestros espías no han
conseguido averiguar, el lugar estratégico donde aterrizará el autómata. Los
terrícolas buscan persuadirse sobre la existencia de algún tipo de sobrevivencia,
hace unos 4.000 millones de años.
Los secretos de
Marte se esconden en zonas prácticamente inaccesibles para la modesta
tecnología terráquea. Sin embargo, los veloces progresos, llevarán a unir los
fragmentos del enigma, obligándonos a preparar la aniquilación del invasor.
Quince años más
tarde de tu primer ascenso a la nave, estoy apesadumbrado. Han llegado
demasiado lejos: debo cumplir la orden. No tengo otra opción que estar aquí,
impotente frente al ordenador. Espero, minuto a minuto, que aparezca la señal
al lado de tu nombre. Manejo la certeza demoledora de que te veré por última
vez: la última antes de apretar el botón, el maldito botón rojo, que obliga a
convertir en deshechos espaciales, a tu planeta…y a ti.
La viajera*
En esa
maravilla
de que los ojos
miren
y se anhelen
las bocas.
En la grandeza
de la
insignificancia,
en la línea
sutil.
En lo no
revelado
en la
constancia del amigo,
en la palabra
que nunca nos
dijimos
habiéndolo
deseado.
En la certeza,
en la sin razón
del sentimiento.
En el ser
el verdadero
ser que se es.
En la herida
irreparable
de la ausencia.
En el
desencajado malhumor,
en las uvas
doradas,
en el leño que
arde:
navega la
viajera
la siempre
eternidad.
Reproducción
natural*
Desperté-
¿Sería por el olor insoportable a desinfectante?- Una mujer vestida de blanco
me observaba.
-¡¿Cómo se
siente hoy Marcela?!
Miré hacia mi
costado pensando que le hablaba a otra persona pero un par de cortinas,
quitaban la visión de la cama vecina.
Las pequeñas
ventanas con rejas, permitían la entrada de los cálidos rayos que reposaban
sobre la colcha impoluta que abrigaba mis piernas.
-¡Mire que es
remolona ¿eh?! Hora de almuerzo y usted con los ojitos cerrados.
-Giré la cabeza
para el lado contrario al anterior y tampoco nadie en esa cama.
-¿Va a tomar un
caldito? ¿Cómo se siente? Ahora va a venir la mucama a traerle sopa y un tazón
de gelatina.
Apenas podía
hablar. Tenía los labios secos y pegada la lengua al paladar. Tal vez las
medicinas.
-Levante el
bracito, a ver si tiene fiebre.
-¿Dónde estoy
enfermera?-
-En el
hospital.
-¡Qué hago acá,
señorita?
-Hummm, pocas
líneas pero tiene todavía - murmuró la enfermera y sin aclarar más escribió en
su planilla.
-¿Por qué la
internación, dígame?
-¿No recuerda
por qué? Inquirió molesta.
-No, señorita,
¿puede decírmelo por favor?
-Cuando venga
el doctor le pregunta. Ahora estoy apurada. Haga pis, aquí tiene la chata.
-Déme el
papagayo ¿cómo voy a usar yo una chata?
-Vamos, apúrese
que tengo que atender a otras pacientes.
Pasé la mano
por mi bajo vientre, extrañamente plano, estaba vendado y al tacto me dolía.
Algo atrajo mi
mano al sexo. A pesar del dolor y de las vendas, lo toqué…¡¿QUÉ ME HABÍAN
HECHO?!
- Apenas pude
levantar la cabeza para mirarme: intentar saltar de la cama del susto y la
impresión fue lo mismo. Atiné a gritar pero me salió un gemido que la enfermera
no escuchó, tal vez, por encontrarse a cinco camas de distancia midiéndole la
fiebre a otra internada.
-Incrédulo
volví a palpar la zona genital. Algo no está funcionando me alarmé.
-¡Quédese
quieta sino no voy a poder desatar sus piernas para que pueda bajar de la cama
cuando esté mejor! –Recriminó la enfermera cuando pasó a retirarme la chata.-¿No
tiene ganas de hacer?- Volvió a escribir en la planilla.
-Enfermera ¿qué
me pasó?
-Cuando venga
el doctor le pregunta.
-¿A qué hora
llega el médico?
-Más tarde,
tenga paciencia. Mire, ahí llegó el almuerzo. Coma, después vengo a ver cómo
sigue.
Corrigió el
goteo del suero y caminó hasta la cama siguiente.
El especialista
se acercó rodeado de otros médicos.
-¿Cómo está mi
amiga?
-Dr ¿¡Qué
sucede!? ¡¿Qué han hecho en mi sexo?!
- La anestesia
está pasando y la falta del miembro es el resultado de la operación a la que
fue sometida.
-NO ENTIENDO
¡¿PARA QUÉ HE SIDO OPERADO DE ÉSTE MODO?!
-Un
experimento.
-¿QUIÉN
AUTORIZÓ UN EXPERIMENTO SOBRE MI? ¿ME ESTOY VOLVIENDO LOCO?
-Si amiga, si
no obedece se volverá loca y es parte del tratamiento y usted no es una hombre
sino una mujer y bien femenina por lo que usted misma palpa. Ahora a callar que
el estar nerviosa perjudica la recuperación. No se preocupe, pronto su mente,
dejará por completo de extrañar el sexo anterior.
-Señorita,
aplíquele el hipnotizante y que vuelva a dormir hasta la hora de merienda.
La debilidad
impidió rebelarme y los gritos fueron acallados por el rápido efecto de la
inyección.
-En el
laboratorio, lo que sobran son masculinos- Alcancé a escuchar- Necesitamos
femeninos para que puedan reproducirse naturalmente. Todo bien, en una semana
volverá a su jaula.
El Mago del
Tiempo*
El hombre que
vivía en la alcantarilla, demoledoramente viejo y desprotegido, revolvía la
basura. Algo lo sorprendió entre los deshechos. Con el mugriento puño de su
abrigo frotó el cuadrante.
Emocionado
recordó sus años de piloto. Todavía no existían los relojes de pulsera y los
aviones no contaban con el instrumental adecuado. Mediante una correa se ataba
el reloj de bolsillo a la pierna o al brazo y gracias a su ayuda podían
efectuar los cálculos de rumbo, distancia y horas de combustible que restaban.
Lágrimas de
nostalgia le brotaron. Amorosamente siguió el trabajo. La esfera de cristal
recuperaba su brillo. De pronto se encontró en un ascensor. Subió hasta la
azotea de un enorme edificio. Lo esperaba el Mago del Tiempo, fue un encuentro
inaudito.
El Mago hizo
que le brotaron alas y voló, voló a través de los años. Volvió a ser aquel
muchacho deslumbrado atravesando nubes.
Basura
espacial*
Artemio
Poblete, viajero incansable del espacio aunque, por lo que se sabía, nunca
había salido del perímetro del Cottolengo, se preciaba de conocer de punta a
punta el Universo.
Cada mañana
pasaba la enfermera, para quitar los amasijos de caca que se le pegaban en las
nalgas durante la noche y limpiarlo de babas y de olores. Mientras la mujer le
ayudaba para que el té con leche no se derramara sobre la colcha de la cama,
Artemio le contaba de sus viajes, por fuera de la atmósfera terrestre.
La enfermera
había aprendido a escucharlo como quien oye llover y de vez en cuando, para
conformarlo, le respondía, como al pasar, con un escaso monosílabo. Atenta a
sus tareas le tomaba el pulso, la presión, le acomodaba la almohada y se
dirigía al próximo paciente y, Artemio, volvía a quedar solo hasta el horario
en que regresaban a cambiar sus pañales, a tomarle el pulso y a darle de comer.
Mientras tanto, sus pensamientos navegaban por los cuatro rincones de las
galaxias, feliz, despreocupado y divertido, como solo los niños pueden hacerlo.
"El loco
del espacio" le habían dado en llamar en el hospital.
Cuando murió,
encontraron envuelta en una vieja y mugrienta hoja de diario, restos de lo que
parecía basura espacial. Después de todo, nadie se enteraba de sus actividades
fuera del horario, en que el turno del personal del loquero, pasaba a
visitarlo.
Viaje al pasado*
Coincidiendo
con la fecha de mi cumpleaños número cincuenta, hace exactamente cincuenta
años, los científicos de la N.A.S.A. de cuya existencia ya no tengo noticias,
consiguieron hacer funcionar el diseño de la máquina en la que viajo hacia el
pasado.
Ha sido
emocionante al comenzar el viaje, tener la inmensidad del planeta a un disparo
de cámara fotográfica, a la simple distancia de, en caso de poder abrir una
ventanilla y, según parecía, poder tocarla con los dedos.
-¿Cómo se vive
en el espacio tanto tiempo?- Es la pregunta obligada que supongo deberé
responder a mi regreso.
Al principio,
como cualquier astronauta, uno tiene que aprender a realizar tareas como si
nunca las hubiese hecho. Comer, descansar, leer, bañarse. Todo es diferente
porque en el espacio las cosas flotan libremente. Si se escapa de la mano el
cepillo de dientes, el mismo podría actuar como un bumerang y golpearnos la
cabeza.
Dormir, por
ejemplo, es complicado mientras se orbita alrededor de nuestro planeta, porque
el sol nace dieciséis veces cada veinticuatro horas. Aparece como un suspiro y
se esconde igual de veloz, empeñándose en despertarnos pero, cuando nos
alejamos, el viaje transcurre en total oscuridad, lo cual, también suele
resultar traumático.
El universo es
un lugar insondable. Los colores se ven brillantes y cuando se observa de cerca
cualquier planeta, se pueden distinguir las montañas y las profundas hendiduras
de los cañones. No existen las fronteras ni tampoco los límites. Uno siente que
está inmerso en un imponente misterio, mucho más grande e indescifrable que
viéndolo desde la tierra.
Es
verdaderamente sobrecogedor. A veces me he llegado a sentir al borde de la
locura. No ahora que paso el tiempo gravitando y no pienso como antes con tanta
seriedad en el asunto, por sobrecogedor que parezca.
Puede resultar
turbador y extraño al principio, pero luego de cincuenta años, es algo tan
común como lo es, entretenerse en un parque de juegos en nuestra tierra, para
una persona de cualquier edad.
La máquina en
la que viajo fue creada con la capacidad técnica de provocar una curvatura en
el espacio, con un campo de gravedad local en su interior, suficientemente
poderoso y necesario como para permitir realizar este viaje. Lo demás fue
rutina pues ni siquiera se necesitó para su construcción, utilizar materia
exótica. Se construyó a partir, únicamente, de materia ordinaria y densidad de
energía positiva.
No sé si a esta
altura no será una obviedad tratar de explicar qué significa materia exótica.
Por las dudas, aquí va una pequeña referencia:
El significado
más estricto, se refiere a la materia que es más estable que la materia
nuclear, que está constituida por seis tipos de quarks, pero no creo que sea el
momento de extenderme en explicaciones que en la actualidad terráquea, deben de
comprender hasta los niños de primaria.
Simplemente, se
aprovechó un agujero de gusano como túnel espacio-temporal. Este tipo de
agujero conocido por los físicos (de quienes tampoco he tenido más noticias
desde mi partida) como puente de Einstein – Rosen, tiene la capacidad de
conectar un instante de tiempo con otro, hecho que se desprendió de la
resolución de las ecuaciones de relatividad general. La decisión de iniciar
este camino fue un largo y dificultoso proceso científico, que además debió
superar todas las contradicciones filosóficas de la época.
Para hacerlo
más simple y tal vez risorio, fue como si desconectaran un televisor de la
corriente eléctrica, aunque no estoy seguro de que ustedes sepan hoy qué era un
televisor. En el momento de mi partida de la dimensión “presente”, como le
llamábamos al momento que estábamos viviendo, un televisor era una máquina
capaz de permitir ver imágenes, a la vez que se podían oír los sonidos de lo
que sucedía en la escena. De todas maneras, ya estaba prácticamente suplantado
por modernos ordenadores y se lo consideraba obsoleto. Pues bien, yo sentí como
si me hubieren desconectado de la energía eléctrica y que un impulso
irresistible me absorbiera, haciendo que mi cuerpo y mi mente se fueran
transformando con lentitud, permitiéndome regresar en el tiempo, a través del
agujero gusano y de mí mismo.
Las primeras
especulaciones acerca de dichos agujeros, suponían que se trataba de túneles
espaciales demasiado pequeños para el paso de una nave pero luego, los
matemáticos demostraron sobradamente que eran perfectamente transitables.
Tanto es así
que se obtuvo, basándose en las teorías de Einstein, que el espacio se curva
artificial o naturalmente, hasta crear un campo de gravedad interno, capaz de
arrastrar consigo el espacio (valga la repetición) y el tiempo próximo. Lo
demás insisto, fue rutina. Una vez que los agujeros negros, unidos entre sí por
agujeros de gusano, absorbieron a la nave, no fue necesario ningún otro
esfuerzo humano para que se franqueara la puerta hacia el pasado.
Comencé a vivir
hacia atrás cada minuto de mi vida: El estruendo que provocó el encendido de
motores, el último apretón de manos del jefe de la misión en tierra, la
tristeza de la separación de Eleanor, mi adorada esposa, los ojos llorosos de
mi familia. El día que aprobé todos los exámenes y me consideraron apto para
ser el tripulante de la nave- experimento. La muerte de mi madre, el día que
egresé de la escuela secundaria y me despidieron con honores. Los juegos de la
infancia, mis primeros pasos. Los mimos de mis padres, la avidez con que me
prendía a los pezones en busca de alimento. Cada etapa fue vuelta a vivir en
detalle, en mi camino hacia el pasado.
Mi viaje como
dije, lleva exactamente cincuenta años, ocho meses y días. Pronto llegaré al
límite en que deberé regresar. Según lo previsto, ya me he trasladado al
módulo-útero- desde donde, en pocas horas, seré expulsado nuevamente hacia el
futuro por un angostísimo canal. Deberé hacer el camino inverso, hasta aquél
lejano presente que dejé tras mi partida. No estoy seguro si las generaciones
que me siguieron, habrán dado importancia a mi viaje, probablemente a esta
altura de los acontecimientos (he perdido por completo la comunicación con el
–ahora- futuro) se me haya dado por extraviado o sencillamente disuelto en el
espacio-tiempo. Tampoco descarto que me espere la gloria. No lo sé.
La experiencia
en sí, ha resultado de total éxito, mucho más allá de las especulaciones que se
barajaban antes de mi partida.
Tampoco puedo
asegurar de que, para cuando llegue a aquél presente que abandoné con fines
científicos, la ciencia haya conseguido superar el lapso de amnesia, que ocurre
en los niños, que va desde el útero hasta temprana infancia. De no estar ello
resuelto, lamentablemente, mi viaje como todos los de los viajeros al pasado
que me precedieron, habrá sido de nuevo en vano. No podré recordar para
contarlo y todo habrá quedado como entonces.
El medidor del
viento*
-Hay cosas que
solo son útiles para la melancolía.- pensó Francisco- de esas, es de las que
más me cuesta desprenderme. A veces temo que mi vivienda esté plenamente tomada
y, al contrario del texto de Cortázar, no haya percepción de amenaza ni
siquiera, de mi parte, de decidirme a desecharlas, salir de ese entorno.
Francisco, que
siempre había soñado con volar y también con liberarse de los trastos que
acumulaba por doquier y que los copropietarios del consorcio, llamaban
livianamente basura; estaba seguro de que su viejo colchón de plumas, debía
tener mejor destino que el de humedecerse en el antiguo lavadero y dormidero de
gatos y habiéndosele ocurrido la idea, se propuso crear su propio sistema de
vuelo.
Le habían
asegurado que imitar a los pájaros era acción imposible para las capacidades
del hombre y que ya había suficientes experiencias de fatídicos intentos
humanos, de utilizar plumas y armazones, extendiendo alas artificiales. Que se
dejara de jorobar con esas invenciones extravagantes que solo serían útiles
para que se rompiera los huesos.
Aunque nunca
sería lo suyo, hubo quien le recordó historias sobre personas dotadas de
poderes divinos que habían intentado volar. Era el caso de Ícaro y Dédalo, que
encontrándose prisioneros en la isla de Minos, se construyeron unas alas con
plumas y cera para poder escapar. Ícaro se aproximó demasiado al sol y la cera
de las alas comenzó a derretirse, haciendo que se precipitara al mar y muriera.
Lo primero era
lo primero y terco y metódico como era, consiguió ahorrar cada mes, el diez por
ciento de su jubilación hasta obtener la cantidad necesaria para la adquisición
de un instrumento que le permitiera medir la velocidad del viento. Compró un
armatoste dotado de tres hélices unidas a un eje central, cuyo giro,
proporcional al movimiento de las corrientes, las medía sin ninguna dificultad.
Con cuidadoso esmero consiguió ajustar, en lo alto de la antena de televisión,
la nueva adquisición y era un gusto ver girar sus hélices, mientras marcaba con
cercana precisión la temperatura y la velocidad del aire. De ese modo, todas
las mañanas, hiciera calor o frío, Francisco, subía al techo. Cuidando, sin demasiado
éxito, de no romper tejas para no producir las inevitables goteras, Trepaba al
ángulo más alto y estudiaba la intensidad y la frecuencia de los movimientos de
los inquietos vaivenes, conocimiento relevante, a la hora de finalmente
lanzarse, alas arriba, en delicioso planeo.
Las alas de
plumas son un muy buen complemento para cualquier disfraz, realzando desde
trajes de aves hasta ángeles y mariposas, leyó en el buscador de su P.C.,
mientras acercaba pronunciadamente los ojos a la pantalla y masticaba un bocado
de pizza fría. Comprar alas de plumas puede ser muy costoso. Una buena opción
sería construirlas tú mismo. De esta manera, puedes hacerlas únicas y
personalizarlas al mismo tiempo.
-No es tan
complicado- pensó. Simplemente había que conseguir unos metros de alambre de
gallinero, que estaba seguro de que, en algún lugar del departamento, debía
tener; cinta para pegar, correas y animarse…nada más que animarse.
Con bastante
menor esfuerzo que armar las alas según las instrucciones, cosió las correas a
los bordes del colchón.
La primera
parte del proyecto estaba resuelta, una vez efectivizado, faltaba elegir el
momento favorable para atreverse a cumplir su sueño.
Esa misma tarde
estudió la orientación y la velocidad del viento y colgándose, gracias a las
mencionadas correas, el colchón de los hombros, subió a la terraza. Para que el
viento no los precipitara edificio abajo, con los metros de alambre se aseguró
a las barandas y con las cintas de pegar y un rectángulo de plástico, que
encontró en el contenedor de residuos de la planta baja, armó un pequeño
cobertor por si se le ocurría llover.
Pero, esa
noche, la luna era un disco blanco suspendido del cielo, la ciudad, una
alfombra de luces titilando en lo bajo y los gatos maullaban de felicidad.
A pesar de su
tos, Francisco se acomodó debajo de las estrellas, la espalda bien apoyada
sobre las plumas y extendiendo lo brazos, soñó que volaba, que volaba como
nunca jamás lo había hecho.
El Apocalipsis*
El coletazo me
castigó en pleno rostro. Fui a rebotar una y mil veces contra el suelo. No sé
cómo sobreviví. Cuando desperté los labios me ardían y los dedos intentaban
aferrarse a lo que pudiesen. Buscando la sombra, me arrastré bajo el sol.
Agobiaba la sed y sentía el estómago hundido por efecto de la deshidratación.
¿Volví a
desmayarme? ¿Me venció el sueño? ¿Perdí la noción del tiempo? Todavía no sé
pero cuando volví a despertar ya era noche. Más repuesto logré abrir los ojos.
Las estrellas titilaban en el cielo y la brisa fresca me acariciaba el perfil.
La paz era absoluta, sólo el ruido del agua y su monotonía. Logré sentarme. En
el terreno suave y fértil, descubrí que la silueta de la vegetación, se
recortaba en la inmensidad del cielo nocturno.
Inspeccioné mi
cuerpo. De milagro ningún hueso roto. Rasguños en las piernas, en los brazos y
en la espalda pero nada grave, al menos eso me pareció. Molestaban sí pero no
noté que sangraran.
Tenía hambre y
también la garganta seca y la necesidad imperiosa de beber agua dulce.
Agua dulce.
Recordé que hacía exactamente ciento cincuenta y cinco días que no bebíamos
agua natural, simplemente se había terminado y todo lo que conseguíamos eran
gaseosas, licores, vinos y sabíamos perfectamente que no por demasiado tiempo
pues estábamos a punto de agotar las reservas. La última botella de doscientos
cincuenta centímetros cúbicos de pomelo edulcorado me había costado mi
automóvil último modelo.
El automóvil
último modelo. Comienzo a recordar que, inmediatamente después de que el nuevo
propietario, lo puso en marcha para llevárselo, lo vi a los tumbos, arrastrado,
de un lado a otro de mi calle, por la corriente putrefacta. Antes de que
alguien me la arrebatara, apuré mi botellita de pomelo. La sed era urgente,
como la que siento ahora, en esta extraña planicie.
Nos habían
prevenido. El calentamiento global derretiría el hielo de los polos y el
aumento del nivel del agua produciría graves inundaciones. La combinación de
factores climáticos y los desastres provocados por el hombre, lograría el tan
temido fin del mundo.
En los últimos
tiempos, la humanidad no había cesado de preguntarse por qué no se encontraban
extraterrestres en el universo. Las teorías fueron muchas. Una de ellas
afirmaba que cada vez que una civilización llega a cierto grado técnico, genera
un agujero negro que la traga y es destruida.
Amanece. Un
pequeño sol rojo asoma sobre el horizonte. Vuelvo a revisar mis heridas.
Milagrosamente han desparecido.
Empiezo a ver
lo que me rodea. Es un prado de características extraordinarias y es hermoso.
No es un cielo celeste, es rojo. Rojo como el pequeño sol y las manzanas.
Las colinas
azuladas, el pasto tierno, las nubes van del lila al rosado. Las aves entonan
cánticos de alabanza. Los peces abundan en los ríos y miles de flores y
mariposas alegran el entorno.
Acerco con
desesperación mi boca, al líquido incoloro del manantial y, haciendo cuenco con
las manos, bebo. Humedezco mi cabeza, los brazos. La sensación de bienestar es
paradisíaca. Una explosión de saciedad y plenitud, se desliza por mi garganta e
inunda mi cuerpo.
Ahora recuerdo
la explosión. Entre otras catástrofes, habían anunciado que pronto llegaría a
nuestra atmósfera, el asteroide 2005 YU55.
Ahora recuerdo
la mención del Apocalipsis y el túnel de luz.
Aspiro
profundamente el delicioso perfume que la brisa me acerca. Dispuesto a malcriar
mi apetito, camino hasta el bosque de frutales. Me acerco al manzano. A su
sombra descubro la figura de mi mujer y algo me recuerda a una costilla.
Una manchita
oscura*
El camino
parecía una serpiente. Angosto y largo, subía, bajaba, se perdía en la altura
del cerro. Precipicios, peñascos, hondonadas y chillidos lo acompañaban y
cercaban como misteriosos tránsitos posibles entre la vida y la muerte.
¿Qué es la
vida? Pensaba Kakuy mientras avanzaba por esas soledades polvorientas.
No había tanto
que decir. Los paisajes coloridos del amanecer, el atardecer y sus reflejos
azules, el cansancio de sus piernas de niño, musculosas de trepar lento y de
bajar apurado por las laderas heladas del invierno e hirvientes del verano
¿Qué es vivir?
Había preguntado la maestra. En la última clase, hablaron sobre la vida y Kakuy
no había sabido qué responder. La miraba interrogante con sus enormes ojos
oscuros mientras ella escribía en el pizarrón la pregunta: ¿Qué es la vida?
Para mañana escribir diez renglones en el cuaderno de tareas.
La vida es el
rebaño de cabras con sus cintas de colores que las distinguen de otros rebaños
y los ponchos de vicuña que la mama teje agrietando sus manos.
La vida,
pensaba Kakuy, es el fuego y el aire y la tierra y el agua que corre allá abajo
por ese riito cantarín donde la mama lava la ropa y el papi recoge agua para
dar de beber al rebaño.
La brisa
golpeaba el rostro moreno del niño y se oía su silbido alegre, única compañía,
mientras atravesaba la inmensidad.
-Mamá la
maestra nos pidió una redacción sobre la vida-
-No se preocupe
hijo- respondió su madre mientras le servía en su cacharro de barro cocido, el
humeante locro y le alcanzaba un trozo de pan recién horneado.
-Mire usted a
su alrededor y sabrá qué escribir sobre la vida- La vida m´hijo es un conjunto
de cosas empezando por el amor de la familia que usté tiene y tienen sus
hermanos.
Después de
comer corrió hasta el corral de pirca donde su padre preparaba cintas para
abrochar a las orejas de los nuevos cabritillos y de las llamas recién
compradas.
-¿Qué dice
m´hijito?-
-Qué es la vida
papaíto, me ha preguntado la maestra-
-Pos, mire el
sol niño- ¿Ve esa energía que produce el sol?- Eso es la vida. El sol le da
calorcito a las semillas que sembramos y junto con el agua las hace germinar,
así crecen el máiz y el zapallo que comemos.
-La vida es la
Pachamama m´hijo, que nos cobija, nos ayuda y nos protege pa que criemos bien a
nuestros hijos y aumente el ganado y los cultivos.
¿La Pachamama?
Pos, claro- ¿Pa
qué le rendimos homenaje niño to los años sacrificando animales en su honor pa
que la tierra sea fértil y le ofrecemos hojas de coca y le damos el tributo to
los agosto dándole de comer y de beber a la madre tierra?
-Eso tiene que
escribir sobre lo que es la vida, éso, ques lo más importante-
Caminaba Kakuy
a paso lento pero firme. De vez en cuando una suave llovizna humedecía sus
cabellos haciéndolos parecer más renegridos y gruesos, pero luego el sol
reaparecía y volvía a refulgir en el pedregullo del camino.
Las manos en el
bolsillo y sus dedos oscuros se empeñaban en encontrar las migas restantes del
pan que madre le había alcanzado antes de salir.
Caminaba feliz,
su tarea había sido completada con esmero. Seguramente la maestra estaría
orgullosa de su trabajo.
A lo lejos ya
se distinguía la escuelita, muy lejos en lo alto, como una manchita oscura.
**
(-Kakuy: Era el
antiguo nombre del territorio Jujuy que los primeros exploradores deletrearon
por error ‘Jujuy’, nombre corrupto que por fin le quedó.)
El túnel del
tiempo*
Está oscuro,
muy oscuro. Difícil es ver con nuestro único ojo dentro del túnel del tiempo.
Sin embargo lo sentimos, es acuático. En cierto modo denso, una melaza liviana
por donde nos deslizamos ayudándonos con nuestras aletas incoloras.
Muchas han sido
las aventuras ocurridas durante el largo viaje.
Al principio
del recorrido, encarnamos en artesanos y constructores, gigantes de horrible
temperamento: fuertes, testarudos y de fieras emociones.
Posteriormente,
fuimos encerrados por Urano, el dios primordial del cielo, en el Tártaro. Un
lugar de sufrimiento y castigo. Liberados por Crono, el primer líder de los
Titanes, aquellos dioses que gobernaron durante la edad dorada. Crono nos
utilizó para derrocar y castrar a Urano y luego nos regresó a la misma cárcel
de tormentos.
Zeus volvió a
dejarnos en libertad y en agradecimiento, le ayudamos a forjar rayos para ser
usados en la guerra que, el padre de los dioses y de los hombres, mantenía con
Crono y con otros Titanes.
En aquellos
tiempos, nos dedicamos a la construcción de armas de guerra: Brillos, truenos y
relámpagos para Zeus. Un tridente para Poseidón. El arco y las flechas de
Artemisa, el casco que Hades le dio a Perseo para que luchara contra Medusa y
también fuimos y somos, los encargados de producir los ruidos internos, de los
volcanes en erupción.
Apolo, uno de
los más polifacéticos dioses del Olimpo, pretendió, a pesar de nuestra
inmortalidad, habernos exterminado.
Luego fuimos
una tribu primitiva de enormes monstruos de un solo ojo, descubierta por
Odiseo, el héroe de la guerra de Troya, en una isla remota identificada como
Hesperia.
Aseguran que
los hesperies, estábamos relacionados con los Gigantes y con una tribu fenicia
surgida de las gotas de sangre que cayeron sobre la tierra cuando Urano fue
castrado.
El Gigante más
conocido de quien se tiene referencia, fue uno de los hijos del dios Poseidón y
de la Ninfa Toosa llamado Polifemo, que perdió un ojo por culpa de Ulises. Era
barbudo y tenía las orejas puntiagudas de un sátiro.
Después de
dichas manifestaciones corpóreas, se perdió completamente el rastro de los
cíclopes, nuestro rastro. Ninguna referencia histórica ha vuelto a mencionarnos
hasta ahora. En esta etapa del viaje y a efectos de continuar el camino, hemos
encarnado en tiburones albinos, obviamente cíclopes. Nuestra misión continúa
viajando a través del tiempo, en este caso, por el túnel acuático de las
cavidades marinas. Lo hicimos durante miles de años. Ahora nos han
interrumpido. Uno de mis hermanos, fue atrapado por un pescador a los
alrededores de la isla Carralvo, que se encuentra sobre las prístinas aguas del
Golfo de California. Luego de asesinarlo, lo ha entregado a las garras de los
investigadores humanos. Nuestro viaje se encuentra momentáneamente postergado.
De todas maneras, no hemos abortado el objetivo. Aunque sin cumplir, por el
momento, deberemos mantenerlo en el más absoluto secreto hasta que, el hombre,
vuelva a perder rastro y regresemos al camino, dentro de la persistencia
conservada por tantos siglos. Pronto llegará la orden, acabará el viaje y el
mundo actual… sabrá a qué hemos venido.
Burbuja*
Escrito está tu
nombre puño y letra
en los vértices
quietos de mi sangre
alma mía bien
sé que ya no vuelves
y el olvido no
va a ninguna parte.
La luna, media
luna de tu pecho,
a cieno polvo y
humo se ha mudado
y crece como
cúmulo y presagio
la
inhospitalidad del desamparo.
No ven mis ojos
nada lejos tuyo
y todo lo que
ven se te parece,
sin embargo
camino hacia adelante
y sin que tú me
ayudes sigo el rumbo.
No vuelves, ya
no vuelves, no te espero,
tú mismo lo dijiste,
nos dijimos,
todo lo que
haya sido, no será.
La vida es un
fragmento, una burbuja
que decanta en
el límite del tiempo.
Autoestima*
El desamor es
reversible pensaba la señorita Ángela mientras se desplazaba desde un lado a
otro de la biblioteca pública acomodando libros.
Tantos años
llevaba en el mismo trabajo que si no lo pensaba dos veces, no se recordaba en
otro ámbito que esas cuatro paredes y tampoco en ninguna actividad que no fuera
ordenar anaqueles, completar fichas, pasar el plumero a los lomos y llamar la
atención a los niños que hablaban demasiado o molestaban a los lectores con sus
movimientos .
Los días
encerrada la habían vuelto pálida, las meriendas repetidas con sobre peso y el
ámbito de trabajo silenciosa.
En los momentos
en que su obligación no requería atención, Ángela, era adicta a leer historias
de amor tal vez para recompensar la soledad que, sin que ella la asumiera, la
agobiaba con más intensidad al paso del tiempo.
Ángela nunca
mantenía conversaciones que no fueran más allá de las convencionales con los
asiduos a la biblioteca o un cambio insípido de palabras con el personal de
portería del edificio por eso, sin darse cuenta, hablaba consigo misma a veces
con voz tan alta que la gente levantaba la vista de los libros que consultaba y
mirándola fijamente, le obligaba a silenciarse aunque no pudiese disimular el
rojo que le subía a las mejillas.
A pesar de su
edad Ángela aún tenía la esperanza de la llegada de su príncipe azul, ese
caballero que vendría a rescatarla de su vida solitaria, monótona y poco
gratificante.
Ya lo decían
sus maestras- Tienes la cabeza llena de pajaritos Ángela, si no cambias nadie
se va a fijar en ti.
De niña sólo
pergeñaba fantasías en sus escritos de colegio. Historias pobladas de ángeles y
flores, de príncipes y caballos, de bicicletas aladas, de personajes de ojos
tristes. En sus narraciones para el Día de la bandera nunca faltaba un niño de
panza grande y un monopatín embanderado volando sobre los techos de lata, una
niña con mocos en la nariz al borde de un arroyo contaminado. Por eso nunca sus
redacciones pudieron ser leídas al frente de la clase.
Terminar el
colegio y entrar de bibliotecaria fueron una sola cosa. –Un golpe de suerte-
sostendría su madre- para esta niña que no piensa en nada más que en volar con
la mente. Si hasta parece que le están creciendo alas en la cabeza de los
pajaritos que la pueblan.
Evidentemente
la vida de Ángela estaba signada por “las solas cosas”
Tomar un libro
de un estante y verle entrar saludando cortésmente, fueron de nuevo, una sola
cosa.
Se sintió
intrigada por esa presencia empapada por la lluvia que colgó su sombrero
goteando en el perchero de la entrada.
-Un golpe de
suerte- sonrió el hombre- encontrar la biblioteca para guarecerme del diluvio-
Adelante-
balbuceó Ángela. ¿En qué puedo servirle caballero?-
En nada señora-
respondió el hombre- sólo que me permita acercarme a la estufa unos momentos y
esperar a que calme la lluvia.
Ángela apenas
se atrevía a levantar la vista, no había aprendido a desenvolverse fuera de los
ensayados ¿Qué autor prefiere? ¿Conoce el nombre del libro que necesita? ¿Puedo
orientarlo en su búsqueda?
Ángela dio una
pequeña vuelta alrededor del escritorio y volvió a ubicarse en su lugar
mientras observaba al hombre que secaba sus manos frente al fuego.
No sabiendo qué
decir y al verle tan mojado, la bibliotecaria le ofreció un café que el hombre
aceptó gustosamente.
Le observaba
mezclar el azúcar con la cucharilla en forma silenciosa mientras una sonrisa
cálida le agradecía su amabilidad-
No soy de esta
ciudad- aclaró el viajero- he venido por unos días a resolver trámites
personales- de manera que le agradezco su hospitalidad.
Sin levantar
demasiado la vista Ángela apreció el buen porte del hombre, sus manos cuidadas,
el cabello pegado a la frente, la manera de revolver el café y de beberlo.
-Es usted muy
amable, me gustaría si no le parece atrevimiento que, cuando termine su horario
de trabajo, si no llueve, me permita devolver la cortesía de su café.
Ángela
simplemente se sintió morir y antes de haber aceptado ya se había arrepentido
de la osadía-
Salieron
juntos. Caminaba aferrada a su bolso como si fuera la mano de su madre, como si
temiera que alguien se lo arrebatara en un descuido-
Se dirigieron
al lado viejo de la ciudad, esas callejuelas que la mujer recorrí a diario
regocijándose en el misterio y la magia que guardan las construcciones casi
enfrentadas, apenas separadas por angostos adoquines húmedos y gastados. Las
ventanas cubiertas de geranios y el perfume de los naranjos después de la
lluvia.
Caminar por
esas calles y que se produzca el hechizo fueron una sola cosa.
-Esta muralla
que se extiende , explicó Ángela, pegada a la calle que transitamos, lleva en
su interior dos tubos que conducían el agua desde los Caños de Carmona hasta
los jardines de los Reales Alcázares y de allí tomó el nombre de Calle del
Agua-
¿Qué son los
caños de Carmona? Preguntó el recién llegado.
Parecía que
Ángela había despertado- Su vocabulario primero limitado y balbuceante, tímido
y opaco, se explayó en un manantial de argumentos sólidos, con referencias
concisas y datos de inestimable interés.
-Los caños de
Carmona fueron el principal suministro de agua potable a la ciudad. Originados
en un acueducto romano se reconstruyeron durante la invasión islámica.
Funcionaron
hasta 1912- Constaba de aproximadamente cuatrocientos arcos sobre pilares, era
para su época una estructura de maravilla –
¿Qué material
utilizaron en su construcción? Volvió a preguntar el interesado visitante.
-Se empleó para
su construcción como material predominante el ladrillo, único material
confeccionado en el lugar.
Siguieron
caminando por las callejuelas que se enroscaban unas con otras, entre
callejones sin salida y plazas florecidas de jazmines y rosas.
Bebieron el
prometido café, en una barcito apenas visible en el recodo del río. Por todo lo
que había hablado ella durante el recorrido, habló él mientras observaba el
agua correr. Le habló de su felicidad, de sus hijos, de la vida sacrificada
pero satisfactoria que le tocaba vivir. Le agradeció lo entretenida que había
transcurrido la jornada escuchando sus palabras y luego de la despedida, el
hombre regresó a sus trámites y la bibliotecaria, como todas las tardes a la
misma hora, regresó a sus anaqueles.
Ya no lo
volvería a ver pero hablar con ese hombre y que la vida cambiara para Ángela
fueron una sola cosa.
Los pajaritos
de su cabeza volaban por la biblioteca, su voz transformada sonaba como el agua
que corría por los acueductos de la ciudad. El desamor es reversible pensaba y
sus pensamientos solo recordaban dos palabras que se dijeron en la despedida:
-Es usted muy
amable y linda-
-Vale-
Verdor*
Descendió entre
vapores y nubes blancas. Le habían asegurado que no volvería, que los años
contados del modo terrestre, pasarían uno a uno y que su vida acabaría
enmarcada, en las fronteras rojas.
Convencido,
intentó el ejercicio del olvido. No fuera a ser cosa que la nostalgia, por
malos o buenos que fueran los recuerdos, lo convirtiera en un ser dependiente.
No deseaba ser como aquellos que dejan su patria y luego pasan los días
debatiéndose en la añoranza. El piso marciano, ese sería en adelante su hogar.
Sin embargo,
por más que lo intentó, fue imposible borrar, el verdor inigualable que a la
despedida, se extendía del otro lado del mirador de la nave.
Besos de arena*
Gris plata la
cresta de la ola, gris la gaviota y la orilla.
Lucía el
paisaje grisura transparente, pura calina. No era invierno, sin embargo la
niebla, densa niebla, me devolvía a la añoranza, al calor de los leños y al
recuerdo.
Apenas se
veían, a lo lejos, las barcas de velas. Se perdían en el sube y baja de las
ondas. El agua era una copia del cielo, tan gris como tus ojos, como tus ojos
grises.
besos de arena
llovizna
impertinente
los ha borrado
Cuestión de
suerte.*
¿De quién es? -
No alcanzó a escuchar -Mío- la bala le traspasó el pecho.
Así comienza
esta historia que la vamos a ubicar en los bordes del bosque de esta enorme
ciudad. Esta ciudad cuyas luces titilan su reflejo, en las húmedas calzadas,
cuando las putas, los borrachos y los rezagados como yo, regresan no se sabe
adónde.
Luego el tipo
vestido de negro que se escabulló, a la velocidad que pudo, a través del suelo
lodoso.
Lo primero que
me vino a la mente, por prevención, fue alejarme del herido.
No es que no
sintiera curiosidad pero bien dicen que el miedo no es zonzo. Yacía, el
desgraciado, sobre la tierra mojada y su sangre se dispersaba a borbotones
sobre el pasto verdirrojo.
Todavía se
escuchaban los postreros jadeos y fue entonces, cuando me planteé llamar a una
ambulancia o a la policía.
Por lo que
sabía no había teléfonos cerca y todavía no existían los móviles de modo que
paralizado por el temor a que el asesino regresara seguí, desde mi escondite
casual, observando la escena.
Cuando pareció
que el caído estaba lívido, volvió a jadear y yo volví a sentir ese mordisco en
la conciencia. Lo estaba dejando morir sin resolver, sin tomar ninguna
iniciativa para prestarle socorro.
Logré reponerme
y lentamente fui deslizándome, de árbol en árbol, en busca de orientarme en la
penumbra, hacia un sitio donde hubiese gente que pudiera brindarme apoyo en tal
situación. Tropecé con un montón de basura maloliente, dos ratas huyeron
interfiriendo el paso. Pensé que el ruido llamaría la atención del agresor y un
escalofrío recorrió mi espalda. De vez en cuando volteaba la cabeza para ver si
alguien me seguía. Sensaciones espantosas me acompañaron hasta que logré llegar
a la veredilla que enmarca el parque. Faltaban pocas horas para que se poblara
de gente bulliciosa que entrena, hermosas muchachas y jóvenes musculosos. Un
chillido me sobresaltó pero no fue más que eso, por el momento, el silencio era
casi imperturbable, ni siquiera los gorjeos que se oyen habitualmente, tan solo
mi respiración agitada.
Apuré dos
cuadras y encontré un viejo bar cuyos empleados, de ojos adormecidos,
levantaban las últimas sillas.
Me acerqué, el
sudor mojaba mi frente. En ese momento pensé en la terrible responsabilidad de
la que me estaba por hacer cargo. Mi paz habría culminado en el mismo instante
en que describiera lo que terminaba de ver y se llamara a la policía.
¡¿Y si el
asesino me había visto en el parque!?- Lo primero que iba a enjuiciar era que
yo lo había delatado- ¿Y si la policía me inculpaba del asesinato? -Todos
sabemos que ciertos métodos, de incentivar la declaración de los detenidos,
hacen decir lo que los sospechosos no desean ni sienten.
Seguí
caminando. Pasé de largo la puerta del local, el cuello del abrigo en alto y
mirando para otro lado, de modo que nadie viera mi rostro. Faltaba que más
tarde, cuando se conociera la noticia, alguien, además del que disparó el arma,
recordara haberme visto por las inmediaciones.
Volvió a
remorderme la conciencia. Dispersé mi elucubración y regresé sobre mis pasos,
esta vez con la decisión tomada. Contaría en el bar lo que acababa de ver y
llamaríamos, sin pérdida de tiempo, al hospital y a la seccional.
Hice las cinco
cuadras que me separaban de la puerta iluminada pero cuando llegué ya estaba
cerrada y los empleados se habían marchado.
Volví a
escudriñar el largo de la acera, no alcancé a ver, mis ojos no alcanzaron a ver
donde pedir ayuda.
Aceleré el
paso, el frío amenazaba traspasar mis huesos. Pensé en regresar donde el herido
pero ya estaba lejos. Nunca he sido valiente, nunca he sido caritativo, no
comprendo por qué habría de cambiar justamente ahora que estoy, más que nunca,
olvidado del mundo; caminando por esta helada vereda de invierno, donde no se
vislumbran más que perros callejeros y mi alma afligida, en la inmensa soledad
de la madrugada.
El bar había
cerrado. Un respiro de alivio me devolvió la paz de conciencia y produjo el
desahogo de haberme salvado de la responsabilidad. Ya no había culpa de que no
lo había querido auxiliar… cuestión de suerte y yo, ahora, contando los hechos
como si fueran parte de una novela, como un modo de borrar su mirada
suplicándome ayuda, como para que nunca más esa imagen, vuelva a azotarme en
las horas de quietud.
Seguí
caminando, los primeros rayos del sol comenzaron a aparecer detrás de los
edificios.
Equinoccio de
otoño*
La vida es,
también, corazón,
resignar algo
de luz en cada otoño;
cada vez que el
dorado
desviste
melancólico,
la copa de los
árboles caducos
y arrebata sin
pena
el nutrido
verdor de la hojarasca.
Sin embargo y a
pesar de ello,
el otoño es,
además, la edad de oro
para los
hombres sabios:
dan frutos los
membrillos,
florecen las
violetas y huelen
a castaños las
horas cenicientas.
Es tregua y
melodía de las hojas que caen
ante el
recogimiento de los silentes días.
La incurable
nostalgia que gotea en las ventanas
trae consigo el
cielo de tus ojos amados
y entonces el
morir, ese morir un poco
que regresa en
otoño, se torna en prodigiosa,
en radiante
primavera.
Informe de
situación*
Soy el capitán
de la expedición Kepler- 16B. Paso a describir el informe de situación, a la
fecha:
Como ya lo
hemos manifestado en anteriores envíos, el paisaje es sorprendente, las
sensaciones, vertiginosas y prácticamente hemos perdido, el uso terrestre del
tiempo. También, conseguimos adaptarnos a ver amanecer dos veces, en el plazo
acostumbrado para una y a la duplicada puesta de sol. Acorde a las nuevas
circunstancias, ya está el proyecto de un calendario apropiado y el cálculo de
la duración de los días. Se ha hecho realidad La vieja fantasía de algunas
películas de ciencia ficción. Acomodarnos al nuevo hábitat, fue larga y
complicada tarea. En un planeta que gira alrededor de dos estrellas, en un
territorio inhóspito, la misión no es fácil. La tierra se halla a doscientos
años luz de viaje. A pesar de los dos soles, hace frío. Lejos está el cálido
astro que entibia vuestras mañanas hogareñas y el verde que resplandece en la
campiña. Lejos, aquellas épocas en que no existían, entre los pioneros de esta
urbanización, diferencias de criterio.
Para no
desarraigarnos por completo de la condición humana y de los hábitos terrestres,
aunque ya no las escuchamos con la ansiedad de los primeros tiempos, esperamos
las noticias del mundo que llegan, con retraso pero llegan. En el desarrollo de
la misión empezamos a ver los primeros frutos. La vida, hasta ahora, comenzaba
a ser menos dura y la nostalgia, a ocupar el lugar previsto, en los
entrenamientos previos a la partida. No nos desmoralizaba la certeza de no
regresar jamás a nuestro planeta. Vivíamos tranquilos, nos aseguraron que en
cien galaxias examinadas, las sondas no habían encontrado rastro alguno, excepto
nosotros, de existencia de seres vivos.
Aún en la
distancia y en los cambios, habíamos acordado mantener ciertas rutinas de
convivencia, especialmente la de conservar la serenidad ante los obstáculos,
por difíciles que se presentaran. A pesar de ello, no alcanza el éxito, tampoco
el esfuerzo por armonizar, las medidas a tomar en el futuro cercano. La falta
de asidero adonde descargar la angustia, amenaza dividirnos.
No sabemos
exactamente a que estamos expuestos ni cuánto, tampoco en qué momento, podremos
volver a enviar mensajes a la tierra.
Cuando sucedan
los hechos que aparentemente se avecinan, ustedes, los científicos que pensaron
esta propuesta y el mundo entero, querrán saber de nuestras desavenencias y
habrán de preguntar:
-Y ustedes,
¿por qué se separaron? ¿Cómo es que no consiguieron mantenerse unidos en la
adversidad? Buena pregunta luego del estricto aleccionamiento en ese sentido.
No hay tiempo
de entrar en explicaciones pormenorizadas y mucho menos de pedir ayuda. Por el
momento nada ha sucedido pero estamos rodeados por cientos de ellas. Son naves
desconocidas que se aproximan y luego se pierden, en la contumaz infinitud del
espacio.
EL OJO EN LA
NUCA*
-Recuerde que,
una vez de oprimido el botón “Despegue”- sentenció Lotwer, Segundo Jefe de
Operaciones, - su mente comenzará a retroceder en el tiempo. Adaptado a la
medida Pársec, el viaje alcanzará con exactitud cincuenta de sus años
biológicos. Recuerde también que el Pársec es una medida de distancia y que el
año es una medida de tiempo. Concluido el programa efectivizaremos el regreso.
-¿Está
preparado?- Preguntó antes de mi partida, Stugger, Primer Ayudante de
Aplicaciones ¿se siente cómodo? Insistió, volviendo a arreglar el almohadón que
sostenía mi cabeza.
- Por las dudas
de que falle la tecnología, espero que la teoría del tiempo cíclico resulte
verdadera- Bromeé. Luego, ante la intranquila mirada de mi joven esposa,
simplemente cerré los ojos.
Desde que fui
seleccionado para ser la vía mediante la cual, se lleva a cabo el experimento
“El ojo en la nuca”, todo es vertiginoso.
Se trata de una
investigación de altísima pericia, proyectada y ejecutada por el conjunto de
autoridades científicas mundiales. El proceso tiende a descifrar el desarrollo
del universo y a confirmar el comportamiento acomodaticio, de las
particularidades que aspiran a cubrir las necesidades de supervivencia de las
especies. Mi participación consiste en transitar mentalmente y en reversa,
millones y millones de años luz en el tiempo, desmenuzando los vericuetos del
pasado. Los primeros avances hacia atrás, demostraron el ya conocido que los
años que transcurren, irreversiblemente, están impresos en cada vértice de la
naturaleza, que sus efectos se observan en todos los seres que la forman, vivos
o no vivos, y que cada variación que altera o conforma la vida en el universo,
ha sido determinada por circunstancias y necesidades.
La huella del
sucederse de los siglos se deja ver también en nosotros, los seres vivientes de
este planeta que orbita alrededor del sol y ha moldeado cada conformación que
nos constituye. Esa es la base de la investigación que, sin importar la
disciplina a la que pertenezcan, se propusieron nuestros científicos. Mientras
que el objeto último, es observar el pasado más lejano para comprender el
presente y poder manipular el futuro (abarcando el ambicioso “más allá de la
muerte”).
-El tiempo es
intangible y no se puede ver-se opusieron algunos. Otros apreciaron que el
único modo de “atraparlo” es a través de grabaciones cinematográficas,
fotografías, de audio y que el reloj es sólo un “pasatiempo”.
Los arqueólogos
sostuvieron que el tiempo puede ser leído en los restos que la naturaleza se
encarga de bien guardar y basaron su teoría en los fósiles que los planetas
conservan.
Los
historiadores se prestaron a colaborar en lo que respecta al pasado de corta
duración y los astrónomos, los más entusiastas, unieron sus vítores para la
investigación de larga data.
El experimento
“El ojo en la nuca” reúne, aún en medio de agudas controversias, conocimientos
científicos de todas las disciplinas, de unas más que de otras, tendientes a
descifrar, en pos del futuro, el pasado del universo.
Insertaron en
mi cerebro, una cantidad de adminículos de mecanismos complejos que, a partir
del momento de activados y sirviéndose de la radiación electromagnética, me han
permitido, minuto a minuto y sin desplazar mi cuerpo, navegar hacia el Big
Bang. Me garantizaron a cambio atención médica permanente, alimentación de
primera calidad y comodidades propias de un príncipe, haciendo extensivas tales
delicias a mi familia, durante y después del proyecto.
En lo que cabe
para mis hoy cuarenta y nueve años biológicos y sin moverme de la confortable
camilla de laboratorio, he viajado hacia el pasado según el diseño. He superado
ampliamente los márgenes en que comenzó la vida en el universo, almacenando en
mi memoria, la información más asombrosa y esclarecedora jamás imaginada, la
que, según lo planeado, podré develar únicamente luego de mi “retorno”.
Mi salud es
óptima pero, como resultado de un desequilibrio emocional fuera de cálculo,
producto de la sofocante y desgarradora soledad en que estoy inmerso, he
comenzado a sufrir de amnesia funcional. Hecho imposible de ser advertido por
la tecnología que manipula, al ahora avanzado transcurrir del programa.
Lamentablemente, no existen probabilidades de que mi súplica por volver antes
de lo previsto sea “escuchada” y, por lo tanto, modificada mi situación antes
de que finalice el experimento y antes de que olvide hasta el último dato
acumulado.
Secreto*
El imposible
sofocar la vida. La vida es como el agua, se escurre por los huecos, en
cualquier rinconcito toma vuelo, extiende los apéndices, remonta, cielo arriba,
planea. Se expande entre los árboles, bien alto, entre las copas, los pájaros
lo saben, ellos han comprendido su secreto.
Bufanda*
No tengo
tiempo, amor,
debo partir
pero tú
no olvides que
la noche
se teje de
sonrisa.
Suele ser
como una larga
bufanda
es cierto,
pero hecha de
sonrisa.
Nadie te robe
la ternura con
que tomas mi mano
y la dulzura de
tus ojos.
No temas
esto es parte
de la vida
como soñar y
respirar.
Tú sigue
como cuando
haces
las elecciones
más difíciles,
siempre por el
camino
de lo sensato y
de la calma:
mi hijo, mi
tesoro, mi amor.
*Selección de
escritos de Ana María Broglio.
Dolores-Villa
Gesell
Inventren
Estación San
Sebastián*
Querido hijo:
He recibido la
carta donde me sugieres que vaya a vivir con ustedes. Tienes razón, ya no es
bueno que viva solo en esta casa donde me crié, desde donde mi madre, apretando
los labios en un rezo, me veía correr para subir al tren y luego saltar al
vacío.
¿Qué hubiera
hecho yo sin los trenes?
Cuando las
piernas me lo permiten, me acerco a ver ese camino de hierro que se pierde, más
allá del horizonte… en el cielo.
Entonces,
miraba las vías de otro modo. Apretaba fuerte las estampitas entre los dedos y
subía y bajaba del tren, cuando estaba en movimiento, sin ninguna dificultad.
Eran años
difíciles. Los turistas venían desde Buenos Aires y viajaban en plan de baños a
Carhué. Por lo que se sabía, allí había las aguas termales más curativas de
Argentina. Entonces, la gente era compasiva. Al verme descalzo, con poca ropa,
me daban monedas, comida, golosinas y yo volvía a casa feliz y le prometía a mi
madre que cuando fuera mayor, le compraría un sombrero y la llevaría a las
termas, para que se cure del reuma.
Mi madre
acariciaba mi cabeza y me miraba con ternura y yo me sentía más hombre que
nunca.
-Tienes que
aprender mucho sobre el ferrocarril, así cuando se los cuentes, los turistas te
pagarán la información - insistía mi maestra. A la señorita le pareció muy
buena la idea de que practicara la lectura y me prestó, de la biblioteca
escolar, una revista con la historia del tren. Apenas había aprendido a leer y
por eso me costaba bastante hilvanar las palabras y el sentido de las frases.
Me hacía pasar al frente y me obligaba a practicar en voz alta, hasta que
conseguí hacerlo de corrido y luego memorizar lo escrito:
“En la línea de
rieles, San Sebastián, es la última estación en haber sido levantada, desde
Puente Alsina, por la firma constructora Hume Hnos. Esta firma, edificaba las
estaciones del FC Midland. Al llegar el tendido a San Sebastián, la sociedad
constructora, quedó en bancarrota como resultado de largas disputas, por
intereses, con la Compañía General Buenos Aires. En ese momento (mediados de
1908) el Ferrocarril del Sud y el Ferrocarril del Oeste, absorbieron al Midland
y continuaron la construcción, reemplazando a la Hume por la Clarke, Bradbury y
Co., lo que le da a las estaciones de aquí a Carhué, un diseño arquitectónico
totalmente distinto, similar a las estaciones del Ferrocarril Sarmiento”
De pie, en el
centro del vagón, cada vez con mayor seguridad, recitaba lo aprendido. Luego
pasaba mi cajita de cartón por todos los asientos y la gente depositaba sus
colaboraciones. Los clientes me respetaban y las ganancias eran mayores. Dejé
de vender las estampitas y compré, a mi mamá y a la maestra, un bonito adorno
para colgar de la pared.
Aquel día, lo
recuerdo bien, viajaba una señora, sentada junto a una de las ventanillas. El
vagón estaba completo pero el lugar, al lado de ella, vacío, sin ocupar. El
viento movía su cabellera, que era del mismo color del sol cuando cae. Un
vestido con motitas verdes y sus anteojos ovalados, de ancha armadura blanca. Encendió
un cigarrillo, a la vez que escuchaba mis palabras con atención.
Por su aire
distinguido, no tuve dudas, venía de la gran ciudad. Sobresalía entre nosotros,
la gente del pueblo pero también, era diferente a los otros viajeros que la
miraban fumar casi con desprecio.
El caso es que
ella estaba en el tren cuando yo lo abordé y me puse a recitar, mi memorización
de rutina. Me preguntaba qué hacía esa dama viajando en este tren, indiferente
a los susurros y chismes de los pasajeros que no le quitaban la vista de
encima. También yo la observaba mientras me escuchaba, sus hermosas uñas
pintadas y su bolso adornado, de resplandecientes moños dorados.
No recuerdo de
otra persona que no fuera de mi familia o mi maestra, que me haya sonreído, con
tanta amabilidad, al momento de pasar mi cajita y tan generosa pues, tampoco
recuerdo, haber recibido tamaña cantidad de dinero por el mismo trabajo.
Ese día como
pocos, salté del tren, exultante por la recaudación.
Nunca volví a
verla pero mi madre, se ruborizó cuando se la mencioné y me dijo que era de las
mujeres que venían a trabajar, en un lugar de lucecitas rojas, detrás de la
estación La Rica, unos kilómetros más adelante.
Cuando terminé
la primaria ya estaba hecho al ferrocarril y pude conseguir un empleo como mozo
de carga. La muchedumbre se arremolinaba en el andén y yo debía correr de un
lado al otro para cumplir con mi tarea.
Los años me
hicieron guardabarreras y jamás me aburrí de ver pasar las formaciones, de
esperar que llegaran y de despedirlas al partir.
Ahora que el
calendario de mi vida consume sus últimas hojas, mi querido, mi buen hijo, no
me pidas que abandone los trenes.
Ha pasado la
vida. Aunque el tren ya no regrese, sigo sentándome en el viejo banco, debajo
del alero de la estación, a esperar el pitido que anuncia su llegada. El
servicio se ha suspendido desde hace años y yo, he aprendido que la soledad, es
una estela de humo en el recuerdo, restos de una memoria de papel que el tiempo
borra, un desierto sin norte, olas de arena en un mar seco, un extenso camino
de hierro que marcha paralelo, desde mi niñez a la muerte.
Tuyo, tu padre.
*De Ana
María Broglio.
Dolores-Villa
Gesell
El tren*
El tren
despierta el eco de mi infancia,
ése vaivén de
olas que me acuna.
Esa mezcla de
mar en movimiento
y cielo que se
escurre entre las vías.
El tren es ese
pájaro que vuela
desde adentro
de mí.
*De Ana
María Broglio.
Dolores-Villa
Gesell
-Próximas estaciones de escritura:
PLOMER
-Por Ferrocarril Midland-
JUAN ATUCHA.
–Por Ferrocarril Provincial-
***
El recorrido por venir del tren literario en el Ferrocarril
Provincial:
JUAN TRONCONI. CARLOS BEGUERIE. FUNKE.
LOS EUCALIPTOS. FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE. GOBERNADOR
UDAONDO. LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY. GOBERNADOR
OBLIGADO.
ESTACIÓN DOYHENARD. ESTACIÓN GÓMEZ DE LA
VEGA. D. SÁEZ. J. R.
MORENO. EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY. LISANDRO OLMOS. INGENIERO
VILLANUEVA. ARANA. GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.
***
El recorrido por venir del tren literario en el Ferrocarril
Midland:
KM. 55. ELÍAS ROMERO. KM.
38. MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.
LIBERTAD.
MERLO GÓMEZ. RAFAEL CASTILLO. ISIDRO
CASANOVA. JUSTO VILLEGAS.
JOSÉ INGENIEROS. MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.
ALDO BONZI. KM 12. LA SALADA.
INGENIERO BUDGE. VILLA FIORITO. VILLA CARAZA. VILLA
DIAMANTE.
PUENTE ALSINA. INTERCAMBIO MIDLAND.
InventivaSocial
Plaza virtual de escritura
Para compartir escritos escribir a: inventivasocial@yahoo.com.ar
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